miércoles, 19 de mayo de 2021

INTRODUCCIÓN PARA THE SPIRAL CAGE (1988), por Alan Moore

La primera vez que vi la obra que vas a leer, se había editado en color. Dave Gibbons y yo nos encontrábamos en la Society of Strip Illustrators de Londres para ofrecer una charla sobre nuestra experiencia haciendo Watchmen, y conocimos y empezamos a hablar con Al Davidson, y nos quedamos embobados con la versión coloreada a mano de The Spiral Cage que se animó a enseñarnos. Me gustaría demorarme en los delicados matices y las sofisticadas sensibilidades cromáticas que marcaban cada página, pero no quiero que a nadie le de la impresión de que la obra en cuestión es menos exitosa en esta edición actual en blanco y negro.

Es cierto que, deslumbrado por la iridiscencia de aquella primera versión, la perspectiva de leer esta interpretación monocromática me produjo cierta aprensión. Sin embargo, mis dudas se desvanecieron al echarla un vistazo.

En todo caso, la publicación en blanco y negro demostró aún más hábilmente la fuerza del estilo artístico de Al, robusto y sensible incluso sin la ayuda de los beneficios cosméticos del color para realzar el tebeo. Lo que no tuve la oportunidad de hacer durante aquella primera revisión, necesariamente apresurada, fue leer la obra, algo que desde entonces he solucionado más de un par de veces. Durante el transcurso de estas lecturas y relecturas, me he encontrado con una revelación aún más agradable: no solo el dibujo destaca perfectamente sin aquel color exquisito, sino que la narración y la sustancia de The Spiral Cage son compatibles en ambas versiones.

Permíteme profundizar un poco en la idea: para mí, The Spiral Cage es un trabajo importante en un par de niveles. En primer lugar, como expresión de una visión personal y unas experiencias personales, claramente se desvela como una obra de primera magnitud. Dudo que alguien pueda leerla sin percibir una sensación muy poderosa de las situaciones vividas y los sentimientos de su protagonista. La forma de articular dichos sentimientos y la tremendamente edificante sensación de optimismo que engendran serían un tributo al poderío incluso en manos del profesional de los cómics más experimentado, y más en el caso de un autor cuyo primer trabajo está representado por el tomo que tienes en tus manos.

En segundo lugar, The Spiral Cage es una adición importante a las filas de los cómics que se esfuerzan por romper con las convenciones del género y situar una cabeza de puente llena de genuinos valores humanos y relevancia. Que Al Davidson es un fan de los cómics desde hace tiempo es evidente por el disfraz de Batman que viste su protagonista infantil. Que haya elegido no recrear servilmente las preferencias del género que le marcó en su infancia es igualmente evidente y hay que aplaudirlo como tal.

Muchos dibujantes y guionistas con un gran potencial, encantados de poder trabajar haciendo cómics de cualquier tipo, se dejan reprimir y se recluyen en las tradiciones de los cómics de superhéroes juveniles, por lo que finalmente son incapaces de ni siquiera imaginarse trabajando en cualquier otra área. Hablando como alguien que ha trabajado bastante bien dentro de los probados géneros de los superhéroes y la ciencia ficción, cosechando los obvios beneficios económicos de un camino tan seguro y convencional, no tengo nada más que la más profunda admiración por aquellos, como Al, que han tenido el coraje de dejar su marca más allá de los rígidos perímetros del cómic mainstream. Por supuesto, el principal riesgo de internarte en áreas creativas tan inexploradas es el económico. Tradicionalmente, el mercado de fans de los cómics basados en los superhéroes se ha mostrado reacio a probar cualquier alimento que varíe demasiado de la dieta a la que están acostumbrados.

Y puede que peque de optimista, pero no siempre es así.

Los propios fans de los cómics han empezado a cambiar, y su gusto se ha ido ampliando gradualmente. Este año están siendo capaces de aceptar cómics protagonizados por superhéroes tan extraños y diferentes que apenas parecen superhéroes. El año que viene, ¿quién sabe? Puede que el público tolere, de forma masiva, la idea de los cómics sin una sola capa o máscara a la vista. Por supuesto, el tradicional mercado de fans del cómic no es la única audiencia que deberíamos considerar: no sé cómo estará la situación en Estados Unidos, pero en este país las tiendas de cómics han duplicado o triplicado su flujo de clientes con respecto al último par de años, en gran parte gracias a la repentina atención que los medios de comunicación han prestado a cómics como Dark Knight, Maus, etc. Dicha tendencia podría indicar que existe una audiencia potencialmente un par de veces más amplia que la actual. Y más importante, dado que dicha audiencia parece no haber sido educada en las tradiciones del cómic convencional ni tampoco las busca a largo plazo, podemos suponer que después de un tiempo se cansarán de leer los clichés del género de superhéroes y sus inusuales inclinaciones actuales y comenzarán a buscar una dieta más variada y sostenida. Lo mejor que podemos hacer es que esa dieta esté disponible, porque de lo contrario, es posible que simplemente se alejen de nuevo del medio, de regreso a sus vídeos y sus Walkman. En referencia a esto último, la existencia de obras como The Spiral Cage ofrece un verdadero rayo de esperanza para el futuro del medio.

Bellamente dibujada y guionizada, relatada con habilidad, la historia logra hablar sobre cosas que aún muchas personas tienen dificultades para hablar o pensar en ellas, y lo hace de una forma accesible, entretenida y edificante. Al dirigirse al mundo en un nivel de lo profundamente humano en lugar de lo inalcanzablemente sobrehumano, el autor se las arregla para decir algo para todos nosotros, estemos listos o no, algo aparentemente encerrado dentro de nuestros propios cuerpos y circunstancias; encerrado aparentemente para siempre dentro de la ineludible jaula en espiral de nuestro A.D.N. Al internarse en estas páginas haciendo uso de la disciplina de su oficio y la perseverancia que muestra su trabajo, Al Davison parece haber encontrado una llave para abrir la cerradura de su propia jaula.

Inténtalo también tú. ¿Quién sabe? Quizá The Spiral Cage pueda hacer lo mismo por ti.

Alan Moore, Northampton, mayo de 1988

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