martes, 22 de febrero de 2011

SEXISMO EN LOS COMICS, por Alan Moore 2 (de 3)

Ensayo en tres partes aparecido en The Daredevils 4 a 6 (Marvel UK, 1982). Escrito por Alan Moore. (Traducido por Frog2000) 

Sexismo en los Cómics, parte 2 de 3


Parte 1.

Chicas Invisibles y Mujeres Fantasma: ¿Hasta dónde hemos llegado? (Invisible Girls and Phantom Ladies: How far have we come?)


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Creo que en el anterior número fuísteis bastante pacientes conmigo mientras esbozaba por encima los variados abusos que este maravilloso negocio de los “funny books” nuestro había ido amontonando sobre sus protagonistas femeninas. Ahora me gustaría hablar más específicamente sobre dicho tema: dar nombres, afrontar los hechos, hablar mal y pronto, apuntar con el dedo y todo lo demás. ¿Os parece bien, chicas y chicos? Bueno, pues entonces comencemos.

Lo que voy a intentar hacer esta vez es desglosar en categorías las diversas formas con que frecuentemente se ha utilizado a la mujer como personaje a lo largo de la historia del cómic. Supongo que la más obvia es la de “Mujer como Decorado”, así que será con ella con la que nos pondremos en marcha.
Casi cualquier personaje femenino de los cómics (con la posible excepción de Mrs. Arbogast, de la serie de Iron Man, y Ma Kent, de Superboy) han sido diseñadas para explotar al máximo su potencial como “pin-up”. Todas tienen piernas largas y esbeltas, caderas ajustadas y torsos que parece que las hubiesen disparado un par de cohetes anti-tanque 
en la espalda. Todas las caras son condenadamente iguales. Si alguien cogiese y afeitase (por alguna razón que ahora mismo se me escapa por completo) las cabezas de la Chica Invisible, Madame Medusa, Crystal, Alicia, La Bruja Escarlata y Jane Foster, ni sus propias madres serían capaces de distinguirlas.

Por supuesto, también deberíamos considerar el lenguaje corporal. Cuando alguien llamaba a una mujer en un comic-book para que cambiase un fusible, ella acudía con la cabeza echada hacia atrás, los labios entreabiertos y con un brazo extendido en una postura grácil y delicada. Dudo que Supergirl pudiese cambiar la caja de arena de Streaky, el Super-gato, sin tener un aspecto parecido al que tendría si la hubiesen sacado de una obra de las que tenían lugar en los Ziegfeld Follies.
Aún así puede que ahora alguien se pregunte si existía alguna razón comercial para que se hiciesen las cosas de una forma tan curiosa. En efecto, claro que existía. Una buena proporción de los lectores de cómics tenían en ese momento entre doce y trece años y era muy probable que estuviesen a las puertas del Krakatoa glandular conocido como pubertad. Era cuando se empezaban a dar cuenta de que en el colegio, la chica que se sentaba al otro lado del pasillo y a la que se referían tan sólo un año antes como “Pecas” o “Aliento de Hiena”, estaba metamorfoseándose lentamente en alguien a quien mirar desde una perspectiva totalmente diferente.

Todo lo que soy capaz de recordar de mi propia experiencia en este delirante y pesadillesco mundo lleno de acné es que casi cualquier cosa ayuda a la hora de potenciar las trastornadas fantasías de un adolescente. En cuanto a mí estaba loco por Hayley Mills. Todos vosotros, retorcidos demonios que estáis leyéndome, probablemente sentíais los mismo por Spiderwoman. (Vaya personaje más tremendo. “Hmmm. Aquí me encuentro, en mitad de un tiroteo termo-nuclear con Hydra. ¿Qué debería hacer? Ya sé, ¡me tomaré una ducha y durante seis páginas estaré huyendo vestida tan solo con mi albornoz!”)
Aunque bien mirado me parece una actitud tan estúpida como inocua. Después de todo, creo que no hay nada malo en que las mujeres tengan buen aspecto, incluso aunque pasado un tiempo esa interminable sucesión de impecables muñecas Sindy se convierta en nuestra mente en un desfile de carne. No, lo realmente desagradable tiene lugar cuando los dibujantes, los guionistas, los editores y los redactores de los cómics deciden cebar un poco más las fantasías adolescentes. El momento en el que empiezan a servir pequeñas fantasías adultas tan diabólicas como sórdidas como si fuese el menú más apropiado para las mentes en crecimiento de chicos y chicas saludables.
El más popular de estos pecadillos puede ser ese oscuro género llamado bondage. Para aquellos que aún seáis tan jóvenes e inocentes como para pensar que todo lo referente a los adultos procede de una mentalidad estable, os diré que el 
bondage es el arte de divertirse y entretenerse siendo atado o atando a tus amigos y seres queridos. En el caso de los cómics supone mirar viñetas reproducidas pésimamente de gente que ha sido atada preferentemente en posiciones inusuales y nada confortables. Dios sabe por qué las cosas serán así, pero si este Universo fuese un lugar más benévolo, los ornitorrincos no existirían.

