miércoles, 18 de noviembre de 2009

BATMAN LIMITADO



El último número (el 28) publicado por Planeta del Batman de Grant Morrison incluye la aventura en dos partes “Extremaunción” y se revela como uno de los mejores guiones de toda la etapa del escocés junto con su divertido arranque “Batman e hijo” y “The Black Glove”, el segundo acto. Y es tan superior gracias a la vivisección de la mitología del murciélago estructurada en pequeños cortes de una a cinco viñetas que se lleva a cabo en los dos primeros tercios de la historia. Me descubro la cabeza, sobre todo ante el humor que se disfruta en alguna de las anécdotas. Podrían ser un buen epílogo de los 682 números anteriores.

Pero también, sí, es una de las peores chapuzas del autor de los Invisibles por culpa de su continuará; un burdo intento de dirigir al lector hacia la Crisis Final. Sea por imposición editorial o por decisión personal del escritor (también autor de dicho super-evento), esto no se hace.



Grant Morrison ha conseguido dar coherencia a absolutamente toda la hagiográfica saga de Batman (desde su comienzo en Mayo de 1939, nada menos, hasta su aberrada etapa de finales de los cincuenta y principios de los sesenta, donde Batman viajaba fácilmente al espacio seis o siete veces por año para arreglar Marte o Venus, o se daba de tortas con otros locos entre maquinaria gigante; o incluso se disfrazaba con uniformes de todo tipo creados para una función específica y cada función era más estúpida, dentro de su propia lógica, que la anterior, y etc), como digo, ordenar todo esto ideando el encierro voluntario por parte del protagonista en una cámara de aislamiento con el objetivo de preparar aún más su mente y convertirse en el mejor soldado del mundo, explicando que muchas de las aventuras más insólitas fuesen alucinaciones producidas por el prolongado confinamiento, tiene mucho mérito. Y que todo este esfuerzo milimétrico se quede a medio gas es un palo muy gordo; todo por la ineficaz intentona de ilustrar un cómic sin ingenio, sólo por cobrar y a tirar millas (un caso parecido al del capítulo final de la serie limitada “Círculo de Sangre”, del Castigador, en el que se prescindió de Mike Zeck por culpa de las apretadas fechas de entrega) .



El Batman de Tony Daniel demuestra de forma aplastante que la historieta no es lo suyo y que quizá debería trabajar de Presidente de su País o sirviendo pollo en un KFC. Yo me di cuenta sobre todo, durante el esfuerzo adicional que me supuso la lectura de Batman RIP, y no sólo por los encuadres espantosos sino también por la brutal nulidad característica y reconocible en su estilo heredado de la época Image, en el que el inmundo dibujo es disonante respecto al guión. También me intentaba imaginar cómo podría haber sido esto en manos de otro con facultades (el plano amenazante insinuado por aquí, el erotismo que se atisba en esa viñeta, la desesperación del personaje que adivinas por allá) y se me hacía la boca agua. Puede que en una colección que hay que hacer llegar a sus compradores freaks sea como sea no importe tanto quién esté a cargo del aspecto visual, pero recordemos que los primeros guiones del calvo los rubricaban Andy Kubert, John Van Fleet y J.H. Williams III. El primero no es exactamente mi favorito, pero se descifra lo que cuece. El tercero es el típico dibujante que enaltece una obra, sin epatar, y el segundo ilustra acertadamente un relato en el que Morrison hecha los restos y convierte al Joker en el post-moderno definitivo. Ese tipo al que todo le da igual, se la suda matar mientras redunde en su propio placer y lo mismo podría montar una empresa de trabajo temporal.

Batman RIP causa la misma frustración que ir a ver un algo de Warhol y que te den otro algo de Piero Manzoni. Pero Tony Daniel no sabe lo que se hace mientras que Piero y Warhol lo saben muy bien, esa es la amarga diferencia.

Así que en el último número de Batman antes de Batman y Robin (¡y lo de Neil Gaiman!, ese bluff), con el clon del clon de Tony Daniel de turno al ¿dibujo?, se acaba toda la saga, empieza la nueva y Morrison no da ningún signo de agotamiento por enésima vez a pesar de las trapacerías de los de los lápices.

Por favor, que alguien limite a los limitados. Eso que saldríamos ganando.

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