martes, 11 de agosto de 2009
E.C. COMICS: UNA NUEVA VISITA AL TERROR
E.C. COMICS: UNA NUEVA VISITA AL TERROR
(Artículo que realicé para la revista Mofo, nº cero(2004). Gracias a José Luis Torrelavega por todo.)
En estos acelerados tiempos que nos ha tocado vivir, en los que lo que descubrimos tan solo hace unas horas se queda desfasado, en los que los cómics de género ya no existen y los psychokillers que asolaron la sociedad americana han sido asimilados por la cultura del entretenimiento, los tebeos de la EC se nos pueden presentar como arcaicos, e incluso inocentes. Descomunal error. EC COMICS publicó durante un corto período de tiempo historias tan radicales que movilizaron al poder conservador de la época en su contra y ocasionaron la caída del imperio del cómic americano, infantilizándolo sin remedio hasta hace bien poquito. Un dato revelador: gracias a la Editorial que nos ocupa, este arte, que siempre había sido visto como entretenimiento para críos, fue leído e incluso coleccionado por adultos durante los rígidos finales de los 40 y principios de los cincuenta americanos. Así mismo, esta factoría pudo presumir de un respeto por sus artistas inusual en la época, permitiendo y fomentando la creación de clubes de fans y fanzines, y haciendo que sus dibujantes y colaboradores cobrasen y dispusieran de los derechos que realmente les correspondían como trabajadores. Por eso, el enésimo recorrido por la historia de la EC se me antoja necesario, porque, tal como asegura con razón el tópico, quienes no recuerdan la Historia están condenados a repetir sus errores.
Poco se podía encontrar en nuestro país sobre EC COMICS hasta hace escasos meses. Pionera en descubrirnos su Historia fue la editorial Toutain en su incompleta, aunque necesaria, “Historia de los Cómics” (Toutain Ed.) y en diversas historias sueltas en alguna de sus numerosas revistas (Comix Internacional, Creepy). Incluso podíamos releer ávidos el informe que José Boix les dedicó en el número 89 de Ruta 66 (Noviembre de 1993). Pero si queríamos saber mucho más, el imprescindible libro “Historia de la EC” (Ediciones Veleta, Colección un medio) revelaba todos los entresijos de la editorial y sus artistas. Sus escritores Fco. José Cerrejón y Jesús Jiménez Varea hicieron un trabajo/búsqueda de sabios.
Casi sesenta años después de la aparición de la Editorial del Terror y el Crimen, Planeta de Agostini nos da una gran alegría: por fin se han decidido a editar los tebeos EC en el idioma de Almodóvar. No todo son parabienes: la edición en castellano de la tríada de títulos de terror es meritoria, pero en B/N y en el nefasto formato pequeño “Biblioteca Marvel”, homogeneizándolo con otros (y peores) títulos (superheróicos).
¿No se podría haber hecho algo digno a la altura de lo que se está publicando? Se elimina el hiriente color que escandalizó a los americanos hasta el punto de crear un código censor. Se resta importancia, en fin, a una de las más importantes sagas de la historieta. Ahí tenemos la colección TRAZADO, en la misma editorial, donde aparece lo mejor de lo mejor del cómic. ¿Es que no son los EC COMICS títulos de “qualité” merecedores de aparecer en dicho compendio?
¿Tan mal está el mercado en la piel de toro como para no editar determinadas obras de referencia como se debe? Aún a pesar de estos fallos, ha de aplaudirse el esfuerzo de editar la primera colección en nuestro idioma que publicará parte del material más influyente de la EC con completa información histórica como complemento. Ahora bien, si lo que quieres es el material original, en USA los tienes reeditados, tal y como fueron concebidos en su día, gracias al esfuerzo continuado e impagable de la editorial Gemstone Publishing por preservar este genuino Legado de Brutalidad, tal y como asentirían los primeros Misfits (se pueden conseguir sin traumas gracias al Previews, en tu librería especializada habitual).
La historia y la derrota.
