ENTREVISTA A PETER BAGGE EN "THE COMICS JOURNAL" Nº 159
Junio de 1993 - 1 (DE 3). Por Carole Sobocinski. Traducido por Frog2000.
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Dos días después de su 35º cumpleaños, Carole Sobocinski entrevistó a Peter Bagge.
SOBOCINSKI: Los 35 suelen estar considerados como el ecuador de la vida y es cuando tomamos un montón de decisiones cruciales sobre quiénes somos y hacia dónde nos dirigimos. Con eso en mente, ¿has notado algún cambio respecto a tu perspectiva de la vida, tu enfoque sobre la vida? ¿Estás satisfecho con el lugar donde te encuentras, hacia donde te estás dirigiendo?
BAGGE: Sí, estoy de acuerdo con eso último. En cuanto a cambiar mis actitudes ante la vida en general, me parece que en cuanto llego a comprender algunas de las cosas que he descubierto, aparecen otras más que empiezan a confundirme. O tal vez sólo sean cosas en las que debo empezar a pensar. Me resulta complicado decir que la vida me parece más fácil o que puedo anticipar una navegación segura a lo largo de mi vida a partir de este punto. Una cosa que he descubierto recientemente es que aunque sea un empleado autónomo y pueda tener una vida decente, aunque mi familia y yo poseamos una casa, y esté felizmente casado y tenga un hijo... una vez que logras algo así, a partir de ese momento es imposible relajarte o imaginar que todo va a salir bien. Me he dado cuenta de que ha sido una verdadera lucha llegar hasta donde estoy, y esa lucha en sí misma es algo que te mantiene en marcha. Me hace preguntarme en qué tipo de problemas podría meterme tan sólo para poder hacer las cosas más interesantes.
SOBOCINSKI: ¿Estás hablando acerca de un esfuerzo económico o de algo diferente?
BAGGE: Sí, estoy hablando de un esfuerzo económico mayor, pero también hablo acerca de esforzarme por algo en vez de seguir la corriente, haciendo más de lo mismo. Por ejemplo, hablo de estar haciendo un comic-book llamado ODIO durante toda la vida, tan sólo porque me está funcionando relativamente bien. Supongo que podría seguir haciéndolo, pero espero no tener miedo de correr riesgos. Así que creo que estoy hablando con mayor amplitud que la de únicamente afrontar riesgos económicos.
SOBOCINSKI: Parece que también intentas decir que no quieres llegar a ser complaciente con tu propio trabajo.
BAGGE: Así es. O con cualquier otra cosa. Y Joanne, mi esposa, se parece mucho a mí. Pelea como una loca para alcanzar cualquier meta que se le meta en la cabeza. Pero luego, por supuesto, cuando la logra empieza a tramar y planear para seguir en marcha e intentar hacer alguna otra cosa diferente. Siempre está hablando de seguir moviéndose, de cosas parecidas. Nos hemos mudado muchas veces, los dos, y cada vez que lo hacemos se ha debido a su insistencia. Está mucho más dispuesta a afrontar cambios. Cuando decide que le gustaría probar algo diferente, yo puedo estar de acuerdo pero siempre me inclino a esperar un poco más, mientras que ella quiere hacer las cosas de inmediato.
SOBOCINSKI: Vamos a hablar un poco sobre tu pasado.
Bagge: Nací y crecí en el condado de Westchester, que es un suburbio de Nueva York, justo al norte de la ciudad. De ahí provienen mis padres. Cuando era muy pequeño vivía en una casa que parecía exactamente un simple bungalow. Mis padres, como buenos católicos, tuvieron muchos más niños de los que pretendían.
SOBOCINSKI: ¿Cuántos?
BAGGE: Cinco en total. Cinco niños en unos siete años. Inicialmente mi madre tuvo problemas para quedarse embarazada. No tuvo al primero hasta que tuvo 35 años y luego, de repente, había cinco niños en una casa que tan sólo tenía dos dormitorios pequeños. Mi padre estaba en el ejército, en ese momento era Sargento de la Air National Guard. Terminó entrando en la escuela de oficiales y cuando se licenció era Coronel. Pero en cuanto a la National Guard, era parecido a trabajar en IBM, porque en su trabajo el componente militar era mínimo. Tan sólo estaba al cargo de los suministros y cosas parecidas. Cuando éramos pequeños no ganaba demasiado dinero y vivíamos al lado de esa sucia carretera con un montón de casas viejas alrededor. Era una especie de barrio residencial que bordeaba la pobreza, un barrio peligroso. Pero al mismo tiempo me encantaba vivir allí.
SOBOCINSKI: Antes has mencionado que tus padres eran unos “buenos católicos”. ¿Cómo eran de estrictos?
BAGGE: No mucho, quizá porque mi madre era una una protestante renacida. Y la mayoría de la familia de mi padre también eran protestantes. Mi abuelo se convirtió al catolicismo a los sesenta años, sólo porque estaba harto de llevar a mi abuela a la iglesia y quedarse esperando sentado en un parking repleto. Al final dijo: “¡La verdad es que tengo ganas de entrar!”. Se bautizó para poder sentarse dentro. Pero no era ese catolicismo étnico o cultural, no nos planteábamos que estuviésemos padeciendo algo por culpa de un duro pecado original. Tan sólo era la religión. No era algo demasiado enloquecido. Me parece que mis padres nunca creyeron realmente en todo esto. Mientras estaba creciendo iba a la iglesia, nada tenía demasiado sentido mientras estab celebraba mi primera Comunión y mi Confirmación. No dejaba de pensar: "Bueno, cuando sea mayor, todo tendrá sentido y encajará. Simplemente ahora no lo entiendo porque soy un niño tonto". Y cuando les pregunté a mis padres sobre el tema, no fueron capaces de darme ninguna explicación. Tuvieron una reacción automática y me dijeron: "Bueno, sabes bien lo que es un pecado." Pero cuando trataron de explicármelo casi fue como si estuvieran empezando a cambiar sus propios cerebros en ese mismo momento.
SOBOCINSKI: Porque nunca se lo habían llegado a plantear o porque...
BAGGE: Claro, simplemente seguían la corriente. Aún siguen yendo de vez en cuando a la iglesia, y para mi padre ser religioso es un ejercicio estrictamente intelectual.
SOBOCINSKI: ¿Cuál era tu nombre cuando te confirmaste?
BAGGE: Paul. Mi nombre completo es Peter Christian Paul Bagge. Claro, me pusieron el nombre después de que se lo pusieran a Paul McCartney. [Se ríe.]
SOBOCINSKI: Era un santo.
BAGGE: Claro. ¡Para mí sí que lo era!
SOBOCINSKI: Tengo la impresión de que creciste en un hogar bastante feliz.
BAGGE: No necesariamente, pero pienso que en su mayor parte estuvo bien. Nuestro barrio estaba lleno de grandes familias, familias grandes de clase media-baja e incluso siendo tan pobres, no eran nada pretenciosas y de algún modo eran buena gente. Eran la gente con la que crecí desde que éramos unos bebés.
Pero luego, cuando mi padre tuvo la lujosa posibilidad de marcharse, nos mudamos a una de las nuevas urbanizaciones. Eso fue cerca de 1966, cuando yo tenía ocho años. Y ese barrio estaba lleno de familias ambiciosas que estaban escapando del Bronx, era una estampida blanca que se marchaba del Bronx. Y el barrio al completo era en su totalidad como nosotros, en el sentido de que eran católicos en un cien por ciento. Pero a diferencia de nosotros, todo el mundo lo era de una forma deliberada y ambiciosa. Siempre me pareció que mis padres, sin saber realmente lo que querían de la vida, siguieron la corriente. Así que compraron esa casa de dos pisos que todos odiábamos. La odiábamos tanto yo como mis hermanos, y odiamos el barrio nada más llegar. En realidad pensábamos que en el barrio todo el mundo era un falso y un prepotente, una panda de buscadores de posición social. Todos los chicos del barrio eran deportistas, excepto mi hermano y yo, que en realidad éramos unos parias. Teníamos la tendencia de hacernos amigos de otros chicos realmente geeks con los que no teníamos nada en común.
No sé, las cosas se empezaron a complicar para mis padres. Siguieron juntos y eso, y mi familia seguía funcionando debido a que todos lográbamos despertarnos por la mañana y llegar a tiempo al trabajo y a la escuela. Pero eso fue todo lo que podíamos hacer para seguir funcionando, porque mis padres empezaron a beber a lo grande. Se convirtieron en unos alcohólicos. A mi padre no pareció afectarle mucho. Llegaba a casa, se emborrachaba y se desmayaba. Puede que tuviese una rabieta o dos, pero eso era todo. Pero mi madre estaba bebiendo durante todo el día, y cuando se emborrachaba se ponía melancólica. Tendía a sentir verdadera lástima de sí misma y se convirtió en una persona muy deprimida. Y me parece que renunció a seguir manteniendo la casa. La casa estaba hecha un verdadero desastre. Primero ella, y más tarde mi padre, renunciaron a inculcarnos una disciplina u obligarnos a hacer algo. Sencillamante mis padres ya no nos animaban nunca. Mi hermano y yo nunca llegamos a meternos en problemas muy graves en los que nos viésemos envueltos en algún crimen o algo así, y tampoco nos metíamos en peleas, pero nos volvimos muy perezosos, no sólo en la escuela, sino que también nuestro dormitorio era un completo desastre. ¡Nunca lo limpiábamos y mis padres dejaron de intentar que lo hiciésemos hasta un punto en el que estaba tan repugnante que algunos amigos míos vomitaban cuando venían a visitarnos y todo! [Risas.] Puede que estuviese lleno de comida apilada y basura por todos lados. Aún seguía de esa forma cuando me encontré con Joanne. Y cuando la llevé a casa de mis padres, mi hermano menor la llevó hasta nuestra habitación, que estaba tan repugnante como siempre, y yo tuve que abrir camino desde la puerta hasta mi cama. Fue un acto de caballerosidad. [Risas.]
SOBOCINSKI: Fuiste muy tierno al hacerlo.
