Varios autores ofrecen sus impresiones sobre Robert Crumb y su trabajo. Artículo aparecido en Blab nº3 (1988). Traducido por Frog2000.
1. JAXON
2. KIM DEITCH
3. JOHN THOMPSON
5. JOEL BECK
6. TRINA ROBBINS
7. HARVEY PEKAR
[Guionista de cómics caracterizado por su certero retrato de lo cotidiano, la obra del fallecido autor está dibujada por un montón de historietistas de todo pelaje, en su mayoría artistas de comix underground. "American Splendor" (La Cúpula) fue su comic book más representativo y donde se recogieron sus mejores esfuerzos, aunque también puede verse una buena muestra de su talento en "Otro Día Más" (Planeta DeAgostini) y en "Cleveland" (Gallo Nero). Wiki del autor.]
Empecé a leer comic books cuando tenía unos seis años, y me empezaron a interesar muchísimo. En poco tiempo me hice con una buena colección y aprendí cómo leerlos. Cuando llegó la época en la que empecé a ir al colegio, perdí el interés por los cómics, creo que especialmente en los de superhéroes. Continué buscando cómics graciosos, como el material de Carl Barks, Little Lulú, Popeye y Alley Oop, porque en ese momento, con once años, las cosas de acción y aventuras me parecían el típico material para niños.
De todas formas, en 1955 o así, pude hacerme con una copia de un pocket book de Ballantine en el que se reimprimía material de los comic books de Mad: se titulaba The Mad Reader. Ese tomo supuso toda una revelación. Contenía humor sofisticado a la última, humor adulto. Era una sátira de los medios de comunicación, parodias de otros cómics, programas de televisión y el cine. Visto en retrospectiva, me doy cuenta de que formaba parte de la revolución del humor presente en la época de principios y mediados de los cincuenta, no sólo en los cómics, sino también en la radio, en la televisión y en las películas, en la que también participaban Bob y Ray, Lenny Bruce, Jonathan Winters, Sid Caesar junto con sus guionistas y su equipo, y Peter Sellers. No estoy muy seguro, pero puede que pensara que esos cómics eran para gente mayor de doce años.
Después de un tiempo también terminé cansándome de los cómics de Mad, porque parte de su humor era repetitivo, un poco trivial y como para listillos. El tipo de humor que me interesaba era el que se podía encontrar en la condición humana, en las cosas de todos los días. El absurdo y la ironía que veía todos los días en las calles me produjeron más impacto que las sátiras, incluso las inteligentes, que se podían ver en los cómics y en los programas de televisión.
Además de en Mad, no estaba demasiado interesado en el resto de los títulos de la E.C., como en los de crímenes, aventura o terror. Había perdido el interés en el pulp o en la literatura de género muchos años antes. Quizá las historias de género de la E.C. fuesen mejores que la mayoría en mi idioma, pero ese idioma era y sigue siendo limitado. Estoy más interesado en los autores que escriben de forma perspicaz sobre política, sociedad y sobre los problemas económicos de la gente actual en lugar de en las space-operas o en las historias de fantasmas.
Volviendo sobre los dibujantes, cuando era un niño me encantaban las cosas que hacía Elder para Mad, me parecían claras y fáciles de entender. Finalmente, supongo que me gustaban algunos de los dibujantes de los primeros números en comic book de Mad tanto como me gustaba la revista. Había unos cuántos que eran buenos, la verdad es que resulta muy difícil escoger. Tío, ¡esos tipos fueron muy influyentes! Si has leído los ensayos de los Blab números 1 y 2, te darás cuenta de hasta qué punto influyeron a los historietistas underground. Oh, y también Basil Wolverton, otro tío que me gustaba mucho lo que hacía. Hace poco he estado buscando parte del material que hizo en los cuarenta, y resulta muy obvio que influyó a Robert Crumb. Wolverton era un tío que estaba loco, sin miedo de arriesgarse y parecer estúpido. Su actitud de "dejar las cosas fluir" anticipó a los historietistas underground de los sesenta.
Cuando Mad se convirtió en una revista, perdí todo el interés. El humor parecía estar producido en masa, mediante una fórmula que parecía impersonal. Así que desde entonces los cómics no tuvieron mucho que aportarme durante años. Más tarde, cuando me junté con mi primera esposa en 1960, empecé a leerlos de nuevo, porque ella tenia un hijo al que le gustaban los cómics. Así que empecé a leer ese material de nuevo durante un tiempo y me metí en el tema entre 1960 y 1961. En ese momento estaba en el paro, así que los leía para pasar el rato. Pero me cansé del material estándar de Marvel y DC en apenas unos meses.
