Realizada por Steve Ringgenberg para The Comics Journal n 177 (1995. Traducida por Frog2000. Parte 1, parte 2.
RINGGENBERG: Creo que Mad es de las que paga algunas de las cantidades más altas por los guiones de todo el negocio.
RINGGENBERG: Creo que Mad es de las que paga algunas de las cantidades más altas por los guiones de todo el negocio.
FELDSTEIN: Bueno, no sé cuánto habrá subido desde que me fui en 1984, pero a nosotros
nos pagaban muy bien. Lo único que sé es que chicos como Hart,
Siegel y Kogen se marcharon a California y consiguieron trabajar con
Carol Burnett y Bob Newhart y otra gente parecida, y les pagaron una
tremenda cantidad de dinero, aunque de vez en cuando continuaron
escribiendo para mí por lealtad y porque apreciaban que yo les
hubiese dado cancha cuando empezaron. Cuando se marcharon al oeste a la
Ciudad de la Televisión, me contaron que su mejor tarjeta de presentación fue que habían escrito para Mad, lo que consiguió que se abrieran las puertas de muchos, muchos trabajos. Así
que fue bastante gratificante.
RINGGENBERG: ¿Fue cuando
empezaste a darte cuenta de que Mad se había convertido en una
fuerza cultural a tener en cuenta?
FELDSTEIN: Si. Bueno, fue como la
culminación de mi sueño de convertirme en editor /dibujante/ guionista. Tener la
oportunidad de disponer de un producto que fuese tan eficaz y tan al alcance
de todos como se había convertido Mad. Como nota al margen, he de decir que cuando
me hice cargo de Mad por primera vez creo que lo hice bastante
bien, y más o menos estamos hablando de mediados los cincuenta. Me
hice cargo en la primavera o a finales del ’55. Me encargué de parte del material de Harvey y luego empecé a desarrollar el mío según
iba terminando lo que estaba almacenado.
RINGGENBERG: ¿Cuánto material te dejó Harvey en el momento de irse?
FELDSTEIN: Acabé un número que acababa de hacer, y luego teníamos almacenado aproximadamente la mitad de
material para el número siguiente, que él ya había comprado. Así que lo
incluí en la revista.
RINGGENBERG: ¿Te dio tiempo a tener listo el material del siguiente número?
FELDSTEIN: Fue duro, pero lo conseguí.
Jerry y yo lo escribíamos todo porque no teníamos guionistas,
creo que nuestro primer escritor fue Frank Jacobs. Le di la
bienvenida con los brazos abiertos y comencé a comprar material.
Bien te lo puedo decir, fue como si hubiese hecho magia.
Fui muy afortunado cuando me hice cargo de este proyecto, de continuar con Mad hasta lograr que funcionase, porque de la nada
llegaron todos mis maravillosos compañeros. Bob Clarke también acudió en
busca de trabajo. Ya he hablado de Mort Drucker, que llegó poco
después. Jack Davis también volvió nada más empezar. Antes trabajaba con Harvey y luego empezó a hacerlo para mí.
Poco más tarde regresó Al Jaffee (que también había estado con Harvey) y empezó a trabajar para mí
en cuanto Harvey se metió en problemas. Los guionistas comenzaron a
hacer aparición, bien a través de correos que nos escribían o llegaban directamente a la oficina. Don Martin entró un día muy temprano, ese chico de
no-sé-dónde, Florida, Jersey, de alguna parte. Pero acudió con
sus pequeños pies doblados y sus divertidas caricaturas.
Inmediatamente le dije: "Vamos a darte una pequeña página."
Creo que originalmente era una página de consejos, pero más
tarde empezó a hacer esos enloquecidos gags sucesivos de una página
a lo “cartoon”.
RINGGENBERG: ¿Cuándo fue
el momento en el que Don Martin se unió al “staff”?
FELDSTEIN: Prontísimo.
Probablemente fue en el ’56 o el ’57. No lo recuerdo exactamente, porque todo era como un caos. Fue uno de esos períodos de mi vida en donde las
cosas estaban fluyendo y a empezar a encajar en su sitio. Además conseguimos un
nuevo distribuidor y la revista empezó a venderse mejor… Y luego,
por supuesto, llegó ese momento tan interesante, cuando me hice
rico… [Risas.] Bueno, rico no, pero quizá estaba muy bien pagado.
Bill, su madre y su hermana eran los propietarios de la revista y
tenían dinero, y en esos días, a finales de los cincuenta, había
un impuesto graduado sobre la renta. Dios sabe por qué, a lo mejor
era del 90, del 89 por ciento o por el estilo, con una renta
ordinaria que realmente no era como la de hoy, donde tienes que pagar
un 32 o un 38 por ciento de más, y Mad había empezado a funcionar bastante bien.