BAGGE: Oh, lo hacía con todas las chicas [se ríe], si es que era capaz de llevarlas hasta aquel pozo negro. Joanne pensaba que era algo muy gracioso, pero ni se podía creer lo asquerosa que estaba la habitación. Aunque cuando la llevé, yo ya no vivía allí, sólo estaba mi hermano menor. Por lo general nos quedábamos mirando aquel viejo televisor mientras nos sentábamos en aquellos sacos de dormir que eran excedentes del ejército. Los teníamos porque mi padre nos traía cosas interesantes del trabajo de vez en cuando. Mi hermano pequeño enrollaba esos sacos de dormir, así que nos servían como asientos para poder ver la televisión. Un día estaba sentado en uno de ellos y entonces Tony me apuntó con un dedo y me dijo: "¿sabes que nuestro gato mató la semana pasada a un ratón en el patio trasero y se lo tragó y se metió en ese saco de dormir, arrastrándose hasta el interior y luego vomitó el ratón ahí dentro?" Y yo me quedé pensando: "Oh, Dios mío, eso es repugnante. Supongo que cuando lo limpiaste estaría asqueroso”. Y Tony me respondió: “Oh, si todavía no lo he hecho”. [se rió], “¡aún sigue ahí!”. Así que, como he dicho antes, creo que nos encontrábamos en situación de emergencia, pero parece que mis padres carecían de las habilidades suficientes para afrontar cualquier cosa. La verdad es que no eran capaces de vivir la vida demasiado bien. Esta casa, al igual que muchas otras casas de los suburbios, estaba construida de forma muy barata y parecía que todo estaba empezando a desmoronarse. La fosa séptica tenía una fuga, el calentador se apagaba, la estufa fallaba, todo al mismo tiempo, y normalmente apenas había dinero suficiente para poder pagar todas esas cosas. Y se rompían una y otra vez. Nunca parecía que la fosa séptica fuese a quedarse sellada de forma permanente. Y mis padres pagaban una y otra vez por todos esos sinsentidos que necesitaban repararse. Ahora que tengo una casa en propiedad, vuelvo a pensar en aquella época y no me lo puedo ni creer, podrían haberles metido un montón de demandas. Si yo hubiese sido ellos, habría demandado a todo el mundo, pero simplemente parecía como si no quisieran enfrentarse a nada ni a nadie. Tan sólo dejaron que la gente los estafase. Lo único que parecía que querían hacer era emborracharse y ver la televisión.
SOBOCINSKI: ¿Crees que esa situación estaba provocada por una fuerte desilusión o era por alguna otra cosa?
BAGGE: Bueno, no sé exactamente por qué sucedían así las cosas. Pero ahora han conseguido terminar arreglándoselas. Siguen viviendo con un estilo de vida poco saludable, pero son afortunados ya que ambos proceden de una familia vigorosa. En mi familia todos suelen vivir hasta los noventa, pero sin embargo, por culpa de su forma de vivir, me parece asombroso que nunca hayan padecido una enfermedad grave, ¡toco madera para que no la tengan después de leer esta entrevista! Todos mis familiares, todos mis tíos y sus padres, son una familia con raíces muy profundas pero que tardan en crecer. Todo el mundo se casa y empieza a tener hijos cuando ya son muy mayores, o se asientan en trabajos más tarde de lo normal.
SOBOCINSKI: ¿Cómo lo comparas con tu propia vida?
BAGGE: Creo que mis hermanos y yo somos bastante parecidos. Recuerdo que cuando estaba a punto de empezar en el instituto no podía imaginarme a mí mismo como el típico estudiante. Veía programas de TV en los que podías ver a chavales consiguiendo citas y comprándose un cacharro y arreglándolo y todas las demás cosas tradicionales de “chaval” para las que siempre he sido un completo inepto. En cuanto me gradué en el instituto me llevó mucho tiempo lograr que las cosas empezaran a funcionar. Estuve atontado como un par de años hasta que se me ocurrió alguna idea de lo que quería hacer. Además, la idea de convertirme en padre me horrorizaba. Lo postergué durante el mayor tiempo posible.
SOBOCINSKI: ¿Crees que era muy diferente de lo que tu padre podría haber experimentado cuando tú eras un niño?
BAGGE: Pertenece a una generación de hombres muy afortunada, ¿sabes? Siempre y cuando no te disparasen en las piernas durante la Segunda Guerra Mundial, tenías que ser un verdadero mamón para no poder hacer las cosas razonablemente bien, ¿no crees? Ahora sé que muy pocos chicos de mi edad han hecho lo que casi cualquier hombre fue capaz de hacer durante aquellos días, que era mantener en funcionamiento a una familia entera.
SOBOCINSKI: Hoy en día se necesitan dos sueldos para poder mantenerse, y eso con dificultad.
BAGGE: Exactamente. Pero los chicos de mi edad nos hemos criado pensando que se supone que tenemos que hacer lo que han hecho nuestros padres. Me he dado cuenta de que muchos de mis amigos se han dado por vencidos al intentar convertirse en "hombres" de una forma tradicional, haciéndose responsables de su familia y trabajando duro. Parece que eso esté fuera de las posibilidades de muchos de mis amigos, especialmente de los historietistas.
SOBOCINSKI: Pero sin embargo tú tienes una familia, tu propia casa, tu...
BAGGE: Gran parte de todo eso ha sido gracias a Joanne. Yo no soy demasiado práctico. Ella se desenvuelve mucho mejor con las facturas y cosas por el estilo. Cuando se trata de hacer negocios y matemáticas y todo eso, soy un espástico mental. Así que me he dado cuenta de que estar con alguien como Joanne, tener una vida en común con ella por decirlo de algún modo, hace que todo sea bastante fácil para mí. Y todo lo que hice para agradecérselo fue convertirme en un adicto al trabajo. Pensé: “bueno, ya no tengo nada más de lo que preocuparme excepto tan sólo de reventarme el culo con mis cómics, y si no lo hago, no tengo a nadie más a quien culpar excepto a mí mismo." Me resulta muy difícil compararme con muchos de mis otros amigos que aún siguen peleando. No se puede decir que yo me haya esforzado más de lo que lo hacen ellos, pero me ha resultado muy duro averiguarlo. O es que yo he sido más afortunado que ellos o yo qué sé. Lo que me salvó fue que cuando entré en el instituto en 1970, finalmente todo ese movimiento hippie contracultural empezó a calar por todos lados. Así que fue genial para un tipo como yo, porque me encontraba en mi elemento. Cuando nos graduamos, las personas que solían compartir mi perspectiva y actitud hacia el instituto éramos mayoría. Cuando estaba en el último curso yo ya era un veterano, y la misma gente que en el barrio solían ponérnoslo difícil a mi hermano y a mí solían preguntarnos dónde se podía pillar algo de heroína. Por supuesto, yo no tenía ni idea, pero se acordaban de que yo había sido el primer chico que tuvo el pelo largo y el primero que se había comprado todos esos discos de rock 'n' roll. Cuando los Beatles se separaron en 1970, para encontrar algo que los reemplazase, para llenar ese vacío que nos dejaron nuestros Beatles, mi hermano y yo empezamos a comprar discos de forma compulsiva y acabamos escuchando de todo. Así que terminamos siendo dos expertos, los que “mejor sabían lo que estaba pasando" en la música rock. Y empezamos a ir a conciertos de rock a una edad bastante temprana. Realmente nunca me preocuparon demasiado, siempre terminaban decepcionándome. Porque siempre me ha gustado más la música en disco que en directo. Siempre me quedo decepcionado cuando salgo a ver música en directo. Y esa atmósfera: que te empujen, los cigarrillos... Siempre estábamos fumados, pero el hachís nunca me sentó demasiado bien. Siempre me volvía un paranoico. En el mejor de los casos no tiene absolutamente ningún efecto en mí, o tan sólo me da la risa. Pero si era realmente fuerte me hacía sentir muy paranoico. Mi autoestima, que para empezar no era muy alta, acababa por empeorar.
SOBOCINSKI: ¿Tomaste ácido alguna vez?
BAGGE: No. Justo la otra noche unos amigos me insistieron para que lo probase. No sé, supongo que siempre he querido sentir mis pies firmemente plantados en la realidad. Siempre que he estado demasiado drogado o incluso muy borracho me empieza a entrar pánico, por lo que la idea de tomar un psicodélico me parecía un poco aterradora. Pero en el instituto nunca fui un verdadero hippie que investigase todo eso, y nunca me tragué ninguna filosofía política con raíces de izquierda. Y la música que más amaban los verdaderos hippies, todo ese material psicodélico de San Francisco, nunca me importó demasiado. Además tendía a guardarme mis propias opiniones... a diferencia de lo que hago hoy. Incluso entre los hippies, entre la multitud hippie, me intentaba mantener fuera del radar. Tan sólo era ese verdadero renacuajo que había aprendido a ser muy poco engreído.
SOBOCINSKI: ¿Y por qué?
Bagge: ¡Porque me podían pegar una paliza! [Risas.] Siempre me podía topar con algún tipo grandote que estaría encantado de recordarme que no me debía salir de mi trayectoria. Ahora, cuando miro hacia atrás, no me puedo creer que yo haya estado por ahí con esos gilipollas. Trato de evitar a todos los “antiguos compinches” como si fueran una plaga. Hace poco, supongo que debido a que mi nombre ha aparecido impreso en algunas publicaciones nacionales, algunos de mis viejos colegas del instituto se han visto empujados a llamarme: "¡Hey! ¡Ho! He visto tu nombre en la revista Entertainment Weekly... Guau, ¿haces un comic-book?, Ohhh wowowow!" Y por supuesto, les pregunto de forma educada: "Bueno, ¿cómo te van las cosas?” y ellos se arrancan: "Hum, estoy viviendo en una casa remolque y puede ser que la pierda porque estoy en el paro y estoy sin seguro y no puedo pagar las facturas médicas, y mi puto hijo me está poniendo de los nervios...” Es como un historia de terror clásica, ¿sabes a lo que me refiero?
SOBOCINSKI: ¿Qué hiciste después de terminar el instituto?
