Goudou Goudou, 1 de 10. Posteado por Ann Nocenti el 15-10-2010 en Hilobrow. Aquí el post original. Traducido por Félix Frog2000.
(Nota: además de ser una de las guionistas más personales de la Marvel de los ochenta, Ann Nocenti también ha sido una comprometida aventurera que se ha liado la manta a la cabeza y recorrido varias zonas deprimidas del mundo, entre ellas Haití, lugar donde se encontraba enseñando cinematografía a un grupo de chicos y chicas oriundos de la zona justo cuando el país sufrió el terrible terremoto provocado por “Isaac”.)
Hay algo en ese partido de fútbol que me resulta extraño. Las patadas suenan muy reales, pero el sonido que se produce es “fwap”, como aire eructado por una abertura en un neumático, mientras que su trayectoria es oblicua. Una docena de chicos esforzándose detrás del balón errante. No hay ni límites ni objetivos, el juego transcurre a toda velocidad por encima y entre la basura: son tres chicos, la pelota termina estrellándose contra un camión de la ONU repleto de soldados venezolanos que ríen y aplauden.
Su campo de fútbol amurallado, bautizado ahora como “Pinchinat Camp”, se ha convertido en un arrellanamiento cada vez mayor de tiendas de campaña. Pocos días después del “goudou goudou”, tal y como lo llaman los haitianos, el “tremblement de terre”, o como suele susurrar los habitantes de las montañas, "el ataque", los nuevos sin-hogar vagaron hasta la zona, clavaron palos en el suelo y alzaron sábanas y se metieron debajo. El primer aguacero torrencial deshizo tan fácilmente el refugio como el resoplido del lobo feroz. Ahora hay plantadas tiendas de verdad, aunque son sofocantes y calurosas tiendas de campaña militares, su interior dividido mediante sábanas con el fin de albergar hasta ocho familias en cada una de ellas. Algunos militares de Sri Lanka vestidos de camuflaje se apoyan contra la alta pared de cemento y observan sin poder hacer mucho más. No saben hablar el criollo haitiano, y tampoco están autorizados para utilizar las armas que llevan encima. Parecen confusos, como si se hubiesen presentado en la película equivocada.
El cuerpo rechoncho de Nesley, parecido al de una boca de incendios, parece estar plantado en la tierra hasta las raíces mientras me comenta que los Haitianos han ignorado a ciertos dioses, por lo que a la Tierra no le ha quedado más remedio que rugir. Nesley es un “hougan”, un sacerdote vodoo. Ha perdido su templo y su casa. Su esposa sale de debajo de su nuevo hogar de lona azul y me cuenta la historia de cómo salvaron a su bebé, con un orgullo en la voz tan henchido que durante breves momentos es capaz de elevarnos a todos del fango. El armazón de su regia cara tiene huesos elevados y está plantada como si confiase también en que será capaz de enlazarse con el planeta hasta la raíz.
Una mujer de las montañas me comenta: "en realidad han sido los norteamericanos los que han provocado el terremoto." Para argumentarlo me cuenta una historia sobre las pruebas atómicas que se hicieron en el mar cuando ella era una niña.
Mis estudiantes de cine haitianos se dedican a contar las historias de su país con su propio estilo indirecto y suave. Ruedan tal como viven: se pasean por la vida, miran a su alrededor... notifican cómo son las cosas, vaya. No se entrometen, no quieren engañar a nadie, no intentan forzar las cosas para encontrar un final.
Hoy hemos estado grabando a Sonise, una chica de 17 años embarazada con una sonrisa fácil que de alguna forma incrementa su impenetrabilidad. Está a punto de tener su primer bebé entre el barro, la mierda y la hediondez. Le he preguntado a Keziah, una de mis alumnas, su opinión sobre la situación de Sonise. Keziah es una haitiana con un cuerpo escultural tan firme que parece un trípode, convirtiéndola en alguien perfecto para filmar cámara en mano. Keziah me contesta: "¿Sonise? Debería estar asustada, pero no es así."
Sonise viste con una camisa amarilla brillante. Su vientre hinchado brilla como el sol y precede la arrogancia de sus andares. Sus movimientos son ondulados y sexys, se desplaza con la cabeza bien alta y firme, la placidez en el rostro. Está dando un largo paseo para guardar la vez en una extensa cola mediante la que conseguirá su pequeña cantidad diaria de arroz. Durante el terremoto perdió a su hombre. "Llevo ropa interior de color rojo," me dice, "mantiene lejos a los hombres. Si un hombre empujase hacia dentro a mi bebé, se pondría celoso y moriría." Estas son las cosas que sabe. Después del terremoto, las mujeres embarazadas decían que su leche estaba triste y que no era buena para los bebés. Sonise parece firme como una roca, una actitud diferente pondría triste a su bebé.
Pasamos cerca del errático partido de fútbol, y me doy cuenta de cuál es el motivo por el que la pelota rebota de una forma tan extraña: uno de sus agujeros está mal parcheado. Mantiene su forma lo suficiente como para poder jugar todavía, pero su arco está lleno de incómodas irregularidades. Los niños son pequeños y rápidos monstruos vestidos con camisetas de Spider-man, el FBI y Hooters, desperdicios de década tras década de envíos humanitarios. Los pares de zapatos no suelen coincidir, son un torbellino de dientes y extremidades, chillidos de alegría maníaca, la tristeza del mundo vencida con la más simple de las armas, una pelota deforme.