Habíamos conseguido poner en
circulación unos 450.000 ejemplares más o menos, quizá 475.000, y
Hacienda nos dijo: "Oye, tenéis un excedente de un millón de
dólares, y si no lo invertís en la revista o hacéis algo con él,
tendréis que declararlo como dividendos, porque no podéis mantenerlo
como excedente corporativo después de pagar los impuestos". Así
que nos dejaron temblando, pero al contable
se le ocurrió la idea de encontrar una empresa que tuviese pérdidas
tributarias donde se pudiesen hacer cargo de ese excedente. Encontraron un
fabricante de maquinaria textil que se llamaba Premiere Corporation que
tenía sin usar toda esa, no sé, maquinaria que no se había
vendido, o maquinaria que les habían devuelto, o lo que fuese. Así
que Bill vendió Mad a la Premiere Corporation por
lo que creo que fue una cantidad de alrededor de 5 millones de dólares. De esa forma perdíamos un millón de dólares, que era el excedente. Así que ellos se
hicieron cargo de la empresa y le dieron a Bill el excedente del
millón de dólares, y entonces las ganancias de capital las repartieron entre
su madre, su hermana y él, que en ese momento serían de un 33 por
ciento. Fue mucho mejor que perder el 85 por ciento del capital, y
ese es el motivo por el que lo hicieron.
DEJANDO MAD
RINGGENBERG: Mientras la
grabadora no estaba en marcha me has comentado que sentías que el
hecho de que Bill vendiese la revista fue como que te hubiese pegado un buen sopapo.
FELDSTEIN: No, no. Fue una
bofetada a la revista. Verás, en realidad no creo que Bill
entendiese realmente lo que era Mad. Me refiero que a él le gustaba el
material de ciencia ficción y de terror. También le encantaba el material sobre crímenes. Formaba parte de los
esfuerzos creativos y se sentía bien con ello. Pero respecto a Mad no
sentía nada. Se divertía mucho como fan de la revista, pero
me dejaba rienda suelta. Cuando teníamos lista la revista para mandarla a la imprenta, cogía las galeradas y se las leía por primera vez. No tenía ni
idea de lo que se iba a encontrar ni nada parecido. Rara vez instituyó ningún tipo de censura, salvo que me sobrepasara de los límites legales, o que pensara que le podían demandar por los
derechos de autor o algo así. Pero aparte de eso, nunca me dijo ni
una palabra.
Estábamos en diferentes
espectros políticos, algunas cosas no le gustaban, pero seguía adelante porque era algo cultural, una revista
de comentario social y sabía que teníamos que cubrir todos los
puntos de vista. De todas formas, cuando vendió el magazine me puse
furioso, porque hubiese querido una parte del mismo. Le dije: “no
quiero lo que quería Harvey, pero deberías haberme ofrecido una
parte antes de venderlo para que yo también pudiese estar dentro.”
Me dijo: “bien, te diré
lo que vamos a hacer, Al. Te haré un contrato de trabajo por el que
te quedarás con un porcentaje de la revista. Y como va a caer en manos de
una entidad corporativa, mantendremos los gastos cubiertos a través de un porcentaje del resultado de las ventas en bruto de Mad."
Así que me ofreció un contrato de trabajo con un porcentaje de los
ingresos brutos, lo que en ese momento significaba como un aumento de
25 a 30.000 dólares sobre lo que solía recibir. Lo cual era bastante agradable, ¿sabes? Quiero decir, estamos hablando de finales de los cincuenta.
RINGGENBERG: Debías estar encantado.
FELDSTEIN: Bueno, al menos
me aplacó un poco, porque le dije: "Está bien." Y pensé: "Bueno, ahora me toca a mí hacer algo con esta
revista." Bueno, entonces pasamos de vender 435.000 ejemplares a
2.800.000. Ese fue nuestro techo de ventas, el número con la
Aventura del Poseidón. De la nada empezamos a vender 200 libros de
bolsillo más. De la nada se hicieron once ediciones en el
extranjero. [Risas.] Y todo fue después de ese contrato. Así que Bill
terminó presumiendo de que yo era el editor mejor pagado del mundo,
que no era del todo cierto, porque había editores mejor pagados, como
Henry Luce y Hugh Hefner. Pero yo lo estaba haciendo muy bien en el
momento en que otra empresa compró Mad y empezó a pasar por toda una serie de adquisiciones: primero “Premiere” se
la vendió a Lionel. Lionel se la cedió a Independent News/
National Comics, DC, y luego todo el paquete fue a parar a Warner, que era
el floreciente conglomerado de entretenimiento de Steve Ross. Así
que terminamos en esa editorial. Por supuesto, Steve contaba con el material de Superman y la distribución de todas esas revistas, porque había comprado
las compañías que las publicaban, por lo que la revista
alcanzó esa clase de sitios de venta de mayor exposición, y así es
como la revista, nuestra revista Mad, se convirtió en todo un éxito,
porque tenía una buena distribución y todo lo demás.