BAGGE: Conseguí un trabajo. Había un sitio en Peekskill donde todos los tíos hippies podían conseguir un trabajo. Era una fábrica de fundición mezclada con el Arte donde modelabas esculturas en bronce o plata. Había una buena cantidad de artistas famosos de Nueva York que se acercaban a ese lugar para obtener el material para modelar que necesitaban. Todos mis hermanos y yo estuvimos trabajando en ese lugar en un momento u otro. Así es como se terminó convirtiendo en el negocio de la familia, al menos entre mis hermanos. Así que estuve trabajando allí y fue bastante agradable, porque era una especie de lugar de trabajo hippie, y era mejor que alguno de los otros trabajos horribles que eran la única alternativa que nos quedaba. Y mientras estaba allí un tío me habló de la Escuela de Artes Visuales. Mis notas fueron tan malas que ni siquiera me aceptaron en la Escuela de Arte. Me rechazaron en todas las Escuelas de Arte porque había suspendido. Rara vez iba por el instituto. Y a pesar de que acudía a algunas clases de arte y de que todos mis profesores me dijeran que yo iba a ser alguien importante, aún seguía suspendiendo porque siempre me estaba fugando las clases. Estaba hecho un verdadero lío. Pero mientras estaba trabajando en la fundición, aquel tipo me habló sobre un lugar llamado Escuela de Artes Visuales que ¡aceptaba a cualquiera que tuviese dinero! [Risas.] Pero tampoco tenía nada que hacer, porque la verdad es que no fui capaz de conseguir una beca o un préstamo estudiantil por culpa de mis notas.
SOBOCINSKI: ¿Ni siquiera un préstamo?
BAGGE: No. Era como si inmediatamente cualquiera me pusiera a prueba, debido a que mis notas eran tan horribles. Así que estuve trabajando durante un año en la fundición y también durante un tiempo estuve currando en Reader's Digest, ¡lo cuál fue bastante raro! [Risas.]
SOBOCINSKI: ¿Cuál era tu cometido?
BAGGE: Sólo estuve trabajando en la sala del correo. Fue algo raro porque el correo era extremadamente conservador.
SOBOCINSKI: ¿El lugar donde trabajabas estaba en Pleasantville?
BAGGE: Claro. ¿Así que lo conocías, eh? ¿De dónde eres tú?
SOBOCINSKI: Oh, yo nací en Detroit. Pero todo el mundo conoce Pleasantville, es el equivalente en el mundo real de Stepford.
BAGGE: Oh, claro, la oficina era como un campus universitario. Hicieron que se pareciese a un antiguo Colegio Inglés pasado de moda. Incluso tenían un campanario con una campana mecánica que tocaba canciones a la hora de comer. Así que luego, cuando me trasladé a la ciudad, tuve como 16 estúpidos puestos de trabajo diferentes, aunque pude ganarme la vida con ellos.
SOBOCINSKI: ¿Cuánto duró todo eso?
BAGGE: Desde que me marché del instituto hasta el momento en el que decidí dejar completamente de trabajar y dedicarme al dibujo a tiempo completo. Así que puede que fuese un período de siete años. Uno de los trabajos que tuve me duró media hora. De hecho hice una historieta de “Junior” en la que conseguía un trabajo con Baskin Robbins. Esa tira es real al cien por ciento. Me dijeron que me presentase al trabajo durante la hora del almuerzo. Y el encargado desapareció. El establecimiento estaba en Nueva York, y allí estaban todos esos puertorriqueños realmente mezquinos que al ver el ajetreo que había allí, se sentaron y me dijeron: “hazlo todo tú”. Y tenían 31 sabores diferentes, así que la gente me preguntaba por el helado con sabor a pastel de queso y yo no sabía ni qué hacer... y todos los clientes me gritaban a mí, porque yo era el que estaba ahí de pie plantado: “¡Es que no sé qué tengo que hacer!” Mis compañeros de trabajo se empezaron a reír y yo pensé: “no me apetece a trabajar con estos gilipollas”. Así que después de una media hora me largué de allí.
SOBOCINSKI: Después de una experiencia tan triste en el instituto y de crecer en un hogar con padres que estaban bastante desilusionados con la vida en general, ¿qué fue lo que te hizo buscar algo mejor en la vida o creer que se podía conseguir algo mejor?
Bagge: Bueno, me dije que tenía que hacer algo de una vez. Y la idea de tratar de profesionalizarme en cualquiera de las cosas que había disponibles en mi ciudad natal estaba fuera de toda discusión. Quiero decir, otros amigos míos lo habían hecho (y han seguido trabajando en una Shop Rite y todavía no los han despedido). Pero sabía que tenía que alejarme de mi casa y de mi ciudad natal. Lo único que sabía era que seguir allí era un error muy gordo.
SOBOCINSKI: ¿Recibiste algún tipo de estímulo o te indicó alguien alguna dirección cuando te diste cuenta de que tenías que cambiar tu forma de hacer las cosas?
BAGGE: Bueno, creo que la única cosa para la que tengo algún talento de verdad es para dibujar historietas. Todo el mundo me decía cosas como: “bueno, dibujar cómics está bien como hobby”. Pero nadie me animó para que lo aprovechase. Era más algo en plan: “bien, si eres capaz de dibujar, deberías acudir a clases y entrar en publicidad o convertirte en diseñador gráfico”, algo que me ofreciese un poco más que un trabajo de nueve a cinco. Casi que me quedé sorprendido por la baja opinión que todo el mundo tenía sobre la creación de historietas. Parecía como si a todos mis profesores de arte, y por alguna razón a mis padres, no les gustase en absoluto la idea de que me convirtiese en dibujante. Tal vez me habrían dejado en paz si yo le hubiese dado más vueltas a la idea de ser dibujante, pero no lo hice. A ellos les resultaba más fácil desanimarme porque tampoco yo era demasiado ambicioso. Claro, que cuando mi hermano mayor Doug y yo éramos más jóvenes, cuando estábamos en segundo, fue probablemente cuando dibujamos más cómics. Cuando nos mudamos a aquel barrio donde nos sentíamos tan alienados, nos quedábamos en casa todo el tiempo y hacíamos nuestros propios periódicos. Pero el objetivo que teníamos al elaborarlos era hacer también el suplemento de historietas. Si el periódico tenía cuatro páginas, el suplemento tenía 16, todas ellas a todo color. Gran parte del humor que gastábamos era realmente escatológico y racista. Mi hermano siempre pensó que era hilarante dibujar a negritos comiendo sandías y otras cosas por el estilo. Sin embargo era muy divertido. [Risas.] Me hacía reír. Supongo que yo era su "público objetivo." Pensaba que todo lo que hacía él era hilarante. Y la verdad es que yo nunca fui tan bueno como lo era mi hermano. Probablemente me esforcé mucho más de lo que lo hizo él hasta el día en que lo dejó. Y eso que lo que a él se le ocurría le resultaba muy sencillo, pero lo dejó en cuanto se marchó a la Universidad. Allí se tomó una gran cantidad de ácido y terminó haciendo cosas que estaban muy inspiradas por el mismo. Fue a esa universidad verdaderamente hippie de New Paltz. Era una de las universidades de Nueva York a la que empezaron a llegar algunos de los primeros cómics underground y se convirtieron en su inspiración. Le influyeron por su aspecto psicodélico y por los temas sobre las drogas: los de Rick Griffin y Victor Moscoso, realmente sintonizaba con ellos. Así que de repente su cuaderno de dibujo se llenó con cosas como esas, divagaciones del tipo "¿Qué significa todo esto?" que a mí no me interesaban demasiado. Es el tipo de cosas que cuando estás drogado piensas que son realmente brillantes y al día siguiente es algo más...
SOBOCINSKI: …“¿qué demonios es esto?”
BAGGE: [Se ríe.] Y cuando dejó de tomar psicodélicos, dejó de dibujar. Es como si hubiese perdido algo, no sé. Nunca pareció volver a molestarse en intentarlo. Es como si todo le importara una mierda.
SOBOCINSKI: Pero ahora que ha visto lo que tú haces, ¿no le ha inspirado lo suficiente como para volver a coger el lápiz?
BAGGE: No lo sé. No hablo mucho con él. Ahora asiste a clases para convertirse en maestro de taller y durante un tiempo estuvo haciendo diseños para una empresa de iluminación de alta tecnología, que me parece algo interesante, aunque se cansó de hacerlo... Puede que haya cierto resentimiento por su parte, porque mi vida está un poco más centrada que la suya en este momento. Pero realmente no podría decir con total seguridad que el mero hecho de que yo sea dibujante le haya molestado. Cuando estuvimos haciendo las cosas para Comical Funnies, resultaba extremadamente dificultoso que participara en la revista con algunas historias. Insistí mucho para que dibujase en esa revista.
SOBOCINSKI: Su trabajo me parece bastante bueno.
BAGGE: Claro, era muy divertido. Creo que sus cosas son las más divertidas de todas. Pero estaba un poco oxidado y era algo tímido, ya que nunca había hecho nada que fuera a publicarse. Después de esa experiencia tampoco lo ha vuelto a hacer. Por lo tanto, para él era algo verdaderamente incómodo. Y eso a pesar de que consiguió una buena reacción por parte de los lectores. Incluso Drew Friedman pensaba que las cosas de Doug eran fabulosas. Y cada vez que Drew se encontraba a Doug en una fiesta, siempre llegaba un momento en el que le decía: “Eres un millón de veces mejor que tu puto hermano." [Risas.] Y viniendo de un tipo como él, eso debería haberlo estimulado por completo. Pero el respondía algo en plan: "Bueno, muchas gracias", pero no hacía nada más al respecto. ¡Imagínate!
SOBOCINSKI: ¿Cómo te sentó que Drew le dijera a tu hermano que era un millón de veces mejor que tú?
BAGGE: Estaba completamente de acuerdo con él. [Se ríe.] En realidad era como que estaba exagerando. Pero Drew podía llegar y decirme: “Las cosas de tu hermano son lo mejor de toda la revista”. Y yo estaba completamente de acuerdo. Y también pensaba que era el material más divertido. Pero, bah, bueno...
SOBOCINSKI: De acuerdo, entonces ganaste un poco de pasta, empezaste a acudir a la Escuela de Artes Visuales...
