Una vez leído Strange Tales (Marvel, 2009), hay una pregunta que se me antoja sin respuesta fácil, pues temo que ésta sea una porción importante del feroz debate que ha mantenido ocupada a la crítica más apasionada durante los últimos treinta años.
Qué es mainstream y qué es alternativo es la incómoda pero jugosa duda que se presenta una vez absorbidas durante el último año sendas antologías (Bizarro Cómics de DC, Strange Tales de Marvel), rebosantes de material de cientos de autores contrapuestos a las grandes editoriales. El resultado fallido y con pocos blancos en la diana, dice mucho sobre la actitud desganada de muchos de los autores a la hora de realizar historietas que se salgan de su ámbito. ¿Es una cuestión de dinero?, todas las señales parecen ser afirmativas.
Se ha de recordar que casi todos los creadores con callo que transitan por las tres editoriales principales (incluyendo a Dark Horse en el cuadro) son tan capaces de realizar trabajos masivos para el fanboy sin miras amplias, como proyectos personales con un calado emocional y /o artístico diferente (quizá también para otro tipo de fanboy sin miras amplias) y en ambas coyunturas se podrá observar un acabado profesional envidiable. Los ejemplos de Howard Chaykin (Time2, American Flagg, Black Kiss vs. Twilight, The Shadow, Blackhawk), Alan Moore (From Hell, Lost Girls, Brought To Light vs. Miracleman, V for Vendetta, Watchmen) o Jim Starlin (Metamorphosis Odissey, Dreadstar vs. The Death of Captain Marvel, Gilgamesh II) corroboran la capacidad e inspiración de sus autores.
Se pueden refutar algunos de los casos expuestos argumentando que el fondo y la forma son diferentes según para qué mercado se esté trabajando, pero en el cómic americano la forma con la que operan tanto los supuestos autores alternativos como los autores mainstream está marcada por el talento con el que hayan tenido la suerte de nacer, con independencia de la cultura a la que hayan sido expuestos. Por ejemplo, no es lo mismo los limitados planos a los que nos somete Peter Bagge que la batería de recursos de la que hace gala Frank Quitely, aunque ambos son disfrutables por diferentes motivos.
Además, cuando los actuales creadores, los de finales del S. XX, editan con una editorial grande o desde una independiente, es más por una cuestión de la holgura que les proporciona la misma y de dónde han recogido el éxito y las ganancias que por enarbolar una forma de hacer las cosas que ya no existe en un mercado tan estructurado como es el americano.
Respecto al fondo, entramos en el terreno del gusto o la apetencia del lector. Cuando alguien no es omnívoro en el hobby del que disfruta, se limita a consumir una y otra vez el mismo forraje. Afortunadamente, hay algunos autores que retro-alimentan ambos mundos con una energía propia, sin renuncias de ningún tipo. Linda Medley es capaz de realizar una obra antológica como Castle Waiting desde una editorial independiente y que perfectamente podría ser incluida en el sello Vertigo de DC (donde autores consagrados de lo alternativo como Beto Hernández han publicado obras sin merma de calidad), mientras Bill Sienkiewicz consiguió publicar algo tan alejado de lo colectivo como Stray Toasters en Epic Cómics, uno de los subsellos de Marvel y Paul Pope amalgama varias tendencias en sus tebeos de diseño, imprimiendo donde le apetece.
Por fortuna, la sinergia que se produce entre “ambos mundos” es lo suficientemente excitante como para esperar obras maestras amparadas por grandes editoriales o el descubrimiento (y reedición) de tebeos capitales que fueron pasados por alto debido a su escasa tirada, mientras desde las editoriales “alternativas” (¿alternativas a qué?, me pregunto, si el mundillo es cada vez más pequeño) se remeda el espíritu independiente que animó el tebeo radical de finales de los sesenta con hallazgos propios de los grandes creadores del cómic de super-héroes.
Qué es mainstream y qué es alternativo es la incómoda pero jugosa duda que se presenta una vez absorbidas durante el último año sendas antologías (Bizarro Cómics de DC, Strange Tales de Marvel), rebosantes de material de cientos de autores contrapuestos a las grandes editoriales. El resultado fallido y con pocos blancos en la diana, dice mucho sobre la actitud desganada de muchos de los autores a la hora de realizar historietas que se salgan de su ámbito. ¿Es una cuestión de dinero?, todas las señales parecen ser afirmativas.
