lunes, 28 de febrero de 2011
ROAD KILLER
El nuevo de Murder Junkies, en breve (11 de Marzo, a la venta)
*** ANTERIORMENTE... FEED MY SLEAZE, THE RIGHT TO REMAIN VIOLENT.
*** En Amazon hay samplers de las nuevas...
sábado, 26 de febrero de 2011
Railroad Jerk - The Third Rail
viernes, 25 de febrero de 2011
SEXISMO EN LOS COMICS, por Alan Moore 3 (de 3)
Ensayo en tres partes aparecido en The Daredevils 4 a 6 (Marvel UK, 1982). Escrito por Alan Moore. (Traducido por Frog2000)
Sexismo en los Cómics, parte 3 de 3.
Parte 1, parte 2.
Chicas Invisibles y Mujeres Fantasma: ¿Hasta dónde hemos llegado? (Invisible Girls and Phantom Ladies: How far have we come?)
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A pesar de mi reputación como portador de sonrisas y buenas noticias, se me ha ocurrido que las dos primeras entregas de esta mirada al papel que desempeñan las mujeres en los cómics era tan jovial y optimista como las últimas elecciones generales. Así que con el fin de acabar de la mejor de las maneras, esta vez quiero echar un vistazo a algo un poco más positivo: a saber, el aumento de mujeres que trabajan en el medio y el efecto que puede llegar a provocar su forma de tratar la figura de la mujer.
Cualquiera que esté familiarizado con los últimos quince o veinte años de historia del medio, se habrá podido dar cuenta de que hasta hace poco tiempo, prácticamente no había mujeres trabajando en los cómics como guionistas o dibujantes. Con la excepción del excelente, peculiar y muy personal trabajo de Marie Severin en el Dr. Extraño y Namor, muchas mujeres se veían relegadas a trabajar de colorista o rotuladora.
Realmente ambas profesiones me parecen muy honestas, y requieren una gran habilidad para ser ejecutadas de una forma apropiada. Como ejemplo, podríamos citar el magnífico trabajo que hizo Glynis Wein en X-Men.
Como decía antes, tanto la rotulación como el coloreado son trabajos espinosos y muy intrincados, y de hecho, hay muchas mujeres que los llevan a cabo de forma sobresaliente. Pero ese no es el tema del que estamos hablando, sino que todo esto empieza a oler un poco como si ese fuese “el sitio concebido para que esté la mujer”. Como si se tuviese el concepto de que las mujeres están capacitadas de forma natural para trabajos “bonitos” como el coloreado o la rotulación de series de fantasía.
Es la misma argumentación que podemos encontrar en cuanto a que las mujeres están más capacitadas, “de forma natural”, para labores como planchar, quitar el polvo o cocinar, concepto que ha sido hecho pedazos gracias a los acontecimientos de los últimos diez años, por lo que también podemos observar que las mujeres han podido acceder gradualmente a posiciones de mayor “responsabilidad” dentro del medio de los cómics. Pero ha sido a base de un lento y doloros proceso.
Aunque conozco a varias mujeres que trabajan como editoras dentro del negocio, y al menos una mujer que es guionista, todavía no conozco a ninguna dibujante trabajando completamente en el campo del cómic mainstream. Así que mi pregunta es: ¿cómo hemos llegado a ésta situación?
Supongo que la respuesta más obvia podría ser que ninguna de todas esas damas tan propensas a marearse es capaz de dibujar, a pesar de que un rápido vistazo a la mayoría de las actuales obras de arte hechas por mujeres fuera del cómic mainstream expone sobremanera y de forma definitiva que ese no el caso. Más adelante, a lo largo del artículo hablaré sobre estas mujeres, pero por el momento quiero seguir con el hilo de lo que ahora mismo está ocurriendo en el cómic mainstream, empezando por las mujeres que trabajan como editoras.
Hemos visto emerger a un montón durante los últimos años, y generalmente son bastante buenas en su trabajo. Por ejemplo, en la actualidad Louise Jones está produciendo algunos de los cómics más populares de todos los que saca Marvel a la venta, como X-Men y Ka-Zar. En cuanto a DC, Laurie Sutton realiza un hermoso trabajo en la edición de La Legión de Super-Héroes de Levitz y Giffen, que bajo mi punto de vista es el cómic de entretenimiento más importante de los que está editando DC en la actualidad. La propia Señora Sutton ha comentado que su trabajo es minimalista y que, básicamente, deja hacer lo que les da la gana a Levitz y a Giffen. Supongo que este comentario es un poco auto-despreciativo, ya que el hecho de que un editor sepa cuándo no debe interferir, no significa que él o ella no estén haciendo su trabajo de una forma apropiada. Al contrario. Todo está incluido en el producto final, y un editor debe saber juzgar las cosas bajo dicha premisa, y creo que Laurie Sutton está haciéndolo con acierto. Louise Jones, ella y la jefa de DC, Jenette Kahn, están procediendo de la misma forma a como lo haría un hombre en su misma posición, y en algunos casos incluso mejor. Aún así, eso es todo lo que hacen.
Desde donde me encuentro, no me parece que el hecho de que haya mujeres al timón de las editoriales marque alguna diferencia respecto al material orientado básicamente al mercado masculino que por lo general llena sus páginas, y quizá sería bastante ingenuo por mi parte esperar a que lo hiciese.
Después de todo, las mujeres que he nombrado antes siguen trabajando en un mundo en el que predomina lo masculino, y todas ellas dependen presumiblemente de un hombre que se encuentra en un cargo jerárquico superior. Incluso puede que también le ocurra algo parecido a Jenette Kahn, que aunque siga en la cima del árbol durante todo el tiempo que exista DC, seguirá teniendo encima de ella el gigantesco peso de Warner Communications.
Si nos volvemos de nuevo a Marvel, puedo deducir de forma bastante reveladora que la Compañía Padre otorgará una mayor libertad al Editor Jefe, y concretamente en este caso, el Editor Jefe es Jim Shooter, y Jim Shooter es un hombre. Posiblemente tendrá más poder, incluso aunque tenga a dos hombres apoyados sobre sus hombros. Lo que intento decir con mi propio y cariñosamente patoso estilo es que en el campo de los cómics, las mujeres (incluso las editoras y las jefas) probablemente no tengan demasiadas oportunidades de hacerse notar, de incluir cierto elemento femenino en sus cómics. Creo que habría que conseguir que se convulsionaran masivamente algunas de las estructuras para poder lograrlo, y creo que esa convulsión llegará en algún momento desde abajo, desde el segmento de los lectores y la gente que trabaja realmente debatiendo la capacidad creativa de la que son capaces los comic-books.
Supongo que si una guionista fuese capaz de progresar de forma sutil y sus progresos estuviesen acompañados de un incremento de las ventas, quizá gracias al hecho de que más chicas y mujeres se estuviesen comprando el cómic podríamos comprobar si los responsables al mando tendrían mayor consideración por el tema. Pero la verdad es que hasta que esto termine ocurriendo no voy a estar conteniendo la respiración.
Por otra parte, tampoco creo que exista el número suficiente de mujeres guionistas. Está Tamsyn O´Flynn, que escribió un material por encima de la media para Lois Lane. Está Laurie Sutton, que antes de que la cambiasen para trabajar en labores editoriales estuvo produciendo algún material fantástico y legible en la colección de corta vida de DC titulada Adam Strange, y también tenemos a Mary Jo Duffy, probablemente la mejor escritora de las tres.
Para aquellos que no lo sepáis, la Señora Duffy ha estado ocupándose hasta hace bien poco de los guiones de la colección de Marvel “Power Man and Iron Fist”, y ha sido responsable de algunos de los pocos números del título que he encontrado remotamente interesantes. Sus guiones tenían intriga, sus personajes estaban delineados finamente y por encima de todo, en su escritura se percibía humor y claridad, que es como una bocanada de aire fresco después del torrente de escritores que parece que intentaban retratar a Power Man como un comic-book de Serie B protagonizado por un personaje de color. Lo que significa que era estúpido, que utilizaba un lenguaje de “negrata” y que en cuanto a lo social era un producto depravado.
Para mí, lo mejor de su labor como escritora de guiones era que, aunque Luke Cage fuese uno de los personajes masculinos más agresivos de Marvel, su estilo hizo que el cómic estuviese lleno de educada diversión que le daba en los morros a la actitud anterior. Claro, no era nada que fuese a cambiar el mundo, pero fue un paso en la dirección correcta. Te habrás dado cuenta de que estoy hablando en pasado. Recientemente, Mary Jo Duffy se ha dado por vencida o ha sido apartada de la serie y sustituida por Denny O´Neil. No tengo ni idea de cuál será el motivo, pero creo que va en detrimento de las mujeres guionistas, ¿no es cierto?
Así que ¿qué nos deja eso? Bueno, en cuanto damos un paso para salirnos del mundo del cómic mainstream y echamos un vistazo a otras cosas que se están haciendo, más bien podemos comprobar que hay un verdadero montón de personas.
De una forma u otra, el campo del cómic “alternativo” lleva hinchándose desde hace muchos años, pero para cumplir el objetivo de lo que estamos debatiendo, asumiremos que en realidad empezó a funcionar a la par que el movimiento de cómic underground de los años sesenta.
Aún así, en aquella primera época del cómic underground la escena era radicalmente diferente a lo que estaban haciendo las grandes empresas, pero seguía siendo terreno dominado casi por completo por los hombres. Y el producto a la venta también lo demostraba.
Dejando a un lado cualquiera que fuesen sus otros méritos, dudo que nadie viese como un gran apoyo al feminismo cualquiera de los panoramas de abuso y desmembramiento de mujeres que ofrecía S. Clay Wilson. En cambio, alrededor de los primeros setenta la situación empezó a cambiar.
Primero se incrementó el número de mujeres que ejercían de guionistas y dibujantes y que producían sus propios cómics underground. Mujeres como Trina Robbins, Shary Flenniken y la hija de Harvey Kurtzman, Meredith Kurtzman. Aparecieron cómics producidos por completo por mujeres, tan diferentes unos de otros que teníamos los muy políticos Wimmen´s Comics hasta los de temáticas más amplias Wet Satin y Twisted Sisters.
Aunque si los miramos en retrospectiva parezcan precarios, sus esfuerzos abrieron un montón de puertas, y en la actualidad parece haber más mujeres que hombres trabajando en el campo del cómic underground.
Melinda Gebbie utiliza una delicada técnica de dibujo puntillista para describir algunas de las más desconcertantes y violentas visiones psico-sexuales que probablemente no tengan comparación con ninguna otra cosa. También podemos hablar de Diane Noomin, que con la ayuda de su personaje protagonista, la neurótica de mal gusto Di Di Glitz, exploró el yermo de los suburbios americanos y los bares de solteros con un devastador efecto cómico.
Además podemos encontrarnos el surrealismo ensoñador de Mary K. Brown, la punzante observación urbana que hace Mimi Pond y la que en mi opinión es la mejor del lote en la entrega de “slapstick” y auto-desprecio que sirve en sus cómics, la propia Aline Kominsky.
Aline Kominsky es la esposa de la leyenda de los “funny books” Robert Crumb, aunque su estilo difiere del refinado acabado conseguido por Crumb, porque retuerce su estilo de dibujo de una forma que resulta difícil de concebir. El material de Kominsky es increíblemente turbio y de aspecto muy crudo, pero de alguna forma consigue expresar algo que se perdería si estuviese hecho por alguien con el dibujo más pulido.
Su retrato de los personajes y situaciones es tan salvaje como agudo, y parece que deje reservadas todas sus observaciones más crueles para ella misma. Se retrata como un dirigible de nariz ganchuda que sufre de acné, y se deleita exagerando todos los lados negativos de su personaje, hasta terminar consiguiendo el retrato de una mujer judía vulgar, agresiva y bocazas bautizada como “The Bunch”.
Creo que no te vas a cruzar con mucha gente que esté preparada para mostrarse de forma tan pródigamente honesta consigo misma, y cuando alguien lo hace me parece toda una maravilla, créeme. Estoy seguro de que parte del atractivo que tiene su obra se debe a que funciona como desahogo en el más amplio sentido de la palabra, ya que su mirada desagradable y satírica no está orientada en contra del lector.
Pero por supuesto, como ocurre con muchas de las mujeres citadas anteriormente, existe la misma oportunidad de ver su trabajo en el cómic mainstream de que yo gane el concurso de Miss Mundo el próximo año.
La presencia de mujeres es menor en el caso de la segunda categoría de publicación alternativa, etiquetada como “ground-level”. Los cómics “Ground-Level” tienen la suficiente carencia de sexo como para poder aparecer sin sufrir censura alguna en los puntos de venta, y también para poder recoger los beneficios de no tener que responder a ninguna autoridad mayor. El término se acuñó con la emergente, pero difunta en la actualidad, línea de cómics producida en Star Reach, de Mike Friedrich, que además de ofrecer un espacio abundante a dibujantes de cómic establecidos como Barry Smith y P. Craig Russell, también hacía un hueco a recién llegadas como la excelente Lee Marrs.
Marrs es el talento responsable de la serie semi-autobiográfica “Pudge, Girl Blimp” que solía ser publicada por Star Reach, además de aventurarse por otros pasajes más serios. Bajo mi punto de vista, este último material es muy interesante, ya que demuestra cómo es posible conseguir una historia excitante sin tener que recurrir a las populares obsesiones masculinas de poder y violencia sin sentido que suelen condimentar los guiones de cómic.
Otra mujer que juega en la misma categoría y que también ha surgido en la escena de cómics que llamamos “ground level” es Wendy Pini. Junto a su marido Richard, Wendy ideó el excelente cómic Elfquest, que ya ha llegado a la treintena de episodios, y probablemente tenga una de las narraciones gráficas más seguras de sí mismas que se puede encontrar entre la gente que produce su propia obra. Podría redactar fácilmente un artículo entero dedicado a Wendy Pini, así como sobre la mayoría de artistas que he nombrado. Basta con decir que merece la pena echar un vistazo a un material tan vivaz y entretenido por derecho propio, y además también deberíamos mirar con optimismo su influencia en el mainstream en un futuro no demasiado lejano.
Tanto Pini como Marrs han publicado en feudos dominados casi por completo por hombres como la revista Epic, y parece que se desprecia el hecho de que, por lo general, la forma de aprovechar el dibujo que tienen las mujeres es enormemente diferente de la que podemos esperarnos del habitual riesgo estándar que corren los hombres. Deberíamos tener la oportunidad de poder ver a más mujeres infiltrándose gradualmente en el negocio del comic-book, con la esperanza de que fuese enriquecido en el proceso. Pero seguro que te habrás dando cuenta de que muchas de las personas mencionadas son americanas, así que ¿cuál es la situación de la mujer en este lado del panorama? Bueno, si comparamos el tamaño de Inglaterra con el de América creo que hay un número considerablemente menor de mujeres trabajando en el medio, pero por lo menos lo que falta en cantidad se compensa en igualdad.
Un buen ejemplo podría ser Fanny Tribble, que me parece que la primera vez que publicó fue en las recopilaciones de Sour Cream antes de conseguir sus propias series, “Heavy Periods” y “Fanny Trouble”, publicadas ambas por la editorial feminista Sheba Books. Como muchas de las mujeres que ya he tratado antes, en sus historietas se pone mayor énfasis en la honestidad y la franqueza que en la preocupación por un entintado detallado y un dibujo de anatomía perfecta. Personalmente, me gusta mucho el material de Tribble, porque claramente parece sentirse lo suficientemente cómoda como para bromear con los aspectos más ridículos del feminismo, y al mismo tiempo tiene la capacidad de reírse de sí misma y de la gente que la rodea.
Y luego tenemos a Posy Simmonds, cuyo trabajo aparece de forma regular en The Guardian. De nuevo, su forma de acercarse a los personajes es perfecta y absorbente, especialmente en el retrato que realiza de la confusa mente del ama de casa de clase media bohemia, Wendy Weber.
Es una de esas historias en donde se satiriza de forma implacable a su propia audiencia, haciéndolo tan bien que cualquiera que lo lea, incluyendo a algunas de las Wendy Webers reales que puede que se encuentren entre su público lector, se quedarán convencidas de se está riendo de alguna otra persona.
Por supuesto, supongo que la última palabra de este artículo debería tenerla la “Mujer del Cómic” que se encuentra al frente de la redacción de esta revista: la brutal, dura y dominante Señora Bernie Jaye, que acaba de estar charlando conmigo en el estudio.
