ENTREVISTA CON DON MCGREGOR 1 (DE 3). (Mangada en ENJORASWORLD, 2005-2006. Realizada por Richard Arndt. Traducida por Frog2000)
*** El Lector Impaciente rescata Ragamuffins I.
*** Grant Bridge Street rescata Ragamuffins II.
*** Página del autor.
Richard Arndt: ¡Gracias por dejarnos hacer esta entrevista, señor McGregor! ¿Podrías contarnos algo sobre tu infancia y cómo descubriste los cómics?
Don McGregor: Bueno, si te lees “Ragamuffins”, y sé que tú te lo compraste, la primera historia cuenta mucho mejor mi descubrimiento inicial de los cómics que todo lo que yo te pudiese decir. Ahí fue donde me puse a contar las sensaciones que me produjo descubrirlos. Supongo que tendría cerca de cinco años. En esa época debía ir todavía al jardín de infancia. Camino del mismo se encontraba una tienda en la que tenían expuestos los cómics en estanterías. Me enamoré inmediatamente de ellos. Te podrás imaginar que siempre supe que terminaría ganándome la vida guionizando cómics. Desde el principio tuve el impulso de convertirme en narrador de historias, y no puedo recordar una época en la que no estuviese leyendo cómics. Probablemente empezaría con cinco o seis años. No sé si era capaz de leer todas las palabras, pero captaba lo suficiente como para saber lo que estaba pasando en la historia... No me los leía nadie. Creo que mi amor por los cómics fue lo que me obligó a querer aprender a leer.
El primer cómic que me compré fue uno de Hopalong Cassidy. El número 65. Cada semana me daban una moneda de diez centavos como paga. Cuando compré el primero mi padre llegó a casa y me dijo: “¿qué has hecho con tu paga?” y yo le contesté “¡me he comprado un comic book!” Mi padre me dijo: “¡no, no!, ¡no quiero que ninguno de mis hijos lea cómics! ¿No ves que no es normal que te gastes toda tu paga en cómics?"
Durante la semana siguiente apareció en los quioscos el nuevo número mensual de Hopalong Cassidy con una nueva portada, y sabía que tenía que hacerme con él como fuese. Así que llegué a casa y cuando mi papá también lo hizo, me dijo: “Bueno, ¿qué has estado haciendo esta semana?” “¡Pues la verdad es que me he comprado otro cómic!” [Risas.] Creo que ese fue el motivo de que me quitase la paga durante una buena temporada. Muchos años después, cuando ya me había convertido en guionista de cómics, le dije a mi papá: “bueno, papi, ¿qué piensas ahora? Ahí enfrente tienes un cómic y es tu propio hijo quien lo ha escrito”.
Los cómics me gustaron desde el principio, pero cuando empecé a poner el lápiz sobre el papel en realidad no quería escribir cómics sino que quería hacerlo para otros medios. Siempre me ha gustado contar una historia o que me la cuenten a mí.
Empecé a escribir relatos con siete u ocho años. Siempre eran relatos en prosa. Sin embargo también me encanta el cine. Y me gustan los cómics. Siempre he leído cómics. Pero no quería escribirlos. Era la época en la que Warner estaba haciendo todas esas series de detectives privados, estábamos a principios de los sesenta, y me encantaban todas. Supongo que fue entonces cuando empecé a hacer versiones en cómic de 77 Sunset Street, Bourbon Street Beat y Hawaiian Eye. Puede que los pequeños cómics grapados que hacía mezclasen los títulos de esas series entre sí, convirtiéndolos en un extraño híbrido, ¡algo en plan "77 Bourbon Eye"! [Risas.] Solía mezclarlo todo. No sabía en qué orden ponerlos y tampoco tenía ni idea de escribirlos. Sospecho que mi mamá sigue conservándolos enterrados en algún sitio del sótano de su casa. Nadie los ha visto nunca, ¡y tampoco creo que eso vaya a cambiar ahora! [Risas.] En aquella época me encantaban los cómics, pero la mayor parte del tiempo me la pasaba escribiendo relatos en prosa.
A los 13 o 14 años empecé a escribir novelas policíacas y de misterio. Creé a un par de personajes que eran detectives privados y estuve jugando con ellos. Luego, a los dieciséis mi padre me regaló una cámara manual bolex de 8 milímetros. A esa edad me di cuenta de que si escribías una película y la dirigías y actuabas también en ella, te pasarían un montón de cosas. Una es que siempre saldrías ganando. Por lo que si alguien es más fuerte que tú, tampoco es que importe demasiado. Puede que en aquel entonces alguien me dijera: “escucha, Don, podría patearte el culo, convertirte en pulpa.” Y yo les contestaba: “lo sé y tú también lo sabes, pero mira, en este guión dice que el que gana en la historia soy yo, así que vamos a hacer las cosas de esa forma.”
Me parece increíble que una frase esté escrita en un guión y la gente se lo lea, se encoja de hombros y diga: “vale, bien, tienes razón. La verdad es que lo pone ahí.” Es infinitamente mejor que lo que ocurre en la vida real. Además, lo segundo que aprendí fue que siempre consigues a la chica. ¡Algo que me encanta! Hace que la vida real muerda el polvo y se convierta en mucho peor. E incluso podría sustituirla del todo. Actuar muy bien puede sustituir lo real. No sé si entonces yo lo pensaría de esa forma, pero definitivamente mi actitud era la de: “joder, ¡creo que voy a dedicarme toda la vida a hacer esto!” Estuve tonteando mucho más con el mundo del cine y con la literatura que con los cómics.
Pero entonces acudí a uno de esos Salones que organizaba Phil Seuling en 1969. Y allí fue cuando empezó mi carrera en los cómics.
RA: Sé que tu primera historia profesional fue “The Fade-Away Walk”, en 1971.
DM: Esa no fue la primera que vendí, sino la primera que se imprimió. El primer guión para un cómic que me compraron fue “When Wakes The Dreamer”, años antes de que se llegara a editar en algún sitio [en Eerie número 45 (Feb. 1973)] y el motivo de que se retrasara tanto fue porque Billy Graham estaba a punto de dibujarla y ya había hecho una primera página espectacular y todo, pero por alguna razón nunca llegó a terminarla. Después de revisar un poco el dibujo, fue una de las páginas que le cedí a Jon B. Cooke para que la reprodujera en su libro The Warren Companion. Y aunque no fuimos capaces de encontrar el dibujo acabado de la versión que había hecho Billy para otra de mis primeras historias: “The Vampiress Stalks The Castle This Night”, estoy seguro de que Jon la habría utilizado en el libro. Sin embargo, estoy segurísimo de que si en algún momento se me ocurriese dónde buscar, encontraría todos esos dibujos. Puede que uno de estos días, mientras estoy buscando cualquier otra cosa, ¡aparezca de repente!
De todas formas Billy sí que dibujó la historia de vampiros, que también se imprimiría muchos años después. Creo que mi guión era bastante primitivo. Supongo que sería el segundo que escribí, pero de alguna forma, al pensar en ello, me parece que tenía como unas doce páginas, y si realmente es así, entonces creo que antes hice un par más de unas diez páginas, así que puede que no fuese mi segundo guión. Billy ya había dibujado y entintado algunas páginas de esa historia, y como los personajes principales eran un par de jóvenes fugitivos cogió y les puso mis rasgos y los de mi mujer. Pero insisto, Billy no llegó a acabarla. Probablemente estaba demasiado ocupado con los otros proyectos, por no mencionar que era el primer Director de Arte de color de la historia de los cómics.
RA: Bueno, creo que en esa época directamente se terminó convirtiendo en el editor de Warren.
DM: Estoy bastante seguro de que Billy ya estaba trabajando en la redacción cuando yo entré a escribir para Jim Warren. A veces me quedaba con Billy en Harlem cuando viajaba a Nueva York para intentar venderles mis historias a revistas como Mike Shayne, Mystery Magazine, Ellery Queen y algunas otras. Cada vez que necesitaba un lugar donde quedarme me acogía amablemente. Podría haber comprado un billete de autobús de ida y vuelta desde Rhode Island, que era donde vivía, hasta la ciudad de Nueva York, y quedarme allí, siempre que tuviese dinero. Pero Billy y yo… ah, creo que pasamos una buena época. Vivimos muchas aventuras. Ojalá alguna vez tenga la oportunidad de re-editar su “Sabre: An Exploitation Of Everything Dear”, y espero que haya un lugar lo suficientemente grande como para erigirle un monumento y contar anécdotas tan salvajes que cualquiera podría llegar a chantajearme si las conociese alguna vez. Cuando me quedaba sin dinero seguía teniendo mi billete de ida y vuelta para poder regresar a Rhode Island. Billy era un tío del Renacimiento. Sencillamente era alguien increíble.
RA: ¿Fue Billy Graham el editor que te compró tu primera historia o fue Archie Goodwin?
