martes, 25 de septiembre de 2012

GOUDOU GOUDOU (7 de 10), por ANN NOCENTI

Goudou Goudou, 7 de 10. Posteado por Ann Nocenti el 03-01-2011 en Hilobrow. Aquí el post original. Traducido por Félix Frog2000. 

-Goudou Goudou 4
-Goudou Goudou 5
-Goudou Goudou 6

De repente llega un espíritu, se sube en tu grupa y te empieza a cabalgar. Si es el escandaloso Baron Samedi quien te está montando y por su culpa te follas un árbol, tan sólo es el espíritu haciendo de las suyas. Si tus amigos te ven follándote el árbol, puede que te sonrían pero ni siquiera te lo mencionarán al día siguiente. Saben que es el intratable Barón usando tus labios y tu cadera para hacer hablar a su lascivo espíritu.

Una mujer dibuja signos con un palo en la mierda. Sus movimientos son fluidos, siguen un camino trazado mil veces antes, aunque cada vez parece novedoso. Vierte un puñado de harina de maíz en su palma. Una fina corriente de blancura fluye de sus dedos tan firmemente como el contenido de un reloj de arena se escurriría entre un reino y otro. Aparece un filamento de fino garabato blanco. Un copo de nieve que parece un símbolo “veve” que dispone de toda la noche para fundirse con el suelo.

“Veves” dibujados, llamas de velas rojas, telas adornadas, botellas adornadas con lentejuelas, comida “Lain”, el lento golpeteo de los tambores... todo preparado tal y como un romántico con ansiedad dispondría un dormitorio para la seducción. ¿Qué es esto en realidad? ¿Una seductora llamada al Loa, a los espíritus...? ¿Quién va a venir esta noche?

Estoy rígidamente sentada en una silla de respaldo recto. Mi escolta para esta ceremonia en lo alto de una cima de la montaña está borracho, poseído, ha sacado un machete, le han reprendido por llevar a una “blan”, una forastera blanca, a una ceremonia privada. Le destierran. Me dicen que me tengo que marchar, pero cuando lo intento me llevan de vuelta a la silla. Al menos eso es todo lo que puedo inquirir con mi fracturado intercambio de palabras de inglés y criollo con un chico joven. Alguien derrama líquido dulce por mi garganta, otro me da un puñado de semillas. Al final me quedo y bailo durante toda la noche con los niños y las “Mambos”, y con un hombre que ha llegado vestido con una chaqueta roja de lentejuelas. Pero esa es otra historia. Aquella noche, hace diez años, fue mi introducción al “Vodouisants”.

En los últimos dos años he asistido a otro puñado de actos de masas vudú. Uno parecía haber sido ingeniado para los turistas, porque el “Houngan”, el sacerdote, parecía más interesado en recoger el dinero. Algunos eran casuales posesiones espontáneas durante una noche de tambores de ron y rítmico golpeteo nocturno, pero también he acudido a algún otro evento ceremonioso a la luz del día que un hombre me describió, en tono de broma, con las palabras: "no creo que vayan a coger ningún Loa con vida en este.”

Al igual que ocurre con cualquier otra niña criada con las películas de Hollywood, para mí el vudú son zombies y alfileres clavados en muñecas. “White Zombie” de Victor Halperin, “Yo anduve con un zombie”, de Val Lewton, “La serpiente y el arco iris”, de Wes Craven, que representaba el vudú como una maldad terrorífica, películas que  han inspirado una legión de zombies y muñecas alfiletero, impregnándolo todo, desde “The Three Stooges” hasta el Thriller de Michael Jackson.

Es como si el único entendimiento sobre el cristianismo proviniese de las monjas sexualmente enloquecidas que aparecían en “The Devils”, de Ken Russell, o de “Greaser’s Palace”, de Robert Downey Sr., donde Jesús llevaba un traje “zoot” y Dios escondía a su madre en una jaula, o del frío y grave Cristo de “El Evangelio según San Mateo”, de Pasolini.

Mi estudiante de cine, Zaka, y yo, hemos sido invitados a una ceremonia post-terremoto. Zaka filma meticulosamente cada detalle. El altar está dispuesto con una cabeza de cerdo, platos de semillas, botellas, símbolos “veve” como base. Ancianos de distinguidos rostros y notables manos golpean los tambores, tocan las flautas. Los “Mambos” giran rápidamente, luciendo sus vestidos divinos: se balancean, bailan, tiemblan, giran sus ojos listos para ser penetrados por un Misterio. El Vudú es una religión estática, sus practicantes están deseosos de servir, hablar y actuar en nombre de un espíritu.

Papa Legba, siempre el primero en llegar, ha acudido a la llamada. Aunque no lo veo aparecer. Una “Mambo” blanca llama al espíritu del amor y la belleza. La atmósfera está cargada. Parece poseída, pero de una forma que nunca había visto antes. Tiene apariencia de ser bastante estricta, una persona furiosa. Empuña un cuchillo, se desmaya en el suelo, se cubre con una sábana. Cuando se levanta de nuevo sostiene una paloma en las manos.

Una “Mambo” me invita a bailar, y por alguna razón, en mi estado de embriaguez me marco un baile al estilo “western swing”. Ella se ríe y me deja que la voltee un poco, a continuación otra mujer quiere probar también. Mis ojos buscan a Zaka, para que me dé alguna pista sobre si enseñar a las sacerdotisas a bailar country puede ser grosero o no, pero no lo encuentro. Más tarde, una sacerdotisa me pregunta si he sentido al espíritu, y le contesto que no he sentido nada aparte de que me encanta bailar. Es inútil resistirse a los atractivos y arrebatados ritmos de la percusión.

Luego aparece un perro. Los perros de Haiti son furtivos y cautelosos carroñeros que tienden a estar al acecho cerca de la cabeza de cerdo. Este cuenta con todo un elenco diferente de miradas en sus penetrantes ojos, parece tener un gran interés en el baile. ¿Es un espíritu post-goudou goudou? Los haitianos suelen mencionar casualmente el caso de una Tía que se convirtió en vaca. O el de un niño que se convirtió en un cabritillo. Un niño que ahora es un tipo diferente de niño. En el momento en el que le señalo a alguien el perro, éste ha desaparecido. Mis estudiantes dicen no creer en Tías-Vacas ni Niños-Cabra ni zombis. Y sin embargo parecen estar secretamente aterrorizados por ellos. Lo real y lo irreal, la creencia y la incredulidad: ignora las cosas bajo tu propio riesgo.

El día amanece en domingo y oigo cantar a lo lejos, largas notas que se mantienen sin retomar el aliento y que parecen tan agudas como si fuesen emitidas desde el interior del agua. Camino a la deriva hacia la playa y veo un semi-círculo de fieles frente al mar, con una joven lista para el bautismo. Hay dos palos largos con los extremos bifurcados como lenguas de serpiente. Imagino que las dos pértigas se utilizarán para sacar a alguien del agua si resulta necesario. El mar es apacible, las sacerdotisas sumergen a la acólita profundamente en la espuma del mar y ella se incorpora con felicidad aturdida.

Veo a un perro molestando a todo el mundo con un palo. No es capaz de encontrar a alguien que juegue con él. El grupo está leyendo biblias y cantando himnos. No tienen tiempo para esa criatura animosa. Así que él mismo arroja el palo hacia el aire y lo vuelve a recoger. Parece feliz teniéndose únicamente a sí mismo para jugar.

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