jueves, 28 de abril de 2022

MELODY: DIARIO DE UNA STRIPPER, por Naomi Fry

Reseña de Naomi Fry para The Comics Journal, 2015. Traducción de Frog2000.

A principios y mediados de la década de los 80, Sylvie Rancourt se autoeditó Melody, un cómic narrado en idioma francés donde relata sus experiencias como joven bailarina de strip-tease en algunos clubes de Montreal. Inicialmente vendió el cómic a los dueños de los clubes (finalmente publicó seis números), y continuó desnudándose mientras tanto. Recopilado ahora en un solo volumen con traducción al inglés [y al castellano por Autsider Comics], el tipo de historia que se cuenta en Melody, así como las circunstancias un tanto inusuales de su creación, parecen lo suficientemente propicias como para llevar a cabo una reevaluación contemporánea: una lectura que intentará dar con algún hallazgo útil en este artefacto del pasado reciente donde se aúnan en una siempre conflictiva relación mujeres, dinero, poder y sexo. Una stripper que utiliza su cuerpo para llamar la atención de sus clientes, que pagan por verla, mientras simultáneamente usa su pincel para representar a dichos clientes parece una figura lista para cumplimentar un buen número de papeles ideológicamente interpretables, aunque casi con certeza contradictorios: una trabajadora sexual víctima de las circunstancias cuya única esperanza de liberarse de la red de mentiras que la rodean parece ser su trabajo intelectual; alguien convencida de poner su propia vida en solfa de una forma incisiva con un astuto ojo puesto en la ganancia, una especie de zorra al estilo de las brujas de antaño; una colaboracionista capaz de engañarse a sí misma y que, en su decisión de seguirse desnudando, se convierte en una decepción para las posibilidades emancipatorias del feminismo liberal; y etcétera.

Sin embargo, en Melody Rancourt frustra cualquier lectura ideológica categórica, porque la narrativa del cómic vacila entre los irregulares ritmos de la vida cotidiana y una cambiante subjetividad, a veces optimista, a veces llena de abatimiento. A diferencia de Pagando por ello de Chester Brown, otro tomo de memorias publicado por Drawn and Quaterly [La Cúpula en España] que, a pesar de su tenue descripción de algunas situaciones de la vida real, era en gran medida un argumentario en forma de cómic de tendencia libertaria y seguro de sí mismo a favor del trabajo sexual como un derecho humano inalienable, Melody es tan interesante porque no pretende ofrecer una saga teleológica ni tampoco una sola conclusión ética o política. Su mayor valor no reside en los significativos momentos de toma de decisiones y tomas y dacas vitales, sino en las pausas intermedias, las grietas y recovecos indeterminados de la vida. Sin duda, en Melody suceden muchas cosas, pero, por citar las palabras con las que da comienzo cada uno de los seis números, "este no es el principio ni el final, sino algo intermedio...", con puntos suspensivos, como si se intentase abarcar completamente los eventos matizados que tienen lugar a continuación. (Es como una versión más maleable de uno de mis comienzos favoritos, el enérgico pronunciamiento de Georg Lukacs al inicio de “¿Narrar o describir?”: “¡Empecemos in medias res!”) Rancourt ni siquiera aprovecha los acontecimientos más dramáticos para satisfacer las predecibles y facilonas leyes de la narrativa o para atribuir un sentido ideológico al mundo que percibe, cuyos convencionales puntos de referencia determinan a menudo cómo dar comienzo a las narraciones y dónde tienden a finalizar.

No sabemos de dónde proviene exactamente Melody. Sabemos que se ha mudado a Montreal hace poco; que tiene un padre y una madrastra con los que mantiene un contacto bastante tenue, y una tía y una sobrina con las que su relación es un poco más estrecha. Lo que tenemos claro es que su marido es penoso: Nick vende drogas sin mucho éxito; cada vez metiéndose en rollos más turbios; es un vagabundo, un proxeneta de ínfima categoría que se burla de Melody. Pero aunque su maldad es desafortunada (el lector entiende sin problema que es un perdedor, una influencia negativa), tampoco su vida se puede considerar una gran tragedia o es Nick el típico catalizador de situaciones en las que no gana nadie. Sobre todo es una persona decepcionante, aunque a veces sea dulce, y así son las cosas. Melody podría o no dejarlo tirado en cualquier momento. En cualquier caso, la intensa motivación y la rápida toma de decisiones que a menudo se suceden en otras historias dramáticas donde aparece un "mal novio" no hacen aparición en estas viñetas.

