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Ensayo en tres partes aparecido en The Daredevils 4 a 6 (Marvel UK, 1982). Escrito por Alan Moore. (Traducido por Frog2000)
Realmente ambas profesiones me parecen muy honestas, y requieren una gran habilidad para ser ejecutadas de una forma apropiada. Como ejemplo, podríamos citar el magnífico trabajo que hizo Glynis Wein en X-Men.
Hemos visto emerger a un montón durante los últimos años, y generalmente son bastante buenas en su trabajo. Por ejemplo, en la actualidad Louise Jones está produciendo algunos de los cómics más populares de todos los que saca Marvel a la venta, como X-Men y Ka-Zar. En cuanto a DC, Laurie Sutton realiza un hermoso trabajo en la edición de La Legión de Super-Héroes de Levitz y Giffen, que bajo mi punto de vista es el cómic de entretenimiento más importante de los que está editando DC en la actualidad. La propia Señora Sutton ha comentado que su trabajo es minimalista y que, básicamente, deja hacer lo que les da la gana a Levitz y a Giffen. Supongo que este comentario es un poco auto-despreciativo, ya que el hecho de que un editor sepa cuándo no debe interferir, no significa que él o ella no estén haciendo su trabajo de una forma apropiada. Al contrario. Todo está incluido en el producto final, y un editor debe saber juzgar las cosas bajo dicha premisa, y creo que Laurie Sutton está haciéndolo con acierto. Louise Jones, ella y la jefa de DC, Jenette Kahn, están procediendo de la misma forma a como lo haría un hombre en su misma posición, y en algunos casos incluso mejor. Aún así, eso es todo lo que hacen.
Aún así, en aquella primera época del cómic underground la escena era radicalmente diferente a lo que estaban haciendo las grandes empresas, pero seguía siendo terreno dominado casi por completo por los hombres. Y el producto a la venta también lo demostraba.

Melinda Gebbie utiliza una delicada técnica de dibujo puntillista para describir algunas de las más desconcertantes y violentas visiones psico-sexuales que probablemente no tengan comparación con ninguna otra cosa. También podemos hablar de Diane Noomin, que con la ayuda de su personaje protagonista, la neurótica de mal gusto Di Di Glitz, exploró el yermo de los suburbios americanos y los bares de solteros con un devastador efecto cómico.
Además podemos encontrarnos el surrealismo ensoñador de Mary K. Brown, la punzante observación urbana que hace Mimi Pond y la que en mi opinión es la mejor del lote en la entrega de “slapstick” y auto-desprecio que sirve en sus cómics, la propia Aline Kominsky.
Creo que no te vas a cruzar con mucha gente que esté preparada para mostrarse de forma tan pródigamente honesta consigo misma, y cuando alguien lo hace me parece toda una maravilla, créeme. Estoy seguro de que parte del atractivo que tiene su obra se debe a que funciona como desahogo en el más amplio sentido de la palabra, ya que su mirada desagradable y satírica no está orientada en contra del lector.
Marrs es el talento responsable de la serie semi-autobiográfica “Pudge, Girl Blimp” que solía ser publicada por Star Reach, además de aventurarse por otros pasajes más serios. Bajo mi punto de vista, este último material es muy interesante, ya que demuestra cómo es posible conseguir una historia excitante sin tener que recurrir a las populares obsesiones masculinas de poder y violencia sin sentido que suelen condimentar los guiones de cómic.
Tanto Pini como Marrs han publicado en feudos dominados casi por completo por hombres como la revista Epic, y parece que se desprecia el hecho de que, por lo general, la forma de aprovechar el dibujo que tienen las mujeres es enormemente diferente de la que podemos esperarnos del habitual riesgo estándar que corren los hombres. Deberíamos tener la oportunidad de poder ver a más mujeres infiltrándose gradualmente en el negocio del comic-book, con la esperanza de que fuese enriquecido en el proceso. Pero seguro que te habrás dando cuenta de que muchas de las personas mencionadas son americanas, así que ¿cuál es la situación de la mujer en este lado del panorama? Bueno, si comparamos el tamaño de Inglaterra con el de América creo que hay un número considerablemente menor de mujeres trabajando en el medio, pero por lo menos lo que falta en cantidad se compensa en igualdad.