DM: Fue Archie Goodwin. Cuando conocí a Jim Warren -y sé que fue entonces cuando se me ocurrió la historia “The Fade-Away Walk”- me encontraba en la Convención que había organizado Phil Seuling, y había hecho una versión en cómic de “Detectives, Inc.” que dibujó mi buen amigo y actor especialista Alex Simmons. Sería en 1969 o en 1970, no estoy demasiado seguro. ¡Fue hace mucho tiempo! Era la época en la que Jim Warren estaba pensando coger todas sus revistas y distribuirlas por correo. Quería quitarlas de los quioscos para poder eludir así la censura vigente, para no tener que hacer frente al dictado de distribuidoras, tiendas y demás. Estuvimos vendiendo Detectives Inc en esa Convención de Nueva York, pero como éramos demasiado jóvenes no nos gustaba demasiado quedarnos sentados en nuestro puesto mientras nosotros mismos vendíamos el título. En esa época tenían a alguien que se hacía cargo y que te vendía la serie mientras tú podías ir de un puesto a otro y hacer lo que quisieras.
Me fui a uno de los escenarios propiedad tanto de Jim Warren como de otro montón de editores. En ese momento estaban discutiendo sobre el estado del negocio de los cómics o algo así. Mientras los participantes subían al estrado, yo les ponía en la mano una copia de “Detectives, Inc.” La verdad es que no tenía previsto ningún plan, pero me figuraba que algunos de los que estaban allí se aburrirían durante alguna de las charlas. Supuse que si tenían algo a la vista quizá se lo leyesen. Habíamos utilizado un color bastante chillón para la portada. Era rosa como el del pepto-bismol, así que podía darme cuenta de si había alguien leyéndose la revista o no. ¡Era como un neón rosa que podías ver desde el fondo de la sala!
De cualquier modo... Jim empezó a soltar su discurso y a decir que sus cómics eran los mejores cómics del mundo y que nadie era capaz de hacerles sombra. Hablaba acerca de que tenía la intención de distribuir sus cómics por correo y que esa sería la mejor forma de hacer las cosas. Y… sólo para que veas que después de todo no tenía ningún plan preconcebido para vender “Detectives, Inc." a nadie , o conseguir que alguien me diese trabajo, cogí, levanté la mano y cuando me dieron el turno, le dije alto y claro: “Sr. Warren, si eso es verdad, ¿por qué está publicando esa mierda que edita?” Jeeesús, ¡Jim se puso como loco!
[Risas.] ¡Y no le culpo!
Así que me contestó de una forma atronadora. Cuando bajó del escenario Jim Warren se vino hacia mí impetuosamente y me dijo: “¿Quién coño eres tú? ¿Cómo te atreves a hacerme una pregunta como esa?” Y le contesté: “Bueno, lo he dicho porque creo que es la verdad. Usted publica muy buen material, pero también muchas historias que son realmente malas.” No fue la forma más diplomática de hacer las cosas, pero en mi defensa diré que lo solté sin haberlo pensado demasiado. Realmente yo creía en lo que decía, pero me doy cuenta de que si estuviese allí de nuevo me lo pensaría dos veces antes de decir nada.
Entonces me dijo que le nombrase alguna historia: “¡Dime una sola historia de todas las que he publicado que te parezca una basura, a ver si puedes!” Y entonces le dije una. Y esa la había dibujado Billy Graham. Sin embargo, ten en cuenta que yo no estaba hablando sobre el dibujo, sino sobre el guión. Así que Jim me dijo: “¡ven por aquí!” En las Convenciones de cómics de esos días pasaban películas las 24 horas, tanto de día como de noche. Había una habitación separada del resto del Salón donde tenían instalada una pantalla y pasaban las películas. Entramos en la habitación y por supuesto, era muy ancha y oscura. Jim se fue caminando hacia uno de los lados y nos dijo a Alex y a mí que lo siguiésemos. No tenía ni idea de lo que iba a pasar a continuación. De repente se paró a mitad de trayecto y enfiló hacia una de las personas que estaban sentadas allí, y le indicó que saliera al pasillo. Entonces ese tío se levantó y se dirigió hacia donde estábamos nosotros, mientras toda la habitación parpadeaba con la imagen que se estaba emitiendo desde la pantalla.
Entonces Jim le dijo: “Billy Graham, este es Don McGregor. Don McGregor, este es Billy Graham. Don McGregor: ¡dile a Billy Graham por qué su trabajo te parece una mierda!” [Risas.]
RA: No hay nada como que te pongan en tu lugar.
DM: Así que supongo que Jim creería que me tenía bien atrapado, ¡porque entonces yo no conocía a Billy! Pero yo no había dicho que su dibujo era una basura. Nunca lo dije. Así que les espeté a ambos: “Estábamos hablando sobre el guión ¡y sólo sobre el guión!” Las series de Warren tenían un gran trabajo artístico detrás. Y algunas de ellas también tenían grandes historias. Pero al mismo tiempo, ¡también había una gran cantidad de mierda en sus publicaciones!
Entonces, cinco minutos después Jim me dijo: “te diré algo, Don. Si hoy juegas bien tus cartas, quizá te invite a cenar.” Creo que lo hizo porque respetaba que yo pensara de forma independiente y que fuese capaz de pensar por mí mismo, por lo que estaba dispuesto a respaldarme. Si le hubiese intentado adular seguro que me habría dicho “¡Chico, lárgate de aquí!” Así que nos cogió a Alex y a mí y nos llevó a cenar.
A la mañana siguiente nos aceramos al Salón de nuevo. Jim Warren estaba allí, esperándonos en la entrada. Tenía un dibujo y había algo que lo estaba cubriendo. Jim cogió el hábito de llamarme Hotshot (Pez Gordo) durante todo ese fin de semana, supongo que por Hotshot Charlie, el de la tira de “Terry y los Piratas” de Milton Caniff. Supongo que también lo hacía porque yo era un chico bajito que había tenido el valor de decirle lo que le dije sobre su material el día anterior. De todas formas Jim me llamó y me dijo: “¡Hey, Hotshot! Te crees que molas mucho, ¿verdad? Vente para acá conmigo.” Fui para allá y me enseñó un dibujo de Vaughn Bode. Jim me dijo: “tengo un montón de guionistas a los que les gustaría escribir un guión para este dibujo. Te doy diez segundos. Voy a retirar lo que está cubriendo el dibujo y entonces lo mirarás detenidamente durante diez segundos a ver si se te ocurre una historia.” Bueno, me quedé completamente aterrorizado. ¡No se me ocurría nada! Me empezaron a sudar las manos, etc. Por supuesto, Jim sabía bien por todo lo que yo estaba pasando. Estaba disfrutando un montón con la situación. Era su propia versión de hazlo o piérdete.
Levantó la portada teatralmente y empezó a contar: 10…9…8…7… la cuenta atrás. Y yo no tenía nada. Me había quedado tan congelado como un ciervo frente a unos faros. Probablemente incluso estuviese tartamudeando. Continuó con la cuenta atrás y yo seguía pensando que no se me iba a ocurrir nada de nada, pero tampoco importaba tanto, porque en cuanto Jim llegó al uno empecé a hablar sin parar. Llegó al uno y yo empecé: “de acuerdo, tenemos a dos tíos que...” Agitó la portada y me dijo: ¡Olvídalo! Ya tengo guionistas profesionales. Tengo buenos escritores para que me hagan este relato. ¿Por qué debería coger a un don nadie como tú, Don? ¿Crees que eres un Pez Gordo (hotshot)? Ya tengo a…” y empezó a enumerar a todos los guionistas a los que les gustaría hacer la historia de ese dibujo de Vaughn Bode. Y luego me dijo: “te diré algo. Dejaré que le envíes una historia a Archie Goodwin.”
Y la escribí. Y Archie me la compró. Yo tenía una idea bastante distorsionada sobre cómo trabajaban los guionistas y los editores, porque pensaba que el objetivo final era que la historia fuese la mejor que se podía conseguir, y que aún así tenía que seguir siendo tu propia historia. Pero Archie me pareció de lo más increíble.
En aquella época te pagaban 25 dólares por historia. Así que escribí “When Wakes The Dreamer” y cobré 25 dólares por una historia de 8 páginas. No te pagaban por página sino por historia completa. Así que hice una historia de 8 páginas y me dije... no, no. Me parecía como que no tenía la longitud adecuada. Así que hice dos historias más de diez páginas y le dije a Archie: “Creo que tampoco tiene la longitud suficiente para que se desarrolle bien toda la historia que me gustaría contar.” Y empecé a hacer historias de doce páginas de duración. Pero aún así, ¡me seguían pagando 25 dólares por historia! Sencillamente Jim estaba consiguiendo páginas extra por el mismo precio [Risas.] ¿Entiendes por qué yo le caía tan bien? ¡Este tío tiene que estar bastante loco!
