De nuevo nos vemos amenazados por una invasión de los pitufos,
porque Papercutz va a publicar los tres primeros álbumes de una colección extranjera que reimprime
las creaciones de Peyo de 1958. Estos tomos anuncian la llegada para este
verano de una película de los personajes, la primera vez desde la década de los ochenta que se muestran de forma similar. Por lo general, como parte de la campaña mediática
lanzada para sensibilizar a la conciencia pública, allanar el camino y conseguir el
éxito de taquilla, las diminutas figuras azules han empezado a proliferar por
las estanterías de tiendas de juguetes como Target y Wal-Mart y algunos otros sitios, donde la promoción sigue incrementándose. Me alegra mucho poder ver a los pitufos de nuevo:
no sólo son unos personajes de historieta encantadores, sino que además me traen gozosos recuerdos de mis días como marino.
La primera vez que me topé con los pitufos [Smurfs], se
llamaban Schtroumpfs; fue en Marsella en el invierno de 1961/ 62. El
horizonte marino estaba coronado por la torre del famoso Castillo de If, la
prisión fortaleza de la isla de la que escapó Edmundo Dantes envuelto en una
lona para pasar a convertirse en el Conde de Monte Cristo. De lo contrario, en comparación con nuestro puerto más nombrado por lo general, el de la frívola y soleada Cannes, un lugar de recreo con playa de arena blanca, bikinis, bungalows del Carlton Hotel y palmeras del Boulevard de la Croisette, Marsella sería un puerto descolorido y con el tono gris opaco del color de los negocios.
Pero como iba diciendo, solíamos bajar a tierra cada vez que podíamos, sin importarnos el clima
o el ambiente que hubiese en ese momento. Después de todo, una bebida es una bebida, Robbie.
Un día, mientras me encontraba paseando tan solo como una nube a lo
largo y ancho de la monótona costa de Marsella, me acerqué a una librería en la esquina de una calle lateral. En contraste con las tiendas sin ventanas del
resto del barrio, que parecían estar selladas contra la impertinencia fisgona
de la mirada de los transeúntes, las paredes exteriores de la librería eran
todo ventanales, y el iluminado interior parecía brillar con calidez. En lugar de producir aprensión en un barrio que por otra parte estaba cubierto por cielos igualmente grises, parecía hacerte señas para que entrases. Yo no
hablo ni leo francés demasiado bien, pero me di cuenta de que era una librería:
y mirando por la ventana pude darme cuenta de que tenían más que libros. Así que me metí dentro.
Entre los tomos que se apilaban dentro había varios
volúmenes encuadernados ("álbumes") de la revista juvenil Spirou, donde
se serializaban varias series de cómic. Y entre esas historietas había una que ofrecía las caricaturescas aventuras medievales de Johan y su compañero
de pequeño tamaño, Pirluit. Me detuve a observar más atentamente esa serie y fue entonces cuando pude ver por primera vez a los diminutos Schtroumpfs azulados de los bosques.
Si la tira hubiese estado dibujada de forma realista, la
presencia de los pitufos podría haber acabado con el aura de autenticidad de la
misma, pero Johan, Pirlouit y sus amigos y enemigos estaban plasmados de forma
caricaturesca, no como gente real, y por eso los pitufos no echaban a perder la
ambientación de la serie. Más tarde estos enanitos con sombreros cónicos (conocidos como
“gorros frigios”) se multiplicarían en las páginas de Spirou, apareciendo en las
páginas de pasatiempos y en los mini-comic books insertos en mitad de algunos ejemplares. (Si quitabas las páginas y las doblabas dos veces, conseguías un
delgado cuadernillo de 4×6 pulgadas: cómics en miniatura para personas en
miniatura.) Años después, los pequeños, felices y satisfechos trolls emigraron hasta estas costas [EE.UU.], y fueron bautizados como los pitufos [smurfs], proliferando
brevemente hasta que luego parecieron desvanecerse. O tal vez mi atención se desvió hacia otro sitio.