Bernie, como editora, ¿podrías aportar alguna idea sobre el trato que se le da a la mujer en los cómics? En particular nos referimos a tu trabajo como editora de algo como La Espada Salvaje de Conan.
“Bueno, en cuanto a la serie de Conan es la reimpresión de material antiguo, así que hay muy poco que se pueda hacer para cambiarlo. Donde más puedo hacer sentir mi presencia es a la hora de producir revistas con nuevo material, ya que hasta cierto punto puedo elegir quienes trabajarán en ellas, y no necesito incluir a nadie que yo crea que pueda tener un enfoque sexista.”
Me parece justo. Pero teniendo en cuenta lo que he comentado antes, ¿realmente crees que una sola mujer puede tener la oportunidad de hacer algún cambio importante en un feudo completamente dominado por lo masculino? ¿Eres optimista respecto al futuro de las mujeres en los cómics?
“No mucho. No en un futuro inmediato. Verás, todo está relacionado con las estructuras sociales, así que sigue siendo un proceso lento y dependerá de cómo vayan cambiando con el tiempo. Por un lado, como parte de la Sociedad las mujeres se encuentran tan atrapadas en un mundo sexista como cualquiera. La diferencia es que debido a que las mujeres están oprimidas por dicho sexismo, querrán cambiar la situación de forma mucho más enérgica.
En un momento dado, las mujeres sabrán lo que quieren y cómo pueden obtenerlo. Creo que ese es el enfoque que necesitamos explorar... la brecha entre lo que quieren las mujeres y lo que están consiguiendo. Es una especie de “diferencia poco satisfactoria” y sobre todo es una de las cuestiones donde hay que concentrarse con mayor energía, porque si no puede ser desesperanzador.”
Y creo que con esta vaga nota sombría deberíamos acabar el artículo. Tres entregas de remordimiento culpable auto-consciente de macho liberal son suficientes para cualquiera, ¿no es cierto?
Si ahí fuera existe alguien que realmente ha conseguido sortear toda esta verborrea y ha llegado a meta con sus canicas intactas, agradecería mucho que me dijese lo que tiene que decir tanto a favor como en contra del artículo.
¿Le parece un auténtico problema o en realidad lo he exagerado todo? ¿Alguien tiene la necesidad de hacer algo, y si es así, cómo cree que puede llevarlo a cabo? Escribidme para saberlo.
Redactad seis páginas explicando exactamente por qué soy la bolsa de basura más aburrida y arrogante que jamás haya pisado la Tierra si creéis que tenéis que hacerlo, pero escribidme. Después de todo, vosotros sois los lectores. Vosotros pagáis mi salario. Y con la fuerza que me da creer que no estoy sólo, decidme, por favor, qué tipo de postura creéis que os está haciendo tragar la industria del cómic. Espero llegar a escucharos.
*** BONUS:
- "La importancia de llamarse Frank", por Alan Moore, parte 1 y parte 2.
- Parodia del Daredevil de Frank Miller, por Alan Moore.
(Artículos en el Blog CH999)
Sexismo en los Cómics, parte 3 de 3.
Parte 1, parte 2.
Chicas Invisibles y Mujeres Fantasma: ¿Hasta dónde hemos llegado? (Invisible Girls and Phantom Ladies: How far have we come?)
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A pesar de mi reputación como portador de sonrisas y buenas noticias, se me ha ocurrido que las dos primeras entregas de esta mirada al papel que desempeñan las mujeres en los cómics era tan jovial y optimista como las últimas elecciones generales. Así que con el fin de acabar de la mejor de las maneras, esta vez quiero echar un vistazo a algo un poco más positivo: a saber, el aumento de mujeres que trabajan en el medio y el efecto que puede llegar a provocar su forma de tratar la figura de la mujer.
Cualquiera que esté familiarizado con los últimos quince o veinte años de historia del medio, se habrá podido dar cuenta de que hasta hace poco tiempo, prácticamente no había mujeres trabajando en los cómics como guionistas o dibujantes. Con la excepción del excelente, peculiar y muy personal trabajo de Marie Severin en el Dr. Extraño y Namor, muchas mujeres se veían relegadas a trabajar de colorista o rotuladora.
Realmente ambas profesiones me parecen muy honestas, y requieren una gran habilidad para ser ejecutadas de una forma apropiada. Como ejemplo, podríamos citar el magnífico trabajo que hizo Glynis Wein en X-Men.
Como decía antes, tanto la rotulación como el coloreado son trabajos espinosos y muy intrincados, y de hecho, hay muchas mujeres que los llevan a cabo de forma sobresaliente. Pero ese no es el tema del que estamos hablando, sino que todo esto empieza a oler un poco como si ese fuese “el sitio concebido para que esté la mujer”. Como si se tuviese el concepto de que las mujeres están capacitadas de forma natural para trabajos “bonitos” como el coloreado o la rotulación de series de fantasía.
Es la misma argumentación que podemos encontrar en cuanto a que las mujeres están más capacitadas, “de forma natural”, para labores como planchar, quitar el polvo o cocinar, concepto que ha sido hecho pedazos gracias a los acontecimientos de los últimos diez años, por lo que también podemos observar que las mujeres han podido acceder gradualmente a posiciones de mayor “responsabilidad” dentro del medio de los cómics. Pero ha sido a base de un lento y doloros proceso.
Aunque conozco a varias mujeres que trabajan como editoras dentro del negocio, y al menos una mujer que es guionista, todavía no conozco a ninguna dibujante trabajando completamente en el campo del cómic mainstream. Así que mi pregunta es: ¿cómo hemos llegado a ésta situación?
Supongo que la respuesta más obvia podría ser que ninguna de todas esas damas tan propensas a marearse es capaz de dibujar, a pesar de que un rápido vistazo a la mayoría de las actuales obras de arte hechas por mujeres fuera del cómic mainstream expone sobremanera y de forma definitiva que ese no el caso. Más adelante, a lo largo del artículo hablaré sobre estas mujeres, pero por el momento quiero seguir con el hilo de lo que ahora mismo está ocurriendo en el cómic mainstream, empezando por las mujeres que trabajan como editoras.
Hemos visto emerger a un montón durante los últimos años, y generalmente son bastante buenas en su trabajo. Por ejemplo, en la actualidad Louise Jones está produciendo algunos de los cómics más populares de todos los que saca Marvel a la venta, como X-Men y Ka-Zar. En cuanto a DC, Laurie Sutton realiza un hermoso trabajo en la edición de La Legión de Super-Héroes de Levitz y Giffen, que bajo mi punto de vista es el cómic de entretenimiento más importante de los que está editando DC en la actualidad. La propia Señora Sutton ha comentado que su trabajo es minimalista y que, básicamente, deja hacer lo que les da la gana a Levitz y a Giffen. Supongo que este comentario es un poco auto-despreciativo, ya que el hecho de que un editor sepa cuándo no debe interferir, no significa que él o ella no estén haciendo su trabajo de una forma apropiada. Al contrario. Todo está incluido en el producto final, y un editor debe saber juzgar las cosas bajo dicha premisa, y creo que Laurie Sutton está haciéndolo con acierto. Louise Jones, ella y la jefa de DC, Jenette Kahn, están procediendo de la misma forma a como lo haría un hombre en su misma posición, y en algunos casos incluso mejor. Aún así, eso es todo lo que hacen.
Desde donde me encuentro, no me parece que el hecho de que haya mujeres al timón de las editoriales marque alguna diferencia respecto al material orientado básicamente al mercado masculino que por lo general llena sus páginas, y quizá sería bastante ingenuo por mi parte esperar a que lo hiciese.
Después de todo, las mujeres que he nombrado antes siguen trabajando en un mundo en el que predomina lo masculino, y todas ellas dependen presumiblemente de un hombre que se encuentra en un cargo jerárquico superior. Incluso puede que también le ocurra algo parecido a Jenette Kahn, que aunque siga en la cima del árbol durante todo el tiempo que exista DC, seguirá teniendo encima de ella el gigantesco peso de Warner Communications.
Si nos volvemos de nuevo a Marvel, puedo deducir de forma bastante reveladora que la Compañía Padre otorgará una mayor libertad al Editor Jefe, y concretamente en este caso, el Editor Jefe es Jim Shooter, y Jim Shooter es un hombre. Posiblemente tendrá más poder, incluso aunque tenga a dos hombres apoyados sobre sus hombros. Lo que intento decir con mi propio y cariñosamente patoso estilo es que en el campo de los cómics, las mujeres (incluso las editoras y las jefas) probablemente no tengan demasiadas oportunidades de hacerse notar, de incluir cierto elemento femenino en sus cómics. Creo que habría que conseguir que se convulsionaran masivamente algunas de las estructuras para poder lograrlo, y creo que esa convulsión llegará en algún momento desde abajo, desde el segmento de los lectores y la gente que trabaja realmente debatiendo la capacidad creativa de la que son capaces los comic-books.
Supongo que si una guionista fuese capaz de progresar de forma sutil y sus progresos estuviesen acompañados de un incremento de las ventas, quizá gracias al hecho de que más chicas y mujeres se estuviesen comprando el cómic podríamos comprobar si los responsables al mando tendrían mayor consideración por el tema. Pero la verdad es que hasta que esto termine ocurriendo no voy a estar conteniendo la respiración.
Por otra parte, tampoco creo que exista el número suficiente de mujeres guionistas. Está Tamsyn O´Flynn, que escribió un material por encima de la media para Lois Lane. Está Laurie Sutton, que antes de que la cambiasen para trabajar en labores editoriales estuvo produciendo algún material fantástico y legible en la colección de corta vida de DC titulada Adam Strange, y también tenemos a Mary Jo Duffy, probablemente la mejor escritora de las tres.
Para aquellos que no lo sepáis, la Señora Duffy ha estado ocupándose hasta hace bien poco de los guiones de la colección de Marvel “Power Man and Iron Fist”, y ha sido responsable de algunos de los pocos números del título que he encontrado remotamente interesantes. Sus guiones tenían intriga, sus personajes estaban delineados finamente y por encima de todo, en su escritura se percibía humor y claridad, que es como una bocanada de aire fresco después del torrente de escritores que parece que intentaban retratar a Power Man como un comic-book de Serie B protagonizado por un personaje de color. Lo que significa que era estúpido, que utilizaba un lenguaje de “negrata” y que en cuanto a lo social era un producto depravado.
Para mí, lo mejor de su labor como escritora de guiones era que, aunque Luke Cage fuese uno de los personajes masculinos más agresivos de Marvel, su estilo hizo que el cómic estuviese lleno de educada diversión que le daba en los morros a la actitud anterior. Claro, no era nada que fuese a cambiar el mundo, pero fue un paso en la dirección correcta. Te habrás dado cuenta de que estoy hablando en pasado. Recientemente, Mary Jo Duffy se ha dado por vencida o ha sido apartada de la serie y sustituida por Denny O´Neil. No tengo ni idea de cuál será el motivo, pero creo que va en detrimento de las mujeres guionistas, ¿no es cierto?
Así que ¿qué nos deja eso? Bueno, en cuanto damos un paso para salirnos del mundo del cómic mainstream y echamos un vistazo a otras cosas que se están haciendo, más bien podemos comprobar que hay un verdadero montón de personas.
De una forma u otra, el campo del cómic “alternativo” lleva hinchándose desde hace muchos años, pero para cumplir el objetivo de lo que estamos debatiendo, asumiremos que en realidad empezó a funcionar a la par que el movimiento de cómic underground de los años sesenta.
Aún así, en aquella primera época del cómic underground la escena era radicalmente diferente a lo que estaban haciendo las grandes empresas, pero seguía siendo terreno dominado casi por completo por los hombres. Y el producto a la venta también lo demostraba.
Dejando a un lado cualquiera que fuesen sus otros méritos, dudo que nadie viese como un gran apoyo al feminismo cualquiera de los panoramas de abuso y desmembramiento de mujeres que ofrecía S. Clay Wilson. En cambio, alrededor de los primeros setenta la situación empezó a cambiar.
Primero se incrementó el número de mujeres que ejercían de guionistas y dibujantes y que producían sus propios cómics underground. Mujeres como Trina Robbins, Shary Flenniken y la hija de Harvey Kurtzman, Meredith Kurtzman. Aparecieron cómics producidos por completo por mujeres, tan diferentes unos de otros que teníamos los muy políticos Wimmen´s Comics hasta los de temáticas más amplias Wet Satin y Twisted Sisters.
Aunque si los miramos en retrospectiva parezcan precarios, sus esfuerzos abrieron un montón de puertas, y en la actualidad parece haber más mujeres que hombres trabajando en el campo del cómic underground.
Melinda Gebbie utiliza una delicada técnica de dibujo puntillista para describir algunas de las más desconcertantes y violentas visiones psico-sexuales que probablemente no tengan comparación con ninguna otra cosa. También podemos hablar de Diane Noomin, que con la ayuda de su personaje protagonista, la neurótica de mal gusto Di Di Glitz, exploró el yermo de los suburbios americanos y los bares de solteros con un devastador efecto cómico.
Además podemos encontrarnos el surrealismo ensoñador de Mary K. Brown, la punzante observación urbana que hace Mimi Pond y la que en mi opinión es la mejor del lote en la entrega de “slapstick” y auto-desprecio que sirve en sus cómics, la propia Aline Kominsky.
Aline Kominsky es la esposa de la leyenda de los “funny books” Robert Crumb, aunque su estilo difiere del refinado acabado conseguido por Crumb, porque retuerce su estilo de dibujo de una forma que resulta difícil de concebir. El material de Kominsky es increíblemente turbio y de aspecto muy crudo, pero de alguna forma consigue expresar algo que se perdería si estuviese hecho por alguien con el dibujo más pulido.
Su retrato de los personajes y situaciones es tan salvaje como agudo, y parece que deje reservadas todas sus observaciones más crueles para ella misma. Se retrata como un dirigible de nariz ganchuda que sufre de acné, y se deleita exagerando todos los lados negativos de su personaje, hasta terminar consiguiendo el retrato de una mujer judía vulgar, agresiva y bocazas bautizada como “The Bunch”.
Creo que no te vas a cruzar con mucha gente que esté preparada para mostrarse de forma tan pródigamente honesta consigo misma, y cuando alguien lo hace me parece toda una maravilla, créeme. Estoy seguro de que parte del atractivo que tiene su obra se debe a que funciona como desahogo en el más amplio sentido de la palabra, ya que su mirada desagradable y satírica no está orientada en contra del lector.
Pero por supuesto, como ocurre con muchas de las mujeres citadas anteriormente, existe la misma oportunidad de ver su trabajo en el cómic mainstream de que yo gane el concurso de Miss Mundo el próximo año.
La presencia de mujeres es menor en el caso de la segunda categoría de publicación alternativa, etiquetada como “ground-level”. Los cómics “Ground-Level” tienen la suficiente carencia de sexo como para poder aparecer sin sufrir censura alguna en los puntos de venta, y también para poder recoger los beneficios de no tener que responder a ninguna autoridad mayor. El término se acuñó con la emergente, pero difunta en la actualidad, línea de cómics producida en Star Reach, de Mike Friedrich, que además de ofrecer un espacio abundante a dibujantes de cómic establecidos como Barry Smith y P. Craig Russell, también hacía un hueco a recién llegadas como la excelente Lee Marrs.
Marrs es el talento responsable de la serie semi-autobiográfica “Pudge, Girl Blimp” que solía ser publicada por Star Reach, además de aventurarse por otros pasajes más serios. Bajo mi punto de vista, este último material es muy interesante, ya que demuestra cómo es posible conseguir una historia excitante sin tener que recurrir a las populares obsesiones masculinas de poder y violencia sin sentido que suelen condimentar los guiones de cómic.
Otra mujer que juega en la misma categoría y que también ha surgido en la escena de cómics que llamamos “ground level” es Wendy Pini. Junto a su marido Richard, Wendy ideó el excelente cómic Elfquest, que ya ha llegado a la treintena de episodios, y probablemente tenga una de las narraciones gráficas más seguras de sí mismas que se puede encontrar entre la gente que produce su propia obra. Podría redactar fácilmente un artículo entero dedicado a Wendy Pini, así como sobre la mayoría de artistas que he nombrado. Basta con decir que merece la pena echar un vistazo a un material tan vivaz y entretenido por derecho propio, y además también deberíamos mirar con optimismo su influencia en el mainstream en un futuro no demasiado lejano.