Un buen ejemplo podría ser Fanny Tribble, que me parece que la primera vez que publicó fue en las recopilaciones de Sour Cream antes de conseguir sus propias series, “Heavy Periods” y “Fanny Trouble”, publicadas ambas por la editorial feminista Sheba Books. Como muchas de las mujeres que ya he tratado antes, en sus historietas se pone mayor énfasis en la honestidad y la franqueza que en la preocupación por un entintado detallado y un dibujo de anatomía perfecta. Personalmente, me gusta mucho el material de Tribble, porque claramente parece sentirse lo suficientemente cómoda como para bromear con los aspectos más ridículos del feminismo, y al mismo tiempo tiene la capacidad de reírse de sí misma y de la gente que la rodea.
Y luego tenemos a Posy Simmonds, cuyo trabajo aparece de forma regular en The Guardian. De nuevo, su forma de acercarse a los personajes es perfecta y absorbente, especialmente en el retrato que realiza de la confusa mente del ama de casa de clase media bohemia, Wendy Weber.
Y creo que con esta vaga nota sombría deberíamos acabar el artículo. Tres entregas de remordimiento culpable auto-consciente de macho liberal son suficientes para cualquiera, ¿no es cierto?
Ensayo en tres partes aparecido en The Daredevils 4 a 6 (Marvel UK, 1982). Escrito por Alan Moore. (Traducido por Frog2000)
Casi cualquier personaje femenino de los cómics (con la posible excepción de Mrs. Arbogast, de la serie de Iron Man, y Ma Kent, de Superboy) han sido diseñadas para explotar al máximo su potencial como “pin-up”. Todas tienen piernas largas y esbeltas, caderas ajustadas y torsos que parece que las hubiesen disparado un par de cohetes anti-tanque en la espalda. Todas las caras son condenadamente iguales. Si alguien cogiese y afeitase (por alguna razón que ahora mismo se me escapa por completo) las cabezas de la Chica Invisible, Madame Medusa, Crystal, Alicia, La Bruja Escarlata y Jane Foster, ni sus propias madres serían capaces de distinguirlas.
Aún así puede que ahora alguien se pregunte si existía alguna razón comercial para que se hiciesen las cosas de una forma tan curiosa. En efecto, claro que existía. Una buena proporción de los lectores de cómics tenían en ese momento entre doce y trece años y era muy probable que estuviesen a las puertas del Krakatoa glandular conocido como pubertad. Era cuando se empezaban a dar cuenta de que en el colegio, la chica que se sentaba al otro lado del pasillo y a la que se referían tan sólo un año antes como “Pecas” o “Aliento de Hiena”, estaba metamorfoseándose lentamente en alguien a quien mirar desde una perspectiva totalmente diferente.
Aunque bien mirado me parece una actitud tan estúpida como inocua. Después de todo, creo que no hay nada malo en que las mujeres tengan buen aspecto, incluso aunque pasado un tiempo esa interminable sucesión de impecables muñecas Sindy se convierta en nuestra mente en un desfile de carne. No, lo realmente desagradable tiene lugar cuando los dibujantes, los guionistas, los editores y los redactores de los cómics deciden cebar un poco más las fantasías adolescentes. El momento en el que empiezan a servir pequeñas fantasías adultas tan diabólicas como sórdidas como si fuese el menú más apropiado para las mentes en crecimiento de chicos y chicas saludables.
El más popular de estos pecadillos puede ser ese oscuro género llamado bondage. Para aquellos que aún seáis tan jóvenes e inocentes como para pensar que todo lo referente a los adultos procede de una mentalidad estable, os diré que el bondage es el arte de divertirse y entretenerse siendo atado o atando a tus amigos y seres queridos. En el caso de los cómics supone mirar viñetas reproducidas pésimamente de gente que ha sido atada preferentemente en posiciones inusuales y nada confortables. Dios sabe por qué las cosas serán así, pero si este Universo fuese un lugar más benévolo, los ornitorrincos no existirían.