Los pitufos aparecieron animados en películas y en televisión, pero
me parece que nunca llegaron a aparecer en formato impreso. Recuerdo que sólo aparecieron impresos en esas páginas de los álbumes que ahora se encuentran
escondidos sin peligro en las profundidades subterráneas de “Rancid Raves Book
Grotto”. Por lo que cuando Jim Salicrup, editor en jefe de Papercutz, me envió
copias de dos números de su colección más novedosa, me convertí en todo ojos y
regocijo: después de un buen intervalo de tiempo, y en lugar de tener que intentar apreciar sus travesuras mediante unas encarnaciones animadas que parpadeaban demasiado rápidamente en la pantalla, por fin podíamos degustar en papel sus aventuras.
El segundo tomo de la serie, que llegó a mi buzón junto
con el volumen inaugural, repetía el origen de los duendes azules que había aparecido
en Johan y Pirluit. ¡Finalmente el misterio de cómo se habían introducido en
la tira quedaba resuelto! Pero esto aguzó mi apetito por saber más
acerca de los personajes y de su creador, que firmaba su obra como "Peyo".
Así que empecé a buscar en las cavernas de Google. Si quieres tú puedes hacer lo mismo, pero lo siguiente son los rasgos más relevantes que te vas a encontrar:
Peyo nació en 1928 en Bruselas, Bélgica. Hijo de padre inglés que
trabajaba como corredor de bolsa y madre natural de Bélgica, Pierre Culliford encontró su
seudónimo en el apodo con el que le bautizó un joven primo inglés con problemas
para pronunciar su apodo francés: Pierrot finalmente acabó convirtiéndose en
"Peyo". Peyo dejó la escuela a los 16 años y empezó a trabajar como
ayudante de proyeccionista en un cine. También acudió brevemente a la Academia de Bellas Artes
de Bruselas pero, según la encyclopedia.com, sobre todo fue un autor autodidacta.
Al concluir la Segunda Guerra Mundial, Peyo se unió al estudio
de artes gráficas CBA (Compagnie Belge d’Animation), donde se convirtió en
aprendiz de animador y conoció a otros jóvenes historietistas que acabarían
convirtiéndose en nombres que suelen citarse de forma habitual: Andre Franquin, Morris y
Eddy Paape. Cuando CBA entró en bancarrota, Peyo empezó a trabajar como “freelance” para algunas agencias de publicidad y a vender tiras de cómic a los periódicos. Una de
ellas estaba protagonizada por un nativo americano llamado Pied-Tendre
(Tenderfoot) y un diminuto explorador de nombre Puce (Flea). Otra de ellas obsequiaba a
los lectores con las aventuras de un joven paje de la época medieval, un chico
rubio llamado Johan.
En 1949 Peyo se encontraba produciendo cómics para el
periódico Le Soir, en este caso con Johan de protagonista y una tira sobre un gato titulada Poussy
[el Gato Pussy], pero la meta de su carrera en aquella época era conseguir
publicar en “Le Journal de Spirou”, una revista semanal de cómics e historias
para lectores jóvenes. El dibujante no tendría su oportunidad hasta el
momento en el que Franquin empezó a ocuparse de Spirou, pudiendo de esa forma presentar
a Peyo a los editores de la revista. El autor reformuló a Johan cambiando el
color del pelo del joven héroe de rubio a moreno, y en 1952 Peyo y Johan
debutaron en Spirou.
Spirou fue uno de los muchos cómics y revistas para jóvenes
que florecieron a finales de la década de los treinta en la estela del
éxito alcanzado por “Le Journal de Mickey” y las aventuras semanales del Tintin
de Hergé en “Le Petit Vingtieme”. Publicado el 21 de abril de 1938 por Jean
Dupuis, que dejó toda la operación en manos de sus hijos Paul y Charles, la
revista tenía el nombre del personaje principal protagonista de su propia
historieta. Spirou (una palabra que significa "ardilla" o
"alegre niño travieso" en Valón, el dialecto de la gente de habla
francesa de ascendencia celta que vive en el sur de Bélgica) era inicialmente
un joven ascensorista del Hotel Moustique (en alusión a la publicación que ejercía
de buque insignia de la editorial de Dupuis, “Le Moustique”), y durante la mayor parte de su vida vistió con su uniforme rojo abotonado, viviendo
aventuras en su mayoría desde un punto de vista cómico. En sus primeras historias Spirou iba acompañado por su ardilla mascota, Spip, que se había
unido al botones el 8 de junio de 1939. Más tarde, en 1944, el historietista
de la tira, Joseph Gillain, más conocido como Jijé, introdujo un acompañante
humano, Fantasio. En 1946 Jijé le entregó la serie a su nuevo asistente,
Franquin, que se ocupó de ella durante los siguientes 23 años,
siendo considerado finalmente como su autor definitivo.
