Artículo de Brian E. Cook para The Comics Journal nº 50, (1979). Traducido por Frog2000.
En estos últimos años de la década de los setenta resulta bastante difícil recordar la abrumadora pesadumbre y la desesperación que la devoraron durante los días de Johnson-Nixon-Vietnam, que alcanzó su punto culminante durante el Watergate.
Es cierto que en nuestra psicología social post-Watergate han ido apareciendo ocasionales estallidos de cinismo, pero afortunadamente parecen estar retrocediendo. La psicología orientada hacia el populismo de Carter, y hasta cierto punto del ex-presidente Ford: "estoy bien, la nación está bien" parece estar funcionando. Incluso la retórica de la izquierda y los restos de la contracultura parecen haberse domesticado. La mentalidad estadounidense de finales de los setenta refleja una extraña amalgama de la hastiada década de 1920 y la inocencia de los cincuenta.
Soy de la opinión que sugiere que la psicología y el estado de ánimo cultural de una nación se pueden ver afectados por el carácter de su Presidente. Cuando este cambia, también cambian las actitudes del país. Mi idea es la de que bajo la férula de los presidentes Johnson y Nixon se desarrolló lentamente un sentimiento de malestar compuesto por la depresión, desesperación, violencia y el cinismo. Este sentimiento se extendió a lo largo del período 1965-74 desde la subcultura juvenil (que se vio más afectada por la guerra de Vietnam) hasta la cultura mainstream. No fue hasta después de un año y medio de una revelación tras otra sobre quién era el verdadero Richard Nixon cuando la mayoría de los estadounidenses comenzó a compartir el mismo sentimiento de depresión. Además de la traición de Nixon a la confianza estaba el conocimiento, consciente o inconsciente, de que Nixon y el Watergate los reflejaban tanto a ellos mismos como a sus actitudes, creencias y valores.
Los cómics también fueron un reflejo preciso de la creciente sensación de distorsión moral que impregnó primero a la subcultura underground y luego a la sociedad en general. Como secuela de la distensión del Comics Code, a finales de 1971 el género hijo de la anterior década, el cómic protagonizado por monstruos que se expandió en 1972 con títulos como La Tumba de Drácula, Hombre lobo y el Hombre Cosa, comenzó a dominar cada vez más la producción de la editorial. En 1974, la mitad de los cómics de Marvel, incluida una nueva línea de cómics en blanco y negro dedicados al terror del tamaño de una revista, estaba dominada por el género de monstruos y su primo cercano, el género de espada y brujería (que generalmente cuenta el enfrentamiento entre un hombre contra un monstruo.) La socióloga del Instituto Drexel Barbara Hornum declaró en el número de Time del 25 de febrero de 1974 que el abrumador interés de América en el ocultismo (El Exorcista, etc.) estaba enraizado en la idea de que "la magia y el ocultismo pueden explicar lo inexplicable y ofrecerle a la gente una sensación de control". El artículo especulaba además acerca de que "las teorías diabólicas para explicar los problemas de la nación era simplemente una forma de personalizar los problemas de forma vengativa". La fórmula utilizada en las historias de Marvel durante ese período de tiempo consistía en realizar estudios psicológicos, intentos de determinar las motivaciones de los vampiros u hombres lobo. A menudo, las personas normales eran el centro de las historias y se comparaban y contrastaban con el monstruo: el monstruo a veces parecía bueno en comparación. Tal y como sugiere la Sra. Hornum, los estadounidenses estaban buscando respuestas para intentar hacerse con el control de unos sucesos que no solo estaban fuera de control, sino que parecían poseer una creciente malevolencia.
Por ejemplo, en La Tumba de Drácula nº 14 (noviembre de 1973), la trama giraba alrededor de un predicador cristiano desencantado que lentamente estaba perdiendo seguidores. Al encontrar el cadáver descompuesto de Drácula, el padre Josiah Dawn decide que puede recuperar su poder resucitándolo para demostrar así que hay un mal en el mundo que el buen cristiano puede combatir. En los diálogos se podía leer lo siguiente:
Padre Josiah Dawn: "Un hombre cuya fe ha sido puesta a prueba... nunca cuestionaría su destino. Si lo hubiera hecho, habría aprendido de inmediato que... el Dios cuyo "milagro" aceptó tan fácilmente... es un dios que no es el suyo."
