viernes, 21 de junio de 2024

THE DRAGON SLAYER, por Jaime Hernandez

Reseña de Rob Clough para The Comics Journal, 2018. Traducción de Frog2000.

No cabe duda de que la editorial de Françoise Mouly, Toon Books, ha participado directamente en la revolución del mercado de los libros infantiles. Y lo ha hecho en parte porque ha logrado alcanzar el éxito: además de ganar más de ochenta premios y nominaciones, han ampliado la línea y se ha añadido una categoría llamada "Toon Graphics", diseñada para atraer a lectores de siete años o más. En las entrevistas que la han realizado, Mouly ha dicho que intentó vender estos libros a varias editoriales hace más de una década, pero nadie quiso hacerse cargo. Según ella, Random House quería publicarlos como cómics tradicionales, sacando 36 al año, y Mouly lo rechazó. Muchos editores adujeron que les gustaban los libros, pero que no sabían cómo venderlos. Sorprendentemente, a nadie se le había ocurrido introducir una línea de cómics dirigida directamente a jóvenes lectores.

Mouly había coeditado varios libros de la serie "Little Lit" de RAW y sabía bien lo que funcionaba y lo que no. Lo que distingue a Toon Books de otros libros infantiles es la atención que se dedica a la producción y al diseño. Son objetos atractivos y llamativos con el tamaño justo para que un niño pueda sostenerlos. En ese sentido, recuerdan a los Little Golden Books, que casi piden a gritos que se abran, se lean y luego se guarden en una balda. La dirección más reciente de la línea conlleva un intento de aumentar su atractivo para los lectores latinos. El dibujante argentino Liniers ha publicado un par de libros para Toon que se han traducido al español, pero no fue hasta que Toon contactó con Jaime Hernandez y le pidió que eligiera algunos cuentos populares específicos de América Latina cuando dio comienzo un verdadero esfuerzo por cortejar a los lectores latinos.

Hernandez era la elección perfecta, no solo porque es uno de los mejores artesanos del cómic, sino específicamente porque siempre ha destacado dibujando niños. Es uno de los auténticos problemas de muchos dibujantes, que esencialmente dibujan adultos pequeños en lugar de entender cómo son los niños y, especialmente, cómo se mueven. Al mismo tiempo, Hernandez ha dibujado muchas historias relacionadas con el género, desde los primeros tiempos de Maggie la Mecánica y sus encuentros con dinosaurios hasta las aventuras espaciales de Rocky, y las travesuras superheróicas más recientes de las Ti-Girls. Como se comenta en la biografía de este cómic, esta obra ha sido solo un leve "cambio de ritmo" de sus narrativas habituales en Locas.

El autor selecciona tres historias de abundante texto para adaptarlas a su terreno. La primera, "The Dragon Slayer", hace alarde de una moraleja inmediata que indica que hay que ser amable y generoso con todos sin esperar una recompensa a cambio. La más joven de tres hijas es expulsada de su casa después de que sus celosas hermanas mayores logren que parezca que le ha robado dinero a su padre. Mientras deambula por un largo camino, se encuentra con un viajero de aspecto extraño y comparte su comida con el mismo. El viajero la entrega una varita mágica capaz de decir todo lo que necesita saber. Este recurso argumental la ayuda a conseguir un trabajo en el castillo, matar a un dragón, salvar al príncipe con un anillo mágico y terminar casándose con él. Los monstruos y gigantes de Hernandez son bastante impresionantes, pero el verdadero atractivo de esta historia es la forma en que utiliza los ojos de sus personajes para hacer la mayor parte del trabajo pesado que conlleva la narrativa visual. Incluso si la historia hubiera sido muda, el tamaño y la forma de los ojos que aparecen en cada viñeta habrían bastado para guiar al lector a través de la página. Si a esto le sumamos su poderoso uso de los gestos y el diseño de personajes ligeramente bufonesco con el que reviste a casi todos, excepto a la niña y al príncipe, descubrimos que el texto es casi una ocurrencia de último momento.

