martes, 16 de agosto de 2011

"O SUPERMAN": MUSICA Y COMICS, por Alan Moore

"O SUPERMAN" – Música & Cómics, artículo de Alan Moore para The Daredevils nº 5, 1983. Traducido por Frog2000.

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A menos que seas alguien que está tan trastornado como para encontrarte ahora mismo babeando en el suelo de una habitación parcialmente iluminada vestido con un traje de Superman y llamando a voces a tu "mami" para que te deslice el último número de Jóvenes Titanes por debajo de la puerta, tendrás unas posibilidades tremendas de no ser uno de esos que gastan todo su tiempo leyendo cómics. Puede que a veces comas un poco, o tal vez te des un paseo, o incluso de vez en cuando mires la televisión. Y hasta es muy posible que suelas escuchar música. Sabes lo que es la música, ¿no? algo que carece de dibujos y bocadillos, ¿recuerdas? 


Aunque en un principio te parezca que no se pueden encontrar demasiadas semejanzas entre el mundo de Hulk y el de Haircut One Hundred, cuando se echa un vistazo más profundo a lo que ha estado ocurriendo en ambos medios durante más o menos los últimos diez años, de inmediato empezarán a surgir todo tipo de pequeñas y fascinantes conexiones. Al menos a mí sí que me parecen fascinantes, pero... ¿qué sabré yo?, aunque bueno, de todos modos...
El ejemplo más obvio de cómo un medio es capaz de afectar al otro se puede comprobar revisando la cantidad de referencias veladas (y no tanto) sobre el cómic en las grabaciones de algunos intérpretes
. Es una lista bastante extensa. Probablemente podríamos empezar nombrando “Popeye The Sailorman”, continuar con el tema “Snoopy vs. The Red Baron” de los Royal´s Guardsmen y finalizar en algún punto cercano a la excelente “O Superman” de Laurie Anderson, la canción que graciosamente me ha sugerido el título de este texto.

Existen un montón de artículos con listas de este tipo, uno de los mejores ha aparecido hace poco en uno de los números más recientes del Fantasy Advertiser de Martin Lock, firmado por (me parece) Dave Harwood.

Si quieres encontrar todo lo que necesitas saber sobre las referencias que hace Donovan a Green Lantern en alguno de sus temas, o sobre cómo XTC cantaban bellamente sobre el Sargento Rock, entonces te sugiero que lo localices para pasar un buen rato.
Por mi parte me gustaría echar un vistazo más cercano a la forma en la que los cómics han sido tratados por el negocio de la música, así como, en contraposición, la música ha ido influyendo en el medio del cómic.

Estoy seguro de que la primera parte de este asalto en dos capítulos [originalmente iba a aparecer 
una segunda parte del artículo en un futuro número de la revista Daredevils] será la más fácil, así que comenzaremos con un breve catálogo compuesto por varios músicos que han utilizado en sus temas a personajes de cómic a los que conocemos y amamos.

Supongo que lo más obvio será nombrar a los artistas que han interpretado material del cómic con la estricta intención de hacer reír. Sé que 
para alguien que está tan inmerso en este mundo como tú o como yo puede ser bastante difícil de creer, pero existe gente que realmente no se suele tomar el cómic tan en serio como tú o yo lo hacemos. Es increíble, ¿no te parece?
Quizá el mejor ejemplo que me viene a la cabeza sea una pequeña pieza que The Scaffold grabó para una oscura Cara B de uno de sus singles titulada "Good BatNight, Men", y que como era de esperar, se burlaba perversamente de la entonces popular serie de televisión de Batman. Como estoy seguro de que te puedes imaginar, tampoco era algo tan difícil, pero aún así la canción era memorablemente divertida. Uno de los versos que (lo admito) transcribo de memoria, se parecía a lo que sigue:

