Artículo de Bill Randall para The Comics Journal nº 249 (2002). Traducido por Frog2000. Parte 1, parte 2, parte 3.
En el recuento final, Pulp puede sentirse agradecida de haber publicado varias series interesantes y al menos tres excepcionales: Bakune Young (reseñada en The Comics Journal nº 247), Black and White y Uzumaki. Mientras que Bakune Young retuerce y deforma los géneros de acción y la Yakuza, Black and White (que repasaré en una futura columna) se ocupa de la ciencia ficción tradicional derivada de Moebius y otros europeos. Por su parte, Uzumaki se inspira en el terror japonés, desde Kwaidan a Shigeru Mizuki, y lo mezcla con H.P. Lovecraft. El resultado no se parece a ninguna otra cosa, logrando un absorbente híbrido que está en un plano diferente de viejos favoritos de los fans como Vampire Princess Miyu. Si tuviese que compararlo con algo, diría que es una moderna versión pop de los mangas de Kazuichi Hanawa, pero la obra de Junji Ito tiene su propio estilo.
Uzumaki nos presenta a los habitantes de un pequeño pueblo costero aislado por las montañas. La acción se centra en una joven pareja, Kirie y Shuichi, cada vez más conscientes de que hay algo en su pueblo que no marcha bien. Cuando el padre de Shuichi se empieza a obsesionar con las formas en espiral, estas se convierten en el terrorífico motivo omnipresente que campa a sus anchas por todos lados, desde las conchas de caracol, pasando por el agua escurriéndose por un lavabo hasta las huellas dactilares. Es una forma tan universal en la Naturaleza que Ito dispone de una provisión infinita de cosas diferentes que utilizar, incluyendo hongos, caracoles o los mismísimos efectos atmosféricos, subiendo de esa forma las apuestas en cada entrega de su manga. La idea central también delimita la estructura de la historia, que comienza como un episódico elemento-de-terror-del-mes y se termina convirtiendo en un misterio lineal mientras se acerca a su final. Como sus primos cercanos Bakune Young y Black and White, su duración en tres tomos es de lo más apropiada.
Según progresa la trama, Ito incrementa los elementos espantosos y fantásticos. Frecuentemente, su historia se centra en el cuerpo humano, convirtiéndolo en un lugar de dolor, perfectamente demonizado. Los capítulos ambientados en el hospital del pueblo son particularmente desagradables y eficaces. Sin embargo, el capítulo en el que algunos estudiantes despreocupados se metamorfosean en criaturas más acordes con su naturaleza hace alarde de un humor negro parecido a los mejores episodios del primer Expediente-X. En el tercer volumen, Ito enlaza todos los elementos que ha ido desgranando en los dos primeros para conseguir un final climático. El resultado final es bastante satisfactorio. El autor es capaz de elegir sabiamente el material que utiliza para intentar aterrorizar al lector. En lugar de hacer que la amenaza sea una cosa o una persona, la elección de una espiral incrementa la tensión mientras apenas se tiene que explicar mucho más. Como ocurre con las mejores obras de terror, el hecho de que la amenaza no tenga nombre ni rostro humano hace que todo sea mucho más aterrador. Además, la ausencia de un villano como tal da la sensación de que todo lo que ocurre en la historia funciona como parte de algo más grande. Por ejemplo, la muerte del padre de Shuichi no solo presagia el destino de docenas de lugareños, sino la de todo el pueblo, incluso aunque nunca se nos explique por qué están ocurriendo estos sucesos excepto algunos leves indicios aquí y allá. Al igual que el lector, los personajes solo pueden suponer por qué suceden todas estas cosas, a pesar de que lo que va a acontecer al final sea cada vez más inevitable.
