jueves, 6 de agosto de 2009

GRANT MORRISON: COMICS LISERGICOS PARA UNA REVOLUCION.



GRANT MORRISON: COMICS LISERGICOS PARA UNA REVOLUCION.
(Artículo que realicé para la revista Mofo, nº 3,(diciembre de 2007). Gracias a José Luis Torrelavega por todo).

"El aburrimiento es Contrarrevolucionario".
Atribuido a Guy Debord.

Grant Morrison es ante todo un escritor de tebeos, un creador amamantado artísticamente con los preceptos más corrosivos y menos obvios del movimiento punk, atento a todas sus ramificaciones ideológicas anteriores y posteriores, concienciado en su papel de virus en el sistema, de iluminado y cultivado altavoz para escogidos.


Pero a principios de los años noventa, en los jardines del Hotel BajaRat, en Katmandú, sucedió algo que le transformó en “algo más”. Tras experimentar un extraño malestar, una debilidad física y mental que atacó su mismo ser, subió aturdido las escaleras hasta su habitación. Fue allí donde observó unas extrañas formas cambiantes de color plateado, seres de la quinta dimensión que habían atravesado el continuo espacio-temporal para presentarse en la cuarta (la que habitamos nosotros) intentando contactar con el ya muy famoso autor. Morrison asegura que sintió como “pelaban” su superficie física para transportarle a un lugar desde el que pudo ver el tiempo y el espacio como si de un único objeto dinámico se tratase, contemplando todas las épocas de la humanidad allí donde posara la mirada. Y se vio mutado en información líquida, extendida de forma infinita, conocedor del secreto oculto de lo que es la Humanidad, del verdadero objetivo de la misma…



Se puede buscar en Internet la versión larga de esta historia y sus conclusiones, pero el resumen promulgado por el guionista en numerosas entrevistas es el siguiente (agárrense a los asientos): el Universo es una larva dimensional, una forma de vida que evolucionará hasta convertirse en un ser omnipotente. Un ente superior nutrido con la información que nosotros, simples softwares de un hardware gigantesco, aportamos a través de nuestras acciones, vivencias y sueños. Cuando este ser trascienda, nosotros haremos lo mismo, convirtiéndonos en el siguiente estado evolucionado del Ser Humano…

Abducción o cuelgue irónico, la experiencia marcó profundamente a nuestro hombre. Lo cierto es que su producción a partir de la fecha de marras, 1994, sufrió un cambio radical, mejorando todo aquello que se encontraba solapado en su trabajo antes del contacto, abriendo una brecha de complejidad que antes sólo se intuía. Lo que se insinuaba como simple mezcolanza de datos y referencias que este divertido erudito desperdigaba a lo largo y ancho de las viñetas de sus tebeos, haciendo alarde de un profundo conocimiento de lo más granado de la alta y baja cultura mundial, pasó a ser información encriptada con la nada modesta intención de cambiar el mundo, o al menos activar algún tipo de revolución mental en el consumidor. Lo que el inteligente autor de la versión en cómic de “The Avengers” (la surrealista y mítica serie de espías de la televisión inglesa) exige de su lector prototípico es llegar a un profundo individualismo radical, en el que cualquiera, como ser consciente, como ser humano libre, no sea controlado por nada (instituciones, sectas, sociedad) ni por nadie; o quizá, y como dijo en algunas entrevistas, quiere que alcancemos una “unión espiritual global” en ese Nuevo Aeón de Horus que vaticinó Crowley.