Tanto Pini como Marrs han publicado en feudos dominados casi por completo por hombres como la revista Epic, y parece que se desprecia el hecho de que, por lo general, la forma de aprovechar el dibujo que tienen las mujeres es enormemente diferente de la que podemos esperarnos del habitual riesgo estándar que corren los hombres. Deberíamos tener la oportunidad de poder ver a más mujeres infiltrándose gradualmente en el negocio del comic-book, con la esperanza de que fuese enriquecido en el proceso. Pero seguro que te habrás dando cuenta de que muchas de las personas mencionadas son americanas, así que ¿cuál es la situación de la mujer en este lado del panorama? Bueno, si comparamos el tamaño de Inglaterra con el de América creo que hay un número considerablemente menor de mujeres trabajando en el medio, pero por lo menos lo que falta en cantidad se compensa en igualdad.
Un buen ejemplo podría ser Fanny Tribble, que me parece que la primera vez que publicó fue en las recopilaciones de Sour Cream antes de conseguir sus propias series, “Heavy Periods” y “Fanny Trouble”, publicadas ambas por la editorial feminista Sheba Books. Como muchas de las mujeres que ya he tratado antes, en sus historietas se pone mayor énfasis en la honestidad y la franqueza que en la preocupación por un entintado detallado y un dibujo de anatomía perfecta. Personalmente, me gusta mucho el material de Tribble, porque claramente parece sentirse lo suficientemente cómoda como para bromear con los aspectos más ridículos del feminismo, y al mismo tiempo tiene la capacidad de reírse de sí misma y de la gente que la rodea.
Y luego tenemos a Posy Simmonds, cuyo trabajo aparece de forma regular en The Guardian. De nuevo, su forma de acercarse a los personajes es perfecta y absorbente, especialmente en el retrato que realiza de la confusa mente del ama de casa de clase media bohemia, Wendy Weber.
Es una de esas historias en donde se satiriza de forma implacable a su propia audiencia, haciéndolo tan bien que cualquiera que lo lea, incluyendo a algunas de las Wendy Webers reales que puede que se encuentren entre su público lector, se quedarán convencidas de se está riendo de alguna otra persona.
Por supuesto, supongo que la última palabra de este artículo debería tenerla la “Mujer del Cómic” que se encuentra al frente de la redacción de esta revista: la brutal, dura y dominante Señora Bernie Jaye, que acaba de estar charlando conmigo en el estudio.
Bernie, como editora, ¿podrías aportar alguna idea sobre el trato que se le da a la mujer en los cómics? En particular nos referimos a tu trabajo como editora de algo como La Espada Salvaje de Conan.
“Bueno, en cuanto a la serie de Conan es la reimpresión de material antiguo, así que hay muy poco que se pueda hacer para cambiarlo. Donde más puedo hacer sentir mi presencia es a la hora de producir revistas con nuevo material, ya que hasta cierto punto puedo elegir quienes trabajarán en ellas, y no necesito incluir a nadie que yo crea que pueda tener un enfoque sexista.”
Me parece justo. Pero teniendo en cuenta lo que he comentado antes, ¿realmente crees que una sola mujer puede tener la oportunidad de hacer algún cambio importante en un feudo completamente dominado por lo masculino? ¿Eres optimista respecto al futuro de las mujeres en los cómics?
“No mucho. No en un futuro inmediato. Verás, todo está relacionado con las estructuras sociales, así que sigue siendo un proceso lento y dependerá de cómo vayan cambiando con el tiempo. Por un lado, como parte de la Sociedad las mujeres se encuentran tan atrapadas en un mundo sexista como cualquiera. La diferencia es que debido a que las mujeres están oprimidas por dicho sexismo, querrán cambiar la situación de forma mucho más enérgica.
En un momento dado, las mujeres sabrán lo que quieren y cómo pueden obtenerlo. Creo que ese es el enfoque que necesitamos explorar... la brecha entre lo que quieren las mujeres y lo que están consiguiendo. Es una especie de “diferencia poco satisfactoria” y sobre todo es una de las cuestiones donde hay que concentrarse con mayor energía, porque si no puede ser desesperanzador.”
Y creo que con esta vaga nota sombría deberíamos acabar el artículo. Tres entregas de remordimiento culpable auto-consciente de macho liberal son suficientes para cualquiera, ¿no es cierto?
Si ahí fuera existe alguien que realmente ha conseguido sortear toda esta verborrea y ha llegado a meta con sus canicas intactas, agradecería mucho que me dijese lo que tiene que decir tanto a favor como en contra del artículo.
¿Le parece un auténtico problema o en realidad lo he exagerado todo? ¿Alguien tiene la necesidad de hacer algo, y si es así, cómo cree que puede llevarlo a cabo? Escribidme para saberlo.
Redactad seis páginas explicando exactamente por qué soy la bolsa de basura más aburrida y arrogante que jamás haya pisado la Tierra si creéis que tenéis que hacerlo, pero escribidme. Después de todo, vosotros sois los lectores. Vosotros pagáis mi salario. Y con la fuerza que me da creer que no estoy sólo, decidme, por favor, qué tipo de postura creéis que os está haciendo tragar la industria del cómic. Espero llegar a escucharos.
*** BONUS:
- "La importancia de llamarse Frank", por Alan Moore, parte 1 y parte 2.
- Parodia del Daredevil de Frank Miller, por Alan Moore.
(Artículos en el Blog CH999)
martes, 22 de febrero de 2011
SEXISMO EN LOS COMICS, por Alan Moore 2 (de 3)
Ensayo en tres partes aparecido en The Daredevils 4 a 6 (Marvel UK, 1982). Escrito por Alan Moore. (Traducido por Frog2000)
Sexismo en los Cómics, parte 2 de 3.
Parte 1.
Chicas Invisibles y Mujeres Fantasma: ¿Hasta dónde hemos llegado? (Invisible Girls and Phantom Ladies: How far have we come?)
------------------------------------------
Creo que en el anterior número fuísteis bastante pacientes conmigo mientras esbozaba por encima los variados abusos que este maravilloso negocio de los “funny books” nuestro había ido amontonando sobre sus protagonistas femeninas. Ahora me gustaría hablar más específicamente sobre dicho tema: dar nombres, afrontar los hechos, hablar mal y pronto, apuntar con el dedo y todo lo demás. ¿Os parece bien, chicas y chicos? Bueno, pues entonces comencemos.
Lo que voy a intentar hacer esta vez es desglosar en categorías las diversas formas con que frecuentemente se ha utilizado a la mujer como personaje a lo largo de la historia del cómic. Supongo que la más obvia es la de “Mujer como Decorado”, así que será con ella con la que nos pondremos en marcha.
Casi cualquier personaje femenino de los cómics (con la posible excepción de Mrs. Arbogast, de la serie de Iron Man, y Ma Kent, de Superboy) han sido diseñadas para explotar al máximo su potencial como “pin-up”. Todas tienen piernas largas y esbeltas, caderas ajustadas y torsos que parece que las hubiesen disparado un par de cohetes anti-tanque en la espalda. Todas las caras son condenadamente iguales. Si alguien cogiese y afeitase (por alguna razón que ahora mismo se me escapa por completo) las cabezas de la Chica Invisible, Madame Medusa, Crystal, Alicia, La Bruja Escarlata y Jane Foster, ni sus propias madres serían capaces de distinguirlas.
Por supuesto, también deberíamos considerar el lenguaje corporal. Cuando alguien llamaba a una mujer en un comic-book para que cambiase un fusible, ella acudía con la cabeza echada hacia atrás, los labios entreabiertos y con un brazo extendido en una postura grácil y delicada. Dudo que Supergirl pudiese cambiar la caja de arena de Streaky, el Super-gato, sin tener un aspecto parecido al que tendría si la hubiesen sacado de una obra de las que tenían lugar en los Ziegfeld Follies.
Aún así puede que ahora alguien se pregunte si existía alguna razón comercial para que se hiciesen las cosas de una forma tan curiosa. En efecto, claro que existía. Una buena proporción de los lectores de cómics tenían en ese momento entre doce y trece años y era muy probable que estuviesen a las puertas del Krakatoa glandular conocido como pubertad. Era cuando se empezaban a dar cuenta de que en el colegio, la chica que se sentaba al otro lado del pasillo y a la que se referían tan sólo un año antes como “Pecas” o “Aliento de Hiena”, estaba metamorfoseándose lentamente en alguien a quien mirar desde una perspectiva totalmente diferente.
Todo lo que soy capaz de recordar de mi propia experiencia en este delirante y pesadillesco mundo lleno de acné es que casi cualquier cosa ayuda a la hora de potenciar las trastornadas fantasías de un adolescente. En cuanto a mí estaba loco por Hayley Mills. Todos vosotros, retorcidos demonios que estáis leyéndome, probablemente sentíais los mismo por Spiderwoman. (Vaya personaje más tremendo. “Hmmm. Aquí me encuentro, en mitad de un tiroteo termo-nuclear con Hydra. ¿Qué debería hacer? Ya sé, ¡me tomaré una ducha y durante seis páginas estaré huyendo vestida tan solo con mi albornoz!”)
Aunque bien mirado me parece una actitud tan estúpida como inocua. Después de todo, creo que no hay nada malo en que las mujeres tengan buen aspecto, incluso aunque pasado un tiempo esa interminable sucesión de impecables muñecas Sindy se convierta en nuestra mente en un desfile de carne. No, lo realmente desagradable tiene lugar cuando los dibujantes, los guionistas, los editores y los redactores de los cómics deciden cebar un poco más las fantasías adolescentes. El momento en el que empiezan a servir pequeñas fantasías adultas tan diabólicas como sórdidas como si fuese el menú más apropiado para las mentes en crecimiento de chicos y chicas saludables.
El más popular de estos pecadillos puede ser ese oscuro género llamado bondage. Para aquellos que aún seáis tan jóvenes e inocentes como para pensar que todo lo referente a los adultos procede de una mentalidad estable, os diré que el bondage es el arte de divertirse y entretenerse siendo atado o atando a tus amigos y seres queridos. En el caso de los cómics supone mirar viñetas reproducidas pésimamente de gente que ha sido atada preferentemente en posiciones inusuales y nada confortables. Dios sabe por qué las cosas serán así, pero si este Universo fuese un lugar más benévolo, los ornitorrincos no existirían.
Casi he perdido la cuenta del número de chicas que han aparecido en los cómics durante el último par de años amordazadas y atadas con correas. Recuerdo una historia de Michael Fleischer aparecida en la colección The Brave and the Bold de DC que era particularmente encantadora, donde la por lo general tremendamente capacitada Canario Negro se pasaba casi todo el número atada a una silla y vestida tan sólo con su ropa interior, mientras el villano de la historia pronunciaba un diálogo tan sensible y memorable como “te estás retorciendo muy bellamente, querida”. Lo mismo les ocurría a Dazzler y a Red Sonja con una regularidad alarmante. Si yo fuese un personaje de cómic femenino, llegaría a la conclusión de que me gustaría estar más cómodo en estas situaciones y me pondría tres jerseys encima. Tampoco iría a ningún sitio sin mis tijeras.
Puede que para algunos de vosotros, lo más difícil de aceptar sea que si en alguna de las páginas de un cómic se está representando a una jovencita, estará vistiendo preferentemente con una blusa rasgada, o se encontrará atada, o llevará la blusa rasgada y además estará atada, o estará luchando con otra chica que también llevará puesta una blusa rota, o ella atará a otra chica que viste con los restos de su blusa, o seguro que habrá algún tipo de combinación de blusas, chicas, cuerdas... si un cómic tiene alguna de esas combinaciones, tendrá mayor oportunidad de ser mejor valorado, ¿no os parece algo extraño?
Verás, si revisas una guía de precios del comic-book actual, te podrás encontrar que algunos números tienen unas cifras aterradoramente infladas, además de una breve explicación entre paréntesis de por qué ese número está tan horrendamente sobre-preciado. Si incluye el dibujo de algún artista popular actual puede que indique (Adams) o (Byrne), y si aparece un personaje popular actual puede que señale (primera aparición, Lobezno) o (primera aparición, Elektra). También puede indicar (GGA). (GGA) significa “Good Girl Art” (Dibujo de Chicas Estupendo).
“Good Girl Art” significa cuerdas, blusas, etcétera, etcétera. Algunos ejemplos parecidos se pueden encontrar tanto en Phantom Lady [La Mujer Fantasma], que vestía de forma muy ajustada y era atada en muchas ocasiones, hasta en la “Gata Negra” de Lee Elias, que vestía de forma muy ajustada y era atada en muchas ocasiones, o en The Huntress (La Cazadora), que ídem de ídem.
Los precios han sido establecidos por los vendedores de cómics, y generalmente responden de forma espléndida y nada cínica a la demanda de su público, que en su mayor parte suelen ser adolescentes.
Por supuesto, todavía no hemos acabado con todo este asunto de las mujeres atadas. Después de todo, si además se procede a torturar de alguna forma a la mujer inmovilizada, las cosas se pueden poner todavía más interesantes. Por ejemplo, si la arrojas contra la pared o la amenazas con un hierro candente. Y eso no solo se reduce al cómic occidental ejemplificado en las viñetas de la serie de Dazzler. Un ejemplo más concreto puede darse sin nos vamos a los cómics japoneses, donde se ha edificado toda una industria alrededor del odio hacia la mujer, llevándolo hasta extremos físicamente horribles. En su último libro “Nothing Sacred”, una colección de acertados ensayos crueles, divertidos y críticos, la escritora inglesa Angela Carter describía el shock cultural que le había producido toparse con estas pequeñas joyas de arte del cómic japonés: “A veces, lo que realmente está teniendo lugar en esas viñetas me extraña muchísimo, porque no puedo leer el idioma japonés. Pero cuando he podido leerlo traducido, por lo general es mucho peor de lo que me había imaginado. ¿Por qué no pelea esa chica contra esa pandilla de violadores? Porque antes la han dislocado todos los miembros. ¿Por qué se encuentra esa anciana llorosa en la cama con ese chico con los ojos desorbitados? Ella es su madre, y le está ofreciendo una terapia cruda y en directo a su hijo para poder curarle su persistente voyerismo. ¿De verdad, en serio que eso podría ser el primer plano de un orificio femenino? Sí, claro que lo es. Y estos son cómics que están hechos para ser leídos y para que se diviertan con ellos tanto los niños como los adultos.”
Tío. Estos japoneses están muy locos, ¿no?
Supongo que a los guionistas y dibujantes de los comic-books no se les ha olvidado del todo que existe un movimiento femenino representativo y creciente. Por otra parte, tampoco ha tenido demasiado efecto en el medio, y cuando se ha intentado hacer algo ha faltado entusiasmo, e incluso puede que haya sido francamente perjudicial. El mejor ejemplo de todo esto está representado por ese tipo de personaje de cómic que empezó a aparecer alrededor de 1969/ 1970: el de La Mujer Liberada.
La forma en que los guionistas y dibujantes de cómic aprovecharon la idea de la mujer liberada probablemente se pueda resumir en alguien como la Valquiria, una de las protagonistas de la serie de Los Defensores. Básicamente, ella es una mujer que elude seguir las ordenes de forma enérgica, bramando estridentemente su superioridad femenina y la inutilidad de los débiles y chauvinistas machos, mientras enseña casi todas sus torneadas piernas y viste con un par de copas sobre sus pechos.
El Feminismo al estilo Marvel está representado como algo aterradoramente afilado y poco atractivo. ¿Alguien se acuerda de las “Femizonas” del primer número de la publicación “Para Adultos” de Marvel titulada “Savage Tales”? En él aparecía toda una Sociedad de mujeres militantes psicóticas y violentas, junto con un trasfondo de extraño lesbianismo apenas esbozado. La heroína de la historia era una extravagante mujer con secretos largamente ocultos, desde la época en la que aún existían hombres a los que mirar y para los que se podía cocinar. Dios sabe en qué estaría pensando Stan Lee sobre esta Sociedad cuando estaba escribiendo el argumento, pero después de todo espero que se encuentre bien.
Por supuesto, tampoco es que nosotros lo estemos haciendo tan mal [N. Del T. En ese momento, “Daredevils” estaba publicado por Marvel UK]. Tomemos como ejemplo las caseras fantasías de violación popularizadas por nuestro género de Espada y Brujería. ¿Cuántas veces has abierto una copia de La Espada Salvaje de Conan y te has encontrado con algún bárbaro violando a una flexible bailarina Kothiana encima del heno, ignorando sus débiles y poco animadas quejas, captando las señales que envía su delirante mirada de éxtasis, incluida en una cara esbozada por el dibujante con la intención de demostrar que en realidad no le importa demasiado? De hecho, parece que le guste que la traten de esa forma. Seguro que sí. A cualquiera le divierte ser asaltado sexualmente por un zoquete iletrado lleno de músculos que apesta a grasa de oso. Esa es la idea de pasar una buena noche que tiene la mayoría de personas.
