viernes, 4 de julio de 2008

SUPER-HOMBRE, 70 AÑOS

Mi Superman favorito es aquel ente alienígena aparentemente supremo que ha sido doblegado por la férrea voluntad de uno de los presidentes más siniestros de la democracia de E.E.U.U., Ronald Reagan, constatando así que incluso los desconocidos seres que pululan por otros planetas manipulando tecnología superior y que se encuentran varias escalas por encima de los simples humanos, no tienen ni media hostia cuando hacen frente a una de las caras más duras del fascismo (¿y entonces qué podemos hacer nosotros, pobres guerreros de sofá?).

Mientras este Superman teledirigido que se paseó por el escenario propuesto en "The Dark Knight" de Frank Miller capta todo mi interés, (relamiéndome ante una futura obra con la gran “S” marcada en el lomo que ya prometió el autor, sin mucha convicción, en alguna de sus entrevistas propagandísticas), muchas de sus otras aventuras me producen un aburrimiento soberano, sobre todo cuando el susodicho es protagonista de su propio tebeo.

Y es que Superman sólo concentra toda mi atención cuando aparece como comparsa de otros personajes del catálogo DC. En diversos tomos (Trinity de Matt Wagner por poner un ejemplo) se puede comprobar que cuando interactúa con mitos como Batman o Wonder Woman es cuando el boy scout se crece y transmuta en icónico super-héroe definitivo y espejo donde se miran el resto de dioses venidos a menos, dejando atrás esa burda apariencia de blanda invención durante una resaca, representativa de una Norteamérica hundida hasta el cogote en plena depresión.

Otro Superman que funciona como un reloj de precisión es aquél que comparte escenario con esos personajes de segunda que inundan todo Universo de ficción que se precie, enriqueciéndolos (como ocurre con el excepcional número 34 de Hitman de Garth Ennis, tebeo que ganó un Eisner en 1998). En muchas ocasiones da la impresión de que toda esta purria de Serie B que apenas se atisba entre bambalinas aspira a superar la perfección del kriptoniano, (sin conseguirlo, claro).

Admito que la mayoría de los cómics de Clark Kent que he leído son aquellos que se publicaron a partir de las destructivas Crisis En Tierras Infinitas de Wolfman y Pérez, pues las pocas aventuras sicodélicas de las colecciones de la Edad Dorada a las que he accedido pecan de simpleza (exceptuando la brillante actualización de esa época que perpetran Morrison y Quitely).

Durante unos instantes me divirtió mucho la cirugía a corazón abierto practicada por John Byrne con el residente en Metrópolis y su "troupe". Y aunque el canadiense se sacó de la manga un producto de interés decreciente en el que no tiene mucho que ver la excelsa primera saga "Man of Steel" con los siguientes actos, su actuación se me antoja tan loable como cualquiera de las que se cocinaban en la época de los ochenta para entretener al respetable, con ejemplos tan lejanos y a la vez tan cercanos entre sí como la serie de películas de John Rambo o los discos de Madonna. Tanta creatividad siempre quedaba dañada por el poco talento a la hora de edificar las historias o quizá debido a los esfuerzos mínimos de un autor endiosado (ah, la pereza), y que sólo deberíamos recordar sin ninguna nostalgia de por medio, tan solo como otro logro más de usar y tirar. En realidad, había muy poca chicha en este Superman, comparándolo con todas las expectativas que el título había levantado.
¿Quién no ha leído con satisfacción las recientemente reeditadas aventuras de Alan Moore con el personaje?. ¿O aquél Cuatro Estaciones edificado a cuatro manos entre Sale y Loeb (quizá el único cómic que merece la pena de esta mediocridad a la que algunos tildan de guionista)?. ¿Quién no ha vomitado con ese engañabobos que se marcó el endiosado Neil Gaiman entre el Super-Hombre y el Linterna Verde?. ¿Por qué nos divierten más los homenajes y plagios más o menos disimulados que atienden a nombres tan pintorescos como Supreme, Majestic, Apollo o los primeros Superlópez y no las cansadas peripecias del personaje original?. ¿Qué tendrá aquella aclamada película de los setenta que marcó a fuego la memoria de toda una generación y que sigue enarbolándose como "film" de super-héroes bien hecho?. Estos y algunos pocos más son los supermanes que ejemplifican perfectamente aquello de “no hay malos personajes sino malos autores”. 

Pero como es imprescindible que la fábrica de adictiva cuatricomía siga contabilizando dólares (mejor en euros), el todopoderoso héroe creado por Jerry Siegel y Joe Shuster, un remedo del gólem (si se ha de hacer caso a la trama urdida por Michael Chabon), seguirá teniendo éxito porque es conocido a nivel mundial.

Y nunca se encuentra tiempo (que es oro) para escoger los autores adecuados y realizar un producto digno, sino sólo a aquellos artífices que no tardan más de tres o cuatro semanas en seguir alimentando el rodillo de la entrega mensual que nunca se detiene, que siempre avanza, obreros capaces de producir las 24 páginas mensuales de rigor para tirar del carro del merchandising, inundando las estanterías de argumentos endebles y ya vistos (también peligroso mal endémico en el resto de series de culebrón heróico), sometiéndonos a lecturas intoxicadas para las que se debe disfrutar de un gran espíritu de sacrificio si se quiere ejercer de fan(ático) mes a mes.

Ahora que existe una posibilidad real de que cambie la situación legal del personaje, su futuro se augura más brillante porque cualquiera podrá narrar las aventuras increíblemente bien realizadas que ya deberían haberse contado sobre un tipo que puede hacerlo (casi) todo. Estoy esperando ansioso el momento que supondrá un Superman para cada forma de pensar, eso sí que hará que parezca que la imaginación del hombre aún puede volar.


copyright de las imágenes de sus respectivos autores (por ahora).

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