“God Bless all policemen and fighters
of crime,
Make thieves go to jail for a very long
Time.
Then they come home when they´ve
Cleaned up the town.
And hang from the mantelpiece both
Upside down.
A cup of warm blood, then they toddle
Upstairs…
Batman and Robin are saying their
Prayers.”
Supongo que a toda esa gente que estáis ahí fuera y que probablemente seáis seguidores del sofisticado e intelectual ingenio que se gasta el Señor Benny Hill (a quien encuentro tan divertido como un impuesto sobre la renta, a pesar de que me hiciese caer de la silla de la risa cuando tenía trece años), os encantará dicha composición. Hay un montón de ejemplos parecidos, por supuesto, otro es el "Supergirl" que hicieron los repugnantes y verdaderamente horribles Fugs, y si me apresurara a recordaros la letra de esta pequeña obra dudo que saliese de la cárcel antes de cumplir los cuarenta. Quizá será mejor que abordemos la siguiente categoría...

Se compone de músicos que utilizan personajes de cómic como símbolos de autoridad, y no me queda más remedio que destacar que la mayoría son superhéroes. Aunque se me ha ocurrido hace poco, me parece muy divertido observar la enorme frecuencia con la que se suelen utilizar de dicha forma.

En "Superbird", de Country Joe and The Fish, se nos intenta ofrecer una visión del viejo Lyndon Baines Johnson, un presidente americano muy despreciado en su tiempo por los progresistas debido a su participación en la guerra de Vietnam, y en general, por toda su política exterior. (Si recuerdo bien la frase, creo que una vez comentó: “si se mueven, abrid fuego”.)
En "Superbird", los Country Joe describen a LBJ como el hombre de acero y le advierten que tienen en su poder un “pequeño trozo de Kryptonita” con su nombre impreso en él, por lo que Johnson debería pensarse mejor todo eso de “levantad los brazos en son de triunfo”. A continuación Country Joe solicitan la ayuda de “los Cuatro Fantásticos y el Doctor Extraño" para que les ayude en su cometido.

Debería apuntar que los cómics de la editorial Marvel eran tremendamente populares entre los hippies y los radicales de la época, y que por lo tanto aparecían retratados de forma más simpática en sus canciones. DC Comics no tuvo tanta suerte. No es sólo porque presentaran a Superman como símbolo de todo lo que marchaba mal en América, sino porque Batman también fue objeto de un apropiado ajuste de cuentas.

En el Bat-poema interpretado por Adrian Henry and The Liverpool Scene, se retrata a Batman como la encarnación del imperialismo americano y el capitalismo bélico:

“Help us out in Viet Nam, Batman
Help us drpo that Bat-Napalm, Batman
Help us bomb those jungle towns,
Spreading pain and death around,
Coke and candy wins them round,
Batman.”
Por supuesto, todo esto estaba ocurriendo en un período político tan caldeado como histérico, y casi cualquiera que usara uniforme estaba condenado a recibir un cocktail molotov, fuese verbal o físico. Incluso aunque sólo trabajase de cartero.

Por supuesto, las cosas no son tan radicalmente diferentes hoy en día. Sigue habiendo demasiado miedo y asco en el mundo, y como siempre, el superhéroe es una conveniente diana sobre la que dar en el blanco.

En la anteriormente mencionada "O Superman", Laurie Anderson reproduce lo descrito con mucho más estilo y de forma proporcionalmente menos estúpida que sus predecesores, retratando a Superman como una figura paternal y el protector americano definitivo, para a continuación invertir cuidadosamente el sentido de la canción a base de fusionar la imagen del nacido en el espacio con los bombarderos estadounidenses que transportaron su letal carga de muerte nuclear.
Durante los tensos ochenta Superman ha seguido siendo una imagen extremedamente poderosa que sigue atrayendo la atención de la gente, algo que se puede evidenciar en el hecho de que una pieza tan larga y aparentemente nada comercial de música de vanguardia haya logrado situarse de forma inmejorable en las listas de música nacional.