El mensaje de este tipo de relatos es que las mujeres se divierten un montón con la violación, y que aunque digan que “no”, en realidad quieren decir que “sí”. Cuando alguien lee en los periódicos alguna de las asombrosas sentencias dictadas por los jueces que presiden los casos de violación, uno se empieza a preguntar si no les habrán dado para estudiar copias de “Conan, el Violador” durante sus años universitarios. El otro mensaje que parece estar contenido en este material es el de que los verdaderos hombres son muy hábiles bebiendo, convirtiendo a la gente en comida para perros con sus espadas, y atrayendo a las mozas que están en las tabernas.
Parece raro que el creador de Conan, Robert E. Howard, fuese en realidad alguien tan triste y solitario que nunca logró romper el intenso vínculo emocional que le unía a su madre. Cuando ella murió, condujo su coche hasta algún terreno baldío y se reventó los sesos. Conan y todos sus otros héroes eran desvergonzadas fantasías escapistas que representaban lo que realmente le hubiese gustado ser.
Es una lástima que no llegase a invertir sus indudables energías en algo un poco más positivo y saludable. Y todavía parece más lastímero aún que condenase a las siguientes generaciones de fans a repetir una y otra vez sus inseguros y desesperanzados sueños llenos de sexo brutal, esclavitud y violencia descerebrada.
Hubo una época en la que no se podía abrir un cómic editado por cualquier compañía sin encontrarte algún ejemplo embotado y a la antigua usanza de una mujer madura al estilo de la Chica Invisible despotricando sobre lo cerdos y chauvinistas que eran los hombres, o exclamando que no iba a fregar platos nunca más. Esto redujo el feminismo hasta el sinsentido, con unos diálogos escritos por guionistas que no reconocerían a una feminista aunque les atropellase mientras se dirigían a ver “Confessions of a Driving Instructor” (1981).
De todas formas, ahora mismo América se encuentra en pleno resurgimiento agónico de lo que se podría llamar educadamente un “renacimiento moral”, que básicamente significa un retorno a los valores y criterios de 1942, donde había un coche en cada garaje y una calmada mujer en cada cocina. Como resultado, en los cómics actuales no se pueden encontrar demasiadas mujeres arremetiendo con discursos sobre feminismo. Por supuesto, a quien sí que tenemos es a la pobre Ms. Marvel, pero mira lo que le terminó ocurriendo.
Primero fue preñada en contra de su voluntad por su propio hijo, luego perdió todos sus poderes, y a continuación fue arrastrada hasta otra Galaxia junto a la Patrulla-X, tan sólo para ser preñada de nuevo contra su voluntad por unos horrores tan abominables que parecían algo que había sido engendrado en el fregadero de H.R. Giger. No, chicas. Es mejor que os quedéis en casa y que le echéis un buen polvo a vuestro matón habitual. Aunque ciertamente fuese peor en el pasado, el panorama actual que ofrece el cómic protagonizado por mujeres sigue pareciendo bastante sombrío.
Por supuesto hay ciertos focos resplandecientes aquí y allá. Al menos hay unos pocos guionistas masculinos que parecen tener una comprensión elemental sobre las mujeres, y algunas veces incluso son capaces de presentar a un personaje convincente sin resultar ofensivos.
Frank Miller es bastante bueno haciéndolo... lo atestigua uno de sus personajes, Elektra. John Wagner ha sido bastante justo retratando a las mujeres en Juez Dredd. Pero por otra parte, Elektra sigue llevando un precioso vestido ajustado y las jueces femeninas de Mega City One visten como la ensoñadora fantasía de un fetichista del cuero.
No se me ocurre ningún dibujante o guionista masculino que no haya hecho algo ofensivo en un momento u otro. Dudo que haya que mirar más allá de mi propio trabajo para encontrar algunos ejemplos particularmente espeluznantes, probablemente tan malos como cualquiera de los que he descrito hasta ahora. Pero sólo porque todos lo hagamos no significa que sea lo correcto.
Por supuesto, desde la época de Howard han ocurrido muchas cosas que han alterado la forma en que los hombres miran a las mujeres y cómo ven los hombres su relación con ellas. Y que han tenido cierto impacto en el campo de los cómics.
En el próximo número terminaré con este divagante y auto-indulgente desastre echando un vistazo al relativamente pequeño número de mujeres que trabaja en los cómics, incluyendo a Wendy Pini, Mary Jo Duffy, dibujantes underground como Melinda Gebbie, Fanny Tribble y Aline Kominsky, y a todas aquellas que sea capaz de recordar hasta entonces. Después prometo que cerraré la boca y podrás poner boca abajo estas páginas y desplegar las de Fénix Oscura vestida con el uniforme del Club Fuego Infernal. Dales lo que quieren, ese es mi lema.
(Continuará...)
Más Alan Moore en Frog2000:
*** Relato: Especies en Peligro.
*** Relato: ¡Yo fui el doble de Superman!
*** Ensayo: La Venus del Cenagal contra los Anillos de Pene Nazis, parte 1, parte 2, parte 3.
*** Enlace a la entrevista que le realizó Vice Magazine.
Sexismo en los Cómics, parte 2 de 3.
Parte 1.
Chicas Invisibles y Mujeres Fantasma: ¿Hasta dónde hemos llegado? (Invisible Girls and Phantom Ladies: How far have we come?)
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Creo que en el anterior número fuísteis bastante pacientes conmigo mientras esbozaba por encima los variados abusos que este maravilloso negocio de los “funny books” nuestro había ido amontonando sobre sus protagonistas femeninas. Ahora me gustaría hablar más específicamente sobre dicho tema: dar nombres, afrontar los hechos, hablar mal y pronto, apuntar con el dedo y todo lo demás. ¿Os parece bien, chicas y chicos? Bueno, pues entonces comencemos.
Lo que voy a intentar hacer esta vez es desglosar en categorías las diversas formas con que frecuentemente se ha utilizado a la mujer como personaje a lo largo de la historia del cómic. Supongo que la más obvia es la de “Mujer como Decorado”, así que será con ella con la que nos pondremos en marcha.
Casi cualquier personaje femenino de los cómics (con la posible excepción de Mrs. Arbogast, de la serie de Iron Man, y Ma Kent, de Superboy) han sido diseñadas para explotar al máximo su potencial como “pin-up”. Todas tienen piernas largas y esbeltas, caderas ajustadas y torsos que parece que las hubiesen disparado un par de cohetes anti-tanque en la espalda. Todas las caras son condenadamente iguales. Si alguien cogiese y afeitase (por alguna razón que ahora mismo se me escapa por completo) las cabezas de la Chica Invisible, Madame Medusa, Crystal, Alicia, La Bruja Escarlata y Jane Foster, ni sus propias madres serían capaces de distinguirlas.
Por supuesto, también deberíamos considerar el lenguaje corporal. Cuando alguien llamaba a una mujer en un comic-book para que cambiase un fusible, ella acudía con la cabeza echada hacia atrás, los labios entreabiertos y con un brazo extendido en una postura grácil y delicada. Dudo que Supergirl pudiese cambiar la caja de arena de Streaky, el Super-gato, sin tener un aspecto parecido al que tendría si la hubiesen sacado de una obra de las que tenían lugar en los Ziegfeld Follies.
Aún así puede que ahora alguien se pregunte si existía alguna razón comercial para que se hiciesen las cosas de una forma tan curiosa. En efecto, claro que existía. Una buena proporción de los lectores de cómics tenían en ese momento entre doce y trece años y era muy probable que estuviesen a las puertas del Krakatoa glandular conocido como pubertad. Era cuando se empezaban a dar cuenta de que en el colegio, la chica que se sentaba al otro lado del pasillo y a la que se referían tan sólo un año antes como “Pecas” o “Aliento de Hiena”, estaba metamorfoseándose lentamente en alguien a quien mirar desde una perspectiva totalmente diferente.
Todo lo que soy capaz de recordar de mi propia experiencia en este delirante y pesadillesco mundo lleno de acné es que casi cualquier cosa ayuda a la hora de potenciar las trastornadas fantasías de un adolescente. En cuanto a mí estaba loco por Hayley Mills. Todos vosotros, retorcidos demonios que estáis leyéndome, probablemente sentíais los mismo por Spiderwoman. (Vaya personaje más tremendo. “Hmmm. Aquí me encuentro, en mitad de un tiroteo termo-nuclear con Hydra. ¿Qué debería hacer? Ya sé, ¡me tomaré una ducha y durante seis páginas estaré huyendo vestida tan solo con mi albornoz!”)
Aunque bien mirado me parece una actitud tan estúpida como inocua. Después de todo, creo que no hay nada malo en que las mujeres tengan buen aspecto, incluso aunque pasado un tiempo esa interminable sucesión de impecables muñecas Sindy se convierta en nuestra mente en un desfile de carne. No, lo realmente desagradable tiene lugar cuando los dibujantes, los guionistas, los editores y los redactores de los cómics deciden cebar un poco más las fantasías adolescentes. El momento en el que empiezan a servir pequeñas fantasías adultas tan diabólicas como sórdidas como si fuese el menú más apropiado para las mentes en crecimiento de chicos y chicas saludables.
El más popular de estos pecadillos puede ser ese oscuro género llamado bondage. Para aquellos que aún seáis tan jóvenes e inocentes como para pensar que todo lo referente a los adultos procede de una mentalidad estable, os diré que el bondage es el arte de divertirse y entretenerse siendo atado o atando a tus amigos y seres queridos. En el caso de los cómics supone mirar viñetas reproducidas pésimamente de gente que ha sido atada preferentemente en posiciones inusuales y nada confortables. Dios sabe por qué las cosas serán así, pero si este Universo fuese un lugar más benévolo, los ornitorrincos no existirían.
Casi he perdido la cuenta del número de chicas que han aparecido en los cómics durante el último par de años amordazadas y atadas con correas. Recuerdo una historia de Michael Fleischer aparecida en la colección The Brave and the Bold de DC que era particularmente encantadora, donde la por lo general tremendamente capacitada Canario Negro se pasaba casi todo el número atada a una silla y vestida tan sólo con su ropa interior, mientras el villano de la historia pronunciaba un diálogo tan sensible y memorable como “te estás retorciendo muy bellamente, querida”. Lo mismo les ocurría a Dazzler y a Red Sonja con una regularidad alarmante. Si yo fuese un personaje de cómic femenino, llegaría a la conclusión de que me gustaría estar más cómodo en estas situaciones y me pondría tres jerseys encima. Tampoco iría a ningún sitio sin mis tijeras.
Puede que para algunos de vosotros, lo más difícil de aceptar sea que si en alguna de las páginas de un cómic se está representando a una jovencita, estará vistiendo preferentemente con una blusa rasgada, o se encontrará atada, o llevará la blusa rasgada y además estará atada, o estará luchando con otra chica que también llevará puesta una blusa rota, o ella atará a otra chica que viste con los restos de su blusa, o seguro que habrá algún tipo de combinación de blusas, chicas, cuerdas... si un cómic tiene alguna de esas combinaciones, tendrá mayor oportunidad de ser mejor valorado, ¿no os parece algo extraño?
Verás, si revisas una guía de precios del comic-book actual, te podrás encontrar que algunos números tienen unas cifras aterradoramente infladas, además de una breve explicación entre paréntesis de por qué ese número está tan horrendamente sobre-preciado. Si incluye el dibujo de algún artista popular actual puede que indique (Adams) o (Byrne), y si aparece un personaje popular actual puede que señale (primera aparición, Lobezno) o (primera aparición, Elektra). También puede indicar (GGA). (GGA) significa “Good Girl Art” (Dibujo de Chicas Estupendo).
“Good Girl Art” significa cuerdas, blusas, etcétera, etcétera. Algunos ejemplos parecidos se pueden encontrar tanto en Phantom Lady [La Mujer Fantasma], que vestía de forma muy ajustada y era atada en muchas ocasiones, hasta en la “Gata Negra” de Lee Elias, que vestía de forma muy ajustada y era atada en muchas ocasiones, o en The Huntress (La Cazadora), que ídem de ídem.
Los precios han sido establecidos por los vendedores de cómics, y generalmente responden de forma espléndida y nada cínica a la demanda de su público, que en su mayor parte suelen ser adolescentes.
Por supuesto, todavía no hemos acabado con todo este asunto de las mujeres atadas. Después de todo, si además se procede a torturar de alguna forma a la mujer inmovilizada, las cosas se pueden poner todavía más interesantes. Por ejemplo, si la arrojas contra la pared o la amenazas con un hierro candente. Y eso no solo se reduce al cómic occidental ejemplificado en las viñetas de la serie de Dazzler. Un ejemplo más concreto puede darse sin nos vamos a los cómics japoneses, donde se ha edificado toda una industria alrededor del odio hacia la mujer, llevándolo hasta extremos físicamente horribles. En su último libro “Nothing Sacred”, una colección de acertados ensayos crueles, divertidos y críticos, la escritora inglesa Angela Carter describía el shock cultural que le había producido toparse con estas pequeñas joyas de arte del cómic japonés: “A veces, lo que realmente está teniendo lugar en esas viñetas me extraña muchísimo, porque no puedo leer el idioma japonés. Pero cuando he podido leerlo traducido, por lo general es mucho peor de lo que me había imaginado. ¿Por qué no pelea esa chica contra esa pandilla de violadores? Porque antes la han dislocado todos los miembros. ¿Por qué se encuentra esa anciana llorosa en la cama con ese chico con los ojos desorbitados? Ella es su madre, y le está ofreciendo una terapia cruda y en directo a su hijo para poder curarle su persistente voyerismo. ¿De verdad, en serio que eso podría ser el primer plano de un orificio femenino? Sí, claro que lo es. Y estos son cómics que están hechos para ser leídos y para que se diviertan con ellos tanto los niños como los adultos.”
Tío. Estos japoneses están muy locos, ¿no?
Supongo que a los guionistas y dibujantes de los comic-books no se les ha olvidado del todo que existe un movimiento femenino representativo y creciente. Por otra parte, tampoco ha tenido demasiado efecto en el medio, y cuando se ha intentado hacer algo ha faltado entusiasmo, e incluso puede que haya sido francamente perjudicial. El mejor ejemplo de todo esto está representado por ese tipo de personaje de cómic que empezó a aparecer alrededor de 1969/ 1970: el de La Mujer Liberada.
La forma en que los guionistas y dibujantes de cómic aprovecharon la idea de la mujer liberada probablemente se pueda resumir en alguien como la Valquiria, una de las protagonistas de la serie de Los Defensores. Básicamente, ella es una mujer que elude seguir las ordenes de forma enérgica, bramando estridentemente su superioridad femenina y la inutilidad de los débiles y chauvinistas machos, mientras enseña casi todas sus torneadas piernas y viste con un par de copas sobre sus pechos.
El Feminismo al estilo Marvel está representado como algo aterradoramente afilado y poco atractivo. ¿Alguien se acuerda de las “Femizonas” del primer número de la publicación “Para Adultos” de Marvel titulada “Savage Tales”? En él aparecía toda una Sociedad de mujeres militantes psicóticas y violentas, junto con un trasfondo de extraño lesbianismo apenas esbozado. La heroína de la historia era una extravagante mujer con secretos largamente ocultos, desde la época en la que aún existían hombres a los que mirar y para los que se podía cocinar. Dios sabe en qué estaría pensando Stan Lee sobre esta Sociedad cuando estaba escribiendo el argumento, pero después de todo espero que se encuentre bien.
Por supuesto, tampoco es que nosotros lo estemos haciendo tan mal [N. Del T. En ese momento, “Daredevils” estaba publicado por Marvel UK]. Tomemos como ejemplo las caseras fantasías de violación popularizadas por nuestro género de Espada y Brujería. ¿Cuántas veces has abierto una copia de La Espada Salvaje de Conan y te has encontrado con algún bárbaro violando a una flexible bailarina Kothiana encima del heno, ignorando sus débiles y poco animadas quejas, captando las señales que envía su delirante mirada de éxtasis, incluida en una cara esbozada por el dibujante con la intención de demostrar que en realidad no le importa demasiado? De hecho, parece que le guste que la traten de esa forma. Seguro que sí. A cualquiera le divierte ser asaltado sexualmente por un zoquete iletrado lleno de músculos que apesta a grasa de oso. Esa es la idea de pasar una buena noche que tiene la mayoría de personas.
