sábado, 14 de mayo de 2011

DESDE EL INFIERNO: CORRESPONDENCIA ENTRE ALAN MOORE Y DAVE SIM (5 de 7)


“Desde el Infierno: Correspondencia”, (1997), cartas entre Alan Moore y Dave Sim en Cerebus números 217 a 220; reimpresas en “The Extraordinary Works of Alan Moore”. Parte 5 de 7. Traducción de Frog2000. Primera parte, segunda parte, tercera parte, cuarta parte.

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Alan Moore

En cuanto a tu comentario sobre la estructuración jerárquica de la existencia, de nuevo la Cábala puede ofrecernos un modelo muy interesante para entenderlo, tanto por su sofisticada estructura como porque su propia naturaleza nos ofrece muchas interpretaciones diferentes.

En un primer nivel, cualquier mago en prácticas puede optar por observar la estructura de las diez Sephira (o esferas que conforman la matriz conocida como la Otz Chiim del Árbol de la Vida) como si fuese una jerarquía: la Esfera llamada Kether es la Cabeza Divina Absoluta y se encuentra en la cima del Árbol; mientras que la décima Esfera llamada Malkuth está situada en la base. La Orden de la Golden Dawn basaba su propia clasificación de la alta jerarquía en la misma distribución de las Esferas del Árbol, de arriba hacia abajo. La labor de cada neófito era intentar conocer el significado del concepto de Malkuth antes de poder seguir ascendiendo por el Árbol hasta alcanzar los niveles más altos, asumiendo finalmente el definitivo y posiblemente quimérico grado de Ipissimus (que equivalía convertirse en Dios pero mucho mejor, ya que cuando logras algo con tu propio esfuerzo, la gente tiende a respetarte muchísimo más).

Parece que cuando la Cábala operaba de esa forma funcionaba mucho mejor, pero por mi parte suelo interpretar este sistema de forma un poco diferente: en vez de como una estructura jerárquica con una parte superior y otra inferior, lo veo más bien como un mapa, o como el esquema de un circuito que conecta dos puntos remotos (Dios Definitivo y el Mundo Material) a través de la ruta más corta posible. La energía puede fluir por cualquier lugar del sistema y la estructura en sí no tiene significado prioritario alguno. Por lo general, creemos que la Luna se encuentra por encima de la Tierra y que el Sol está todavía más arriba (en la Cábala, Yesod está por encima de Malkuth, y Tiphareth se sitúa por encima de ambas esferas), pero en realidad no existe el concepto espacial de “arriba” o “abajo”, y creo que en Otz Chiim tampoco. Como es la fuente definitiva, Kether tiene una apariencia especial: es la 
Cabeza Divina de todo el proceso al que llamamos Universo. Por su parte Malkuth, que se encuentra en el lado opuesto, también es única, porque es la manifestación definitiva de la explosión divina inicial. Ninguna de las Esferas son más importantes que la otras, ni tampoco se encuentran por encima o por debajo de las anteriores.

Otro rasgo que vale la pena destacar es que podemos interpretar la estructura del Árbol de la Vida tanto como un mapa conceptual de toda la existencia, además de como un mapa de cada alma humana, siendo este último como un microcosmos del primero. Si nos fijamos en su estructura de esta forma, entonces nos daremos cuenta de que en cada uno de nosotros, en nuestro interior, también se puede encontrar todo el Árbol, además del potencial necesario como para ser capaces de experimentarlo, incluso aunque la mayoría no nos encontremos lo suficientemente estimulados como para hacerlo (la Apatía es el pecado de Malkuth). Es una idea tremendamente importante, y además parece concordar con las impresiones más afiladas que he podido extraer de los sucesos que he experimentado: las entidades más peculiares con las que creo haber contactado, incluyendo aquellas presencias que parecían ser Dioses genuinos, me parecieron totalmente alienígenas, pero al mismo tiempo también parecían formar parte de mi ser. Probablemente, el punto de vista más racional que se puede adoptar frente a todos estos encuentros mágicos es el de que todas estas aparentes entidades son proyecciones externalizadas de algunos retazos de mi persona. No es que sea un gran argumento, excepto que si se formulase al revés también podríamos dar en el clavo: nosotros somos al mismo tiempo proyecciones externalizadas de esas entidades. De alguna forma, el punto de vista más objetivo debería ser aceptar que todas las manifestaciones, nosotros mismos incluidos, simplemente somos diferentes etapas integradas en la evolución de un ser multidimensional.
Hay un importante ritual mágico conocido como el ritual de Abramelin que solicita que aquel (o aquella) que lo esté practicando abandone la Sociedad durante un período concreto de tiempo, además de animar al usuario a que acometa la esforzada labor de intentar ponerse en contacto con los Sagrados Ángeles Guardianes. En el momento en el que finalmente logre contactarlos, el afortunado Magus deberá a continuación sumergirse en el Infierno y subyugar bajo su propia voluntad a los demonios a los que haga frente. Claro, definitivamente este ritual nos habla sobre ángeles y demonios como si fuesen presencias reales, pero al mismo tiempo también está hablando sobre la idea de ponernos en contacto con nuestra conciencia o naturaleza más elevada e intentar utilizar el poder que extraigamos de ella para descender a nuestros niveles de consciencia más profundos y someter a nuestros demonios interiores. De esta forma, toda esta entidad compuesta por niveles múltiples terminará funcionando al unísono y en armonía.