Puede que para algunos de vosotros, lo más difícil de aceptar sea que si en alguna de las páginas de un cómic se está representando a una jovencita, estará vistiendo preferentemente con una blusa rasgada, o se encontrará atada, o llevará la blusa rasgada y además estará atada, o estará luchando con otra chica que también llevará puesta una blusa rota, o ella atará a otra chica que viste con los restos de su blusa, o seguro que habrá algún tipo de combinación de blusas, chicas, cuerdas... si un cómic tiene alguna de esas combinaciones, tendrá mayor oportunidad de ser mejor valorado, ¿no os parece algo extraño?
Por supuesto, todavía no hemos acabado con todo este asunto de las mujeres atadas. Después de todo, si además se procede a torturar de alguna forma a la mujer inmovilizada, las cosas se pueden poner todavía más interesantes. Por ejemplo, si la arrojas contra la pared o la amenazas con un hierro candente. Y eso no solo se reduce al cómic occidental ejemplificado en las viñetas de la serie de Dazzler. Un ejemplo más concreto puede darse sin nos vamos a los cómics japoneses, donde se ha edificado toda una industria alrededor del odio hacia la mujer, llevándolo hasta extremos físicamente horribles. En su último libro “Nothing Sacred”, una colección de acertados ensayos crueles, divertidos y críticos, la escritora inglesa Angela Carter describía el shock cultural que le había producido toparse con estas pequeñas joyas de arte del cómic japonés: “A veces, lo que realmente está teniendo lugar en esas viñetas me extraña muchísimo, porque no puedo leer el idioma japonés. Pero cuando he podido leerlo traducido, por lo general es mucho peor de lo que me había imaginado. ¿Por qué no pelea esa chica contra esa pandilla de violadores? Porque antes la han dislocado todos los miembros. ¿Por qué se encuentra esa anciana llorosa en la cama con ese chico con los ojos desorbitados? Ella es su madre, y le está ofreciendo una terapia cruda y en directo a su hijo para poder curarle su persistente voyerismo. ¿De verdad, en serio que eso podría ser el primer plano de un orificio femenino? Sí, claro que lo es. Y estos son cómics que están hechos para ser leídos y para que se diviertan con ellos tanto los niños como los adultos.”
Supongo que a los guionistas y dibujantes de los comic-books no se les ha olvidado del todo que existe un movimiento femenino representativo y creciente. Por otra parte, tampoco ha tenido demasiado efecto en el medio, y cuando se ha intentado hacer algo ha faltado entusiasmo, e incluso puede que haya sido francamente perjudicial. El mejor ejemplo de todo esto está representado por ese tipo de personaje de cómic que empezó a aparecer alrededor de 1969/ 1970: el de La Mujer Liberada.
El Feminismo al estilo Marvel está representado como algo aterradoramente afilado y poco atractivo. ¿Alguien se acuerda de las “Femizonas” del primer número de la publicación “Para Adultos” de Marvel titulada “Savage Tales”? En él aparecía toda una Sociedad de mujeres militantes psicóticas y violentas, junto con un trasfondo de extraño lesbianismo apenas esbozado. La heroína de la historia era una extravagante mujer con secretos largamente ocultos, desde la época en la que aún existían hombres a los que mirar y para los que se podía cocinar. Dios sabe en qué estaría pensando Stan Lee sobre esta Sociedad cuando estaba escribiendo el argumento, pero después de todo espero que se encuentre bien.
El mensaje de este tipo de relatos es que las mujeres se divierten un montón con la violación, y que aunque digan que “no”, en realidad quieren decir que “sí”. Cuando alguien lee en los periódicos alguna de las asombrosas sentencias dictadas por los jueces que presiden los casos de violación, uno se empieza a preguntar si no les habrán dado para estudiar copias de “Conan, el Violador” durante sus años universitarios. El otro mensaje que parece estar contenido en este material es el de que los verdaderos hombres son muy hábiles bebiendo, convirtiendo a la gente en comida para perros con sus espadas, y atrayendo a las mozas que están en las tabernas.
