martes, 15 de febrero de 2011

¡YO FUI EL DOBLE DE SUPERMAN!, por Alan Moore

¡YO FUI EL DOBLE DE SUPERMAN!
Por Alan Moore. Ilustrado por Bob Wakelin. Publicado en Superman hardcover Annual 1985, UK. Traducido por Frog2000.

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¿Vamos, compañero?

¿A dónde? Amigo, quizá deberías hablar un poco más claro, no sé a qué...

¿Al Daily Planet? ¿El edificio del periódico?

Claro, seguro. Sube.

Eres un turista, ¿no es cierto? No me digas más, amigo. ¡Ya te lo digo yo! Tengo instinto para estas cosas, un instinto desarrollado durante todos estos años trabajando como conductor de taxis. En cuanto te vi ahí plantado encima del bordillo, lo supe: “Vale, ese tío es un turista.” Es como una percepción extra-sensorial que tengo, ¿sabes a lo que me refiero? Y si quieres ir al Daily Planet, esa es la clave. Quiero decir, ninguno de los que vivimos en Metrópolis queremos ir a ver el Daily Planet. Es un pedazo de basura. La culpa de que los forasteros siempre quieran ir a ver el edificio del Planet la tiene todas
 esas cosas que publican sobre Superman. ¿Y quién lo necesita? 

¿Superman? Sí, claro. La verdad es que conozco a ese tío bastante bien. Me debe un par de favores. Pero no puedo entrar en detalles, porque.. bah, qué diablos. Al menos nos llevará como media hora llegar al Planet, y eso aunque coja la Ruta Especial Secreta para taxistas. Creo que como tengo tiempo suficiente te voy a poder contar la historia. Pero escucha, tendrás que guardar el secreto o si no un par de agentes de la C.I.A. podrían visitarte para ponerte al día. Y te aseguro que esto no son tonterías.

Verás, el gran secreto sobre Superman que se supone que nadie debería conocer es que en realidad es un debilucho. Quiero decir, estás hablando con alguien que conoce bien a ese tío, ¿de acuerdo? Me refiero a que no... ni me lo preguntes, ya te lo digo yo. Pero, espera, ¿qué estaba diciendo? Perdona un segundo... ¿te importa si apago el taxímetro? Creo que será más barato para los dos. ¿No te importa? Estupendo, y ahora, ¿por dónde iba...?

Ah, claro, te estaba contando lo endeble que es Superman en el mundo real, donde no pueden usar fotografías que lo hagan parecer más duro de lo que es. En primer lugar, en el mundo real Superman tan sólo mide un metro y sesenta centímetros. Quiero decir, yo mido un metro setenta y cuando lo conocí lo estaba mirando desde arriba. No te estoy diciendo que sea un debilucho porque sea pequeño, entiéndeme. Me refiero a que hay muchas personas como yo, pequeñas pero enérgicas, gente que somos bastante duros a la hora de pelear. En realidad, me parece que lo que hace que Superman parezca tan enclenque en la vida real es su voz. Ya sabes, tiene como un tono finolis y chirriante al estilo del de Mickey Mouse. Cuando hablas con él tienes que hacer todo lo posible para no soltar la carcajada. De hecho, cuando el Gobierno me preguntó si podía hacer de doble de Superman, de inmediato se me ocurrió que la voz iba a ser lo más difícil de imitar de todo...
¿Eh? Si, has oído bien. Eso es lo que te acabo de decir. El Gobierno me preguntó a mí, Hermann Schwartz, si podía hacer de doble del Hombre de Acero. Era un problema de Seguridad Nacional, así que, ¿cómo iba a poder negarme?

Todo empezó un día normal, ¿vale? Estaba conduciendo mi taxi tranquilamente cuando de repente dos agentes de la C.I.A. me hicieron señales para que parase y se metieron dentro del vehículo. De inmediato supe que eran de la C.I.A., porque yo mismo había estado en la C.I.A. antes, y me conozco bien todas las señales secretas que utilizan. Pero esa es otra historia...