Supongo que es una forma más amplia de decir que no creo que necesariamente seamos tratados con desdén o desprecio por cualquiera de las formas de conciencia que pueden existir en los niveles “más elevados”. Realmente no creo que “ellos”, por no buscar un término mejor, vean las cosas como probablemente lo haríamos nosotros si nos encontrásemos en su misma situación. De hecho, por lo que he podido experimentar de primera mano, las estructuras o referencias humanas tienden a desmoronarse completamente cuando uno se atreve a alejarse de la estructura básica aunque sólo sea para recorrer un tramo diminuto en el exterior de ella. Nuestra propia figura física no existe en la octava esfera, y tampoco existe la conciencia individual en la séptima. La sexta es la más elevada en la que yo me haya aventurado alguna vez, y la gente que conoce mejor el tema que yo me ha comentado que según vas elevándote, hay menos que experimentar, mientras que los peligros se van incrementando. Sobrepasar Kether es como adentrarte en un estado más elevado que aquel en el que estaría Dios llamado Ain. Se podría traducir como la nada absoluta, el estado más puro posible del ser. Quizá existan magos que han logrado alcanzarlo, pero si es así, jamás han regresado.
Volvamos sobre tu pregunta: sobre qué es lo que pienso sobre el tema del Libre Albedrío contra el Determinismo. Si Stephen Hawking tiene razón cuando sugiere que el propio Espacio Tiempo es un cuerpo sólido cuatridimensional que probablemente tiene la forma de un huevo o un balón de Rugby, con el Big Bang en un extremo y el Big Crunch en el otro, y con el resto de sucesos suspendidos para siempre en algún sitio entre ambos polos, entonces no veo cómo podría ser factible el concepto de libre albedrío. En mi opinión, el Tiempo, que realmente no es ese algo de cuatro dimensiones que popularizó H. G. Wells (y eso después de haberme leído las divertidas teorías de C. Howard Hinton), se puede concebir más apropiadamente como esa sombra de una cuarta dimensión espacial que la conciencia humana es capaz de percibir.

Lo que parece querer refrendar esta teoría es que el punto de vista que tenemos de nuestro cuerpo tridimensional es limitado: si tuvieses una visión cuatridimensional y te encontrases situado en un punto fuera de nuestro continuo, podrías percibir tu apariencia humana bajo la forma de un ciempiés horriblemente largo que marcha de atrás hacia delante por cada una de las situaciones que has estado viviendo, cruzando a lo largo de todo el transcurso de tu vida. El ciempiés se estrecha ligeramente en ambos extremos. En uno parece barro genético y en el otro es como polvo o ceniza. Ahora imagínate que cada sección del ciempiés es un instante de tu propia vida, desde tu nacimiento hasta tu muerte, todo fusionado sin interrupción. La forma en la que funciona nuestra percepción del tiempo en esta analogía es como una onda peristáltica de conocimiento que se origina en uno de los extremos y va pasando secuencialmente a través de cada uno de los anillos del cuerpo del ciempiés. Según la conciencia va iluminando cada uno de los segmentos, dicho sector tendrá conciencia de lo que es, es decir, un segmento que se encuentra ubicado en ciertas coordenadas.

Cuando la conciencia se mueve hacia el siguiente segmento del cuerpo será consciente de sí misma como si fuese un segmento casi idéntico que el anterior, aunque esta vez se sitúe en nuevas coordenadas, y se hará la razonable suposición de que ella es el mismo segmento que era antes y que se encuentra en movimiento. De hecho, inconscientemente el segmento formará parte de un organismo más grande, y lo único que se está moviendo es su conciencia a lo largo de la forma serpentina que ha adoptado dicho organismo.
Revisemos el concepto bajo el punto de vista diferente de C. Howard Hinton: “Si nos acogemos a estas teorías [...], deberíamos imaginarnos una estupenda totalidad en la que todo lo que alguna vez haya sido o vaya a ser, al ser transmitida surgirá lentamente de ese parpadeo de la conciencia, encontrándose limitada a un reducido espacio y a un único momento, una grabación tumultuosa de los cambios y vicisitudes que son mayores que nosotros mismos” (“mayores que nosotros mismos” es de mi propia cosecha). A menos que me haya perdido algo, parece que esta teoría descarta la noción habitual de libre albedrío. Sin embargo (y por decirlo de una forma brillante), en primer lugar, ¿creemos que el Libre Albedrío tiene demasiado sentido? No tengo ninguna duda de que contra todo pronóstico podría mudarme a Hollywood mañana mismo, en el sentido de que mañana ya estoy en Hollywood.

