Entrevista para Daily Grail, 2017. Traducción: Frog2000. Parte 1.
TDG: Pasando a temas menos complejos, hablemos un poco de las teorías científicas y filosóficas sobre el tiempo y el cosmos. A lo largo de los años, el tema del tiempo trascendental sigue apareciendo en tu trabajo: pienso en el Doctor Manhattan de Watchmen ("No hay futuro. No hay pasado. ¿Lo ves? El tiempo es simultáneo, una joya intrincadamente estructurada de la que los humanos insisten en ver una sola de las facetas cada vez, cuando todo el diseño es visible en cada una de ellas."), en aquella maravillosa página de Promethea donde se representa la Banda de Möbius, así como parece ser uno de los temas centrales en tu reciente novela Jerusalem. ¿Es el tiempo simplemente un concepto divertido con el que jugar cuando se narran historias, o el tema te sugiere una fascinación más profunda?
AM: Obviamente, como narrador de historias el elemento del tiempo y los usos narrativos con el que se puede utilizar son tremendamente divertidos, pero creo que cuando me he sentido atraído por contar historias como estas, y ciertamente lo he estado, entonces se podría decir que es porque el tiempo mismo es un tema que me lleva fascinando desde mi infancia, cuando estudiaba las fotografías enmarcadas de mis antepasados fallecidos, porque se me ocurrió que en algún momento en el futuro, después de que estuviese muerto, la gente seguiría examinando fotografías mías, y que desde cierta perspectiva ya estaba sucediendo.
Según he indagado y llegado a comprender más acerca de la corriente que he aprendido que se llama Eternalismo, he llegado a sentir que ofrece una vívida alternativa tanto a la creencia religiosa ridículamente optimista como al pesimismo ateo que probablemente sea psicológicamente inviable. Hace poco recibí una maravillosa carta de alguien que me decía que leer Jerusalem le había ayudado a resolver el terror a la mortalidad que lo llevaba persiguiendo desde la niñez, lo que le acarreaba una ansiedad y depresión agotadoras. Esto es todo lo que siempre quise que sugiriese el libro: tenía la esperanza de que podría ofrecer una nueva visión sólidamente racional sobre la muerte que proporcionaría una alternativa para dejar de hacer que nuestra vida sea ensombrecida mórbidamente por nuestro temor paralizante e improductivo ante su fin.
TDG: Estás considerado como uno de los mejores creadores de historias de la cultura moderna, y en mi caso, leer Jerusalem ha sido como asistir a una suntuosa fiesta donde solo podía ahondar durante unas pocas páginas a la vez gracias a la riqueza del léxico de tu escritura. Y sin embargo, Terence McKenna dijo una vez algo sobre el lenguaje que también sigo atesorando, aunque parezca oponerse completamente a mi fascinación por cómo el lenguaje puede ser tan hermoso y transmitir tanto. Esto es lo que dijo:
La cultura reemplaza el sentimiento auténtico con palabras. Como ejemplo, imagina a un bebé acostado en su cuna, la ventana abierta, y en la habitación entra algo maravilloso, misterioso, brillante, que parece arrojar luz de muchos colores, movimiento, sonido, una hierofanía transformadora de percepción integrada. El niño se queda embelesado y luego la madre entra en la habitación y le dice: "es un pájaro, bebé, eso es un pájaro", al instante la compleja oleada del misterio transformativo iridiscente del angélico ave se colapsa por la palabra. Todo misterio se ha desvanecido, el niño aprende que eso es un pájaro, lo que es un pájaro, y cuando tenemos cinco o seis años, todo el misterio de la realidad se queda recubierto cuidadosamente de palabras. Esto es un pájaro, esta una casa, eso es el cielo, y nos vamos sellando dentro de una capa lingüística de endeble percepción.
¿Cómo conciliamos estos dos puntos de vista aparentemente opuestos: la belleza de la experiencia en crudo frente a la belleza del lenguaje?
