martes, 23 de octubre de 2012

TROTAMUNDEO PARA AGORAFÓBICOS, POR ALAN MOORE

Artículo de Alan Moore para Knockabout nº 9 (1985). Reeditado en Bacchus nº 56 (2000). Ilustraciones de Eddie Campbell. Traducido por Frog2000.

Si estás leyendo este artículo en un entorno oscuro y con aroma a madera que parece estar repleto de horquillas, gomas coloreadas y bolígrafos vacíos con una mujer en su interior cuyo biquini se desvanece cuando le das la vuelta, entonces te puedo asegurar que (a) te has metido en el cajón superior derecho de una cómoda, y (b) eres agorafóbico.

La agorafobia, el miedo a los espacios abiertos, es un desorden psiquiátrico leve comparado con el resto, y en su mayor parte no causa molestia alguna a quien lo sufre, excepto en aquellos ejemplos azarosos e impredecibles en los que alguien abre inadavertidamente el cajón del aparador antes mencionado o cuando empieza a asomar por la parte superior de la cesta de la ropa u ocurre alguna otra cosa de naturaleza similar, en cuyo caso es posible que el sujeto empiece a sollozar, evacúe sus intestinos y se muerda con fruición sus propios pulgares. Como ocurre tan a menudo con las discapacidades físicas o mentales, la sociedad en general parece no ponerse de acuerdo en la forma de reaccionar ante estos problemas únicos que padecen algunos individuos poco afortunados. No sólo sufren el problema de que tienen que murmurar disculpas apresuradas y cerrar rápidamente la puerta después de descubrir que su madre se ha metido en la secadora, sino que el asunto, bastante real y de extensas consecuencias, llega mucho más allá.

Como país deberíamos preguntarnos qué es lo que podemos hacer por los agorafóbicos que viven entre nosotros. ¿Cómo se podría eliminar su sufrimiento? ¿Cómo ayudarles para que se vean a sí mismos como miembros útiles de la sociedad en lugar de como molestias que se interponen en el camino del trabajador que acude a comprobar el gasto en el contador del armarito situado debajo de las escaleras? A continuación ofrezco unas cuántas sugerencias bastante útiles.
Para empezar, los eufemismos insultantes y condescendientes como “el caso ese del armario” o la palabra “encierro” deberían eliminarse inmediatamente de las conversaciones habituales. Lo mismo ocurre con “obsesionado con la conejera”, “okupa de la cisterna”, “residente del frigorífico” y los restantes términos insensibles y abusivos que se suelen utilizar popularmente en la actualidad. Sé tan bien como cualquiera que mientras se esté disfrutando de una alegre convivencia y se suela bromear con los compañeros de trabajo, será demasiado fácil olvidarse de lo políticamente correcto y no expresar cosas como “Mi tío Ron está verdaderamente Obsesionado con las Cajas de Cerillas”, especialmente cuando algún otro también pueda estar utilizando el mismo tipo de lenguaje. Sin embargo, será mejor entender cuanto antes que refrenarnos no es suficiente, así que deberíamos definitivamente proceder de una forma más taxativa. Quizá “Mi tío Ron es una persona a la que le gusta la vivienda reducida” suene de una forma mucho menos ofensiva.
En segundo lugar, a medida que avanzamos en nuestros asuntos diarios todos podemos ser capaces de esforzarnos un poco y tomar sencillas precauciones para no molestar accidentalmente o provocar ansiedad alguna mediante unos momentos tan desafortunados y desconsiderados. Por ejemplo, la próxima vez que intentes alcanzar la caja de galletas con la intención de proporcionar un acompañamiento a tu taza nocturna de Ovaltine, párate un minuto y piénsalo mejor. Antes de quitar la tapa quizá sea mejor que levantes la lata con mucho cuidado para ver si el peso y el bulto de los lados te sugiere que puede contener las últimas cuatro cremas vagabundas que quedaban en su interior o en realidad, en su interior se encuentra encerrado tu dolorosamente introvertido hermano mayor que nunca ha sido el mismo desde que accidentalmente fue abandonado en el tejado del World Trade Center al cumplir los quince años. Golpea fuertemente el maletero del coche antes de intentar abrirlo. Piénsalo dos veces antes de cortar sin cautela esas pieles de patata para dejar que caigan en la papelera. A base de estos pequeños, y en comparación, triviales pero considerados actos, podrás fácilmente aliviar las molestias de los ciudadanos gravemente confinados a lo largo y ancho de este país.