En el siguiente acto delante de feligreses del Padre Dawn su mirada con matices amarillentos y blancuzcos cambiantes tiene un poso de locura, algo más habitualmente utilizado para representar a Drácula. La resurrección de Drácula reviste con una ironía final las acciones de Dawn. Drácula responde a las inflamatorias acusaciones enarboladas por Dawn frente a una multitud:
"Te consideras un salvador, ¿no, Josiah Dawn...? Pero no lo eres... ¡No! No es tu Dios a quien veneras, no es su palabra la que escuchas... ¡No! Es tu propio retorcido odio... ¡tu propio veneno sin sentido!"
En comparación, Drácula, que disfruta y se deleita con su poder, es menos hipócrita que el Padre Dawn, el hombre de Dios.
La fascinación por la psicología de Drácula era un reflejo de los intentos que estaba haciendo la sociedad norteamericana para entender a Nixon y su cohorte. En una historia publicada más de un año después en La Tumba de Drácula nº 27 (diciembre de 1974), se revelaba otra faceta de la maldad del personaje. La siguiente secuencia suponía una confrontación entre el vampiro y David Eshcol, un joven y devoto estudiante de hebreo:
Drácula: "Cuantas veces has tomado una mala decisión? ¿Cuántos errores has cometido en tu vida?"
Eshcol: "¡Puedo volver a ponerla en orden!"
Drácula: Tu vida es confusión. ¿Qué es lo que quieres hacer? ¿Qué es lo que más deseas?"
David duda... las palabras del vampiro parecen una locura... Sin embargo, sabe que hay verdad en ellas... un regusto de verdad que hace que el joven se detenga... un momento que se hace demasiado largo. (Drácula ataca).
Drácula: "Has escuchado mis mentiras, Eshcol... porque había verdad en ellas. Y por eso perecerás... por eso al final todos los humanos se inclinarán ante mí. Sois meros niños... bebés que no razonan y que necesitan que yo los guíe en la vida... y más allá".
Esta es la ilusión que promulga cada tirano. La responsabilidad individual para hacer frente a la vida se puede desechar transfiriendo los problemas a alguien que sea "más capaz de manejarlos". En 1972, la popularidad de Nixon forteleció la visión condenatoria de Drácula de los humanos como ovejas. Nixon, maestro en tejer la verdad mediante engaños, pudo convencer a la aplastante mayoría de los estadounidenses de que sería capaz de restablecer el orden tradicional.
En otro cómic protagonizado por vampiros, "Morbius, el vampiro viviente", el guionista Don McGregor exploró la relación simbiótica entre fantasía y realidad. En "Demon-Fire" (Vampire Tales nº 3), Morbius hablaba acerca de esta relación:
"...Piensa en esto como poco más que una pesadilla de fantasía que intenta destruir la inocencia... y créeme... la realidad suele hacerlo con mucha más frecuencia... (nos somete) con mucha más frecuencia".
Howie Rivers resume este punto de vista en "High Midnight" (Vampire Tales nº 8). La organización oculta Demon-Fire intenta asesinar a Morbius, Amanda Saint y Howie Rivers. Este último dice:
"[Demon-Fire] solo es una manifestación de lo que está mal. Escúchame, Amanda. Te aseguro que si la estructura industrial o política quisiera grabarte, filmarte, analizarte y diseccionarte... Todo con la idea de usarte, con tu consentimiento... o sin él... maldita sea, podrían hacerlo".
La idea de McGregor era que el verdadero vampiro no es el de la versión literaria, sino la estructura de poder en Estados Unidos que retuerce, mutila y pasa a través de cualquiera para seguir manteniendo su poder. Nixon tan solo era el símbolo más aparente de esa estructura.
La idea de que la sociedad es vampírica recibió más sustancia en una historia de "Lilith, hija de Drácula" titulada "Nobody Anybody Knows" (Drácula Lives nº 11). Lilith se encara con un asesino que ha empezado a disparar indiscriminadamente contra los habitantes de Nueva York:
Lilith: "Porque en cierto sentido eres uno de nosotros... pero aún más repugnante. Porque matas de forma indiscriminada... y ni siquiera necesitas la sangre que derramas para sobrevivir".
Asesino: "¡Pero puedo sobrevivir mejor que nadie, mejor que nada, porque nadie más sabe hacerlo! ¡Esta ciudad es tan... grande! No puedes hacerte con su control... sin ese poder... ¡Eres quién eres porque eres capaz de matar! (Salta del tejado). ¡La vida y la muerte...! ¡todo tiene importancia! Hablo del poder para decidir cuándo muere alguien... ¡y cuándo lo haré yo!
