martes, 24 de marzo de 2015

HAUNTOLOGIA: LOS CHASQUIDOS Y CREPITACIONES DE LOS POLTERGEIST DEL VINILO, por Warren Ellis

Diciembre de 2009, por Warren Ellis. Traducido por Frog2000.
  
Estoy escribiendo estas palabras a finales de 2009, básicamente en una época en la que se suelen redactar listados. De hecho, en mi foro online la gente está listando sus discos favoritos de la década, lo que me parece bastante aterrador, porque por mi parte estoy teniendo bastantes problemas para dar con los discos que más me han gustado este mismo año. Pero de hecho, al revisar la década me doy cuenta de que empieza a emerger un patrón entre todo lo que he ido escuchando, ese tipo de música a la que el escritor musical Simon Reynolds se refiere actualmente con "la palabra con H”: hauntología.

La palabra proviene del libro de 1993 de Jacques Derrida “Specters of Marx” [Espectros de Marx], que habla sobre la idea de que el presente está siendo perseguido de continuo por el pasado, y que no podemos dejar de orientarnos hacia el mismo constantemente. Reynolds aplica esa palabra a las nuevas músicas, definiéndolas por su relación, reiteración, détournement o evocación del pasado. Puede que sea lo más concretamente conveniente que puede hacer la música en el Siglo XXI: hacerle frente a las asignaturas pendientes del anterior siglo.

Asimismo, el estilo se enmarca dentro de lo que el maravilloso Moon Wiring Club se complace en definir como "confusa música electrónica inglesa", cuyo más famoso autor primigenio podría ser la Radiophonic Workshop de la BBC, y su asociada más adorada, Delia Derbyshire. Todos habréis oído hablar sobre su trabajo. El tema original de Doctor Who lo compuso Ron Grainer, pero la interpretación de Derbyshire fue tan radical que él mismo trató de que la co-acreditaran como compositora. Sin embargo, la BBC prefirió mantener en el anonimato a los miembros de la Workshop. Esa es una idea que ha sobrevivido hasta la actualidad en unidades hauntológicas como el Moon Wiring Club, cuyos componentes llegan hasta el extremo de permanecer también en el anonimato, presentando una lista de miembros completa, obviamente ficticia, como creadores de sus obras.

Más adelante en su carrera, Derbyshire se dedicó a crear composiciones para las bibliotecas de música, y creo que la música de las bibliotecas es otra piedra de toque del movimiento. Muchos de los productos de Ghost Box, un exclusivo sello hauntológico, usan o evocan la música de las bibliotecas como forma de convocar el espíritu de los setenta: no tanto las camisetas rojas sin mangas y los fuegos artificiales como los perturbadores programas para niños de la época (por lo general remarcadamente electrónicos.) Para aquellos de vosotros que habéis logrado evitar nacer en aquel horrible período, acudid a YouTube e intentad encontrar las sintonías profundamente espeluznantes de “The Tomorrow People”, o echad un vistazo a The Changes, un programa infantil en el que todo el país se volvía loco y destruía cada elemento tecnológico sobre el que pudiese poner sus enloquecidas manos. Incluso las películas de información pública de la época tendían a ser siniestras y como de otro mundo. Discos como el soberbio “From an Ancient Star” de Belbury Poly (editado por Ghost Box) se montan un mundo entero a partir de todas esas fuentes, música que envuelve la idea de una historia, la vociferante presencia del horror cósmico en alguna pequeña ciudad rural que está a tiro de piedra de un círculo de piedras. Esas series de televisión, y esos discos, persiguen la misma sacudida verosímil que cuando Jon Pertwee aprobaba que los Cybermen vagasen por Londres en uno de los antiguos episodios de Doctor Who. O tal vez lo que estaba celebrando fuese su recuerdo fantasma.

Por supuesto, cada diferente generación está obsesionada por cosas diferentes. El "Raver" de Burial tiene mucho que ver con otro de los asuntos pendientes del Siglo XX: el fantasma de una “rave” que se escucha a través de los siglos por un hombre que nunca acudió a desfogarse a un campo cercano de la M25, bailando extrañamente mientras su fluido espinal se evaporaba después de tomarse una “dodgy E”. Se sienta en su habitación y oye el espectro de la misma, una evanescente danza al lado del cementerio que está a veinte millas de distancia y a la que nunca se podrá unir. Al igual que ocurre con gran parte de su obra, la música del productor está puntuada por los chasquidos y crepitaciones de los poltergeist del vinilo. Esta es música triste y melancólica.

Pero que conste, no es música tan funesta como la que ha creado Philip Jeck, que combina antiguos tocadiscos y discos en saturadas convocaciones. Pude escucharlo en directo hace unos años y fue una gran experiencia gracias a su extrañeza, una versión musical de Electronic Voice Phenomenon de Raudive. El sonido se percibe absolutamente como si se estuviese elaborando desde el otro lado. Nadie inmerso en este tejido auditivo sigue estando vivo, de repente la sala se llena de fantasmas.

También tengo el nuevo CD de Leyland Kirby (conocida como la pionera  hauntológica “The Caretaker”) encima de mi escritorio, y tal vez su título coloque la losa de piedra sobre la disciplina hauntológica de la primera década del Siglo XXI. Se titula “Sadly, the Future is No Longer What It Was.” [Lamentablemente, el futuro ya no es lo que era.]

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