Max C. Gaines fue uno de los pilares de la industria del tebeo. Su empresa (Educational Comics) estaba asociada a la que actualmente conocemos como DC (hogar de Batman y Superman). Aunque tuvo en su poder colecciones de Super-Héroes que se harían famosas y lucrativas, Max decidió que sus tebeos tuvieran un componente pedagógico que no lograba ver en los tipos de pijama y capa. Tal y como retrata el necesario libro “Las aventuras de Kavalier y Klay” (Mondadori, 2002), de Michael Chabon, el cuál recomiendo para hacerse un fresco real de cómo fue el origen del comic-book y casi, casi de la sociedad americana moderna, eran tiempos de incertidumbre editorial y las colecciones desaparecían del mercado a velocidad de crucero, sustituidas por otras del mismo género o de otros muchos más. En el caso de Gaines Sr., y después de recaudar un buen pico con series como Picture Stories from the Bible, tomó la decisión de escindirse de DC para publicar inocuas historietas de todo tipo, también de contenido religioso, como señala el título mencionado, bonitas y sin riesgo para cualquier americano medio, pero que se vendían como churros.
Desgraciadamente, el editor muere en un accidente de barco en 1947 y William M. Gaines, su hijo de tan sólo 25 años, se hace con las riendas de la aventura y un buen puñado de deudas. Cambiando el nombre de la empresa por Entertaining Comics, intenta ganar su parte del mercado con una serie de colecciones de variado pelaje (romántico, western). Pronto conoce a Al Feldstein, el cuál será su brazo derecho durante una larga etapa de su vida, y cambian la cabecera de algunos de sus títulos, reconvirtiéndolos en The Crypt of Terror (durante tres números desde marzo de 1950, más tarde renombrada como Tales from the Crypt) y Vault of Horror (también consolidada con esta cabecera a partir de Marzo de 1950). Así comienzan a publicar y escribir un puñado de los mejores cómics de la Historia, favoritos e influencia de gente tan diversa como los Cramps o el dibujante Bernie Wrightson (bien acostumbrado a trabajar sobre diversos mitos del Fantástico como La Cosa del Pantano o Frankenstein), simple muestra de la importancia iconográfica de los mismos en la cultura popular de la segunda mitad del siglo XX. Relatos presentados por los legendarios Guardián de la Cripta (The Crypt-Keeper), Vieja Bruja (The Old Witch) y Guardián de la Bóveda (The Vault-Keeper), que introducen y apostillan estos breves cuentos crueles con chulesca ironía y corrosiva displicencia, siempre con una mirada distante y sardónica hacia las miserias y ridículas pasiones humanas y nunca entronizados como demiurgos ni directores de escena.
Parece un pequeño detalle, pero así esquivaban ese moralismo tan del gusto de censores y temerosos de Dios, todos ellos sacudidos en su momento por algo tan aparentemente banal como estas historietas sombrías. Copiados y homenajeados en muchas películas y tebeos (la editorial de cómics de terror Warren los mimetizó) nadie debería perderse el anteúltimo homenaje a los tres anfitriones, y a la EC en general, que hemos podido admirar: aparece en el número dos de Supreme (Dolmen Ed., originalmente publicado en 1996 por las editoriales del atroz Rob Liefeld, Maximum press/Awesome Entertainment), colección que supone una laberíntica, superior y engañosamente ligera aportación de Alan Moore al mito del superhombre por excelencia; Superman.
Gaines y Feldstein iban como motos, con una novedosa concepción de lo que debe ser un travieso producto de consumo para la juventud, y deciden llamar a esta nueva etapa de la compañía New Trend, en contraposición a la Old Trend, donde lo mismo se publicaban series de animales antropomórficos como Moon Girl, el único y cándido cómic de Super-héroes que tenía la EC. En la New Trend, claro, estas corrientes no tienen cabida. ¿Cómo van a tenerla al lado de títulos de Ciencia Ficción dura, crímenes salvajes, sucios conflictos bélicos y auténtico terror que rompe la espina dorsal?