Lo mismo ocurre con su trabajo como bailarina desnuda. Al principio de su carrera, Melody interroga a una compañera, quien la responde que su trabajo no le gusta: "¿Por qué no te dedicas a otra cosa?", y ella contesta: "Supongo que por las mismas razones que tú". “Cierto… por supuesto…”, reflexiona Melody, haciendo que el rostro dibujado por el primitivo trazo de Rancourt sin nariz, con los ojos muy abiertos y la boca ligeramente entreabierta sea aún más plano de lo habitual. (Es el tipo de cara que podría describir a una pre-adolescente aficionada a dibujar sus sexys muñecas Barbie una y otra vez, un trazo acompañado de cierta placentera y repentina conciencia de que algo novedoso se empieza a producir entre las piernas). ¿Cuáles serán los motivos de Melody para seguir? Podríamos adivinarlos (seguro que la falta de educación y la carencia de apoyo familiar jugarán algún papel), pero no encontramos ningún incentivo desesperado, o al menos ninguno que se describa como tal. Melody es joven y tiene lo que se considera un “buen cuerpo”. También necesita dinero para seguir viviendo, y desnudarse es una de las opciones disponibles. Ciertamente, puede ser un trabajo asqueroso, muchos de los hombres son asquerosos, con sus manos ocupadas en masturbarse y sus pantalones manchados de semen, pero tampoco es tan terrible. A veces el trabajo es bastante fácil, incluso divertido.

No es que Melody no sea exactamente introspectiva, o que sus sentimientos y opiniones no sean poderosos; es que a menudo se encuentran en pleno proceso de cambio y son reversibles. En su introducción, Chris Ware sugiere que la protagonista de Melody es como una niña, pero más bien diría que su sensibilidad es mucho más la de una mujer muy joven, en su mayoría indefensa, ocasionalmente poderosa, con un trabajo que necesariamente no se posiciona en ninguno de estos dos extremos. Sus sensaciones corporales antes, después y durante su ceremonia ritualística fluctúan constantemente, y los dibujos básicos de Rancourt nos sorprenden por su capacidad para transmitir dichas sensaciones. Melody retorciéndose en el escenario, con el rostro contraído por el placer o por el disgusto provocado por sus clientes menos agradables ("¡Vuelve! ¡Aún no hemos terminado de oler tu maravilloso aroma!"); con la boca torcida en una mueca (“¡Estoy gritando porque ya he tenido suficiente! No me gusta esta mierda y quiero irme a casa ahora mismo, ¿entendido?”); o suspirando de placer cuando Nick le chupa el pezón ("Oh, cariño").

La maleabilidad de Melody me recordó a la de la protagonista de Ulli Lust en su tebeo de memorias “Hoy es el último día del resto de tu vida” [La Cúpula], una obra ambientada así mismo a principios de los 80 y que además cuenta la historia de una chica que vive en los márgenes de la sociedad. Aunque Melody es mucho más monolítica y menos declaradamente política que Ulli, quien durante el transcurso de su cómic hace autostop por Europa como "anarquista", tal y como se describe a sí misma, ambas heroínas convertidas en dibujantes son las estrellas en estas novelas de descubrimiento en las que la novela y el descubrimiento aún siguen su curso, y podrían continuar igual a lo largo de muchos años. En ambas obras, la violencia y la explotación se convierten a menudo en disfrute y viceversa, una estructura vital en degradación donde el aburrimiento, el trauma, el placer y la ira se mezclan sin cesar, y nada dura tanto como para convertirse en la moraleja última de la historia.

lunes, 18 de abril de 2022

EMBUSTES, POR GRANT MORRISON /9

Columna para Speakeasy nº 109 (1990), traducción: Frog2000. 