Por supuesto, en la música ha habido algunas otras caudalosas formas de utilizar los conceptos de los cómics, quizá la más común haya sido una mediante la que los artistas simplemente se han referido a los cómics como una parte más de una cultura en la que están envueltos.

Así, nos podemos encontrar el homenaje de The Jam en su tema titulado “Batman”, la primeriza canción de David Bowie donde retrataba a su Tío Arthur, que seguía leyendo cómics y era fan de Batman, además de fijarnos en la forma en la que las bandas psicodélicas de mediados de los sesenta retomaban personajes seudo-místicos como el Doctor Extraño en sus canciones, haciéndolos partícipes importantes de sus letras. Un buen ejemplo sería la siguiente estrofa del “Cymballine” de Pink Floyd: “El Doctor Extraño siempre está cambiando de tamaño”.

En realidad no recuerdo que el Doctor Extraño haya cambiado de tamaño alguna vez, pero sí que recuerdo que me parecía todo un milagro que todas esas personas que se han retorcido tantísimo la mente con las drogas, puedan incluso llegar a nombrar correctamente estos cómics.
Pero como he comentado, tampoco quiero que este artículo degenere en una mera lista de referencias a los cómics, así que quizá deberíamos echarle un vistazo a la otra cara de la moneda y fijarnos en cómo han ido adaptando los cómics las influencias musicales de sus autores.

En un nivel bastante obvio nos podemos encontrar con todas esas apariciones invitadas de los populares ídolos para quinceañeros, que se han ido abriendo paso por los cómics durante años. Casi sin excepción, sus apariciones han sido bastante estúpidas.

Deberíamos recordar que la mayor parte de estas historias fueron escritas por hombres de mediana edad que comprendían lo que estaba ocurriendo en la escena musical tanto como tú o como yo sabemos algo sobre física cuántica.

La idea era incluir en la historia a alguien que estuviese de moda en ese momento con la esperanza de que los lectores que también formaban parte del público que compraba discos se interesaran por la colección, y al infierno con la historia. Esta forma de hacer las cosas fue la causante de que nos deleitasen con placeres del calibre de “Superman conoce a Pat Boone” y “La Cosa y la Antorcha conocen a los Beatles”.
Hasta cierto punto, en esta categoría también podríamos incluir todos esos cómics en los que el músico es el protagonista de la serie, como ocurre con “Marvel´s Kiss Colour Special”, en el que los cuatro miembros de Kiss adquieren poderes para combatir al Dr. Muerte.

En mi opinión es una idea especialmente mal concebida. Por un lado, me parece poco probable que la historia pueda llamar la atención de los aficionados a los superhéroes, porque en realidad tampoco es es que sea una trama que trate sobre superhéroes, y por el mismo motivo me parece poco probable que se lo vayan a comprar los fans de Kiss.

Una intentona un poco mejor fue aquel número centrado en Alice Cooper que editaron en la difunta línea de Marvel llamada Marvel Premiere, en su mayoría gracias al excelente trabajo artístico que Tom Sutton y Terry Austin llevaron a cabo.

Probablemente ese cómic existe porque el verdadero Alice Cooper se ha terminado convirtiendo en una figura deliberadamente absurda, y como tal, seguro que se encuentra como en casa en el absurdo mundo de los comic-books. A pesar de todo su maquillaje, Kiss parecen tomarse razonablemente en serio a sí mismos, así que en su caso el traspaso al otro medio no ha funcionado tan bien.

Pero dejando a un lado estrellas invitadas y cameos de cualquier tipo, lo que realmente me interesa es la forma en la que algunos guionistas y dibujantes han tratado de trasladar el ritmo y la vitalidad de la música rock a la página impresa. Es una hazaña increíblemente ardua y desafiante, y generalmente sólo aquellos creadores de cómic con afán de experimentar con el medio se han atrevido a intentarlo. Piensa en ello por un segundo. Ponte a ti mismo en los zapatos del artesano de los cómics que trabaja duro intentando imaginar la fascinación que le produce la música y piensa en todos los problemas que puede acarrear traspasarla a otro soporte.