El mensaje de este tipo de relatos es que las mujeres se divierten un montón con la violación, y que aunque digan que “no”, en realidad quieren decir que “sí”. Cuando alguien lee en los periódicos alguna de las asombrosas sentencias dictadas por los jueces que presiden los casos de violación, uno se empieza a preguntar si no les habrán dado para estudiar copias de “Conan, el Violador” durante sus años universitarios. El otro mensaje que parece estar contenido en este material es el de que los verdaderos hombres son muy hábiles bebiendo, convirtiendo a la gente en comida para perros con sus espadas, y atrayendo a las mozas que están en las tabernas.
Parece raro que el creador de Conan, Robert E. Howard, fuese en realidad alguien tan triste y solitario que nunca logró romper el intenso vínculo emocional que le unía a su madre. Cuando ella murió, condujo su coche hasta algún terreno baldío y se reventó los sesos. Conan y todos sus otros héroes eran desvergonzadas fantasías escapistas que representaban lo que realmente le hubiese gustado ser.
Es una lástima que no llegase a invertir sus indudables energías en algo un poco más positivo y saludable. Y todavía parece más lastímero aún que condenase a las siguientes generaciones de fans a repetir una y otra vez sus inseguros y desesperanzados sueños llenos de sexo brutal, esclavitud y violencia descerebrada.
Hubo una época en la que no se podía abrir un cómic editado por cualquier compañía sin encontrarte algún ejemplo embotado y a la antigua usanza de una mujer madura al estilo de la Chica Invisible despotricando sobre lo cerdos y chauvinistas que eran los hombres, o exclamando que no iba a fregar platos nunca más. Esto redujo el feminismo hasta el sinsentido, con unos diálogos escritos por guionistas que no reconocerían a una feminista aunque les atropellase mientras se dirigían a ver “Confessions of a Driving Instructor” (1981).
De todas formas, ahora mismo América se encuentra en pleno resurgimiento agónico de lo que se podría llamar educadamente un “renacimiento moral”, que básicamente significa un retorno a los valores y criterios de 1942, donde había un coche en cada garaje y una calmada mujer en cada cocina. Como resultado, en los cómics actuales no se pueden encontrar demasiadas mujeres arremetiendo con discursos sobre feminismo. Por supuesto, a quien sí que tenemos es a la pobre Ms. Marvel, pero mira lo que le terminó ocurriendo.
Primero fue preñada en contra de su voluntad por su propio hijo, luego perdió todos sus poderes, y a continuación fue arrastrada hasta otra Galaxia junto a la Patrulla-X, tan sólo para ser preñada de nuevo contra su voluntad por unos horrores tan abominables que parecían algo que había sido engendrado en el fregadero de H.R. Giger. No, chicas. Es mejor que os quedéis en casa y que le echéis un buen polvo a vuestro matón habitual. Aunque ciertamente fuese peor en el pasado, el panorama actual que ofrece el cómic protagonizado por mujeres sigue pareciendo bastante sombrío.
Por supuesto hay ciertos focos resplandecientes aquí y allá. Al menos hay unos pocos guionistas masculinos que parecen tener una comprensión elemental sobre las mujeres, y algunas veces incluso son capaces de presentar a un personaje convincente sin resultar ofensivos.
Frank Miller es bastante bueno haciéndolo... lo atestigua uno de sus personajes, Elektra. John Wagner ha sido bastante justo retratando a las mujeres en Juez Dredd. Pero por otra parte, Elektra sigue llevando un precioso vestido ajustado y las jueces femeninas de Mega City One visten como la ensoñadora fantasía de un fetichista del cuero.
No se me ocurre ningún dibujante o guionista masculino que no haya hecho algo ofensivo en un momento u otro. Dudo que haya que mirar más allá de mi propio trabajo para encontrar algunos ejemplos particularmente espeluznantes, probablemente tan malos como cualquiera de los que he descrito hasta ahora. Pero sólo porque todos lo hagamos no significa que sea lo correcto.
Por supuesto, desde la época de Howard han ocurrido muchas cosas que han alterado la forma en que los hombres miran a las mujeres y cómo ven los hombres su relación con ellas. Y que han tenido cierto impacto en el campo de los cómics.
En el próximo número terminaré con este divagante y auto-indulgente desastre echando un vistazo al relativamente pequeño número de mujeres que trabaja en los cómics, incluyendo a Wendy Pini, Mary Jo Duffy, dibujantes underground como Melinda Gebbie, Fanny Tribble y Aline Kominsky, y a todas aquellas que sea capaz de recordar hasta entonces. Después prometo que cerraré la boca y podrás poner boca abajo estas páginas y desplegar las de Fénix Oscura vestida con el uniforme del Club Fuego Infernal. Dales lo que quieren, ese es mi lema.
(Continuará...)
Más Alan Moore en Frog2000:
*** Relato: Especies en Peligro.
*** Relato: ¡Yo fui el doble de Superman!
*** Ensayo: La Venus del Cenagal contra los Anillos de Pene Nazis, parte 1, parte 2, parte 3.
*** Enlace a la entrevista que le realizó Vice Magazine.
domingo, 20 de febrero de 2011
SEXISMO EN LOS COMICS, por Alan Moore 1 (de 3)
Ensayo en tres partes aparecido en The Daredevils 4 a 6 (Marvel UK, 1982). Escrito por Alan Moore. (Traducido por Frog2000)
Sexismo en los Cómics, parte 1 de 3.
Chicas Invisibles y Mujeres Fantasma: ¿Hasta dónde hemos llegado? (Invisible Girls and Phantom Ladies: How far have we come?)
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De acuerdo. Como este es un tema un tanto pegajoso, voy a descubrir mis cartas de inmediato. Soy un viejo hippie liberal y debilucho con la mente hecha polvo y completamente confundida; un tipo que suele comer quiches, salvar a las ballenas, que se considera amigo de la Tierra y está suscrito a Spare Rib, a “The Black One-Parent Gay Catholic Gazette” (la Gaceta de la familia Mono-Parental Negra, Católica y Gay), y a “Animal Welfare against nuking the nazis quarterly” (la publicación Trimestral del Bienestar Animal a Cambio del Bombardeo Nuclear Sobre los Nazis), y si le molesta a alguien, entonces le golpearé alegremente en la cara hasta que su nariz se quede lo suficientemente plana como para echar a correr con ella como si fuese unos patines en línea.
El motivo de que ya me encuentre listo para hacer esta confesión ante la cámara oculta es porque estoy bastante seguro de que después de leer este artículo, muchos de vosotros diréis más o menos sobre mí lo que yo mismo acabo de deciros, por lo que he pensado que me parecía mejor si yo lo hacía primero. Y la razón de que me coloque mi sombrero “Sou-Wester” para prepararme para el torrente de insultos que me va a caer encima, es porque este articulo trata sobre la mujer, y no creo que sea el tema más popular de la actualidad. Hay un par de posibles razones para que las cosas sean así de tristes.
La primera es que un pequeño pero ruidoso porcentaje de feministas está obviamente muy enfadado y tiene la personalidad dañada de forma irreversible. Es un grupo que se abalanza con alegría demencial sobre ejemplos de “sexismo” cada vez más triviales y sin importancia, haciendo declaraciones a la prensa atrozmente retorcidas y generalizadas en plan “todos los hombres son unos violadores”, y por regla general hace muy difícil sentir aprecio alguno por ellas.
El problema surge cuando estas maníacas rabiosas son representadas en los medios de comunicación como una muestra representativa del movimiento a favor de los derechos de la mujer, reforzando de esta manera la imagen del feminismo que la mayoría de los hombres están ansiosos por aceptar como única verdad: un ejército de amazonas “gargolizadas” con el pelo rapado que fuman sin parar cigarrillos marca woodbines, se ganan la vida como obreras de la construcción y tienen un físico que parece un cruce entre el de Popeye y una furgoneta commer.
La otra razón es que a lo largo de los últimos miles de años más o menos, los hombres han disfrutado del privilegio y los beneficios que forman parte integral de haber nacido como género masculino, y suelen ser bastante reacios a cederlos. Los hombres en general son una pandilla bastante insegura y cuando empiezan a sentirse amenazados por algo tienden a responder lanzando sucesivas salvas de desprecio y escarnio, y si eso falla, se niegan a tomarse totalmente en serio el asunto que se esté tratando en ese momento.
Por lo general, incluso aquella gente progresista que opina que la abolición de la esclavitud en América fue positiva parece ponerse histérica y a la defensiva cuando su comida de los domingos se ve amenazada por el Movimiento Feminista. Supongo que si estos caballeros hubiesen sido los propietarios de una plantación sureña, habrían tenido la misma desgana a la hora de renunciar a los placeres derivados de que su criado negro les trajese un julepe de menta a la galería.
Así que de acuerdo, muy bien. Básicamente creo que esa es la situación, y además está oscurecida por un montón de tonterías, de ángulos obtusos y de pensamientos insignificantes por parte de ambas partes. Pero una vez que se dejan atrás todas las malditas mentiras y estadísticas, resulta bastante evidente que tenemos un serio problema entre manos.
Por lo general las mujeres no suelen tener oportunidad alguna de hacer gran cosa, y no sólo en casos tan obvios como el hecho de obtener el mismo salario haciendo el mismo trabajo, y además… ¿quién se va a poner a cuidar al bebé?
Obviamente, todos estos temas son importantes, pero tan sólo son síntomas que han ido creciendo a partir de una enfermedad central, una que afecta a nuestra visión de las mujeres y nuestra forma de tratarlas en nuestra Sociedad, que me parece que desde hace mucho se encuentra orientada hacia lo masculino.
Los medios de comunicación nos muestran cierto número de estereotipos diferentes con los que nos vamos formando nuestras ideas sobre la feminidad. Existe una amplia variedad de muestras diferentes entre sí, y todas son tan agradables al paladar como una langosta con cáncer de piel.
Tenemos a esa especie de chica neumática de delantera desproporcionada, sonriente y con poco cerebro con la que Barbara Windsor se ha forjado toda una carrera. También a las putas masoquistas y serviles popularizadas en las letras de los grupos de heavy-metal y los anuncios de after-shave. Luego están las esclavas del trabajo de ácida lengua que son furcias con el corazón de oro y que aparecen cada semana en la serie “Coronation Street”. También a las indefensas víctimas temblorosas tan generalizadas en películas como “He Knows You´re Alone” (“Sabe que estás sola”, 1982) y “Dressed To Kill” (“Vestida para Matar”, 1980). Criaturas sin ninguna otra razón para existir que ser empujadas contra las moto-sierras de enanos psicópatas travestidos.
Quiero decir, imagínate abrir el Sun todos los días y encontrarte la tercera página adornada con una foto de un espécimen que representase la masculinidad haciendo pucheros y vestido tan sólo con sus calzoncillos. Imagina a hombres desnudos tumbados desgarbadamente sobre el capó de un nuevo modelo de coche en la feria del motor. Imagina tener que escuchar a una sudorosa y repugnante versión femenina de Bernard Manning contando una inacabable ristra de chistes sobre suegros. Claro, la primera vez puede ser muy divertido. Y quizá también la segunda. ¿Pero tres veces?, ¿cuatro? ¿cinco mil veces? ¿Te imaginas viviendo con algo tan insultante durante todos los días de tu vida? No es de extrañar que haya tantas feministas irritadísimas.
Y a su manera, los cómics tienen tanta culpa representando una imagen distorsionada de las mujeres a sus lectores como el resto de medios. Puede que incluso en algunos aspectos sean más culpables. Después de todo, los cómics suelen tener al público más joven como objetivo. Una audiencia que muy bien puede estar viviendo una etapa crítica de su vida, intentando desesperadamente que el mundo en el que se desenvuelven cobre algún sentido.
Por lo general, antes de que conozcan y hablen con alguna mujer real los chavales jóvenes en edad de ir a la escuela tienden a reunirse sólo con personas de su propio género hasta bien entrada su adolescencia. Y para ese momento el daño ya está hecho.
Cuando yo tenía siete años y empecé a leer las series de la familia de cómics de Superman de DC, no tenía ninguna razón para no creer que estuviesen reflejando la vida real. Por supuesto, yo solito fui capaz de descubrir que si alguien intentase saltar por encima de edificios altos de un solo bote, sería bastante probable que se provocara una hernia. Quiero decir, yo no era un completo idiota. Pero dejando todo lo super-heróico a un lado, me imaginaba que era muy probable que la forma que tenían los seres humanos de comportarse en estas tiras era lo suficientemente precisa y cercana a la realidad. Y eso me llevó a formarme un cierto número de conclusiones interesantes a la par que totalmente erróneas.
En primer lugar, sólo los hombres pueden ser héroes. Superman, Batman, Green Arrow… eran personajes que uno podía admirar. Cuando aparecieron los personajes femeninos eran fotocopias pálidas y débiles de sus compañeros masculinos...
Supergirl, Batwoman, Batgirl, la ridícula y oscura Señorita Arrowette… ninguna de ellas podría eclipsar a los Super-Tipos masculinos en cuyas series solían aparecer de pascuas a ramos. Te daban la impresión de que más que nada, eran un recurso puramente cómico.
Miss Arrowette era capaz de reducir a bandas de criminales utilizando una balbuceante tos que les dejaba impotentes mediante el método de envolverlos en nubes de talco gracias a su “Flecha con esponjita de maquillaje”. Batgirl podía deslumbrar a los villanos reflejando los rayos de sol con el espejo que llevaba en su polvera. Supergirl, un ser con un poder parecido al del propio Superman y que podía sacar a planetas de su órbita sin sudar, pasaba su tiempo retozando con el Super-Gato o el Super-Caballo, o quizá enamorándose de los jóvenes de la Ciudad Embotellada de Kandor, que siempre resultaban ser villanos que querían utilizarla para poder vengarse de Superman. Por algún motivo ella no se daba cuenta hasta que era demasiado tarde, sin importar cuántas veces le ocurriese algo parecido. Ni siquiera aunque todos sus novios Kandorianos tuviesen nombres como E-Vill, Nars-Tee y similares.
En segundo lugar, las mujeres que no estaban dotadas con poderes y habilidades especiales siempre actuaban de forma rencorosa, fisgona, traicionera, vanidosa y estaban algo chifladas... y estoy hablando de las que parecían más agradables.
Tomemos a Lois Lane como ejemplo. Es una mujer que para estar hablando de un cómic, la verdad es que tenía un trabajo inusualmente serio para un miembro de su sexo. Es periodista, y lo es desde los días en que las reporteras de noticias eran algo raro e infrecuente. No sólo eso, sino que es una periodista estrella cuya forma de escribir es reconocida y respetada por todo Metropolis, e incluso por todo el mundo libre.
Pero cuando empiezas a pensar de forma realista en un personaje de estas características, te empiezas a imaginar que una mujer que ha llegado tan lejos será alguien capaz, enérgica, fuerte y con una gran capacidad de adaptación, ¿no es cierto? ¿No sería lo opuesto a una persona enamoradiza, chismosa, tonta, vanidosa y propensa a tener accidentes? Claro que debería serlo. Pero obviamente, en aquella época la gente de DC pensaba lo contrario.
En esos cómics retrataban a Lois Lane como una especie de super-groupie superficial y sin cerebro que era capaz de sufrir las humillaciones más extremas con el fin de obtener la atención de Superman. Era tan infeliz que a veces estaba a punto de suicidarse arreglándoselas siempre para caer desde la repisa de un ventanal o un avión, o para que la raptase Luthor.
Constantemente se estaba entrometiendo en la vida de Clark Kent para poder adivinar la identidad secreta de Superman, más de una vez con la esperanza de poder chantajear al hombre de acero, amenazándole con revelar su identidad secreta si no aceptaba casarse con ella.
Incluso podía rebajarse y competir en perversas y degradantes peleas de gatas con su igualmente rival, Lana Lang, con el fin de discernir quién era la propietaria del tierno y dulce Kriptoniano.
Hablando mal y pronto, era un verdadero dolor en el culo, y yo solía sonreír junto con todos los otros pequeños misóginos que leíamos sus aventuras cuando al final de cada historia Superman se burlaba de ella utilizando sus super-poderes y su elemental superioridad masculina, por lo general humillándola públicamente durante el proceso.
Como podéis ver, la impresión general que me hice de las mujeres como especie estaba muy lejos de ser saludable. La única excepción a esta regla general se encontraba en la serie de Wonder Woman, aunque para ser honestos, en realidad no tenía demasiado tiempo para ella.