RINGGENBERG: Cada vez que
la revista se revendía, ¿tenía algún efecto en el
funcionamiento del día a día de la misma?
FELDSTEIN: No.
En absoluto. Nadie se pasó por nuestras oficinas, ni siquiera alguien del grupo de la Warner Communications. A lo largo de los años, Bill y su personal habíamos acumulado cierta reputación, así que ni siquiera nos tocaban.
Incluso cuando compraron el edificio en el complejo Rockefeller
Center, cuando compraron su propio edificio y se llevaron todos sus
conglomerados de empresas a ese edificio, las editoriales de libros y de libros
de bolsillo, y las revistas y los discos y todo lo demás, incluso entonces nos
negamos a mudarnos.
Bill no quiso mudarse.
Quería quedarse en el 485 de Madison Avenue, Mad Avenue, y no había
nada más que hacer. Porque creía que empezarían a pegar sus
narices a lo que estábamos haciendo, que nos empezarían a
molestar, y no podían hacerlo porque nuestros dibujantes y guionistas se habían enamorado
de lo que hacían. Así que mantuvimos la independencia. Aún
siguen en Madison Avenue, aunque creo que cuando el contrato
se acabe, que probablemente sea de forma inminente... ahora que Bill se
ha marchado al [edificio de] Warner Communications... aunque ahora es
Time-Warner...
RINGGENBERG: ¿Crees que
la negativa de Bill a mudarse también proviene de que era un animal
de costumbres, de que no le gustaba el cambio?
FELDSTEIN: Oh, por
supuesto. Y eso también formaba parte del motivo por el cuál me retiré.
Noté malas vibraciones. Me refiero a que habíamos pasado por una buena racha,
pero teníamos... sentía que para ampliar el alcance de la revista
había que hacer más cosas, sobre todo en otros medios que se
estaban convirtiendo en prominentes, tales como cintas, películas,
televisión. Deberíamos habernos metido, y me dolió que shows como
That Was The Week That Was y Saturday Night Live se empezaran a emitir y que
nosotros no estuviésemos haciendo nada parecido. Incluso nuestro
competidor inmediato, National Lampoon, estaba haciendo películas
como aquella película de la Universidad ¿cómo narices se llamaba, esa en la que se tiraban comida? Bueno, de todos modos …
RINGGENBERG: Si te
hubieses quedado en Mad más allá del ’84, ¿qué es lo que te
habría gustado hacer en la revista?
FELDSTEIN: Bueno, el
motivo para marcharme fue que no podía hacer nada en la
revista mientras Bill siguiese al cargo. Bill rehusó coger anunciantes. En ese momento él sentía que teníamos que seguir con una actitud de la que estábamos orgullosos, que era no haber aceptado publicidad, y por lo tanto no estábamos sujetos a las
presiones de nadie, que era una especie de paranoia que existía desde los años 50 y 60, pero en ese momento los adolescentes se estaban
convirtiendo en consumistas, estaban empezando a comprar cosas. Pensé que
podíamos disponer de un espacio publicitario en Mad que no afectaría de
ninguna manera a la editorial y que podría ayudar a hacer que todo el
paquete fuese un poco más atractivo. Incluso podríamos haber hecho publicidad humorística y montar nuestra propia agencia de publicidad.
Si hubiésemos seguido por ese camino, cualquiera que quisiera
hacer publicidad en Mad tendría que haber pasado por la agencia de
publicidad de Mad y hacer un anuncio humorístico. Pero Bill no quería
formar parte. Porque básicamente era un editor
de cómics, y tampoco era el propietario de la revista, así que no
quería disponer de una gran organización en expansión que le daría un
montón de dolores de cabeza cuando ahora no los necesitaba. Sólo
quería tener un lugar al que ir a trabajar y luego salir a
comer. De todas formas empezamos a discutir, Bill y yo, por culpa de todo este tipo de ideas. Yo quería
rodar una cinta, una versión VHS de Mad, si es que se podía hacer. Quería
investigar si podíamos ensamblar cada mes o cada dos meses o de forma
trimestral una cinta y venderla a un precio que fuese razonable,
porque la cinta en sí misma, el casete, no costaba tanto.
Probablemente podríamos haber sacado algo con un precio de 4.95 dólares de
forma trimestral, como un programa de televisión de una hora sobre la revista, sin
censura.
