Solo consigues algo remotamente placentero en cada bocado, o por qué los cómics pueden provocar caries, artículo de Raimond Orkwis para The Comics Journal (1978). Traducción: Félix Frog2000.
Revista 1984, 1 de junio de 1978.
Una revista Warren
Diseño: Bill Dubay
Guionistas: Richard Corben, Nicola Cuti, Bill DuBay, Jim Strenstrum, Wally Wood
Dibujantes: Alfredo Alcalá, Luis Bermejo, Richard Corben, Esteban Maroto, Rudy Nebres, Alex Niño, José Ortiz, Jim Stenstrum, Joe Vaultz, Wally Wood
Los dentistas y nutricionistas nos advierten de los peligros de los dulces. El azúcar refinado puede convertir fácilmente tu boca en un Angkor Wat de dientes arruinados y tu cuerpo en un basurero hiperactivo de calorías inútiles. Pero es tan tentador... helados, trufados de menta, barritas de chocolate con leche cremosa, galletas, pasteles, tartas... la boca se me hace agua con solo pensar en dulces tan deliciosos. Pero, ¿qué hay debajo de la capa de chocolate de una barrita? Más azúcar. Somos una nación de adictos que anhelan las soluciones baratas que nos proporciona la cultura de consumo. Lo hacen todo por nosotros. Danos algo exitoso y lo perseguiremos.
Televisión, drogas, religión organizada, cómics, Star Wars, Star Trek, Encuentros en la Tercera Fase, pornografía, música disco... Todo es dulce. Todo son excitaciones baratas de nuestros hastiados deseos. Agujeros en nuestros dientes producidos por el dulce, agujeros en nuestras cabezas que hay que repasar con hilo dental. El azucarado y resbaladizo shlock de la cultura popular va refinando poco a poco nuestras mentes. Entretenimiento cohibido y vacío que satisface nuestros antojos. Sin valor nutricional alguno. Sin elaboración. "Ahí tienes un tonto, ahora a callar y a ver la tele".
Aunque vivimos en una cultura audiovisual, no hay excusa para disfrazar la vacuidad con bonitas imágenes. Es lo que hace exactamente Star Wars, también Encuentros en la Tercera Fase. Y los comic-books: son un fantástico grupo de imágenes proyectado en las paredes de la caverna, todo un acontecimiento para la retina, pero hay un mundo más allá. O eso solíamos creer.
1984 se acerca cada vez más. 1984, ese siniestro símbolo del tiempo futuro se está haciendo presente. No será como predijo Orwell. La suya fue la pesadilla de un siglo XX socialista y recién estrenado que no comprendía del todo el alcance del dominio tecnológico (por eso 1984, el libro, no es ciencia ficción). Sin embargo, nos queda recordar su fecha. 1984 es una forma de abordar la realidad.
Lo último en proyectar imágenes irregulares en las paredes es la Warren Publications. Seis años antes de la fecha de marras, acaba de llegar 1984. 1984 es una revista de historietas al estilo Creepy que nos trae "el mundo de la ficción ilustrada del mañana". El editor DuBay la ve como un regreso a "los buenos viejos tiempos" cuando el espacio era un estado mental y la imaginación un pasatiempo maravilloso. Con las "especulaciones adultas sanas del mañana" se nos invita a "recuperar el espíritu de una época que no se tomaba a sí misma tan en serio". Tilda la revista de "subidón cerebral de comida basura".
Warren es hábil, metódico y profesional. La iniciativa está formada por muchos ilustradores importantes: Richard Corben, Alex Niño, Rudy Nebres, Esteban Maroto, Wally Wood, Alfredo Alcalá (todos aparecen en este primer número). Se trata de artesanos de gran calibre, maestros de la tinta y el dibujo que producen maravillosas visiones que impactan nuestra visión para transportarnos a mundos imaginarios en algún lugar más allá de la página.
La brillante utilización de la luz y el color de Richard Corben es insuperable. Sus viñetas resplandecen con un suave impresionismo que trasciende el contenido adolescente de las historias. El medio es, de hecho, el mensaje.
Alex Niño esparce hacia el mundo filigranas en forma de trazos que bailotean como gusanos mareados en el corazón de una galaxia lejana. Es el dibujante de historietas en activo más abstracto de la actualidad.
