martes, 31 de diciembre de 2019

UN MAL EPISODIO DE MILLER, POR ROBERT FIORE

Artículo de Robert Fiore para The Comics Journal nº 175 (1995). Traducción: Frog2000.

Mientras miraba por casualidad los dibujos animados del sábado por la mañana -bueno, no podía ser de otra forma en un sábado, ¿no?-, estuve dándole vueltas a una cuestión, y no, no era nada relacionado con Maguila Gorila. Recuerdo cómo nos solíamos reír todos con los penosos tebeos independientes que se iban publicando en 1986. Cualquiera de nosotros sabíamos bien que seríamos capaces de guionizar y dibujar cómics igual de malos, pero, ¿para qué molestarse? Claro, el entretenimiento era una cosa fútil. ¿Quién se iba a comprar por el mismo precio una versión inferior publicada en blanco y negro de lo mismo que las grandes editoriales estaban editando en color? Seguro que todos esos copiones terminarían ganando tanto como si se hubiesen puesto a trabajar en la línea de cajas de un Wal-Mart, excepto que allí no obtendrían beneficios y les pagarían puntualmente todos los meses. También podrían haber decidido crear cómics artísticos y conservar cierta dignidad conformándose con el salario ganado en el supermercado. Cuando las Tortugas Ninja invadieron el Mundo, nuestra fe se mantuvo impertérrita. Casi seguro que fue una de las inescrutables casualidades de la cultura pop, a la altura de los hula hoops o los anillos del humor. Por otro lado, era muy difícil objetar nada a lo novedoso que nos parecía que un par de historietistas generasen todo un éxito y se quedasen todos y cada uno de los centavos que producía. El cartoon televisivo de Fish Police llegó y desapareció tan rápido que pensamos que el tipo que lo había creado tuvo que ganarse unos buenos pavos a velocidad de crucero. Pero según pasaban los días, resultaba innegable que toda esta locura iba cada vez a más. 

Estaba claro que en los ochenta no había mejor apuesta para forzar el destino que crear un comic book mierdoso. La Máscara se convirtió en una película capaz de recaudar nueve cifras. The Tick colonizó la vida interior de los aficionados a los dibujos animados y los compradores de figuras. Malibu Comics, cuyo plan de negocio original consistía en sacar tanta mierda al mercado como les fuese posible para ver si les funcionaba algo, fue adquirida por Marvel por una burrada de pasta. Así que te puedes imaginar las docenas de proyectos de malos tebeos que se empezaron a desarrollar, y que les facilitaron ganancias a sus creadores incluso aunque nunca llegaran a ver la luz del día. Cada día que pasaba, parecía más obvio que las Tortugas no eran algo que había surgido de la pura chiripa. En su lugar, los creadores de cómics de mierda estaban dragando el río de basura que atraviesa el inconsciente colectivo del público estadounidense. Bajando el listón del mínimo común denominador a mínimos históricos, el mundo era para el tío que se hubiese dado cuenta. Suelo pensar en una imagen en la que aparezco sentado en una cuneta observando la humareda de los puros cubanos que se elevan en elegantes arcos desde las ventanas de una fila de limusinas que pasan frente a mí. Y no, tampoco es que esté amargado.

Bueno, quedémonos con la gélida comodidad que ofrece el buen gusto y el criterio. ¿Quién fue el que dijo: "En el reino de los ciegos, el tuerto es un idiota con alucinaciones..."?
Como persistente seguidor de los primeros trabajos de Frank Miller en esta revista, teniendo a menudo que afrontar un considerable desprecio por ello, su trabajo actual tan solo me hace sentir lo que cualquier comunista americano tuvo que sentir al enterarse del pacto entre Hitler y Stalin. Es decir, supongo que nada de lo que podría haber hecho hubiese cambiado nada, pero aún así no puedo evitar sentirme responsable de alguna manera. Sin duda, los detractores de siempre de Miller verán una oportunidad de relamerse, pero en serio, creo que el autor ha colmado mucho más que las peores expectativas de todo lo que se le haya podido criticar en los últimos diez años. Os prometo sobre una pila de Biblias que este autor solía tener sentido del humor. Solía ser capaz de inventar entretenidas tramas policíacas. Solía mezclar géneros de una forma interesante. Aunque no se podía asegurar que su obra fuese absolutamente original, te podía producir la misma sensación que ofrecen los buenos thrillers (en oposición a la que pueden provocar los más mediocres). Difícilmente "Sin City: Mataría por Ella" te va a provocar sensación alguna, excepto la del cansancio. El argumento es como un martillo neumático a ritmo de metrónomo. El dibujo es oscuro y lóbrego, como si toda la historia sucediera en un retrete iluminado por una bombilla de 25 vatios. No hay ni un atisbo de luminosidad, pero tanta densidad no tiene mucho que ver con compostura de algún tipo. El mundo creado por Miller no se ha ganado tanta desolación, tan solo es una fachada seudo-sofisticada. 