Hubo una época en la que no se podía abrir un cómic editado por cualquier compañía sin encontrarte algún ejemplo embotado y a la antigua usanza de una mujer madura al estilo de la Chica Invisible despotricando sobre lo cerdos y chauvinistas que eran los hombres, o exclamando que no iba a fregar platos nunca más. Esto redujo el feminismo hasta el sinsentido, con unos diálogos escritos por guionistas que no reconocerían a una feminista aunque les atropellase mientras se dirigían a ver “Confessions of a Driving Instructor” (1981).
Primero fue preñada en contra de su voluntad por su propio hijo, luego perdió todos sus poderes, y a continuación fue arrastrada hasta otra Galaxia junto a la Patrulla-X, tan sólo para ser preñada de nuevo contra su voluntad por unos horrores tan abominables que parecían algo que había sido engendrado en el fregadero de H.R. Giger. No, chicas. Es mejor que os quedéis en casa y que le echéis un buen polvo a vuestro matón habitual. Aunque ciertamente fuese peor en el pasado, el panorama actual que ofrece el cómic protagonizado por mujeres sigue pareciendo bastante sombrío.
Frank Miller es bastante bueno haciéndolo... lo atestigua uno de sus personajes, Elektra. John Wagner ha sido bastante justo retratando a las mujeres en Juez Dredd. Pero por otra parte, Elektra sigue llevando un precioso vestido ajustado y las jueces femeninas de Mega City One visten como la ensoñadora fantasía de un fetichista del cuero.
En el próximo número terminaré con este divagante y auto-indulgente desastre echando un vistazo al relativamente pequeño número de mujeres que trabaja en los cómics, incluyendo a Wendy Pini, Mary Jo Duffy, dibujantes underground como Melinda Gebbie, Fanny Tribble y Aline Kominsky, y a todas aquellas que sea capaz de recordar hasta entonces. Después prometo que cerraré la boca y podrás poner boca abajo estas páginas y desplegar las de Fénix Oscura vestida con el uniforme del Club Fuego Infernal. Dales lo que quieren, ese es mi lema.
Ensayo en tres partes aparecido en The Daredevils 4 a 6 (Marvel UK, 1982). Escrito por Alan Moore. (Traducido por Frog2000)
La primera es que un pequeño pero ruidoso porcentaje de feministas está obviamente muy enfadado y tiene la personalidad dañada de forma irreversible. Es un grupo que se abalanza con alegría demencial sobre ejemplos de “sexismo” cada vez más triviales y sin importancia, haciendo declaraciones a la prensa atrozmente retorcidas y generalizadas en plan “todos los hombres son unos violadores”, y por regla general hace muy difícil sentir aprecio alguno por ellas.
Tenemos a esa especie de chica neumática de delantera desproporcionada, sonriente y con poco cerebro con la que Barbara Windsor se ha forjado toda una carrera. También a las putas masoquistas y serviles popularizadas en las letras de los grupos de heavy-metal y los anuncios de after-shave. Luego están las esclavas del trabajo de ácida lengua que son furcias con el corazón de oro y que aparecen cada semana en la serie “Coronation Street”. También a las indefensas víctimas temblorosas tan generalizadas en películas como “He Knows You´re Alone” (“Sabe que estás sola”, 1982) y “Dressed To Kill” (“Vestida para Matar”, 1980). Criaturas sin ninguna otra razón para existir que ser empujadas contra las moto-sierras de enanos psicópatas travestidos.
Y a su manera, los cómics tienen tanta culpa representando una imagen distorsionada de las mujeres a sus lectores como el resto de medios. Puede que incluso en algunos aspectos sean más culpables. Después de todo, los cómics suelen tener al público más joven como objetivo. Una audiencia que muy bien puede estar viviendo una etapa crítica de su vida, intentando desesperadamente que el mundo en el que se desenvuelven cobre algún sentido.
Cuando yo tenía siete años y empecé a leer las series de la familia de cómics de Superman de DC, no tenía ninguna razón para no creer que estuviesen reflejando la vida real. Por supuesto, yo solito fui capaz de descubrir que si alguien intentase saltar por encima de edificios altos de un solo bote, sería bastante probable que se provocara una hernia. Quiero decir, yo no era un completo idiota. Pero dejando todo lo super-heróico a un lado, me imaginaba que era muy probable que la forma que tenían los seres humanos de comportarse en estas tiras era lo suficientemente precisa y cercana a la realidad. Y eso me llevó a formarme un cierto número de conclusiones interesantes a la par que totalmente erróneas.