Es muy temprano en la mañana, y llevo toda la semana intentando atrapar a un gato herido para llevarlo al veterinario, así que mi estado mental no es el más propicio en este momento para este tipo de labor. Para empeorar las cosas, un grupo de trabajadores británicos toscos y dedicados acaba de aparecer frente a mi ventana y se ha puesto a trabajar para "reparar la carretera" con taladros, generadores y algo que suena como una ballena cantando junto a la Familia Partridge. Lo cual está bien, excepto que ahí fuera no hay carretera alguna. Supongo que sabrán lo que están haciendo.

Seguro que no se os habrá pasado por alto que el mes pasado se celebró en Glasgow una especie de Convención de cómics británica. Veo todo este asunto con un temor y paranoia crecientes. Verás, Glasgow es el sitio al que vuelvo cuando me escapo del mundo de los cómics. Es mi hogar, y pensar en que estas queridas y viejas y sombrías calles se van a llenar de refugiados de Marvel, DC y Fleetway me hicieron temblar dentro de mis Martens. (¡Uy! Acabo de derramar mis Maltesers. La verdad es que me resulta imposible escribir una columna sin meterme una bolsa familiar de Maltesers entre pecho y espalda. Y ahora se han derramado todos. Es como ese anuncio que solía aparecer en la tele en los 70. Un estúpido bastardo perseguía un Malteser cerca de la puerta de un supermercado. Empezaré de nuevo una vez los haya recogido y me los haya comido todos).

Pero tal y como al final transcurrieron las cosas, bien os puedo decir que mis temores eran completamente infundados. La Convención de cómics de Glasgow fue un gran éxito y todos nos lo pasamos muy bien. Tampoco es que sea motivo de celebración, porque por lo general solo me lo paso bien una vez cada década. La última en 1986, y ahora que en 1990 he disfrutado de otro buen momento, no tengo absolutamente nada que esperar. Por supuesto, según los estándares generales de las Convenciones de cómics, un "buen momento" es un fin de semana en el que solo sientes la necesidad de ahorcarte una vez.

Tal vez fuese por el hecho de que el evento tuvo lugar a tan solo 45 metros de mi casa. Quizá fuese por el agradable clima, o las muestras de alegría en la manifestación contra el Poll Tax [impuesto para financiar a la administración local que se introdujo en 1989, y que evitaba la proporcionalidad de los anteriores] de aquel sábado. ¿Cómo saberlo? De todos modos, estuvo muy bien.

A diferencia de la indignación emocionantemente explosiva de la manifestación convocada en Londres, la manifestación contra el Poll Tax que se celebró aquí el sábado por la mañana transcurrió sin incidentes. Alguien sugirió que el motivo por el que no celebremos manifestaciones violentas en Escocia es simplemente porque aquí no hay nadie junto con quien luchar. Pero todo el mundo está de acuerdo en que el Poll Tax es una plaga vergonzosa para la Humanidad. En Inglaterra todavía se pueden encontrar algunas almas engañadas que imaginan que el impuesto podría ser una herramienta factible. Por desgracia, la mayoría de ellos están dirigiendo el país, aunque por lo que parece, no por mucho tiempo.

Como de costumbre, me pasé todo el sábado en la Convención buscando gente y sin encontrarla. Puede que esto sea como un drama absurdo y onanista, pero tampoco me voy a molestar en desenterrar las causas. Por la tarde, me las arreglé para tomarme una pizca de tiempo libre y pasar unos momentos felices reclinado en el balcón, salpicando algunos pedazos de cáscara de huevo viejo sobre las prístinas páginas de los ejemplares que me acababa de comprar.

Son cómics de la Edad de Oro. He oído que así aumenta su valor.

Más tarde por la noche, acudí a la fiesta organizada por Deadline / Speakeasy/ Fatman en el Ferry Renfrew. Estuvo bien, y además gané un par de encantadores premios Speakeasy que terminaron rotos en pedazos antes de que terminara el evento. ¡Qué fugaz es la fama! El mejor momento de toda la noche fue cuando un delirante miembro del contingente de Forbidden Planet detuvo a un transeúnte inocente, lo miró fijamente a los ojos y le dijo: "¡Hay un agujero en el barco y tu madre ha hecho mucho ruido!" ¡Brillante!

A medida que avanzaba la noche, un patéticamente borracho Garth Ennis me abrazó y me sugirió que escribiese la introducción de la recopilación de True Faith. Al igual que le ocurría a él, en la cabeza no tenía otra cosa que no fuese beber, así que acepté alegremente. Ahora, a la fría luz del día, todo me parece un poco más siniestro.

