martes, 22 de septiembre de 2020

ENTREVISTA CON GIPI EN THE COMICS JOURNAL (1 de 4)

Entrevista de Paul Karasik a Gipi para The Comics Journal nº 295 (2009). Traducción al inglés por Vanessa Petrucci. Traducción al castellano: Frog2000.

Antes incluso de leer su obra, Gipi (bautizado como Gian Alfonso Pacinotti en Pisa, 1963) ya me tenía completamente fascinado. Nos conocimos durante el año que estuve viviendo en Italia. Cuando llegué, la traducción de La Ciudad de Cristal (la adaptación en forma de novela gráfica del libro de Paul Auster que hicimos David Mazzuchelli y yo) acababa de salir en la editorial que también publica a Gipi, Coconino Press. Además de Igort, el historietista y editor de Coconino, Gipi era uno de los pocos de la pandilla de Coconino a quienes no le importaba practicar su inglés. ¡Todo un descanso para mí! Nos hicimos amigos de inmediato, pero no sabría decir exáctamente por qué. Me refiero a que en realidad, no conocía su obra para nada. Solo era ese tío tan agradable sentado cerca de mí que dibujaba para los fans en el stand de Coconino, en la mayoría de los eventos a los que asistí durante aquel año memorable. Pero Gipi es más que un "tío agradable". Es un tío agradable de una forma muy particular, y por eso nos empezamos a llevar tan bien.

La cara de Gipi es alargada, expresiva y gomosa. Su expresión siempre cambiante indica que está escuchando y reaccionando a lo que dice todo el mundo. Puede que en un momento se carcajee fuertemente, y al siguiente te mire seriamente durante el siguiente latido. Sabe escuchar, y los buenos oyentes suelen hacer buenos amigos.

De hecho, la amistad es uno de los temas clave en su obra. Para Gipi, sus amistades de juventud siguen estando muy vivas. No solo recuerda a la gente, sino sus características faciales y su forma de expresarse, pero también por qué fueron importantes para ellos mismos, para los demás, y para el mundo en general. Sé que mis colegas de la adolescencia fueron muy importantes en su momento, pero no sabría ni explicar por qué. En su caso, Gipi sabe perfectamente por qué.

¡Imagina mi alivio cuando me di cuenta de que su obra también me gustaba!

Un cálido día de primavera, fui al estudio de Gipi con mi hija, mi hermana, y su familia. El camino de entrada era tan escarpado que tuvimos que aparcar el coche a un lado de la calzada, y sortear varias curvas hasta que alcanzamos la pequeña y aporreada casita. En realidad no se puede apreciar cómo es el lugar hasta que no la tienes justo enfrente, porque está virtualmente construida en la cima de una loma y rodeada de vides. Había gatos por todas partes. Gipi me explicó que este lugar había sido el escondrijo de su padre mientras trabajaba de jardinero. Suspiró mientras apuntaba a las enmarañadas vides, allí donde alguna vez había existido un jardín. Pero Gipi no es jardinero.

El lugar parecía un agujero donde un hobbit podría vivir cómodamente. Vasos, libros y periódicos adornaban el mobiliario. Y parecía como si hubiese detonado una bomba de papel en su estudio. Directamente detrás de su mesa de dibujo, había una chimenea rellena de papel crujiente. Cuando algo no funcionaba, lo arrojaba por encima del hombro directamente al centro. Botes de pintura abiertos, latas con agua, pinceles, botes de tinta, lápices de colores y gomas gastadas bordeaban la caótica mesa de trabajo.

Pero allí, en el corazón del huracán, había una hoja de papel blanca y crujiente con un impresionante dibujo de acuarela a todo color de un barco pirata flotando en un mar tempestuoso. Todo lo que veíamos apuntaba hacia su mesa de dibujo, todo el enredado caos era un entramado que soportaba la creación del espléndido dibujo.

Lo mismo que el propio Gipi. Una juventud enredada y un impulso agresivamente creativo necesarios para producir en el centro del huracán que es este autor.

PAUL KARASIK: ¿Siempre has querido ser historietista? ¿Recuerdas algún momento mágico en el que se te fundieran los plomos y decidieses que hacer cómics era la forma en la que querías pasar el tiempo?