Bagge: Sí, pero ni siquiera podía permitirme un lugar en el que vivir. Estuve asistiendo a clases durante todo el primer semestre. Fue durante el segundo cuando conocí a Joanne. Bueno, cuando nos conocimos parecía que yo le gustaba, y durante varios años asumí que era porque me encontraba irresistiblemente mono o algo así. [Se ríe.] Pero recientemente le he preguntado por el tema y me ha dicho: "No, la verdad es que ya te había visto por ahí y pensaba que no eras gran cosa hasta que vi tus dibujos. Me gustó mucho que fueses dibujante”. Resulta que cuando era niña le encantaba ese programa de televisión, “My World and Welcome To It”, y le gustaba ver cómo William Windom trabajaba desde su casa e iba a su pequeño estudio, y su esposa se ocupaba de las labores del hogar, tenían una hija pequeña. Y Joanne me dijo: "Esa es la vida que yo quiero tener". Incluso de niña se decía: "Realmente me gustaría casarme con un dibujante". Además, siempre dijo que quería vivir en la Costa Noroeste. Y aquí estamos, viviendo en Washington. Lo que demuestra el nivel de determinación que ella tiene y también que tan sólo soy un pelele en los planes de su vida. [Risas.]
SOBOCINSKI: Pienso que os ha funcionado bien, ¿no es cierto?
BAGGE: Claro. Ese es el mejor ejemplo de cómo la magia de la historieta funciona con las mujeres. [Se ríe.] Incluso creo que a aunque a ella le parecían más importantes las Bellas Artes, me estuvo pinchando todo el rato con lo de convertirme en historietista. Me decía: “Sabes que realmente tienes un don". Los únicos dibujos que había hecho eran tan sólo unos garabatos en mi cuaderno de notas. Estaba intentando hacer felices a todos mis profesores. Tenía un profesor de dibujo que se llamaba Juan González, un artista muy bueno. Y yo era su alumno preferido. Simplemente asumió que yo tenía que seguir sus pasos haciendo lo que fuera que él hiciese. Hasta que un día, cuando le dije que estaba pensando en convertirme en dibujante de cómics, me dijo: "¿Hablas en serio?" Y yo le dije, "Sí". Y giró 180 grados, se alejó y nunca más me volvió a hablar.
SOBOCINSKI: ¿Nunca más?
BAGGE: Excepto cuando lo veía pasar saludándome muy nervioso. Por extraño que parezca, había otro profesor de dibujo que era un gran artista y al que siempre le gustaba mirar los cuadernos de todo el mundo. Y cuando hojeó el mío, vio una historieta que había hecho sobre algo que me había ocurrido ese mismo día en el tren. Y me dijo: "Oh, así que eres dibujante de cómics." Y yo: "Oh, no, de verdad que no, no lo sé." Y me dijo: "Bueno, ¿y por qué no lo eres? Tienes un don para ello, ¿por qué no ser dibujante? ¿Cuál es el problema?". Durante esa época, al poco de empezar, me quedé más de una noche con Joanne en su apartamento... y bueno, la verdad es que ya me quedé para siempre. [Risas.] Todavía sigo allí. Así que terminé viviendo con ella. Y también estuve viviendo una temporada con Dave Carrino, uno de los amigos de Joanne del instituto. Dave Carrino hacía los cómics más hilarantes de todos. Y lo que era extraño es que también se le daba bien el arte o la fotografía y se tomaba muy en serio las Bellas Artes. Se tomaba muy en serio su "verdadero" Arte. Y para él, hacer esto tan sólo era como una bromita. Era un gran fan de los cómics, en aquella época nosotros cuatro éramos grandes aficionados al cómic underground. Porque al lado de la Escuela de Artes Visuales había una tienda de discos, estábamos en 1977, en la que aún tenían un estante lleno de tebeos underground. Y a pesar de que yo era un pobretón, me compraba uno a la semana. Era la única extravagancia que me permitía. Y al principio todos eran de Crumb. Devoraba todo lo que hacía Crumb. Ya había visto cosas de Crumb en portadas de discos y camisetas, y siempre me gustaron sus dibujos, pero después de leer sus cómics, de leerlos en su formato original, tuve toda una revelación. Y a decir verdad, esa fue otra de las razones por las que decidí convertirme en historietista.
SOBOCINSKI: ¿Fue gracias a Crumb?
BAGGE: Fue gracias a leer cómics underground y observar que se podía hacer lo que tú quisieras. Porque de niño mis grandes influencias fueron... bueno, me encantaban los dibujos animados de la Warner. Una de las grandes razones de que nunca hiciese actividades extra-escolares después de clase fue porque no podía esperar a llegar a casa para ver los Looney Toons, que puede que empezasen a las tres en punto, y no me los quería perder. Aunque creo que nunca me gustó mucho la idea de convertirme en animador, porque siempre me sonó como si fuese un trabajo realmente duro y tedioso. Y me encantaba el MAD magazine. Nunca me sentí atraído por los cómics más realistas de acción y aventura. Y también veía que los cómics underground no formaba parten ni eran una parcela de nada. No formaban parte de los periódicos. Hay gente que compra el periódico por razones de muchos tipos. Así que te arriesgas a ofender o producirle asco a todo tipo de personas. O a no conectar con un montón de gente. Con los cómics underground, sobre todo si lo has hecho tú en su totalidad, si no te apetece simplemente coges y no te lo compras. Ni siquiera los hojeas. Pero aparece alguien que piensa como tú o que conecta con tu material, será como un regalo del cielo. Será parecido a: "Wow, mira, tío. ¡Este pequeño tomo es maravilloso!” Y eso es lo que sentía cuando me leía las cosas de Crumb. Así que lo primero que compré fueron los antiguos cómics de Crumb: Uneeda y High Tone. High Tone siempre fue mi favorito, tal vez porque fue el primero que conseguí. Tenía ese dibujo de un hombre orinando en un baño en portada y eso me bastó; en realidad se parecía mucho a las cosas que habíamos hecho Doug y yo cuando éramos unos niños. Por supuesto, pensábamos que era graciosísimo. ¡Pero fíjate que alguien tuvo el descaro de imprimirlo! [Risas.] Este adulto completamente desarrollado que sabe dibujar de verdad, desperdiciando su talento otorgado por Dios en un dibujo de un tipo meando en un inodoro. ¡Era genial! Brillante. Me lo llevé a casa y también le gustó mucho a Joanne. Carrino y mi hermano Doug ya conocían a Crumb. Así que nos inspiró mucho a la hora de hacer pequeños tebeos. Y entonces se me acabó el dinero. No recuerdo si en aquel momento no pude ser elegido para un préstamo de estudiante o si simplemente ni siquiera me preocupé de hacerlo, pero después de tres semestres me tuve que marchar del colegio. También fue porque en ese momento yo estaba viviendo en la ciudad y tenía que trabajar para comer, pagar mi alquiler y seguir acudiendo a la Escuela de Arte.
SOBOCINSKI: ¿Así que la realidad y las presiones económicas fueron la causa de que abandonases la escuela?
BAGGE: Claro, tenía que arreglármelas. Además, cuando no estábamos trabajando, cuando no estábamos en nuestros trabajos de mierda, tanto Joanne como yo tan sólo queríamos estar tumbados a la bartola. Sencillamente queríamos remolonear y no queríamos salir de la cama para ir a la estúpida Escuela de Arte donde todos los profesores estaban repletos de mierda. Nuestro último semestre fue como una broma para ambos. Me sentaba en alguna de las refinadas clases de Joanne y simplemente me parecían jocosas. En esas clases de dibujo, el profesor, que debía haber sido un gran timador, permitía que aquellos hijos de puta siguieran adelante con sus asesinatos artísticos. Algunos días se celebraba un debate en el que alguien enseñaba una pintura y se comentaba. El profesor trataba de conseguir que los otros estudiantes hablasen sobre el cuadro de esa persona, y no tenían ni idea de qué decir, así que acababan repitiendo las cosas que él había dicho antes. Y el aspecto de los cuadros... había uno que había colgado una bolsa de papel marrón con manchas de aceite y marcas de neumáticos. Parecía como si lo hubiese abierto, puesto en la carretera y dejado que unos coches aparcasen encima y luego lo había presentado a todo el mundo, y ese era su cuadro. ¡Y al profesor le encantó! Pensé que era una especie de broma y que todo el mundo se reiría, pero el profesor dijo: “¡oh, sencillamente me parece genial!”. Era como el traje nuevo del emperador, y todos los estudiantes empezaron a comentar: "Sí, es brillante, brillante." Y seguían hablando con toda esa jerga imprecisa que se suele usar en Bellas Artes, incluso hoy en día. Cuando oigo a la gente argumentar sobre el arte y su estructura siempre siento como si me estuviesen vacilando. Siempre me he sentido (y sigo sintiéndome) como un ignorante total cuando se habla de las "Bellas Artes", al menos con lo que se ha producido desde La Segunda Guerra Mundial.
Pero la Escuela de Artes Visuales también era divertida, porque había mucha libertad. Cualquiera que tuviera algo en el coco podía pasárselo muy bien. Convertirse en un auténtico bala perdida. Y me parece que muchos de los personajes auténticos que se abrieron un camino propio en el mundo artístico de Nueva York pasaron por esa Escuela. Considerando que las personas que acudieron a otras Escuelas de Arte estaban mejor posicionados a la hora de convertirse en directores de arte o diseñadoras de moda, o algo así, habría sido mejor que se hubiesen ido a un colegio como el Parsons.
SOBOCINSKI: ¿Por qué?
BAGGE: Porque tenías que trabar más duro y de forma mucho más seria. Te hacían esforzarte muchísimo, ¿sabes? No eran tan haraganes como en la Escuela de Artes Visuales. Te enseñaban cosas. Te enseñaban habilidades prácticas, aunque si en la Escuela de Artes Visuales habías escogido los cursos adecuados, también podías adquirirlas. Dejé la Escuela antes de tomar cualquier clase de dibujo de cómics. Kurtzman y Eisner, y más tarde también Spiegelman, estuvieron enseñando allí. Pero al final sí que me gustaba meterme en sus clases a hurtadillas sin tener que pagar las clases, para aprender de ellos en mi tiempo libre. Y más tarde llegué a conocer a Spiegelman y recibí más enseñanzas gratis. [Risas.] Así que realmente no lamento demasiado haberlo dejarlo tan pronto.
(CONTINUARÁ)
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*** OTRA ENTREVISTA CON PETER BAGGE TRADUCIDA EN FROG20000 - (2009).