¿En qué se ha convertido mi vida?

Ganar premios, escribir introducciones para títulos populares... así es como funciona el establishment: esa es su maligna magia. No nos destruye, nos abraza y nos asimila. Me he convertido exactamente en el tipo de persona de la que he pasado años burlándome. ¿Y ahora qué? Igual me ocurre lo que al pobre [músico] Yazz, con su cabeza oxigenada entre las manos y pensando: "el único camino es hacia abajo". En realidad me gusta True Faith, así que escribir una introducción no parece tan malo, ¿verdad? ¿Y no dijo Cocteau: "Lo importante no es declinar un acto honorífico oficial, sino no haberlo merecido"?

¿A quién le importa? Cocteau era un trastornado adicto al opio con un peinado ridículo. ¿Qué sabría él sobre el pedigrí perruno de trabajar en los cómics? Gracias a todos los que me habéis votado, y que la próxima vez sean más.

El domingo se me presentó con un dolor de cabeza ritual y mi participación en un par de estúpidas mesas redondas. La idea de las mesas redondas suele ser bastante sólida, pero en realidad tiende a degenerar en un tedio miserable e inconcluso.

El domingo por la tarde la gente solo quiere reírse, no escuchar teorías a medio cocer sobre la influencia del corte de pelo de Clive Barker en el cómic de terror moderno.

El segundo encuentro fue el peor: "Vida Real". ¡Qué broma más idiota y lamentable! Cinco personas sentadas alrededor de una mesa intentando pensar en cosas que decir sobre la "vida real". Alguien, en algún lugar, tiene que estar riéndose histéricamente.

Fui arrastrado hasta allí porque pasaba caminando por el pasillo, y debo parecer alguien que tiene algo que decir sobre la vida real. Verás, el interlocutor que habían programado originalmente nunca se presentó. Seguro que estaba investigando algo y se le pasó la hora. ¡Vaya comedia!

Lo único que tengo que decir sobre la "vida real" en los cómics es: el hecho mismo de que todavía nos pensemos que unas reproducciones fotográficas de la realidad son algo más importante y más serio que cualquier tipo de supuesta "fantasía" demuestra sencillamente el hecho ineludible de que los cómics aún siguen en pañales. La novela superó su obsesión por la "realidad" en el siglo XIX, al igual que la pintura. ¿Por qué en el medio del cómic consideramos a Harvey Pekar como maduro, culto e importante, simplemente porque publica su diario en lugar de escribir sus malditas cosas y esconderlas en un cajón como cualquier persona normal y decente? Ese tipo de pensamiento parece sugerir que, al tratar la "vida real" tal como se vive, el guionista de EastEnders [Gente de barrio] es por definición un escritor mucho mejor que, digamos, William Burroughs. O que Neighbours [Vecinos] es mejor que Orfeo [1950].

Sí, la "vida real" es mágica y fascinante y todo lo demás, pero el arte es capaz de algo más que reproducir  simplemente fotocopias de la realidad. El pensamiento de la mesa redonda titulada "Vida real" parece sugerir que el naturalismo estricto es el único camino posible para los cómics. Estoy en completo desacuerdo. Me parece que aún tenemos mucho que progresar si queremos ponernos a la altura del resto de medios.

¡Uups! Al final sí que he dicho algo serio. Soy Ben Elton, no paguéis la Poll Tax. ¡Buenas noches!

miércoles, 13 de abril de 2022

EMBUSTES, POR GRANT MORRISON /8

Columna para Speakeasy nº 108 (1990), traducción: Frog2000. 

Hoy es uno de esos días en los que no sé por qué accedí a escribir la columna de los Embustes. La idea misma de escribir mensualmente un texto que se basa en los "tejemanejes" interesantes que se producen en el negocio de los cómics es absolutamente risible. Es todo un milagro que en el campo de los cómics suceda algo relevante durante el transcurso de un año, mucho menos en un mes.