AM: Bueno. Por supuesto, la idea de McKenna es absolutamente válida, y tiene toda la razón cuando señala que el lenguaje nos separa de la realidad pre-verbal probablemente psicodélica que disfrutábamos cuando éramos bebés. Eso sí, lo que también es cierto es que si el individuo infantil (o su cultura infantil) no adquiere el lenguaje, entonces se encontrará en desventaja cuando intente sobrevivir en el mundo físico: en resumen, es probable que no pudiese hacerlo. Lo que quiero decir es que la adquisición del lenguaje parece implicar una compensación necesaria si hablamos en cuanto a nuestra experiencia directa con el mundo en oposición a nuestra capacidad de funcionar en ese mundo. Es nuestra situación humana, y la mejor forma de aprovecharla es utilizar el lenguaje de la forma más completa y espectacular posible. No, nunca nos volverá a conectar con el universo de la misma forma en que nos conectamos cuando éramos bebés, para eso sirven las drogas psicodélicas, pero también sugiero que le echemos un vistazo al medio que Terence McKenna eligió para expresar bellamente la pérdida de nuestro Edén sin palabras antes de llegar a personificar el lenguaje como una especie de tirano neurológico.
TDG: Eres un gran defensor del poder del método científico, pero también has sugerido que más allá de la realidad física podría haber un "idea espacio", un lugar habitado por todas nuestras ideas e imaginaciones. ¿Acaso al abrazar la ciencia y convertirla en algo tan poderoso no la habremos sobre-estimado y hemos permitido que se defina la "realidad" como restringida a las cosas físicas que la ciencia es capaz de medir? Me acuerdo de una reseña reciente del nuevo libro de Daniel Dennett escrita por Thomas Nagel, donde este reprende a Dennett por desestimar la conciencia y la experiencia subjetiva. Comentaba:
El espectacular progreso de las ciencias físicas desde el siglo XVII parece que fue posible por la exclusión de lo mental de su ámbito. Decir que la realidad es más de lo que la física puede explicar no es una afirmación mística: es un reconocimiento de que estamos lejos de haber podido formular una teoría absoluta, y que la ciencia tendrá que expandirse para acomodar hechos de una especie fundamentalmente diferente de aquellos que la física está diseñada para explicar.
¿Qué opinas sobre la importancia, la tenga o no, de incluir la conciencia, la imaginación y la experiencia subjetiva en cualquier teoría de lo que es la "realidad"?
AM: Resulta útil fijarnos en que la subjetividad es lo único que sabemos que es objetivamente real, ¿o eso solo enturbia las aguas más aún, como ocurre con tantas de las cosas bienintencionadas que suelo decir? Me refiero a que no experimentamos el universo directamente: lo experimentamos solo a través de nuestros limitados sentidos, con nuestras impresiones sensoriales dispuestas momento a momento en esta película psíquica inmersiva a la que aceptamos llamar realidad. Desde este punto de vista, todo nuestro universo solo puede ser un fenómeno neurológico subjetivo, al menos para nosotros, y un rápido vistazo confirmará que solo es a nosotros a quien nos molesta tanto esta cuestión ontológica. Creo que Nagel tiene razón en su crítica de la cosmovisión materialista, y además me atrevería a afirmar que incluso si alguna vez la ciencia lograse su objetivo de unificar la física clásica y cuántica, de lograr una gran 'Teoría del Todo', entonces, si solo describiese el aspecto físico del universo y no tomase en cuenta los maravillosos fenómenos sobrenaturales (el ingenio) que han alcanzado a esta teoría, no podría ser una teoría sobre el todo, ¿no? Sería más bien una teoría de todo lo que percibimos, que por definición no incluye nuestro propio acto de percepción. De hecho, si formulásemos una teoría de la realidad a partir de la conciencia, la imaginación y la experiencia subjetiva, creo que al menos tendríamos una buena oportunidad de llegar hasta un modelo práctico y completo de cómo funciona la realidad. Después de todo, como se señala en un ensayo de una de las excelentes antologías de Dennett, "The Mind's I", si la teoría cuántica actual sugiere que nuestra realidad depende hasta cierto punto de tenernos aquí y ahora como observadores, entonces descartar la conciencia y la subjetividad parecería un poco intelectualmente imprudente, incluso visto desde una perspectiva materialista. Creo que es hora de que dejemos de tratar de exorcizar el Fantasma en la Máquina y, tal vez, intentemos comunicarnos con esta presencia inquietante, tratando de descubrir qué es, qué quiere y por qué no puede descansar fácilmente. Tal vez entonces, y solo entonces, la conciencia encuentre la paz y deje de arrojar nuestro mobiliario mental sobre nuestros niños o a través de los maléficos televisores.
