Entrevista publicada en de The Comics Journal nº 182, noviembre de 1995. Realizada por Paul Wardle y traducida por Frog2000. Parte 1.
ACTUANDO
Paul Wardle: ¿Desearías haber tenido más oportunidades para interpretar personajes en los primeros programas?
Terry Gilliam: No, en realidad no. Si te soy sincero, nunca he tenido la sensación de cubrir como actor unos estándares mínimos. En el Instituto actué un montón, pero después lo dejé de lado. Ellos, mis compañeros en los Python, pasaron directamente de la Universidad a actuar sin parar en programas junto con David Frost y
Marty Feldman. Nunca lo dejaron. Estos tíos eran realmente muy buenos. Yo
nunca sentí que fuese mi verdadero rollo. Me iban más los dibujos animados, pero me
gustaba participar en los programas. Además quería tener algo que hacer, así que
empecé a actuar en pequeñas partes de algunos sketches. Desde el comienzo, lo que más me gustaba era disfrazarme, maquillarme, elegir el vestuario y todo lo demás. Me encantaba hacer esos trajes cada vez más extraños, disfrutaba mucho
diseñándolos.
Wardle: Parece como si siempre hubieses estado interpretando las
partes más feas. Especialmente en las películas.
Gilliam: Lo grotesco... siempre me encargaba de ello porque nadie más
quería hacerlo.
Wardle: Como el carcelero de “La Vida de Brian”, o el
profeta con la cara llena de barro.
Gilliam: Claro. Durante un tiempo me encantaba hacer ese
tipo de personajes, porque creo que siempre le daban mayor textura a la
película. John no quería vestir con nada que le resultase incómodo, por eso no se ponía ni siquiera una barba falsa, pero yo decía: “¡Que lo jodan! ¡Lo haré!” Intentamos hacer películas de forma periódica, y la verdad es que queríamos poblarlas de grandes
personajes.
Wardle: ¿Es cierto que Eric Idle irrumpió en tu despacho y te robó algunos de los fotogramas porque no quisiste contribuir a
los libros sobre los Python como habían hecho los demás?
Gilliam: ¿Qué?
Wardle: En uno de los libros sobre los Monty Python, Idle
comentaba que no habías contribuido a esos libros porque te parecía que: "esos
“Funny Books” no se van a vender nada bien”. Así que comentaba que había tenido que
irrumpir en tu casa y robarte alguno de tus “cut ups”.
Gilliam: Puede que en su momento tuviese dudas del éxito que iban a alcanzar esos libros, pero también sé que Eric es muy bueno empezando cosas, pero lo es
menos acabándolas. Lo que ocurrió con el “Big Red Book” de los Monty Python fue
que (de nuevo) Eric se marchó de vacaciones y yo fui quien tuvo que acabar ese
libro.
Wardle: ¿Así que nunca te robó ningún “cut up”?
Gilliam: No, es una historia muy interesante, pero no es cierta.
Wardle: Supongo que tan sólo forma parte de la leyenda que él
se ha ido construyendo.
Gilliam: Me parece bien construir leyendas. Siempre son
más interesantes que la realidad. La realidad fue que Eric solía poner en marcha las
cosas y la gente como Terry, Mike o yo mismo las teníamos que acabar.
Wardle: ¿Qué hay sobre la aseveracion [de John Cleese] de
que “Terry Gilliam ha terminado peleándose con todos aquellos que ha ido conociendo y no se ha hablado con ellos en los últimos tres años”?
Gilliam: ¿Dónde dices que ha dicho eso? [Risas.]
Wardle: En
el documental “Life of George”.
Gilliam: Es probable que sea cierto. Parece que
hay una parte de mí que suele tender hacia la ruptura. Aunque creo que nunca he reñido con
nadie. Sencillamente soy demasiado intenso. [Risas.]
Wardle: Pero aún así, ¿subyace todavía algún tipo de
amistad?
Gilliam: Claro. Creo que es lo más importante de todo. Toda esa
mierda de malos rollos fue algo que simplemente ocurrió. Estaba tan convencido de que tenía la
razón en ciertas cosas, que no era capaz de ver que había otras formas de enfocarlas. De
hecho, las cosas se han ido calmando un poco según me he ido haciendo mayor. En realidad ha sido ahora cuando he empezado a extraer todo lo que de divertido
tiene la vida.