Las colecciones más famosas fueron las tres de terror (las dos nombradas anteriormente más The Haunt of Fear), pero ni mucho menos fueron las mejores. La EC no sólo fue terror. Estaban también Weird Fantasy y Weird Science (ciencia ficción), Two Fisted Tales y Frontline Combat (género bélico), Crime Suspenstories y Shock Suspenstories (crímenes) e incluso Piracy, de corta vida (siete números durante 1954-55) pero importante en el futuro, ya que el mentado Alan Moore la utilizaría como contrapunto argumental en su obra magna Watchmen: en un mundo donde los Super-Héroes son reales, los lectores de cómic leen historias de aventuras, en este caso el cómic de piratas basado en el de la EC. El tebeo que está leyendo un chaval en el mundo “real” narra el desesperado reencuentro de un superviviente de un ataque pirata a su familia. Las penurias por las que pasa el desgraciado reflejan los cambios de actitud de los Super-Héroes protagonistas del mundo de Watchmen.
Todas las colecciones nombradas unas líneas más arriba eran menos famosas que las series más macabras pero a la larga han sido más influyentes. Y es que aunque en un principio cada colección tenía su género parcelado, perfectamente podías encontrarte una historia de ciencia ficción disfrazada de terror en Vault of Horror o viceversa en Weird Science. De todas formas, las historias más vanguardistas aparecieron en todos los títulos por igual, debido a la imparable explosión de talento que acaparaba la editorial. La estructura de las colecciones era sencilla: el tebeo se dividía en varios relatos independientes entre sí, guionizador casi siempre por Gaines y Feldstein y dibujados por un autor diferente cada uno. En un principio, ya lo hemos comentado, puede parecer que la negrura y pesimismo de las historias conlleva una moralina tipo “haz lo correcto o te enterarás”, pero muchas historias acaban mal para el buenazo de turno o, directamente, el personaje más retorcido y mezquino sale triunfador. En realidad, los cómics EC estaban avisando de la cara más fea de una América aparentemente cordial con sus ciudadanos. Alegatos en contra del racismo y la pena de muerte, denuncia de la pobreza, miedo a una sociedad violenta, desintegración familiar… nunca se echaron atrás con sus historias, conscientes de que sólo indirectamente podría llegar a comprenderse, más que exorcizar, el miedo de una sociedad imbuida en las paranoias y temores de la Guerra Fría. Dibujados de forma realista, la trama de los relatos aborrecía de lo convencional, estallando la tragedia o el Gore cuando menos se esperaba.
En cuanto a los dibujantes que trabajaban en la editorial, casi todos se convertirían en estrellas y los que no, se consolidaron como hábiles artesanos de la viñeta. La lista es extensa y marea; sólo en la Marvel de los años 70 se pude observar tal concentración de talento. Gaines tuvo la suerte de contar, entre otros, con Jack Davis, quien con su dibujo caricaturesco desestabilizaba las aberrantes historias de la EC y hacía más amenazadoras, si cabe, las ambientaciones cotidianas y todo lo que en un principio podía parecerle al lector desprevenido algo más ligero que lo habitual en estas publicaciones; pronto se convirtió en el portadista habitual de Tales from the Crypt.