Mis estudiantes, como Sonise, han sido escogidos por su penosa vulnerabilidad, bebés nacidos en el barro bendecidos por un millar de moscas. Han levantado una tienda en el campamento para poder vivir y filmar aquí día y noche. No es que precisamente exista escasez de personajes a los que grabar. Se encuentran con James, un carismático líder del campamento, "Todo el mundo me conoce. Todo el mundo", insiste. Se parece un poco a un estafador, le han acusado de vender en lugar de distribuir los productos que reparten las organizaciones humanitarias. Me lo comenta Charlotte, otra líder del campamento cuyos constantes, frenéticos y emocionales intentos por ayudar a todo el mundo parecen estar llevándola hacia la locura. “¿Qué por qué utilizo este sombrero vaquero? De esa forma no tengo que verlo todo, algunas cosas se quedarán ocultas. Veo lo suficiente, pero también prefiero estar un poco ciega", dice derrumbándose y llorando. Mi favorito es Jouvens, un niño tartamudo que habla de las cuatro serpientes que están rasgando su país. "Vinieron como serpientes, así que nos entró el miedo. Venezuela, Estados Unidos, Canadá, Italia, cada uno de ellos escogió un pedazo.”
Mis alumnos están aprendiendo a esperar, a ver y asir la realidad tal y como se va desarrollando. Son muy tímidos, no quieren meterse en la vida de los demás. De esa forma Sonise es capaz de mantener su misterio a buen recaudo. Sin duda, todo el mundo es capaz de ser sutil. Hay cosas que todo el mundo se calla. Resulta bastante obvio.
Sonise sacude la tierra y echa a los gusanos y a los insectos fuera de su pequeño cuadrado de espacio de la tienda de campaña, barre cuidadosamente, espanta las moscas, sacude la ropa de cama y reorganiza su petate, su olla, su cepillo de dientes, su gorro, su oso de peluche. Siempre está de buen humor, sonriente, incluso aplasta las moscas como si dijese "lo siento." Una de las paredes de su lona tiene dibujados a los Dálmatas de Disney retozando con sus lunares, sus caras de asombro, sus ojos saltones, las lenguas colgando, añadiendo frenética locura a su pequeño cuadrado de tela. Sonise apenas tiene espacio para darse la vuelta, y cuando se pone de pie se balancea hacia delante y hacia atrás, hacia delante y hacia atrás, un oso enjaulado nunca estará dispuesto a entender que no tiene ningún sitio a donde ir.
Sonise es una gran niña que va a tener un niño. Arrastra una silla hasta el lugar donde vamos a entrevistarla. Detrás de ella se puede leer la frase "TE AMO" garabateada en la pared. Marco, un guapo estudiante desgarbado aficionado a los pantalones a cuadros de color rojo, se encuentra filmando por los alrededores el metraje necesario de cobertura adicional. Veo cómo el "Te Amo" se refleja en un charco de barro que está a punto de pisar un reticente Marco. "¡El charco, el charco, “très belle!", exclamo apresuradamente. Puede que piense: ¿A qué se refiere mi enloquecida profesora? Pero tan pronto como se fija y ve el reflejo, se da cuenta de lo mismo que yo y su cara se ilumina con el entusiasmo, empezando a filmar el agua, el reflejo de las pequeñas piernas de las niñas plantadas en el barro, los mundos dentro de los mundos que se pueden ver en el charco. Rueda con una obsesión tan profunda que tengo que arrastrarlo lejos y llevarlo de vuelta hacia lo que estábamos haciendo en un principio.
Marco tiene un talento sensible, un gran amor por el surrealismo. Más tarde me hace un dibujo: mi nombre alumbrado por las luces de Gotham, las palabras amor y esperanza al pastel arremolinándose mientras mis danzantes piernas rompen una botella de ron. Marco sabe bien quién soy.
Aparte de Marco he elegido a un equipo de chicas para el rodaje porque me he preguntado: Si la interrogasen otras mujeres, ¿se podría romper la inquebrantable fachada de Sonise? Empieza a abrirse un poco. "No me gustan los chicos, así que quiero que este bebé sea una niña. Si es un niño supongo que también tendré que quererlo." Keziah le pregunta a Sonise sobre un crudo garabato tatuado en su brazo. Sonise se gira y tira hacia abajo de la parte trasera de sus pantalones de chándal. "Tengo otro nuevo. Me los hace mi amiga. Duelen. No puedo verlo, ¿qué pone?" Keziah le dice que es un dragón, pero no le dice lo mal dibujado que está.
Meses más tarde, después de que haya nacido su bebé, nos enteramos de algunas otras cosas. Sonise tiene otros dos hijos que le ha ocultado a todo el mundo. ¿Dónde?, quién sabe. En realidad su novio no murió, sino que el papá del bebé le ofreció algo de dinero. Ella posee una casa y tan sólo está en el campamento por el arroz gratis. "Aquí también tengo muchos amigos."
La forma de sobrevivir de cada uno es su propia forma. ¿Por qué las cosas deberían ser como nos parecen en un principio?
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