miércoles, 1 de junio de 2016

LOST IN TRANSLATION: "¡HEY, CHICOS! ¡GEKIGA!" PARTE 4 DE 8, por Bill Randall.

Artículo aparecido en The Comics Journal nº 244 y 245 (2002). Traducido por Frog2000. Parte 1parte 2, parte 3.

Si la historia parece extrema es porque lo es. Pero lo es porque tiene un propósito: Sunset escupe desafiante contra la cara de las narraciones optimistas a favor del trabajo duro tan populares en Japón. Durante la posguerra, el propósito de esas narrativas era el de que la gente se esforzase hasta el límite, recordando que su obligación era la de trabajar duro con el fin de restaurar su país. La escena del trigo en crecimiento que aparece al final de Pies Descalzos podría ser un buen ejemplo. En los ochenta el país se había restaurado completamente y había colmado sus expectativas, por lo que dilucidar cuál era el objetivo de trabajar de una forma marcial empezó a estar menos claro (al igual que la existencia de las mentadas narrativas alentadoras). Más aún, la segregación económica, que teóricamente había sido eliminada en esta reconstruida sociedad de nuevo cuño, otra vez había ganado posiciones. Yamano elucubró su historia teniendo totalmente en cuenta este contexto, lo que explica perfectamente el tono de la obra. En lugar de recompensa social y felicidad, el duro trabajo al que se ve abocado Takeshi lo hace ingresar en un psiquiátrico casi de por vida. Tendrá que afrontar innumerables adversidades, y ni el patriotismo ni creer en el espíritu de sacrificio japonés podrán ayudarle. La única persona que alcanza el éxito en la historia será Tachibana, aunque de todos modos era rico desde un principio, y además es plenamente consciente de que las probabilidades a las que se enfrenta Takeshi nunca van a mejorar. Tal y como le comenta a Kyoko después de haber consumado su nueva relación, existen dos clases de personas, e indudablemente Takeshi forma parte de la otra. La crítica social es de trazo grueso y, como poco, los contrastes que se nos presentan están completamente polarizados. Yamano intenta enfrentarse a una cultura de gran amplitud y valores uniformes que quiere esconder o suprimir la diferencia con todas sus fuerzas. Por lo que para ello tendrá que amplificar mucho más su ataque. 

El arma artística básica de Yamano es la utilización de lo grotesco, de la que hace uso de vez en cuando para ofrecer cierta comicidad. Por ejemplo, la escena del funeral del padre de Takeshi está muy próxima a la más negra de las comedias. Se puede observar en la cabeza del padre cosida torpemente y su sonrisa grotesca de calavera. Por alguna razón el ataúd sigue abierto y el cadáver aún no ha sido incinerado. Cuando Takeshi mira el cadáver de su padre y le dice adiós, de repente la cabeza se ladea, presumiblemente porque el operario ha realizado un trabajo de mala calidad, y los gases salen al exterior del cuerpo en descomposición. Es una situación muy grosera, aunque no se centra en lo extrema que resulta, sino que intenta ofrecer un leve toque de humor tristón en medio de todo el calvario por el que está pasando el personaje. 

La violencia también tiene trazas grotescas. Los motoristas están caricaturizados con amplias bocas llenas de dientes y enormes tupés. Su exagerado ataque contra Takeshi le deja hecho un amasijo hinchado y ensangrentado, y termina con un grafiti dibujado en su espalda. Desafortunadamente, al igual que ocurre con la por otro lado excelente Novia por Correo de Mark Kalesniko, algunas escenas de acción están torpemente dibujadas y estropean un poco la historia. A Yamano le gustan demasiado las líneas cinéticas, y tampoco es capaz de hacer que sus figuras se muevan demasiado bien por el entorno, probablemente porque depende de una imaginación poco entrenada aún. Pero por fortuna, la mayoría de las escenas violentas tienen lugar fuera de encuadre, dejando que tan solo se puedan ver las consecuencias. 