Otro de sus pilares fue Bernie Krigstein, uno de los mejores narradores de la Historia, innovador y creativo, cuyos logros por página superan a muchos “bluffs” actuales que nos venden como lo máximo del medio y que influyó fuertemente a Jim Steranko o Frank Miller; si desconfías de mis palabras y pretendes comprobarlo, consíguete la Obra Mestra del cómic “Master Race” (Historia de los cómics nº 12, Toutain Ed.) y luego me cuentas. Y Wally Wood, otro autor increíble, y uno de los que inventarían los prozines (fanzines realizados por profesionales); Al Williamson, excelente dibujante de ciencia ficción y entintador de lujo; Roy Krenkel, amigo del anterior y un dibujante de altura… ¡Y la lista sigue!: Reed Crandall, famoso antes y después de estar en la EC, y con un talento fuera de lo común; Joe Orlando, otro autor que ingenió cómo dibujar de verdad un tebeo; Jack Kamen, experto en que la violencia y la sangre apareciesen dibujados con clase; Johnny Craig, el dibujante más importante de Vault of Horror y malintencionado desestabilizador de lo cotidiano; el detallista Bill Elder, los sólidos George Evans y Frank Frazetta, la colorista Marie Severin… Perdona que no me extienda sobre ninguno, cada autor necesitaría un estudio pormenorizado debido a lo importante de su esfuerzo para la Historia del Medio. Además, todo lector tiene sus favoritos: el mío es Graham “Ghastly” Ingels. Hazme caso, de todos los dibujantes, éste es el que realmente nació para dibujar el Terror: sus relatos despiden una continua atmósfera malsana, incluso en las escenas más inocuas. Un hito suyo, entre otros muchos, puede ser la manera como se las ingenia para que un personaje mítico y frecuentemente vulgarizado como La Momia, transformada en aparición final en “This wraps it ups!” (“La Tumba de la Momia”, Tales from the Crypt nº 35, Abril-Mayo de 1953) en una imparable masa de vendas, se muestre ante el lector como algo absolutamente pavoroso. Insatisfecho con su vida y su obra, frustrado, adicto e inadaptado, no cuesta ver en su trabajo una canalización de su mirada sardónica y pesimista hacia el mundo. Su estilo, lejos de pasar inadvertido, dio lugar a un club de Fans, los conocidos como The Graham Backers.
Cuando hay una buena época para la cultura siempre aparecen perros que la quieren desguazar: la caza de brujas de la era McCarthy y, en el caso tebeístico, del posterior Senador Kefauver, surgió como una pústula para salvaguardar los valores de “Amerika”. La influencia del libro “La seducción del inocente” del nefasto Fredric Wertham, editado en 1954, alcanzó a la EC en su máximo esplendor. Los cómic-books fueron juzgados como algo peligroso para la juventud y, aunque ganaron la batalla en los tribunales (es conocida la habilidad dialéctica y elocuencia de Bill Gaines en esos lances), perdieron la guerra. La creación del Comics Code Authority, en Octubre del 55, un órgano que la industria de la historieta (quizá editores rivales de Gaines tuviesen mucho de culpa en su creación) se adjudicó, provocó que se terminara claudicando y agachando la cabeza frente a la peor forma de represión creativa: la auto-censura. William M. Gaines tuvo que cerrar la mayoría de sus colecciones ya que el Código parecía sospechosamente redactado en su contra: nada de zombies, seres deformes, hachas, sangre y derivados si tu producto quería recibir la calificación para lectores jóvenes (indispensable para que las ventas vayan bien). En Febrero de 1955 se publica el último número, el 46, de Tales from the Crypt. Gaines sorteó como pudo este mazazo dando a luz aciertos como Mad, la famosa revista de humor paródico, o intentando en vano consolidar una nueva línea de tebeos bajo el nombre New Direction, pero ya nada sería lo mismo para la empresa. Una época dorada de los tebeos llegaba a su fin, aunque afortunadamente los cómics EC siempre serán recordados como una de las cimas del 9º arte y su influencia recorre toda la cultura popular del S XX… y lo que te rondaré, morena.
10 HISTORIAS DE LA EC PARA NO DORMIR
(por Frog2000 y José Luis Torrelavega)
A LITTLE STRANGER por Graham Ingels (Haunt of fear nº 14, julio de 1952)
Una de las escasas historias con final positivo si entendemos por éste el nacimiento de uno de los tres maestros de ceremonias de la Cripta o ¿qué surgiría de la unión de un hombre lobo y una vampiresa difuntos? ¡pues ni más ni menos que el horrible bebé que en un futuro se convertirá en La Vieja Bruja! Un relato-origen a lo Marvel adelantado a su época.
FOUL PLAY por Jack Davis (Haunt of fear nº 19, junio de 1953)
Esta es una de las historias más duras jamás dibujadas. Un jugador de béisbol con problemas de sociabilidad es despedazado por sus compañeros de equipo utilizando sus partes corporales para jugar un partido (los brazos son los bates, la cabeza una improvisada pelota, etc)
ATOM BOMB por Wally Wood (Two-Fisted Tales nº 33, mayo de 1953)
Las funestas consecuencias de la caída de la bomba en Nagasaki, una metáfora muy real de lo que pasó en nuestro mundo durante la Guerra Fría.