De todas formas Archie aceptó aquella primera historia. De los cuatro guiones que escribí escogió “The Vampiress Stalks The Castle This Night” y le agradezco mucho que me echase una mano. Ahí estábamos mi chica y yo. Ella ya estaba embarazada y habíamos pensado en abortar. Es algo que te puede enseñar lo serio que me estaba tomando el trabajo. Me dije que si incluía en una de las historias la situación por la que estaba pasando, bien podría darle una dimensión humana. Pero abandoné la idea de inmediato. “Bah, nunca me la aceptarán.” Sabía que me estaba adentrando en territorio inexplorado y escribí un final verdaderamente horrible. Le envié el guión a Archie y entonces me llamó y me dijo: “Don, si quieres hacer una historia, entonces la tienes que hacer bien… ¿Por qué le has puesto ese final?” Y tenía razón. Aún hoy día sigo avergonzado del primer final que le envié. Era peor que la historia que yo le había criticado a Jim, porque empleaba pésimamente un tópico tan delicado como importante. Y encima parecía muy estúpido, ¡era un final insultante! Gracias, Archie, por no dejar que la imprimieran. Sólo de pensarlo... su recuerdo me persigue, aunque sólo sea yo quien conozca cómo era ese final.
Yo creía que todas las cosas funcionarían siempre igual con todos los editores, pero en realidad Archie era un editor tan único como especial. Él quería que escribieras las historias con el corazón. Y si eras capaz de hacerlo mejor, eso es lo que estaba buscando. No te daba consejos desde el punto de vista de un narrador o de un guionista, sino que sabía qué era lo mejor para ti como profesional y también para la historia que hubieses escrito. No quería que todo se hiciese a su manera, sino que te dejaba contar la historia a tu aire. Archie era magnífico. Alguien magnífico y un gran editor. Sigo agradecido por no dejar que se imprimiese esa historia de la forma en que la había escrito en un principio, y también sigo agradecido por cómo se comportó conmigo durante todos los años en los que estuvimos trabajando juntos.
De todas formas... ¿por dónde iba? Ah, sí, escribí y le vendí cuatro o cinco historias a Archie. Entonces Jim Warren me llamó y me dijo que iba a enviarme tres o cuatro relatos que ya estaban escritos y que se basaban en la portada de Vaughn Bode que había visto en aquel Salón. Quería que cogiese el guión, o mejor dicho, el argumento que más me gustase de todos, e hiciese una nueva versión. Entonces le contesté que no me interesaba hacerlo. Y Jim me dijo: “¿de qué estás hablando, Don? Sé cuánto te estamos pagando. No te puedes permitir rechazar esta oferta. Además, funcionará bien como reclamo. ¡Porque te pondremos en portada!” Le dije que sólo me interesaba si también me mandaba una copia del dibujo y si podía hacer mi propia historia con el mismo delante. Eso es lo que me interesaba hacer en realidad. De lo contrario no lo haría.
Estoy seguro de que Jim pensó que este tío se había vuelto majareta. “¿Qué es lo que le ocurre a McGregor?” Pero la verdad es que yo no quería reescribir el material de otra persona. Así que Jim me envió el dibujo de Vaughn impreso y escribí la historia titulada “The Fade-Away Walk”.
Después de enviarla no sabía si ya habían empezado a dibujarla y tampoco sabía que el dibujante iba a ser Tom Sutton. En ese momento yo no vivía en Nueva York. Entonces me llegó por correo el número de Creepy donde aparecía mi relato. Yo seguía instalado en Rhode Island. Abrí el paquete y ahí estaba ese Creepy con mi historia, ¡con mi nombre y el de Tom Sutton en portada! Nunca antes habían puesto el nombre del guionista y del dibujante en la portada, y menos aún el de un guionista que acababa de empezar. De hecho, alguna gente se pensó que el nombre de Don McGregor era el seudónimo de un guionista que también había contratado Marvel o DC. Sobre todo porque no podían entender por qué habían puesto mi nombre en la cubierta. Y creo que lo hicieron gracias a Billy Graham.
RA: Bueno, era el primer número en el que Billy Graham trabajaba de editor.
DM: Puede ser. No sé por qué lo hizo Billy. Creo que fue él quien se ocupó del diseñó de portada. Recuerdo que el lector se encontraba en el punto de mira y que en un principio todo estaba pintado de rojo. La portada no tenía el fondo de color negro como si fuese la boca de un cañón, que es la que apareció impresa finalmente. El cañón era uno de los diseños que yo había incluido en mi historia.
Cuando leí la historia me dije: “¡Oh, Tom Sutton ha dibujado todo lo que yo le he dicho!” Yo quería que aparecieran disparos por todos lados y un tiroteo de respuesta desde el lado contrario, desde el punto de vista del francotirador, y Tom me había dado todo lo que le había pedido y más. Era un trabajo precioso, estaba hecho con un estilo que creo que Tom nunca había utilizado antes, con un lápiz de grafito. Me dije: “¡esto es grandioso! ¡Puedo escribir todo lo que quiera y el dibujante lo llevará a cabo, es grandioso!” [Risas.] Por supuesto, las cosas no siempre han sido de esa forma.
RA: Parece que durante esa época Tom Sutton era el chico que Warren emparejaba con los nuevos escritores. También había estado trabajando en las primeras historias publicadas por Nicola Cuti y Rich Margopoulos y dibujó muchas otras primeras historias de algunos otros guionistas. En mi opinión creo que hizo un gran trabajo en todas ellas, así que supongo que ese fue el motivo de que le pusieran a dibujarlas.
DM: Bueno, Tom era el tipo de dibujante que podía hacer todo lo que le pidieras y mucho más. También estuve trabajando con él en “Alexander Risk”…
RA: Oh, me encanta esa historia. Me habría gustado que le hubieseis dado un remate.
DM: Gracias, a mí también. Aunque en realidad sí que tengo escrito todo el guión. Se suponía que la iba a dibujar Dwayne Turner para la línea que sacó Marvel en la que los creadores mantenían sus derechos, allá por 1990. Sigo creyendo que es una de las mejores historias que haya escrito nunca. Si Dwayne la dibujase alguna vez creo que tendría una apariencia magnífica. Es otra de esas cosas que nunca se llegaron a hacer cuando Marvel desechó toda la línea de un plumazo.
Risk sigue siendo de mi propiedad y espero que los lectores puedan leérsela algún día. Parecía que en 2006 iba a ser definitivamente posible, así que espero que ocurra en cualquier momento. Sobre todo para que la disfruten personas como tú, Richard.
Mike Mayhew hizo algunas páginas que se pueden ver en una web llamada Thrilling Detectives. Me encantaría completarla algún día. Sigo esperando que alguien venga y me diga: “Don, ¡ya estamos listos!” Porque me encanta el guión y amo a esos personajes. Me gustaría tener la oportunidad de acabar toda la historia. Que no se haya editado nunca me rompe el corazón.
RA: Bueno, hace poco tuve el placer de ser uno de los que hicieron posible que se publicase la primera historia en 30 años de Will Franz y Sam Glanzman. Fue en Negative Burn (Vol. 2, número de verano, 2005). No habían sacado una nueva historia en forma de cómic desde el Weird War Tales número 5, allá por 1972, así que me puse muy contento. Supongo que nunca se sabe, pero hay cosas que crees que nunca se van a completar y que terminan haciéndolo. V For Vendeta tuvo un parón de cuatro años, y la adaptación de Drácula de Roy Thomas y Dick Giordano estuvo detenida unos 29 años.
DM: Ya sabes, es muy extraño. Son cosas que pasan de forma casual, como cuando me enviaste el correo solicitando hacer esta entrevista. Tengo un montón de solicitudes para conceder entrevistas. Muchas veces las imprimo y me digo que tengo que revisarlas alguna vez, pero según va pasando el tiempo no vuelvo a mirar el correo impreso, o quizá se queda sepultado bajo otros papeles y luego puede que incluso se pierda. A veces encuentro las cartas meses después. Inmediatamente después de que me llegase tu e-mail Frank Lovece me dijo que echase un vistazo en la Enciclopedia de Internet, que supongo que es lo que llaman Wikipedia, y que -si te digo la verdad- realmente yo no conozco demasiado. En una de sus páginas había un enlace o algo así, que te dirigía hacia una página con tu obra, supongo que aparecía el tomo que hiciste sobre las revistas de la Warren. Y entonces, inmediatamente después me llegó otro correo de Dean Mullaney en el que me decía que te había entrevistado y que quería que yo leyese esa entrevista a ver qué tal me parecía.
Es curioso, porque a cuenta de una de las anécdotas que te contaba Dean en la entrevista cogí y lo telefoneé para decirle: “Dean, creo que te has equivocado.” Y empezamos a hablar del momento en el que habíamos empezado a planear Sabre. Él se pasaba a menudo por mi casa en el Bowery. En ese loft solíamos proyectar películas de 16 mm. Y nos pasábamos la noche hablando sobre cine, pasando un buen rato, salíamos a cenar, lo que fuese, y ahí fue cuando él pudo ver por primera vez el póster original de Sabre. Le dije lo que tenía planeado para el personaje. Sin embargo, creo que no fue entonces cuando empezó el proyecto en serio. En realidad creo que me llamó algunos días después para preguntarme si le dejaba editar la serie.
