sábado, 30 de noviembre de 2013

COMENTARIOS SOBRE CRUMB 26: DREW FRIEDMAN

Varios autores ofrecen sus impresiones sobre Robert Crumb y su trabajo. Artículo aparecido en Blab nº3 (1988). Traducido por Frog2000. 

1. JAXON

2. KIM DEITCH
3. JOHN THOMPSON
5. JOEL BECK
6. TRINA ROBBINS
7. HARVEY PEKAR
8. ACE BACKWORDS 
9. SAVAGE PENCIL
10. TOM VEITCH
11. SPAIN RODRIGUEZ 
12. JOSH ALAN FRIEDMAN
13. BETO HERNANDEZ
14. GEORGE HANSEN 
15. DON DONAHUE 
16. BOB BURDEN
17. JUSTIN GREEN
18. DANIEL CLOWES
19. LESLIE CABARGA
20. CHESTER BROWN
21. RICHARD SALA
22. REVERENDO IVAN STANG
23. RALPH STEADMAN
24. JAY LYNCH
25. BRUCE N. DUNCAN 

26. DREW FRIEDMAN 

[Historietista e ilustrador americano con un estilo particularmente detallado, publicó sus primeras obras en el RAW magazine de Art Spiegelman para terminar convirtiéndose en uno de los autores más demandados por diversos medios impresos. Ha publicado en Weirdo, Heavy Metal, National Lampoon o Spy entre otros, y dispone de numerosos tomos recopilatorios, tanto de ilustraciones como de cómic, en su haber. Página web oficial.]

Reunidas por primera vez, aquí tenemos nueve historias ciertas que hablan sobre el pionero del comix underground, Robert Crumb.

1.) Descubriendo a Crumb.

En 1968, cuando tenía nueve años, la cadena de librerías más "molona" de la ciudad de Nueva York era Bookmasters. La tienda, que estaba en la Tercera Avenida entre la 59 y la 60 (ahora se llama "Crazy Eddie´s"), también vendía comix underground. Fue en una de sus estanterías donde mis ojos se posaron por primera vez sobre "Homegrown Funnies", donde aparecían las historietas del autor más genial de todos los tiempos (realmente no es que quiera besarle el culo), Robert Crumb. Por supuesto, en aquella época yo era demasiado joven como para comprar undergrounds, al igual que mi hermano de doce años. Lo que hice fue deslizar discretamente un par de ellos en la pila de libros de mi padre que estaban en la línea de caja justo antes de que se los cobrasen, esperando que pensara que había echado un par de comic books de "Playful Little Audrey" en el montón. Se diese cuenta él, o alguien más, de la magnitud de la situación o no... fue lo que condujo a la deformación de mi mente para siempre... ¡fue la seducción de R. Crumb del inocente Drew Friedman!

2.) Primeros años con Crumb.

Cuando era un crío me encantaba la obra de Crumb. Fue la fruta prohibida de mi juventud. Pero si pienso de nuevo en esa época también recuerdo que me gustaban todos los cómics: Creepy, Mad, Sick, incluso la mierda super-heróica. Pero para mi gusto, los undergrounds con obras de R. Crumb (y Jay Lynch) eran especiales. Creo que era por varios motivos. Tenías que tener 21 años para poder leerlos, y ahí estaba yo, un simple retaco, con una colección de ellos entre manos. ¡Así que estaba quebrantando la ley! (¿O quizá lo hacía el tío que me los vendía? Hmmm...) Además, en esa época empecé a ser conocido en la escuela de Great Neck como el chico que pasaba de contrabando comix underground en el colegio... material de primera. Pero principalmente me hacían sentir un hombre viril, porque esos cómics me hablaban como si fuese un hombre, y bueno, eso era fantástico, tío.

3.) Copiando a Crumb.


Cuando ese libro, "Steal This Book", apareció en 1971, robé unas quince copias de la "Stationery Store" de Jay para regalarlos en la escuela. Además, en la página 232 aparecía un dibujo de Crumb titulado "Stoned" en donde salían un puñado de tipos caminando por la calle y explicando lo fumados que estaban: "Sick in the head stoned", etc. Yo dibujaba entonces murales para la biblioteca del colegio sobre la importancia que tenía que los jóvenes leyésemos. Hacía cosas como: "Ven a la biblioteca y léete The Outsiders [Rebeldes, Susan E. Hinton, 1967]", ilustrado con un dibujo que estuviese bien. Así que dibujé un dibujo agrandado de "Stoned", y lo cubrí con una frase de rotulación gruesa que decía: "Las cosas que se pueden ver en "Steal This Book", aunque no en la biblioteca." La biblioteca no disponía de ese libro. El póster duró unos ocho minutos, luego lo arrancaron y me relevaron de mi trabajo en la biblioteca.