Junio de 1993 - 1 (DE 3). Por Carole Sobocinski. Traducido por Frog2000.
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Dos días después de su 35º cumpleaños, Carole Sobocinski entrevistó a Peter Bagge.
SOBOCINSKI: Los 35 suelen estar considerados como el ecuador de la vida y es cuando tomamos un montón de decisiones cruciales sobre quiénes somos y hacia dónde nos dirigimos. Con eso en mente, ¿has notado algún cambio respecto a tu perspectiva de la vida, tu enfoque sobre la vida? ¿Estás satisfecho con el lugar donde te encuentras, hacia donde te estás dirigiendo?
BAGGE: Sí, estoy de acuerdo con eso último. En cuanto a cambiar mis actitudes ante la vida en general, me parece que en cuanto llego a comprender algunas de las cosas que he descubierto, aparecen otras más que empiezan a confundirme. O tal vez sólo sean cosas en las que debo empezar a pensar. Me resulta complicado decir que la vida me parece más fácil o que puedo anticipar una navegación segura a lo largo de mi vida a partir de este punto. Una cosa que he descubierto recientemente es que aunque sea un empleado autónomo y pueda tener una vida decente, aunque mi familia y yo poseamos una casa, y esté felizmente casado y tenga un hijo... una vez que logras algo así, a partir de ese momento es imposible relajarte o imaginar que todo va a salir bien. Me he dado cuenta de que ha sido una verdadera lucha llegar hasta donde estoy, y esa lucha en sí misma es algo que te mantiene en marcha. Me hace preguntarme en qué tipo de problemas podría meterme tan sólo para poder hacer las cosas más interesantes.
SOBOCINSKI: ¿Estás hablando acerca de un esfuerzo económico o de algo diferente?
BAGGE: Sí, estoy hablando de un esfuerzo económico mayor, pero también hablo acerca de esforzarme por algo en vez de seguir la corriente, haciendo más de lo mismo. Por ejemplo, hablo de estar haciendo un comic-book llamado ODIO durante toda la vida, tan sólo porque me está funcionando relativamente bien. Supongo que podría seguir haciéndolo, pero espero no tener miedo de correr riesgos. Así que creo que estoy hablando con mayor amplitud que la de únicamente afrontar riesgos económicos.
SOBOCINSKI: Parece que también intentas decir que no quieres llegar a ser complaciente con tu propio trabajo.
BAGGE: Así es. O con cualquier otra cosa. Y Joanne, mi esposa, se parece mucho a mí. Pelea como una loca para alcanzar cualquier meta que se le meta en la cabeza. Pero luego, por supuesto, cuando la logra empieza a tramar y planear para seguir en marcha e intentar hacer alguna otra cosa diferente. Siempre está hablando de seguir moviéndose, de cosas parecidas. Nos hemos mudado muchas veces, los dos, y cada vez que lo hacemos se ha debido a su insistencia. Está mucho más dispuesta a afrontar cambios. Cuando decide que le gustaría probar algo diferente, yo puedo estar de acuerdo pero siempre me inclino a esperar un poco más, mientras que ella quiere hacer las cosas de inmediato.
SOBOCINSKI: Vamos a hablar un poco sobre tu pasado.
Bagge: Nací y crecí en el condado de Westchester, que es un suburbio de Nueva York, justo al norte de la ciudad. De ahí provienen mis padres. Cuando era muy pequeño vivía en una casa que parecía exactamente un simple bungalow. Mis padres, como buenos católicos, tuvieron muchos más niños de los que pretendían.
SOBOCINSKI: ¿Cuántos?
BAGGE: Cinco en total. Cinco niños en unos siete años. Inicialmente mi madre tuvo problemas para quedarse embarazada. No tuvo al primero hasta que tuvo 35 años y luego, de repente, había cinco niños en una casa que tan sólo tenía dos dormitorios pequeños. Mi padre estaba en el ejército, en ese momento era Sargento de la Air National Guard. Terminó entrando en la escuela de oficiales y cuando se licenció era Coronel. Pero en cuanto a la National Guard, era parecido a trabajar en IBM, porque en su trabajo el componente militar era mínimo. Tan sólo estaba al cargo de los suministros y cosas parecidas. Cuando éramos pequeños no ganaba demasiado dinero y vivíamos al lado de esa sucia carretera con un montón de casas viejas alrededor. Era una especie de barrio residencial que bordeaba la pobreza, un barrio peligroso. Pero al mismo tiempo me encantaba vivir allí.
SOBOCINSKI: Antes has mencionado que tus padres eran unos “buenos católicos”. ¿Cómo eran de estrictos?
BAGGE: No mucho, quizá porque mi madre era una una protestante renacida. Y la mayoría de la familia de mi padre también eran protestantes. Mi abuelo se convirtió al catolicismo a los sesenta años, sólo porque estaba harto de llevar a mi abuela a la iglesia y quedarse esperando sentado en un parking repleto. Al final dijo: “¡La verdad es que tengo ganas de entrar!”. Se bautizó para poder sentarse dentro. Pero no era ese catolicismo étnico o cultural, no nos planteábamos que estuviésemos padeciendo algo por culpa de un duro pecado original. Tan sólo era la religión. No era algo demasiado enloquecido. Me parece que mis padres nunca creyeron realmente en todo esto. Mientras estaba creciendo iba a la iglesia, nada tenía demasiado sentido mientras estab celebraba mi primera Comunión y mi Confirmación. No dejaba de pensar: "Bueno, cuando sea mayor, todo tendrá sentido y encajará. Simplemente ahora no lo entiendo porque soy un niño tonto". Y cuando les pregunté a mis padres sobre el tema, no fueron capaces de darme ninguna explicación. Tuvieron una reacción automática y me dijeron: "Bueno, sabes bien lo que es un pecado." Pero cuando trataron de explicármelo casi fue como si estuvieran empezando a cambiar sus propios cerebros en ese mismo momento.
SOBOCINSKI: Porque nunca se lo habían llegado a plantear o porque...
BAGGE: Claro, simplemente seguían la corriente. Aún siguen yendo de vez en cuando a la iglesia, y para mi padre ser religioso es un ejercicio estrictamente intelectual.
SOBOCINSKI: ¿Cuál era tu nombre cuando te confirmaste?
BAGGE: Paul. Mi nombre completo es Peter Christian Paul Bagge. Claro, me pusieron el nombre después de que se lo pusieran a Paul McCartney. [Se ríe.]
SOBOCINSKI: Era un santo.
BAGGE: Claro. ¡Para mí sí que lo era!
SOBOCINSKI: Tengo la impresión de que creciste en un hogar bastante feliz.
BAGGE: No necesariamente, pero pienso que en su mayor parte estuvo bien. Nuestro barrio estaba lleno de grandes familias, familias grandes de clase media-baja e incluso siendo tan pobres, no eran nada pretenciosas y de algún modo eran buena gente. Eran la gente con la que crecí desde que éramos unos bebés.
Pero luego, cuando mi padre tuvo la lujosa posibilidad de marcharse, nos mudamos a una de las nuevas urbanizaciones. Eso fue cerca de 1966, cuando yo tenía ocho años. Y ese barrio estaba lleno de familias ambiciosas que estaban escapando del Bronx, era una estampida blanca que se marchaba del Bronx. Y el barrio al completo era en su totalidad como nosotros, en el sentido de que eran católicos en un cien por ciento. Pero a diferencia de nosotros, todo el mundo lo era de una forma deliberada y ambiciosa. Siempre me pareció que mis padres, sin saber realmente lo que querían de la vida, siguieron la corriente. Así que compraron esa casa de dos pisos que todos odiábamos. La odiábamos tanto yo como mis hermanos, y odiamos el barrio nada más llegar. En realidad pensábamos que en el barrio todo el mundo era un falso y un prepotente, una panda de buscadores de posición social. Todos los chicos del barrio eran deportistas, excepto mi hermano y yo, que en realidad éramos unos parias. Teníamos la tendencia de hacernos amigos de otros chicos realmente geeks con los que no teníamos nada en común.
No sé, las cosas se empezaron a complicar para mis padres. Siguieron juntos y eso, y mi familia seguía funcionando debido a que todos lográbamos despertarnos por la mañana y llegar a tiempo al trabajo y a la escuela. Pero eso fue todo lo que podíamos hacer para seguir funcionando, porque mis padres empezaron a beber a lo grande. Se convirtieron en unos alcohólicos. A mi padre no pareció afectarle mucho. Llegaba a casa, se emborrachaba y se desmayaba. Puede que tuviese una rabieta o dos, pero eso era todo. Pero mi madre estaba bebiendo durante todo el día, y cuando se emborrachaba se ponía melancólica. Tendía a sentir verdadera lástima de sí misma y se convirtió en una persona muy deprimida. Y me parece que renunció a seguir manteniendo la casa. La casa estaba hecha un verdadero desastre. Primero ella, y más tarde mi padre, renunciaron a inculcarnos una disciplina u obligarnos a hacer algo. Sencillamante mis padres ya no nos animaban nunca. Mi hermano y yo nunca llegamos a meternos en problemas muy graves en los que nos viésemos envueltos en algún crimen o algo así, y tampoco nos metíamos en peleas, pero nos volvimos muy perezosos, no sólo en la escuela, sino que también nuestro dormitorio era un completo desastre. ¡Nunca lo limpiábamos y mis padres dejaron de intentar que lo hiciésemos hasta un punto en el que estaba tan repugnante que algunos amigos míos vomitaban cuando venían a visitarnos y todo! [Risas.] Puede que estuviese lleno de comida apilada y basura por todos lados. Aún seguía de esa forma cuando me encontré con Joanne. Y cuando la llevé a casa de mis padres, mi hermano menor la llevó hasta nuestra habitación, que estaba tan repugnante como siempre, y yo tuve que abrir camino desde la puerta hasta mi cama. Fue un acto de caballerosidad. [Risas.]
SOBOCINSKI: Fuiste muy tierno al hacerlo.