Le dije: “¿de qué estás hablando? Tú no eres editor. No publicas cómics. No entiendo qué me estás diciendo.” Pero me dijo: “no, no lo hago. Pero quiero empezar a publicarlos y quiero empezar con el proyecto de Sabre.” Y le contesté: “mira, Dean, tú no tienes una empresa, y además quiero quedarme los derechos de mi material.” Me contestó que estaba de acuerdo. Le dije que quería tener la última palabra sobre el producto. Me dijo que también estaba de acuerdo. Tenía otras exigencias más y se las dije del tirón. ¡Y me dijo que estaba de acuerdo en todo! Así que le dije: ¡Bueno, supongo que será mejor que vengas aquí y hablemos sobre ello!”
Así que hace unos días llamé a Dean para recordáselo y me dijo: “ahhh, no importa Don. Creo que mi historia es mejor que la tuya.” [Risas.] Por lo que si quieres puedes escoger entre ambas versiones.
RA: Supongo que todo dependerá de cómo lo percibió cada uno. Tú estuviste escribiendo para Warren entre 1970 y 1973 y luego desde 1979 hasta el final.
DM: Claro, fue entonces cuando regresé a la editorial. Algunas de esas historias (“The Vampiress Stalks The Castle” y “When Wakes The Dreamer”) acabaron publicándose años después de que las hubiese escrito. No recuerdo en qué momento exacto, pero creo que fue mucho, mucho después de que las hubiese escrito.
RA: En realidad “The Vampiress Stalks The Castle” apareció en Vampirella en 1972. Felix Mas se encargó del dibujo y apareció muy poco tiempo después de las historias que habías hecho con José Luis Garcia López.
DM: ¿En serio? Pensaba que había sido mucho más tarde, a principios de los ochenta o así. Te tomaré la palabra, porque cuando vi el profundo análisis que habías hecho sobre las revistas de la Warren y la Marvel, me di cuenta de lo completo que era. Esa es una de las razones por las que estuve de acuerdo en ponerme en contacto contigo. Sé que Billy Graham hizo tres o cuatro páginas de “The Vampiress Stalks The Castle”, y por lo que él ha comentado en algún sitio los dos jóvenes fueron modelados con los rasgos de mi ex-esposa y los míos. Fue un enfoque muy diferente al que yo tenía pensado. La versión que apareció estaba muy bien diseñada, pero la forma de narrar no seguía mis sugerencias ni en cuanto al abocetado ni en la detallada descripción del dibujo que había incluido en el guión.
RA: Gracias por los cumplidos. Después del primer par de entrevistas y el primer checklist que elaboré, me dije que si iba a seguir haciendo algo parecido sería mejor hacerlo bien. Personalmente prefiero leer un trabajo de investigación que se haya trabajado a fondo en lugar de algo que se queda a medias.
DM: Si, a mí también me gusta así, y por eso he accedido a hacer esta entrevista. Es curioso, porque ahora estoy escribiendo alguna cosa para Jon Cooke (el editor de Comic Book Artist) y cuando Jon se me acercó en un Salón de Cómic (siempre he tenido mucho cuidado de no comprometerme demasiado cuando estoy en los Salones de Cómic, porque puede que no termines haciendo lo que has prometido por culpa de la euforia del momento), porque quería que hiciese algo para la revista Comic Book Artist y yo no sabía qué podía hacer para él. Pero en cuanto llegué a casa y tuve la oportunidad de ver qué es lo que se editaba en su revista, me pareció muy buen material e inmediatamente me puse en contacto. Quería saber qué era lo que necesitaba y si tendría el tiempo y la habilidad necesarias para poder echarle una mano. Y también si funcionaríamos bien trabajando juntos.
Volviendo a Warren, cuando J. R. Cochran se convirtió en editor escribí una historia llamada “The Ones Who Stole It From You”. Trataba sobre un demonio que desenterraba cadáveres y se los comía. El editor creía que el demonio era demasiado metafórico. ¿Por qué? ¿Qué intentas decirme? [Risas.] No sé qué es lo que él estaría pensando, pero no tenía nada que ver con lo que yo había escrito, eso te lo aseguro. Así que el editor quiso que añadiese un poco más de material e hice un prólogo (aunque la historia seguía siendo la misma), un par de páginas en las que se mostraba cómo un tipo se transformaba en ese demonio. El prólogo tenía lugar al final de la Segunda Guerra Mundial y se mostraba al demonio atrapado en un edificio bombardeado, por lo que se veía obligado a comer cadáveres para poder sobrevivir. Luego se lo llevaban de vuelta a un hospital de veteranos, y había una parte en donde asaltaba el cementerio donde se encontraban enterrados los soldados que habían obtenido el Corazón Púrpura después de luchar en la guerra. En realidad no quería hacer comentarios de ningún tipo sobre el Ejército o sobre la Guerra de Vietnam o lo que fuese. Resultaba evidente que cualquiera que estuviese enterrado en un hospital de veteranos tenía que ser algún tipo de militar. Pero esa parte no estaba concebida como un golpe de efecto o como un comentario social, sino que sencillamente lo que quería era que se viese que el protagonista devoraba los cuerpos en el lugar que me parecía más lógico que estarían enterrados.
Recuerdo que en esa época todavía vivía en Rhode Island y no tenía ni idea de lo que estaba pasando realmente en Nueva York con mi material. Básicamente, cuando escribía una historia y era aceptada, finalmente terminaba publicándose. No tenía ni idea de lo que hacían con el guión ni quién iba a ser el artista que la iba a dibujar. Ni tampoco sabía si se llegaría a dibujar en algún momento. Cuando tenía que comentar algo sobre la historia o tenían algún problema con ella, como me ocurrió con “The Vampiress Stalks The Castle”, sobre la que tuve que hablar con Archie Goodwin, me devolvían la historia y entonces tenía que reescribirla. Si querían cambiar algo y yo no estaba de acuerdo les volvía a mandar la historia tal cual. A veces no quería hacer cambios. En aquella época esta actitud era aparentemente algo que bordeaba la herejía, pero yo pensaba que mis historias estaban bien construidas. Mi nombre aparecía en ellas. Si la fastidiaba, entonces también me estaba fastidiando a mí mismo. Y aún así pensaba que había cometido un error de la forma más honesta posible.
Cuando hicimos “The Ones Who Stole It From You”, Billy Graham la incluyó como historia de portada. Entonces les llegó el prólogo donde aparecía la frase que acompañaba a la escena en el cementerio y el editor lo odió de inmediato. Se vio obligado a utilizar la historia porque Billy ya había terminado la portada. Mientras tanto yo estaba en Rhode Island y no me enteraba de nada de lo que estaba pasando. Un día que estaba hablando con alguien por teléfono el operador me cortó (y esa era la primera vez que me cortaban la línea mientras estaba hablando) y me dijo: “tiene usted una llamada de emergencia de Jim Warren”. Yo pensaba que había pasado algo muy grave. En aquella época Billy estaba saliendo con una chica que en breve tenía que operarse de la vista. Las cosas se habían puesto bastante mal y cuando me llegó el aviso tenía miedo de que le hubiese pasado algo. Esa llamada de emergencia me dejó aterrado. Sujeté el teléfono y escuché a Jim Warren al otro extremo.
Me dijo: “Don, voy a despedirte.” Y yo no tenía ni idea de lo que me estaba diciendo. Me estaba contando algo sobre la historia titulada “The Ones Who Stole It From You.” Jim me dijo que Billy ya había hecho la portada y que no debería haberla hecho porque realmente la historia todavía no había sido aceptada por nadie. El editor no quería la historia, pero se había visto obligado a aceptarla porque la portada ya estaba terminada. En realidad toda la situación había sido culpa de Billy, pero tampoco querían perderle. Era mucho más importante que yo, así que me despedían a mí.
Muy dramático todo. Me quedé en plan: “¿Qué, qué dices?” Todo se me vino encima de repente y sin aviso. Tiempo después me perdonaron, supongo que un par de meses más tarde, y me dejaron volver al redil y seguir escribiendo algunas historias más. A Jim Warren le encantaba todo lo teatral. [Risas.]
(Continuará)
*** El Lector Impaciente rescata Ragamuffins I.
*** Grant Bridge Street rescata Ragamuffins II.
*** Página del autor.
Richard Arndt: ¡Gracias por dejarnos hacer esta entrevista, señor McGregor! ¿Podrías contarnos algo sobre tu infancia y cómo descubriste los cómics?