Franquin escribió historias más largas y complejas y presentó una galería de personajes secundarios recurrentes, mientras que sus pinceladas
suaves y su forma de representar la animación le otorgaron a la tira su característico
aspecto desenfadado y dejaron establecido el estilo de dibujo en la estela de Jijé como el
principal rival de la técnica de la línea clara de la escuela de Hergé (también línea
clara), más técnica. El estilo de Jijé, denominado posteriormente de la “Escuela
Marcinelle”, nombrado así por el pueblo en el que se encuentran las oficinas de
Spirou, estaba más orientado a la acción e impulsado por movimientos vivaces, mientras
que el estilo de Hergé era más estático y atmosférico que energético. Por su parte, el trazo
de Franquin es más flexible, pareciendo vibrar con el movimiento, y el de Hergé es más
sereno y descriptivo en lugar de emotivo. En 1952 Franquin se había establecido
tan firmemente en Dupuis como jefe de la serie cabecera de la revista que
cuando se trajo a Peyo para conocer a los editores, daba por hecho que le
iban a ofrecer un puesto.
Casi desde el principio, la serie de “Johan” había sido lo
suficientemente exitosa, pero en 1954, cuando Peyo hizo que a su héroe le acompañase su diminuto colega, el exuberante pero torpe Pirlouit (en inglés, Peewit
(Papamoscas), pronunciado como “Peewee”), la serie se convirtió en una de las
más populares de Spirou. Pero fue la llegada de los pitufos lo que generó la
fortuna de Peyo.
En octubre de 1958, Johan y “Peewit” se encontraron una
flauta mágica que a continuación les robó alguien. Al intentar perseguir al ladrón
se toparon con una tribu de enanos azules que vivían felizmente en sus coloridas
casas de hongos en el bosque.
Precisamente esta es la historia que Papercutz ha reimpreso
en el segundo de sus volúmenes inaugurales de los pitufos. Peyo había previsto
que los Schtroumpfs (que especificó miden como “tres manzanas de altura,”) desapareciesen
después de esa aventura, pero demostraron ser tan populares que los hizo aparecer
de nuevo una y otra vez en sus propias historias publicadas en un
principio en forma de cómics en miniatura que podían verse en las páginas centrales de las revistas Spirou. Era obvio que Peyo no había sido capaz de acertar en sus pronósticos sobre los Pitufos, porque una
vez comentó: “dentro de tres años nadie volverá a hablar sobre ellos.” Y tampoco fue capaz de preveer la popularidad de Pirluit.
También comentó que los pitufos eran azules porque se pensaba que a
los niños les gustaba ese color. El origen del nombre es otra de las leyendas
de la biografía de Peyo. La historia empieza cuando Peyo y Franquin se encontraban cenando
una noche en un restaurante, y en lugar de decir “Pásame la sal", uno de ellos (cuál de los dos sigue siendo
un misterio), dijo: “Pásame el schtroumpf.” Esta
estupidez hilarante le sugirió a Peyo tanto el nombre genérico de los diminutos trolls
azules como, al mismo tiempo, uno de los aspectos más populares de los personajes
entre los lectores jóvenes. Esto es: la forma de resaltar la lengua “pitufa” [schtroumpf],
en donde "Pitufo" sustituye cualquier sustantivo o verbo a capricho
del hablante: incluso se podría decir que a la “pitufa” del hablante.