Wardle: ¿Ya no estás tan enfadado como lo estuviste una vez?
Gilliam: Claro. Aunque tampoco soy una persona que esté muy
segura de sí misma.
DIRIGIENDO
Wardle: “Monty Python and the Holy Grial” fue tu primer intento de dirigir secuencias en directo. ¿Fue difícil trabajar con un
presupuesto tan limitado como 460.000 dólares?
Gilliam: No, no supuso ningún problema. De hecho, fue una de
las cosas que probablemente hicieron que la película fuese mejor.
Wardle: Usásteis cáscaras de cocos en lugar de caballos...
Gilliam: Claro, ambicionábamos hacer una gran película
medieval y épica, con caballos y todo lo demás, pero no nos lo podíamos
permitir. Hicimos lo que teníamos que hacer. Nos gritábamos sin parar que no teníamos todo lo que
necesitábamos, aunque cada vez que llegábamos a un punto en el que nos ocurría eso, dábamos con una solución y resolvíamos el problema.
Wardle: ¿Es cierto que Pink Floyd y Led Zeppelin pusieron
dinero para que hiciéseis la película?
Gilliam: Fueron Pink Floyd, Led Zeppelin, Elton John,
Crysalis Records y puede que Island o Charisma Records. En aquella época, en
Inglaterra, eras responsable de pagarle a Hacienda casi el 90 por ciento del dinero que ganases. Fueses una pop star que salía de vez
en cuando del país o estuvieses asumiendo pérdidas fiscales. Los Python
siempre fuimos los números uno para los grupos pop.
Wardle: Así que los Floyd y los Zeppelin eran fans...
Gilliam: Y creo que apadrinarnos fue una buena forma de
invertir su dinero. Si hacíamos dinero, bien. Si no, nosotros éramos los que asumíamos los costes. Fue lo que ocurrió básicamente en nuestras primeras cuatro películas. Jabberwocky (La Bestia del Reino) fue financiada de
la misma forma, y para “Life of Brian” (La Vida de Brian) y “Time
Bandits” (Los Héroes del Tiempo), el que puso el dinero fue George Harrison.
Nuestros comienzos fueron posibles gracias a las bandas de pop... y a la imposible
tasación de impuestos que sufrían en Inglaterra.
Wardle: En “Los Caballeros
de la Mesa Cuadrada” se te acredita como co-director junto a Terry Jones. Más allá de las secuencias animadas, ¿cuáles fueron tus labores como
director?
Gilliam: No lo recuerdo demasiado bien. Creo que
soy responsable del aspecto final de la película. De nuevo, creo que esa era mi
habilidad. “Hagamos esto, hagamos lo otro, elijamos el emplazamiento.” Por lo
general, Terry y yo nos poníamos de acuerdo en casi todo. Al menos al principio. Entonces, cuando empezábamos a dirigir, las cosas se torcían y se volvían un poco más difíciles. Yo le comentaba: “Esta es la forma en la que deberíamos hacer
las cosas”, y Terry decía: “Si, pero yo creo que deberíamos...” Y era en ese punto donde las cosas se ponían cada vez más y más difíciles, porque con nosotros estaba trabajando un
grupo de gente que quería saber qué es lo que tenía que hacer. Entonces
intentábamos hacer las cosas mediante una sola voz, a través de una especie de director
asistente, pero lo que ocurrió es que además era el director encargado del presupuesto, y empezó a no trasladar de forma precisa lo que le estábamos
diciendo que transmitiese. En su lugar era él el que se estaba encargando de toda la película. Así que
todo terminó convirtiéndose en una cosa un poco más estúpida. Al final Terry gastó
demasiado tiempo discutiendo con esos tíos mientras yo me quedaba detrás de
las cámaras. La verdad es que fue otra forma de actuar que nos funcionó razonablemente bien.