Durante este febrero-marzo, por ejemplo, no se han producido ni cancelaciones sorprendentes, ni muertes misteriosas, ni lúgubres Convenciones de Cómics en lugares exóticos. Agrégale el hecho de que me he puesto gordo y temperamental por una combinación del nuevo disco de Television Personalities, un ciclo de películas de Kenneth Anger en el tugurio local, y un interminable suministro de huevos Galaxy, y como podrás esperar, no se pueden tener grandes esperanzas de encontrar algo controvertido en estas actividades.

Entonces... ¿qué mierda voy a soltar esta vez?

El único evento menor al que he asistido recientemente fue la fiesta de lanzamiento del Hard-boiled Defective Stories de Charles Burns que montó Penguin Books. Tuvo lugar en una biblioteca situada cerca de la estación de metro Swiss Cottage. Como parte de la presentación, las paredes de la biblioteca se adornaron con páginas originales y otros elementos variados que indicaban el "Renacimiento de los cómics". Dicha exposición, diseñada para que el público modificase su forma de pensar en los cómics, tuvo un impulso supremo tal que la mayoría de las novelas gráficas expuestas fueron robadas de inmediato.

La presentación del propio tomo de Burns fue, como estoy seguro de que esperarás que voy a decir, un asunto bastante miserable. Basándome por completo en los años que llevo viendo programas poco fiables de la BBC, me imaginaba que los lanzamientos literarios eran eventos deslumbrantes y exóticos. Soñaba con intercambiar mis mejores deseos con Barbara Cartland y Salman Rushdie. En lugar de eso, soporté media hora de agonía antes de salir corriendo a coger un palanquín que me dejara en casa.

Lo curioso de la presentación es que pareció servir de lugar de encuentro para un número de personas bastante extrañas e interesantes. Me llama la atención que cada vez que acudo a cualquier evento relacionado con los cómics, siempre vea la misma multitud de personas. Hay como una docena de rostros familiares y, sin importar dónde esté, si es algo relacionado con los cómics, esta gente siempre son los mismos, ahí los tienes bebiendo vino y mordisqueando galletas de queso.

¿Quiénes serán?

¿Por qué cuando me encuentro con alguien que conozco, siempre me señala a una de estas personas y me dice: "¿Quién será ese tipo? Me cruzo con él cada vez que vengo a una de estas cosas, pero no sé de qué va". Me parece que estas personas son una especie de anomalía forteana incrustada en la malla espacio-temporal.

Creo que son el alma fundamental del medio del cómic, y que se manifiestan mediante estos extraños avatares. Por cada gota de lluvia que cae, crece una flor. En algún lugar del más allá arde una llama...

Por supuesto, el peor y más aterrador momento de todos se produjo cuando miré a mi alrededor y me di cuenta de que yo también estaba siempre en estos eventos.

En lugar de rendirme al horror por completo, permití que mi corazón estuviera junto a Charles Burns, cuyo trauma existencial tiene que haber sido mucho mayor que el que yo he sufrido. Allí estaba sentado con una sonrisa en el rostro, apoyado en una pequeña mesa de caballete con un bolígrafo en la mano, esperando. Media hora después seguía en el mismo lugar, esperando aún con la sonrisa congelada en un ríctus. Beckett habría estado orgulloso de él. Eso sí, sé que Buns tiene cierta reputación de ser una especie de rarito, y todos hemos podido ver el tipo de desagradables excentricidades que dibuja en esos cómics suyos, pero en persona parecía alguien bastante agradable. Seguro que no habría costado demasiado esfuerzo hacerlo partícipe del ambiente en general. Puede que hubiese ayudado si hubiésemos cantado algo. Tal vez si se hubiese celebrado alguna pelea amistosa o un concurso de pulsos. En su lugar, lo dejaron languidecer en su propio mundo mientras la gente vagaba comiendo cacahuetes. Por supuesto, yo tampoco hice ni el más mínimo esfuerzo por hablar con él, porque la única confianza que soy capaz de reunir es para poder charlar con mi madre y mi padre.

El punto álgido de la velada llegó cuando sacaron un magnífico pastel horneado con la forma del personaje de Burns, El Borbah, que cortaron y repartieron entre los hambrientos errantes. Me las arreglé para agarrar un poco de la bota de lucha libre y me sorprendió y divirtió descubrir que la esponja había sido fusionada con algo que sabía notablemente a Esso Blue. ¡Caramba! ¿ No es surrealista?