En el 62 conocí a Crumb, que se había mudado a Cleveland y estaba trabajando en su gran Yum Yum Book. Ese tomo me abrió los ojos. Al leerlo, de nuevo sentí que los cómics podían estar hechos para adultos. Crumb y su compañero de habitación, Marty Pahls, tenían todos esos buenos cómics por la casa, cosas de gente como Walt Kelly, y yo solía echar un vistazo cuando nos reuníamos para cambiar discos de jazz con Pahls. En esos días estaba más interesado en el jazz, en la política y en la Historia que en los cómics, pero seguí manteniendo la atención y de vez en cuando me pillaba cosas como el primer material de Jack Cole y Will Eisner. Cole era un tío que siempre me había gustado: incluso de niño me pillaba su Plastic Man. En los cuarenta también leía mucho el Capitán Marvel de C. C. Beck, porque me parecía muy divertido. En comparación, Superman era un estirado.
Además, durante los primeros sesenta me leía algunas de las tiras de esos historietistas de moda como Jules Feiffer y el tío que hacía "Captain Melanin". A mediados de los sesenta aparecieron un par de cómics de sátira política muy buenos, títulos como los "Great Society Comics".
Entonces Crumb se marchó a California, y en torno a 1967 o 1968 empecé a leerlo en papel. Me alegré mucho por él. Solía ser un tío bastante tranquilo. La gente se había metido un montón con él cuando era niño, porque era delgado y llevaba gafas con cristales gruesos. Pero incluso cuando estaba en Cleveland durante la época beatnik / hippie, la gente había empezado a apreciarlo. Admiraban su obra en los cómics, e incluso alguien llegó a imprimir algún tomo con su material a nivel local. Entonces se casó y se marchó a California y se convirtió en una especie de líder de la "contra-cultura", y toda esa gente de Cleveland empezó a decir: "Si, yo llegué a conocer a Crumb". Así que visité California en el ´68, me reuní con él en Haight-Ashbury, y me regaló sus cómics de Zap. Empecé a leerlos, y entonces me pillé un montón de material de comic book underground. Había un montón de historietistas underground cuyo trabajo me gustaba. Esos tíos realmente consiguieron ampliar el medio del cómic basándose en el Mad de los cincuenta. Me dije: "Hmmm, todo lo que se puede hacer en otras formas de arte, también se puede hacer con los cómics", así que decidí escribir algunos guiones de cómics sobre mi propia vida que dibujaría en la tradición novelesca, donde trataría mi condición de asalariado en Cleveland en todos esos empleos de poca monta que tuve con veinte y treinta años y que sabía que eran el único tipo de trabajo al que podía aspirar. También escribí sobre las cosas graciosas que había visto durante mis paseos y mis deambuleos por las calles. Empecé a escribir esas historias en 1972, y Crumb y Robert Armstrong las vieron y les gustaron y las dibujaron para mí. Y luego, en 1976 edité mi propio cómic, "American Splendor", que contenía algunos dibujos de Crumb. Y así fue como empecé mi carrera.
1. JAXON
2. KIM DEITCH
3. JOHN THOMPSON
5. JOEL BECK
6. TRINA ROBBINS
7. HARVEY PEKAR
[Guionista de cómics caracterizado por su certero retrato de lo cotidiano, la obra del fallecido autor está dibujada por un montón de historietistas de todo pelaje, en su mayoría artistas de comix underground. "American Splendor" (La Cúpula) fue su comic book más representativo y donde se recogieron sus mejores esfuerzos, aunque también puede verse una buena muestra de su talento en "Otro Día Más" (Planeta DeAgostini) y en "Cleveland" (Gallo Nero). Wiki del autor.]
Empecé a leer comic books cuando tenía unos seis años, y me empezaron a interesar muchísimo. En poco tiempo me hice con una buena colección y aprendí cómo leerlos. Cuando llegó la época en la que empecé a ir al colegio, perdí el interés por los cómics, creo que especialmente en los de superhéroes. Continué buscando cómics graciosos, como el material de Carl Barks, Little Lulú, Popeye y Alley Oop, porque en ese momento, con once años, las cosas de acción y aventuras me parecían el típico material para niños.
De todas formas, en 1955 o así, pude hacerme con una copia de un pocket book de Ballantine en el que se reimprimía material de los comic books de Mad: se titulaba The Mad Reader. Ese tomo supuso toda una revelación. Contenía humor sofisticado a la última, humor adulto. Era una sátira de los medios de comunicación, parodias de otros cómics, programas de televisión y el cine. Visto en retrospectiva, me doy cuenta de que formaba parte de la revolución del humor presente en la época de principios y mediados de los cincuenta, no sólo en los cómics, sino también en la radio, en la televisión y en las películas, en la que también participaban Bob y Ray, Lenny Bruce, Jonathan Winters, Sid Caesar junto con sus guionistas y su equipo, y Peter Sellers. No estoy muy seguro, pero puede que pensara que esos cómics eran para gente mayor de doce años.
Después de un tiempo también terminé cansándome de los cómics de Mad, porque parte de su humor era repetitivo, un poco trivial y como para listillos. El tipo de humor que me interesaba era el que se podía encontrar en la condición humana, en las cosas de todos los días. El absurdo y la ironía que veía todos los días en las calles me produjeron más impacto que las sátiras, incluso las inteligentes, que se podían ver en los cómics y en los programas de televisión.