BAGGE: Oh, lo hacía con todas las chicas [se ríe], si es que era capaz de llevarlas hasta aquel pozo negro. Joanne pensaba que era algo muy gracioso, pero ni se podía creer lo asquerosa que estaba la habitación. Aunque cuando la llevé, yo ya no vivía allí, sólo estaba mi hermano menor. Por lo general nos quedábamos mirando aquel viejo televisor mientras nos sentábamos en aquellos sacos de dormir que eran excedentes del ejército. Los teníamos porque mi padre nos traía cosas interesantes del trabajo de vez en cuando. Mi hermano pequeño enrollaba esos sacos de dormir, así que nos servían como asientos para poder ver la televisión. Un día estaba sentado en uno de ellos y entonces Tony me apuntó con un dedo y me dijo: "¿sabes que nuestro gato mató la semana pasada a un ratón en el patio trasero y se lo tragó y se metió en ese saco de dormir, arrastrándose hasta el interior y luego vomitó el ratón ahí dentro?" Y yo me quedé pensando: "Oh, Dios mío, eso es repugnante. Supongo que cuando lo limpiaste estaría asqueroso”. Y Tony me respondió: “Oh, si todavía no lo he hecho”. [se rió], “¡aún sigue ahí!”. Así que, como he dicho antes, creo que nos encontrábamos en situación de emergencia, pero parece que mis padres carecían de las habilidades suficientes para afrontar cualquier cosa. La verdad es que no eran capaces de vivir la vida demasiado bien. Esta casa, al igual que muchas otras casas de los suburbios, estaba construida de forma muy barata y parecía que todo estaba empezando a desmoronarse. La fosa séptica tenía una fuga, el calentador se apagaba, la estufa fallaba, todo al mismo tiempo, y normalmente apenas había dinero suficiente para poder pagar todas esas cosas. Y se rompían una y otra vez. Nunca parecía que la fosa séptica fuese a quedarse sellada de forma permanente. Y mis padres pagaban una y otra vez por todos esos sinsentidos que necesitaban repararse. Ahora que tengo una casa en propiedad, vuelvo a pensar en aquella época y no me lo puedo ni creer, podrían haberles metido un montón de demandas. Si yo hubiese sido ellos, habría demandado a todo el mundo, pero simplemente parecía como si no quisieran enfrentarse a nada ni a nadie. Tan sólo dejaron que la gente los estafase. Lo único que parecía que querían hacer era emborracharse y ver la televisión.
SOBOCINSKI: ¿Crees que esa situación estaba provocada por una fuerte desilusión o era por alguna otra cosa?
BAGGE: Bueno, no sé exactamente por qué sucedían así las cosas. Pero ahora han conseguido terminar arreglándoselas. Siguen viviendo con un estilo de vida poco saludable, pero son afortunados ya que ambos proceden de una familia vigorosa. En mi familia todos suelen vivir hasta los noventa, pero sin embargo, por culpa de su forma de vivir, me parece asombroso que nunca hayan padecido una enfermedad grave, ¡toco madera para que no la tengan después de leer esta entrevista! Todos mis familiares, todos mis tíos y sus padres, son una familia con raíces muy profundas pero que tardan en crecer. Todo el mundo se casa y empieza a tener hijos cuando ya son muy mayores, o se asientan en trabajos más tarde de lo normal.
SOBOCINSKI: ¿Cómo lo comparas con tu propia vida?
BAGGE: Creo que mis hermanos y yo somos bastante parecidos. Recuerdo que cuando estaba a punto de empezar en el instituto no podía imaginarme a mí mismo como el típico estudiante. Veía programas de TV en los que podías ver a chavales consiguiendo citas y comprándose un cacharro y arreglándolo y todas las demás cosas tradicionales de “chaval” para las que siempre he sido un completo inepto. En cuanto me gradué en el instituto me llevó mucho tiempo lograr que las cosas empezaran a funcionar. Estuve atontado como un par de años hasta que se me ocurrió alguna idea de lo que quería hacer. Además, la idea de convertirme en padre me horrorizaba. Lo postergué durante el mayor tiempo posible.
SOBOCINSKI: ¿Crees que era muy diferente de lo que tu padre podría haber experimentado cuando tú eras un niño?
BAGGE: Pertenece a una generación de hombres muy afortunada, ¿sabes? Siempre y cuando no te disparasen en las piernas durante la Segunda Guerra Mundial, tenías que ser un verdadero mamón para no poder hacer las cosas razonablemente bien, ¿no crees? Ahora sé que muy pocos chicos de mi edad han hecho lo que casi cualquier hombre fue capaz de hacer durante aquellos días, que era mantener en funcionamiento a una familia entera.
SOBOCINSKI: Hoy en día se necesitan dos sueldos para poder mantenerse, y eso con dificultad.
BAGGE: Exactamente. Pero los chicos de mi edad nos hemos criado pensando que se supone que tenemos que hacer lo que han hecho nuestros padres. Me he dado cuenta de que muchos de mis amigos se han dado por vencidos al intentar convertirse en "hombres" de una forma tradicional, haciéndose responsables de su familia y trabajando duro. Parece que eso esté fuera de las posibilidades de muchos de mis amigos, especialmente de los historietistas.
SOBOCINSKI: Pero sin embargo tú tienes una familia, tu propia casa, tu...
BAGGE: Gran parte de todo eso ha sido gracias a Joanne. Yo no soy demasiado práctico. Ella se desenvuelve mucho mejor con las facturas y cosas por el estilo. Cuando se trata de hacer negocios y matemáticas y todo eso, soy un espástico mental. Así que me he dado cuenta de que estar con alguien como Joanne, tener una vida en común con ella por decirlo de algún modo, hace que todo sea bastante fácil para mí. Y todo lo que hice para agradecérselo fue convertirme en un adicto al trabajo. Pensé: “bueno, ya no tengo nada más de lo que preocuparme excepto tan sólo de reventarme el culo con mis cómics, y si no lo hago, no tengo a nadie más a quien culpar excepto a mí mismo." Me resulta muy difícil compararme con muchos de mis otros amigos que aún siguen peleando. No se puede decir que yo me haya esforzado más de lo que lo hacen ellos, pero me ha resultado muy duro averiguarlo. O es que yo he sido más afortunado que ellos o yo qué sé. Lo que me salvó fue que cuando entré en el instituto en 1970, finalmente todo ese movimiento hippie contracultural empezó a calar por todos lados. Así que fue genial para un tipo como yo, porque me encontraba en mi elemento. Cuando nos graduamos, las personas que solían compartir mi perspectiva y actitud hacia el instituto éramos mayoría. Cuando estaba en el último curso yo ya era un veterano, y la misma gente que en el barrio solían ponérnoslo difícil a mi hermano y a mí solían preguntarnos dónde se podía pillar algo de heroína. Por supuesto, yo no tenía ni idea, pero se acordaban de que yo había sido el primer chico que tuvo el pelo largo y el primero que se había comprado todos esos discos de rock 'n' roll. Cuando los Beatles se separaron en 1970, para encontrar algo que los reemplazase, para llenar ese vacío que nos dejaron nuestros Beatles, mi hermano y yo empezamos a comprar discos de forma compulsiva y acabamos escuchando de todo. Así que terminamos siendo dos expertos, los que “mejor sabían lo que estaba pasando" en la música rock. Y empezamos a ir a conciertos de rock a una edad bastante temprana. Realmente nunca me preocuparon demasiado, siempre terminaban decepcionándome. Porque siempre me ha gustado más la música en disco que en directo. Siempre me quedo decepcionado cuando salgo a ver música en directo. Y esa atmósfera: que te empujen, los cigarrillos... Siempre estábamos fumados, pero el hachís nunca me sentó demasiado bien. Siempre me volvía un paranoico. En el mejor de los casos no tiene absolutamente ningún efecto en mí, o tan sólo me da la risa. Pero si era realmente fuerte me hacía sentir muy paranoico. Mi autoestima, que para empezar no era muy alta, acababa por empeorar.
SOBOCINSKI: ¿Tomaste ácido alguna vez?
BAGGE: No. Justo la otra noche unos amigos me insistieron para que lo probase. No sé, supongo que siempre he querido sentir mis pies firmemente plantados en la realidad. Siempre que he estado demasiado drogado o incluso muy borracho me empieza a entrar pánico, por lo que la idea de tomar un psicodélico me parecía un poco aterradora. Pero en el instituto nunca fui un verdadero hippie que investigase todo eso, y nunca me tragué ninguna filosofía política con raíces de izquierda. Y la música que más amaban los verdaderos hippies, todo ese material psicodélico de San Francisco, nunca me importó demasiado. Además tendía a guardarme mis propias opiniones... a diferencia de lo que hago hoy. Incluso entre los hippies, entre la multitud hippie, me intentaba mantener fuera del radar. Tan sólo era ese verdadero renacuajo que había aprendido a ser muy poco engreído.
SOBOCINSKI: ¿Y por qué?
Bagge: ¡Porque me podían pegar una paliza! [Risas.] Siempre me podía topar con algún tipo grandote que estaría encantado de recordarme que no me debía salir de mi trayectoria. Ahora, cuando miro hacia atrás, no me puedo creer que yo haya estado por ahí con esos gilipollas. Trato de evitar a todos los “antiguos compinches” como si fueran una plaga. Hace poco, supongo que debido a que mi nombre ha aparecido impreso en algunas publicaciones nacionales, algunos de mis viejos colegas del instituto se han visto empujados a llamarme: "¡Hey! ¡Ho! He visto tu nombre en la revista Entertainment Weekly... Guau, ¿haces un comic-book?, Ohhh wowowow!" Y por supuesto, les pregunto de forma educada: "Bueno, ¿cómo te van las cosas?” y ellos se arrancan: "Hum, estoy viviendo en una casa remolque y puede ser que la pierda porque estoy en el paro y estoy sin seguro y no puedo pagar las facturas médicas, y mi puto hijo me está poniendo de los nervios...” Es como un historia de terror clásica, ¿sabes a lo que me refiero?
SOBOCINSKI: ¿Qué hiciste después de terminar el instituto?