Como ocurre en Cerebus, el problema de Sin City son las mujeres. Si hay un tema que se puede sustraer de este pantano de sadismo y matanza, es que un putero de los de toda la vida no tiene ni una sola oportunidad frente a las Nenas de Verdad que deambulan por este mundo. Como la protagonista de Miller argumenta sobre uno de los personajes: "En alguna batalla centenaria se sentiría como en casa, clavando un hacha en la cara de alguien... Su premio serían chicas como Nancy." Ahora bien, aunque esto no es nada inusual en el maravilloso mundo de los lloriqueos masculinos, en Sin City la única alternativa a conseguir una Nena de Verdad parece ser el celibato. Aunque se pueden encontrar prostitutas en las calles de la ciudad, nadie parece capaz de acercarse a ellas, signo inequívoco de una economía fallida. A juzgar por el perpetuo humor de perros que tiene todo el mundo, la masturbación tampoco es una opción.
La población masculina de la Ciudad del Pecado es de dos clases: grandes machos Alfa hulkeados pero castrados por el sistema, y gordos repulsivos y retorcidos. El protagonista de Miller, Dwight McCarthy, es como el Macho Malote Alfa Definitivo capaz de manejar con sus propias manos cualquier Nena de Verdad, pero No Puede Amarlas porque una Nena Lo Dejó Herido. El nombre de Dwight McCarthy es obviamente una combinación de Dwight McDonald y Mary McCarthy, y sus conflictos internos reflejan los conflictos internos de la vida intelectual neoyorquina entre los años treinta y los sesenta. Ho, ho, ho, sí, estoy de broma. A continuación, desgranaré el argumento básico con toda la gama de clichés y trucos en mayúsculas para que se pillen más rápido las sencillas referencias.