En tercer lugar, y bajo mi punto de vista creo que el más importante a considerar, los agorafóbicos deberían disfrutar de unas largas y agradables vacaciones. ¿Qué puede ser mejor para el muchacho o muchacha de limitado “lebensraum” [espacio vital] que una excursión despreocupada alrededor de un mundo soleado y brillante? Por supuesto, ese tipo de excursión les puede suponer serias dificultades, pero si se aplica un poco el ingenio, ni siquiera el más ardiente defensor de la comunidad abreviada podrá alegar alguna objeción para convertirse en un auténtico cosmopolita. Mi intención con los siguientes consejos es intentar delinear unas cuantas sencillas instrucciones paso a paso que les faciliten unas vacaciones perfectamente viables.
1-Anunciando Las Vacaciones

Al enfrentarse a la perspectiva de un crucero por el mundo, casi cualquiera que sufre agorafobia se puede poner a gritar hasta echar abajo el armario donde se encuentra, por lo que en todo caso será mejor no decirle nada sobre sus vacaciones hasta el último minuto. Si su anuncio resulta inevitable, se debe intentar suavizarlo de la mejor forma posible, evitando frases como "lo que necesitas es salir y moverte más a menudo por el exterior" o "¿qué te parece respirar un poco de aire fresco y revitalizante?”, porque podrías causarle bastante estrés. En su lugar intenta echar un vistazo a las necesidades del agorafóbico arrojando una luz más positiva sobre el asunto. Empieza la conversación con frases parecidas a la de “he oído decir que en Italia hay algunas agradables cabinas para ducharse”. Creo que los resultados te pueden sorprender gratamente.
2-Gestiones Para El Viaje

Cuando se empiezan a realizar todas las gestiones para que los agorafóbicos disfruten de su viaje, en realidad solo hay que tomar en consideración un par de cuestiones alternativas claramente definidas. La primera, quizá la menos dificultosa y la que consume menos tiempo, consiste sencillamente en llamar a la embajada Nigeriana e informar de que tienes a un disidente expatriado en tu país con opiniones bastante críticas sobre su gobierno actual que actualmente tiene su residencia en la guantera de tu Renault. En menos tiempo de lo que lleva decir “cuchillada”, los representantes de la embajada llamarán a tu puerta portando una jeringuilla repleta de drogas inusuales, lista para ser bombeada en el brazo del incauto viajero antes de que comience su viaje, una innovadora forma de evitar la incomodidad del vuelo que las aerolíneas más progresistas del mundo han sido sorprendentemente reacias a insertar en sus programas. Para continuar, el turista hibernado puede ser introducido en el interior de una caja de embalaje etiquetada como valija diplomática y transportado alrededor del mundo, quizá la mejor forma de viajar para cualquier refugiado de caja de zapatos convencido. La única desventaja puede ser que utilizando esta forma de transporte el viajero quizá no llegue a su país de destino. Lo más seguro es que el tranquilo turista sea torturado, forzado a renunciar a todas las afiliaciones políticas que ha abrazado previamente y condenado a encarar un pelotón de fusilamiento. Es el motivo por el que muchos trotamundos expertos prefieran escoger la segunda opción mencionada un poco más abajo, mediante la cuál se puede completar la circunnavegación del globo sin tener la necesidad de poner un pie más allá de la puerta de casa. En nuestra siguiente sección trataremos primorosamente este método.
3-Pretender Que Estás En Torremolinos Cuando, De Hecho, En Realidad Estás En El Armario Donde Se Suele Orear La Ropa

No es tan difícil como parece. Recuerda, el destinatario de tu generosidad puede que casi esté patéticamente ansioso por evitar cualquier oportunidad de vislumbrar un objeto que se encuentre más allá de cuatro metros de donde está en ese mismo momento, por lo que es posible que acepte con gratitud la sugerencia de que un viaje es mucho más confortable y divertido si tiene que llevar una bolsa de plástico de Sainsbury en la cabeza durante la duración del mismo. En cuanto sean incapaces de utilizar su visión, la decepción que puede acarrear el viaje simulado será bastante menor.