Casi he perdido la cuenta del número de chicas que han aparecido en los cómics durante el último par de años amordazadas y atadas con correas. Recuerdo una historia de Michael Fleischer aparecida en 
la colección The Brave and the Bold de DC que era particularmente encantadora, donde la por lo general tremendamente capacitada Canario Negro se pasaba casi todo el número atada a una silla y vestida tan sólo con su ropa interior, mientras el villano de la historia pronunciaba un diálogo tan sensible y memorable como “te estás retorciendo muy bellamente, querida”. Lo mismo les ocurría a Dazzler y a Red Sonja con una regularidad alarmante. Si yo fuese un personaje de cómic femenino, llegaría a la conclusión de que me gustaría estar más cómodo en estas situaciones y me pondría tres jerseys encima. Tampoco iría a ningún sitio sin mis tijeras. 
Puede que para algunos de vosotros, lo más difícil de aceptar sea que si en alguna de las páginas de un cómic se está representando a una jovencita, estará vistiendo preferentemente con una blusa rasgada, o se encontrará atada, o llevará la blusa rasgada y además estará atada, o estará luchando con otra chica que también llevará puesta una blusa rota, o ella atará a otra chica que viste con los restos de su blusa, o seguro que habrá algún tipo de combinación de blusas, chicas, cuerdas... si un cómic tiene alguna de esas combinaciones, tendrá mayor oportunidad de ser mejor valorado, ¿no os parece algo extraño?

Verás, si revisas una guía de precios del comic-book actual, te podrás encontrar que algunos números tienen unas cifras aterradoramente infladas, además de una breve explicación entre paréntesis de por qué ese número está tan horrendamente sobre-preciado. Si incluye el dibujo de algún artista popular actual puede que indique (Adams) o (Byrne), y si aparece un personaje popular actual puede que señale (primera aparición, Lobezno) o (primera aparición, Elektra). También puede indicar (GGA). (GGA) significa “Good Girl Art” (Dibujo de Chicas Estupendo).

“Good Girl Art” significa cuerdas, blusas, etcétera, etcétera. Algunos ejemplos parecidos se pueden encontrar tanto en Phantom Lady [La Mujer Fantasma], que vestía de forma muy ajustada y era atada en muchas ocasiones, hasta en la “Gata Negra” de Lee Elias, que vestía de forma muy ajustada y era atada en muchas ocasiones, o en The Huntress (La Cazadora), que ídem de ídem.

Los precios han sido establecidos por los vendedores de cómics, y generalmente responden de forma espléndida y nada cínica a la demanda de su público, que en su mayor parte suelen ser adolescentes.
Por supuesto, todavía no hemos acabado con todo este asunto de las mujeres atadas. Después de todo, si además se procede a torturar de alguna forma a la mujer inmovilizada, las cosas se pueden poner todavía más interesantes. Por ejemplo, si la arrojas contra la pared o la amenazas con un hierro candente. Y eso no solo se reduce al cómic occidental ejemplificado en las viñetas de la serie de Dazzler.
Un ejemplo más concreto puede darse sin nos vamos a los cómics japoneses, donde se ha edificado toda una industria alrededor del odio hacia la mujer, llevándolo hasta extremos físicamente horribles. En su último libro “Nothing Sacred”, una colección de acertados ensayos crueles, divertidos y críticos, la escritora inglesa Angela Carter describía el shock cultural que le había producido toparse con estas pequeñas joyas de arte del cómic japonés: “A veces, lo que realmente está teniendo lugar en esas viñetas me extraña muchísimo, porque no puedo leer el idioma japonés. Pero cuando he podido leerlo traducido, por lo general es mucho peor de lo que me había imaginado. ¿Por qué no pelea esa chica contra esa pandilla de violadores? Porque antes la han dislocado todos los miembros. ¿Por qué se encuentra esa anciana llorosa en la cama con ese chico con los ojos desorbitados? Ella es su madre, y le está ofreciendo una terapia cruda y en directo a su hijo para poder curarle su persistente voyerismo. ¿De verdad, en serio que eso podría ser el primer plano de un orificio femenino? Sí, claro que lo es. Y estos son cómics que están hechos para ser leídos y para que se diviertan con ellos tanto los niños como los adultos.” 