McCarthy, UN DETECTIVE PRIVADO ESPECIALIZADO EN DIVORCIOS, es contratado por su antigua pareja Ava Lord, una PUTA DIABÓLICA QUE DEBERÍA MORIR (algo que aún no sabemos), para que la libre de su ESPOSO RICO. Verás: Ava DEJÓ AL DETECTIVE PRIVADO PARA CASARSE CON EL RICO, pero se LAMENTA DE HABER ELEGIDO EL DINERO EN LUGAR DEL AMOR, en particular desde que el rico, Damien Lord, se ha vuelto un pequeño pionero en las artes del sadismo. Aunque en apariencia ella parece tener libertad de poderse mover por donde quiera, un ENORME GUARDAESPALDAS NEGRO QUE TAMBIÉN ES SU CHÓFER la sigue a todas partes. Al principio, Dwight dice que no hay trato, pero pronto cederá e irá a investigar a la mansión de Ava, donde el GUARDAESPALDAS LO PILLARÁ Y LO GOLPEARÁ HASTA CONVERTIRLO EN PULPA SANGRANTE, para luego tirarlo desde un coche en marcha. El protagonista volverá a casa para encontrarse a Ava esperándole en el apartamento, donde USARÁ SUS ARDIDES FEMENINOS PARA ENTRAMPARLO DE NUEVO. Eso sí, lo normal es que te preguntes si alguien que ha tenido un día como este va a poder o no sucumbir a las artimañas femeninas de cualquier mujer que no sea doctora o enfermera titulada, pero los caballeros de Sin City están construidos de una pasta mucho más dura que tú o yo. Son tan fáciles de herir como los zombies de La Noche de los Muertos Vivientes, pero tienen los mismos poderes regenerativos que Wile E. Coyote. Dwight se sumerge tanto en cuerpo como en mente en su objetivo, Ava, pero todo acaba en otra paliza por parte del chófer. Todo jovialidad y aspecto saludable al día siguiente, Dwight recluta a su colega berserker Marv, UN GRAN MAROMO CON DEBILIDAD POR LAS DAMAS EN APUROS, para que le ayude a liberar a Ava. Para Dwight es el mejor trato de todos, porque al volver de visita a la gran mansión de Ava, es Marv el que pega las palizas mientras que Dwight se encara al marido rico con la intención de -bueno, no sé lo que tendrá en mente-, pero lo golpea hasta que lo mata con sus manos desnudas. Y en eso que entra Ava en la habitación, y dispara a Dwight tres veces mientras le explica que todo era un plan diseñado para que Dwight se cargase a su marido para quedarse con el dinero. Marv rescata a un Dwight que todavía respira en un hilo, (cómo explicarlo... el rescate tiene lugar entre viñetas), y lo lleva hasta el Barrio Viejo sin ley de la ciudad. (Por supuesto, en todo Sin City la ley parece estar ausente, pero en el Barrio Viejo las calles están gobernadas-por-ladrones en lugar de lo que ocurre en esas zonas-sin-ley-gobernadas-por-bastardos-millonarios.) Es como una rutina a lo Rodney Dangerfield: "¡Mi barrio era tan chugo que las putas no dejaban que la policía entrase en él!" De todas formas, en cuanto se encuentra en terreno seguro, Dwight queda a los cuidados de una PUTA DE CORAZÓN DE ORO a la que Dwight ayudó una vez A SALIR DE UN LÍO. Las otra putas, sin el mismo corazón que la bella puta misericordiosa, quieren deshacerse de él, porque su presencia está atrayendo a los polis al barrio, pero se achantan después de escuchar algunas anécdotas sobre su caballerosidad. Mientras tanto, Ava SEDUCE A UN POLICÍA PARA QUE HAGA EL TRABAJO SUCIO POR ELLA. Claro, como Dwight es sin lugar a dudas el sospechoso principal, y de hecho es culpable, y teniendo en cuenta que incluso en Sin City es malo para los negocios que los ciudadanos destacados de la ciudad sean asesinados a golpes por habitantes sin un duro, te podrías pensar que no es necesario que ella le tenga que ordenar nada a nadie para que se intente dar caza al protagonista, pero ya ves, ella quiere que el policía persiga a Dwight hasta el Barrio Viejo. Mientras la policía lo rastrea, Dwight deja de convalecer en la cama para enfrentarse a otro convaleciente, el chófer, quien aporta densidad a la trama con este discurso sobre su jefa: "La Diosa no toma amantes. La Diosa esclaviza hombres. A Damien Lord. A ti. A mí. La servimos cuando nos lo ordena. Morimos. Así de simple". Ava ha encontrado a alguien inmune a sus encantos: EL JEFAZO DE LA MAFIA, al que ha pedido ayuda para liquidar a Dwight en el caso altamente probable de que la policía demuestre ser ineficaz. EL JEFAZO está de acuerdo en ayudar a cambio de una parte de los activos de su difunto esposo, configurando así el violento acto final. Dwight, que ha solicitado CIRUGÍA PLÁSTICA PARA ESCONDER SU IDENTIDAD, se infiltra en el complejo disfrazado del sicario enviado para matarlo. Cristales rotos y salpicaduras de sangre después, los malos descubren su identidad secreta, pero no importa. Le ayudan las putas samurái. Ava lo intenta por última vez y despliega sus encantos con Dwight, pero ahora él se encuentra definitivamente centrado. Mata a la puta. Campana y se acabó, amanece un nuevo día. 
Miller se confunde. Este tipo de thriller data de cuando la violencia era sexo sublimado. Con Miller, el sexo no es sino el pretexto para la violencia. Resulta difícil tomárselo como una historia misógina, o incluso misantrópica, porque en ella no se puede encontrar dimensión humana alguna. Ni siquiera mecanismos sado-masoquistas, porque la obra de Miller es tan erótica como una autopsia. Tampoco suspense, porque los personajes están hechos a prueba de cualquier daño. No hay misterio alguno en si Ava es una víctima o una Virago, porque su caracterización es tan irracional que se trata simplemente de un mera cuestión de qué botón quiere pulsar Miller. No hay nada que decir sobre la naturaleza del mal, porque toda la obra es tan condenadamente malvada desde su concepción que no hay contraste alguno. El supuesto estremecedor final es tan antiguo como patético. Al final de El Halcón Maltés, Dashiel Hammet hacía un uso impactante de la actitud poco caballerosa. Mickey Spillane lo exprimió un poco más cuando Mike Hammer disparó al villano. Miller intenta dar una vuelta de tuerca a la cáscara seca desechada por Spillane. A Dame to Kill For es como una de esas películas que se sustentan en una trama a lo El Héroe de las Mil Caras, solo que Miller hurta sus seudo-arquetipos no de la mitología, sino de Mi Pistola es Veloz. La única idea original de la obra es que el protagonista simule ser su propio asesino, y eso asumiendo que Miller no lo haya mangado de una historia con la que aún no estoy familiarizado. Si hubiese empezado con esa premisa, la podría haber convertido en una historia con más enjundia, pero dudo si a estas alturas de su carrera Miller sabe lo que es una historia aunque le disparase tres veces y lo arrojase desde una tercera planta.

Todo lo que puedo argumentar en su defensa es que a nadie se le permitiría ser tan malo si no hubiese sido bueno alguna vez. Parece que el problema no es tanto el hecho de haber perdido habilidades como de haber perdido la perspectiva. Si alguna vez quiere volver a crear una buena obra, tendrá que aprender que la violencia tiene mucho que ver con el sufrimiento. Tendrá que tener en cuenta que el mundo tampoco lo ha tratado tan mal como para justificar esta clase de cinismo. Va a tener que afrontar que una buena historia, sin importar lo humilde del género que la acoge, ha de estimular la imaginación en lugar de las gónadas. Va a tener que trasladar la acción hasta una escala humana. Y va a tener que aprender a contarle sus historias a la gente, si no con seres humanos reconocibles, al menos con personajes pulp más allá de lo unidimensional. Pero desde donde está ahora, parece que las experiencias vitales que lo pondrían en marcha para lograr alcanzar todas estas cuestiones, podrían parecerle más traumáticas de lo que le desearías a tu peor enemigo.   

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