Además de en Mad, no estaba demasiado interesado en el resto de los títulos de la E.C., como en los de crímenes, aventura o terror. Había perdido el interés en el pulp o en la literatura de género muchos años antes. Quizá las historias de género de la E.C. fuesen mejores que la mayoría en mi idioma, pero ese idioma era y sigue siendo limitado. Estoy más interesado en los autores que escriben de forma perspicaz sobre política, sociedad y sobre los problemas económicos de la gente actual en lugar de en las space-operas o en las historias de fantasmas.
Volviendo sobre los dibujantes, cuando era un niño me encantaban las cosas que hacía Elder para Mad, me parecían claras y fáciles de entender. Finalmente, supongo que me gustaban algunos de los dibujantes de los primeros números en comic book de Mad tanto como me gustaba la revista. Había unos cuántos que eran buenos, la verdad es que resulta muy difícil escoger. Tío, ¡esos tipos fueron muy influyentes! Si has leído los ensayos de los Blab números 1 y 2, te darás cuenta de hasta qué punto influyeron a los historietistas underground. Oh, y también Basil Wolverton, otro tío que me gustaba mucho lo que hacía. Hace poco he estado buscando parte del material que hizo en los cuarenta, y resulta muy obvio que influyó a Robert Crumb. Wolverton era un tío que estaba loco, sin miedo de arriesgarse y parecer estúpido. Su actitud de "dejar las cosas fluir" anticipó a los historietistas underground de los sesenta.
Cuando Mad se convirtió en una revista, perdí todo el interés. El humor parecía estar producido en masa, mediante una fórmula que parecía impersonal. Así que desde entonces los cómics no tuvieron mucho que aportarme durante años. Más tarde, cuando me junté con mi primera esposa en 1960, empecé a leerlos de nuevo, porque ella tenia un hijo al que le gustaban los cómics. Así que empecé a leer ese material de nuevo durante un tiempo y me metí en el tema entre 1960 y 1961. En ese momento estaba en el paro, así que los leía para pasar el rato. Pero me cansé del material estándar de Marvel y DC en apenas unos meses.
En el 62 conocí a Crumb, que se había mudado a Cleveland y estaba trabajando en su gran Yum Yum Book. Ese tomo me abrió los ojos. Al leerlo, de nuevo sentí que los cómics podían estar hechos para adultos. Crumb y su compañero de habitación, Marty Pahls, tenían todos esos buenos cómics por la casa, cosas de gente como Walt Kelly, y yo solía echar un vistazo cuando nos reuníamos para cambiar discos de jazz con Pahls. En esos días estaba más interesado en el jazz, en la política y en la Historia que en los cómics, pero seguí manteniendo la atención y de vez en cuando me pillaba cosas como el primer material de Jack Cole y Will Eisner. Cole era un tío que siempre me había gustado: incluso de niño me pillaba su Plastic Man. En los cuarenta también leía mucho el Capitán Marvel de C. C. Beck, porque me parecía muy divertido. En comparación, Superman era un estirado.
Además, durante los primeros sesenta me leía algunas de las tiras de esos historietistas de moda como Jules Feiffer y el tío que hacía "Captain Melanin". A mediados de los sesenta aparecieron un par de cómics de sátira política muy buenos, títulos como los "Great Society Comics".
Entonces Crumb se marchó a California, y en torno a 1967 o 1968 empecé a leerlo en papel. Me alegré mucho por él. Solía ser un tío bastante tranquilo. La gente se había metido un montón con él cuando era niño, porque era delgado y llevaba gafas con cristales gruesos. Pero incluso cuando estaba en Cleveland durante la época beatnik / hippie, la gente había empezado a apreciarlo. Admiraban su obra en los cómics, e incluso alguien llegó a imprimir algún tomo con su material a nivel local. Entonces se casó y se marchó a California y se convirtió en una especie de líder de la "contra-cultura", y toda esa gente de Cleveland empezó a decir: "Si, yo llegué a conocer a Crumb". Así que visité California en el ´68, me reuní con él en Haight-Ashbury, y me regaló sus cómics de Zap. Empecé a leerlos, y entonces me pillé un montón de material de comic book underground. Había un montón de historietistas underground cuyo trabajo me gustaba. Esos tíos realmente consiguieron ampliar el medio del cómic basándose en el Mad de los cincuenta. Me dije: "Hmmm, todo lo que se puede hacer en otras formas de arte, también se puede hacer con los cómics", así que decidí escribir algunos guiones de cómics sobre mi propia vida que dibujaría en la tradición novelesca, donde trataría mi condición de asalariado en Cleveland en todos esos empleos de poca monta que tuve con veinte y treinta años y que sabía que eran el único tipo de trabajo al que podía aspirar. También escribí sobre las cosas graciosas que había visto durante mis paseos y mis deambuleos por las calles. Empecé a escribir esas historias en 1972, y Crumb y Robert Armstrong las vieron y les gustaron y las dibujaron para mí. Y luego, en 1976 edité mi propio cómic, "American Splendor", que contenía algunos dibujos de Crumb. Y así fue como empecé mi carrera.
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