Nacido en Glasgow en 1960 durante una de las periódicas e inacabables crisis económicas que asolaban su tierra, Grant Morrison vivió su infancia, y eso será muy decisivo en su posterior evolución, en un ambiente obrero en el que la pobreza campaba a sus anchas, germinando desde temprana edad una desconfianza en un Sistema que nunca ha funcionado para todos. Abandonó la escuela con prontitud, consolidándose en el ambiente de las diversas publicaciones alternativas que asolaron las Islas durante la primera explosión punk. Posteriormente, fue el cantante y guitarrista de The Mixers y miembro de la banda de post punk The Fauves. Empezó a trabajar como guionista y dibujante en diversos magazines de cómics como el recordado “Near Myths” o en “Crisis”, la hermana pequeña del mítico semanario “2000AD”, publicación en la que se foguearon algunos de los más famosos autores ingleses que han cambiado el panorama de la historieta americana en los últimos años: Peter Milligan, Alan Moore, Pat Mills o Garth Ennis. Durante el agitado lustro en el que el punk golpeó la nación inglesa, y como tantos chavales a los que la pequeña revolución sacó de un letargo cerebral y social e hizo que su vida se convirtiera en algo excitante, Grant Morrison abrazó un nuevo método de trabajo, fervoroso y sin concesiones, de vivificante sabor anarquista.



Sus primeros escarceos en fanzines, tanto en “Near Myths” como en “Crisis” son trabajos imbuidos de una estética callejera y contestataria. Pequeños exabruptos que funcionan como tabla de aprendizaje de lo que eclosionará años después.
Precisamente, en “Crisis” realizó una polémica historia bautizada como “Las Nuevas Aventuras de Hitler”, motivo de conflicto en la citada redacción. Se trata en su mayoría de historias toscas, poco elaboradas, pero en las que ya despuntan muchas de las obsesiones temáticas aprendidas en la variadísima biblioteca de su tío, todo un personaje y enorme influencia según confesión del autor; pero también en sus propias experiencias como uno más de los delincuentes juveniles que producen las deprimidas barriadas-dormitorio: ocultismo, literatura de todo tipo, anarquismo, diversas religiones, magia y ciencia ficción. Tamaño crisol de conocimientos mutará, densificándose como un virus benigno en cada nueva obra hasta que llega el trabajo para la poderosa DC, infectando a esta editorial con un estilo muy particular, modificando sin pudor conceptos ya establecidos (“Batman”, “Doom Patrol”, “La Cosa del Pantano”, el héroe yuppie reaganiano y ocultista de la incomprendida miniserie “Kid Eternity”) depurando progresivamente su impronta personal, siempre a la última, según asimile más información, se introduzca en más disciplinas de conocimiento o razone y explique su vida personal a través de sus tebeos, lo que le llevará a crear el compendio definitivo, el irónico pero sabio ser conocido como Grant Morrison, mago en su ratos libres y creador de la monumental “The Invisibles” (1994-2000), su obra más ambiciosa y discutida.



El trabajo de Grant Morrison, generosamente publicado en nuestro país, está basado en cientos de disciplinas culturales, religiosas y filosóficas; también en toda la información relativa a la influencia de conspiraciones y sociedad secretas en la vida pública o privada, abundando además en incontables referencias a la cultura de las drogas o el sexo. Pero a lo que el guionista ha puesto una especial atención es a la Magia del Caos, especialmente al sigil, teoría acuñada por Austin Osman Spare, uno de los discípulos de Aleister Crowley. El sigil es una disciplina mágica que, básicamente, consiste en concentrar las energías psíquicas que se producen mientras experimentamos emociones intensas en un sello con el fin de realizar alguna acción. Así, este chamán de los tebeos se usa a sí mismo como sigil/personaje en muchas de sus obras, apareciendo con esa creación en obras tan representativas como el último número de la serie “Animal Man”, o haciendo que King Mob, el líder de “Los Invisibles”, represente su doppelganger de papel, constituyendo la misma un hiper-sigil, en definitiva, un sello de enorme energía. Puede que, ante su imbatible charlatanería la incredulidad nos venza, más aún al escuchar de sus labios que al poco de idear a Ragged Robin para ”Los Invisibles” conoció a Kristan, una chica calcada a ese personaje imaginario que se convirtió en su pareja. O que en otro número, el enemigo tortura al citado King Mob, encarnizándose con su mejilla, lo que el autor, hipocondríaco irredento, conecta con una extraña enfermedad posterior que estuvo a punto de matarlo.