De todas formas... esos dos tíos se subieron a mi taxi y lo siguiente que supe es que uno de ellos estaba empuñando una pistola y me la estaba clavando en la oreja mientras me decía que condujera hasta un sitio que, me temo, no te puedo desvelar. Así que ahí estaba yo, sentado con una pistola dentro de mis oídos, ¿de acuerdo? Pensé en utilizar el poco karate que había aprendido de mi colega Bruce Lee, pero me dije ¿qué demonios? Decidí seguir a esos dos gorilas en vez de romperles el cuello con un solo movimiento de mano. Porque verás, en ese momento ya me había entrado la curiosidad. Me recuerda a lo que Frank Sinatra solía decir sobre mí: "¡este Hermann! Cuando muerde algo, no hay quien haga que lo suelte!”

Por lo que conduje hasta ese lugar que no puedo ni nombrarte y me llevaron hasta una gran habitación que se encontraba en un sótano. Cuando pude ver quién me estaba esperando, al principio no me lo podía ni creer. Allí estaba un tío que pude reconocer de la época que había estado trabajando para la Agencia. Era el jefazo de la C.I.A. Cerca de él se encontraba Ronald Reagan. Así es. El Presidente de los Estados Unidos estaba esperándome sentado, a mí... ¡a Hermann Schwartz, de Brooklyn!

La verdad es que en los viejos tiempos, mientras estuve trabajando de extra en Hollywood y él se estaba labrando su carrera actuando como vaquero de película, 
ya le había enseñado un par de trucos, así que eramos como una especie de viejos amigos. Y aún así me pareció toda una sorpresa. Al lado de Ronald Reagan estaba Superman. 

Sólo con mirarlo me dí cuenta de que algo marchaba muy mal.

Para empezar estaba sentado hecho un ovillo en la silla. Para continuar estaba llorando y gimoteando con esa pequeña vocecita suya. Tercero, estaba abrazando un osito de peluche rosa. Te lo digo en serio, de inmediato pude darme cuenta de lo que estaba ocurriendo.

“¡Dios Mío!", le dije el Presidente Reagan, “¡Superman se ha vuelto majara!” El Presidente meneó su cabeza. “Lleva mucho tiempo de esta forma, Hermann. Estamos intentando mantenerle todo lo relajado que podemos. ¿Conoces todas esas historias sobre la Kryptonita Roja y de cómo hace que Superman se comporte de una forma imprevisible? Bueno, entre tú y yo, todo eso es una invención. No existe nada parecido a la Kryptonita Roja, pero necesitábamos una explicación para todas esas cosas raras que suele hacer Superman cuando tiene una de sus recaídas nerviosas, que es cada dos o tres meses. Si alguien le descubre rondando por Metrópolis y vistiendo con un traje de bailarina de ballet y aletas de hombre-rana, entonces le pasamos al Daily Planet una historia sobre la Kryptonita Roja y nadie sospecha cuál es la verdad, que es que el Hombre de Acero está completamente chiflado.”

Aunque estaba sentado allí mismo en ese sitio mirándolo, la verdad es que no me podía creer lo que estaba escuchando. Si no hubiese sido el propio presidente el que me lo estaba diciendo, me hubiese reído en su propia cara. Pero justo estaba frente a los hechos... Super-Esquizofrénico estaba ahí sentado, mascando la oreja del osito de peluche y lloriqueando sobre su propia capa. Me hizo sentir mal tan sólo con mirarlo. Respiré profundamente y empecé a hablar.

“Ron, dímelo de la forma más llana posible. ¿Dónde encajo yo en toda esta locura?”. Le lancé la pregunta de sopetón y directamente me contestó:

“Hermann, Metrópolis se encuentra en grave peligro. Nos han llegado noticias de que Brainiac quiere encoger la ciudad entera con un rayo especial y meterla en una botella de soda. Por lo general esperamos a que Superman lo detenga antes de que nos haga algún daño. Verás, Brainiac teme tanto a Superman que normalmente se acobarda sin comprobar si Superman es realmente alguien tan duro como para poder encargarse de él. Es como una ventaja psicológica.”

“Pero esta vez, de algún modo Brainiac se ha enterado del verdadero estado de Superman y no nos lo va a poner fácil. Y aunque hemos intentando explicar el problema a esta gran zona catastrófica azul...” (En ese momento, el Presidente se puso de pie y le pegó a Superman una patada en la pierna que le hizo llorar) “...todo lo que hace es sentarse y berrear. Lo que necesitamos, Hermann, ¡es un doble de Superman!”

