CHROME CRANKS : LOS AMANTES DEL BAYOU, por Frog2000
En cuestiones de PUNK ROCK mutante y derivados, es incontestable que el lugar donde hay que estar, siempre, es en Nueva York. Por encima de otras "zonas de guerra" como Los Angeles (buena para el punk rock vitalista), Londres (estupenda para punk contra la crisis económica y social) o Washington D.C. (la ciudad de los yuppies suicidas no es lo suficientemente inhabitable como para producir bandas con la suficiente mala sangre), Gotham es el objetivo deseado de muchas de las formaciones más interesantes de la música subterránea, y no sólo estadounidense, sino de las más remotas partes del Mundo.
En los setenta la escena se llenó de jóvenes descastados sin nada más que hacer que aporrear sus guitarras con saña (Ramones y Dictators), exudar poesía y violencia (Patti Smith y Richard Hell), tejer rock oblicuo (Television y Talking Heads) o lucir palmito entre descargas punk pop de dos minutos y pico (Blondie y Jane County). Mientras tanto, en otras cloacas y lofts el fallido asalto total al rock fracasó dejando un raquítico pero nutritivo legado de rock que despreciaba ser etiquetado como tal y que precisamente se clasificó con una negación: NO WAVE. Suicide, DNA, Mars, Teenage Jesus, James Chance, pero también The Static o VON LMO son grupos que se han convertido en leyenda, tanto como los mejores grupos de cualquier otro género; bandas difíciles de emular en forma y esencia, grupos que suponen una influencia definitiva. A principios de los ochenta la virulencia de Sonic Youth y del hardcore de Minor Threat empieza a extenderse por todo el país, aprendiendo de anteriores eslabones de esta apasionante cadena enlazada de música y resistencia artística. En La Gran Manzana, pero también, como si fuese un movimiento perfectamente calculado, a lo largo de todo el país de Andy Warhol, surgirán bandas que supuran todo el anterior caldo de cultivo y que las gacetas musicales se ponen de acuerdo en llamar Noise Rock, una etiqueta que como el grunge, es una cualquiera. Expatriados como Pussy Galore y bestias oriundas como Unsane o demonios surgidos de algún agujero infecto como Honeymoon Killers plagarán hasta bien entrados los noventa las calles y pabellones auditivos de una ciudad que hasta el momento había recibido a fugitivos y emigrantes tan interesantes como Arto Lindsay, Lydia Lunch, Jon Spencer o Peter Aaron.
Precisamente este último es uno de esos supervivientes de todas estas escaramuzas que ha seguido haciendo empecinadamente lo que mejor sabe hacer. Chrome Cranks es el grupo que formó y en el que cantó desde un principio junto con otros músicos que fueron desertando uno tras otro hasta llegar a la actual formación, la más recordada y estable, la de William Weber, Jerry Teel y Bob Bert. Consolidado el combo en 1994 justo a tiempo para grabar joyas de la música peligrosa como "Dead Cool", el disco que mejor representa su amalgama de estilos, mala baba y clase, la banda lo dejó hace más de una década por un "quítame allá esas pajas" hasta que en 2009 volvieron, y aunque suene (y suena) a tópico, lo hicieron más afilados, aventurados y certeros que nunca. Lo demostraron en los conciertos de aquel año, lo volvieron a demostrar en su espléndido retorno discográfico titulado "Ain´t No Lies In Blood" y lo volverán a demostrar en las cuatro fechas que el grupo ha programado en nuestro país (en Barcelona y Valencia ya han arrasado), una de ellas esta misma noche en el Wurlitzer Ballroom de Madrid y mañana en Irún en la Sala Tunk.
En cuestiones de PUNK ROCK mutante y derivados, es incontestable que el lugar donde hay que estar, siempre, es en Nueva York. Por encima de otras "zonas de guerra" como Los Angeles (buena para el punk rock vitalista), Londres (estupenda para punk contra la crisis económica y social) o Washington D.C. (la ciudad de los yuppies suicidas no es lo suficientemente inhabitable como para producir bandas con la suficiente mala sangre), Gotham es el objetivo deseado de muchas de las formaciones más interesantes de la música subterránea, y no sólo estadounidense, sino de las más remotas partes del Mundo.
En los setenta la escena se llenó de jóvenes descastados sin nada más que hacer que aporrear sus guitarras con saña (Ramones y Dictators), exudar poesía y violencia (Patti Smith y Richard Hell), tejer rock oblicuo (Television y Talking Heads) o lucir palmito entre descargas punk pop de dos minutos y pico (Blondie y Jane County). Mientras tanto, en otras cloacas y lofts el fallido asalto total al rock fracasó dejando un raquítico pero nutritivo legado de rock que despreciaba ser etiquetado como tal y que precisamente se clasificó con una negación: NO WAVE. Suicide, DNA, Mars, Teenage Jesus, James Chance, pero también The Static o VON LMO son grupos que se han convertido en leyenda, tanto como los mejores grupos de cualquier otro género; bandas difíciles de emular en forma y esencia, grupos que suponen una influencia definitiva. A principios de los ochenta la virulencia de Sonic Youth y del hardcore de Minor Threat empieza a extenderse por todo el país, aprendiendo de anteriores eslabones de esta apasionante cadena enlazada de música y resistencia artística. En La Gran Manzana, pero también, como si fuese un movimiento perfectamente calculado, a lo largo de todo el país de Andy Warhol, surgirán bandas que supuran todo el anterior caldo de cultivo y que las gacetas musicales se ponen de acuerdo en llamar Noise Rock, una etiqueta que como el grunge, es una cualquiera. Expatriados como Pussy Galore y bestias oriundas como Unsane o demonios surgidos de algún agujero infecto como Honeymoon Killers plagarán hasta bien entrados los noventa las calles y pabellones auditivos de una ciudad que hasta el momento había recibido a fugitivos y emigrantes tan interesantes como Arto Lindsay, Lydia Lunch, Jon Spencer o Peter Aaron.
Precisamente este último es uno de esos supervivientes de todas estas escaramuzas que ha seguido haciendo empecinadamente lo que mejor sabe hacer. Chrome Cranks es el grupo que formó y en el que cantó desde un principio junto con otros músicos que fueron desertando uno tras otro hasta llegar a la actual formación, la más recordada y estable, la de William Weber, Jerry Teel y Bob Bert. Consolidado el combo en 1994 justo a tiempo para grabar joyas de la música peligrosa como "Dead Cool", el disco que mejor representa su amalgama de estilos, mala baba y clase, la banda lo dejó hace más de una década por un "quítame allá esas pajas" hasta que en 2009 volvieron, y aunque suene (y suena) a tópico, lo hicieron más afilados, aventurados y certeros que nunca. Lo demostraron en los conciertos de aquel año, lo volvieron a demostrar en su espléndido retorno discográfico titulado "Ain´t No Lies In Blood" y lo volverán a demostrar en las cuatro fechas que el grupo ha programado en nuestro país (en Barcelona y Valencia ya han arrasado), una de ellas esta misma noche en el Wurlitzer Ballroom de Madrid y mañana en Irún en la Sala Tunk.
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