No me resisto a indicar el enlace descubierto en la Cárcel de Papel para acceder al cómic que Jeffrey Brown realizó en 2004 sobre Lobezno (Wolverine), fuera de Marvel y como capricho.
La historieta está muy bien, raya a gran altura, mucho más que los tebeos que de Brown ha publicado la Cúpula.
Esta vez, me identifico más con un personaje ficticio (el ubicuo Logan) que con la propia vida que relata el autor en sus obras TORPE, autopublicada en 2002 y con la que el autor se forjó amistades tan influyentes como la de Chris Ware, INVEROSÍMIL y CUALQUIER SENCILLA INTIMIDAD, conformando su desmañada y poco vigorosa "trilogía de las novias". Recientemente la editorial de Barcelona también se ha atrevido con PEQUEÑAS COSAS, UNAS MEMORIAS FRAGMENTADAS.
Me importa un comino lo que le pase a Brown en su vida privada, si no sabe cómo contarlo. "Así también dibujo yo", el habitual panegírico crítico usado por los que destruyen su obra, está por una vez justificado y que James Kochalka (otro que tal baila) lo defienda con ahínco no es símbolo de nada, más bien al contrario.
El intimismo no es el enemigo, sino la falta de talento al airear los garabatos mientras que el autor cuenta algo que (sólo) a él le parece interesante. Y respecto al guión, muy hábil has de ser para no construir un producto fast-food que al segundo mordisco no te produzca un sabor exactamente igual que el primero que diste.
No en vano la mayoría de dibujantes canónicos se limitan a poner en papel las vidas inventadas de otros, en este caso, y en su mayoría, de Super-héroes y sus alteregos caracartón. Proponer un discurso con la vida de uno mismo y que parezca nuevo lo hacen muy bien Robert Crumb, Will Eisner y cuatro o cinco más. El resto de aspirantes (me acuerdo de la Doucet y aún me entran sudores) hacen lo que saben hacer todo lo mejor que pueden, pero en estos casos es bien poco.
Por eso me resulta simpático el cómic de Lobezno de Brown. Jeffrey derruye cualquier concepto mainstream para ofrecer una deliciosa (última) aventura del mutante más famoso de Marvel y sí me engancha e interesa, pues la vida de Logan se me antoja más cercana (necesariamente, he leído toneladas de capítulos contándome las culebronescas hazañas del héroe del fijador de pelo definitivo).
Esto es algo que tú mismo podrías hacer y ahí radica la diferencia: el autor de Michigan tiene los arrestos suficientes para exponer sus limitaciones mientras el resto se dedican (nos dedicamos) a leerlo y sonreir por lo bajini mientras asentimos con sorna.
La historieta está muy bien, raya a gran altura, mucho más que los tebeos que de Brown ha publicado la Cúpula.
Esta vez, me identifico más con un personaje ficticio (el ubicuo Logan) que con la propia vida que relata el autor en sus obras TORPE, autopublicada en 2002 y con la que el autor se forjó amistades tan influyentes como la de Chris Ware, INVEROSÍMIL y CUALQUIER SENCILLA INTIMIDAD, conformando su desmañada y poco vigorosa "trilogía de las novias". Recientemente la editorial de Barcelona también se ha atrevido con PEQUEÑAS COSAS, UNAS MEMORIAS FRAGMENTADAS.
Me importa un comino lo que le pase a Brown en su vida privada, si no sabe cómo contarlo. "Así también dibujo yo", el habitual panegírico crítico usado por los que destruyen su obra, está por una vez justificado y que James Kochalka (otro que tal baila) lo defienda con ahínco no es símbolo de nada, más bien al contrario.
El intimismo no es el enemigo, sino la falta de talento al airear los garabatos mientras que el autor cuenta algo que (sólo) a él le parece interesante. Y respecto al guión, muy hábil has de ser para no construir un producto fast-food que al segundo mordisco no te produzca un sabor exactamente igual que el primero que diste.
No en vano la mayoría de dibujantes canónicos se limitan a poner en papel las vidas inventadas de otros, en este caso, y en su mayoría, de Super-héroes y sus alteregos caracartón. Proponer un discurso con la vida de uno mismo y que parezca nuevo lo hacen muy bien Robert Crumb, Will Eisner y cuatro o cinco más. El resto de aspirantes (me acuerdo de la Doucet y aún me entran sudores) hacen lo que saben hacer todo lo mejor que pueden, pero en estos casos es bien poco.
Por eso me resulta simpático el cómic de Lobezno de Brown. Jeffrey derruye cualquier concepto mainstream para ofrecer una deliciosa (última) aventura del mutante más famoso de Marvel y sí me engancha e interesa, pues la vida de Logan se me antoja más cercana (necesariamente, he leído toneladas de capítulos contándome las culebronescas hazañas del héroe del fijador de pelo definitivo).
Esto es algo que tú mismo podrías hacer y ahí radica la diferencia: el autor de Michigan tiene los arrestos suficientes para exponer sus limitaciones mientras el resto se dedican (nos dedicamos) a leerlo y sonreir por lo bajini mientras asentimos con sorna.
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