Más aún, como ocurre en las mejores películas de terror como Nosferatu o The Blair Which Project, la ambientación genera la mayor parte del malestar. En el capítulo de presentación, Kirie camina por un terreno lleno de hierba donde cada hoja se curva en espiral, rodeándola. Desde el mismo comienzo, el personaje tiene pocas posibilidades de evitar esta persistente amenaza. Ito también aprovecha los rasgos más sencillos de la vida en los pueblos pequeños: el pueblo se convierte en en lugar de opresión. Como los niños tienen que asistir al colegio del pueblo más cercano, es Shuichi el primero que se da cuenta de que algo no va bien, aunque no termine de creérselo. En su lugar, lentamente se va obsesionando cada vez más con estas extrañas formas diminutas, o empieza a dar vueltas a lo que ocurre para intentar racionalizarlo. La mayoría del terror americano se suele centrar en el tedio de la clase media blanca urbana, uno de los temas que La Noche de los Muertos Vivientes es capaz de repasar de forma explícita. Los personajes de Ito no son blancos, pero hacen gala del mismo tedio urbano de clase media. Las últimas escenas del final de la obra podrían parecer demasiado fantásticas para ser aceptadas por el lector habitual, pero subrayan muy bien la procedencia del horror y la importancia de la ambientación para manipular la psicología de los personajes. Dudo que leer Uzumaki haya cambiado la vida de nadie, pero si todos los mangas estuviesen igual de bien realizados, viviríamos en un mundo más agradable.
Después de considerar todos los diferentes aspectos, al crear un vehículo para el manga alejado del mainstream que estuvo en funcionamiento durante su andadura de 57 números, creo que Pulp consiguió algo extraordinario. Esta encomiable perseverancia ha conseguido generar un estándar de publicación para este tipo de manga, proveyéndonos del necesario respiro de los robots gigantes y chicas mágicas que dominan las ediciones traducidas al inglés. Virtuamente todas las series de Pulp se abrieron su propio camino y consiguieron ser recopiladas en tomo. Parece que el editor quiere seguir haciendo las cosas de la misma forma, aunque sin la cadencia mensual. Aunque sigo esperando una antología dedicada al verdadero manga "para adultos", y espero que futuras encarnaciones de Pulp se centren más en la calidad que únicamente en el riesgo, respeto un montón que la revista estuviese funcionando durante tanto tiempo y que se las haya arreglado para hacer entrega al lector americano de un puñado de series que merecen mucho la pena.
En el recuento final, Pulp puede sentirse agradecida de haber publicado varias series interesantes y al menos tres excepcionales: Bakune Young (reseñada en The Comics Journal nº 247), Black and White y Uzumaki. Mientras que Bakune Young retuerce y deforma los géneros de acción y la Yakuza, Black and White (que repasaré en una futura columna) se ocupa de la ciencia ficción tradicional derivada de Moebius y otros europeos. Por su parte, Uzumaki se inspira en el terror japonés, desde Kwaidan a Shigeru Mizuki, y lo mezcla con H.P. Lovecraft. El resultado no se parece a ninguna otra cosa, logrando un absorbente híbrido que está en un plano diferente de viejos favoritos de los fans como Vampire Princess Miyu. Si tuviese que compararlo con algo, diría que es una moderna versión pop de los mangas de Kazuichi Hanawa, pero la obra de Junji Ito tiene su propio estilo.
Uzumaki nos presenta a los habitantes de un pequeño pueblo costero aislado por las montañas. La acción se centra en una joven pareja, Kirie y Shuichi, cada vez más conscientes de que hay algo en su pueblo que no marcha bien. Cuando el padre de Shuichi se empieza a obsesionar con las formas en espiral, estas se convierten en el terrorífico motivo omnipresente que campa a sus anchas por todos lados, desde las conchas de caracol, pasando por el agua escurriéndose por un lavabo hasta las huellas dactilares. Es una forma tan universal en la Naturaleza que Ito dispone de una provisión infinita de cosas diferentes que utilizar, incluyendo hongos, caracoles o los mismísimos efectos atmosféricos, subiendo de esa forma las apuestas en cada entrega de su manga. La idea central también delimita la estructura de la historia, que comienza como un episódico elemento-de-terror-del-mes y se termina convirtiendo en un misterio lineal mientras se acerca a su final. Como sus primos cercanos Bakune Young y Black and White, su duración en tres tomos es de lo más apropiada.