SQUASH …ANYONE? por Graham Ingels (Tales from the Crypt nº 32, octubre/noviembre de 1952)
Sangrienta fábula sobre un domador de elefantes que traiciona a los dos seres que más le amaban, su mujer y Emma, su elefanta. Las dos son asesinadas pero volverán de la muerte para darle al protagonista su merecido con argumentos de peso.
MASTER RACE por Bernard Krigstein (Impact nº 1, marzo de 1955)
Innovador montaje secuencial para contarnos la venganza de un preso de un campo de concentración nazi contra el guardián jefe años después de que sucedieran los hechos. Ya dije que Frank Miller es un estudioso del estilo de Krigstein, pero también de los argumentos que realizó. Se puede comprobar en una de las tramas del recopilatorio de historias cortas de Sin City “Alcohol, chicas y Balas” (Norma ed.)
MAD (Humor in a Jugular Vein) nº1 (octubre de 1952)
Genial primer número de la imitada revista en la que participan bastantes autores de la editorial (Elder, Davis, Wood, Severin).
Desde la portada, en la que salen diversos monstruos y freaks y que fue retirada de algunos quioscos por su supuesta violencia, hasta el interior, el primer número del hoy veterano magazine de humor satírico funcionó como una parodia de las colecciones de terror de la editorial, tristemente cerradas debido al cerrajón mental de algunos conservadores.
THE OCTOBER GAME por Jack Kamen (Shock SuspenStories nº 9, junio-julio 1953)
Publicado en castellano en “Historia de la EC” (comentado al principio del artículo) es, según criterio personal de los autores de dicho libro, el capítulo que mejor resume las virtudes de la marca editorial, entre ellas el muy utilizado en muchas de las historias “final O.Henry”, consistente en un inesperado e irónico giro de los acontecimientos que descoloca al lector. Un padre amargado se venga de su fracasado matrimonio asestando un terrible golpe donde más duele.
T AIN´T THYE MEAT… IT´S HUMANITY! por Jack Davis (Tales from the Crypt nº 32, octubre/noviembre de 1952)
Una de las historias más terroríficamente divertidas de todas las que dibujó Jack Davis. La historia de este avaricioso carnicero de pueblo transcurre durante la 2º Guerra Mundial y los terribles racionamientos que hubo por ésta. Zach, el protagonista, descubre una novedosa forma de hacerse rico: ni más ni menos que vendiendo carne podrida y enferma. Todo acabará con un desenlace que lo dejará hecho trizas.
THE MARTIANS por Wally Wood (Weird Science nº 15, 1955)
Un grupo de humanos encuentra en Marte un cine donde los marcianos están viendo una película donde los asesinos extraterrestres invasores son los mismos humanos. Aguda reflexión sobre la humanidad como ente egocéntrico dibujado por un puntilloso Wood.
RX…DEATH! Por Graham Ingels (Tales from the Crypt nº 20, diciembre/enero 1951)
El fabuloso Arthur Machen (1863-1947), explorador de las trampas de nuestra percepción, es el proveedor (no reconocido) de esta entrega que efectúa un revelador tributo a la literatura fantástica pre-Cthulhu: la tremenda historia del estudiante convertido, ante el horror de su hermana, en un negruzco ectoplasma tras la ingesta de un brebaje, “vino de los aquelarres” según Machen, “encimas digestivas que lo consumen vivo” si atendemos a la versión que dibuja Ingels. La historia, cumbre del terror cósmico, se puede encontrar en varias antologías dedicadas a tan visionario escritor aunque su lugar correcto es situada dentro de la diabólica construcción “Stevensoniana” de “Los tres impostores” (1895), publicada en el Libro de Bolsillo de Alianza Editorial. En palabras de Antonio Molina Foix, referidas a este relato, “…la liberación de los instintos devuelve al hombre a su relación primigenia con la bestia y destruye su alma”. Como para que alguien diga luego que no somos nada…
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