Don McGregor: Bueno, si te lees “Ragamuffins”, y sé que tú te lo compraste, la primera historia cuenta mucho mejor mi descubrimiento inicial de los cómics que todo lo que yo te pudiese decir. Ahí fue donde me puse a contar las sensaciones que me produjo descubrirlos. Supongo que tendría cerca de cinco años. En esa época debía ir todavía al jardín de infancia. Camino del mismo se encontraba una tienda en la que tenían expuestos los cómics en estanterías. Me enamoré inmediatamente de ellos. Te podrás imaginar que siempre supe que terminaría ganándome la vida guionizando cómics. Desde el principio tuve el impulso de convertirme en narrador de historias, y no puedo recordar una época en la que no estuviese leyendo cómics. Probablemente empezaría con cinco o seis años. No sé si era capaz de leer todas las palabras, pero captaba lo suficiente como para saber lo que estaba pasando en la historia... No me los leía nadie. Creo que mi amor por los cómics fue lo que me obligó a querer aprender a leer.
El primer cómic que me compré fue uno de Hopalong Cassidy. El número 65. Cada semana me daban una moneda de diez centavos como paga. Cuando compré el primero mi padre llegó a casa y me dijo: “¿qué has hecho con tu paga?” y yo le contesté “¡me he comprado un comic book!” Mi padre me dijo: “¡no, no!, ¡no quiero que ninguno de mis hijos lea cómics! ¿No ves que no es normal que te gastes toda tu paga en cómics?"
Durante la semana siguiente apareció en los quioscos el nuevo número mensual de Hopalong Cassidy con una nueva portada, y sabía que tenía que hacerme con él como fuese. Así que llegué a casa y cuando mi papá también lo hizo, me dijo: “Bueno, ¿qué has estado haciendo esta semana?” “¡Pues la verdad es que me he comprado otro cómic!” [Risas.] Creo que ese fue el motivo de que me quitase la paga durante una buena temporada. Muchos años después, cuando ya me había convertido en guionista de cómics, le dije a mi papá: “bueno, papi, ¿qué piensas ahora? Ahí enfrente tienes un cómic y es tu propio hijo quien lo ha escrito”.
Los cómics me gustaron desde el principio, pero cuando empecé a poner el lápiz sobre el papel en realidad no quería escribir cómics sino que quería hacerlo para otros medios. Siempre me ha gustado contar una historia o que me la cuenten a mí.
Empecé a escribir relatos con siete u ocho años. Siempre eran relatos en prosa. Sin embargo también me encanta el cine. Y me gustan los cómics. Siempre he leído cómics. Pero no quería escribirlos. Era la época en la que Warner estaba haciendo todas esas series de detectives privados, estábamos a principios de los sesenta, y me encantaban todas. Supongo que fue entonces cuando empecé a hacer versiones en cómic de 77 Sunset Street, Bourbon Street Beat y Hawaiian Eye. Puede que los pequeños cómics grapados que hacía mezclasen los títulos de esas series entre sí, convirtiéndolos en un extraño híbrido, ¡algo en plan "77 Bourbon Eye"! [Risas.] Solía mezclarlo todo. No sabía en qué orden ponerlos y tampoco tenía ni idea de escribirlos. Sospecho que mi mamá sigue conservándolos enterrados en algún sitio del sótano de su casa. Nadie los ha visto nunca, ¡y tampoco creo que eso vaya a cambiar ahora! [Risas.] En aquella época me encantaban los cómics, pero la mayor parte del tiempo me la pasaba escribiendo relatos en prosa.
A los 13 o 14 años empecé a escribir novelas policíacas y de misterio. Creé a un par de personajes que eran detectives privados y estuve jugando con ellos. Luego, a los dieciséis mi padre me regaló una cámara manual bolex de 8 milímetros. A esa edad me di cuenta de que si escribías una película y la dirigías y actuabas también en ella, te pasarían un montón de cosas. Una es que siempre saldrías ganando. Por lo que si alguien es más fuerte que tú, tampoco es que importe demasiado. Puede que en aquel entonces alguien me dijera: “escucha, Don, podría patearte el culo, convertirte en pulpa.” Y yo les contestaba: “lo sé y tú también lo sabes, pero mira, en este guión dice que el que gana en la historia soy yo, así que vamos a hacer las cosas de esa forma.”
Me parece increíble que una frase esté escrita en un guión y la gente se lo lea, se encoja de hombros y diga: “vale, bien, tienes razón. La verdad es que lo pone ahí.” Es infinitamente mejor que lo que ocurre en la vida real. Además, lo segundo que aprendí fue que siempre consigues a la chica. ¡Algo que me encanta! Hace que la vida real muerda el polvo y se convierta en mucho peor. E incluso podría sustituirla del todo. Actuar muy bien puede sustituir lo real. No sé si entonces yo lo pensaría de esa forma, pero definitivamente mi actitud era la de: “joder, ¡creo que voy a dedicarme toda la vida a hacer esto!” Estuve tonteando mucho más con el mundo del cine y con la literatura que con los cómics.
Pero entonces acudí a uno de esos Salones que organizaba Phil Seuling en 1969. Y allí fue cuando empezó mi carrera en los cómics.
RA: Sé que tu primera historia profesional fue “The Fade-Away Walk”, en 1971.
DM: Esa no fue la primera que vendí, sino la primera que se imprimió. El primer guión para un cómic que me compraron fue “When Wakes The Dreamer”, años antes de que se llegara a editar en algún sitio [en Eerie número 45 (Feb. 1973)] y el motivo de que se retrasara tanto fue porque Billy Graham estaba a punto de dibujarla y ya había hecho una primera página espectacular y todo, pero por alguna razón nunca llegó a terminarla. Después de revisar un poco el dibujo, fue una de las páginas que le cedí a Jon B. Cooke para que la reprodujera en su libro The Warren Companion. Y aunque no fuimos capaces de encontrar el dibujo acabado de la versión que había hecho Billy para otra de mis primeras historias: “The Vampiress Stalks The Castle This Night”, estoy seguro de que Jon la habría utilizado en el libro. Sin embargo, estoy segurísimo de que si en algún momento se me ocurriese dónde buscar, encontraría todos esos dibujos. Puede que uno de estos días, mientras estoy buscando cualquier otra cosa, ¡aparezca de repente!
De todas formas Billy sí que dibujó la historia de vampiros, que también se imprimiría muchos años después. Creo que mi guión era bastante primitivo. Supongo que sería el segundo que escribí, pero de alguna forma, al pensar en ello, me parece que tenía como unas doce páginas, y si realmente es así, entonces creo que antes hice un par más de unas diez páginas, así que puede que no fuese mi segundo guión. Billy ya había dibujado y entintado algunas páginas de esa historia, y como los personajes principales eran un par de jóvenes fugitivos cogió y les puso mis rasgos y los de mi mujer. Pero insisto, Billy no llegó a acabarla. Probablemente estaba demasiado ocupado con los otros proyectos, por no mencionar que era el primer Director de Arte de color de la historia de los cómics.
RA: Bueno, creo que en esa época directamente se terminó convirtiendo en el editor de Warren.
DM: Estoy bastante seguro de que Billy ya estaba trabajando en la redacción cuando yo entré a escribir para Jim Warren. A veces me quedaba con Billy en Harlem cuando viajaba a Nueva York para intentar venderles mis historias a revistas como Mike Shayne, Mystery Magazine, Ellery Queen y algunas otras. Cada vez que necesitaba un lugar donde quedarme me acogía amablemente. Podría haber comprado un billete de autobús de ida y vuelta desde Rhode Island, que era donde vivía, hasta la ciudad de Nueva York, y quedarme allí, siempre que tuviese dinero. Pero Billy y yo… ah, creo que pasamos una buena época. Vivimos muchas aventuras. Ojalá alguna vez tenga la oportunidad de re-editar su “Sabre: An Exploitation Of Everything Dear”, y espero que haya un lugar lo suficientemente grande como para erigirle un monumento y contar anécdotas tan salvajes que cualquiera podría llegar a chantajearme si las conociese alguna vez. Cuando me quedaba sin dinero seguía teniendo mi billete de ida y vuelta para poder regresar a Rhode Island. Billy era un tío del Renacimiento. Sencillamente era alguien increíble.
RA: ¿Fue Billy Graham el editor que te compró tu primera historia o fue Archie Goodwin?
DM: Fue Archie Goodwin. Cuando conocí a Jim Warren -y sé que fue entonces cuando se me ocurrió la historia “The Fade-Away Walk”- me encontraba en la Convención que había organizado Phil Seuling, y había hecho una versión en cómic de “Detectives, Inc.” que dibujó mi buen amigo y actor especialista Alex Simmons. Sería en 1969 o en 1970, no estoy demasiado seguro. ¡Fue hace mucho tiempo! Era la época en la que Jim Warren estaba pensando coger todas sus revistas y distribuirlas por correo. Quería quitarlas de los quioscos para poder eludir así la censura vigente, para no tener que hacer frente al dictado de distribuidoras, tiendas y demás. Estuvimos vendiendo Detectives Inc en esa Convención de Nueva York, pero como éramos demasiado jóvenes no nos gustaba demasiado quedarnos sentados en nuestro puesto mientras nosotros mismos vendíamos el título. En esa época tenían a alguien que se hacía cargo y que te vendía la serie mientras tú podías ir de un puesto a otro y hacer lo que quisieras.