Según progresa la trama, Ito incrementa los elementos espantosos y fantásticos. Frecuentemente, su historia se centra en el cuerpo humano, convirtiéndolo en un lugar de dolor, perfectamente demonizado. Los capítulos ambientados en el hospital del pueblo son particularmente desagradables y eficaces. Sin embargo, el capítulo en el que algunos estudiantes despreocupados se metamorfosean en criaturas más acordes con su naturaleza hace alarde de un humor negro parecido a los mejores episodios del primer Expediente-X. En el tercer volumen, Ito enlaza todos los elementos que ha ido desgranando en los dos primeros para conseguir un final climático. El resultado final es bastante satisfactorio. El autor es capaz de elegir sabiamente el material que utiliza para intentar aterrorizar al lector. En lugar de hacer que la amenaza sea una cosa o una persona, la elección de una espiral incrementa la tensión mientras apenas se tiene que explicar mucho más. Como ocurre con las mejores obras de terror, el hecho de que la amenaza no tenga nombre ni rostro humano hace que todo sea mucho más aterrador. Además, la ausencia de un villano como tal da la sensación de que todo lo que ocurre en la historia funciona como parte de algo más grande. Por ejemplo, la muerte del padre de Shuichi no solo presagia el destino de docenas de lugareños, sino la de todo el pueblo, incluso aunque nunca se nos explique por qué están ocurriendo estos sucesos excepto algunos leves indicios aquí y allá. Al igual que el lector, los personajes solo pueden suponer por qué suceden todas estas cosas, a pesar de que lo que va a acontecer al final sea cada vez más inevitable.
Más aún, como ocurre en las mejores películas de terror como Nosferatu o The Blair Which Project, la ambientación genera la mayor parte del malestar. En el capítulo de presentación, Kirie camina por un terreno lleno de hierba donde cada hoja se curva en espiral, rodeándola. Desde el mismo comienzo, el personaje tiene pocas posibilidades de evitar esta persistente amenaza. Ito también aprovecha los rasgos más sencillos de la vida en los pueblos pequeños: el pueblo se convierte en en lugar de opresión. Como los niños tienen que asistir al colegio del pueblo más cercano, es Shuichi el primero que se da cuenta de que algo no va bien, aunque no termine de creérselo. En su lugar, lentamente se va obsesionando cada vez más con estas extrañas formas diminutas, o empieza a dar vueltas a lo que ocurre para intentar racionalizarlo. La mayoría del terror americano se suele centrar en el tedio de la clase media blanca urbana, uno de los temas que La Noche de los Muertos Vivientes es capaz de repasar de forma explícita. Los personajes de Ito no son blancos, pero hacen gala del mismo tedio urbano de clase media. Las últimas escenas del final de la obra podrían parecer demasiado fantásticas para ser aceptadas por el lector habitual, pero subrayan muy bien la procedencia del horror y la importancia de la ambientación para manipular la psicología de los personajes. Dudo que leer Uzumaki haya cambiado la vida de nadie, pero si todos los mangas estuviesen igual de bien realizados, viviríamos en un mundo más agradable.
Después de considerar todos los diferentes aspectos, al crear un vehículo para el manga alejado del mainstream que estuvo en funcionamiento durante su andadura de 57 números, creo que Pulp consiguió algo extraordinario. Esta encomiable perseverancia ha conseguido generar un estándar de publicación para este tipo de manga, proveyéndonos del necesario respiro de los robots gigantes y chicas mágicas que dominan las ediciones traducidas al inglés. Virtuamente todas las series de Pulp se abrieron su propio camino y consiguieron ser recopiladas en tomo. Parece que el editor quiere seguir haciendo las cosas de la misma forma, aunque sin la cadencia mensual. Aunque sigo esperando una antología dedicada al verdadero manga "para adultos", y espero que futuras encarnaciones de Pulp se centren más en la calidad que únicamente en el riesgo, respeto un montón que la revista estuviese funcionando durante tanto tiempo y que se las haya arreglado para hacer entrega al lector americano de un puñado de series que merecen mucho la pena.
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