GIPI: Llevo queriendo hacer cómics desde siempre, pero la verdad es que no recuerdo el momento preciso donde todo empezó. Hace poco encontré en la casa de mis padres algunas páginas de cómic que dibujé cuando tenía nueve o diez años. Son historias sobre beduinos y la Legión Extranjera. Escorzos del desierto. También hay historias sobre viajes por el espacio. Astronautas con una nave estropeada o algo así. Incluso apliqué grises con un Zipatone y empecé a aprender cómo intentar controlar cosas como el ritmo temporal, los diálogos y el estilo.

En mis años de juventud no solía dibujar. Empecé a hacerlo únicamente de adulto. Hay una brecha de muchos años en mi recorrido como historietista, un camino que siempre ha sido bastante lineal. Creo que el momento exacto en el que me decidí realmente a contar historias utilizando el cómic fue en 1994, la primera vez que Berlusconi ganó las elecciones. En ese punto, sentía la necesidad de expresarme como resultado de la inquietud que me causaban la situación política y las costumbres italianas, que me empujaron a narrar historias situadas en la actualidad, y no solo a preocuparme por el aspecto gráfico de mi trabajo. Además, era la primera vez que mezclaba (al menos con cierto éxito) palabras y dibujos.

Nos conocimos al estar conectados por Coconino Press. Me impresionaba mucho la forma en la que Igort y su gente llevaban el negocio. Sentí de inmediato que me aceptaban como parte de la familia. ¿Es este acercamiento familiar entre la pandilla de artistas algo que solo ocurre en Coconino? ¿Puedes hablarnos un poco sobre lo que significa formar parte de la familia Coconino?

Coconino también es mi familia. En realidad, como no me gusta la palabra "familia" (¡en especial por el significado que tiene en Italia!), me parece más como un equipo. Los sentimientos que compartimos y la visión común sobre la narrativa, además de haber experimentado las dificultades que conlleva ser historietista en Italia, nos ha unido mucho. He publicado mis obras en Coconino, y nunca he llegado a ver un contrato antes de empezar a trabajar, o incluso de decidirme a sacar otro tomo con ellos. Sé que es una locura, pero así es como funcionaban las cosas con ellos. Trabajar con Coconino me producía la sensación de que estaba más charlando con un amigo que formando parte de un negocio. Sentía que una vez que acababa la obra y llegaba a manos de Igort, no tenía por qué preocuparme. Sus ojos y sus manos participaban de mi trabajo y lo entendían sin problemas. Saberlo me daba muchísima seguridad. Y me dejaban trabajar en completa libertad. Siempre. Durante seis años, nunca he tenido una sola objección o desacuerdo respecto a mi obra. No sé si podría tener la misma relación con otros editores. Sigo publicando con Coconino, y ningún editor italiano me ha ofrecido las mismas condiciones de libertad total que ellos.

El panorama del cómic en Italia es muy particular. ¿Puedes explicar cómo encajan los cómics en la cultura italiana y el papel que juegan las obras publicadas por Coconino?

No sé si poseo los conocimientos suficientes para responderte. Siempre he tenido un poco de desapego por la industria del cómic italiana. No conozco a sus comerciales, editores u otras editoriales. He oído que el problema de los artistas que trabajan en las historias de temática "adulta" pasa porque el cómic en Italia se ve como un entretenimiento menor, principalmente para adolescentes. Solo en los últimos años, y gracias a editoriales como Coconino y creadores como tú y yo, han empezado a cambiar las cosas. Aún tan fuertemente obstaculizado por los cómics serializados, el término "novela gráfica" ha empezado a ser conocido, y define cierto producto. Sin embargo, raramente llama la atención de los medios y de los críticos, aparte de algunas excepciones.

¿Qué situaciones te condujeron a tu primer trabajo como profesional en los cómics?

Como he comentado, fue la victoria de Berlusconi en las elecciones de 1994. Hasta entonces siempre había dibujado de una forma tradicional, yendo y viniendo entre los dibujos realistas y el fantástico. Pero entonces no guionizaba, al menos historias. Me encontraba apartado del mundo. La victoria de Berlusconi me agitó profundamente. En ese momento su partido y él se trajeron una inmoralidad para todo el pais que despreciaba con todo mi ser, y que también me asustaba. Este malestar me empujó a abandonar mi búsqueda del "dibujo bonito" y me llevó a buscar un estilo más agresivo y esquemático, donde el contenido (sátira política y social) fuese la prioridad.