Me fui a uno de los escenarios propiedad tanto de Jim Warren como de otro montón de editores. En ese momento estaban discutiendo sobre el estado del negocio de los cómics o algo así. Mientras los participantes subían al estrado, yo les ponía en la mano una copia de “Detectives, Inc.” La verdad es que no tenía previsto ningún plan, pero me figuraba que algunos de los que estaban allí se aburrirían durante alguna de las charlas. Supuse que si tenían algo a la vista quizá se lo leyesen. Habíamos utilizado un color bastante chillón para la portada. Era rosa como el del pepto-bismol, así que podía darme cuenta de si había alguien leyéndose la revista o no. ¡Era como un neón rosa que podías ver desde el fondo de la sala!
De cualquier modo... Jim empezó a soltar su discurso y a decir que sus cómics eran los mejores cómics del mundo y que nadie era capaz de hacerles sombra. Hablaba acerca de que tenía la intención de distribuir sus cómics por correo y que esa sería la mejor forma de hacer las cosas. Y… sólo para que veas que después de todo no tenía ningún plan preconcebido para vender “Detectives, Inc." a nadie , o conseguir que alguien me diese trabajo, cogí, levanté la mano y cuando me dieron el turno, le dije alto y claro: “Sr. Warren, si eso es verdad, ¿por qué está publicando esa mierda que edita?” Jeeesús, ¡Jim se puso como loco!
[Risas.] ¡Y no le culpo!
Así que me contestó de una forma atronadora. Cuando bajó del escenario Jim Warren se vino hacia mí impetuosamente y me dijo: “¿Quién coño eres tú? ¿Cómo te atreves a hacerme una pregunta como esa?” Y le contesté: “Bueno, lo he dicho porque creo que es la verdad. Usted publica muy buen material, pero también muchas historias que son realmente malas.” No fue la forma más diplomática de hacer las cosas, pero en mi defensa diré que lo solté sin haberlo pensado demasiado. Realmente yo creía en lo que decía, pero me doy cuenta de que si estuviese allí de nuevo me lo pensaría dos veces antes de decir nada.
Entonces me dijo que le nombrase alguna historia: “¡Dime una sola historia de todas las que he publicado que te parezca una basura, a ver si puedes!” Y entonces le dije una. Y esa la había dibujado Billy Graham. Sin embargo, ten en cuenta que yo no estaba hablando sobre el dibujo, sino sobre el guión. Así que Jim me dijo: “¡ven por aquí!” En las Convenciones de cómics de esos días pasaban películas las 24 horas, tanto de día como de noche. Había una habitación separada del resto del Salón donde tenían instalada una pantalla y pasaban las películas. Entramos en la habitación y por supuesto, era muy ancha y oscura. Jim se fue caminando hacia uno de los lados y nos dijo a Alex y a mí que lo siguiésemos. No tenía ni idea de lo que iba a pasar a continuación. De repente se paró a mitad de trayecto y enfiló hacia una de las personas que estaban sentadas allí, y le indicó que saliera al pasillo. Entonces ese tío se levantó y se dirigió hacia donde estábamos nosotros, mientras toda la habitación parpadeaba con la imagen que se estaba emitiendo desde la pantalla.
Entonces Jim le dijo: “Billy Graham, este es Don McGregor. Don McGregor, este es Billy Graham. Don McGregor: ¡dile a Billy Graham por qué su trabajo te parece una mierda!” [Risas.]
RA: No hay nada como que te pongan en tu lugar.
DM: Así que supongo que Jim creería que me tenía bien atrapado, ¡porque entonces yo no conocía a Billy! Pero yo no había dicho que su dibujo era una basura. Nunca lo dije. Así que les espeté a ambos: “Estábamos hablando sobre el guión ¡y sólo sobre el guión!” Las series de Warren tenían un gran trabajo artístico detrás. Y algunas de ellas también tenían grandes historias. Pero al mismo tiempo, ¡también había una gran cantidad de mierda en sus publicaciones!
Entonces, cinco minutos después Jim me dijo: “te diré algo, Don. Si hoy juegas bien tus cartas, quizá te invite a cenar.” Creo que lo hizo porque respetaba que yo pensara de forma independiente y que fuese capaz de pensar por mí mismo, por lo que estaba dispuesto a respaldarme. Si le hubiese intentado adular seguro que me habría dicho “¡Chico, lárgate de aquí!” Así que nos cogió a Alex y a mí y nos llevó a cenar.
A la mañana siguiente nos aceramos al Salón de nuevo. Jim Warren estaba allí, esperándonos en la entrada. Tenía un dibujo y había algo que lo estaba cubriendo. Jim cogió el hábito de llamarme Hotshot (Pez Gordo) durante todo ese fin de semana, supongo que por Hotshot Charlie, el de la tira de “Terry y los Piratas” de Milton Caniff. Supongo que también lo hacía porque yo era un chico bajito que había tenido el valor de decirle lo que le dije sobre su material el día anterior. De todas formas Jim me llamó y me dijo: “¡Hey, Hotshot! Te crees que molas mucho, ¿verdad? Vente para acá conmigo.” Fui para allá y me enseñó un dibujo de Vaughn Bode. Jim me dijo: “tengo un montón de guionistas a los que les gustaría escribir un guión para este dibujo. Te doy diez segundos. Voy a retirar lo que está cubriendo el dibujo y entonces lo mirarás detenidamente durante diez segundos a ver si se te ocurre una historia.” Bueno, me quedé completamente aterrorizado. ¡No se me ocurría nada! Me empezaron a sudar las manos, etc. Por supuesto, Jim sabía bien por todo lo que yo estaba pasando. Estaba disfrutando un montón con la situación. Era su propia versión de hazlo o piérdete.
Levantó la portada teatralmente y empezó a contar: 10…9…8…7… la cuenta atrás. Y yo no tenía nada. Me había quedado tan congelado como un ciervo frente a unos faros. Probablemente incluso estuviese tartamudeando. Continuó con la cuenta atrás y yo seguía pensando que no se me iba a ocurrir nada de nada, pero tampoco importaba tanto, porque en cuanto Jim llegó al uno empecé a hablar sin parar. Llegó al uno y yo empecé: “de acuerdo, tenemos a dos tíos que...” Agitó la portada y me dijo: ¡Olvídalo! Ya tengo guionistas profesionales. Tengo buenos escritores para que me hagan este relato. ¿Por qué debería coger a un don nadie como tú, Don? ¿Crees que eres un Pez Gordo (hotshot)? Ya tengo a…” y empezó a enumerar a todos los guionistas a los que les gustaría hacer la historia de ese dibujo de Vaughn Bode. Y luego me dijo: “te diré algo. Dejaré que le envíes una historia a Archie Goodwin.”
Y la escribí. Y Archie me la compró. Yo tenía una idea bastante distorsionada sobre cómo trabajaban los guionistas y los editores, porque pensaba que el objetivo final era que la historia fuese la mejor que se podía conseguir, y que aún así tenía que seguir siendo tu propia historia. Pero Archie me pareció de lo más increíble.
En aquella época te pagaban 25 dólares por historia. Así que escribí “When Wakes The Dreamer” y cobré 25 dólares por una historia de 8 páginas. No te pagaban por página sino por historia completa. Así que hice una historia de 8 páginas y me dije... no, no. Me parecía como que no tenía la longitud adecuada. Así que hice dos historias más de diez páginas y le dije a Archie: “Creo que tampoco tiene la longitud suficiente para que se desarrolle bien toda la historia que me gustaría contar.” Y empecé a hacer historias de doce páginas de duración. Pero aún así, ¡me seguían pagando 25 dólares por historia! Sencillamente Jim estaba consiguiendo páginas extra por el mismo precio [Risas.] ¿Entiendes por qué yo le caía tan bien? ¡Este tío tiene que estar bastante loco!
De todas formas Archie aceptó aquella primera historia. De los cuatro guiones que escribí escogió “The Vampiress Stalks The Castle This Night” y le agradezco mucho que me echase una mano. Ahí estábamos mi chica y yo. Ella ya estaba embarazada y habíamos pensado en abortar. Es algo que te puede enseñar lo serio que me estaba tomando el trabajo. Me dije que si incluía en una de las historias la situación por la que estaba pasando, bien podría darle una dimensión humana. Pero abandoné la idea de inmediato. “Bah, nunca me la aceptarán.” Sabía que me estaba adentrando en territorio inexplorado y escribí un final verdaderamente horrible. Le envié el guión a Archie y entonces me llamó y me dijo: “Don, si quieres hacer una historia, entonces la tienes que hacer bien… ¿Por qué le has puesto ese final?” Y tenía razón. Aún hoy día sigo avergonzado del primer final que le envié. Era peor que la historia que yo le había criticado a Jim, porque empleaba pésimamente un tópico tan delicado como importante. Y encima parecía muy estúpido, ¡era un final insultante! Gracias, Archie, por no dejar que la imprimieran. Sólo de pensarlo... su recuerdo me persigue, aunque sólo sea yo quien conozca cómo era ese final.