Primero tienes que convencerlos de que van a ser embutidos en un taxi y transportados al aeropuerto. Para hacerlo, siéntalos en una silla pobremente tapizada y enciende la emisora “Radio One” tan alta como puedas para evitar que noten la ausencia del ruido del motor. Si recalcan el hecho de que no se sienten como si estuviesen en movimiento, háblales elogiosamente de la suspensión del coche con un ronco e irreconocible acento cockney hasta que dejen de hablar sobre el tema. Para añadir más verosimilitud a la experiencia, deberías saber que ayuda mucho gritar: “por el amor de dios, sal del carril lento o pisa el acelerador, bastardo negro de las narices” en cuidadosos intervalos espaciados a lo largo de toda la duración del “viaje”.

Después de aproximadamente una hora y media, infórmales de que acaban de llegar al aeropuerto y pídeles ochenta y ocho libras. Mientras rebuscan en su monedero, encajona su cabeza dentro de una papelera forrada de papel albal elegida por su resonancia y adoptando un “falsetto” femenino vagamente inteligible, anuncia que su vuelo está a punto de salir en cinco minutos. De forma casi invariable, emitirán un quejido ansioso debajo de su bolsa, lanzarán un puñado de diez libras al imaginario taxista, y luego, dándose la vuelta, corretearán a toda velocidad contra la pared del salón hasta chocar contra ella, quedando inconscientes en el suelo. Antes de que vuelvan en sí, siéntalos en un sillón situado frente a la pared a menos de un metro de distancia, con sus rodillas necesariamente flexionadas bajo su barbilla en posición incómoda, postura en la que permanecerán las siguientes ocho horas. Cuando recuperen la consciencia, comentáles que apaguen sus cigarrillos e infórmales de que si miran hacia el pasillo central, la azafata les mostrará cómo se tiene que usar el salvavidas para evitar cualquier eventualidad que haga que el avión aterrice forzosamente sobre el mar. Que sean incapaces de observar dicha demostración posiblemente vital de precauciones básicas de seguridad generará una genuina sensación de malestar indistinguible de la que suelen experimentar los pasajeros de un vuelo regular mientras se encuentran a bordo. Anuncia la película que se va a poder ver durante el vuelo (comprobando la programación en la radio o en el “TV Times” ) y luego enciende el televisor. Si te aburres durante las siguientes siete horas, ¿por qué no anunciar alguna “turbulencia aérea” mientras agarras intermitentemente las orejas del sillón del pasajero desde la parte de atrás y lo empiezas a agitar violentamente de un lado al otro? Para cualquier otra eventualidad idea “tu propia forma de hacer las cosas” y la parte más difícil habrá terminado. Todo lo que nos queda es la tarea de proveer una creíble aproximación a los países que tu nervioso personaje de alta sociedad va a empezar a visitar.
4-Finlandia En Tu Baño

Este destino es uno de los más fáciles. Se puede emular casi con cualquier cosa, por la sencilla razón de que nadie ha estado en Finlandia antes ni tiene la menor idea de qué aspecto puede tener, especialmente nadie que viva dentro de un saco. Para sugerir el clima amargo y Ártico necesitaremos un ventilador eléctrico, a menos que seas uno de esos lo suficientemente afortunados como para disponer de aseo exterior, en cuyo caso tan sólo tendrás que dejar la puerta abierta. El ruido del tanque rellenándose puede pasar por las olas rompiendo suavemente en un cercano fiordo, incluso aunque en realidad en Finlandia no haya fiordos. Ciertamente, nadie que se haya pasado toda su infancia dentro de una lata de té va a poder contradecir a un oriundo de la zona. Si le dices que hay fiordos en Finlandia, está casi garantizado que no te lo va a discutir. Si sigue inclinándose por discutir la idea, arroja un ladrillo en la taza del inodoro que provoque un fuerte chapoteo y comenta bien alto: “Oh, oh, ¡Ahí va otro misil de crucero ruso! Han hecho un buen trabajo haciendo que aterrice en ese fiordo de allí.”