Tío. Estos japoneses están muy locos, ¿no?
Supongo que a los guionistas y dibujantes de los comic-books no se les ha olvidado del todo que existe un movimiento femenino representativo y creciente. Por otra parte, tampoco ha tenido demasiado efecto en el medio, y cuando se ha intentado hacer algo ha faltado entusiasmo, e incluso puede que haya sido francamente perjudicial. El mejor ejemplo de todo esto está representado por ese tipo de personaje de cómic que empezó a aparecer alrededor de 1969/ 1970: el de La Mujer Liberada.

La forma en que los guionistas y dibujantes de cómic aprovecharon la idea de la mujer liberada probablemente se pueda resumir en alguien como la Valquiria, una de las protagonistas de la serie de Los Defensores. Básicamente, ella es una mujer que elude seguir las ordenes de forma enérgica, bramando estridentemente su superioridad femenina y la inutilidad de los débiles y chauvinistas machos, mientras enseña casi todas sus torneadas piernas y viste con un par de copas sobre sus pechos.
El
Feminismo al estilo Marvel está representado como algo aterradoramente afilado y poco atractivo. ¿Alguien se acuerda de las “Femizonas” del primer número de la publicación “Para Adultos” de Marvel titulada “Savage Tales”? En él aparecía toda una Sociedad de mujeres militantes psicóticas y violentas, junto con un trasfondo de extraño lesbianismo apenas esbozado. La heroína de la historia era una extravagante mujer con secretos largamente ocultos, desde la época en la que aún existían hombres a los que mirar y para los que se podía cocinar. Dios sabe en qué estaría pensando Stan Lee sobre esta Sociedad cuando estaba escribiendo el argumento, pero después de todo espero que se encuentre bien.

Por supuesto, tampoco es que nosotros lo estemos haciendo tan mal [N. Del T. En ese momento, “Daredevils” estaba publicado por Marvel UK]. Tomemos como ejemplo las caseras fantasías de violación popularizadas por nuestro género de Espada y Brujería. ¿Cuántas veces has abierto una copia de La Espada Salvaje de Conan y te has encontrado con algún bárbaro violando a una flexible bailarina Kothiana encima del heno, ignorando sus débiles y poco animadas quejas, captando las señales que envía su delirante mirada de éxtasis, incluida en una cara esbozada por el dibujante con la intención de demostrar que en realidad no le importa demasiado? De hecho, parece que le guste que la traten de esa forma. Seguro que sí. A cualquiera le divierte ser asaltado sexualmente por un zoquete iletrado lleno de músculos que apesta a grasa de oso. Esa es la idea de pasar una buena noche que tiene la mayoría de personas.
El mensaje de este tipo de relatos es que las mujeres se divierten un montón con la violación, y que aunque digan que “no”, en realidad quieren decir que “sí”. Cuando alguien lee en los periódicos alguna de las asombrosas sentencias dictadas por los jueces que presiden los casos de violación, uno se empieza a preguntar si no les habrán dado para estudiar copias de “Conan, el Violador” durante sus años universitarios. El otro mensaje que parece estar contenido en este material es el de que los verdaderos hombres son muy hábiles bebiendo, convirtiendo a la gente en comida para perros con sus espadas, y atrayendo a las mozas que están en las tabernas.

Parece raro que el creador de Conan, Robert E. Howard, fuese en realidad alguien tan triste y solitario que nunca logró romper el intenso vínculo emocional que le unía a su madre. Cuando ella murió, condujo su coche hasta algún terreno baldío y se reventó los sesos. Conan y todos sus otros héroes eran desvergonzadas fantasías escapistas que representaban lo que realmente le hubiese gustado ser.

Es una lástima que no llegase a invertir sus indudables energías en algo un poco más positivo y saludable. Y todavía parece más lastímero aún que condenase a las siguientes generaciones de fans a repetir una y otra vez sus inseguros y desesperanzados sueños llenos de sexo brutal, esclavitud y violencia descerebrada.
Hubo una época en la que no se podía abrir un cómic editado por cualquier compañía sin encontrarte algún ejemplo embotado y a la antigua usanza de una mujer madura al estilo de la Chica Invisible despotricando sobre lo cerdos y chauvinistas que eran los hombres, o exclamando que no iba a fregar platos nunca más. Esto redujo el feminismo hasta el sinsentido, con unos diálogos escritos por guionistas que no reconocerían a una feminista aunque les atropellase mientras se dirigían a ver “Confessions of a Driving Instructor” (1981).