Mientras el hombre cae, Lilith se pregunta... si tal vez no estará en lo cierto... si esta así llamada "civilización" no será el verdadero vampiro... chupando energía e identidad de los pequeños seres que la habitan, obligándolos finalmente a cargar ciegamente en su contra... y luego pagar con el mayor precio de todos por su presuntuosidad.
Este pasaje enmarcaba la psicología del terrorista moderno. Extendía la metáfora del vampiro hasta la misma sociedad. Durante ese período, la idea de que hay fuerzas que están más allá del alcance del individuo que pueden afectar a su vida se reiteró en innumerables historias de la Marvel.
El Hombre Cosa era un importante título experimental de Steve Gerber. El personaje era un grotesco monstruo tambaleante compuesto de barro del pantano. Gerber expresó perfectamente la idea detrás de Man-Thing en respuesta a una carta que apareció publicada en el sexto número de la colección (junio de 1974):
"El pantano es un microcosmos. Man-Thing es la humanidad despojada de sus pretensiones.
Las personas que se meten en el pantano, el microcosmos, el mundo de Man-Thing, inevitablemente cambiarán al tener que hacer frente a sus propios sentimientos, reflejados directamente en el personaje titular.
Inevitablemente, esto también significa que Man-Thing tendrá que explorar algunos de los corredores más oscuros y menos agradables de la experiencia humana. Esta es la serie donde nadie se podrá salvar de sí mismo."
Gerber exploró los "corredores más oscuros" de la guerra, la religión, la industria y la educación, dejando al descubierto las verdades básicas detrás de cada uno. El lector también tuvo que hacer frente a sus propios sentimientos y prejuicios. Man-Thing fue un espejo del lector, así como de los personajes que se metían en el pantano. En otro título de Steve Gerber, Hijo de Satán, el dilema moral a desentrañar acerca de por qué había tanta maldad en una nación con tantos atributos positivos se reflejaba con mejor precisión. Daimon Hellstrom es el hijo de Satán y una mujer mortal. Hellstrom rechazó el reino de su padre y estudió para convertirse primero en sacerdote, luego en exorcista. El personaje finalmente se convirtió en el guardián de la Tierra. La ironía de la situación era que, en mitad de una crisis, a menudo volvía a aparecer su fuero interno más salvaje y demoníaco, frustrando sus buenas intenciones. Hellstrom tenía que luchar contra sus impulsos para ver quién dominaría la situación, su lado bondadoso o el malévolo.
(Continuará)
En estos últimos años de la década de los setenta resulta bastante difícil recordar la abrumadora pesadumbre y la desesperación que la devoraron durante los días de Johnson-Nixon-Vietnam, que alcanzó su punto culminante durante el Watergate.
Es cierto que en nuestra psicología social post-Watergate han ido apareciendo ocasionales estallidos de cinismo, pero afortunadamente parecen estar retrocediendo. La psicología orientada hacia el populismo de Carter, y hasta cierto punto del ex-presidente Ford: "estoy bien, la nación está bien" parece estar funcionando. Incluso la retórica de la izquierda y los restos de la contracultura parecen haberse domesticado. La mentalidad estadounidense de finales de los setenta refleja una extraña amalgama de la hastiada década de 1920 y la inocencia de los cincuenta.
Soy de la opinión que sugiere que la psicología y el estado de ánimo cultural de una nación se pueden ver afectados por el carácter de su Presidente. Cuando este cambia, también cambian las actitudes del país. Mi idea es la de que bajo la férula de los presidentes Johnson y Nixon se desarrolló lentamente un sentimiento de malestar compuesto por la depresión, desesperación, violencia y el cinismo. Este sentimiento se extendió a lo largo del período 1965-74 desde la subcultura juvenil (que se vio más afectada por la guerra de Vietnam) hasta la cultura mainstream. No fue hasta después de un año y medio de una revelación tras otra sobre quién era el verdadero Richard Nixon cuando la mayoría de los estadounidenses comenzó a compartir el mismo sentimiento de depresión. Además de la traición de Nixon a la confianza estaba el conocimiento, consciente o inconsciente, de que Nixon y el Watergate los reflejaban tanto a ellos mismos como a sus actitudes, creencias y valores.
