lunes, 18 de septiembre de 2017

LOST IN TRANSLATION: "THE WAY WE WERE", SOBRE DOUSEI JIDAI (4 DE 4)

Artículo de Bill Randall para The Comics Journal nº 295 (2009). Traducido por Frog2000. Parte 1parte 2, parte 3.

Esta es la historia. Aunque triste, hasta cierto punto no es nada especial. Podría haberla vivido cualquiera, y sus vivencias tampoco se benefician de un telón de fondo de historia más grande que la vida. La transformación de las condiciones de su vida no parece un momento crucial. Sin embargo, cada generación es capaz de reinventar la historia de amor cuando alguien se enamora por primera vez.

Además, la ejecución de Kamimura fuerza a la historia para que intente trascender su época. Ya he mencionado su dibujo. También emplea hermosos diseños. Como la mayoría de las reglas narrativas aún no estaban asentadas, el autor puede hacer lo que quiera, por lo que es partidario de utilizar splash pages y dobles splash pages repletas de dramático lirismo. A menudo sus páginas más convencionales dividen la página en dos, subdividiendo cada mitad en tres, cuatro, seis viñetas. Frecuentemente utiliza una secuencia por pasos, las transiciones de "momento a momento" de las que hablaba Scott McCloud. Uno de sus hermosos diseños de página muestra a Kyoko lanzando aviones de papel en cuatro anchas viñetas, en la página siguiente, de idéntico diseño, los aviones aterrizan en la parte superior de un árbol.
Kamimura también emplea un complejo sistema de símbolos. Las letras de canciones funcionan como un leitmotiv, pero también los colores, las flores y los olores. El olor de la fruta karin le recuerda a Kyoko su hogar, y en el capítulo final las flores de un árbol le recuerdan las ofrendas de incienso. Las flores representan el flujo y reflujo de la relación, desde la rehabilitación de Kyoko hasta los momentos que cualquier pareja debería atesorar. Incluso los animales, como una mariposa, reflejan su mundo. Aunque su vuelo es hermoso, el autor primero lo asocia con la enfermedad terminal, después con la desviación sexual. Al final del tomo, desvela la inestable relación de Jiro Kyoko.

Si suena terriblemente melodramático, es que ciertamente lo es. Las imágenes son líricas: buscan que los lectores se queden devastados por lo que les ocurre a los personajes. Ocasionalmente bordean el absurdo. El mejor ejemplo, que tiene lugar cuando los amantes se reúnen finalmente en el hospital psiquiátrico, aparece en un capítulo titulado "Love's Avalanche". Sí, eso es exactamente lo que sucede.

Para ciertos lectores, especialmente los estadounidenses que nunca pierden la oportunidad de burlarse de las cosas, estos momentos emocionales pueden chirriar un montón. Supongo que también se lo parecerán las escenas realistas, como cuando un médico le explica a Kyoko que la cohabitación podría acabar con su estado mental. En parte es un asunto cultural: paradójicamente, los japoneses parecen valorar la expresión de la emoción en el arte mucho más que los estadounidenses, que a menudo lo encuentran maligno y por lo tanto les parece apropiado ridiculizarlo. Es una pena, porque los excesos melodramáticos le ofrecen al creyente dispuesto placeres exquisitos. En su clásico estudio "Adventure, Mistery and Romance", John Cawelti esbozaba un puñado. La clave de Dousei Jidai es la forma en que es capaz de reforzar el orden social existente ("dousei", vivir juntos sin estar casados = malo) incluso cuando allana el camino para intentar ir más allá.
No obstante, me parece que en una entrevista con Brian Frye, el cineasta experimental James Fotopoulos daba apropiadamente en el clavo.

Más o menos argumentaba que [las obras] que se consideran "de baja cultura" retratan mucho mejor la existencia humana... Por ejemplo, hace poco vi una humilde película exploitation donde el héroe y la heroína, ensangrentados y heridos por el fuego de un arma, hacen estallar un camión en un desierto con el villano dentro... Mientras tiene lugar la explosión caen abrazados contra al suelo a cámara lenta. Puede parecer ridículo, la película no era buena, y la mayoría de la gente afirmaría que esa escena "no es realista". Pero en realidad no puede estar más cerca de la vida, porque su director la ha despojado de lo racional y sólo ha quedado la pura emoción.

En Dousei Jidai el mundo oscila según las emociones de la pareja. Nunca es un asunto racional, sólo expresivo, lo que también parece muy apropiado. Algunas emociones sólo pueden encontrar la expresión más certera mediante las metáforas más exageradas. Cuando son directas y se llevan a cabo con la absoluta convicción y las destrezas formales enloquecidas que en esta obra entran en juego, les doy la bienvenida con impaciencia. La convicción con la que se despliegan las hace incluso parecer frescas y novedosas.

Más que nada, al terminar Dousei Jidai te asalta la sensación de que ha pasado el tiempo y los personajes han vivido. A menudo, los finales de las historias de amor se asientan en nuestra memoria y los personajes siguen viviendo en ella en un eterno presente. Puede que escribir historias sea una forma de hacer frente al paso del tiempo, al hecho de que todos nacemos muriendo. Puede que nos preparen para lo inevitable y que su inmersión en la fantasía nos ofrezca un escape (temporal). Cuando los personajes disponen de esa alquimia capaz de trascender la página, los cómics también parecen vivir en una especie de eterno presente. El final de Dousei Jidai en las dunas de arena, con esas dos últimas splash pages dobles, lo deja muy claro.

Sin embargo, la vida sigue. Más de 30 años después del boom de los dousei, las cosas han cambiado. Vivir juntos sin estar casados es habitual. En lugar de la pobreza abyecta, las parejas japonesas de moda viven en un capullo de marca Gucci y Vuitton. Las citas son imposibles sin teléfonos móviles que intercambian números mediante rayos infrarrojos. En las listas pop, el poco importante tema del "Dousei Jidai" es difícil de rastrear. Su reemplazo reciente puede ser "Email of tears" de Chocolove from AKB48. Una cantante adolescente chillona se lamenta de la ausencia de emoticones por parte de su insensible amante. Puede que acabe de romper con ella por SMS, pero tampoco me pidas que me lo escuche más a fondo.
Incluso los manga han cambiado. Mientras que Dousei Jidai se puede encontrar impreso en una hermosa edición completa, los artistas más jóvenes se desapegan de sus antepasados. Han crecido con los medios de comunicación, sin experimentar demasiado, y escriben sobre lo que saben. El mejor ejemplo es la parodia frenética de Jun Hanyunyū titulada Koi no Mon [adaptada al cine como "Otakus in love", 2004] centrada en una joven pareja otaku que vive en plan dousei. La chica se decanta por el doujinshi y el cosplay, mientras que el chico prefiere el manga. Sin embargo, él es un artista porque sus páginas de manga son piedras y guijarros que a continuación coloca como si fuesen viñetas dentro de una caja. Contra todas las probabilidades, Hanyunyū cierra la obra con un desafiante final feliz.

Así que las cosas han cambiado. Lo mejor de todo este ciclo sin fin de reciclaje de la cultura es que nunca tendremos que afrontar la muerte. A la gente le gustan los finales felices, pero también les gusta paladear nuevos comienzos y contenidos cada diez minutos. Así que cuando algo acaba, las producciones de moda anteriores ya han sido sustituidas por algo nuevo. Sin embargo, Kamimura nunca tuvo que preocuparse por desaparecer de la vista. En 1986 murió, aún dibujando, después de sufrir la aparición repentina de un tumor faríngeo. Tenía 45 años.

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