Mucho se ha hablado de esa colección y de su impacto reciente en la cultura popular a lo largo y ancho del planeta, y no sólo porque la saga “Matrix” plagie sin disimulo este tebeo. “Los Invisibles” son una célula terrorista posmoderna de neo-situacionistas, una subversiva sociedad secreta que intenta evitar que el planeta se convierta en el feudo privado de unos entes superiores que tienen por misión acabar con las esperanzas y sueños de la Humanidad; una distopía que cruza “1984” de Orwell con las alucinadas visiones de escritores como Phillip K. Dick. Es el tebeo definitivo sobre la paranoia, comenzando por el propio desarrollo de la historia: durante la trama nunca sabremos quién puede ser el enemigo, quién está en qué bando, dónde van a desembocar las líneas de la narración… Y por eso mismo, también es uno de los entretenimientos más completos en la ficción reciente, pues la multiplicidad de los niveles de lectura permite que siempre se pueda regresar a sus páginas con la seguridad de reinterpretarlas de forma novedosa. Morrison admite que a través de su obra busca enviar información secreta desde el underground al inconsciente colectivo (”todos somos como radios baratas, recibiendo distintos tipos de señales”) alentando a buscar, aprender y comprobar cada referencia insertada en la obra sin perder ninguna de las apasionantes ideas que componen la historia. Hay tantos datos por viñeta que hace unos años “Disinformation”, una de las páginas más importantes sobre conspiración del mundo, editó una completa guía sobre el cómic llamada “Anarchy for the Masses: The Disinformation Guide to the Invisibles”.

Astutamente, los temas de los que habla Morrison son lo suficientemente variados como para interesar a todo tipo de lectores. Con el fin de desacreditar su trabajo, muchas veces se ha utilizado el pretexto de acusar a sus historias de ser simples vehículos para informar de su vasta cultura, afirmación fácilmente rebatible, pues cada una de sus obras utiliza el lenguaje del noveno arte de forma adecuada, y por muy aparentemente experimental que sea la historia, por muchas veces que te puedas perder entre viñeta y viñeta, cada pequeño dato que aparentemente nos “saca” del relato en realidad cohesiona la trama con vistas a enriquecer el resultado final. Y todo eso a pesar de tantos dibujantes nefastos, con especial y sangrante mención a “Doom Patrol”, una obra a la que le autor quiere como a un hijo pequeño.



¿Y cómo llegó Grant Morrison a realizar algo tan denso como los 60 números que componen “Los Invisibles”? En parte gracias a esa espiral de fama, dinero, drogas y perversiones sexuales a la que le arrojó el éxito de un trabajo que, ya a principios de los años noventa, le había convertido en una celebridad. En la búsqueda de ese conocimiento pleno, recorrió medio mundo visitando países como India, Nepal, Nuevo México, Suecia y Nueva Zelanda al tiempo que, entre viaje y viaje (geográfico), se introducía hasta el cuello en la cultura de los llamados rave-clubs, conduciendo su cuerpo al extremo “de lo físicamente aceptable” y rematando la experiencia con una temporada de descanso en un sanatorio psiquiátrico. Cuando meses después resurgió, no lo hizo cual Ave Fénix, sino como Mago del Caos, habiendo probado y desechado algunas otras disciplinas en el camino, como el Budismo (mencionemos que en “El Asco” inventa el desternillante “Camino Del Pacifismo Violento”), la ergonomía de Wilhelm Reich, el Satanismo y un variado etcétera. “No creo en ningún ismo pero es divertido flirtear con todos ellos”.