Los cómics también fueron un reflejo preciso de la creciente sensación de distorsión moral que impregnó primero a la subcultura underground y luego a la sociedad en general. Como secuela de la distensión del Comics Code, a finales de 1971 el género hijo de la anterior década, el cómic protagonizado por monstruos que se expandió en 1972 con títulos como La Tumba de Drácula, Hombre lobo y el Hombre Cosa, comenzó a dominar cada vez más la producción de la editorial. En 1974, la mitad de los cómics de Marvel, incluida una nueva línea de cómics en blanco y negro dedicados al terror del tamaño de una revista, estaba dominada por el género de monstruos y su primo cercano, el género de espada y brujería (que generalmente cuenta el enfrentamiento entre un hombre contra un monstruo.) La socióloga del Instituto Drexel Barbara Hornum declaró en el número de Time del 25 de febrero de 1974 que el abrumador interés de América en el ocultismo (El Exorcista, etc.) estaba enraizado en la idea de que "la magia y el ocultismo pueden explicar lo inexplicable y ofrecerle a la gente una sensación de control". El artículo especulaba además acerca de que "las teorías diabólicas para explicar los problemas de la nación era simplemente una forma de personalizar los problemas de forma vengativa". La fórmula utilizada en las historias de Marvel durante ese período de tiempo consistía en realizar estudios psicológicos, intentos de determinar las motivaciones de los vampiros u hombres lobo. A menudo, las personas normales eran el centro de las historias y se comparaban y contrastaban con el monstruo: el monstruo a veces parecía bueno en comparación. Tal y como sugiere la Sra. Hornum, los estadounidenses estaban buscando respuestas para intentar hacerse con el control de unos sucesos que no solo estaban fuera de control, sino que parecían poseer una creciente malevolencia.
Por ejemplo, en La Tumba de Drácula nº 14 (noviembre de 1973), la trama giraba alrededor de un predicador cristiano desencantado que lentamente estaba perdiendo seguidores. Al encontrar el cadáver descompuesto de Drácula, el padre Josiah Dawn decide que puede recuperar su poder resucitándolo para demostrar así que hay un mal en el mundo que el buen cristiano puede combatir. En los diálogos se podía leer lo siguiente:
Padre Josiah Dawn: "Un hombre cuya fe ha sido puesta a prueba... nunca cuestionaría su destino. Si lo hubiera hecho, habría aprendido de inmediato que... el Dios cuyo "milagro" aceptó tan fácilmente... es un dios que no es el suyo."
En el siguiente acto delante de feligreses del Padre Dawn su mirada con matices amarillentos y blancuzcos cambiantes tiene un poso de locura, algo más habitualmente utilizado para representar a Drácula. La resurrección de Drácula reviste con una ironía final las acciones de Dawn. Drácula responde a las inflamatorias acusaciones enarboladas por Dawn frente a una multitud:
"Te consideras un salvador, ¿no, Josiah Dawn...? Pero no lo eres... ¡No! No es tu Dios a quien veneras, no es su palabra la que escuchas... ¡No! Es tu propio retorcido odio... ¡tu propio veneno sin sentido!"
En comparación, Drácula, que disfruta y se deleita con su poder, es menos hipócrita que el Padre Dawn, el hombre de Dios.
La fascinación por la psicología de Drácula era un reflejo de los intentos que estaba haciendo la sociedad norteamericana para entender a Nixon y su cohorte. En una historia publicada más de un año después en La Tumba de Drácula nº 27 (diciembre de 1974), se revelaba otra faceta de la maldad del personaje. La siguiente secuencia suponía una confrontación entre el vampiro y David Eshcol, un joven y devoto estudiante de hebreo:
Drácula: "Cuantas veces has tomado una mala decisión? ¿Cuántos errores has cometido en tu vida?"
Eshcol: "¡Puedo volver a ponerla en orden!"
Drácula: Tu vida es confusión. ¿Qué es lo que quieres hacer? ¿Qué es lo que más deseas?"
David duda... las palabras del vampiro parecen una locura... Sin embargo, sabe que hay verdad en ellas... un regusto de verdad que hace que el joven se detenga... un momento que se hace demasiado largo. (Drácula ataca).
Drácula: "Has escuchado mis mentiras, Eshcol... porque había verdad en ellas. Y por eso perecerás... por eso al final todos los humanos se inclinarán ante mí. Sois meros niños... bebés que no razonan y que necesitan que yo los guíe en la vida... y más allá".
Esta es la ilusión que promulga cada tirano. La responsabilidad individual para hacer frente a la vida se puede desechar transfiriendo los problemas a alguien que sea "más capaz de manejarlos". En 1972, la popularidad de Nixon forteleció la visión condenatoria de Drácula de los humanos como ovejas. Nixon, maestro en tejer la verdad mediante engaños, pudo convencer a la aplastante mayoría de los estadounidenses de que sería capaz de restablecer el orden tradicional.