TDG: Has dejado un poco de lado el género del cómic, pero en el pasado se podía notar que los cómics eran un "increíble estímulo" para tu imaginación. ¿Dónde crees que los niños de hoy en día encuentran su inspiración?
AM: Debo admitir que este es un tema al que le he estado dando vueltas. Sí, cuando era niño los cómics y los libros que trataban sobre fantasía o mitología me resultaban increíblemente estimulantes, pero creo que debería verse bajo un contexto personal de lo que para mí fue un estímulo tremendo para la imaginación, aunque por otra parte pueda dejar a cualquier otro carente por completo de otros estímulos imaginativos. Lo que estoy intentando decir es que hay que dejar un espacio sin colonizar para que crezca la imaginación del niño en lugar de apresurarse a llenar ese espacio mediante un deseo insaciable de absorber la mayor cantidad de productos posibles para una audiencia maleable de jóvenes con hambre de tendencias. Al igual que ocurre con las mercancías ilustradas, cuando tenía cerca de siete años y descubrí por primera vez los cómics de superhéroes estadounidenses, probablemente habría dado casi cualquier cosa por un conjunto de, digamos, figuras de la Liga de la Justicia de América. Sin embargo, tales cosas no existían en 1960, e incluso si hubiesen existido, mi familia no habría podido pagarlas. Por lo tanto, si quería jugar con un equipo de superhéroes de juguete, tenía que inventarme uno yo mismo a partir de la variopinta variedad de soldados, vaqueros, indios y guerreros troyanos de juguete que ya tenía, lo que requirió una cierta cantidad de tuneado ingenioso: una figura de un jefe indio se convirtió en un curandero ambulante con poderes mágicos. Un GI americano de siete pulgadas, probablemente perteneciente a un grupo de soldados no oficial que había adquirido en alguna parte, obviamente fue un gigante sobrehumano, y por la misma lógica, esas diminutas figuras militares de Airfix que solían estar disponibles por todas partes podían servir como héroes con habilidades reducidas. Una figura de plástico de Robin Hood que venía de regalo en una caja de cereales se convirtió en uno de los ubicuos y familiares arqueros enmascarados de mis lecturas superheróicas, y recuerdo la figura de robot de plástico verde de un juego de mesa sobre fantasía de los más común (The Magic Robot) que fue refundida como un robot no mágico más cercano a la ciencia ficción, posiblemente con un cerebro humano en su interior. Como cuartel general personalicé y decoré una caja de zapatos de cartón, y como villano principal cogí un desagradable trozo de color amarillento de Plasticene fundido y olvidado que descubrí en la parte trasera del sofá, y lo volví a imaginar como un alienígena amibiano que cambiaba de forma. Un monstruo de otro planeta capaz de envolver a mis héroes y de alguna manera robarles sus poderes. Supongo que al carecer de un juego de figuras de La Liga de la Justicia de Estados Unidos, tuve que ejercitar mi imaginación creando personajes y situaciones propias. Me da miedo considerar que los niños de hoy (eso suponiendo que ellos o sus padres puedan juntar el dinero de alguna manera) puedan satisfacer cualquier capricho imaginativo sin tener que llevar a cabo un laborioso trabajo (aunque muy agradable) o exhibir cualquier creatividad propia. En mi opinión, a lo largo de las últimas décadas del siglo XX empezó a ser un problema creciente y a principios del XXI se ha vuelto preocupante. Y si estoy en lo cierto, es probable que no haga sino empeorar. Al no invertir en el crecimiento imaginativo de los jóvenes, parece que estemos sembrando un fracaso masivo de creatividad, progreso e imaginación en un futuro no muy lejano. Puede parecer una evaluación desalentadora, pero un rápido vistazo al cine, la televisión, la música, la literatura o los cómics dominantes nos confirman que los últimos veinte o treinta años no han estado precisamente llenos de ideas nuevas y transformadoras. Lo que estoy intentando argumentar es que empieza a haber un mayor grado de escasez imaginativa en la infancia, ¿no te parece? Admito que pueda sonar un poco sorprendente y poco atractivo, pero diría que la imaginación no parece que nos hiciese mucho daño ni a Kevin O'Neill ni a mí.