Aunque yo me encontraba mal anímicamente por todos esos años en los que había estado trabajando con trozos de papel que nunca me replicaban, y de repente tuve que empezar a relacionarme con el resto de tíos del grupo, que no paraban de intentar joderme y de quejarse todo el tiempo. Por ejemplo, ninguno quería llevar armadura en una de las escenas, y esta consistía en un plano en el que la cámara estaba incrustada en un agujero del
suelo para filmar cómo se arrojaba un conejo contra ellos. Se empezaron a quejar y a fastidiarme y a lloriquear todo el tiempo, así que finalmente les dije: “Bien, ¡que
os jodan a todos! ¡Lo dejo!” En esa época era demasiado petulante, así que puede que incluso les dijese: “¡Que os jodan! ¡Dirigidla vosotros mismos! ¡No tengo por
qué soportar toda esta mierda!”
Wardle: ¿Así que abandonaste varias veces la dirección?
Gilliam: Claro. Unas cuantas veces. Recuerdo un momento
concreto después de la primera semana (que había sido una completa pesadilla porque todo lo que podía ir mal había ido mal). El National Trust rechazó que pudiésemos utilizar todos los castillos que habíamos escogido como emplazamiento para el rodaje. En la primera filmación la cámara se rompió... Me refiero a que fue una completa pesadilla, y en el peor
momento de todos, justo cuando estábamos intentando bregar con todos estos hechos y
simplemente estábamos allí plantados pensando qué hacer, Graham, que estaba borracho perdido desde la
tarde, sencillamente se enfureció muchísimo con Terry y conmigo y nos dijo: “¡Vosotros,
arrogantes gilipollas! ¿Por qué pensáis que sois capaces de dirigir alguna cosa? ¿No
debería estar haciéndolo Ian McNaughton (que había dirigido los programas de televisión)?
¡Lo estáis jodiendo todo!” Eso es justo lo que necesitábamos en ese momento,
que Graham nos lanzase una de sus diatribas...
Wardle: Y aún así, cuando vuelvo a ver “Holy Grial” todo parece
encajar perfectamente. Fue la primera película que pude ver que mostraba la Inglaterra
medieval tal y como debió ser en su momento, con toda esa mierda y barro y las víctimas de las
plagas...
Gilliam: Nos inspiró mucho Pasolini, porque habíamos visto “The Canterbury Tales” [Los Cuentos de Canterbury, 1972] y algunas otras suyas, y
para bien o para mal daban una auténtica sensación de cómo debieron ser las
localizaciones y atmósfera de otras épocas, por lo que Terry yo nos obsesionamos con hacer algo parecido. En la realidad se pueden encontrar un montón de cosas humorísticas... la mierda, el
barro, las actitudes de las que se hacía gala en otras épocas. Para mí era muy importante, por eso hicimos que la película oliese y apestase. Creo
que fue muy apropiado. De nuevo, tuvimos un montón de problemas con John, que
no quería tener nada que ver con toda esa mierda, y con Eric, al que realmente
tampoco le gustaba demasiado. Graham rechazaba las cosas sólo algunos días. Mike,
Terry y yo nos tomamos muy en serio recrear bien un tiempo y un lugar
determinados. Antes de “Holy Grail” la comedia siempre se había rodado de forma
suave, luminosa, aireada, limpia, y decidimos recrear la época tan en serio como lo
había hecho Pasolini o alguno de los
otros grandes directores que habían recreado alguna vez otra época. Si simplemente hubiésemos hecho todas las estupideces y bromas sin esa atmósfera
concreta, no creo que hubiese sido tan divertida. Cuando estábamos haciendo el programa de televisión nos peleábamos mucho intentando que todo fuese más oscuro y que
hubiese más sombras por todos lados. En un drama puedes hacerlo sin problema, pero no en una
comedia. Nunca logramos que el programa fuese más oscuro. Ian [McNaughton] nunca consiguió que le dejasen hacerlo, porque o bien el presupuesto nunca
nos llegaba, o los técnicos no querían ni hablar de ello. Así que nuestro
enfoque de la película era hacerla de esa forma, por eso era oscura y
sombría y sucia y maloliente y dolorosa y fría. Si tienes la intención de
incluir todas esas cosas en una película, cuando empieces a hacerla, florecerá
la comedia por sí sola.
Wardle: [Risas.] Eso sí, rodar todo eso no suena demasiado placentero...