De todas formas, ahora mismo América se encuentra en pleno resurgimiento agónico de lo que se podría llamar educadamente un “renacimiento moral”, que básicamente significa un retorno a los valores y criterios de 1942, donde había un coche en cada garaje y una calmada mujer en cada cocina. Como resultado, en los cómics actuales no se pueden encontrar demasiadas mujeres arremetiendo con discursos sobre feminismo. Por supuesto, a quien sí que tenemos es a la pobre Ms. Marvel, pero mira lo que le terminó ocurriendo.
Primero fue preñada en contra de su voluntad por su propio hijo, luego perdió todos sus poderes, y a continuación fue arrastrada hasta otra Galaxia junto a la Patrulla-X, tan sólo para ser preñada de nuevo contra su voluntad por unos horrores tan abominables que parecían algo que había sido engendrado en el fregadero de H.R. Giger. No, chicas. Es mejor que os quedéis en casa y que le echéis un buen polvo a vuestro matón habitual. 
Aunque ciertamente fuese peor en el pasado, el panorama actual que ofrece el cómic protagonizado por mujeres sigue pareciendo bastante sombrío.

Por supuesto hay ciertos focos resplandecientes aquí y allá. Al menos hay unos pocos guionistas masculinos que parecen tener una comprensión elemental sobre las mujeres, y algunas veces incluso son capaces de presentar a un personaje convincente sin resultar ofensivos.
Frank Miller es bastante bueno haciéndolo... lo atestigua uno de sus personajes, Elektra. John Wagner ha sido bastante justo retratando a las mujeres en Juez Dredd. Pero por otra parte, Elektra sigue llevando un precioso vestido ajustado y las jueces femeninas de Mega City One visten como la ensoñadora fantasía de un fetichista del cuero.

No se me ocurre ningún dibujante o guionista masculino que no haya hecho algo ofensivo en un momento u otro. Dudo que haya que mirar más allá de mi propio trabajo para encontrar algunos ejemplos particularmente espeluznantes, probablemente tan malos como cualquiera de los que he descrito hasta ahora. Pero sólo porque todos lo hagamos no significa que sea lo correcto.

Por supuesto, desde la época de Howard han ocurrido muchas cosas que han alterado la forma en que los hombres miran a las mujeres y cómo ven los hombres su relación con ellas. Y que han tenido cierto impacto en el campo de los cómics.
En el próximo número terminaré con este divagante y auto-indulgente desastre echando un vistazo al relativamente pequeño número de mujeres que trabaja en los cómics, incluyendo a Wendy Pini, Mary Jo Duffy, dibujantes underground como Melinda Gebbie, Fanny Tribble y Aline Kominsky, y a todas aquellas que sea capaz de recordar hasta entonces. Después prometo que cerraré la boca y podrás poner boca abajo estas páginas y desplegar las de Fénix Oscura vestida con el uniforme del Club Fuego Infernal. Dales lo que quieren, ese es mi lema.


(Continuará...)

Más Alan Moore en Frog2000:

*** Relato: Especies en Peligro.
*** Relato: ¡Yo fui el doble de Superman!
*** Ensayo: La Venus del Cenagal contra los Anillos de Pene Nazis, parte 1, parte 2, parte 3.
*** Enlace a la entrevista que le realizó Vice Magazine.

8 comentarios:

PAblo dijo...

Gran trabajo.

Se despacha a gusto con el pobre Robert E. Howard y resulta un poco perturbador que junto a Ma Kent y Mrs Advocaat no haya incluido a tía May.

Te enlazo que esto hay que difundirlo.

Impacientes saludos.

frog2000 dijo...

Muchas gracias, Pablo. Me da la impresión que este año va a ser el de Alan Moore en el blog...

Random Guy dijo...

Gracias por seguir con esto, Frog, es muy interesante.
Te reseño en mi blog, si no te importa.

Hasta la tercera parte.
Un saludo.

frog2000 dijo...

Gracias, Raúl, la tercera parte está a puntito, el viernes la subo. Saludos!!

TEBEOBIEN dijo...

joder, creo que es la primera vez que te doy las gracias por estas traducciones sensacionales! en ellas incluyo los atrasos!
así que gracias!

Quanta dijo...

Sólo alguien como Alan Moore puede decir lo que dice como lo dice y quedarse ancho.

Gracias Frogg por la traducción, espero ansiosa el viernes.

mariano dijo...

Lo que más me sorprende, además de ser un excelente artículo, es el enciclopédico conocimiento del mundo del cómic que demuestra Moore, no era el típico guionista snob "que-no-lee-otros-cómics", el tipo parece que durante una época se lo metió TODO entre pecho y espalda.

Suso dijo...

La Tía May siempre tuvo sus fans (hasta en los propios cómics le salían novios ... sí, preocupante).

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