Más tarde lo grotesco se aproximará a lo que suele hacer Suehiro Maruo. La escena final de explosiva violencia desarrollada a lo largo de 17 páginas de viñetas gigantes salpicadas de tinta exagera un poco el tono de la obra. Seguramente el sangriento brote de violencia de Takeshi sufre de una excesiva y fetichista atención por el gore, al igual que ocurría con muchos de los cómics eróticos y grotescos que florecieron durante los setenta. En muchos sentidos es una de las convenciones del género, y aún así al lector le parece netamente realista que Takeshi acabe con la mitad de la cabeza del asesino de su familia puesta sobre la suya. El gore cumple su función en la historia como conclusión natural de la situación en la que se encuentra Takeshi. Además, como ocurre con la violencia que se puede ver en las películas de Takeshi Kitano, el largo y silencioso pasaje que precede a la violenta explosión consigue que resulte más intensa. No funciona como otra cosa que de clímax de la historia, y visto en el contexto del Japón de los ochenta, cuando la economía del país se encontraba en lo más alto y todo parecía posible, también ejerce de flemática negación del status quo.

En mi opinión, el mayor logro de Sunset es que de alguna forma Yamano rehúsa a ser condescendiente con sus personajes. Con el fin de buscar la polémica, a menudo los autores utilizan marionetas como personajes, con personalidades bien trabajadas y con las que disfrutan haciéndolas pasar por todo un infierno, pero parece que a Yamano su personaje Takeshi le produce verdadera emotividad. Se puede observar en los momentos de tranquilo lirismo que salpican algunas de las páginas. Uno de estos interludios muestra a Takeshi perplejo al observar a uno de sus vecinos, también habitante de los barrios bajos, inclinado para calentarse sobre una estufa de cocina que se encuentra en el rellano. La estufa no está encendida, y cuando Takeshi empieza a hablarle pausadamente al hombre, no obtiene respuesta alguna. Entonces descubrimos que el vecino es en realidad una carcasa vacía y que dentro de la parrilla de la estufa tan solo hay un teléfono. Lo único que puede hacer Takeshi es seguir subiendo al encuentro de sus hermanos escaleras arriba, completamente aturdido por la futilidad de lo que ha descubierto. Yamano persiste en la expresión de la cara del personaje según se sigue arrastrando hacia arriba por las escaleras, completamente fascinado por la incómoda situación por la que está pasando Takeshi y por el choque que le ha producido su encuentro con lo grotesco. Takeshi toma una exigua cena con sus familiares y el amor que siente por ellos resulta mucho más nítido que nunca. Aunque las caracterizaciones de Yamano no se aproximan de ninguna manera a las complejidades de la vida real, notamos sucintamente que se preocupa mucho por sus personajes. Además, el destino final de Takeshi se balancea exiguamente entre el gimoteante didactismo y la crueldad excesiva, sin caer del todo en ninguna de ambas opciones. Puede que Sunset sea definitivamente un sermón que despotrica contra la división de las clases sociales, pero resulta verdaderamente emotiva gracias a que Yamano se centra en un personaje cuyos sentimientos nos resultan genuinamente simpáticos. 
Yamano ha continuado generando una variada producción artística a lo largo de los ochenta y noventa hasta la actualidad con al menos otros cuatro tomos recopilados a su nombre. Pero más que simplemente un artista, el autor ha resultado ser una persona muy interesante del mundo cultural del cómic japonés, aunque me resisto a decir que del cómic "underground" , porque en su actual formato reconstituido, GARO, la revista bandera del underground durante décadas, se ha acercado cada vez más a sus primas hermanas destinadas a los grandes mercados, y Yamano controla actualmente la serie más llamativa e importante del magazine, Nekojiru. El autor se casó con su creadora de igual nombre y a veces incluso llegó a colaborar en la producción de la serie hasta que ella se suicidó el 10 de mayo de 1998. Sin embargo, Nekojiru era demasiado popular (¿rentable?) como para desaparecer, por lo que Yamano se hizo cargo de su continuación. Su trabajo en este cómic recuerda al que hizo en Sunset tanto como Kaz puede recordar a la obra de los hermanos Buscema. Lo atestigua el hecho de que el Nekojiru de Yamano se sigue realizando de forma idéntica al Nekojiru de Nekojiru. Aún así Sunset fue un importante primer trabajo de un artista en pleno desarrollo, al igual que Tatsumi fue un artista pionero de un género en pleno desarrollo. Ambos merecen ser estudiados y revisados. Pero no tanto como lo que aparecerá en la próxima entrega.

(Continuará)

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