En su mayoría, el atractivo básico de los pitufos reside en
su apariencia. Con sus pequeños cuerpos y cabezas del mismo tamaño, sus colas
achaparradas y sus narices bulbosas, y con sus divertidos sombreros cónicos, sencillamente
los Pitufos son lo más adorable que he visto en mi vida. La narrativa de Peyo
muestra en todo su apogeo las habilidades artísticas del historietista,
siendo capaz de desplegar todos los recursos del medio para satisfacer las exigencias de su
historia de una forma pulida y con estilo.
Toda la acción está dibujada desde la misma perspectiva, con
lo cuál se acentúa y mantiene nuestra percepción sobre el pequeño tamaño y entorno en el que habitan los pitufos. Aunque en las historias de Peyo aparezcan varios juegos de palabras,
durante la mayor parte de cualquiera de ellas el elemento cómico suele transmitirse principalmente por medio de los dibujos: las historias siempre son más visuales
que verbales, tal y como podrían serlo si el medio elegido hubiese sido los dibujos
animados, como si Peyo se hubiese llevado al cómic sus primeras experiencias en
la animación. Algo que sin
duda hizo.
Excepto por Papa Schtroumpf (Papá Pitufo, más tarde pasaría a llamarse “King Schtroumpf” y “Schtroumphette”), estos mitos azules no son entes individualizados, sino miembros sin nombre de una tribu. A veces este rasgo puede cambiar en una
historia concreta. Si por ejemplo se requiere nombrar de alguna forma a alguien bromista, uno de los personajes se apodará “pitufo bromista”, pero por lo
general nunca se nombra la ocupación de ninguno. Tampoco se han determinado nunca las labores a las que se
dedican los personajes. Viven
felizmente en un pueblo de hongos en el bosque, pero lo que hacen para ganarse
la vida sigue siendo una incógnita. Sea lo que sea, no importa, el producto con el que
comercian los pitufos es la ternura, y eso es todo lo que necesitan. Y en ningún otro medio podrían
ser más lindos que en el del “cartoon”, sea en forma
de cómic o de dibujos animados.
En 1960 Peyo inventó otra tira, Benoit Brisefer (en inglés “Steven
Strong”, Valentín Acero / Benito Sansón en castellano), protagonizada por un pequeño
niño poseedor de una fuerza sobrehumana que pierde cuando se resfría, y más
tarde ideó otra, Jacky et Celestin [Jacky y Celestin], pero pronto Peyo
abandonó el dibujo de historietas para pasar a supervisar el floreciente
imperio de los pitufos. Para satisfacer la enorme demanda de los personajes,
Peyo fundó un estudio. El “merchandising” de los pitufos comenzó a
comercializarse casi de inmediato, y pronto se estrenaron las películas de
animación, primero en Francia y luego en todas partes.
En los Estados Unidos, Hanna-Barbera produjo una serie para
la franja de los sábados por la mañana que estuvo en antena entre 1981 y 1989. Actualmente se está
volviendo a emitir por televisión. En conjunto, los pitufos han aparecido en más de 400
cortos animados. Los álbumes impresos de los pitufos (17 hasta ahora) han
aparecido en 25 idiomas (“Johan y Pirluit” se queda cerca con 13 álbumes, aunque no se ha traducido a tantos idiomas). “The Ice
Capades” incluyeron una coreografía de los pitufos durante una temporada, y en Metz (Francia) abrió las puertas un parque temático sobre los personajes en 1981, aunque terminó fracasando y siendo absorbido por “Six Flags
production”.
El editor de Spirou, Yvan Delporte (que asumió la silla de
director en 1955, cuando Charles Dupuis renunció a la misma para prestar más atención a la producción de los álbumes), fue colaborador habitual de Peyo, escribiendo muchas de las
historias de los Pitufos, aunque Peyo siempre mantuvo el control de los mismos, y del mismo modo, la calidad de la obra. Una vez afirmó: "me niego a confiarle mi negocio a
profesionales que, o bien me quieren vender un contrato sobre ganancias, o bien
descuidar la calidad para conseguir un beneficio mayor. De ninguna manera voy
a aceptarlo. Quiero supervisar todo para que mis pequeños personajes
permanezcan siendo atractivos y los mismos que siempre han sido.”