Gilliam: [Risas.] Sería muy interesante saber si fuimos los
primeros (en mostrar Inglaterra de esa forma.)
Wardle: ¿De dónde sacaste la idea para el cortometraje (The
Crimson Permanent Assurance Co.) con el que se abre “El Sentido de la Vida”?
Gilliam: Acababa de dibujar algunos edificios con marineros en su azotea y me puse a pensar en esas escenas y en cómo las podría utilizar, así que
me senté y escribí un guión. Originalmente quería animarlo, pero me dije: "Bah, ¡adelante con lo otro!”, porque en esa época estaba harto de animar. No quería quedarme encajonado como el animador del grupo. Estaba
aburrido, por lo que me dije que intentaría transformar ese guión en una pequeña película
[risas]. Fue como una especie de regateo: “Tú haces esas animaciones y luego, si quieres, ya puedes ponerte a hacer películas.” Se suponía que ese segmento iba a estar conectado de alguna forma con
el resto de la película, más o menos iba a aparecer transcurridos dos tercios de metraje, por lo que lo filmamos. Yo disponía de mi propio equipo de sonido, mi propio grupo de
actores y el equipo técnico y todo lo demás. Entonces lo metimos en la
película, pero no funcionaba. Su ritmo era diferente. No tenía nada que ver con el
resto del Mundo que aparecía en “El Sentido de la Vida”. La cadencia era
bastante diferente. Terry se apresuró a decirme que recortara el cortometraje
un poco, y me sugirió que lo quitásemos de la mitad de la película y lo
pusiéramos al principio del todo. ¡Y bingo! Como apertura funcionaba mucho mejor.
Wardle: He oído decir que has dirigido anuncios que sólo se han
emitido en Europa.
Gilliam: Claro. Los hice después de Brazil, cuando empecé a pensar que
la película nunca llegaría a estrenarse en cines. Me encontraba en un punto
verdaderamente bajo de mi carrera, y entonces esa empresa francesa (su producto
era la Orangina), me contrató para hacer algunos comerciales. Me pareció muy divertido, y
dije que lo haría con la condición de que nunca se emitiesen fuera de Francia.
No quería que se viesen en Inglaterra. No quería que la gente se enterase de
que estaba haciendo anuncios. Ese era el trato. Realmente era un buen anuncio.
En realidad hice otro a principios del año pasado para Nike. De nuevo, creo que era un gran guión, y como llevaba cuatro años sin ponerme detrás de una cámara, accedí rápidamente a hacerlo. Cada vez que hago uno de esos, dejo de
hacerlos hasta diez años después. Haré otro más dentro de unos diez años.
Wardle: Creo que ese régimen que te has puesto es demasiado estricto.
Gilliam: Tampoco es que exactamente me reporte mucho dinero,
¿sabes?
UNA MALA REPUTACION SALUDABLE
Wardle: He leído los libros “The Battle of Brazil” y “Losing
the Light”, que relatan detalladamente tus problemas con los estudios mientras filmabas dos
películas que verdaderamente me parecen únicas. ¿Terminaron dándote esas experiencias mala reputación con los
estudios, forzándote de esa forma a hacer películas más “mainstream” con la intención de
recuperar su confianza?
Gilliam: En realidad no. Creo que hacer gala de una mala reputación es bastante saludable. He decidido que está muy bien tener mala reputación en Hollywood. De esa forma alejas a un montón de idiotas que suelen acudir corriendo hacia
ti porque has hecho una buena película. Muchos de ellos se suelen mantener alejados gracias a esa reputación. Los más valientes siguen acudiendo, aunque por lo general son más inteligentes que el resto. Cuando hice “El Rey Pescador” fue magnífico, porque toda la gente del estudio se había leído “The Battle of Brazil” y querían que me comportase de alguna forma escandalosa y explosiva. Así que no levanté
la voz ni una sola vez. Estuve sonriendo todo el tiempo y fui muy educado. Me resultó muy útil, porque
estaban constantemente aterrorizados por lo que podría pasar en cualquier momento, así que solían pasar de puntillas a mi alrededor, lo cuál me parece bien.
