Entrevista en The Beat, 2016. Por Ann M. Kletcha. Traducida por Frog2000. Parte 1, parte 2.
Pregunta #4: A veces has comentado algunos ejemplos de lo que no se debe hacer cuando se va a escribir ficción lovecraftiana, pero ¿existe algún ejemplo que creas apropiado y que de alguna manera te haya servido como inspiración?
Pregunta #4: A veces has comentado algunos ejemplos de lo que no se debe hacer cuando se va a escribir ficción lovecraftiana, pero ¿existe algún ejemplo que creas apropiado y que de alguna manera te haya servido como inspiración?
Alan Moore: Bueno, supongo que se pueden comentar varios ejemplos
de cómo alguien podría acercarse a Lovecraft de una forma apropiada, al menos en mi
opinión. Es decir, me refiero a esos autores que han recogido algún elemento de la
perspectiva o las ideas de Lovecraft como punto de partida y lo han hecho
progresar elaborando material artístico más personal en lugar de elucubrar el simulacro
polvoriento que creen que Lovecraft podría haber escrito (un problema bastante particular
de la gran cantidad de versiones karaoke de Lovecraft que en realidad le deben
su enfoque básico a August Derleth, un escritor mucho mejor que lo que su
trabajo derivado de Lovecraft podría sugerir.) Entre las personas que han
recogido el brillante trapezoedro de
Lovecraft y lo han hecho evolucionar deberíamos incluir al genial Ramsey Campbell,
que empezó con un estilo cercano, y aunque ha vuelto a él de vez en cuando, también ha madurado hasta convertirse en una voz británica única, por lo que probablemente se le podría considerar más como un sucesor del sublime Robert Aickman que el discípulo de Lovecraft que sugiere su temprana inspiración. Otro contribuyente a la ficción de Lovecraft muy interesante y mucho más oscuro es el fascinante
Fred Chappell, el autor de la extraordinaria novela Dagon de finales de 1960 (en
breve podremos ver una recopilación de su extraña obra, lo que espero que facilite el reconocimiento de su estilo artístico.)
Tal vez el más importante de todos estos autores post-Lovecraftianos sea el
sorprendente Thomas Ligotti: en lugar de progresar a partir de las nociones de
dioses y entidades extraterrestres de Lovecraft, Ligotti ha recogido como punto de partida su filosofía
personal, esa especie de pesimismo de alcance cosmológico, y se ha aprestado a crear un mundo de acontecimientos a menudo
insondables, pero siempre inquietantes, que recuerdan el aroma de esos sueños que
paralizan el alma de forma absoluta cuando te despiertas entre las sábanas húmedas sabiendo que volver a contar lo que te ha ocurrido en el sueño no va a ser capaz
de transmitir el terror de la terrible y persistente experiencia propia recién
vivida.
Mientras que todos los escritores anteriores han servido de
inspiración y punto de referencia a cualquier aspirante a escritor de material
Lovecraftiano, imitar sus estilos de escritura supondría un error tan grande
como intentar imitar el estilo del propio Lovecraft, porque es tremendamente individual
y específico dependiendo de quién lo haya leído. Me gustaría sugerir que Lovecraft
sigue siendo el mejor ejemplo de 'Lovecraft sabe hacerlo perfectamente', pero
creo que a lo que hay que prestar especial atención no es a la reproducción de las
tendencias añejas del estilo de Lovecraft o sucumbir al deseo de sumar algunas
exhibiciones tentaculares más a la colección de animales salvajes en rápida
expansión que aparece en los 'Mitos de Cthulhu', una creación de Derleth a la
cuál Lovecraft siempre pareció tratar con ambivalencia. Creo que si no se entiende que las estaba utilizando como deliberada técnica alienante, no deberíamos limitarnos
a reproducir las cascadas adjetivadas de Lovecraft, o algunas otras técnicas como la
combinación de Cthulhu en tres formas que facilitan que no acabemos de hacernos
una idea de cómo es la entidad, o que El Color que Cayó del Cielo solo sea un color
"por analogía", o que la descripción de la licuefacción del
cuerpo de Wilbur Whateley pueda tener
tantas texturas y capas que no nos resulta posible armarnos un cuadro
coherente, porque precisamente esa era la intención de Lovecraft.
Siguiendo el consejo que HPL daba para interpretar su narrativa,
colocar los eventos de sus relatos por primera vez en su verdadero orden
cronológico y luego según el orden de su presentación al lector, tampoco me
parece una mala idea. Como he mencionado en alguna parte, asumir algunas de las
estructuras más idiosincrásicas de Lovecraft, como su insistencia en que cosas
como las fases de la luna coincidan con las de las fechas descritas, por lo que
siempre se podrá saber el motivo por el que se están utilizando, siempre y cuando las
estés usando con tu propio estilo, podría resultar beneficioso para el relato.
El cuarto número de Providence da comienzo con un recurso del que estoy bastante orgulloso y
que se me ocurrió cuando empecé a pensar en el problema central y único que te asalta cuando intentas recrear visualmente las ideas de Lovecraft en películas y
cómics, es decir, ¿cómo (y por qué debería ser tan importante) llevar a cabo una
representación física de un monstruo que Lovecraft ha descrito a lo largo de
varios ingeniosos párrafos intentando evitar que el lector se lo imagine descrito al completo? Como he dicho, siempre es bueno aprender de los pocos autores que han
logrado utilizar la obra de Lovecraft como una especie de catalizador de su
propia visión, siempre y cuando se pueda lograr algo parecido sin caer en la
tentación de imitar su estilo esencial. Lo mejor de todo podría ser volver a la
fuente, al propio Lovecraft, pero leyéndolo esta vez con otros ojos, preferiblemente
con ojos que casi se hayan quedado ciegos por culpa de la ingestión compulsiva de los
modernos estudios sobre Lovecraft. Cuando se haya podido determinar qué
significa la obra de Lovecraft, y cuáles son sus aspectos únicos, entonces
sugiero que se continúe a partir de ese punto para ver hacia dónde nos lleva.
(Continuará)
(Continuará)