En otro cómic protagonizado por vampiros, "Morbius, el vampiro viviente", el guionista Don McGregor exploró la relación simbiótica entre fantasía y realidad. En "Demon-Fire" (Vampire Tales nº 3), Morbius hablaba acerca de esta relación:
"...Piensa en esto como poco más que una pesadilla de fantasía que intenta destruir la inocencia... y créeme... la realidad suele hacerlo con mucha más frecuencia... (nos somete) con mucha más frecuencia".
Howie Rivers resume este punto de vista en "High Midnight" (Vampire Tales nº 8). La organización oculta Demon-Fire intenta asesinar a Morbius, Amanda Saint y Howie Rivers. Este último dice:
"[Demon-Fire] solo es una manifestación de lo que está mal. Escúchame, Amanda. Te aseguro que si la estructura industrial o política quisiera grabarte, filmarte, analizarte y diseccionarte... Todo con la idea de usarte, con tu consentimiento... o sin él... maldita sea, podrían hacerlo".
La idea de McGregor era que el verdadero vampiro no es el de la versión literaria, sino la estructura de poder en Estados Unidos que retuerce, mutila y pasa a través de cualquiera para seguir manteniendo su poder. Nixon tan solo era el símbolo más aparente de esa estructura.
La idea de que la sociedad es vampírica recibió más sustancia en una historia de "Lilith, hija de Drácula" titulada "Nobody Anybody Knows" (Drácula Lives nº 11). Lilith se encara con un asesino que ha empezado a disparar indiscriminadamente contra los habitantes de Nueva York:
Lilith: "Porque en cierto sentido eres uno de nosotros... pero aún más repugnante. Porque matas de forma indiscriminada... y ni siquiera necesitas la sangre que derramas para sobrevivir".
Asesino: "¡Pero puedo sobrevivir mejor que nadie, mejor que nada, porque nadie más sabe hacerlo! ¡Esta ciudad es tan... grande! No puedes hacerte con su control... sin ese poder... ¡Eres quién eres porque eres capaz de matar! (Salta del tejado). ¡La vida y la muerte...! ¡todo tiene importancia! Hablo del poder para decidir cuándo muere alguien... ¡y cuándo lo haré yo!
Mientras el hombre cae, Lilith se pregunta... si tal vez no estará en lo cierto... si esta así llamada "civilización" no será el verdadero vampiro... chupando energía e identidad de los pequeños seres que la habitan, obligándolos finalmente a cargar ciegamente en su contra... y luego pagar con el mayor precio de todos por su presuntuosidad.
Este pasaje enmarcaba la psicología del terrorista moderno. Extendía la metáfora del vampiro hasta la misma sociedad. Durante ese período, la idea de que hay fuerzas que están más allá del alcance del individuo que pueden afectar a su vida se reiteró en innumerables historias de la Marvel.
El Hombre Cosa era un importante título experimental de Steve Gerber. El personaje era un grotesco monstruo tambaleante compuesto de barro del pantano. Gerber expresó perfectamente la idea detrás de Man-Thing en respuesta a una carta que apareció publicada en el sexto número de la colección (junio de 1974):
"El pantano es un microcosmos. Man-Thing es la humanidad despojada de sus pretensiones.
Las personas que se meten en el pantano, el microcosmos, el mundo de Man-Thing, inevitablemente cambiarán al tener que hacer frente a sus propios sentimientos, reflejados directamente en el personaje titular.
Inevitablemente, esto también significa que Man-Thing tendrá que explorar algunos de los corredores más oscuros y menos agradables de la experiencia humana. Esta es la serie donde nadie se podrá salvar de sí mismo."
Gerber exploró los "corredores más oscuros" de la guerra, la religión, la industria y la educación, dejando al descubierto las verdades básicas detrás de cada uno. El lector también tuvo que hacer frente a sus propios sentimientos y prejuicios. Man-Thing fue un espejo del lector, así como de los personajes que se metían en el pantano. En otro título de Steve Gerber, Hijo de Satán, el dilema moral a desentrañar acerca de por qué había tanta maldad en una nación con tantos atributos positivos se reflejaba con mejor precisión. Daimon Hellstrom es el hijo de Satán y una mujer mortal. Hellstrom rechazó el reino de su padre y estudió para convertirse primero en sacerdote, luego en exorcista. El personaje finalmente se convirtió en el guardián de la Tierra. La ironía de la situación era que, en mitad de una crisis, a menudo volvía a aparecer su fuero interno más salvaje y demoníaco, frustrando sus buenas intenciones. Hellstrom tenía que luchar contra sus impulsos para ver quién dominaría la situación, su lado bondadoso o el malévolo.
(Continuará)