Wardle: Por lo que he leído en esos libros, en cualquier
caso no fue culpa tuya que las películas no funcionasen demasiado bien en
taquilla.
Gilliam: Si no realizas la película de una forma determinada, nunca harás dinero con ella. No me molesta ganar mucho dinero. Pero me parece patético el momento en el que América se empezó a obsesionar en hacer películas que recaudasen un montón de dinero. Cada semana puedes ver
en los periódicos, incluso en el New York Times, los ingresos brutos de las
películas. Me molesta mucho. Por un lado creo que estamos trabajando en un medio que también es un negocio. Las películas necesitan recaudar dinero, o por lo menos no deberían
perder una gran cantidad. Pero la percepción es realmente
sesgada, porque las cifras que se ofrecen están sesgadas. La gente no entiende
que en realidad los números no significan gran cosa. Cuando hicimos las primeras
películas de los Python no teníamos ningún tipo de reputación en Hollywood,
incluso aunque habíamos ganado bastante dinero sin contar las películas.
La verdad es que recaudaron muy poco dinero, pero fueron un buen negocio. Además,
nosotros somos sus propietarios. Pero para los estándares de Hollywood
no habían producido mucho dinero, así que no nos consiguieron ningún estatus. No les interesábamos, pero creo que no hay nada mejor que ser completamente libre para hacer lo que quieres hacer, las películas
que te gustan hacer, y además poder ganar algo de dinero con ellas. Allí se empezaron a interesar justo después de “Los Héroes del Tiempo”, que
consiguió recaudar una pequeña fortuna en los Estados Unidos, y entonces, para
los estándares de Hollywood ya éramos gente capaz de producir dinero. Por lo que quisieron que empezase a hacer películas de Hollywood, pero no me parece demasiado interesante. La
única ventaja de que “Los Héroes del Tiempo” fuese un taquillazo fue que
hizo despegar “Brazil”. Los americanos están entrenados para creer que el
dinero significa calidad, por eso me aterroriza tanto que impriman los ingresos
brutos en los periódicos.
Wardle: ¿No se da cuenta la gente que películas clásicas
como Ciudadano Kane o ¡Qué bello es vivir! no fueron grandes éxitos de taquilla
cuando se proyectaron por primera vez?
Gilliam: “El Mago de Oz” y “Cantando bajo la lluvia” tampoco
fueron un gran éxito.
Wardle: Quizá dentro de 20 años “El Baron de Munchausen”
sea recordada como un clásico.
Gilliam: El problema básico que tuve con Munchausen fue que
no promocionaron la película. Reprodujeron 117 carteles para anunciarla. De una película de arte casera suelen hacerse 400. La película no se
dio a conocer por ningún sitio. Entonces acabé con esa especie de reputación: “Oh, este tío hace
esas gigantescas películas que se le escapan de control y que no recaudan dinero alguno.” Y solo había rodado una película que se había salido de presupuesto y eso era todo. Aunque luego he vuelto a hacer algo parecido.
Wardle: Al leer el libro parece que las cosas que ocurrieron fueron un poco por culpa
tuya.
Gilliam: Fue culpa mía porque me metí en una situación que
puede que estuviese condenada de antemano [risas.] Todo fue un enorme desastre.
Estaba malísimamente producida. Hacerla fue una pesadilla. Nos las
arreglamos para rodar una película que casi era tan buena como lo que me había
propuesto hacer, y luego, con el fin de ganarme el respeto del nuevo personal
del estudio, corté varias cosas para no perder dinero. Yo fui quien tomé esa decisión.
Nadie me forzó a hacerlo. Lo hice para ganarme a esa gente, porque habían apostado por la película, pero entonces no le dieron ninguna cancha. Eso es lo que
definitivamente terminó por enloquecerme. Creo que la película hubiese sido un poco mejor
si le hubiese añadido unos pocos minutos más. Creo que el proceso fue un poco
apresurado, frenético y que me dejó agotado.
Wardle: Me puse nervioso tan sólo leyendo el libro. Era
como si hubieses estado combatiendo en una guerra.
Gilliam: Eso es lo que fue exactamente. Salí de la experiencia luciendo algunas cicatrices profundas.
Wardle: Sin embargo, supongo que conseguiste que la gente colaborase
contigo.