Al menos Wonder Woman era única porque era un personaje femenino por derecho propio y no sólo alguien que vestía un viejo traje de super-héroe masculino con el que podías verle un poco el pecho. Sin embargo, una vez dicho esto, también te dabas cuenta de que Wonder Woman no era digna de los acompañantes que se podían encontrar entre sus compañeros masculinos.
En sus historias no había ningún “Wonder Boy” con tiara, brazaletes y un lazo que la ayudase en su lucha contra el crimen. Ni tampoco un molesto periodista masculino arrojándose desde el edificio Empire State con la esperanza de que ella se lanzase detrás con su invisible avión robot y lo rescatase.
Además, aunque pensemos que se la había permitido formar parte de la Liga de la Justicia de América, su principal cometido era estar sentada al fondo de la sala silenciosamente y redactar el acta del día como si fuese una becaria temporal que acabase de llegar al grupo. Claramente, desde el primer momento fue una super-ciudadana de segunda clase. Quizá el motivo fuese que solía pasarse demasiado tiempo con sus compinches, las “Holliday Girls”, o atada por su archienemiga, Paula Von Gunter. ¿De quién podía ser la culpa cuando esas eran las circunstancias que rodeaban su vida?
De todos modos, lo único que he hecho hasta ahora es repasar brevemente el problema y ya he llegado a mi límite de palabras en este número. En el próximo me gustaría echar un vistazo un poco más específico y observar detenidamente a las mujeres que aparecen en los cómics, desde Keyhole Kate hasta Elektra. Y también pretendo estudiar la curiosa tendencia de pornografía pre-adolescente conocida como “Good Girl Art” y responder a una importante pregunta: ¿realmente no creéis que Fénix Oscura tan sólo es Minnie the Minx sin su tirachinas? Hasta entonces, seguid enviando vuestro chorreo de cartas y mensajes.
(Continuará)
Sexismo en los Cómics, parte 1 de 3.
Chicas Invisibles y Mujeres Fantasma: ¿Hasta dónde hemos llegado? (Invisible Girls and Phantom Ladies: How far have we come?)
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De acuerdo. Como este es un tema un tanto pegajoso, voy a descubrir mis cartas de inmediato. Soy un viejo hippie liberal y debilucho con la mente hecha polvo y completamente confundida; un tipo que suele comer quiches, salvar a las ballenas, que se considera amigo de la Tierra y está suscrito a Spare Rib, a “The Black One-Parent Gay Catholic Gazette” (la Gaceta de la familia Mono-Parental Negra, Católica y Gay), y a “Animal Welfare against nuking the nazis quarterly” (la publicación Trimestral del Bienestar Animal a Cambio del Bombardeo Nuclear Sobre los Nazis), y si le molesta a alguien, entonces le golpearé alegremente en la cara hasta que su nariz se quede lo suficientemente plana como para echar a correr con ella como si fuese unos patines en línea.
El motivo de que ya me encuentre listo para hacer esta confesión ante la cámara oculta es porque estoy bastante seguro de que después de leer este artículo, muchos de vosotros diréis más o menos sobre mí lo que yo mismo acabo de deciros, por lo que he pensado que me parecía mejor si yo lo hacía primero. Y la razón de que me coloque mi sombrero “Sou-Wester” para prepararme para el torrente de insultos que me va a caer encima, es porque este articulo trata sobre la mujer, y no creo que sea el tema más popular de la actualidad. Hay un par de posibles razones para que las cosas sean así de tristes.
La primera es que un pequeño pero ruidoso porcentaje de feministas está obviamente muy enfadado y tiene la personalidad dañada de forma irreversible. Es un grupo que se abalanza con alegría demencial sobre ejemplos de “sexismo” cada vez más triviales y sin importancia, haciendo declaraciones a la prensa atrozmente retorcidas y generalizadas en plan “todos los hombres son unos violadores”, y por regla general hace muy difícil sentir aprecio alguno por ellas.
El problema surge cuando estas maníacas rabiosas son representadas en los medios de comunicación como una muestra representativa del movimiento a favor de los derechos de la mujer, reforzando de esta manera la imagen del feminismo que la mayoría de los hombres están ansiosos por aceptar como única verdad: un ejército de amazonas “gargolizadas” con el pelo rapado que fuman sin parar cigarrillos marca woodbines, se ganan la vida como obreras de la construcción y tienen un físico que parece un cruce entre el de Popeye y una furgoneta commer.
La otra razón es que a lo largo de los últimos miles de años más o menos, los hombres han disfrutado del privilegio y los beneficios que forman parte integral de haber nacido como género masculino, y suelen ser bastante reacios a cederlos. Los hombres en general son una pandilla bastante insegura y cuando empiezan a sentirse amenazados por algo tienden a responder lanzando sucesivas salvas de desprecio y escarnio, y si eso falla, se niegan a tomarse totalmente en serio el asunto que se esté tratando en ese momento.
Por lo general, incluso aquella gente progresista que opina que la abolición de la esclavitud en América fue positiva parece ponerse histérica y a la defensiva cuando su comida de los domingos se ve amenazada por el Movimiento Feminista. Supongo que si estos caballeros hubiesen sido los propietarios de una plantación sureña, habrían tenido la misma desgana a la hora de renunciar a los placeres derivados de que su criado negro les trajese un julepe de menta a la galería.
Así que de acuerdo, muy bien. Básicamente creo que esa es la situación, y además está oscurecida por un montón de tonterías, de ángulos obtusos y de pensamientos insignificantes por parte de ambas partes. Pero una vez que se dejan atrás todas las malditas mentiras y estadísticas, resulta bastante evidente que tenemos un serio problema entre manos.
Por lo general las mujeres no suelen tener oportunidad alguna de hacer gran cosa, y no sólo en casos tan obvios como el hecho de obtener el mismo salario haciendo el mismo trabajo, y además… ¿quién se va a poner a cuidar al bebé?
Obviamente, todos estos temas son importantes, pero tan sólo son síntomas que han ido creciendo a partir de una enfermedad central, una que afecta a nuestra visión de las mujeres y nuestra forma de tratarlas en nuestra Sociedad, que me parece que desde hace mucho se encuentra orientada hacia lo masculino.
Los medios de comunicación nos muestran cierto número de estereotipos diferentes con los que nos vamos formando nuestras ideas sobre la feminidad. Existe una amplia variedad de muestras diferentes entre sí, y todas son tan agradables al paladar como una langosta con cáncer de piel.
Tenemos a esa especie de chica neumática de delantera desproporcionada, sonriente y con poco cerebro con la que Barbara Windsor se ha forjado toda una carrera. También a las putas masoquistas y serviles popularizadas en las letras de los grupos de heavy-metal y los anuncios de after-shave. Luego están las esclavas del trabajo de ácida lengua que son furcias con el corazón de oro y que aparecen cada semana en la serie “Coronation Street”. También a las indefensas víctimas temblorosas tan generalizadas en películas como “He Knows You´re Alone” (“Sabe que estás sola”, 1982) y “Dressed To Kill” (“Vestida para Matar”, 1980). Criaturas sin ninguna otra razón para existir que ser empujadas contra las moto-sierras de enanos psicópatas travestidos.
Quiero decir, imagínate abrir el Sun todos los días y encontrarte la tercera página adornada con una foto de un espécimen que representase la masculinidad haciendo pucheros y vestido tan sólo con sus calzoncillos. Imagina a hombres desnudos tumbados desgarbadamente sobre el capó de un nuevo modelo de coche en la feria del motor. Imagina tener que escuchar a una sudorosa y repugnante versión femenina de Bernard Manning contando una inacabable ristra de chistes sobre suegros. Claro, la primera vez puede ser muy divertido. Y quizá también la segunda. ¿Pero tres veces?, ¿cuatro? ¿cinco mil veces? ¿Te imaginas viviendo con algo tan insultante durante todos los días de tu vida? No es de extrañar que haya tantas feministas irritadísimas.
Y a su manera, los cómics tienen tanta culpa representando una imagen distorsionada de las mujeres a sus lectores como el resto de medios. Puede que incluso en algunos aspectos sean más culpables. Después de todo, los cómics suelen tener al público más joven como objetivo. Una audiencia que muy bien puede estar viviendo una etapa crítica de su vida, intentando desesperadamente que el mundo en el que se desenvuelven cobre algún sentido.
Por lo general, antes de que conozcan y hablen con alguna mujer real los chavales jóvenes en edad de ir a la escuela tienden a reunirse sólo con personas de su propio género hasta bien entrada su adolescencia. Y para ese momento el daño ya está hecho.
Cuando yo tenía siete años y empecé a leer las series de la familia de cómics de Superman de DC, no tenía ninguna razón para no creer que estuviesen reflejando la vida real. Por supuesto, yo solito fui capaz de descubrir que si alguien intentase saltar por encima de edificios altos de un solo bote, sería bastante probable que se provocara una hernia. Quiero decir, yo no era un completo idiota. Pero dejando todo lo super-heróico a un lado, me imaginaba que era muy probable que la forma que tenían los seres humanos de comportarse en estas tiras era lo suficientemente precisa y cercana a la realidad. Y eso me llevó a formarme un cierto número de conclusiones interesantes a la par que totalmente erróneas.
En primer lugar, sólo los hombres pueden ser héroes. Superman, Batman, Green Arrow… eran personajes que uno podía admirar. Cuando aparecieron los personajes femeninos eran fotocopias pálidas y débiles de sus compañeros masculinos...
Supergirl, Batwoman, Batgirl, la ridícula y oscura Señorita Arrowette… ninguna de ellas podría eclipsar a los Super-Tipos masculinos en cuyas series solían aparecer de pascuas a ramos. Te daban la impresión de que más que nada, eran un recurso puramente cómico.
Miss Arrowette era capaz de reducir a bandas de criminales utilizando una balbuceante tos que les dejaba impotentes mediante el método de envolverlos en nubes de talco gracias a su “Flecha con esponjita de maquillaje”. Batgirl podía deslumbrar a los villanos reflejando los rayos de sol con el espejo que llevaba en su polvera. Supergirl, un ser con un poder parecido al del propio Superman y que podía sacar a planetas de su órbita sin sudar, pasaba su tiempo retozando con el Super-Gato o el Super-Caballo, o quizá enamorándose de los jóvenes de la Ciudad Embotellada de Kandor, que siempre resultaban ser villanos que querían utilizarla para poder vengarse de Superman. Por algún motivo ella no se daba cuenta hasta que era demasiado tarde, sin importar cuántas veces le ocurriese algo parecido. Ni siquiera aunque todos sus novios Kandorianos tuviesen nombres como E-Vill, Nars-Tee y similares.
En segundo lugar, las mujeres que no estaban dotadas con poderes y habilidades especiales siempre actuaban de forma rencorosa, fisgona, traicionera, vanidosa y estaban algo chifladas... y estoy hablando de las que parecían más agradables.
Tomemos a Lois Lane como ejemplo. Es una mujer que para estar hablando de un cómic, la verdad es que tenía un trabajo inusualmente serio para un miembro de su sexo. Es periodista, y lo es desde los días en que las reporteras de noticias eran algo raro e infrecuente. No sólo eso, sino que es una periodista estrella cuya forma de escribir es reconocida y respetada por todo Metropolis, e incluso por todo el mundo libre.
Pero cuando empiezas a pensar de forma realista en un personaje de estas características, te empiezas a imaginar que una mujer que ha llegado tan lejos será alguien capaz, enérgica, fuerte y con una gran capacidad de adaptación, ¿no es cierto? ¿No sería lo opuesto a una persona enamoradiza, chismosa, tonta, vanidosa y propensa a tener accidentes? Claro que debería serlo. Pero obviamente, en aquella época la gente de DC pensaba lo contrario.
En esos cómics retrataban a Lois Lane como una especie de super-groupie superficial y sin cerebro que era capaz de sufrir las humillaciones más extremas con el fin de obtener la atención de Superman. Era tan infeliz que a veces estaba a punto de suicidarse arreglándoselas siempre para caer desde la repisa de un ventanal o un avión, o para que la raptase Luthor.
Constantemente se estaba entrometiendo en la vida de Clark Kent para poder adivinar la identidad secreta de Superman, más de una vez con la esperanza de poder chantajear al hombre de acero, amenazándole con revelar su identidad secreta si no aceptaba casarse con ella.
Incluso podía rebajarse y competir en perversas y degradantes peleas de gatas con su igualmente rival, Lana Lang, con el fin de discernir quién era la propietaria del tierno y dulce Kriptoniano.
Hablando mal y pronto, era un verdadero dolor en el culo, y yo solía sonreír junto con todos los otros pequeños misóginos que leíamos sus aventuras cuando al final de cada historia Superman se burlaba de ella utilizando sus super-poderes y su elemental superioridad masculina, por lo general humillándola públicamente durante el proceso.
Como podéis ver, la impresión general que me hice de las mujeres como especie estaba muy lejos de ser saludable. La única excepción a esta regla general se encontraba en la serie de Wonder Woman, aunque para ser honestos, en realidad no tenía demasiado tiempo para ella.
Al menos Wonder Woman era única porque era un personaje femenino por derecho propio y no sólo alguien que vestía un viejo traje de super-héroe masculino con el que podías verle un poco el pecho. Sin embargo, una vez dicho esto, también te dabas cuenta de que Wonder Woman no era digna de los acompañantes que se podían encontrar entre sus compañeros masculinos.
En sus historias no había ningún “Wonder Boy” con tiara, brazaletes y un lazo que la ayudase en su lucha contra el crimen. Ni tampoco un molesto periodista masculino arrojándose desde el edificio Empire State con la esperanza de que ella se lanzase detrás con su invisible avión robot y lo rescatase.
Además, aunque pensemos que se la había permitido formar parte de la Liga de la Justicia de América, su principal cometido era estar sentada al fondo de la sala silenciosamente y redactar el acta del día como si fuese una becaria temporal que acabase de llegar al grupo. Claramente, desde el primer momento fue una super-ciudadana de segunda clase. Quizá el motivo fuese que solía pasarse demasiado tiempo con sus compinches, las “Holliday Girls”, o atada por su archienemiga, Paula Von Gunter. ¿De quién podía ser la culpa cuando esas eran las circunstancias que rodeaban su vida?
De todos modos, lo único que he hecho hasta ahora es repasar brevemente el problema y ya he llegado a mi límite de palabras en este número. En el próximo me gustaría echar un vistazo un poco más específico y observar detenidamente a las mujeres que aparecen en los cómics, desde Keyhole Kate hasta Elektra. Y también pretendo estudiar la curiosa tendencia de pornografía pre-adolescente conocida como “Good Girl Art” y responder a una importante pregunta: ¿realmente no creéis que Fénix Oscura tan sólo es Minnie the Minx sin su tirachinas? Hasta entonces, seguid enviando vuestro chorreo de cartas y mensajes.
(Continuará)
miércoles, 16 de febrero de 2011
otro blog de descarga de música DIFERENTE!!
DOWN N´ROLL es un blogazo en el que hay mogollón de singles ripeados e imposibles de conseguir: Pleasure Fuckers, Cerebros Exprimidos, Sudor, Bellrays y otro centenar de grupos (tanto extranjeros como de la Península) que inventaron el underground en su momento o lo están haciendo ahora mismo. También discos que puede que te pasasen desapercibidos cuando se editaron (como el "Fuzz Machine" del legendario Boris Sudjovic, que en cuanto lo escuché,inmediatamente estaba buscándolo en vinilo). ¿Y dónde se podía catar antes, ya que tu tarado amigo coleccionista no te lo dejaba de ninguna manera, ese 7" de Motociclón que no te pudiste comprar porque estabas a dos velas?
De verdad, me ha alegrado el día encontrar este cacho blog! Para esto sirve (y seguirá haciéndolo) la red, por mucho que les joda a los ladrones de siempre.
martes, 15 de febrero de 2011
FELT LETTERS - 600.000 BANDS
¡YO FUI EL DOBLE DE SUPERMAN!, por Alan Moore
¡YO FUI EL DOBLE DE SUPERMAN!
Por Alan Moore. Ilustrado por Bob Wakelin. Publicado en Superman hardcover Annual 1985, UK. Traducido por Frog2000.
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¿Vamos, compañero?
¿A dónde? Amigo, quizá deberías hablar un poco más claro, no sé a qué...
¿Al Daily Planet? ¿El edificio del periódico?
Claro, seguro. Sube.