BAGGE: Conseguí un trabajo. Había un sitio en Peekskill donde todos los tíos hippies podían conseguir un trabajo. Era una fábrica de fundición mezclada con el Arte donde modelabas esculturas en bronce o plata. Había una buena cantidad de artistas famosos de Nueva York que se acercaban a ese lugar para obtener el material para modelar que necesitaban. Todos mis hermanos y yo estuvimos trabajando en ese lugar en un momento u otro. Así es como se terminó convirtiendo en el negocio de la familia, al menos entre mis hermanos. Así que estuve trabajando allí y fue bastante agradable, porque era una especie de lugar de trabajo hippie, y era mejor que alguno de los otros trabajos horribles que eran la única alternativa que nos quedaba. Y mientras estaba allí un tío me habló de la Escuela de Artes Visuales. Mis notas fueron tan malas que ni siquiera me aceptaron en la Escuela de Arte. Me rechazaron en todas las Escuelas de Arte porque había suspendido. Rara vez iba por el instituto. Y a pesar de que acudía a algunas clases de arte y de que todos mis profesores me dijeran que yo iba a ser alguien importante, aún seguía suspendiendo porque siempre me estaba fugando las clases. Estaba hecho un verdadero lío. Pero mientras estaba trabajando en la fundición, aquel tipo me habló sobre un lugar llamado Escuela de Artes Visuales que ¡aceptaba a cualquiera que tuviese dinero! [Risas.] Pero tampoco tenía nada que hacer, porque la verdad es que no fui capaz de conseguir una beca o un préstamo estudiantil por culpa de mis notas.
SOBOCINSKI: ¿Ni siquiera un préstamo?
BAGGE: No. Era como si inmediatamente cualquiera me pusiera a prueba, debido a que mis notas eran tan horribles. Así que estuve trabajando durante un año en la fundición y también durante un tiempo estuve currando en Reader's Digest, ¡lo cuál fue bastante raro! [Risas.]
SOBOCINSKI: ¿Cuál era tu cometido?
BAGGE: Sólo estuve trabajando en la sala del correo. Fue algo raro porque el correo era extremadamente conservador.
SOBOCINSKI: ¿El lugar donde trabajabas estaba en Pleasantville?
BAGGE: Claro. ¿Así que lo conocías, eh? ¿De dónde eres tú?
SOBOCINSKI: Oh, yo nací en Detroit. Pero todo el mundo conoce Pleasantville, es el equivalente en el mundo real de Stepford.
BAGGE: Oh, claro, la oficina era como un campus universitario. Hicieron que se pareciese a un antiguo Colegio Inglés pasado de moda. Incluso tenían un campanario con una campana mecánica que tocaba canciones a la hora de comer. Así que luego, cuando me trasladé a la ciudad, tuve como 16 estúpidos puestos de trabajo diferentes, aunque pude ganarme la vida con ellos.
SOBOCINSKI: ¿Cuánto duró todo eso?
BAGGE: Desde que me marché del instituto hasta el momento en el que decidí dejar completamente de trabajar y dedicarme al dibujo a tiempo completo. Así que puede que fuese un período de siete años. Uno de los trabajos que tuve me duró media hora. De hecho hice una historieta de “Junior” en la que conseguía un trabajo con Baskin Robbins. Esa tira es real al cien por ciento. Me dijeron que me presentase al trabajo durante la hora del almuerzo. Y el encargado desapareció. El establecimiento estaba en Nueva York, y allí estaban todos esos puertorriqueños realmente mezquinos que al ver el ajetreo que había allí, se sentaron y me dijeron: “hazlo todo tú”. Y tenían 31 sabores diferentes, así que la gente me preguntaba por el helado con sabor a pastel de queso y yo no sabía ni qué hacer... y todos los clientes me gritaban a mí, porque yo era el que estaba ahí de pie plantado: “¡Es que no sé qué tengo que hacer!” Mis compañeros de trabajo se empezaron a reír y yo pensé: “no me apetece a trabajar con estos gilipollas”. Así que después de una media hora me largué de allí.
SOBOCINSKI: Después de una experiencia tan triste en el instituto y de crecer en un hogar con padres que estaban bastante desilusionados con la vida en general, ¿qué fue lo que te hizo buscar algo mejor en la vida o creer que se podía conseguir algo mejor?
Bagge: Bueno, me dije que tenía que hacer algo de una vez. Y la idea de tratar de profesionalizarme en cualquiera de las cosas que había disponibles en mi ciudad natal estaba fuera de toda discusión. Quiero decir, otros amigos míos lo habían hecho (y han seguido trabajando en una Shop Rite y todavía no los han despedido). Pero sabía que tenía que alejarme de mi casa y de mi ciudad natal. Lo único que sabía era que seguir allí era un error muy gordo.
SOBOCINSKI: ¿Recibiste algún tipo de estímulo o te indicó alguien alguna dirección cuando te diste cuenta de que tenías que cambiar tu forma de hacer las cosas?
BAGGE: Bueno, creo que la única cosa para la que tengo algún talento de verdad es para dibujar historietas. Todo el mundo me decía cosas como: “bueno, dibujar cómics está bien como hobby”. Pero nadie me animó para que lo aprovechase. Era más algo en plan: “bien, si eres capaz de dibujar, deberías acudir a clases y entrar en publicidad o convertirte en diseñador gráfico”, algo que me ofreciese un poco más que un trabajo de nueve a cinco. Casi que me quedé sorprendido por la baja opinión que todo el mundo tenía sobre la creación de historietas. Parecía como si a todos mis profesores de arte, y por alguna razón a mis padres, no les gustase en absoluto la idea de que me convirtiese en dibujante. Tal vez me habrían dejado en paz si yo le hubiese dado más vueltas a la idea de ser dibujante, pero no lo hice. A ellos les resultaba más fácil desanimarme porque tampoco yo era demasiado ambicioso. Claro, que cuando mi hermano mayor Doug y yo éramos más jóvenes, cuando estábamos en segundo, fue probablemente cuando dibujamos más cómics. Cuando nos mudamos a aquel barrio donde nos sentíamos tan alienados, nos quedábamos en casa todo el tiempo y hacíamos nuestros propios periódicos. Pero el objetivo que teníamos al elaborarlos era hacer también el suplemento de historietas. Si el periódico tenía cuatro páginas, el suplemento tenía 16, todas ellas a todo color. Gran parte del humor que gastábamos era realmente escatológico y racista. Mi hermano siempre pensó que era hilarante dibujar a negritos comiendo sandías y otras cosas por el estilo. Sin embargo era muy divertido. [Risas.] Me hacía reír. Supongo que yo era su "público objetivo." Pensaba que todo lo que hacía él era hilarante. Y la verdad es que yo nunca fui tan bueno como lo era mi hermano. Probablemente me esforcé mucho más de lo que lo hizo él hasta el día en que lo dejó. Y eso que lo que a él se le ocurría le resultaba muy sencillo, pero lo dejó en cuanto se marchó a la Universidad. Allí se tomó una gran cantidad de ácido y terminó haciendo cosas que estaban muy inspiradas por el mismo. Fue a esa universidad verdaderamente hippie de New Paltz. Era una de las universidades de Nueva York a la que empezaron a llegar algunos de los primeros cómics underground y se convirtieron en su inspiración. Le influyeron por su aspecto psicodélico y por los temas sobre las drogas: los de Rick Griffin y Victor Moscoso, realmente sintonizaba con ellos. Así que de repente su cuaderno de dibujo se llenó con cosas como esas, divagaciones del tipo "¿Qué significa todo esto?" que a mí no me interesaban demasiado. Es el tipo de cosas que cuando estás drogado piensas que son realmente brillantes y al día siguiente es algo más...
SOBOCINSKI: …“¿qué demonios es esto?”
BAGGE: [Se ríe.] Y cuando dejó de tomar psicodélicos, dejó de dibujar. Es como si hubiese perdido algo, no sé. Nunca pareció volver a molestarse en intentarlo. Es como si todo le importara una mierda.
SOBOCINSKI: Pero ahora que ha visto lo que tú haces, ¿no le ha inspirado lo suficiente como para volver a coger el lápiz?
BAGGE: No lo sé. No hablo mucho con él. Ahora asiste a clases para convertirse en maestro de taller y durante un tiempo estuvo haciendo diseños para una empresa de iluminación de alta tecnología, que me parece algo interesante, aunque se cansó de hacerlo... Puede que haya cierto resentimiento por su parte, porque mi vida está un poco más centrada que la suya en este momento. Pero realmente no podría decir con total seguridad que el mero hecho de que yo sea dibujante le haya molestado. Cuando estuvimos haciendo las cosas para Comical Funnies, resultaba extremadamente dificultoso que participara en la revista con algunas historias. Insistí mucho para que dibujase en esa revista.
SOBOCINSKI: Su trabajo me parece bastante bueno.
BAGGE: Claro, era muy divertido. Creo que sus cosas son las más divertidas de todas. Pero estaba un poco oxidado y era algo tímido, ya que nunca había hecho nada que fuera a publicarse. Después de esa experiencia tampoco lo ha vuelto a hacer. Por lo tanto, para él era algo verdaderamente incómodo. Y eso a pesar de que consiguió una buena reacción por parte de los lectores. Incluso Drew Friedman pensaba que las cosas de Doug eran fabulosas. Y cada vez que Drew se encontraba a Doug en una fiesta, siempre llegaba un momento en el que le decía: “Eres un millón de veces mejor que tu puto hermano." [Risas.] Y viniendo de un tipo como él, eso debería haberlo estimulado por completo. Pero el respondía algo en plan: "Bueno, muchas gracias", pero no hacía nada más al respecto. ¡Imagínate!
SOBOCINSKI: ¿Cómo te sentó que Drew le dijera a tu hermano que era un millón de veces mejor que tú?
BAGGE: Estaba completamente de acuerdo con él. [Se ríe.] En realidad era como que estaba exagerando. Pero Drew podía llegar y decirme: “Las cosas de tu hermano son lo mejor de toda la revista”. Y yo estaba completamente de acuerdo. Y también pensaba que era el material más divertido. Pero, bah, bueno...
SOBOCINSKI: De acuerdo, entonces ganaste un poco de pasta, empezaste a acudir a la Escuela de Artes Visuales...