4.) Robando a Crumb.

Cuando apareció la versión fílmica de Fritz The Cat en 1971 yo no tenía permiso para verla porque estaba clasificada "X". Así que me vengué colándome en el Playhouse Theatre un día por la mañana en el que no había nadie por los alrededores. En realidad fue bastante sencillo (tan sólo tuve que abrir la puerta de la salida trasera) y robé el póster de la película de la marquesina de cristal que estaba en el "hall" de la entrada. Se quedó colgado en la pared de mi habitación hasta que me di cuenta de que estaba dibujado por Bakshi en lugar de Crumb. Así que lo quité.

5.) Defendiendo a Crumb.

Cuando era más joven y las conversaciones trataban sobre la música, puede que escuchase las argumentaciones de mi interlocutor durante un rato y luego, con aire de suficiencia, le dijese: "Bueno, ahí tienes a los Beatles, y luego está el resto." Una vez un tío me explicó que Vaughn Bodé era el mejor historietista que existía, así que contraataqué con mi lema de los Beatles, cambiándolo por Crumb. "Piff, piff", moví la mano, "ahí tienes a Robert Crumb, y luego está el resto." De todas formas nunca podría haberme tomado a aquel tío demasiado en serio, ya que lo había sorprendido chupando el dedo del pie de su novia en público.

6.) Viendo en directo a Crumb.

En 1978 decidí ser historietista o algo parecido, así que me matriculé en la clase de Harvey Kurtzman en la "School of Visuals Arts". Harvey solía tener invitados que se dejaban caer de vez en cuando. Historietistas como Stan Mack, Jack Ziegler, Joe Orlando, etc. Un día, cerca del final de la clase, entró un colega que iba seguido de otro tipo. El primero parecía un bocazas (era el tío que publicaba "Carload of Comics".) El otro era R. Crumb pareciéndose a R. Crumb. Crumb abrazó a Kurtzman. Kurtzman le preguntó a Crumb qué es lo que estaba haciendo en Nueva York. Poco más que susurrando, Crumb respondió: "No sé, haciéndote una visita", y no dijo más. Por supuesto, encontré que todo esto era muy emocionante y excitante, y no podía dejar de dar codazos a los otros estudiantes: "¡Ese es Robert Crumb!", les decía. Un tío me respondió: "Me parece bien, pero no es Jim Steranko."

7.) Preocupándome por Crumb.

Durante una época, a finales de los setenta, después del fallecimiento de la magnífica revista Arcade en la que Crumb había estado haciendo parte de su mejor material, me parecía que de un modo u otro Crumb iba a terminar por desaparecer. Había escuchado rumores de que estaba perdiendo la visión, que iba a dejar de dibujar cómics por completo para concentrarse en su lugar en los collages de conchas marinas, que iba a alistarse en el ejército como su padre... cosas horribles por el estilo. Pero luego, en 1979 apareció el asombroso "Best Buy Comics", seguido un año después por Weirdo, y supe que todo iba a marchar bien, ¡guau!

8.) Carteándome con Crumb.

Empecé a dibujar cómics en 1979 e intenté publicar mis cosas en los lugares habituales. Tuve suerte, porque estaba en la clase que daba Spiegelman en la "School of Visual Arts" justo en la época en que empezó el Raw. Se enamoró de mis cómics e incluyó algunos en el primer número. Crumb se trajo su versión de la Costa Oeste del Raw titulada Weirdo, y le envié una tira de tres páginas escrita por mi hermano Josh titulada "The Joe Franklin Story". Por alguna razón siempre había pensado que a Crumb no le gustaría mi obra. Que creería que era demasiado detallada, demasiado realista, demasiado lo que fuese. Pero para mi sorpresa, me escribió diciendo que le gustaba lo que hacía y que lo había estado siguiendo. Fue como si fuese el colmo del ganador, ¿no?

9.) Reuniéndome con Crumb.

No conocí a Crumb en persona hasta 1987, durante la apertura del primer show artístico en Nueva York de la Gotham Book Mart Gallery. Parecía una figura bastante elegante con su traje, y cuando me acerqué y extendí mi mano, él sorbió nerviosamente su bebida. "Hola, Robert, soy Drew Friedman..." Estuvimos charlando un rato sobre esto y lo otro, mientras me sonreía con su amplia y legendaria sonrisa. Pero me di cuenta de que no me estaba prestando demasiada atención. En su lugar estaba echando un buen vistazo a las mujeres de huesos grandes que la galería había dispuesto por aquí y allá para su deleite. Mi novia me preguntó más tarde cómo me sentía después de haber conocido a mi artista favorito. "Ha sido magnífico", le dije. "No me ha decepcionado."

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