Eres un turista, ¿no es cierto? No me digas más, amigo. ¡Ya te lo digo yo! Tengo instinto para estas cosas, un instinto desarrollado durante todos estos años trabajando como conductor de taxis. En cuanto te vi ahí plantado encima del bordillo, lo supe: “Vale, ese tío es un turista.” Es como una percepción extra-sensorial que tengo, ¿sabes a lo que me refiero? Y si quieres ir al Daily Planet, esa es la clave. Quiero decir, ninguno de los que vivimos en Metrópolis queremos ir a ver el Daily Planet. Es un pedazo de basura. La culpa de que los forasteros siempre quieran ir a ver el edificio del Planet la tiene todas esas cosas que publican sobre Superman. ¿Y quién lo necesita?
¿Superman? Sí, claro. La verdad es que conozco a ese tío bastante bien. Me debe un par de favores. Pero no puedo entrar en detalles, porque.. bah, qué diablos. Al menos nos llevará como media hora llegar al Planet, y eso aunque coja la Ruta Especial Secreta para taxistas. Creo que como tengo tiempo suficiente te voy a poder contar la historia. Pero escucha, tendrás que guardar el secreto o si no un par de agentes de la C.I.A. podrían visitarte para ponerte al día. Y te aseguro que esto no son tonterías.
Verás, el gran secreto sobre Superman que se supone que nadie debería conocer es que en realidad es un debilucho. Quiero decir, estás hablando con alguien que conoce bien a ese tío, ¿de acuerdo? Me refiero a que no... ni me lo preguntes, ya te lo digo yo. Pero, espera, ¿qué estaba diciendo? Perdona un segundo... ¿te importa si apago el taxímetro? Creo que será más barato para los dos. ¿No te importa? Estupendo, y ahora, ¿por dónde iba...?
Ah, claro, te estaba contando lo endeble que es Superman en el mundo real, donde no pueden usar fotografías que lo hagan parecer más duro de lo que es. En primer lugar, en el mundo real Superman tan sólo mide un metro y sesenta centímetros. Quiero decir, yo mido un metro setenta y cuando lo conocí lo estaba mirando desde arriba. No te estoy diciendo que sea un debilucho porque sea pequeño, entiéndeme. Me refiero a que hay muchas personas como yo, pequeñas pero enérgicas, gente que somos bastante duros a la hora de pelear. En realidad, me parece que lo que hace que Superman parezca tan enclenque en la vida real es su voz. Ya sabes, tiene como un tono finolis y chirriante al estilo del de Mickey Mouse. Cuando hablas con él tienes que hacer todo lo posible para no soltar la carcajada. De hecho, cuando el Gobierno me preguntó si podía hacer de doble de Superman, de inmediato se me ocurrió que la voz iba a ser lo más difícil de imitar de todo...
¿Eh? Si, has oído bien. Eso es lo que te acabo de decir. El Gobierno me preguntó a mí, Hermann Schwartz, si podía hacer de doble del Hombre de Acero. Era un problema de Seguridad Nacional, así que, ¿cómo iba a poder negarme?
Todo empezó un día normal, ¿vale? Estaba conduciendo mi taxi tranquilamente cuando de repente dos agentes de la C.I.A. me hicieron señales para que parase y se metieron dentro del vehículo. De inmediato supe que eran de la C.I.A., porque yo mismo había estado en la C.I.A. antes, y me conozco bien todas las señales secretas que utilizan. Pero esa es otra historia...
De todas formas... esos dos tíos se subieron a mi taxi y lo siguiente que supe es que uno de ellos estaba empuñando una pistola y me la estaba clavando en la oreja mientras me decía que condujera hasta un sitio que, me temo, no te puedo desvelar. Así que ahí estaba yo, sentado con una pistola dentro de mis oídos, ¿de acuerdo? Pensé en utilizar el poco karate que había aprendido de mi colega Bruce Lee, pero me dije ¿qué demonios? Decidí seguir a esos dos gorilas en vez de romperles el cuello con un solo movimiento de mano. Porque verás, en ese momento ya me había entrado la curiosidad. Me recuerda a lo que Frank Sinatra solía decir sobre mí: "¡este Hermann! Cuando muerde algo, no hay quien haga que lo suelte!”
Por lo que conduje hasta ese lugar que no puedo ni nombrarte y me llevaron hasta una gran habitación que se encontraba en un sótano. Cuando pude ver quién me estaba esperando, al principio no me lo podía ni creer. Allí estaba un tío que pude reconocer de la época que había estado trabajando para la Agencia. Era el jefazo de la C.I.A. Cerca de él se encontraba Ronald Reagan. Así es. El Presidente de los Estados Unidos estaba esperándome sentado, a mí... ¡a Hermann Schwartz, de Brooklyn!
La verdad es que en los viejos tiempos, mientras estuve trabajando de extra en Hollywood y él se estaba labrando su carrera actuando como vaquero de película, ya le había enseñado un par de trucos, así que eramos como una especie de viejos amigos. Y aún así me pareció toda una sorpresa. Al lado de Ronald Reagan estaba Superman.
Sólo con mirarlo me dí cuenta de que algo marchaba muy mal.
Para empezar estaba sentado hecho un ovillo en la silla. Para continuar estaba llorando y gimoteando con esa pequeña vocecita suya. Tercero, estaba abrazando un osito de peluche rosa. Te lo digo en serio, de inmediato pude darme cuenta de lo que estaba ocurriendo.
“¡Dios Mío!", le dije el Presidente Reagan, “¡Superman se ha vuelto majara!” El Presidente meneó su cabeza. “Lleva mucho tiempo de esta forma, Hermann. Estamos intentando mantenerle todo lo relajado que podemos. ¿Conoces todas esas historias sobre la Kryptonita Roja y de cómo hace que Superman se comporte de una forma imprevisible? Bueno, entre tú y yo, todo eso es una invención. No existe nada parecido a la Kryptonita Roja, pero necesitábamos una explicación para todas esas cosas raras que suele hacer Superman cuando tiene una de sus recaídas nerviosas, que es cada dos o tres meses. Si alguien le descubre rondando por Metrópolis y vistiendo con un traje de bailarina de ballet y aletas de hombre-rana, entonces le pasamos al Daily Planet una historia sobre la Kryptonita Roja y nadie sospecha cuál es la verdad, que es que el Hombre de Acero está completamente chiflado.”
Aunque estaba sentado allí mismo en ese sitio mirándolo, la verdad es que no me podía creer lo que estaba escuchando. Si no hubiese sido el propio presidente el que me lo estaba diciendo, me hubiese reído en su propia cara. Pero justo estaba frente a los hechos... Super-Esquizofrénico estaba ahí sentado, mascando la oreja del osito de peluche y lloriqueando sobre su propia capa. Me hizo sentir mal tan sólo con mirarlo. Respiré profundamente y empecé a hablar.
“Ron, dímelo de la forma más llana posible. ¿Dónde encajo yo en toda esta locura?”. Le lancé la pregunta de sopetón y directamente me contestó:
“Hermann, Metrópolis se encuentra en grave peligro. Nos han llegado noticias de que Brainiac quiere encoger la ciudad entera con un rayo especial y meterla en una botella de soda. Por lo general esperamos a que Superman lo detenga antes de que nos haga algún daño. Verás, Brainiac teme tanto a Superman que normalmente se acobarda sin comprobar si Superman es realmente alguien tan duro como para poder encargarse de él. Es como una ventaja psicológica.”
“Pero esta vez, de algún modo Brainiac se ha enterado del verdadero estado de Superman y no nos lo va a poner fácil. Y aunque hemos intentando explicar el problema a esta gran zona catastrófica azul...” (En ese momento, el Presidente se puso de pie y le pegó a Superman una patada en la pierna que le hizo llorar) “...todo lo que hace es sentarse y berrear. Lo que necesitamos, Hermann, ¡es un doble de Superman!”
Jadeé. Empecé a darme cuenta de lo que estaba pasando. Verás, todo esto estaba relacionado con algo que la gente me ha ido comentado a lo largo de todos estos años... el hecho de que Superman y yo seamos tan parecidos que podríamos ser incluso gemelos. Claro, sé que no me parezco en nada a todas esas fotos publicitarias de Superman que se pueden ver por todas partes, pero es que nadie se podría parecer a él. Nadie de la vida real, me refiero. De todas formas, por cortar un poco con lo que es una larga historia, el Presidente me contó que habían estado buscando una larga lista de nombres en el ordenador del Pentágono para poder encontrar al macho americano que resultase más adecuado para el trabajo de hacer de doble de Super-Flojo. Y cuando la cinta que emitía la máquina dio la vuelta y llegó hasta el final, Hermann Schwartz fue el nombre que encabezaba la lista. Pero ya me lo imaginaba. Eramos tan parecidos que resultaba increíble.
De todos modos había que pulir un par de cosas. Una era que tenía que aprender a hablar con esa voz tan cómica. Me llevaría horas de práctica. El siguiente gran escollo era el hecho de que yo no tenía Super-Poderes. Pero finalmente resultó que no había ningún problema. Verás, Superman tiene una enorme máquina oculta en su Fortaleza del Círculo Ártico, lista para ser usada y con la capacidad de otorgar super-poderes a la gente. Y antes de que digas algo, ya sé lo que estarás pensando. Seguro que estás pensando: “Si Superman tiene una máquina que puede darle Super-Poderes a la gente, ¿por qué el Ejército no la usa con nuestros soldados para que puedan volar alrededor del mundo sin montar en aviones y vencer a cualquiera que no nos guste en pleno día?
Bueno, resulta que esa máquina sólo funciona con, quizá, una persona de entre cada seis billones. Tan sólo fue pura suerte que yo fuese el único tío entre seis billones con el que la máquina funcionó tan bien. Es una locura, lo sé, pero de todos modos utilizaron la máquina conmigo y ¡whizz!, ¡obtuve super-poderes!
¿Y cómo supones que te pueden hacer sentir? Escucha, colega, no podría ni empezar a describírtelo. La verdad es que no quiero ofenderte, porque pareces un tío bastante manso y humilde. También pareces tener un problema con la vista. Un tío como tú no podría entender nunca cómo es saltar altos edificios de un solo salto. De todas formas sí que te puedo comentar que me lo pasé muy bien con la visión de Rayos-X. Pero me estoy saliendo de la historia. ¿Por dónde iba? Ah, claro. Brainiac quería encoger Metrópolis.
Bueno, estaba un sábado por la tarde dándome una vuelta con el taxi cuando me llegó un aviso codificado especial desde la Central (siempre tengo la radio del coche encendida). Era un mensaje que sólo podía entender yo. Así que directamente aparqué el taxi en la acera y salí a toda pastilla. Empecé a buscar una cabina de teléfonos donde pudiese ponerme el traje. ¿Que si eso es un problema? Te apuesto a que sí que lo es. Todas las cabinas estaban ocupadas. Quiero decir, ¿te lo puedes creer? Normalmente lo que hago es utilizar mi super-velocidad para cambiarme de ropa en mitad de la calle, tan rápido que nadie es capaz de verme. De hecho, lo hago tan rápido que incluso tengo tiempo para comprarme un periódico y rellenar el crucigrama mientras me estoy cambiando. ¿Que eso es muy rápido? Escucha, colega, olvídalo. Así que ahí estaba yo, ¿vale? Con mi traje de Superman. Entonces, con una especie de voz de falsete de dibujos animados empecé a chillar: “¡Arriba, Arriba y Fueeeera!”
Todo el mundo se dio la vuelta y se quedó maravillado. Dijeron: “¡Gasp! ¡Mira, es Superman!” Pero yo ya estaba lanzándome hacia el cielo, tan rápido como una bala. Nunca había visto a ese tío, Brainiac, pero sería mejor que tuviese cuidado conmigo. Ahora no estaba tratando con Superman. ¡Lo hacía con Hermann Schwartz! Así que en menos de un segundo y medio llegué hasta el espacio exterior. Usé mi visión telescópica para descubrir cómo ese tío, Brainiac, enfilaba hacia la Tierra desde algún lugar cercano a Andrómeda. Me fijé y no podía creérmelo: ¡el tío tenía a todo un ejército de su lado! Había como siete millones de naves espaciales y todas se estaban dirigiendo hacia donde yo estaba en ese momento. Decidí que lo mejor sería equilibrar un poco la balanza.
Lo primero que hice fue flexionar mínimamente el bíceps de mi brazo derecho. Puede que no te parezca gran cosa, pero la onda expansiva fue lo suficientemente poderosa como para dejar destrozadas un millón de naves de la flota enemiga. Lo siguiente fue aclarar mi garganta. Las vibraciones sónicas resultantes convirtieron inmediatamente en polvo a tres millones de naves de la Armada enemiga. Finalmente, me dispuse a jugar el partido definitivo. Lo que hice fue ponerme a escuchar lo más fuerte posible. Ya sabrás que Superman es tan poderoso que todo lo que tiene que hacer es escuchar firmemente a alguien y éste termina por desintegrarse. De todas formas, otro par de millones de naves hicieron ¡Kablooey! gracias a la potencia de esa maniobra, así que tan sólo quedamos Brainiac, dentro de su super-indestructible buque insignia de guerra, y yo. Pero ahora tenía la intención de quitarme los guantes de seda. ¡A partir de ese momento ya no iba a seguir siendo más míster Educación! Sin restricciones de ningún tipo cogí y simplemente aplasté el muro de su nave e hice pedazos a ese tío. De forma literal. Ya, ya sé que el verdadero Superman tiene un código que le obliga a no matar cosas, ¿no? Bueno, yo tan sólo era su doble y de todas formas había oído decir que Brainiac era una especie de robot, así que en realidad no estaba vivo de verdad, ¿no es cierto? Por lo que después de “desconectarlo” lo reduje a polvo con mi visión calorífica y luego utilicé mi super-aliento para soplar sus cenizas hasta algún lugar cercano a Plutón. Supongo que eso le enseñaría quién era el jefe.
Todo había acabado. Volví a la Tierra y me comunicaron que el verdadero Superman se había recuperado ligeramente, con lo que me refiero a que era capaz de decir cuál era la diferencia entre un alimento y un mueble, y que también podría ponerse su uniforme por sí sólo sin recibir ninguna ayuda. Yo ya no era necesario, pero Ron y la C.I.A. estaban tan agradecidos que me permitieron quedarme con los super-poderes como agradecimiento. Eso sí, no te puedo prometer que no los vaya a utilizar para mi propio provecho... Si, así es, sigo teniendo esos super-poderes. Por eso soy tan buen taxista... puedo usar mi super-oído para captar por adelantado los anuncios sobre cómo está la circulación, y mi visión de Rayos-X y telescópica me permiten saber dónde está más embarullado el tráfico. Claro, a veces me viene muy bien.
De todas formas ya hemos llegado. El Daily Planet. No es mucho más que un sitio donde poder hacer turismo, pero... Oh, ¿así que trabajas aquí? Espera, ¡si te conozco! ¡Sabía que había visto tu cara en algún sitio! Eres ese tío, Kent Clark, ¿no? El colega reportero de Superman, ¿verdad? Lo he sabido todo el tiempo. Por eso te estaba tomando el pelo con esta historia. Sabía que serías el tipo de persona que sabría captar una broma. Los tíos como tú siempre aprecian una buena historia. Eh... De todas formas ha sido todo un placer llevarle en mi taxi, Señor Clark. Serán veintisiete dólares y ochenta centavos, pero sabiendo quien es usted lo dejaremos en veintisiete... ¿Qué? ¿qué es ilegal? ¿Que apagar mi taxímetro es ilegal? ¿Qué estás intentando insinuar, cuatro ojos? ¿Qué? ¿Que no tengo ningún título legal con el que pueda cobrar ningún dinero? ¡Tienes que estar tomándome el pelo! Hey ¿Pero a dónde vas?
Párate ahí mismo, colega, ¡o si no te dejaré las marcas de las ruedas por encima! ¡Te lo digo en serio! ¡Sí, tú! ¡Te estoy hablando a ti! ¡No te lo voy a advertir dos veces! ¡Qué te parece! Coge y se va. Ese reportero mandamás y tacaño. Supongo que no tiene ningún sentido del humor. Ojalá le hubiese reconocido antes. En su lugar podría haberle dado mi novela y ganarme el premio Nobel. Oh, bueno, ¡no siempre voy a poder salirme con la mía!
*** Anteriormente: Especies en Peligro, por Alan Moore.
Por Alan Moore. Ilustrado por Bob Wakelin. Publicado en Superman hardcover Annual 1985, UK. Traducido por Frog2000.
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¿Vamos, compañero?
¿A dónde? Amigo, quizá deberías hablar un poco más claro, no sé a qué...