Yo creía que todas las cosas funcionarían siempre igual con todos los editores, pero en realidad Archie era un editor tan único como especial. Él quería que escribieras las historias con el corazón. Y si eras capaz de hacerlo mejor, eso es lo que estaba buscando. No te daba consejos desde el punto de vista de un narrador o de un guionista, sino que sabía qué era lo mejor para ti como profesional y también para la historia que hubieses escrito. No quería que todo se hiciese a su manera, sino que te dejaba contar la historia a tu aire. Archie era magnífico. Alguien magnífico y un gran editor. Sigo agradecido por no dejar que se imprimiese esa historia de la forma en que la había escrito en un principio, y también sigo agradecido por cómo se comportó conmigo durante todos los años en los que estuvimos trabajando juntos.
De todas formas... ¿por dónde iba? Ah, sí, escribí y le vendí cuatro o cinco historias a Archie. Entonces Jim Warren me llamó y me dijo que iba a enviarme tres o cuatro relatos que ya estaban escritos y que se basaban en la portada de Vaughn Bode que había visto en aquel Salón. Quería que cogiese el guión, o mejor dicho, el argumento que más me gustase de todos, e hiciese una nueva versión. Entonces le contesté que no me interesaba hacerlo. Y Jim me dijo: “¿de qué estás hablando, Don? Sé cuánto te estamos pagando. No te puedes permitir rechazar esta oferta. Además, funcionará bien como reclamo. ¡Porque te pondremos en portada!” Le dije que sólo me interesaba si también me mandaba una copia del dibujo y si podía hacer mi propia historia con el mismo delante. Eso es lo que me interesaba hacer en realidad. De lo contrario no lo haría.
Estoy seguro de que Jim pensó que este tío se había vuelto majareta. “¿Qué es lo que le ocurre a McGregor?” Pero la verdad es que yo no quería reescribir el material de otra persona. Así que Jim me envió el dibujo de Vaughn impreso y escribí la historia titulada “The Fade-Away Walk”.
Después de enviarla no sabía si ya habían empezado a dibujarla y tampoco sabía que el dibujante iba a ser Tom Sutton. En ese momento yo no vivía en Nueva York. Entonces me llegó por correo el número de Creepy donde aparecía mi relato. Yo seguía instalado en Rhode Island. Abrí el paquete y ahí estaba ese Creepy con mi historia, ¡con mi nombre y el de Tom Sutton en portada! Nunca antes habían puesto el nombre del guionista y del dibujante en la portada, y menos aún el de un guionista que acababa de empezar. De hecho, alguna gente se pensó que el nombre de Don McGregor era el seudónimo de un guionista que también había contratado Marvel o DC. Sobre todo porque no podían entender por qué habían puesto mi nombre en la cubierta. Y creo que lo hicieron gracias a Billy Graham.
RA: Bueno, era el primer número en el que Billy Graham trabajaba de editor.
DM: Puede ser. No sé por qué lo hizo Billy. Creo que fue él quien se ocupó del diseñó de portada. Recuerdo que el lector se encontraba en el punto de mira y que en un principio todo estaba pintado de rojo. La portada no tenía el fondo de color negro como si fuese la boca de un cañón, que es la que apareció impresa finalmente. El cañón era uno de los diseños que yo había incluido en mi historia.
Cuando leí la historia me dije: “¡Oh, Tom Sutton ha dibujado todo lo que yo le he dicho!” Yo quería que aparecieran disparos por todos lados y un tiroteo de respuesta desde el lado contrario, desde el punto de vista del francotirador, y Tom me había dado todo lo que le había pedido y más. Era un trabajo precioso, estaba hecho con un estilo que creo que Tom nunca había utilizado antes, con un lápiz de grafito. Me dije: “¡esto es grandioso! ¡Puedo escribir todo lo que quiera y el dibujante lo llevará a cabo, es grandioso!” [Risas.] Por supuesto, las cosas no siempre han sido de esa forma.
RA: Parece que durante esa época Tom Sutton era el chico que Warren emparejaba con los nuevos escritores. También había estado trabajando en las primeras historias publicadas por Nicola Cuti y Rich Margopoulos y dibujó muchas otras primeras historias de algunos otros guionistas. En mi opinión creo que hizo un gran trabajo en todas ellas, así que supongo que ese fue el motivo de que le pusieran a dibujarlas.
DM: Bueno, Tom era el tipo de dibujante que podía hacer todo lo que le pidieras y mucho más. También estuve trabajando con él en “Alexander Risk”…
RA: Oh, me encanta esa historia. Me habría gustado que le hubieseis dado un remate.
DM: Gracias, a mí también. Aunque en realidad sí que tengo escrito todo el guión. Se suponía que la iba a dibujar Dwayne Turner para la línea que sacó Marvel en la que los creadores mantenían sus derechos, allá por 1990. Sigo creyendo que es una de las mejores historias que haya escrito nunca. Si Dwayne la dibujase alguna vez creo que tendría una apariencia magnífica. Es otra de esas cosas que nunca se llegaron a hacer cuando Marvel desechó toda la línea de un plumazo.
Risk sigue siendo de mi propiedad y espero que los lectores puedan leérsela algún día. Parecía que en 2006 iba a ser definitivamente posible, así que espero que ocurra en cualquier momento. Sobre todo para que la disfruten personas como tú, Richard.
Mike Mayhew hizo algunas páginas que se pueden ver en una web llamada Thrilling Detectives. Me encantaría completarla algún día. Sigo esperando que alguien venga y me diga: “Don, ¡ya estamos listos!” Porque me encanta el guión y amo a esos personajes. Me gustaría tener la oportunidad de acabar toda la historia. Que no se haya editado nunca me rompe el corazón.
RA: Bueno, hace poco tuve el placer de ser uno de los que hicieron posible que se publicase la primera historia en 30 años de Will Franz y Sam Glanzman. Fue en Negative Burn (Vol. 2, número de verano, 2005). No habían sacado una nueva historia en forma de cómic desde el Weird War Tales número 5, allá por 1972, así que me puse muy contento. Supongo que nunca se sabe, pero hay cosas que crees que nunca se van a completar y que terminan haciéndolo. V For Vendeta tuvo un parón de cuatro años, y la adaptación de Drácula de Roy Thomas y Dick Giordano estuvo detenida unos 29 años.
DM: Ya sabes, es muy extraño. Son cosas que pasan de forma casual, como cuando me enviaste el correo solicitando hacer esta entrevista. Tengo un montón de solicitudes para conceder entrevistas. Muchas veces las imprimo y me digo que tengo que revisarlas alguna vez, pero según va pasando el tiempo no vuelvo a mirar el correo impreso, o quizá se queda sepultado bajo otros papeles y luego puede que incluso se pierda. A veces encuentro las cartas meses después. Inmediatamente después de que me llegase tu e-mail Frank Lovece me dijo que echase un vistazo en la Enciclopedia de Internet, que supongo que es lo que llaman Wikipedia, y que -si te digo la verdad- realmente yo no conozco demasiado. En una de sus páginas había un enlace o algo así, que te dirigía hacia una página con tu obra, supongo que aparecía el tomo que hiciste sobre las revistas de la Warren. Y entonces, inmediatamente después me llegó otro correo de Dean Mullaney en el que me decía que te había entrevistado y que quería que yo leyese esa entrevista a ver qué tal me parecía.
Es curioso, porque a cuenta de una de las anécdotas que te contaba Dean en la entrevista cogí y lo telefoneé para decirle: “Dean, creo que te has equivocado.” Y empezamos a hablar del momento en el que habíamos empezado a planear Sabre. Él se pasaba a menudo por mi casa en el Bowery. En ese loft solíamos proyectar películas de 16 mm. Y nos pasábamos la noche hablando sobre cine, pasando un buen rato, salíamos a cenar, lo que fuese, y ahí fue cuando él pudo ver por primera vez el póster original de Sabre. Le dije lo que tenía planeado para el personaje. Sin embargo, creo que no fue entonces cuando empezó el proyecto en serio. En realidad creo que me llamó algunos días después para preguntarme si le dejaba editar la serie.