Bagge: Sí, pero ni siquiera podía permitirme un lugar en el que vivir. Estuve asistiendo a clases durante todo el primer semestre. Fue durante el segundo cuando conocí a Joanne. Bueno, cuando nos conocimos parecía que yo le gustaba, y durante varios años asumí que era porque me encontraba irresistiblemente mono o algo así. [Se ríe.] Pero recientemente le he preguntado por el tema y me ha dicho: "No, la verdad es que ya te había visto por ahí y pensaba que no eras gran cosa hasta que vi tus dibujos. Me gustó mucho que fueses dibujante”. Resulta que cuando era niña le encantaba ese programa de televisión, “My World and Welcome To It”, y le gustaba ver cómo William Windom trabajaba desde su casa e iba a su pequeño estudio, y su esposa se ocupaba de las labores del hogar, tenían una hija pequeña. Y Joanne me dijo: "Esa es la vida que yo quiero tener". Incluso de niña se decía: "Realmente me gustaría casarme con un dibujante". Además, siempre dijo que quería vivir en la Costa Noroeste. Y aquí estamos, viviendo en Washington. Lo que demuestra el nivel de determinación que ella tiene y también que tan sólo soy un pelele en los planes de su vida. [Risas.]
SOBOCINSKI: Pienso que os ha funcionado bien, ¿no es cierto?
BAGGE: Claro. Ese es el mejor ejemplo de cómo la magia de la historieta funciona con las mujeres. [Se ríe.] Incluso creo que a aunque a ella le parecían más importantes las Bellas Artes, me estuvo pinchando todo el rato con lo de convertirme en historietista. Me decía: “Sabes que realmente tienes un don". Los únicos dibujos que había hecho eran tan sólo unos garabatos en mi cuaderno de notas. Estaba intentando hacer felices a todos mis profesores. Tenía un profesor de dibujo que se llamaba Juan González, un artista muy bueno. Y yo era su alumno preferido. Simplemente asumió que yo tenía que seguir sus pasos haciendo lo que fuera que él hiciese. Hasta que un día, cuando le dije que estaba pensando en convertirme en dibujante de cómics, me dijo: "¿Hablas en serio?" Y yo le dije, "Sí". Y giró 180 grados, se alejó y nunca más me volvió a hablar.
SOBOCINSKI: ¿Nunca más?
BAGGE: Excepto cuando lo veía pasar saludándome muy nervioso. Por extraño que parezca, había otro profesor de dibujo que era un gran artista y al que siempre le gustaba mirar los cuadernos de todo el mundo. Y cuando hojeó el mío, vio una historieta que había hecho sobre algo que me había ocurrido ese mismo día en el tren. Y me dijo: "Oh, así que eres dibujante de cómics." Y yo: "Oh, no, de verdad que no, no lo sé." Y me dijo: "Bueno, ¿y por qué no lo eres? Tienes un don para ello, ¿por qué no ser dibujante? ¿Cuál es el problema?". Durante esa época, al poco de empezar, me quedé más de una noche con Joanne en su apartamento... y bueno, la verdad es que ya me quedé para siempre. [Risas.] Todavía sigo allí. Así que terminé viviendo con ella. Y también estuve viviendo una temporada con Dave Carrino, uno de los amigos de Joanne del instituto. Dave Carrino hacía los cómics más hilarantes de todos. Y lo que era extraño es que también se le daba bien el arte o la fotografía y se tomaba muy en serio las Bellas Artes. Se tomaba muy en serio su "verdadero" Arte. Y para él, hacer esto tan sólo era como una bromita. Era un gran fan de los cómics, en aquella época nosotros cuatro éramos grandes aficionados al cómic underground. Porque al lado de la Escuela de Artes Visuales había una tienda de discos, estábamos en 1977, en la que aún tenían un estante lleno de tebeos underground. Y a pesar de que yo era un pobretón, me compraba uno a la semana. Era la única extravagancia que me permitía. Y al principio todos eran de Crumb. Devoraba todo lo que hacía Crumb. Ya había visto cosas de Crumb en portadas de discos y camisetas, y siempre me gustaron sus dibujos, pero después de leer sus cómics, de leerlos en su formato original, tuve toda una revelación. Y a decir verdad, esa fue otra de las razones por las que decidí convertirme en historietista.
SOBOCINSKI: ¿Fue gracias a Crumb?
BAGGE: Fue gracias a leer cómics underground y observar que se podía hacer lo que tú quisieras. Porque de niño mis grandes influencias fueron... bueno, me encantaban los dibujos animados de la Warner. Una de las grandes razones de que nunca hiciese actividades extra-escolares después de clase fue porque no podía esperar a llegar a casa para ver los Looney Toons, que puede que empezasen a las tres en punto, y no me los quería perder. Aunque creo que nunca me gustó mucho la idea de convertirme en animador, porque siempre me sonó como si fuese un trabajo realmente duro y tedioso. Y me encantaba el MAD magazine. Nunca me sentí atraído por los cómics más realistas de acción y aventura. Y también veía que los cómics underground no formaba parten ni eran una parcela de nada. No formaban parte de los periódicos. Hay gente que compra el periódico por razones de muchos tipos. Así que te arriesgas a ofender o producirle asco a todo tipo de personas. O a no conectar con un montón de gente. Con los cómics underground, sobre todo si lo has hecho tú en su totalidad, si no te apetece simplemente coges y no te lo compras. Ni siquiera los hojeas. Pero aparece alguien que piensa como tú o que conecta con tu material, será como un regalo del cielo. Será parecido a: "Wow, mira, tío. ¡Este pequeño tomo es maravilloso!” Y eso es lo que sentía cuando me leía las cosas de Crumb. Así que lo primero que compré fueron los antiguos cómics de Crumb: Uneeda y High Tone. High Tone siempre fue mi favorito, tal vez porque fue el primero que conseguí. Tenía ese dibujo de un hombre orinando en un baño en portada y eso me bastó; en realidad se parecía mucho a las cosas que habíamos hecho Doug y yo cuando éramos unos niños. Por supuesto, pensábamos que era graciosísimo. ¡Pero fíjate que alguien tuvo el descaro de imprimirlo! [Risas.] Este adulto completamente desarrollado que sabe dibujar de verdad, desperdiciando su talento otorgado por Dios en un dibujo de un tipo meando en un inodoro. ¡Era genial! Brillante. Me lo llevé a casa y también le gustó mucho a Joanne. Carrino y mi hermano Doug ya conocían a Crumb. Así que nos inspiró mucho a la hora de hacer pequeños tebeos. Y entonces se me acabó el dinero. No recuerdo si en aquel momento no pude ser elegido para un préstamo de estudiante o si simplemente ni siquiera me preocupé de hacerlo, pero después de tres semestres me tuve que marchar del colegio. También fue porque en ese momento yo estaba viviendo en la ciudad y tenía que trabajar para comer, pagar mi alquiler y seguir acudiendo a la Escuela de Arte.
SOBOCINSKI: ¿Así que la realidad y las presiones económicas fueron la causa de que abandonases la escuela?
BAGGE: Claro, tenía que arreglármelas. Además, cuando no estábamos trabajando, cuando no estábamos en nuestros trabajos de mierda, tanto Joanne como yo tan sólo queríamos estar tumbados a la bartola. Sencillamente queríamos remolonear y no queríamos salir de la cama para ir a la estúpida Escuela de Arte donde todos los profesores estaban repletos de mierda. Nuestro último semestre fue como una broma para ambos. Me sentaba en alguna de las refinadas clases de Joanne y simplemente me parecían jocosas. En esas clases de dibujo, el profesor, que debía haber sido un gran timador, permitía que aquellos hijos de puta siguieran adelante con sus asesinatos artísticos. Algunos días se celebraba un debate en el que alguien enseñaba una pintura y se comentaba. El profesor trataba de conseguir que los otros estudiantes hablasen sobre el cuadro de esa persona, y no tenían ni idea de qué decir, así que acababan repitiendo las cosas que él había dicho antes. Y el aspecto de los cuadros... había uno que había colgado una bolsa de papel marrón con manchas de aceite y marcas de neumáticos. Parecía como si lo hubiese abierto, puesto en la carretera y dejado que unos coches aparcasen encima y luego lo había presentado a todo el mundo, y ese era su cuadro. ¡Y al profesor le encantó! Pensé que era una especie de broma y que todo el mundo se reiría, pero el profesor dijo: “¡oh, sencillamente me parece genial!”. Era como el traje nuevo del emperador, y todos los estudiantes empezaron a comentar: "Sí, es brillante, brillante." Y seguían hablando con toda esa jerga imprecisa que se suele usar en Bellas Artes, incluso hoy en día. Cuando oigo a la gente argumentar sobre el arte y su estructura siempre siento como si me estuviesen vacilando. Siempre me he sentido (y sigo sintiéndome) como un ignorante total cuando se habla de las "Bellas Artes", al menos con lo que se ha producido desde La Segunda Guerra Mundial.
Pero la Escuela de Artes Visuales también era divertida, porque había mucha libertad. Cualquiera que tuviera algo en el coco podía pasárselo muy bien. Convertirse en un auténtico bala perdida. Y me parece que muchos de los personajes auténticos que se abrieron un camino propio en el mundo artístico de Nueva York pasaron por esa Escuela. Considerando que las personas que acudieron a otras Escuelas de Arte estaban mejor posicionados a la hora de convertirse en directores de arte o diseñadoras de moda, o algo así, habría sido mejor que se hubiesen ido a un colegio como el Parsons.
SOBOCINSKI: ¿Por qué?
BAGGE: Porque tenías que trabar más duro y de forma mucho más seria. Te hacían esforzarte muchísimo, ¿sabes? No eran tan haraganes como en la Escuela de Artes Visuales. Te enseñaban cosas. Te enseñaban habilidades prácticas, aunque si en la Escuela de Artes Visuales habías escogido los cursos adecuados, también podías adquirirlas. Dejé la Escuela antes de tomar cualquier clase de dibujo de cómics. Kurtzman y Eisner, y más tarde también Spiegelman, estuvieron enseñando allí. Pero al final sí que me gustaba meterme en sus clases a hurtadillas sin tener que pagar las clases, para aprender de ellos en mi tiempo libre. Y más tarde llegué a conocer a Spiegelman y recibí más enseñanzas gratis. [Risas.] Así que realmente no lamento demasiado haberlo dejarlo tan pronto.
(CONTINUARÁ)
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*** OTRA ENTREVISTA CON PETER BAGGE TRADUCIDA EN FROG20000 - (2009).
2 comentarios:
ualaaaaa.... gracias por esto!!!!!!
un abrazo!!!
Gracias!!!
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