Aunque bastante alejado de todo lo anterior, creo que hasta cierto punto la noción de Libre Albedrío dependerá de las matemáticas asociadas a una situación concreta. Por ejemplo, si cogemos a una persona y tratamos de predecir si él o ella se va a casar, se va a divorciar, va a enfermar de cáncer, va a ganar la lotería, o se va a convertir al Catolicismo, creo que nunca vamos a recibir un premio, porque no creo que seamos capaces de acertar. Dicho individuo posee libre albedrío, y yo no puedo predecir cómo va a actuar él o ella, o lo que va a suceder a continuación.

Pero si me pongo a observar a cien individuos e intento predecir cuántos de ellos enfermarán de cáncer, cuántos se casarán, cuántos ganarán la lotería y etcétera, entonces mis posibilidades de predecir las cosas aumentarán de forma considerable. Si observo a un billón de personas, podré realizar una predicción escalofriantemente acertada sobre lo que va a ocurrir desde un punto de vista estadístico. La percepción de Libre Albedrío se podría ver en este caso como algo relativo al rango de resolución matemática. Como individuo pareces tener libre albedrío, pero si elevamos la observación a otro nivel superior, ciertamente no creo que puedas evitar haber aportado tu propio granito de arena para que estos datos estadísticos cumplan su función en contra del libre albedrío. No existe el Libre Albedrío. Lo que ha ocurrido, ha ocurrido. Lo que va a ocurrir, ocurrirá. En cierto modo, la idea me parece bastante aterradora y claustrofóbica. La Realidad se convierte en un túnel tremendamente limitado en el que nos vemos forzados a caminar sin tener la oportunidad de dar marcha atrás o tomar una ruta diferente. A veces, las ganas de escapar parecen abrumadoras, lo que me lleva a contar una muy personal anécdota que me parece pertinente sacar a colación, tanto para ilustrar los conceptos anteriormente mencionados como para reforzar la conversación más amplia sobre From Hell.
Me siento algo incómodo al referirme a ella, porque en primer lugar el suceso me parece francamente aterrador, y en segundo lugar, resulta muy difícil explicarlo sin dar una impresión completamente equivocada de lo que estoy intentando comentar. De todas formas voy a intentarlo.

Cuando tenía seis años estaba sentado en nuestra sala de estar, en una silla de madera de respaldo rígido que estaba justo al lado del comedor. Mi madre, a la que yo quería mucho, estaba de rodillas a mis pies anudándome los zapatos, ya que yo era o bien demasiado incompetente o bien demasiado perezoso como para hacerlo por mí mismo. En la mesa había un cuchillo de trinchar carne. Recuerdo que miré el cuchillo y se me pasó por la cabeza la vaga y ensoñadora idea de que técnicamente sería posible que yo cogiera el cuchillo de trinchar y se lo clavase a mi madre en la parte trasera del cuello. Ten en cuenta que realmente yo no quería hacerlo, no tenía ni la más mínima intención de hacerlo. Sólo fue una idea que se me pasó por la cabeza, algo que surgió de la nada.

Si reviso la anécdota de forma más profunda, la idea central parece ser la siguiente: sabía con certeza que no iba a matar a mi madre. Resulta impensable. Sabía que definitivamente era algo que no iba a ocurrir, de la misma forma que nosotros dos sabemos que en el futuro no voy a mudarme a Hollywood. Mientras que teóricamente ambos hechos podrían ser posibles, no creo que nadie los haya plasmado en el guión de mi vida. Por lo tanto... y esto es lo más cercano a lo que mi mente adulta puede hacer para reproducir lo que estaba pasando por la mente de un niño de seis años... si hubiese apuñalado y asesinado a mi propia madre allí mismo, entonces me habría salido de personaje. Habría llevado a cabo un acto que no estaba destinado a ocurrir. Habría improvisado. Me habría abierto paso por un falso escenario. Habría forzado al director de la obra a salir a escena para que me echase la bronca. Me habría despertado de un sueño, habría reventado mi inexorable, único y predeterminado túnel saliéndome hacia... hacia lo que fuese.

