Por Peter Sanderson para The Comics Journal nº 74 (1982). Traducido por Frog2000. Parte 1, parte 2, parte 3.
Seguramente, los Hombres-X deben gran parte de su éxito al hecho de que es la única serie de superhéroes de Marvel que ha sufrido una revitalización a mediados de los setenta. Los únicos miembros de la formación original que Len Wein y Dave Cockrum mantuvieron fueron Xavier y Cíclope, creando unos cuántos componente nuevos más. En lugar de intentar duplicar simplemente los X-Men de una docena de años antes, estos personajes de nuevo cuño, junto con las personalidades y argumentos desarrollados para ellos por Chris Claremont, John Byrne y Cockrum, reflejaban los intereses de los lectores de cómic de la segunda mitad de los setenta, así como las tendencias estilísticas del medio en esa época. Por eso, al final de la década anterior los X-Men muy bien podrían ser descritos como los perfectos representantes de "lo último" en cómic de superhéroes. Aunque estos personajes y su saga poco tenían que ver con los números realizados por Stan Lee y Jack Kirby, seguían estando basados en el poderoso concepto central que estos autores habían diseñado: la familia juvenil sustituta formada por mutantes que, aunque temerosa de la humanidad, seguía luchando por salvarla de los mutantes diabólicos y otros enemigos. Cuando una serie simplemente se dedica a reciclar viejos conceptos una y otra vez a lo largo de los años, o incluso de las décadas, se pierde la sensación de que se esté dirigiendo hacia algún sitio, y también en este caso, la energía creativa. Los X-Men siguen adelante de una forma triunfante porque han sido capaces de evitar todas esas trampas.
De hecho, este artículo aparece en uno de los momentos más significativos de la serie. La "nueva" serie acaba de relatar el clímax de la saga de Fénix Oscura, y es ahora, siete años después del debut de los "nuevos" X-Men, cuando puede que el proceso de revitalización de los mutantes se lleve a cabo de nuevo. Porque los autores han empezado a crear todo un nuevo grupo de Hombres-X para la nueva serie hermana de la serie principal. Esta serie secundaria es mucho más cercana a los conceptos que podían verse en los primeros números de los sesenta, pues también presentará a unos jóvenes mutantes que son entrenados en el uso de sus poderes. De nuevo, se encara la idea del posicionamiento que han de adoptar los jóvenes mutantes frente a la sociedad humana. ¿Deberían unirse a los Hombres-X? ¿Deberían volverse en contra de la humanidad? ¿O deberían seguir su propio camino, ignorar a los humanos y a los X-Men, e incluso a los mutantes diabólicos? La introducción de Kitty Pryde al final del serial de Fénix Oscura anuncia esta nueva fase de la historia de la colección, y tenemos la esperanza de que este grupo de personajes novedosos ofrezca todo un nuevo "subcosmos de los X-Men" con un renovado enfoque vital válido para los siguientes siete años.
Es más, mientras que muchas series suelen caer en la rutina al ofrecer siempre el mismo tipo de historias, desde su revival los X-Men les han ofrecido a sus lectores una gran variedad. La serie fluye sin problemas entre los conflictos contra villanos disfrazados en medio de la ciudad de Nueva York hasta los combates contra seres alienígenas de otra galaxia. Desde las historias de auténtico terror centradas en la posesión de la mente (números 125 a 128) hasta historias de fantasía contadas por Kitty en donde Rondador Nocturno parece un pitufo y Lobezno un cruce entre Yosemite Sam y el Diablo de Tasmania (número 153). Desde las aventuras que involucran a todos los X-Men, nuevos y antiguos, hasta historias que se centran únicamente en uno o dos de ellos. De los flashbacks al pasado de Xavier (nº 117, nº 160) a los vistazos de un futuro alternativo (números 141-142). En sus mejores momentos, los X-Men son capaces de dejar al lector en un estado en el que no saben qué esperar.