Como habrás oído millones de veces antes, los cómics son mucho más que una película. Casi todo lo que se puede hacer en aquel medio se puede duplicar en un cómic... la iluminación, el ritmo, los ángulos de cámara, todo.
Lo único que no puedes hacer en un cómic es incluir una banda sonora. No te puedes ni imaginar lo irritante que resulta para un artista profundamente sensible como yo. Llevo pensando cómo hacerlo desde hace años. He estado devanándome los sesos durante mucho tiempo. A
 juzgar por algunos de los audaces intentos que he visto durante los últimos años, parece que también ha sido un quebradero de cabeza para muchas otras personas con un cerebro menos apolillado que el mío. La lustrosa revista de cómic Heavy Metal le dedicó todo un número... un Especial Rock... donde intentaban encontrar una solución al problema. Lograron un éxito tan variado como limitado. 

La mayor parte de las historias de ese número se sostenían gracias al mero uso de imágenes rockeras como parte del inventario de dibujo. La única que en realidad era capaz de capturar levemente la vitalidad y el espíritu del Rock ´n´ Roll era una historia corta titulada “Rock á la Mickson” del muy talentoso Harry Mickson, en la que básicamente nos podíamos encontrar con una pequeña película animada protagonizada por un cuervo bailarín, reproducida plano por plano en las páginas de la revista. Si paseabas la vista por la composición te asaltaba una fuerte sensación del frenético movimiento inherente a la música rock. Pero por supuesto, seguías sin poder escuchar nada.
Doug Moench y Bill Sienkiewicz hicieron un intento más reciente en las páginas del Caballero Luna, un título que admito que no me había interesado demasiado hasta los últimos tres o cuatro números, en los que de repente parece que el equipo creativo ha despegado hacia algunos lugares colindantes tan extraños como innovadores. En el número 26 aparecía una historia, una pieza verdaderamente remarcable, titulada “Hit it!”, que comenzaba tanto con una descripción visual como verbal de la música que se podía escuchar en un club de jazz.

Lo que ha logrado Sienkiewicz es intentar aproximar las emociones que provoca la música a través del uso de los colores para conseguir un efecto similar. Es un acercamiento muy abstracto, en donde podemos observar la cascada tonal de goteo púrpura de un saxofón en forma de humo, y a un baterista descoyuntándose en una imagen en blanco y negro casi claustrofóbica que de alguna forma conjura el ritmo tembloroso de una batería de rock n´ roll.

De acuerdo, aunque la verdad es que no funciona del todo, me habría gustado que se me hubiese ocurrido a mí antes.
Para todos aquellos que leéis la revista Warrior tal vez debería nombrar un arduo intento que hicimos en uno de los episodios de V for Vendetta aún sin publicar, en donde toda la historia consiste en la letra de una canción cuya letra hemos escrito nosotros mismos y que hemos representado a lo largo de las viñetas.

David Jay, de Bauhaus, es el compositor la música, pero no tengo ni idea de si va a ser un verdadero avance para el medio o una de esas historias en forma de cómic confusas, auto-indulgentes e incomprensibles que se suelen publicar de vez en cuando.

Aún así, creo que en algunas ocasiones resulta positivo asumir ciertos riesgos antes de que nuestra propia tecnología coja y nos pare los pies. 


¿Quién sabe? Puede que en los próximos veinte años podamos acudir al quiosco para pillarnos el último número de Daredevils en forma de cartucho de vídeo con una banda sonora completa en la que se pueda escuchar los “AARGH” y los “OOF!” de las historias. Supongo que cuando lleguemos a ese punto, mis colegas autores de cómic y yo habremos cambiado nuestros rabiosos y obsesivos pensamientos por algún otro intrascendente problema artístico, quizá uno que involucre alguno de los otros cinco sentidos.

¿Habrá alguien ahí fuera que se capaz de idear una versión de un cómic de Hulk con pestañas de “rasca y huele”?

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