Gilliam: Claro, eran personas que nunca creerías que serían capaces de gastar su
tiempo en este tipo de cosas. Lo peor fue lo difícil que me resultó poner el equipo
en marcha de nuevo. Creo que fue en la época de “El Rey Pescador”. “Este es un buen guión. Es sencillo, será rápido de filmar. Quieren que yo lo haga y lo
voy a hacer”. Para los estándares habituales con los que trabajo, no es que tuviese efectos especiales importantes.
Wardle: Cuando se proyectó esa película en el
Toronto Festival of Festivals como primicia, citaron uno de tus comentarios: “Gracias por
justificar mi decisión de venderme.” ¿Te sentías realmente de esa forma?
Gilliam: [Risas.] No, solo era una forma de hablar. [Risas de
nuevo.] Fue la primera película que hice para los estudios, así que para lo que
suelo hacer parecía como que me había vendido. Era el guión de otra persona. Aún así yo tenía
el control completo sobre la película, y rodé lo que quería rodar. Así
que visto bajo ese punto de vista estuvo muy bien. Tenía la idea de intentar resolver las cosas según se presentaban. Si la gente quiere tomárselo en
serio, lo hace. Probablemente algunas personas todavía piensen que me he vendido. Es
como cuando Bob Dylan abrazó la electricidad. Si hubiese hecho una película con
la que no hubiese quedado contento, que hubiese sido manejada por otra
persona, y me hubiesen cortado partes que yo no quería cortar, entonces sería
diferente. Retuve todo el control sobre ella. En ese momento tenía la sensación de que podría volver a lanzar
mi carrera, traerme de vuelta a la palestra, y lo conseguí. Fue la primera película
de todas las que he hecho que no sufrió recortes cuando estaba acabada. Además, yo era el
garante de su acabado. Si me hubiese pasado con el presupuesto, hubiese tenido
que poner el dinero de mi propio bolsillo. De esa forma pude demostrar lo buen chico que
era. Pude dar un golpe en la mesa y decir: "No sé lo que pensábais de mí, pero estábais equivocados." Afronté el problema
directamente, me metí en la boca del lobo. “No vengo con ningún truco oculto,
¡adelante!” Conseguí acabarla gastando mucho menos de lo que estaba presupuestado, bajo mis condiciones, y logré un gran éxito. “¿Qué más queréis, chicos?” [Risas.] Uno de mis lados es muy
práctico y pragmático. Me senté allí y les dije: “Estos son los soldados elegidos por mí. Estos son los vuestros. ¿Queréis trabajar con nosotros o
no?” Vayamos a la guerra y veamos qué es lo que ocurre. [Risas] Al final las cosas llegaron a un punto en el que creían que la película era demasiado larga...
Wardle: ...que es como siempre haces todas tus películas.
Gilliam: Claro, siempre. Me dije: “Está bien, pero no
sé cómo reducirla hasta las dos horas.” Querían que cortase catorce
minutos de película. Al principio, al emitirla en pruebas, habíamos conseguido buenas puntuaciones. En dos ocasiones fue elegida como la mejor de las estrenadas en pruebas.
Le gustó al ochenta por ciento del público. Pero entonces me empezaron a presionar una y otra vez para que empezase a efectuar recortes. Al final nos reunimos en
el Polo Lounge. Todo los tíos del estudio estaban allí. Les dije: “de acuerdo,
¿qué es lo que queréis cortar?” Sugerí que la viésemos de nuevo en pantalla.