Por supuesto, aunque cualquiera puede tener pensamientos inusuales de vez en cuando, eso no significa que esté loco. Por consiguiente, no, no apuñalé a mi madre; simplemente me sentí absolutamente aterrorizado y como un ser detestable por haber sido capaz de tener ese pensamiento. Al poco tiempo, el incidente se quedó enterrado en mi cerebro como una más de las muchas aberraciones mentales que suelen marcar nuestras etapas infantiles. Fui capaz de recordarlo al leer una cita de Ed Kemper con la que me topé durante mi investigación sobre los asesinos en serie. En un momento dado Ed empezó a decapitar personas y se convirtió en un verdadero asesino en serie cuando su vida estaba ya muy avanzada, después de purgar una sentencia por haber asesinado a sus abuelos cuando era un menor. Por la razón que sea, el Kemper de trece años disparó a su abuela en la parte trasera de su cabeza. Y luego esperó a que su abuelo llegase a casa y también procedió a dispararle, aunque parece que fue una idea que se le ocurrió en el último momento. Cuando le preguntaron por qué había asesinado a su abuela, Kemper dijo que tenía la pistola en la mano y pensó algo que se parece bastante a lo que yo mismo estuve pensando cuando era un niño: “Me pregunté: ¿qué ocurriría si matase a mi abuela?”
No sé. Quizá estoy interpretando los comentarios de Kemper a la luz de mi propia experiencia, pero me parece que los suyos indican una especie de impulso similar: si traspasamos el inexplicable tabú del asesinato, algo que se sale del guión de cualquiera, entonces, de alguna forma trascenderemos el implacablemente ordenado continuo del tiempo y la realidad. Haremos algo que no estaba predestinado a suceder. Por supuesto, al igual que ocurre con la idea de Alan Se Muda a Hollywood (Alan Goes to Hollywood)... -hey, ya que estamos, qué buen nombre para un grupo...- por supuesto, eso indicaría que no existe el Libre Albedrío. Porque por el contrario no seríamos capaces de escapar de algo que ya estaba predestinado, simplemente descubriríamos que en nuestro destino estaba escrito el inútil asesinato de nuestras madres, o una igualmente inútil visita a Hollywood, y que esas cosas siempre han ocurrido. De todas formas no puedo dejar de preguntarme si en alguna ocasión alguna variante de esta perversa necesidad de escapar de la identidad, del tiempo y de la realidad no podría haber estimulado a alguno de los asesinos más dementes. No es más que una inofensiva especulación. Puedes hacer con ella lo que quieras.
Dave Sim

Sí. No me resulta difícil imaginar la claustrofóbica y repentina comprensión de conocer que estamos atrapados dentro de un guión, fuente de todo tipo de travesuras. Las de Hitler, por ejemplo, o de todas esas personas que encajan en ese perfil de personalidad a las que queramos extrapolar la siguiente ecuación: superar un tabú mediante la utilización de otro tabú aún más grande = escape aún más grande. Supongo que una de las mayores satisfacciones que he tenido mientras continuaba haciendo una sola historia durante 26 años ha sido esa sensación de sumisión inevitable a la que parece obliganos el determinismo. Los trescientos números de la serie existen, siempre han existido y siempre existirán con una forma concreta. La historia siempre acabará de la misma manera. Eso la convierte en una especie de línea vital personal mucho más sencilla de soportar que si me hubiese dado por pensar: “me quedan 82 números y quince páginas y pico para acabar la historia ¿qué pasa si en algún momento cometo un error?” De alguna forma, saber que la historia ya estaba terminada me resultaba mucho más tranquilizador.

Si retomamos tu ejemplo del ciempiés (que me parece maravilloso), nos deberíamos fijar en el papel que tiene el libre albedrío en él, ya que mientras que sí que creo que resulta posible cartografiar la situación geográfica del ciempiés (empezando por su nacimiento y terminando con su muerte), creo que el ciempiés también debe ser consciente de ello. Eso (y quizá esté hablando de lo que no conozco) parece indicar que realmente el Gran Partido al que estamos jugando nos puede resultar una noción rayana en lo inconcebible, dado que los cerca de infinitos Grandes Partidos que pueden existir estarán coexistiendo en... necesitaría algún término especial para describirlo… ¿quizá un número infinito de conocimientos posibles existentes? Es decir, de acuerdo, no apuñalaste a tu madre con un cuchillo (buen chico), pero saber que ese acto resultaba posible te hizo pasar de un estado en el que nunca se te hubiese ocurrido dicha posibilidad hasta otro en el que sí que se te había ocurrido. Recuerdo el Sermón en la Montaña promulgado por Jesús donde decía: “No cometáis adulterio”, y además nos presentaba otra revelación: tampoco era bueno codiciar a una mujer, porque es como si se hubiese cometido el mismo pecado de adulterio. Él (creo que él es “él” o “Él”) se queda corto al enumerar las transgresiones equivalentes que podrían existir, pero parece que en realidad estaba apuntando en otra dirección... algo que podría ocurrir en otros casos... y sobre todo parece hablar de la necesidad que tenemos de asumir una auto-disciplina frente a lo que él apuntaba como actos que parecían haber sido aceptados con toda naturalidad.
Todo esto también creo que está vinculado con la visión que tenía Norman Mailer (relativamente al principio de su carrera) sobre la posibilidad de que la naturaleza de Dios fuese la de un Ser Combativo. Las consecuencias no estaban demasiado claras. Dios combatía contra el Diablo en un sentido cosmogónico, ya que “Él” combate contra el Diablo a través de cada uno de nosotros. Por lo que tenemos la posibilidad de elegir cumplir Su Plan, pero cada decisión consciente y cada acto que llevamos a cabo o bien pueden drenar parte de Su Esencia o bien contribuir al éxito de Su Plan. Si le añades otros planos de “situaciones figuradas” en los que cada decisión y cada acto que nos hayamos imaginado también podrían drenar un poco Su Esencia o contribuir a Su Plan (un plano en el que tú asesinaste a tu madre, ya que lo has descrito de forma tan vívida), podemos darnos cuenta de que el Libre Albedrío está por todos lados.

