martes, 22 de julio de 2008

GAUNTLET, MIS PRIMERAS MASACRES

En 1985 Atari saca al mercado otro de esos juegos que consiguen que quemes horas frente a la pantalla como si fueran minutos.

Datos sin confirmar consideran que fue Ed Logg el diseñador del juego, un geek que ya tenía experiencia programando juegos a la última como Asteroids y Break Out.

El programa tenía varias novedades en su haber frente a los otros títulos que podían encontrarse en el mercado, como la vista de pájaro con la que te movías por el entorno o la posibilidad de jugar con otros tres jugadores, con lo que los gritos con los se animaba a los personajes se tranformaban en una molesta cacofonía que producía migrañas al dueño del bar de turno donde estuviese aparcada la máquina (pues fue el primer sitio donde se pudo jugar al Gauntlet, en los bares) y este se viese obligado a echar a los cuatro mocosos de malas maneras, incluso acertando a dar alguna patada en el trasero de alguno de los infantes.

Como en todas las genialidades que crean algunos humanos el juego tampoco estuvo libre de controversia, pues John Palevich, otro diseñador de video-juegos, denunció a Atari Games por plagio, aludiendo que el concepto era suyo desde que en 1983 escribiese para la Atari 800 la obra de toda una vida, "Dandy" o, como se conoció más tarde, "Dandy Dungeon" y a la que sospechosamente se parecía nuestro Gauntlet, consiguiendo que Logg fuese retirado de los créditos en las diferentes versiones que se comercializaron del juego e incluso que en algunas entrevistas el propio Ed rechazase ser la aguda mente que inventó el concepto.

Quién fuese el verdadero autor no importa tanto como que esta obra maestra se inspirase a conciencia en los juegos de rol de fantasía que estaban tan de moda en la época y especialmente en el famoso Dungeons and Dragons, que provocaba adhesiones inquebrantables entre sus fans.
Pero frente a las complicadas reglas de la creación de Gary Gygax (Q.E.P.D.), el mata-mata de Atari (o Hack and Slash, como dicen los críticos de video-juegos americanos) era tan sencillo que provocaba que pulsar el botón del joystick con temblores furiosos fuese una forma de vida, ocupando el poco tiempo del que se disponía después de las clases no en comer ni dormir sino en recorrer incansablemente el bit mal puesto que hacía de paredes en el juego y que en nuestra febril cabecita se convertía en angostos pasillos, laberintos que ríete tú del retorcido hábitat del Minotauro o en lujosas estancias repletas de oro y comida.

El planteamiento y desarrollo de Gauntlet era tan sencillo que daba asco, pero muy divertido: en las mazmorras de un castillo al uso podrido de monstruos, cuatro guerreros llamados Merlin el mago, Thyra la amazona destructora, el elfo con mala leche Questor y el guerrero Thor (no confundir con el de Marvel), cada uno con una característica personal e intransferible, masacrarán miles de enemigos mientras se abren paso por los intrincados pasillos que conforman los distintos niveles, dejándolo todo perdido de cadáveres. La perspectiva, en la que veremos a los protagonistas y sus enemigos a vista de pájaro, nos indicará por dónde ir tirando para poder recoger los abundante items que encontraremos a nuestro paso y que nos ayudarán a completar unos laberintos cuya dificultad se complicará de forma progresiva.

El juego permitía hasta cuatro jugadores y, si ya era ameno dar palos uno sólo, con cuatro la toxicomanía videojueguil se intensificaba hasta llegar a la histeria.

Cuando los enemigos (de los que había para todos los gustos, desde fantasmas, hasta hechiceros o demonios) tocaban a tu personaje se perdía vida hasta la muerte a menos que se recuperase energía tomando sidra (las botellitas), comida o insertando otra moneda (en el probable caso de que tu plataforma de juego fuera el arcade de bar). Y mientras, a pasar el rato aniquilando a todos los bichejos que te atacasen, sin pausa, mientras el juego te inundaba el cerebro con voces pregrabadas informando de que tu Valkiria estaba a punto de fenecer o de que vigilases lo que se te venía encima.

Pronto, en 1987, saldría la segunda parte con el escueto nombre de Gauntlet II, y muchas otras entregas con mejor aspecto a medida que avanzaba la tecnología del ocio, como Gauntlet the Deeper Dungeons, con 512 niveles donde hacer fosfatina a muchos más enemigos. Como ocurrió con el Supaplex (ya tratado aquí), se centuplicaron las versiones, tanto oficiales (mi favorita es Gauntlet Legends) como los homenajes al estilo de Mageslayer, haciendo que las masacres al calor del fuego casero no acabasen nunca y llegando al paroxismo con esa joya llamado Diablo y sus dos estupendas secuelas.

Puedes bajar el original aquí.

Con un poco de ayuda de esos programas que no gustan a los que quieren controlarlo todo, puedes conseguir todas, absolutamente todas las versiones.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gran juego, sí, y ahora que van a sacar el Diablo 3 cuento los días...

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