Le dije: “¿de qué estás hablando? Tú no eres editor. No publicas cómics. No entiendo qué me estás diciendo.” Pero me dijo: “no, no lo hago. Pero quiero empezar a publicarlos y quiero empezar con el proyecto de Sabre.” Y le contesté: “mira, Dean, tú no tienes una empresa, y además quiero quedarme los derechos de mi material.” Me contestó que estaba de acuerdo. Le dije que quería tener la última palabra sobre el producto. Me dijo que también estaba de acuerdo. Tenía otras exigencias más y se las dije del tirón. ¡Y me dijo que estaba de acuerdo en todo! Así que le dije: ¡Bueno, supongo que será mejor que vengas aquí y hablemos sobre ello!”
Así que hace unos días llamé a Dean para recordáselo y me dijo: “ahhh, no importa Don. Creo que mi historia es mejor que la tuya.” [Risas.] Por lo que si quieres puedes escoger entre ambas versiones.
RA: Supongo que todo dependerá de cómo lo percibió cada uno. Tú estuviste escribiendo para Warren entre 1970 y 1973 y luego desde 1979 hasta el final.
DM: Claro, fue entonces cuando regresé a la editorial. Algunas de esas historias (“The Vampiress Stalks The Castle” y “When Wakes The Dreamer”) acabaron publicándose años después de que las hubiese escrito. No recuerdo en qué momento exacto, pero creo que fue mucho, mucho después de que las hubiese escrito.
RA: En realidad “The Vampiress Stalks The Castle” apareció en Vampirella en 1972. Felix Mas se encargó del dibujo y apareció muy poco tiempo después de las historias que habías hecho con José Luis Garcia López.
DM: ¿En serio? Pensaba que había sido mucho más tarde, a principios de los ochenta o así. Te tomaré la palabra, porque cuando vi el profundo análisis que habías hecho sobre las revistas de la Warren y la Marvel, me di cuenta de lo completo que era. Esa es una de las razones por las que estuve de acuerdo en ponerme en contacto contigo. Sé que Billy Graham hizo tres o cuatro páginas de “The Vampiress Stalks The Castle”, y por lo que él ha comentado en algún sitio los dos jóvenes fueron modelados con los rasgos de mi ex-esposa y los míos. Fue un enfoque muy diferente al que yo tenía pensado. La versión que apareció estaba muy bien diseñada, pero la forma de narrar no seguía mis sugerencias ni en cuanto al abocetado ni en la detallada descripción del dibujo que había incluido en el guión.
RA: Gracias por los cumplidos. Después del primer par de entrevistas y el primer checklist que elaboré, me dije que si iba a seguir haciendo algo parecido sería mejor hacerlo bien. Personalmente prefiero leer un trabajo de investigación que se haya trabajado a fondo en lugar de algo que se queda a medias.
DM: Si, a mí también me gusta así, y por eso he accedido a hacer esta entrevista. Es curioso, porque ahora estoy escribiendo alguna cosa para Jon Cooke (el editor de Comic Book Artist) y cuando Jon se me acercó en un Salón de Cómic (siempre he tenido mucho cuidado de no comprometerme demasiado cuando estoy en los Salones de Cómic, porque puede que no termines haciendo lo que has prometido por culpa de la euforia del momento), porque quería que hiciese algo para la revista Comic Book Artist y yo no sabía qué podía hacer para él. Pero en cuanto llegué a casa y tuve la oportunidad de ver qué es lo que se editaba en su revista, me pareció muy buen material e inmediatamente me puse en contacto. Quería saber qué era lo que necesitaba y si tendría el tiempo y la habilidad necesarias para poder echarle una mano. Y también si funcionaríamos bien trabajando juntos.
Volviendo a Warren, cuando J. R. Cochran se convirtió en editor escribí una historia llamada “The Ones Who Stole It From You”. Trataba sobre un demonio que desenterraba cadáveres y se los comía. El editor creía que el demonio era demasiado metafórico. ¿Por qué? ¿Qué intentas decirme? [Risas.] No sé qué es lo que él estaría pensando, pero no tenía nada que ver con lo que yo había escrito, eso te lo aseguro. Así que el editor quiso que añadiese un poco más de material e hice un prólogo (aunque la historia seguía siendo la misma), un par de páginas en las que se mostraba cómo un tipo se transformaba en ese demonio. El prólogo tenía lugar al final de la Segunda Guerra Mundial y se mostraba al demonio atrapado en un edificio bombardeado, por lo que se veía obligado a comer cadáveres para poder sobrevivir. Luego se lo llevaban de vuelta a un hospital de veteranos, y había una parte en donde asaltaba el cementerio donde se encontraban enterrados los soldados que habían obtenido el Corazón Púrpura después de luchar en la guerra. En realidad no quería hacer comentarios de ningún tipo sobre el Ejército o sobre la Guerra de Vietnam o lo que fuese. Resultaba evidente que cualquiera que estuviese enterrado en un hospital de veteranos tenía que ser algún tipo de militar. Pero esa parte no estaba concebida como un golpe de efecto o como un comentario social, sino que sencillamente lo que quería era que se viese que el protagonista devoraba los cuerpos en el lugar que me parecía más lógico que estarían enterrados.
Recuerdo que en esa época todavía vivía en Rhode Island y no tenía ni idea de lo que estaba pasando realmente en Nueva York con mi material. Básicamente, cuando escribía una historia y era aceptada, finalmente terminaba publicándose. No tenía ni idea de lo que hacían con el guión ni quién iba a ser el artista que la iba a dibujar. Ni tampoco sabía si se llegaría a dibujar en algún momento. Cuando tenía que comentar algo sobre la historia o tenían algún problema con ella, como me ocurrió con “The Vampiress Stalks The Castle”, sobre la que tuve que hablar con Archie Goodwin, me devolvían la historia y entonces tenía que reescribirla. Si querían cambiar algo y yo no estaba de acuerdo les volvía a mandar la historia tal cual. A veces no quería hacer cambios. En aquella época esta actitud era aparentemente algo que bordeaba la herejía, pero yo pensaba que mis historias estaban bien construidas. Mi nombre aparecía en ellas. Si la fastidiaba, entonces también me estaba fastidiando a mí mismo. Y aún así pensaba que había cometido un error de la forma más honesta posible.
Cuando hicimos “The Ones Who Stole It From You”, Billy Graham la incluyó como historia de portada. Entonces les llegó el prólogo donde aparecía la frase que acompañaba a la escena en el cementerio y el editor lo odió de inmediato. Se vio obligado a utilizar la historia porque Billy ya había terminado la portada. Mientras tanto yo estaba en Rhode Island y no me enteraba de nada de lo que estaba pasando. Un día que estaba hablando con alguien por teléfono el operador me cortó (y esa era la primera vez que me cortaban la línea mientras estaba hablando) y me dijo: “tiene usted una llamada de emergencia de Jim Warren”. Yo pensaba que había pasado algo muy grave. En aquella época Billy estaba saliendo con una chica que en breve tenía que operarse de la vista. Las cosas se habían puesto bastante mal y cuando me llegó el aviso tenía miedo de que le hubiese pasado algo. Esa llamada de emergencia me dejó aterrado. Sujeté el teléfono y escuché a Jim Warren al otro extremo.
Me dijo: “Don, voy a despedirte.” Y yo no tenía ni idea de lo que me estaba diciendo. Me estaba contando algo sobre la historia titulada “The Ones Who Stole It From You.” Jim me dijo que Billy ya había hecho la portada y que no debería haberla hecho porque realmente la historia todavía no había sido aceptada por nadie. El editor no quería la historia, pero se había visto obligado a aceptarla porque la portada ya estaba terminada. En realidad toda la situación había sido culpa de Billy, pero tampoco querían perderle. Era mucho más importante que yo, así que me despedían a mí.
Muy dramático todo. Me quedé en plan: “¿Qué, qué dices?” Todo se me vino encima de repente y sin aviso. Tiempo después me perdonaron, supongo que un par de meses más tarde, y me dejaron volver al redil y seguir escribiendo algunas historias más. A Jim Warren le encantaba todo lo teatral. [Risas.]
(Continuará)
2 comentarios:
Gracias por el enlace. Como casi siempre me aprovecho de tu labor en una entradilla.
Esta entrevista creo que ya la he leído pero siempre es un placer poder disfrutarla en castellano.
McGregor es un guionista setentero realmente interesante. Espéremos que joyitas como Sabre o Raggamuffins algún día sean editadas en castellano.
Impacientes Saludos.
De Sabre solo vimos acá la novela gráfica original (vale que es lo mejor ...pero luego tenemos a José Ortiz y a Billy Graham, que no están mal) y de forma fraccionada (en las revistas de Toutain). Lo mismo con sus seriales para las revistas de Warren (en las revistas de Garbo y de Toutain) dibujados por gente como Paul Gulacy (hay un par de historias magistrales) y José Luis García López. También Detectives Inc. (con Marshall Rogers y Gene Colan) se vio mal (aquí incompleta, de hecho). Y no parece haber mucha intención editorial de que nos recuperen nada de esto por acá ...o Raggamuffins.
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