Me hubiese gustado que se vinieran intérpretes universitarios que acudirían desde la Universidad al Mad
Show y habríamos contratado a un guionista que se fuese de viaje para que pudiésemos ir actualizando el material a medida que se iba generando, ¿sabes? Algo parecido a cuando hicimos la “Invasión blah” de Haití.
Podríamos haber hecho algo parecido, ¿sabes? Se me ocurrieron un montón de
ideas, pero Bill no quería formar parte. Así que
mi último contrato fue de tres años en lugar de cinco, tan sólo lo
firmé por tres años porque me imaginaba que acabaría dejándolo. En el
último año de contrato, mi tercer año de mi contrato de tres años,
mi esposa enfermó de cáncer de pulmón y me tuve que ir de todos modos.
Pero me habría ido con cáncer de pulmón o sin él, aunque
Bill se pensara que lo había dejado por la enfermedad de mi esposa, pero no era cierto del todo. Me fijé en las cifras
de ventas. Cuando me fui, se habían reducido desde
los 2,8 millones hasta 1,75. Desde entonces se han quedado entre
500.000 y 700.000. Es muy triste, ya sabes. Me había esforzado un montón... no
quería hacerle daño a Bill de ninguna manera, pero tenía algunos
amigos en Warner Communications y les dije lo que estaba pasando y lo
que debería estar pasando, pero tampoco tenían capacidad para arreglarlo. Él era el
encargado y creían que sin él todo se vendría
abajo. Bueno, ahora él ya no está y les está yendo bastante bien.
RINGGENBERG:
¿Seguiste teniendo buena relación con Bill después de marcharte de la revista?
FELDSTEIN: Oh,
claro. Bueno, era bastante cordial. No era tan cercana como la que tenía con
Lyle Stuart. Me refiero a la época en la que éramos muy amigos.
Nunca había estado tan cerca como lo estuve durante el período de
Mad, porque estaba haciendo dinero, ya sabes. Él no estaba demasiado
contento y creo que le aterrorizaba que yo tuviese tanto
poder. No es que yo esgrimiese ese poder, entiéndeme, pero él
dependía de mí para que la revista continuara evolucionando. Pero
llegó un punto en el que me dio la sensación de que no íbamos a ir
a ninguna parte y el tiempo me ha dado la razón, porque las ventas
de la revista se han ido deteriorando. Puede haber sido simple desgaste natural, o cualquier otra cosa, pero cuando me fui sentía que no
había margen suficiente que me pudiese compensar.
SHOW BIZ
RINGGENBERG: He oído
decir que cuando estuviste haciendo “Psychoanalysis” había un programa
psiquiátrico en la televisión en el que estuviste trabajando.
FELDSTEIN: Sí. Se
me acercó el grupo de Steve Allen y nos pusimos a hablar sobre
el tema. Steve precedía a Jack Paar en el “Tonight Show”, que
antecedió a Carson y que precedió a Jay Leno. Steve Allen era el
chico maravilla del momento de la televisión nocturna, y fue quien
descubrió a Steve Lawrence y a Eddie Gorme, y tenía, oh, Dios, a
algunos de los comediantes más maravillosos del resto de programas. En
ese momento estaba trabajando como analista, y me llamó y me dijo: "He
leído esto, alguien me lo ha enseñado. Vente conmigo y
charlemos." Así que me fui a su estudio y, por supuesto, me
quedé muy impresionado. Quiero decir, ahí estaba esa gran estrella
de la televisión, y todos los demás a su alrededor. Me dijo que quería
adaptar mis guiones para la televisión, porque pensaba que sería genial, y creía que se podría hacer una especie de programa piloto basado en algo así, de unas dos
horas o de hora y media de duración.
Le contesté:
“Me encantaría participar.” Así que me presentó a un escritor que se llama Howard Rodman, que en aquella época era un buen
guionista de televisión, a la altura de Rod Serling y el resto. Estamos
hablando de los cincuenta, ¿sabes? Creo que fue él quien nos juntó.
Empezamos a escribir un par de guiones, y más tarde escribí otro en
solitario, pero nunca los emitieron. Y NBC me dijo: "Vamos,
esto es un programa de variedades nocturno. ¿Por qué quieres que
sea tan serio?" Por supuesto, entonces otro productor rehizo la idea al completo, y la titularon “The Eleventh Hour”
durante un tiempo. Sí, finalmente montaron un programa de
televisión, y sí, estaba inspirado en la serie de “Psychoanalysis,”
que Bill y yo habíamos ideado como parte de la “New Direction” de
la editorial, después de que nos censurasen nuestras series de
terror. Los dos estábamos bastante metidos en el
psicoanálisis. Hicimos lo propio de los cincuenta,
cuando teníamos poco dinero, muchos problemas y queríamos salir adelante como fuese.
(Continuará)
(Continuará)
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