Jadeé. Empecé a darme cuenta de lo que estaba pasando. Verás, todo esto estaba relacionado con algo que la gente me ha ido comentado a lo largo de todos estos años... el hecho de que Superman y yo seamos tan parecidos que podríamos ser incluso gemelos. Claro, sé que no me parezco en nada a todas esas fotos publicitarias de Superman que se pueden ver por todas partes, pero es que nadie se podría parecer a él. Nadie de la vida real, me refiero. De todas formas, por cortar un poco con lo que es una larga historia, el Presidente me contó que habían estado buscando una larga lista de nombres en el ordenador del Pentágono para poder encontrar al macho americano que resultase más adecuado para el trabajo de hacer de doble de Super-Flojo. Y cuando la cinta que emitía la máquina dio la vuelta y llegó hasta el final, Hermann Schwartz fue el nombre que encabezaba la lista. Pero ya me lo imaginaba. Eramos tan parecidos que resultaba increíble.

De todos modos había que pulir un par de cosas. Una era que tenía que aprender a hablar con esa voz tan cómica. Me llevaría horas de práctica. El siguiente gran escollo era el hecho de que yo no tenía Super-Poderes. Pero finalmente resultó que no había ningún problema. Verás, Superman tiene una enorme máquina oculta en su Fortaleza del Círculo Ártico, lista para ser usada y con la capacidad de otorgar super-poderes a la gente. Y antes de que digas algo, ya sé lo que estarás pensando. Seguro que estás pensando: “Si Superman tiene una máquina que puede darle Super-Poderes a la gente, ¿por qué el Ejército no la usa con nuestros soldados para que puedan volar alrededor del mundo sin montar en aviones y vencer a cualquiera que no nos guste en pleno día?

Bueno, resulta que esa máquina sólo funciona con, quizá, una persona de entre cada seis billones. Tan sólo fue pura suerte que yo fuese el único tío entre seis billones con el que la máquina funcionó tan bien. Es una locura, lo sé, pero de todos modos utilizaron la máquina conmigo y ¡whizz!, ¡obtuve super-poderes!

¿Y cómo supones que te pueden hacer sentir? Escucha, colega, no podría ni empezar a describírtelo. La verdad es que no quiero ofenderte, porque pareces un tío bastante manso y humilde. También pareces tener un problema con la vista. Un tío como tú no podría entender nunca cómo es saltar altos edificios de un solo salto. De todas formas sí que te puedo comentar que me lo pasé muy bien con la visión de Rayos-X. Pero me estoy saliendo de la historia. ¿Por dónde iba? Ah, claro. Brainiac quería encoger Metrópolis.

Bueno, estaba un sábado por la tarde dándome una vuelta con el taxi cuando me llegó un aviso codificado especial desde la Central (siempre tengo la radio del coche encendida). Era un mensaje que sólo podía entender yo. Así que directamente aparqué el taxi en la acera y salí a toda pastilla. Empecé a buscar una cabina de teléfonos donde pudiese ponerme el traje. ¿Que si eso es un problema? Te apuesto a que sí que lo es. Todas las cabinas estaban ocupadas. Quiero decir, ¿te lo puedes creer? Normalmente lo que hago es utilizar mi super-velocidad para cambiarme de ropa en mitad de la calle, tan rápido que nadie es capaz de verme. De hecho, lo hago tan rápido que incluso tengo tiempo para comprarme un periódico y rellenar el crucigrama mientras me estoy cambiando. ¿Que eso es muy rápido? Escucha, colega, olvídalo. Así que ahí estaba yo, ¿vale? Con mi traje de Superman. Entonces, con una especie de voz de falsete de dibujos animados empecé a chillar: “¡Arriba, Arriba y Fueeeera!”

Todo el mundo se dio la vuelta y se quedó maravillado. Dijeron: “¡Gasp! ¡Mira, es Superman!” Pero yo ya estaba lanzándome hacia el cielo, tan rápido como una bala. Nunca había visto a ese tío, Brainiac, pero sería mejor que tuviese cuidado conmigo. Ahora no estaba tratando con Superman. ¡Lo hacía con Hermann Schwartz! Así que en menos de un segundo y medio llegué hasta el espacio exterior. Usé mi visión telescópica para descubrir cómo ese tío, Brainiac, enfilaba hacia la Tierra desde algún lugar cercano a Andrómeda. Me fijé y no podía creérmelo: ¡el tío tenía a todo un ejército de su lado! Había como siete millones de naves espaciales y todas se estaban dirigiendo hacia donde yo estaba en ese momento. Decidí que lo mejor sería equilibrar un poco la balanza.