Por hermosas que sean estas formas y colores, existen principalmente para hacer de armazón a la historia. Simple contexto para el contenido. Con una belleza tan distractora, se puede olvidar fácilmente el aspecto más sutil del contenido del cómic. Las historias pasan a segundo plano. Se convierten en escenografía pura, fachada barata y condescendiente. Estamos tan acostumbrados a los personajes de cartón y a la acción plástica que no nos damos cuenta de la superficialidad, así que saludamos a Star Wars como un regreso al entretenimiento, un resurgimiento de los buenos valores de toda la vida. Pero la mierda con cualquier otro nombre seguirá atrayendo a las moscas.
Zumbando a través de la versión de "la-locura-que-está-por-venir" de Warren, que de alguna manera tiene lugar en "el único universo sano que queda", notamos en las historias una afectación peculiar. Alguien de su camarilla parece haber descubierto que se podía salir con la suya con bromas de "caca, culo, pedo, pis" y "estampas de tetas". Es una afectación tan obvia que rápidamente nos entra la vergüenza, y eso que no voy a hablar del resto de rasgos infantiles. Hay formas más divertidas y menos crudas de ser gracioso.
En la historia principal, "Last of the Really Great, All-American Joy Juice", resulta que un viejo y su tullido (adivina de qué carece) sidekick transportan un cargamento con el último semen estadounidense, rescatado antes de las "Guerras de la esterilización". Una pandilla de mujeres hambrientas de sexo ataca la nave espacial con la esperanza de mantener relaciones sexuales con el viejo, que las elude y destruye su carga seminal, llamándolas "pervertidas Empuja-felpudos". Y en la cabecera indica "Fantasía ilustrada para adultos".
"Once Upon Clarissa" está protagonizada por una heroína destrozada por unos trenes fuera de control, y restaurada a continuación por frívolos médicos en una mezcolanza de órganos internos embotellados externamente. Lo que se podría haber convertido en una historia especulativa interesante (¿dónde reside el yo?) se transforma en cambio en una broma estúpida y tonta. En la conclusión, el amado corresponsal invisible hasta ese momento de Clarissa es conducido para que "conozca" a Clarissa, y le llevan a un sótano hasta "un frasco marcado con una V". No solo es estúpido, sino insultante.
Bueno, puede que me digas, si estas cosas te ofenden, o simplemente no te gustan, ¿por qué te molestas en leer cómics? ¿Por qué te los tomas tan en serio? Después de todo, son simple diversión escapista.
Me molesto en leer cómics porque me gusta la buena diversión dibujada. Me gustan las ilustraciones bonitas que impulsan mi propia imaginación, pero exijo inteligencia, mis realidades alternativas deben ser reales y relevantes. Por toscos que parezcan ahora los viejos cómics de la EC, siguen siendo superiores al 90% de los tebeos actuales. Por mucha fantasía que tuviesen, de alguna manera se relacionaban con la vida que llevaba cuando los coleccionaba. Eso es lo que hizo que fuesen tan poderosos. Claro que no creía que los cadáveres se podrían levantar algún día para vengarse, pero, aún así, ¿y si lo hicieran? Miradas con el paso del tiempo, esas historias moralistas son simplistas, pero me sonaban auténticas, y también para otros chavales. Nos aterrorizaban, cambiaron nuestras realidades. Nos hicieron pensar y sentir. Como en la actualidad lo hacen muy pocas visiones.
El motivo por el que me tomo en serio la basura de 1984 es que su existencia destruye las alternativas, al igual que Star Wars también lo hizo. ¿Heavy Metal? De nuevo, bellas imágenes que usurpan el contenido. ¿Comic-books en cuatricomía? A excepción de Howard, el Pato, que a pesar de sus fallas trasciende el medio, los cómics son calculadamente infantiles. ¿Los comix underground? A veces funcionan, pero carecen de la delicadeza de las revistas más pulidas. Y la mayoría de sus historias son igualmente pobres (la saga de Jaxon protagonizada por indios es una excepción reciente y digna de mención).
Igual pido demasiado. Alguien me dijo que no puedes tener una serpiente y un Edén a la vez. Pero me molesta que me subestimen. Me molesta que sean unos listillos. Me molesta que masturben mi sentido de la maravilla, que conviertan en papilla mis emociones. Detesto la mediocridad. Si estos son los buenos viejos tiempos, entonces mejor nos vamos a un nuevo lugar. ¿Alguien conoce buenos restaurantes?
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