Por otra parte, la fallecida Diana Trilling comentó que cuando la conversación con Mailer se empezaba a “enrarecer” (creo que ese es el término que utilizaba...) solía preguntarle si le gustaba el chop suey (o un equivalente para que pusiera de nuevo los pies en la Tierra). Creo que podríamos perdonar al hostigado lector de Cerebus si ahora mismo se estuviese preguntando: “¿Dónde está Diana Trilling cuando se la necesita?”.

Si presuponemos la existencia de un ser omnisciente, o cercano a la omnisciencia, omnipotente o cercano a lo omnipotente, ¿podemos creernos que dicho Ser podría ser incapaz de detener el desarrollo predeterminado del Gran Partido, ya que este parece ser inevitable? Claramente, Stephen Hawking trabaja a partir de un modelo en el que no da por supuesta la existencia de un ser que sea capaz de afectar el desenlace del Gran Partido. También creo que sería imposible que lo hiciese un científico. Puede que ese sea el mensaje que la ciencia está pasando por alto. Quizá el Plan Divino está destinado a ser una flor que comienza como un capullo y que al final termina germinando. Si Él no existe se debe a que nosotros somos un número concreto de ciempiés que nos encontramos remontando un escarpado trozo de tierra antes de volver al polvo, así que el Gran Partido sólo era eso, tan sólo eso, y puede que nunca haya sido más que eso.

Creo que en su mayor parte tan sólo depende de si ya estábamos por aquí antes de que se empezara a celebrar ese Gran Partido Aumentado o de si hemos surgido después. El hecho de que (tal y como lo entiendo) estemos mirando por una estrecha ventana ubicada en la Tierra (hablo de forma cosmológica), desde donde el sol y la luna parecen tener el mismo tamaño, podría tener algo que ver con todo esto. Es como un signo de nuestro “crecimiento infinito” que se encuentra cercano a nuestro estado final de crisálida que comienza a avanzar hacia otra etapa cinética.

Esa auto-disciplina individual no sólo resulta útil para poder resistirnos cuando nos veamos tentados a realizar actos de “mala fe”, sino también para resistir contra el impulso de “salirnos del túnel” (tan sólo en el contexto de lo especulativo), o ser la causa de que la Gran Flor florezca justo en el instante en el que llegamos al culmen del Gran Inflamiento (en el que presumiblemente obtendremos una especie de estado de ingravidez psíquica antes de que el peso de la gravedad psíquica nos vuelva a poner en nuestro sitio.)
En ese escenario, Stephen Hawking se convertiría en el Fantasma de las Navidades Futuras de la Humanidad, puntuando nuestro infeliz y posiblemente (o no) inevitable destino. También se convertiría en alguien “importante para el hombre” por culpa de su locura, ya que sus teorías solo tienen en cuenta la idea de un Universo fabricado de materia y energía. Su debilidad física es como una manifestación, una Señal física de que él está Por Encima del resto. “Físico, cúrate a ti mismo”. Creo que esa presunción (todo esto es como un gran juego, así que hagamos gala de nuestra felicidad de ciempiés allá donde nos encontremos), puede ser todo un inevitable “escollo” en el camino del arrogante humanismo científico de finales del S. XX, ese del estilo de "ahora ya lo sabemos todo” y "si no somos capaces de duplicar la evidencia en un laboratorio, entonces no habrá evidencia de lo corruptos que hemos llegado a ser" (colectivamente hablando). Sería como carecer de la voluntad y la auto-disciplina suficientes con las que poder limpiar nuestra “esfera desde la que contemplamos los actos de mala fe” individual, por lo que no podríamos limpiar nuestra “esfera de actos de mala fe” individual, para seguidamente poder limpiar nuestra “esfera de actos de mala fe” colectiva (nombro la falta de voluntad y auto-disciplina del humanismo intentando referirme a su creencia principal de que nada existe excepto la materia y la energía como fuente primaria de sustento.)