Si quisiera sugerir una idea, sería la siguiente: si Penguin va en serio en su intento de empujar los cómics hacia el mainstream, entonces, ¿dónde estaban las cámaras? ¿Dónde estaban las hordas de periodistas? ¿Dónde estaban los descerebrados aspirantes? ¿Dónde los lánguidos y rencorosos críticos y la gente guapa que tiene todo el derecho a acudir a una presentación literaria? ¿Es que la promoción en serio de los cómics nunca será algo que se eleve por encima del vino barato, las patatas fritas con sabor a cebolleta y las luces parpadeantes de una biblioteca pública?

En resumen, exijo glamour. Quiero ver creadores glamurosos, editores glamurosos, fans glamurosos. Quiero asistir a unas Convenciones de Cómics que avergüencen a los desfiles de la moda en París. La próxima Convención de Cómics en Glasgow será tu oportunidad de deshacerte de esos impermeables y parkas y envolverte en ropas fluorescentes. ¡Por lo más sagrado, sabes que tengo razón! Hasta entonces, seguiremos languideciendo en el gueto.

Os dejo con este último pensamiento: mientras hojeaba, como hago a menudo, mi vasta colección de filosofía social alemana contemporánea, me topé con la siguiente agridulce reflexión sobre la vida, el arte y la tragedia esencial de la condición humana...

"¡Guaaau! ¡Mira qué aldabas tiene esa, Jack!"

"¡Olvídate del tema y pon el autobús en marcha, Butler!" [*]

Esos krauts están locos, ¿verdad? Su educación es de lo más apropiada y no deja margen al error.

[*] Referencia a la comedia televisiva "On the buses", centrada en los conductores de autobús Stan Butler y Jack Harper, que acosan a las empleadas y pasajeras, y son perseguidos por el inspector Blake.

lunes, 4 de abril de 2022

EMBUSTES, POR GRANT MORRISON /7

Columna para Speakeasy nº 107 (1990), traducción: Frog2000. 

Bueno, aquí estamos de nuevo con más anécdotas del mundo de los cómics (un mundo que se mueve rápidamente) tan entusiastas como emocionantes. ¡Pongámonos a tono, subamos a bordo de este 'cerdo' y rompamos la pista! Para empezar...

EL CÓMIC ES UN ASCO

Ya sabéis como soy. No doy ni una oportunidad. Amargado y cruel, hasta los más radiantes y santificados profesionales del cómic se han visto obligados a soportar mis injustificadas calumnias. Por eso he vuelto mi ictérica mirada sobre una publicación tan tierna y pimpolla que apenas ha aprendido a caminar. Me refiero, por supuesto, a la Strip de Marvel UK.

Cuando vi el primero de sus anuncios, no pude sino reírme. Como recordaréis, el tan confiado como de buen gusto lema indicaba "el cómic se está haciendo adulto".

No veo que sea un problema, pero lo más trágico es que este artículo de valiente exageración iba acompañado por la imagen de un hombre grandote y estúpido con un arma grande y estúpida haciendo volar a personas grandes y estúpidas hasta el cielo. ¡Por fin! ¡Los cómics han empezado a abrazar con ganas la literatura! El enorme idiota en cuestión era, como estoy seguro de que ya sabrás, Marshal Law. Vale, Marshal Law puede ser muchas cosas, pero estarás de acuerdo en que adulto no es una de ellas.

Es una pena, porque en realidad Strip es bastante digna, y no merecía dispararse en el pie tan temprano. No tengo más que elogios por Man from Cancer de Glenn Dakin y Phil Elliot, y tan solo espero que Strip continúe alentando este tipo de excentricidades encantadoras.

Más suerte para la próxima, ¿no?

VIVIENDO UNA MENTIRA

Si alguno de vosotros se ha molestado en leer el último número de Amazing Heroes (¡glups!, -nota del editor) se habrá topado con un editorial bastante intrigante. Más o menos ofrecía una docena de evidencias que demostraban de manera bastante concluyente que todos los guionistas de cómic británicos son en realidad dos únicas personas. Según Amazing Heroes, por un lado está el tipo que escribe Juez Dredd y luego el que hace cosas posmodernas para DC con los superhéroes, señalando la innegable similitud entre nombres como Pat Milis, Pete Milligan, Alan Grant, Grant Morrison, Alan Moore, Neil Gaiman y Jamie Delano, -quien "no encaja del todo en la teoría, pero ya sabes a lo que me refiero"-, el equipo editorial de Amazing Heroes lleva a cabo la sorprendente afirmación de que todas estas personas son, de hecho, una sola. Absurdo, ¿no?