La revista semanal Cuore publicó mis primeros trabajos, donde intentaba desarrollar ese nuevo enfoque. Cuore era una revista de sátira política muy conocida en Italia (ya no se publica) donde gané cierta popularidad en muy poco tiempo. Muy pronto empecé a sentirme incómodo con el formato de la sátira. Dado que vivía ajeno a todos los asuntos sociales, me faltaba una idea "alternativa" de la sociedad como base para mis críticas. Decidí entonces narrar las historias de mis amigos, historias sobre chicos de los suburbios, historias turbulentas y de gente sin suerte, que a menudo bordeaba la criminalidad. Esto me hizo intentar realizar argumentos más complejos, y después de unos años, me fui al terreno de la novela gráfica.

¿Leías cómics de niño? Si es así, ¿qué leías y qué impacto tuvo en tu deseo de ser historietista?

De niño leía muchos comic books, tanto de Marvel como de DC. Luego empecé con las tiras de periódico como Li´l Abner y Snoopy. En la Italia de los ochenta apareció un grupo de profesionales que tuvieron un impacto tremendo en mi generación. Entre ellos estaban Andrea Pazienza, Stefano Tamburini, Filippo Scozzari, Massimo Mattioli y muchos otros. De todos ellos, Pazienza me influenció de una forma increíble. Se convirtió en mi ideal único y verdadero (casi en un mito.) Me llevó años liberar mi pulso de la influencia de su estilo. Y aún así, creo que nunca me liberaré de su forma de fijarse en la vida. Es esa idea de que al reconocer tanto el horror infinito y la infelicidad del mundo real y de las rutinas diarias, puedes efectivamente representar la vida en una historia de un cómic. Es a Pazienza a quien le debo esa noción, este "descubrimiento" de los valores dramáticos que se pueden encontrar en la vida de todos los días.

Al revisar ahora tu obra, ¿puedes citar alguna influencia específica de otros historietistas o narradores de historias?

Definitivamente, en mi obra hay influencias de los autores que he citado previamente, especialmente de Pazienza. Por otro lado, siempre me influye cualquier autor que intenta ir más allá y experimentar con éxito con la narrativa. Me puede ocurrir con la extrema libertad de alguien como [Joann] Sfar, el rigor de Igort, o las peculiares visiones de Giacomo Nanni y Marco Corona.

Cuando me fijo en las diferentes ediciones de Coconino, detecto cierta similitud a un nivel bastante profundo. En parte por su edición tan profesional y el gusto de Igort, pero creo que también hay cierta cualidad que parece bastante específica... quizá algo esencialmente italiano. ¿Te parece una locura?

No, creo que no lo es... y si estás loco, ¡no es precisamente por haber dicho eso! Pero tampoco sabría responderte muy bien. Tan solo te puedo contar lo que experimenté hace unas semanas. Estaba en París con Manuele Fior y Alessandro Tota, dos excelentes autores italianos. Nos habían invitado a una fiesta en el ático de un ingenioso y extremadamente talentoso autor francés: Bastien Vivés. Allí había muchos jóvenes y talentosos artistas franceses. Cada uno se había llevado sus dibujos y nos miraban con curiosidad y fascinación. Eran muy buenos, novedosos, nerviosos e inteligentes. Llegados a cierto punto, Manuele, Alessandro y yo nos empezamos a sentir casi tristes e increíblemente poca cosa al lado de estos chicos. Entonces, Alessandro Tota dijo algo que me pareció preciso e inexplicable al mismo tiempo: "Gianni, en realidad somos bastante poderosos. Somos italianos, ¡así que por dentro estamos jodidos, en nuestro interior somos desafortunados y estamos podridos!" Creo que se refería a que aunque no teníamos esa brillantez, esa cualidad solar particular de estos jóvenes, nuestra fortaleza residía en que habíamos crecido en un país perdido como Italia, que había saturado todas y cada una de nuestra páginas, y habíamos añadido otros niveles de drama y segundas lecturas desesperadas, casi cómicas. Y era en esas falacias "antropológicas" donde residía nuestra fuerza. Creo que estaba en lo cierto.

(Continuará)

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