5-Japón En Tu Despensa.

Como Japón es una de las naciones más seriamente abarrotadas y angostas de todo el planeta, el mejor lugar (sin discusión) para reconstruir tu propia "Tierra del Sol Naciente" puede ser la despensa doméstica ordinaria. Simplemente mete a través de la ventana de la despensa una cañería de desagüe para favorecer la atmósfera adecuada y luego pasa al revés a 78 rpm una cinta grabada con voces de gente charlando. Si tu “turista” abre la boca para preguntar algo torpe o embarazoso sobre el país o sus tradiciones, aprieta fuertemente un pedazo de pescado crudo contra su cuerpo y bruscamente coméntale que examine qué le parece la producción de un famoso productor de microchips nipón. Te aseguro que excepto para los dedos más exigentes, un puñado de “Shreddies” [cereales] presentados en una bandeja para hornear podrían pasar por un artístico circuito en miniatura para cualquiera.
6-Suecia En Tu Cocina

Sitúa a tu ahora-completamente-hastiado explorador en el arcón congelador, rellena el sumidero del mismo con pudin de leche y luego intenta desatascar vigorosamente al turista utilizando una ventosa de fontanero convencional mientras le preguntas qué opina sobre los espectáculos de sexo en directo. La temperatura por debajo de cero del congelador debería prevenir adecuadamente que alcance determinado punto de excitación, ese mediante el cuál, la situación se puede convertir en algo dificultoso o incluso inmanejable, aunque en los casos más extremos deberías utilizar tu propio juicio.

7-Sudamérica En Tu Invernadero

Espero que el título lo explique perfectamente. Todo lo que necesitas es un generador eléctrico pequeño, un rollo de cable de cobre y un par de pinzas de cocodrilo y la ilusión será completa.
Obviamente no tiene mucho sentido que siga describiendo la variedad de delicias como Botswanaland En Tu Callejón o La República De China En Tu Dormitorio De Invitados. Por ahora, cualquiera interesado en proporcionar este desinteresado servicio para algún inquilino inhibido, las técnicas básicas deberían haber quedado claras, independientemente de la habitación a utilizar de la que sea partidario. Con tan sólo un poquito de imaginación, estoy seguro de que se te irán ocurriendo un montón de adornos y embellecimientos de tu propia autoría. Por ejemplo, ¿qué hay de la inserción de varias letales y singulares enfermedades que se pueden adquirir en los trópicos? ¿O un improvisado registro exhaustivo cuando el turista se encuentre intentando regresar a sus “Costumbres Británicas” habituales? Las posibilidades son infinitas.

Es cierto que al final del día puede que únicamente contemples un cálido resplandor de satisfacción caritativa y todo el dinero que hayas logrado extorsionar durante tu suplantación de varios hoteles continentales sin escrúpulos, pero piensa lo beneficioso de tus métodos para la pobre criatura ignorante a la que has intentado ayudar con tus acciones. Incluso aunque él o ella no quiera salir del paragüero nunca más, por lo menos tendrán una comprensión mucho más completa de qué es lo que los llevó a meterse allí en primer lugar. Recuerda... los agorafóbicos forman parte de esta sociedad como cualquier otro. Tienen un estilo de vida válido que no debería ser considerado como una enfermedad o algo de lo que avergonzarse. Si todos trabajamos juntos e intentamos comprender un poco mejor su situación, quizá podamos ayudarles a admitir quiénes son, y una vez liberados de la vergüenza podrán volver a meterse en su armario sin miedo al ridículo o a los reproches. 

Gracias por intentar escucharme.

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