Peyo falleció en la Nochebuena de 1992, pero su estudio continuó
produciendo material a su nombre. Supongo que su hijo, Thierry Culliford, que asumió el
liderazgo del estudio en los sesenta, ha sido quien también ha asumido la calidad de la firma de Peyo en la actualidad. La serie de Papercutz, compuesta por tres
títulos hasta el momento, no está por debajo de la producción estándar de Peyo:
el tamaño de página (6 x 9
pulgadas ) es menor que el del álbum tradicional, de 9 × 12 pulgadas , pero las
páginas son reproducciones exactas de las impresiones originales, y el tamaño
más pequeño refleja bien la dimensión del mundo de los Pitufos sin sacrificar en
ningún momento la claridad de las imágenes.
Además de “Los Pitufos y La Flauta Mágica ”, que
repasa el origen de los Pitufos en Johan y Pirluit, también se encuentra
disponible el primer álbum de la serie en Papercutz, “Los Pitufos Púrpuras”, y
en diciembre se editará el tercer número, “El Pitufo Rey”. Excepto La Flauta , de 64
páginas, los otros tienen 56 páginas y son a todo color, con un coste de 5.99 dólares
la edición de bolsillo y 10.99 dólares en tapa dura. Por cierto, inicialmente “Los Pitufos Púrpura”
se titulaba “Los Pitufos Negros” y nunca había sido publicado en inglés hasta ahora.
Salicrup ha comentado lo siguiente al respecto:
"El motivo es que teníamos cierta preocupación porque los afroamericanos malinterpretaran la historia y la considerasen ofensiva", explicaba. "Creemos que en la historia no aparece ningún tipo de elemento racista, pero pensábamos que podría malinterpretarse bastante fácilmente, especialmente en el caso de los niños." Así que Papercutz adoptó la
misma solución que el estudio Hanna-Barbera en su adaptación animada:
"Simplemente cambiamos los pitufos negros por pitufos morados", dice
Salicrup.
Salicrup y su compañero Terry Nantier, fundador y presidente
de NBM Publishing, han perseguido los derechos de los pitufos durante
años. "Nos llevó mucho tiempo porque dos estudios de cine también
estaban relacionados con los derechos de los personajes, por lo que todo
lo referente a los derechos sobre la serie era bastante confuso," Salicrup también comenta:
"En cuanto anunciamos que teníamos los derechos, Adam Grano, uno de los
diseñadores de Fantagraphics, publicó una carta abierta a Terry en
internet, explicándole por qué era él quien debería diseñar los álbumes para nosotros, por lo que estuvimos encantados de trabajar con él. No puedo expresar todo lo felices y
orgullosos que estamos Terry y yo con la publicación de los álbumes de Los Pitufos: es
exactamente el tipo de cómic que esperábamos poder publicar cuando empezamos con Papercutz. Ambos creemos que estos cómics son clásicos, y deben permanecer disponibles,
al igual que siempre lo ha estado Tintín en Norteamérica. Sencillamente creemos
que Los Pitufos es un cómic genial para todas las edades".
La preocupación por cómo podrían interpretar los chavales
jóvenes a “Los Pitufos Púrpura” es connatural a Papercutz, que fue fundada
en 2005 por Nantier y el co-propietario de Papercutz, Salicrup, con la
intención de editar novelas gráficas para el mercado concreto de
pre-adolescentes y adolescentes comprendidos entre los 8 y los 14 años. Pero las historias
de los Pitufos que he podido leer hasta ahora son sagas para todas las edades, además de auténticas obras de arte, una deliciosa mezcla del estilo “Bigfoot” [la forma
de dibujar de Robert Crumb o Joe Matt] y "pies pequeños" que
despliega una enorme pasión al estilo de Disney por el detalle visual en ambientes
y decorados.
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SMURFIN´ USA, artículo por Kim Thompson
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