Hablando de enrarecer las cosas. Creo que necesito tomar aliento.

¿Crees que la conciencia (la conciencia individual) puede aprovecharse de forma efectiva? ¿Crees que es capaz de afectar a las cosas a esa escala, partiendo de las experiencias que tú mismo has experimentado (preguntó él cojeando en dirección al armario de las medicinas para coger un par de calmantes)?

Una reflexión inducida por el calmante más tarde: supongo que cualquier especulación que se pueda encontrar entre las líneas escritas anteriormente podría girar alrededor de cómo concebimos cada uno la idea de Dios, si creemos que está dentro o fuera del Gran Partido. Yo suelo pensar que está “fuera” del mismo (aunque tampoco soy capaz de asegurar que ninguna de tus construcciones especulativas pueda encontrarse “fuera”). Me parece que algo que se cimenta en ambas dicotomías, realidades absolutas situadas cada una en un polo opuesto (a las que tú has hecho alusión), podría inclinar el marcador de la Batalla que Dios está llevando a cabo (según Norman Mailer) hacia el “triunfo” del Diablo, ya que para parecer ser que para ti los dos tienen la misma importancia... o por lo menos supongo que crees que ninguno tiene más importancia que el otro.
Alan Moore

Bueno, en primer lugar la idea de pecado siempre me ha parecido un poco dudosa, así que ni siquiera contemplo la idea de que el pecado lleve añadido algún valor negativo. Si el Espacio-Tiempo es un elemento sólido que coexiste con el pasado, presente y futuro ya escritos, entonces, como ya he sugerido antes, también es muy posible que esté completamente alejado de la idea tradicional de Libre Albedrío (Free Will. ¿No era ese el título de una película sobre una ballena?) Y si no existe algo como el Libre Albedrío, entonces, por más que lo intente no soy capaz de ver cómo podrían existir el pecado, la maldad, o el Lado Oscuro de la Fuerza. Siempre he sospechado que la única razón por la que los teólogos cristianos han mantenido la idea de Libre Albedrío durante tanto tiempo ha sido porque el concepto de Pecado muy bien podría haberse hecho pedazos sin el mismo.

Por supuesto, si los consideramos desde el punto de vista no moral, estos Grandes Partidos co-existentes de Espacio-Tiempo pueden tener algunas otras propiedades muy interesantes. Por ejemplo, si es cierto que no existe el tiempo lineal tal y como nosotros lo entendemos, entonces podríamos interpretar los sucesos que conforman el vasto hiper-sólido de la existencia
 con igual validez, tanto desde el principio hasta el final como desde el final hasta el principio. Por ejemplo, los físicos sencillamente podrían estar trabajando según se van formulando preguntas. Dada la orientación de nuestras percepciones, solemos interpretar el Universo como si siguiese la dirección presentada por una flecha temporal, y además seguimos creyendo que esa flecha se encuentra apuntando en una sola dirección. Sin embargo, esa interpretación del Universo no es mucho más “real” que su opuesta. Las ecuaciones de Hawking sobre los peculiares acontecimientos que ocurren en una línea horizontal se convierten en el exacto reverso temporal de las ecuaciones formuladas acerca de lo que ocurrió durante el Big Bang. Si viajamos hacia atrás en esa línea temporal, el Big Bang equivaldría al Big Crunch. ¡Guau! Me parece una idea escalofriante.