Excepto que es cierto.

No puedo seguir viviendo esta vil mentira. Confieso, lo confieso. Soy Neil Gaiman. Soy Alan Moore. Soy Jamie Delano y Pat Mills. 'Grant Morrison' es solo otro de mis alter-egos ficticios. También soy el hombre más rico de Gran Bretaña y alguna vez tendré solo para mí un día de 24 horas. Todo es verdad. ¿Qué más puedo decir? Prometo usar un cilicio y flagelarme regularmente frente a una fotografía ampliada de Cannon and Ball. La cuestión es que ahora que sabéis que soy Alan Moore, ¿no creéis que deberíais apresuraros y comprar la serie de Doom Patrol? Solo vende 34.000 copias, que no es lo que te esperas del autor de Watchmen y La Broma Asesina... y Sandman, Hellblazer, Marshal Law, etc, etc.

Ahora que sabemos quién escribe todos los cómics de Gran Bretaña, creo que merecemos que nos digan el nombre de la persona que escribe todos esos horribles cómics en​​ los Estados Unidos. Esa persona es una afrenta a la inteligencia humana, y exijo que lo encontremos ahora y que se lo echemos de inmediato a una manada de furibundos Rotweilers como alimento.

JE NE REGRETTE RIEN...

No puedo dejar pasar la oportunidad de mencionar Angulema. Todas las demás páginas del Speakeasy de este mes seguro que lo mencionan también, así que no me gustaría quedarme excluido. La única razón por la que fui allí fue porque me ofrecieron pasar unos días en París antes, y déjame decirlo, esos pocos días en París fueron muy divertidos: deambulé por las calles durante horas y horas, realizando una dérive inspirada en el situacionismo: visité las tumbas de Baudelaire, Oscar Wilde y Colette; me senté a tomar café y a escribir poemas miserables en el Café de Flore, donde Sartre y Apollinaire se sentaron una vez... oh, ¡fue grandioso! Después de todas esas poses desenfrenadas por la Ciudad de la Luz, esperaba que Angulema fuese un grotesco desastre.

Lo fue. No, no, no... Angulema no estuvo nada mal, la verdad. La idea de un pueblo entero dedicado a los cómics es a la vez tremendamente impresionante y absolutamente aterradora. Por lo general, el contingente británico fue considerado por los franceses como poco más que unos barriles de cerveza: analfabetos culturales y groseros salidos de un clan. De todos los profesionales del cómic que estábamos allí, solo Cam Kennedy pudo expresarse con fluidez en francés. El resto de nosotros nos limitábamos a decir tonterías de parvulitos o ninguna en absoluto. No he estado tan avergonzado desde las finales de la Sociedad de Debate del Colegio, cuando hice el ridículo frente a cientos de personas. ¡Qué raza vergonzosamente insular somos!

El panel introductorio, durante el cual los creadores del Reino Unido fueron presentados a Europa, fue bastante notable porque estableció firmemente la nueva línea del partido, que es más o menos como sigue: hace años que todos estamos trabajando en la ciencia ficción y los superhéroes, pero ahora todos nos estamos pasando a hacer un trabajo más personal. Recuerda esa palabra, y recuerda que la escuchaste aquí primero: 'personal'.

¿Recuerdas cuando las palabras de moda eran 'descarnado' y 'realista'?

¿Recuerdas cuando no podías leer una entrevista con quien fuese sin que incluyera las palabras 'oscuro' y /o ´realista' al menos una vez? Bueno, mantén los ojos bien abiertos en cuanto a eso de 'personal': es el consejo de la temporada.

'Personalmente' no me importa gran cosa.

NUEVA YORK EN EL DAREDEVIL DE FRANK MILLER

"Investigué mucho para hacer un buen trabajo. Si me pedían que dibujara una cascada, iba hasta una y la dibujaba. Esto es algo que a...