Sí, en todo en lo que se involucra Grant Morrison hay saturación (hijo de su momento, también ha ejercido de DJ con el sobrenombre de Beastocrazy, ha escrito obras de teatro, ha sido actor, ha diseñado argumentos para video-juegos, ha escrito relatos en prosa más tarde reunidos en el libro “Lovely Biscutis”, ha ejercido de maestro de ceremonias en la DisinfoCon 2000 y, paso previsible, está probando suerte en Hollywood como guionista). Por eso “Los Invisibles” es su obra total, tan densa como una sopa de melaza, trama entretejida en flashbacks, en los que la historia es acelerada o suspendida en multiplicidad de anécdotas que revelan otro sentido algunos números después. Pero, sobre todo, es un tebeo de super-héroes, iconografía que el escocés ama desde su tierna infancia y al que de una u otra manera ha reconstruido y ensalzado a lo largo de su obra con vocación transgresora/renovadora y desde el mismo corazón del sistema: héroes ecologistas, como “Animal Man”, disimuladas estrellas de rock, como el protagonista de “Zenith”, que utilizará sus heroicas acciones para alcanzar la fama y el glamour, o marginados al borde del colapso como los protagonistas de “Doom Patrol”, por la que pululan Crazy Jane, psicótica con sesenta personalidades, cada una con sus propios superpoderes, personaje inspirado en el libro sobres casos reales de disociación de personalidad múltiple “When Rabbit Howls” de Truddi Chase; o Flex Mentallo, parodia de Charles Atlas, el tipo que vendía mejunjes para hacerte pasar de alfeñique pisoteado por el matón de turno a fortachón imbatible; o la inolvidable asociación villanesca “La Hermandad del Dadá”. Por la afilada pluma del autor también han pasado celebridades del tebeo como Batman, en “Arkham Asylum”, una aterradora historia inspirada en las fábulas adultas de Lewis Carrol, con demenciales ilustraciones de Dave McKean; un Superman más apegado a la Ciencia Ficción que nunca en “All Star Superman”; la Liga de la Justicia de América en pleno en una reconstrucción de la grandiosa y vitalista épica de los cómics de la Edad de Oro; “Los 7 Caballeros”, una puesta al día de variados personajes de serie-B de la editorial DC; sin olvidar la remodelación coherente, imaginativa pero decididamente dinamitera de los Nuevos X-Men. Son todos ellos trabajos ejecutados con maña inigualable, si bien alimenticios, con los que el autor financia (siempre al borde de la cancelación) el resto de obras en las que afloran sin disimulo sus verdaderas obsesiones: a “Los Invisibles” o “Doom Patrol” debemos añadir la miniserie de cuatro números “Flex Mentallo” (la obra favorita del autor, que convertida en otro sigil intentó influir en los cómics de super-héroes, quitándoles la pátina de violencia propia de la época para llevarlos hacia una óptica más optimista). Y también “El Asco”, en el que la puesta al día de los conflictos sociales de principios del Siglo XXI se presenta con un acento psicodélico; o combinaciones extrañas como “Sebastián O”, una mezcla de la Edad de Oro y tecnología punta, y, especialmente, “We3”, que plasmado (menos mal) por uno de los mejores dibujantes actuales, el insigne Frank Quitely, presenta un fresco sobre experimentos genéticos a través de tres animales convertidos en máquinas de guerra casi inteligentes. Un proyecto que está punto de convertirse en película con guión del propio autor. Con sólo tres números, tiene más hallazgos por página que colecciones completas que llevan años en desarrollo.





Puede que pase mucho tiempo hasta que la droga, la magia, o el impulso de realizar algo personal hagan que Grant Morrison construya otra obra del calado de “Los Invisibles”; quizás ésta quede como el máximo al que puede aspirar su autor (lo que no es poco); pero no dudamos que incluso seguir al escocés con, por ejemplo, la enésima “Crisis” (“Crisis Final”) con la que tiene por objetivo reformar el Universo DC el próximo año deparará sorpresas. Por lo pronto, perlas del estilo de “Seaguy” (las aventuras surrealistas de un buzo y su pez volador) o “Vimanarama” (los mitos de la India en ácido) acreditan que su impronta inquieta y poco definible permanece viva dentro y fuera de cualquier sistema.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hacía tiempo que esperaba un artículo en tu blog sobre Grant. Muchas gracias, Félix. Qué tal va todo? Un saludo.

Alberto

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