domingo, 23 de noviembre de 2014

OJOS ROJOS, por Warren Ellis

OJOS ROJOS, por Warren Ellis (2003)
Traducción e imagen: Frog2000.

Ella tenía unos ojos en los que sería capaz de perderme, pero luego los reemplazó por punteros láser. Pequeños puntos rojos que rebotaban arriba y abajo por la pared de la habitación mientras yo la abrazaba por la espalda. Podría haber vivido con ello, pero consiguió importar voces animales para colocárselas. El ronroneo del guepardo no estaba mal, pero los ruidos de dingo acabaron por acabar con mi estado de ánimo. La combinación de ojos rojos y sonidos de gorila que sonaban cuando se corría era horrible. Unas semanas más tarde tenía cosas moviéndose en su cuerpo que no deberían estar en esos sitios. No tengas miedo, me dijo, mientras los chismes seguían bombeando como silbidos de un órgano bajo su piel. Algo se extendió y me saludó.

Vomité entre sus piernas y ella estuvo sin hablarme una semana. Supongo que no debería culparla por ello, pero aún así...

Sabía que todo había acabado cuando se cortó las piernas.

Se las seccionó por la rodilla y volvió a casa con una maleta llena de reemplazos modulares. Los muñones tenían pequeños puertos firewire conectados a las nuevas unidades inferiores de las piernas. Iba equipada con lo que ella llamaba sus Piernas Sexuales y nada más llegar flexionó sus dedos artificiales, con los pies fijados en un arco perfecto donde acomodar sus tacones soldados de dieciséis centímetros. Al parecer también tenía giroscopios Segway en las pantorrillas con los que poder mantener su posición vertical cuando caminaba.

Una noche llegué a casa y me la encontré equipada con un mini-vestido de látex y dieciséis piernas. Esas cosas arácnidas brotaban de sus rodillas, con ocho piernas en cada una. Desfiló por el piso de la cocina de plástico para mí, balanceando sus caderas. Clackclackclackclack, sonaba el suelo. Clackclackclackclack.

En cuanto empecé a echar la pota, sacó la lengua para burlarse de mí. Tenía lo que parecía un enchufe de entrada en la punta.

Después de traspasar ese límite todo me parecía demasiado feo. Por supuesto, tuve que largarme. Hace un par de semanas volví a verla. Me presentó a su nuevo novio, Spin. Su piel parecía fría y brillante, como si estuviese recubierta de plástico blanco sobre acero. Tenía un tambor giratorio en el estómago. Ella se apoyó en él y sonrió.

Ahora estoy viviendo en mi coche. Mi coche me ama. Quiero decir, no habría hecho crecer una vagina real para mí si fuese de otra manera, ¿no?

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