Incluso creo que todos estos sucesos podrían ser más raros si formuláramos su premisa desde un nivel moral en vez de uno cosmológico: nuestras vidas sólo serían “reales” si observásemos la película marcha atrás. Si interpretásemos el mundo de esa forma, nuestros cuerpos inertes serían desenterrados de la fosa donde están yaciendo para ser mágicamente re-ensamblados, sacados del infierno del horno crematorio. Después de un breve período de tiempo, el cerebro y el corazón empezarían a funcionar de forma milagrosa y naceríamos como ancianos. Quizá nos reuniésemos con nuestro cónyuge en el juzgado en el que nos habíamos divorciado... la relación conyugal sería muy mala al principio pero luego mejoraría con el paso de los años, hasta que un día de nuestra juventud (o cuando fuese que hubiese ocurrido) disfrutaríamos de una noche absolutamente mágica, y después no volveríamos a ver a nuestra pareja nunca más. Diariamente extraeríamos calor y energía del aire con nuestras acciones en reverso. Emplearíamos esa energía en la materia fecal que ingeriríamos a través de uno de los dos sistemas bucales simétricos en tiempo invertido que ponen fin a nuestro tubo digestivo. Regurgitaríamos una saludable cantidad de comida diaria. Nuestros dientes esculpirían de nuevo la pulpa en forma de, por ejemplo, media patata. Nuestra cubertería atacaría la otra mitad. Durante un tiempo, se quedaría pegada a un recipiente de agua sin hervir, y expulsaría el calor y la flaccidez de la patata, luego, de nuevo se recubriría de piel. Cuando tuvieses la bolsa llena, volverías al super-mercado y te darían algo de dinero por tu comida. (El dinero podría ser útil cuando hubiese que pagar al distribuidor, que también necesitaría pagar al comerciante al por menor, así que el comerciante te devolvería un montón de copias de Cerebus para que las pudieses desmontar.) La tienda devolvería las patatas al granjero (rebajadas, obviamente), y el granjero las sepultaría, con lo que se dividirían en componentes químicos, transformándose en clorofila y luego en fotones que flotarían como rayos de sol y serían absorbidos en la inmensa fisión/ reacción que es el sol.
Bajo dicha premisa nos internamos en un encantado, y a veces encantador, mundo en el que las leyes morales y sus efectos se convierten en elementos extrañamente alterados. Los asesinos en serie se convierten en comadronas. Los ladrones en benefactores. Los artistas en escritores que succionan cuadros y obras de la mente de sus lectores, quizá convirtiéndolos en las percepciones, experiencias y sucesos de su infancia, que aún se encuentra por delante de ellos. La imagen de una rosa en nuestra mente se desbordará por nuestros canales neuronales hasta la retina, donde será codificada en fotones. La luz se derramará desde nuestros ojos hasta que tengamos la visión de una flor, del cosmos. Los tiranos se convertirán en libertadores y viceversa. El pecado es un camino de sentido único que realmente no parece que se sostenga bajo este punto de vista palindrómico del Mundo.

En cuanto a si Dios está dentro o fuera del Sistema, quizá debería dejar claras algunas de las nociones Cabalísticas que he ido dejando caer: si soy capaz de entender correctamente ese Sistema, entonces Dios no podría estar ni en el interior ni en el exterior del Sistema, ya que Dios es el propio Sistema. La Cabeza Divina de los Sephiroth, Kether, es percibida como entidad en el mismo momento de su creación a partir de la nada, y normalmente está simbolizada como un punto dentro de un círculo. Esa energía luego pasa a través de diferentes estados de modificación, que serán las muchas esferas que constituyen la estructura del árbol. Después de haber entrado en el estado de Kether como aspecto único de puro ser, el siguiente paso será un estado referencial capaz de expresar lo externo, Chokmah, el segundo Sephiroth. Dicho estado tiene añadida la posibilidad de pasar a ser la forma definitiva de Binah, que se alimenta de Chesed. Luego es purgado de elementos indignos por Geburah, y así sucesivamente hasta llegar a la parte “inferior” del Árbol, donde finalmente se manifiesta bajo la forma física de Malkuth, la esfera del universo físico.

Toda la energía es Dios. Dios es la existencia. Cuando los Dioses son destinados a la estructura del Arbol de la Vida, acostumbramos a meterlos en el cajón de archivador en el que se suponga que es más apropiado que deben estar: Apollo en Tiphareth, Thoth y Hermes en Hod, Venus y Nike en Netzach y así sucesivamente. Normalmente el dios asociado con Kether es Un Dios Todopoderoso, el Creador de la Biblia y del Corán. Sin embargo, Aleister Crowley hizo la valiosa sugerencia de que Pan podría representar a Kether mejor que ninguno de los demás: si lo recuerdas, Pan es la palabra griega que significa “Todo”. Dios es Todo. El Universo Físico, incluyendo nuestros cuerpos, es el cuerpo físico de Dios. Todos los sentimientos son los sentimientos de Dios. Todos los egos son los de Dios. El único juego que puede ser jugado entre Dios y el Diablo, con Norman Mailer mirando desde uno de los lados, es el del solitario. Y ese, tal y como los Carpenters comentaron sabiamente, es el único juego al que podemos jugar en esta ciudad.