Les dije: “dime lo que queréis cortar, y si hay alguna diferencia significativa
en las cartillas de voto después de esa segunda versión, consideraré el hecho
de hacerlo”. Estaba intentando ser tan equívoco como me resultara posible. Me ofrecieron como unos cuatro minutos y medio de cortes. Sabía que de
todos modos iban a hacerlo, así que estaba preparado. Finalmente
hicimos los recortes y cuando la proyectamos, la respuesta fue terrible. Desde el momento en el que
entró el público de la versión recortada, pude darme cuenta de que era diferente del de la proyección anterior. Daba esa sensación. Pensé: “¡Ya me han jodido! Va a funcionar mil veces mejor que la versión completa y voy a tener que
fastidiarme y seguir adelante con esos recortes que no quiero hacer.” Por
supuesto, durante la proyección fueron todavía más audaces. “Bien ¡cortemos más cosas!” De
repente se empezaron a comportar de forma estúpida: querían cortar cosas
imposibles, era ridículo. Entonces, mientras estaba enseñándoles de nuevo la
versión original, las cartillas de voto empezaron a mostrar exactamente lo mismo que en
la versión recortada. Habíamos llegado a un empate, pero yo les dije; “No voy a aceptar que mi nombre salga en esa
película recortada.” Entonces me contestaron: “¿qué?” Y les dije: “¡Queréis hacer
que trague con este jodido sistema de hacer las cosas. Los resultados de las
cartillas son el mismo. Mi nombre está escrito en ellas. Deshagamos todos los recortes.” Y se
pusieron como locos. Me escribieron una carta en la que me decían que estaba
totalmente fuera de control, que no era un jugador de equipo, blah, blah, blah,
que no quería hacer los recortes y que eso podía herir las posibilidades
financieras de la película. Ni siquiera respondía a sus llamadas. Les dije que
todo me parecía una puta mierda. En el mejor de los casos se puede jugar con la longitud de las películas. Yo no intento hacer películas largas, pero si empiezas a
quitar cosas, entonces todo lo demás se empieza a colapsar. Me gusta más que mis películas sean largas.
Wardle: ¿Pensaste alguna vez que llegaría un momento en
el que podrías hacer las películas a tu manera, sin tener que hacer concesiones
a ningún estudio?
Gilliam: Supongo que no. No tenía ni idea de lo que iba a ocurrir. Yo no trabajo con ninguna especie de plan de emergencia preparado. Necesito algo tangible. Necesito muros que se puedan derribar. Parámetros contra los que
golpearme la cabeza. Tienes que intentar trabajar con gente que te diga: “¡No puedes hacer
eso!”, y entonces contestarles: “¿Que no puedo hacer qué?, ¡que te jodan! ¡Lo
voy a hacer!” A veces es la mejor forma de hacer las cosas.
Wardle: Me recuerda algo que leí en algún sitio acerca de que llegó un momento en el que empezaste a odiar del todo a la gente del estudio y que ya no querías tener nada que
ver con ellos.
Gilliam: Ah, claro. No sé qué responder, aunque te aseguro que no me gustaría volver a vivir la misma situación.
Ciertamente, cuando estoy haciendo una película me vuelvo tremendamente fatalista con
todo este tipo de cosas. En serio, creo que la película se hace a sí misma. No
soy yo quien la hace, sino que tan solo soy quien le enseña el camino. Fíjate en cualquier otro Arte, la escultura o lo que sea, lo que
haces es algo que empieza a formarse por sí mismo. En tu interior empieza a formularse una respuesta hacia los materiales con los que estás trabajando, o hacia tu esfuerzo por realizar el acto creativo. De hecho, a veces surge por ambas cosas. Si no dejas completa libertad a dicho sentimiento, nunca lo llevarás a cabo. Probablemente tan sólo se quede orbitando en un millón de
direcciones diferentes como una masa informe. Las películas son algo muy extraño, y
ese es el motivo de que me guste hacerlas. Dibujar una tira de cómic es otra
cosa. Tan sólo estamos ese pedazo de papel y yo. Pero en las películas tienes
que hacer frente a un montón de cosas, a muchos tipos diferentes de personas. Al
dinero, al talento, al tiempo. Es lo más cercano que existe al mundo real, y es
un mundo completamente falso. Ese es el motivo de que me guste hacer películas. Y también lo odio por la misma razón. Te encuentras dividido en un millón de
direcciones diferentes, así que empiezas a perderte. Se supone que
tú eres el ojo calmado en el centro del huracán, todo el mundo se siente atraído hacia ti.
Es como si fueses el Mago de Oz. Siempre que crean en ti, y en el poder del Mago
de Oz, entonces las películas podrán llegar a buen puerto. En el momento en el que
pierdes su confianza, la película empieza a fallar. Y entonces te conviertes en un actor que intenta interpretar el papel de director.
(Continuará)
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