miércoles, 19 de octubre de 2016

LOST IN TRANSLATION: EL PAISAJE: HE AQUÍ UN RESUMEN (3 DE 5)

Artículo de Bill Randall para The Comics Journal 259 (2004). Traducido por Frog2000. Parte 1, parte 2.

Es más, lo que hace que la mayoría de las películas de kung-fu sean grandiosas es tanto el ritmo como sus peleas coreografiadas, donde se presta una especial atención a la cadencia y claridad narrativas. En manos del director adecuado, alguien como King Hu, las complejas (a veces casi abstractas) escenas de lucha se convierten en obras maestras del arte de la filmación, tal y como David Bordwell demostró hábilmente en su obra Planet Hong Kong. Incluso aunque a veces me sienta algo engañado por la sobre-utilización de cables y el abuso de la técnica de la cámara rápida para conseguir los efectos más impresionantes, la idea que subyace detrás de las peleas, y por extensión de toda la película, es poder observar la culminación de las diferentes aventuras de los personajes en una orgía de movimiento, color y gracia corporal.

No me estoy refiriendo a que estos cómics no puedan expresar el movimiento tan bien como lo hacen las películas, sino que este medio no es capaz de replicar el movimiento de la misma forma que lo hace el cine. Mientras que este último funciona constreñido por la duración y el movimiento constante del celuloide, el medio del cómic puede fragmentar el tiempo en docenas de viñetas estáticas. Si juega adecuadamente con todos los elementos que se pueden insertar en las viñetas y en sus fondos, cualquier dibujante inteligente puede ser capaz de manipular el ritmo de lectura, pero las secuencias de acción seguirán sin poder alterar la forma en la que el lector percibe la obra. Además, los artistas que trabajan en el medio realmente no pueden manipular a su público de la misma forma que lo hace un director de cine. Históricamente, los cómics han sorteado este problema utilizando poses dinámicas y entretejiéndolas con acción y hechos fantásticos con el fin de mostrar acciones y efectos especiales que las personas reales no son capaces de llevar a cabo. Por eso en los Estados Unidos tenemos a los superhéroes de Kirby, en Francia disponen de los westerns y la ciencia ficción de Moebius y en Japón tienen a Dragon Ball (y todos son versiones diferentes de lo mismo). Resulta revelador que en el fondo los artistas marciales de Akira Toriyama terminen transformándose en súperhéroes y salven al planeta de amenazas alienígenas utilizando una combinación de fuerza súper-humana, resurreciones y haces de rayos al grito de reyes hawaiianos. Con el fin de mantener el interés del lector, tanto los cómics como las series de televisión suelen utilizar constantemente clímax pospuestos y personajes peculiares, por no hablar de peleas de artes marciales que por lo general suelen ofrecer poco más que líneas cinéticas y poses congeladas, estén animadas o no lo estén.

Estos cómics de kung-fu producidos en Hong Kong evitan por completo las caracterizaciones y las historias interesantes y las sustituyen con la única ayuda de las líneas y las poses, volcándose por completo en personajes que atraen la atención por un diseño que hasta cierto punto un estudiante de grado medio podría haber dibujado en una libreta. Y entonces, ¿de qué van estos cómics? ¿Y quién sabe? En el tiempo que me ha llevado pasar las páginas hasta el final, por lo menos he podido ver calcada la mitad de Drunken Master II [La leyenda del luchador borracho, 1994], en concreto aquella escena en la que Jackie se encargaba de cincuenta matones en un restaurante. Oh, pues bueno.

Iron Wok Jan!
Shinji Saiyo

Firefighter! Daigo Of Fire Company M
Masanito Soda

Estos dos cómics tratan sobre adolescentes volcados en su trabajo. En cuanto a la búsqueda de elementos melodramáticos, no están demasiado lejos de las obras sobre kung-fu anteriormente mencionadas. Pero es en su ejecución donde estos tebeos pueden ser interesantes compañeros de asueto. El primero está elaborado como una imitación de Iron Chef, así que su traducción no supone sorpresa alguna. Mientras que el inesperado éxito del programa se sustenta en las personalidades y rivalidades entre los chefs y los comentaristas, así como en el desconcierto que causan sus platos, este cómic nos presenta a dos jóvenes chefs, aunque ninguno de ellos parezca un personaje muy atractivo. Por supuesto, la mayoría de los personajes de las más grandiosas creaciones literarias podrían ser malísimos amigos y vecinos, pero en este caso los cristalinos diseños de los protagonistas de Iron Wok Jan! se dirigen a un público concreto y es algo que resulta nauseabundo. Jan está diseñado como un personaje difícil y esquivo, y se mueve en el mismo terreno que las fantasías de poder de los cómics de súperhéroes. Es un cocinero mutante, singularmente repugnante a la hora de alardear de sus poderes en la cocina. Por otro lado, su rival (Kiriko) está diseñada de una forma igual de liviana. Dispone de una dulzura única mezclada con una determinación dominante que se hace eco de las otras 8.428 heroínas del manga, pero como es la nieta del chef supremo, puede resultar lo suficientemente antipática como para que nos decantemos por su antagonista Jan. Excepto que él resulta tan ridículo y profundamente cargante que pensándolo bien me parece todo un misterio que en primer lugar este manga se haya traducido. Estoy seguro de que fue terriblemente popular entre los chavales de doce años a los que originalmente estaba dirigido, pero también lo era hurgarse la nariz.

(Continuará)

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