¿Pueden los pensamientos o andanzas de una sola persona afectar el continuo? Bueno, sí, aunque creo que actualmente la situación es todavía peor. Los pensamientos, andanzas y los diminutos movimientos de la antena de una hormiga son capaces de afectar a todo el continuo. El continuo es un monstruoso tapiz fractal de sucesos en el que todo se encuentra íntimamente conectado, y definitivamente todo forma parte del ensamblaje de un único organismo (ver más arriba). Dios/ Existencia es, de alguna forma, un ejemplo de composición operística.
Al hablar de hormigas y estados de conciencia me acuerdo de “Ant Fugue” de M. C. Escher, una brillante pieza de escritura basada en la obra de Douglas R. Hofstadter. Aparece en la excelente antología de ensayos relativos al conocimiento de Hofstadter, “The Mind´s I”, en la que Hofstadter imagina un hormiguero como un modelo de conciencia alterada: las propias hormigas son robots químicos sin nada a lo que podamos llamar conciencia, tan sólo responden a la llamada de las feromonas. Este nivel ínfimo de la conciencia del hormiguero dispone de un nivel más sofisticado de llamada feromónica que va reglamentando y guiando a las hormigas. Esa conciencia no existe en la mente de ninguna de las hormigas, pero de alguna forma sí que se forma mediante la compleja interacción que llevan a cabo entre todas. Por encima del nivel de la señal de la conciencia existe otro de conciencia simbólica que guía y realiza el papel de mediador con la señal inferior. Podría decirse que dicho nivel, el insondable nivel simbólico de la conciencia del hormiguero, es la conciencia viviente del mismo, y se le podría considerar como una entidad individual.

Los actores de la historia de Hofstadter (si recuerdo bien, Aquiles, una tortuga y un oso hormiguero) admiten que no son capaces de imaginar lo que podría llegar a experimentar la conciencia de un hormiguero a un nivel simbólico. Se le puede comparar con la experiencia de escuchar una partitura: si te concentras en los instrumentos de forma individual, no serás consciente del elaborado patrón de toda la composición. Si escuchas toda la composición, te pierdes las voces individuales de las que se compone. Si sustituimos en el relato “Dios / Existencia” por “hormiguero”, entonces la idea central seguirá siendo cierta. La conciencia de Dios es todo el conjunto de la composición. En la mayoría de ocasiones tan sólo podemos escuchar nuestra propia voz.

Algunas veces nuestra conciencia puede expandirse hasta el punto de que podemos percibir más partes de la estructura completa de la composición. El peligro de hacerlo es que nos arriesgamos a perder nuestra propia voz individual. En términos cabalísticos se podría decir que aquellos que alcanzan el nivel de Kether son capaces de experimentar toda la composición. Expresado con otros términos parecidos: muy pocos cabalistas en su sano juicio pueden aspirar al nivel de Kether sin haber llevado a cabo una preparación intensa y seria, ya que el riesgo principal que corren es el de ser aniquilados, absorbidos por ese vacío hacia el interior del patrón completo de la composición, sin posibilidad alguna de volver a emerger. De esta forma, la voz individual se termina perdiendo.

Algunas últimas palabras sobre el libre albedrío: me parece que la sofocante claustrofobia provocada por el punto de vista determinista se puede aliviar de forma considerable gracias al hecho de que incluso si todos los eventos ocurriesen en una hora ya prefijada y en un orden prefijado, seguiríamos teniendo una libertad considerable a la hora de percibirlos, interpretarlos y descifrarlos. El divino fantasma de la conciencia, que en parte otorga sentido a esta idea, puede ir hacia atrás y hacia delante sin obstáculos que se le interpongan, recorriendo la retorcida bola de ciempiés que es nuestro mundo humano, siendo también capaz de representar el paisaje que más le apetezca de todos los que ha ido presenciando durante sus viajes.
Estoy seguro de que te sorprenderá, pero me gustaría volver 
sobre From Hell por un momento. Hay todo un puñado de sucesos enlazados con los asesinatos que tuvieron lugar en Whitechapel que ocurrieron de verdad en nuestro mundo humano. Esos eventos son fijos e inmutables, no pueden cambiarse mucho más de lo que podrían cambiarse los textos de la Biblia. Además, estos eventos pueden ser interpretados de varias formas casi infinitas. Leonard Matters lo hizo de una forma: un doctor enloquecido por la pérdida de su hijo (muerto por la sífilis), procedió a vengarse matando prostitutas. Tom Cullen lo interpretó de otra: Montague Druitt enloqueció sexualmente y asesinó a cinco mujeres antes de arrojarse al Támesis. Michael Harrison hizo que el sifilítico Duque de Clarence fuese el personaje principal. Stephen Knight cambió al Príncipe Eduardo por su Doctor, William Gull. Harlan Ellison escribió “El Merodeador en la Ciudad al Borde del Mundo”. Yo lo interpreté mezclándolo todo con un montón de nociones psicogeográficas, míticas e históricas y el resultado final se convirtió en From Hell. Cuando cada suceso tiene tal multitud de facetas... como aquella jornada de James Joyce en Dublin... entonces nuestro “encarcelamiento” dentro de la camisa de fuerza del Universo predeterminado de repente comienza a parecerse más a un viaje a Disneylandia. O a cualquier otro lugar igualmente agradable.

(Continuará)

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