Miro en la Wikipedia y me entero que Frank Miller tiene 52 años. Con una edad que a principios de la Revolución Industrial hubiera sido considerado como una persona muy longeva, el caído en desgracia de New York ha parido un par de pildorazos irreverentes que conservan mucho del talento que demostró durante la década de los ochenta y buena parte de su producción en los fútiles noventa.
Tanto The Spirit, la película que todo el mundo dice odiar pero que dudo que haya visto entera, como su regreso a Batman en el sub-sello de DC “All Star”, se carcajean en la cara de los miopes críticos que teorizan con lo que debe demostrar el autor en sus obras.
Yo en All Star Batman y Robin (publicándose desde 2005) contemplo cómo se trituran todos esos héroes tan relevantes que se han inventado durante los últimos quince años (demasiado tiempo de lo mismo en el cómic comercial americano) mientras las aventuras de un salvaje que no puede ser tomado de otra forma que con cinismo y risas no aburren al lector.
Y en The Spirit (Sony, 2008) me gusta cómo se adapta la parte más bufa que contenían las historias de Will Eisner, llevando el invento dos pasos más allá de lo que el propio Frank Miller prometió al autor de “Contrato Con Dios” que no haría. ¿Por qué?, no lo sé, pero tampoco es para rasgarse tanto las vestiduras como he visto hacerlo por culpa de una cirugía radical que convierte a Denny Colt y sus circunstancias en un loco producto toon-mix tan apabullante como para volver sobre la película en busca del detalle perdido en el primer visionado (¿cuántos de los consumibles que atesoras no caducaron a la primera?).
Ambos productos cuentan historias que nos suenan a ya oídas, con ambiguo tono político (lo que las convierte en mejores) y sí, fallidas en ritmo y puesta en escena, que nada me dicen de la decadencia del autor y sí de lo mucho que este hombre debe estar atareado, pues Miller sólo se debe ya al que le paga (y por eso entrega obras menos pulidas de lo habitual), pues su público ya no tiene por qué pasar por caja necesariamente para disfrutar del último artículo que empaqueta su genio favorito.
Yo mismo deglutí película y tebeo gracias a la mágica tecnología que nos ha proporcionado la sociedad de bienestar y sólo entonces, convencido, me rasqué el bolsillo puesto que ya había visto y lo que había visto era bueno.
También he disfrutado el rescate que Norma ha hecho de Big Guy y Rusty, el Chico Robot (1995), una de las obras incomprensiblemente inéditas con guión de Frank y dibujos de un inmenso Geof Darrow (ver Hard Boiled, su anterior colaboración) en la que se nos regala con más puestas en escena repletas de ultra violencia, humor y explosión, pura serie B en viñetas de clase A.
Por eso, prueba antes y si encuentras algo mejor (o no), cómpralo.
Tanto The Spirit, la película que todo el mundo dice odiar pero que dudo que haya visto entera, como su regreso a Batman en el sub-sello de DC “All Star”, se carcajean en la cara de los miopes críticos que teorizan con lo que debe demostrar el autor en sus obras.
Yo en All Star Batman y Robin (publicándose desde 2005) contemplo cómo se trituran todos esos héroes tan relevantes que se han inventado durante los últimos quince años (demasiado tiempo de lo mismo en el cómic comercial americano) mientras las aventuras de un salvaje que no puede ser tomado de otra forma que con cinismo y risas no aburren al lector.
Y en The Spirit (Sony, 2008) me gusta cómo se adapta la parte más bufa que contenían las historias de Will Eisner, llevando el invento dos pasos más allá de lo que el propio Frank Miller prometió al autor de “Contrato Con Dios” que no haría. ¿Por qué?, no lo sé, pero tampoco es para rasgarse tanto las vestiduras como he visto hacerlo por culpa de una cirugía radical que convierte a Denny Colt y sus circunstancias en un loco producto toon-mix tan apabullante como para volver sobre la película en busca del detalle perdido en el primer visionado (¿cuántos de los consumibles que atesoras no caducaron a la primera?).
Ambos productos cuentan historias que nos suenan a ya oídas, con ambiguo tono político (lo que las convierte en mejores) y sí, fallidas en ritmo y puesta en escena, que nada me dicen de la decadencia del autor y sí de lo mucho que este hombre debe estar atareado, pues Miller sólo se debe ya al que le paga (y por eso entrega obras menos pulidas de lo habitual), pues su público ya no tiene por qué pasar por caja necesariamente para disfrutar del último artículo que empaqueta su genio favorito.
Yo mismo deglutí película y tebeo gracias a la mágica tecnología que nos ha proporcionado la sociedad de bienestar y sólo entonces, convencido, me rasqué el bolsillo puesto que ya había visto y lo que había visto era bueno.
También he disfrutado el rescate que Norma ha hecho de Big Guy y Rusty, el Chico Robot (1995), una de las obras incomprensiblemente inéditas con guión de Frank y dibujos de un inmenso Geof Darrow (ver Hard Boiled, su anterior colaboración) en la que se nos regala con más puestas en escena repletas de ultra violencia, humor y explosión, pura serie B en viñetas de clase A.
Por eso, prueba antes y si encuentras algo mejor (o no), cómpralo.
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