Lo primero que hice fue flexionar mínimamente el bíceps de mi brazo derecho. Puede que no te parezca gran cosa, pero la onda expansiva fue lo suficientemente poderosa como para dejar destrozadas un millón de naves de la flota enemiga. Lo siguiente fue aclarar mi garganta. Las vibraciones sónicas resultantes convirtieron inmediatamente en polvo a tres millones de naves de la Armada enemiga. Finalmente, me dispuse a jugar el partido definitivo. Lo que hice fue ponerme a escuchar lo más fuerte posible. Ya sabrás que Superman es tan poderoso que todo lo que tiene que hacer es escuchar firmemente a alguien y éste termina por desintegrarse. De todas formas, otro par de millones de naves hicieron ¡Kablooey! gracias a la potencia de esa maniobra, así que tan sólo quedamos Brainiac, dentro de su super-indestructible buque insignia de guerra, y yo. Pero ahora tenía la intención de quitarme los guantes de seda. ¡A partir de ese momento ya no iba a seguir siendo más míster Educación! Sin restricciones de ningún tipo cogí y simplemente aplasté el muro de su nave e hice pedazos a ese tío. De forma literal. Ya, ya sé que el verdadero Superman tiene un código que le obliga a no matar cosas, ¿no? Bueno, yo tan sólo era su doble y de todas formas había oído decir que Brainiac era una especie de robot, así que en realidad no estaba vivo de verdad, ¿no es cierto? Por lo que después de “desconectarlo” lo reduje a polvo con mi visión calorífica y luego utilicé mi super-aliento para soplar sus cenizas hasta algún lugar cercano a Plutón. Supongo que eso le enseñaría quién era el jefe.
Todo había acabado. Volví a la Tierra y me comunicaron que el verdadero Superman se había recuperado ligeramente, con lo que me refiero a que era capaz de decir cuál era la diferencia entre un alimento y un mueble, y que también podría ponerse su uniforme por sí sólo sin recibir ninguna ayuda. Yo ya no era necesario, pero Ron y la C.I.A. estaban tan agradecidos que me permitieron quedarme con los super-poderes como agradecimiento. Eso sí, no te puedo prometer que no los vaya a utilizar para mi propio provecho... Si, así es, sigo teniendo esos super-poderes. Por eso soy tan buen taxista... puedo usar mi super-oído para captar por adelantado los anuncios sobre cómo está la circulación, y mi visión de Rayos-X y telescópica me permiten saber dónde está más embarullado el tráfico. Claro, a veces me viene muy bien.

De todas formas ya hemos llegado. El Daily Planet. No es mucho más que un sitio donde poder hacer turismo, pero... Oh, ¿así que trabajas aquí? Espera, ¡si te conozco! ¡Sabía que había visto tu cara en algún sitio! Eres ese tío, Kent Clark, ¿no? El colega reportero de Superman, ¿verdad? Lo he sabido todo el tiempo. Por eso te estaba tomando el pelo con esta historia. Sabía que serías el tipo de persona que sabría captar una broma. Los tíos como tú siempre aprecian una buena historia. Eh... De todas formas ha sido todo un placer llevarle en mi taxi, Señor Clark. Serán veintisiete dólares y ochenta centavos, pero sabiendo quien es usted lo dejaremos en veintisiete... ¿Qué? ¿qué es ilegal? ¿Que apagar mi taxímetro es ilegal? ¿Qué estás intentando insinuar, cuatro ojos? ¿Qué? ¿Que no tengo ningún título legal con el que pueda cobrar ningún dinero? ¡Tienes que estar tomándome el pelo! Hey ¿Pero a dónde vas?

Párate ahí mismo, colega, ¡o si no te dejaré las marcas de las ruedas por encima! ¡Te lo digo en serio! ¡Sí, tú! ¡Te estoy hablando a ti! ¡No te lo voy a advertir dos veces! ¡Qué te parece! Coge y se va. Ese reportero mandamás y tacaño. Supongo que no tiene ningún sentido del humor. Ojalá le hubiese reconocido antes. En su lugar podría haberle dado mi novela y ganarme el premio Nobel. Oh, bueno, ¡no siempre voy a poder salirme con la mía!



*** Anteriormente: Especies en Peligro, por Alan Moore.

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