Miss Arrowette era capaz de reducir a bandas de criminales utilizando una balbuceante tos que les dejaba impotentes mediante el método de envolverlos en nubes de talco gracias a su “Flecha con esponjita de maquillaje”. Batgirl podía deslumbrar a los villanos reflejando los rayos de sol con el espejo que llevaba en su polvera. Supergirl, un ser con un poder parecido al del propio Superman y que podía sacar a planetas de su órbita sin sudar, pasaba su tiempo retozando con el Super-Gato o el Super-Caballo, o quizá enamorándose de los jóvenes de la Ciudad Embotellada de Kandor, que siempre resultaban ser villanos que querían utilizarla para poder vengarse de Superman. Por algún motivo ella no se daba cuenta hasta que era demasiado tarde, sin importar cuántas veces le ocurriese algo parecido. Ni siquiera aunque todos sus novios Kandorianos tuviesen nombres como E-Vill, Nars-Tee y similares.
Tomemos a Lois Lane como ejemplo. Es una mujer que para estar hablando de un cómic, la verdad es que tenía un trabajo inusualmente serio para un miembro de su sexo. Es periodista, y lo es desde los días en que las reporteras de noticias eran algo raro e infrecuente. No sólo eso, sino que es una periodista estrella cuya forma de escribir es reconocida y respetada por todo Metropolis, e incluso por todo el mundo libre.
Constantemente se estaba entrometiendo en la vida de Clark Kent para poder adivinar la identidad secreta de Superman, más de una vez con la esperanza de poder chantajear al hombre de acero, amenazándole con revelar su identidad secreta si no aceptaba casarse con ella.
Como podéis ver, la impresión general que me hice de las mujeres como especie estaba muy lejos de ser saludable. La única excepción a esta regla general se encontraba en la serie de Wonder Woman, aunque para ser honestos, en realidad no tenía demasiado tiempo para ella.
De todos modos, lo único que he hecho hasta ahora es repasar brevemente el problema y ya he llegado a mi límite de palabras en este número. En el próximo me gustaría echar un vistazo un poco más específico y observar detenidamente a las mujeres que aparecen en los cómics, desde Keyhole Kate hasta Elektra. Y también pretendo estudiar la curiosa tendencia de pornografía pre-adolescente conocida como “Good Girl Art” y responder a una importante pregunta: ¿realmente no creéis que Fénix Oscura tan sólo es Minnie the Minx sin su tirachinas? Hasta entonces, seguid enviando vuestro chorreo de cartas y mensajes. 
¡YO FUI EL DOBLE DE SUPERMAN!
¿Eh? Si, has oído bien. Eso es lo que te acabo de decir. El Gobierno me preguntó a mí, Hermann Schwartz, si podía hacer de doble del Hombre de Acero. Era un problema de Seguridad Nacional, así que, ¿cómo iba a poder negarme?
Todo había acabado. Volví a la Tierra y me comunicaron que el verdadero Superman se había recuperado ligeramente, con lo que me refiero a que era capaz de decir cuál era la diferencia entre un alimento y un mueble, y que también podría ponerse su uniforme por sí sólo sin recibir ninguna ayuda. Yo ya no era necesario, pero Ron y la C.I.A. estaban tan agradecidos que me permitieron quedarme con los super-poderes como agradecimiento. Eso sí, no te puedo prometer que no los vaya a utilizar para mi propio provecho... Si, así es, sigo teniendo esos super-poderes. Por eso soy tan buen taxista... puedo usar mi super-oído para captar por adelantado los anuncios sobre cómo está la circulación, y mi visión de Rayos-X y telescópica me permiten saber dónde está más embarullado el tráfico. Claro, a veces me viene muy bien.
"Investigué mucho para hacer un buen trabajo. Si me pedían que dibujara una cascada, iba hasta una y la dibujaba. Esto es algo que a...