Además, los "nuevos" X-Men también representan una tendencia en particular que ha ido apareciendo en los cómics Marvel durante principios y mediados de los setenta. En la década anterior, ahora etiquetada como "la Edad de Plata de los cómics" por varios aficionados al medio (que nunca suelen tener en cuenta las tiras de prensa cuando idean términos para los diferentes períodos de la historia de los cómics), la actividad de Marvel era notable no solo por la fuerte continuidad que enlazaba todos sus títulos, sino por la gran calidad que poseía el "estilo propio de la casa". El estilo de escritura de Stan Lee había alcanzado su punto álgido, y cuando dejó las series de las que se encargaba, los lectores sabían que Roy Thomas se ocuparía de ellas y sería capaz de mantener sus elevados estándares. Sin embargo, tal y como se pudo observar, y más según avanzaban los setenta, las historias escritas imitando los clásicos de Lee en los sesenta eran cada vez más flojas. Pero Marvel seguía siendo una editorial excitante gracias al influjo de los nuevos guionistas, jóvenes que habían crecido admirando las series Marvel de los sesenta, y que se trajeron nuevas ideas y perspectivas a las colecciones aún en funcionamiento (Steve Englehart se hizo cargo de los Vengadores, Capitán América y Doctor Extraño, Jim Starlin de Capitán Marvel y Warlock), o bien crearon series en un primer período de gestación (Steve Gerber en el Hombre Cosa y Howard, El Pato, Marv Wolfman en La Tumba de Drácula, Don McGregor en Killraven y Pantera Negra, Doug Moench en Master of Kung Fu.) Esta experimentación en los guiones intentaba hacerse cargo de la forma de contar historias de aventuras y acción para los comic books perfeccionada por Stan Lee en los sesenta y transformarla en una forma de expresión personal que no se olvidase del entretenimiento. Los mejores cómics de Marvel ya no intentaban recrear los de la década anterior, sino que combinaban lo que habían esbozado Lee y Thomas con una fuerte visión autoral propia. Los X-Men de Chris Claremont, que combinaban emocionantes aventuras de superhéroes con temáticas que se preocupaban de la división entre el bien y el mal y los motivos para caer en la villanía, además de ocuparse de las relaciones entre hombres y mujeres, era el producto más moderno de toda esta experimentación. El Daredevil de Miller, influenciado por cómics no superheróicos de los cuarenta y cincuenta, puede ser uno de los primeros resultados de esta tendencia omnipresente en los setenta. Por otra parte, el término acuñado por un crítico "La Era Plástica de los Cómics" reina a lo largo y ancho de los títulos actuales de Marvel y DC.
Definitivamente, cualquier análisis que intente descubrir el atractivo de los X-Men debe ocuparse de la caracterización. Si el lector no es capaz de preocuparse por los personajes de una obra de ficción, entonces su destino no significará nada para él. Si los personajes no tienen profundidad, entonces no podrán enseñarle al lector nada sobre sí mismos. Por eso, sin una buena caracterización las aventuras de un cómic no son más que un desfile de personajes desprovisto de significado. La serie de los X-Men ha triunfado gracias a la habilidad de sus autores para hacer que sus personajes parezcan reales. Stan Lee y Jack Kirby los proveyeron de su atractivo básico, Roy Thomas intentó desarrollarlos durante la siguiente fase, y Chris Claremont, John Byrne y Dave Cockrum profundizaron en el concepto. Si, los X-Men son mutantes con super-poderes, pero su dicotomía esencial es que además de sus extrañas apariencias y habilidades, son seres humanos muy parecidos al lector.
Desde el principio, en sus Cuatro Fantásticos Stan Lee intentó romper con la tradicional unidimensionalidad de los cómics de los héroes de la DC, pero veinte años después, los Cuatro Fantásticos tienen un aspecto estereotipado. En manos un poco menos talentosas, los rasgos de personalidad tan frescos y a la última de Spider-Man han degenerado en un cliché rutinario. Por su parte, los miembros de los "nuevos" X-Men han desarrollado personalidades atractivas con muchas aristas. Por ejemplo, Tormenta posee un estilo parecido al de una diosa o un componente de la realeza, pero también es una cálida sustituta de una hermana mayor para el grupo. La personalidad de Cíclope todavía sigue siendo algo taciturna, pero ha ido descubriendo cuáles son sus sentimientos hacia los demás, y como líder es más confiado y ha desarrollado una especie de sentido del humor. Lobezno es una creación magnífica que hace gala de un temperamento volcánico y un ardoroso comportamiento en el combate. Pero sus estallidos de rabia no están interpretados de una forma cómica como los de La Cosa, y tampoco es un violento y torpe (aunque inocente) monstruo como Hulk, ni un noble salvaje como Conan. Es más complejo que cualquiera de estos tres personajes. Lobezno se ve atraído por la violencia, y por eso teme perder su raciocinio y abandonarse del todo. De alguna forma, su potencial para el salvajismo es capaz de lograr que sus deseos de ser amado, de amistad y de paz de espíritu sean más afectuosos por contraste. Incluso Xavier, que una vez fue un mentor severo, se ha convertido en un padre sustituto emocionalmente vulnerable para los X-Men y en el amor de Lilandra.
Todas estas aristas de personalidad consiguen que los X-Men conquisten a sus lectores. Puede que no sepamos lo que es sentirse un dios encerrado en el cuerpo de un humano, o qué significa ser un psicótico o un demonio teleportador, pero en los X-Men observamos trazas de las personas que conocemos y de las propias. Finalmente, los X-Men no son demasiado diferentes de nuestros allegados. A pesar de sus poderes sobrehumanos, los Hombres-X son algunos de los personajes realistas más concienzudamente retratados en los cómics mainstream actuales, y definitivamente se encuentran entre los más agradables. Por eso, lo que mejor distingue a los X-Men es que son una pandilla de superhéroes a la que cualquiera de sus lectores le gustaría conocer.