¿Al Daily Planet? ¿El edificio del periódico?
Claro, seguro. Sube.
Eres un turista, ¿no es cierto? No me digas más, amigo. ¡Ya te lo digo yo! Tengo instinto para estas cosas, un instinto desarrollado durante todos estos años trabajando como conductor de taxis. En cuanto te vi ahí plantado encima del bordillo, lo supe: “Vale, ese tío es un turista.” Es como una percepción extra-sensorial que tengo, ¿sabes a lo que me refiero? Y si quieres ir al Daily Planet, esa es la clave. Quiero decir, ninguno de los que vivimos en Metrópolis queremos ir a ver el Daily Planet. Es un pedazo de basura. La culpa de que los forasteros siempre quieran ir a ver el edificio del Planet la tiene todas esas cosas que publican sobre Superman. ¿Y quién lo necesita?
¿Superman? Sí, claro. La verdad es que conozco a ese tío bastante bien. Me debe un par de favores. Pero no puedo entrar en detalles, porque.. bah, qué diablos. Al menos nos llevará como media hora llegar al Planet, y eso aunque coja la Ruta Especial Secreta para taxistas. Creo que como tengo tiempo suficiente te voy a poder contar la historia. Pero escucha, tendrás que guardar el secreto o si no un par de agentes de la C.I.A. podrían visitarte para ponerte al día. Y te aseguro que esto no son tonterías.
Verás, el gran secreto sobre Superman que se supone que nadie debería conocer es que en realidad es un debilucho. Quiero decir, estás hablando con alguien que conoce bien a ese tío, ¿de acuerdo? Me refiero a que no... ni me lo preguntes, ya te lo digo yo. Pero, espera, ¿qué estaba diciendo? Perdona un segundo... ¿te importa si apago el taxímetro? Creo que será más barato para los dos. ¿No te importa? Estupendo, y ahora, ¿por dónde iba...?
Ah, claro, te estaba contando lo endeble que es Superman en el mundo real, donde no pueden usar fotografías que lo hagan parecer más duro de lo que es. En primer lugar, en el mundo real Superman tan sólo mide un metro y sesenta centímetros. Quiero decir, yo mido un metro setenta y cuando lo conocí lo estaba mirando desde arriba. No te estoy diciendo que sea un debilucho porque sea pequeño, entiéndeme. Me refiero a que hay muchas personas como yo, pequeñas pero enérgicas, gente que somos bastante duros a la hora de pelear. En realidad, me parece que lo que hace que Superman parezca tan enclenque en la vida real es su voz. Ya sabes, tiene como un tono finolis y chirriante al estilo del de Mickey Mouse. Cuando hablas con él tienes que hacer todo lo posible para no soltar la carcajada. De hecho, cuando el Gobierno me preguntó si podía hacer de doble de Superman, de inmediato se me ocurrió que la voz iba a ser lo más difícil de imitar de todo...
¿Eh? Si, has oído bien. Eso es lo que te acabo de decir. El Gobierno me preguntó a mí, Hermann Schwartz, si podía hacer de doble del Hombre de Acero. Era un problema de Seguridad Nacional, así que, ¿cómo iba a poder negarme?
Todo empezó un día normal, ¿vale? Estaba conduciendo mi taxi tranquilamente cuando de repente dos agentes de la C.I.A. me hicieron señales para que parase y se metieron dentro del vehículo. De inmediato supe que eran de la C.I.A., porque yo mismo había estado en la C.I.A. antes, y me conozco bien todas las señales secretas que utilizan. Pero esa es otra historia...
De todas formas... esos dos tíos se subieron a mi taxi y lo siguiente que supe es que uno de ellos estaba empuñando una pistola y me la estaba clavando en la oreja mientras me decía que condujera hasta un sitio que, me temo, no te puedo desvelar. Así que ahí estaba yo, sentado con una pistola dentro de mis oídos, ¿de acuerdo? Pensé en utilizar el poco karate que había aprendido de mi colega Bruce Lee, pero me dije ¿qué demonios? Decidí seguir a esos dos gorilas en vez de romperles el cuello con un solo movimiento de mano. Porque verás, en ese momento ya me había entrado la curiosidad. Me recuerda a lo que Frank Sinatra solía decir sobre mí: "¡este Hermann! Cuando muerde algo, no hay quien haga que lo suelte!”
Por lo que conduje hasta ese lugar que no puedo ni nombrarte y me llevaron hasta una gran habitación que se encontraba en un sótano. Cuando pude ver quién me estaba esperando, al principio no me lo podía ni creer. Allí estaba un tío que pude reconocer de la época que había estado trabajando para la Agencia. Era el jefazo de la C.I.A. Cerca de él se encontraba Ronald Reagan. Así es. El Presidente de los Estados Unidos estaba esperándome sentado, a mí... ¡a Hermann Schwartz, de Brooklyn!
La verdad es que en los viejos tiempos, mientras estuve trabajando de extra en Hollywood y él se estaba labrando su carrera actuando como vaquero de película, ya le había enseñado un par de trucos, así que eramos como una especie de viejos amigos. Y aún así me pareció toda una sorpresa. Al lado de Ronald Reagan estaba Superman.
Sólo con mirarlo me dí cuenta de que algo marchaba muy mal.
Para empezar estaba sentado hecho un ovillo en la silla. Para continuar estaba llorando y gimoteando con esa pequeña vocecita suya. Tercero, estaba abrazando un osito de peluche rosa. Te lo digo en serio, de inmediato pude darme cuenta de lo que estaba ocurriendo.
“¡Dios Mío!", le dije el Presidente Reagan, “¡Superman se ha vuelto majara!” El Presidente meneó su cabeza. “Lleva mucho tiempo de esta forma, Hermann. Estamos intentando mantenerle todo lo relajado que podemos. ¿Conoces todas esas historias sobre la Kryptonita Roja y de cómo hace que Superman se comporte de una forma imprevisible? Bueno, entre tú y yo, todo eso es una invención. No existe nada parecido a la Kryptonita Roja, pero necesitábamos una explicación para todas esas cosas raras que suele hacer Superman cuando tiene una de sus recaídas nerviosas, que es cada dos o tres meses. Si alguien le descubre rondando por Metrópolis y vistiendo con un traje de bailarina de ballet y aletas de hombre-rana, entonces le pasamos al Daily Planet una historia sobre la Kryptonita Roja y nadie sospecha cuál es la verdad, que es que el Hombre de Acero está completamente chiflado.”
Aunque estaba sentado allí mismo en ese sitio mirándolo, la verdad es que no me podía creer lo que estaba escuchando. Si no hubiese sido el propio presidente el que me lo estaba diciendo, me hubiese reído en su propia cara. Pero justo estaba frente a los hechos... Super-Esquizofrénico estaba ahí sentado, mascando la oreja del osito de peluche y lloriqueando sobre su propia capa. Me hizo sentir mal tan sólo con mirarlo. Respiré profundamente y empecé a hablar.
“Ron, dímelo de la forma más llana posible. ¿Dónde encajo yo en toda esta locura?”. Le lancé la pregunta de sopetón y directamente me contestó:
“Hermann, Metrópolis se encuentra en grave peligro. Nos han llegado noticias de que Brainiac quiere encoger la ciudad entera con un rayo especial y meterla en una botella de soda. Por lo general esperamos a que Superman lo detenga antes de que nos haga algún daño. Verás, Brainiac teme tanto a Superman que normalmente se acobarda sin comprobar si Superman es realmente alguien tan duro como para poder encargarse de él. Es como una ventaja psicológica.”
“Pero esta vez, de algún modo Brainiac se ha enterado del verdadero estado de Superman y no nos lo va a poner fácil. Y aunque hemos intentando explicar el problema a esta gran zona catastrófica azul...” (En ese momento, el Presidente se puso de pie y le pegó a Superman una patada en la pierna que le hizo llorar) “...todo lo que hace es sentarse y berrear. Lo que necesitamos, Hermann, ¡es un doble de Superman!”
Jadeé. Empecé a darme cuenta de lo que estaba pasando. Verás, todo esto estaba relacionado con algo que la gente me ha ido comentado a lo largo de todos estos años... el hecho de que Superman y yo seamos tan parecidos que podríamos ser incluso gemelos. Claro, sé que no me parezco en nada a todas esas fotos publicitarias de Superman que se pueden ver por todas partes, pero es que nadie se podría parecer a él. Nadie de la vida real, me refiero. De todas formas, por cortar un poco con lo que es una larga historia, el Presidente me contó que habían estado buscando una larga lista de nombres en el ordenador del Pentágono para poder encontrar al macho americano que resultase más adecuado para el trabajo de hacer de doble de Super-Flojo. Y cuando la cinta que emitía la máquina dio la vuelta y llegó hasta el final, Hermann Schwartz fue el nombre que encabezaba la lista. Pero ya me lo imaginaba. Eramos tan parecidos que resultaba increíble.
De todos modos había que pulir un par de cosas. Una era que tenía que aprender a hablar con esa voz tan cómica. Me llevaría horas de práctica. El siguiente gran escollo era el hecho de que yo no tenía Super-Poderes. Pero finalmente resultó que no había ningún problema. Verás, Superman tiene una enorme máquina oculta en su Fortaleza del Círculo Ártico, lista para ser usada y con la capacidad de otorgar super-poderes a la gente. Y antes de que digas algo, ya sé lo que estarás pensando. Seguro que estás pensando: “Si Superman tiene una máquina que puede darle Super-Poderes a la gente, ¿por qué el Ejército no la usa con nuestros soldados para que puedan volar alrededor del mundo sin montar en aviones y vencer a cualquiera que no nos guste en pleno día?
Bueno, resulta que esa máquina sólo funciona con, quizá, una persona de entre cada seis billones. Tan sólo fue pura suerte que yo fuese el único tío entre seis billones con el que la máquina funcionó tan bien. Es una locura, lo sé, pero de todos modos utilizaron la máquina conmigo y ¡whizz!, ¡obtuve super-poderes!
¿Y cómo supones que te pueden hacer sentir? Escucha, colega, no podría ni empezar a describírtelo. La verdad es que no quiero ofenderte, porque pareces un tío bastante manso y humilde. También pareces tener un problema con la vista. Un tío como tú no podría entender nunca cómo es saltar altos edificios de un solo salto. De todas formas sí que te puedo comentar que me lo pasé muy bien con la visión de Rayos-X. Pero me estoy saliendo de la historia. ¿Por dónde iba? Ah, claro. Brainiac quería encoger Metrópolis.
Bueno, estaba un sábado por la tarde dándome una vuelta con el taxi cuando me llegó un aviso codificado especial desde la Central (siempre tengo la radio del coche encendida). Era un mensaje que sólo podía entender yo. Así que directamente aparqué el taxi en la acera y salí a toda pastilla. Empecé a buscar una cabina de teléfonos donde pudiese ponerme el traje. ¿Que si eso es un problema? Te apuesto a que sí que lo es. Todas las cabinas estaban ocupadas. Quiero decir, ¿te lo puedes creer? Normalmente lo que hago es utilizar mi super-velocidad para cambiarme de ropa en mitad de la calle, tan rápido que nadie es capaz de verme. De hecho, lo hago tan rápido que incluso tengo tiempo para comprarme un periódico y rellenar el crucigrama mientras me estoy cambiando. ¿Que eso es muy rápido? Escucha, colega, olvídalo. Así que ahí estaba yo, ¿vale? Con mi traje de Superman. Entonces, con una especie de voz de falsete de dibujos animados empecé a chillar: “¡Arriba, Arriba y Fueeeera!”
Todo el mundo se dio la vuelta y se quedó maravillado. Dijeron: “¡Gasp! ¡Mira, es Superman!” Pero yo ya estaba lanzándome hacia el cielo, tan rápido como una bala. Nunca había visto a ese tío, Brainiac, pero sería mejor que tuviese cuidado conmigo. Ahora no estaba tratando con Superman. ¡Lo hacía con Hermann Schwartz! Así que en menos de un segundo y medio llegué hasta el espacio exterior. Usé mi visión telescópica para descubrir cómo ese tío, Brainiac, enfilaba hacia la Tierra desde algún lugar cercano a Andrómeda. Me fijé y no podía creérmelo: ¡el tío tenía a todo un ejército de su lado! Había como siete millones de naves espaciales y todas se estaban dirigiendo hacia donde yo estaba en ese momento. Decidí que lo mejor sería equilibrar un poco la balanza.
Lo primero que hice fue flexionar mínimamente el bíceps de mi brazo derecho. Puede que no te parezca gran cosa, pero la onda expansiva fue lo suficientemente poderosa como para dejar destrozadas un millón de naves de la flota enemiga. Lo siguiente fue aclarar mi garganta. Las vibraciones sónicas resultantes convirtieron inmediatamente en polvo a tres millones de naves de la Armada enemiga. Finalmente, me dispuse a jugar el partido definitivo. Lo que hice fue ponerme a escuchar lo más fuerte posible. Ya sabrás que Superman es tan poderoso que todo lo que tiene que hacer es escuchar firmemente a alguien y éste termina por desintegrarse. De todas formas, otro par de millones de naves hicieron ¡Kablooey! gracias a la potencia de esa maniobra, así que tan sólo quedamos Brainiac, dentro de su super-indestructible buque insignia de guerra, y yo. Pero ahora tenía la intención de quitarme los guantes de seda. ¡A partir de ese momento ya no iba a seguir siendo más míster Educación! Sin restricciones de ningún tipo cogí y simplemente aplasté el muro de su nave e hice pedazos a ese tío. De forma literal. Ya, ya sé que el verdadero Superman tiene un código que le obliga a no matar cosas, ¿no? Bueno, yo tan sólo era su doble y de todas formas había oído decir que Brainiac era una especie de robot, así que en realidad no estaba vivo de verdad, ¿no es cierto? Por lo que después de “desconectarlo” lo reduje a polvo con mi visión calorífica y luego utilicé mi super-aliento para soplar sus cenizas hasta algún lugar cercano a Plutón. Supongo que eso le enseñaría quién era el jefe.
Todo había acabado. Volví a la Tierra y me comunicaron que el verdadero Superman se había recuperado ligeramente, con lo que me refiero a que era capaz de decir cuál era la diferencia entre un alimento y un mueble, y que también podría ponerse su uniforme por sí sólo sin recibir ninguna ayuda. Yo ya no era necesario, pero Ron y la C.I.A. estaban tan agradecidos que me permitieron quedarme con los super-poderes como agradecimiento. Eso sí, no te puedo prometer que no los vaya a utilizar para mi propio provecho... Si, así es, sigo teniendo esos super-poderes. Por eso soy tan buen taxista... puedo usar mi super-oído para captar por adelantado los anuncios sobre cómo está la circulación, y mi visión de Rayos-X y telescópica me permiten saber dónde está más embarullado el tráfico. Claro, a veces me viene muy bien.
De todas formas ya hemos llegado. El Daily Planet. No es mucho más que un sitio donde poder hacer turismo, pero... Oh, ¿así que trabajas aquí? Espera, ¡si te conozco! ¡Sabía que había visto tu cara en algún sitio! Eres ese tío, Kent Clark, ¿no? El colega reportero de Superman, ¿verdad? Lo he sabido todo el tiempo. Por eso te estaba tomando el pelo con esta historia. Sabía que serías el tipo de persona que sabría captar una broma. Los tíos como tú siempre aprecian una buena historia. Eh... De todas formas ha sido todo un placer llevarle en mi taxi, Señor Clark. Serán veintisiete dólares y ochenta centavos, pero sabiendo quien es usted lo dejaremos en veintisiete... ¿Qué? ¿qué es ilegal? ¿Que apagar mi taxímetro es ilegal? ¿Qué estás intentando insinuar, cuatro ojos? ¿Qué? ¿Que no tengo ningún título legal con el que pueda cobrar ningún dinero? ¡Tienes que estar tomándome el pelo! Hey ¿Pero a dónde vas?
Párate ahí mismo, colega, ¡o si no te dejaré las marcas de las ruedas por encima! ¡Te lo digo en serio! ¡Sí, tú! ¡Te estoy hablando a ti! ¡No te lo voy a advertir dos veces! ¡Qué te parece! Coge y se va. Ese reportero mandamás y tacaño. Supongo que no tiene ningún sentido del humor. Ojalá le hubiese reconocido antes. En su lugar podría haberle dado mi novela y ganarme el premio Nobel. Oh, bueno, ¡no siempre voy a poder salirme con la mía!
*** Anteriormente: Especies en Peligro, por Alan Moore.
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