Se ha de recordar que casi todos los creadores con callo que transitan por las tres editoriales principales (incluyendo a Dark Horse en el cuadro) son tan capaces de realizar trabajos masivos para el fanboy sin miras amplias, como proyectos personales con un calado emocional y /o artístico diferente (quizá también para otro tipo de fanboy sin miras amplias) y en ambas coyunturas se podrá observar un acabado profesional envidiable. Los ejemplos de Howard Chaykin (Time2, American Flagg, Black Kiss vs. Twilight, The Shadow, Blackhawk), Alan Moore (From Hell, Lost Girls, Brought To Light vs. Miracleman, V for Vendetta, Watchmen) o Jim Starlin (Metamorphosis Odissey, Dreadstar vs. The Death of Captain Marvel, Gilgamesh II) corroboran la capacidad e inspiración de sus autores.
Se pueden refutar algunos de los casos expuestos argumentando que el fondo y la forma son diferentes según para qué mercado se esté trabajando, pero en el cómic americano la forma con la que operan tanto los supuestos autores alternativos como los autores mainstream está marcada por el talento con el que hayan tenido la suerte de nacer, con independencia de la cultura a la que hayan sido expuestos. Por ejemplo, no es lo mismo los limitados planos a los que nos somete Peter Bagge que la batería de recursos de la que hace gala Frank Quitely, aunque ambos son disfrutables por diferentes motivos.
Además, cuando los actuales creadores, los de finales del S. XX, editan con una editorial grande o desde una independiente, es más por una cuestión de la holgura que les proporciona la misma y de dónde han recogido el éxito y las ganancias que por enarbolar una forma de hacer las cosas que ya no existe en un mercado tan estructurado como es el americano.
Respecto al fondo, entramos en el terreno del gusto o la apetencia del lector. Cuando alguien no es omnívoro en el hobby del que disfruta, se limita a consumir una y otra vez el mismo forraje. Afortunadamente, hay algunos autores que retro-alimentan ambos mundos con una energía propia, sin renuncias de ningún tipo. Linda Medley es capaz de realizar una obra antológica como Castle Waiting desde una editorial independiente y que perfectamente podría ser incluida en el sello Vertigo de DC (donde autores consagrados de lo alternativo como Beto Hernández han publicado obras sin merma de calidad), mientras Bill Sienkiewicz consiguió publicar algo tan alejado de lo colectivo como Stray Toasters en Epic Cómics, uno de los subsellos de Marvel y Paul Pope amalgama varias tendencias en sus tebeos de diseño, imprimiendo donde le apetece.
Por fortuna, la sinergia que se produce entre “ambos mundos” es lo suficientemente excitante como para esperar obras maestras amparadas por grandes editoriales o el descubrimiento (y reedición) de tebeos capitales que fueron pasados por alto debido a su escasa tirada, mientras desde las editoriales “alternativas” (¿alternativas a qué?, me pregunto, si el mundillo es cada vez más pequeño) se remeda el espíritu independiente que animó el tebeo radical de finales de los sesenta con hallazgos propios de los grandes creadores del cómic de super-héroes.
2 comentarios:
Tienes razón: la falta de talento enquistada en la narrativa del mainstream americano provoca unos bostezos que sólo los fanboys más cerriles son capaces de contener. Los autores mainstream llevan tantos años, tantas décadas copiando los mismos trucos, los mismos guiños, los mismos primeros planos, que cualquier cagada en plano americano de Peter Bagge supone tal soplo de aire fresco en el género, que los editores tienen que cerrarle inmediatamente la puerta para no resfriarse (es decir, y por si no se entiende mi metáfora: para que el fanboy descerebrado, su sostén económico, no se preocupe de pensar y de mirar más allá, encontrando verdes llanuras donde no todo son líneas cinéticas, ojos vidriosos y mandíbulas apretadas). Por eso ha resultado tan difícil que el Hulk de Peter Bagge, precisamente, viera la luz: porque es mejor que el redil conserve sus orejeras, no sea que le llamen la atención las obras de Bourgeon, Max Anderson o Pratt.
Humm....
Creo que actualmente más que una cuestión de alternativa es de alternativas.
Que existan canales abiertos por parte de las editoriales para ofrecer una diversidad de obras distintas y realmente originales, que puedan llegar a un público potencial. Sin embargo, como en casi todos los ámbitos actuales, las editoriales prefieren no arriesgar con nuevos productos ni talentos y apuestan por el continuismo.
Buena reflexión, de todos modos.
Impacientes Saludos.
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