En "Martina Martínez y Pérez el Ratón" da la sensación de que Hernandez está metiéndose en un territorio que a menudo ha cubierto su hermano, Gilbert. Esta historia de la vida en un pequeño pueblo parece una historia ambientada en el Palomar de Beto, con detalles sobre la forma en que se construyeron las casas que evocan un lugar real y que parece habitado. Por supuesto, el meollo de la historia tiene que ver con una hermosa joven (la protagonista Martina) que rechaza a una serie de animales antropomórficos antes de salir con el ratón protagonista, lo que conduce a que celebren una boda. Cuando el ratón se mete literalmente en un aprieto, ella sale corriendo llorando, dando comienzo a una clásica historia de progresivo desarrollo de los acontecimientos típica de los cuentos de hadas. Los pájaros le preguntan por qué llora y luego se cortan el pico para mostrar su dolor. Una paloma les pregunta por qué se cortan el pico, lo que la lleva a cortarse la cola. También intervienen una fuente y una niña con una jarra de agua, que informa a su madre de los hechos. La madre pregunta razonablemente quién ha quedado al cuidado del ratón, lo que termina por salvarlo. Es un gag divertido, que insta a no perder el tiempo llorando cuando se puede pasar a la acción.

"Tup y las hormigas" es la historia más divertida y su moraleja la más dudosa ("Si aprendes a delegar, puedes hacer el vago"). El perezoso Tup se reúne con sus hermanos -trabajadores pero tontos- para trabajar en los campos de maíz a las órdenes de su suegro. La nota del epílogo menciona que esta historia se solía contar de forma divertida para explicar exactamente cómo funcionaba el cultivo del maíz a los jóvenes. Mientras sus hermanos trabajan, Tup duerme y descubre que las hormigas les han robado la comida. Amenaza a las hormigas para que, o bien le devuelvan la comida, o bien hagan el trabajo por él, así que eligen la segunda opción. Mientras sus hermanos se las arreglan para meter la pata continuamente (haciendo agujeros en los árboles en lugar de talarlos, por ejemplo), Tup siempre hace un trato con las hormigas para que hagan el trabajo mientras él duerme. Al final, Tup es recompensado después de haber sufrido abusos durante el resto de la historia.

El relato funciona por el incansable esfuerzo de Hernandez por variar su narrativa lo suficiente para que cada página sea diferente. En una historia llena de fondos aburridos compuestos por los campos de maíz, Hernandez redobla la apuesta por el diseño de personajes y las expresiones faciales exageradas. Su suegro no solo grita: se pone el sombrero sobre la cabeza exasperadamente, con un solo diente a la vista y gotas de sudor volando desde su cabeza. La suegra que lo desaprueba no solo frunce el ceño: su boca es una inquebrantable parábola invertida. En realidad, es una copia exacta del personaje de Gilbert Hernandez, Boots, otro guiño astuto a las historias de Palomar. Tup no es simplemente perezoso y soñoliento: sus enormes párpados parecen estar constantemente entrecerrados. La reina de las hormigas luce una alegre corona en la cabeza y los personajes están dibujados de forma lo suficientemente variada (a pesar de su pequeño tamaño) como para mantener la mirada fija en la página.

El hecho de que Hernandez eligiese historias que no son estrictamente instructivas moralmente, sino que transmiten otro tipo de información, o que simplemente hacen reír a la gente o actúan como historias anecdóticas consigue que leer este volumen sea especialmente agradable. El trabajo con el color supone un placer especial (la colorista es Ala Lee), lo que probablemente le ha permitido trabajar un poco más libremente que en sus historias habituales en la serie Love and Rockets. Hernandez siempre ha utilizado a mujeres como protagonistas, por lo que parece natural que dos de las tres historias se centren en personajes femeninos. Si a esto le sumamos el contexto histórico de cada una de las historias que se indica en el epílogo, tenemos a otro dibujante alternativo que entrega una buena obra de la marca Toon Books.

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