"Lo recuerdo, intacto, como una estela de vello erizado trepando por la columna vertebral. La cancha del Pabellón del Juventud de Badalona a oscuras, el gentío jaleando a Iggy, un breve rasgueo de calentamiento y el taladrante riff de "Penetration" emulsionando de la negrura con la exactitud de una incisión practicada por un cirujano jefe, después de la irrupción del grupo acoplándose a esas poderosas seis cuerdas como un guante de látex bañado en talco, y luego el aterrizaje de Iggy sobre el caudal de fuego, ascuas y termodinámica que aquel asteroide que llevaba por grupo iba arando a su demoledor paso. No había oído nada similar hasta entonces, y los fantasmas de Stooges y MC5 huyeron de mi cabeza al galope, aturdidos por una fuerza de origen desconocido que aquella guitarra con aletas de escualo controlaba a su voluntad. Fue la de esa noche una de las últimas representaciones de Iggy Stooge antes de ser definitivamente Iggy Pop, y seguramente lo más parecido a encontrarse en el Grande Ballroom. Tan culpable del trance como Iggy, la guitarra del estático e irreconocible Fred Sonic Smith había resultado un galvánico contrapunto a las contorsiones existenciales de aquel que buscaba para destruir. Es más, pese el abotargamiento físico, su críptica presencia eclipsó al iguanauta."
Jaime Gonzalo se ocupaba del comando conocido como Sonic´s Rendezvous Band en este Ruta 66 número ciento cuarenta y cuatro, y de paso rememoraba el bestial concierto de Iggy Pop que presenció en 1978.
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