TDG: Pasando a temas menos complejos, hablemos un poco de las teorías científicas y filosóficas sobre el tiempo y el cosmos. A lo largo de los años, el tema del tiempo trascendental sigue apareciendo en tu trabajo: pienso en el Doctor Manhattan de Watchmen ("No hay futuro. No hay pasado. ¿Lo ves? El tiempo es simultáneo, una joya intrincadamente estructurada de la que los humanos insisten en ver una sola de las facetas cada vez, cuando todo el diseño es visible en cada una de ellas."), en aquella maravillosa página de Promethea donde se representa la Banda de Möbius, así como parece ser uno de los temas centrales en tu reciente novela Jerusalem. ¿Es el tiempo simplemente un concepto divertido con el que jugar cuando se narran historias, o el tema te sugiere una fascinación más profunda?
AM: Obviamente, como narrador de historias el elemento del tiempo y los usos narrativos con el que se puede utilizar son tremendamente divertidos, pero creo que cuando me he sentido atraído por contar historias como estas, y ciertamente lo he estado, entonces se podría decir que es porque el tiempo mismo es un tema que me lleva fascinando desde mi infancia, cuando estudiaba las fotografías enmarcadas de mis antepasados fallecidos, porque se me ocurrió que en algún momento en el futuro, después de que estuviese muerto, la gente seguiría examinando fotografías mías, y que desde cierta perspectiva ya estaba sucediendo.
Según he indagado y llegado a comprender más acerca de la corriente que he aprendido que se llama Eternalismo, he llegado a sentir que ofrece una vívida alternativa tanto a la creencia religiosa ridículamente optimista como al pesimismo ateo que probablemente sea psicológicamente inviable. Hace poco recibí una maravillosa carta de alguien que me decía que leer Jerusalem le había ayudado a resolver el terror a la mortalidad que lo llevaba persiguiendo desde la niñez, lo que le acarreaba una ansiedad y depresión agotadoras. Esto es todo lo que siempre quise que sugiriese el libro: tenía la esperanza de que podría ofrecer una nueva visión sólidamente racional sobre la muerte que proporcionaría una alternativa para dejar de hacer que nuestra vida sea ensombrecida mórbidamente por nuestro temor paralizante e improductivo ante su fin.
TDG: Estás considerado como uno de los mejores creadores de historias de la cultura moderna, y en mi caso, leer Jerusalem ha sido como asistir a una suntuosa fiesta donde solo podía ahondar durante unas pocas páginas a la vez gracias a la riqueza del léxico de tu escritura. Y sin embargo, Terence McKenna dijo una vez algo sobre el lenguaje que también sigo atesorando, aunque parezca oponerse completamente a mi fascinación por cómo el lenguaje puede ser tan hermoso y transmitir tanto. Esto es lo que dijo:
La cultura reemplaza el sentimiento auténtico con palabras. Como ejemplo, imagina a un bebé acostado en su cuna, la ventana abierta, y en la habitación entra algo maravilloso, misterioso, brillante, que parece arrojar luz de muchos colores, movimiento, sonido, una hierofanía transformadora de percepción integrada. El niño se queda embelesado y luego la madre entra en la habitación y le dice: "es un pájaro, bebé, eso es un pájaro", al instante la compleja oleada del misterio transformativo iridiscente del angélico ave se colapsa por la palabra. Todo misterio se ha desvanecido, el niño aprende que eso es un pájaro, lo que es un pájaro, y cuando tenemos cinco o seis años, todo el misterio de la realidad se queda recubierto cuidadosamente de palabras. Esto es un pájaro, esta una casa, eso es el cielo, y nos vamos sellando dentro de una capa lingüística de endeble percepción.
¿Cómo conciliamos estos dos puntos de vista aparentemente opuestos: la belleza de la experiencia en crudo frente a la belleza del lenguaje?
AM: Bueno. Por supuesto, la idea de McKenna es absolutamente válida, y tiene toda la razón cuando señala que el lenguaje nos separa de la realidad pre-verbal probablemente psicodélica que disfrutábamos cuando éramos bebés. Eso sí, lo que también es cierto es que si el individuo infantil (o su cultura infantil) no adquiere el lenguaje, entonces se encontrará en desventaja cuando intente sobrevivir en el mundo físico: en resumen, es probable que no pudiese hacerlo. Lo que quiero decir es que la adquisición del lenguaje parece implicar una compensación necesaria si hablamos en cuanto a nuestra experiencia directa con el mundo en oposición a nuestra capacidad de funcionar en ese mundo. Es nuestra situación humana, y la mejor forma de aprovecharla es utilizar el lenguaje de la forma más completa y espectacular posible. No, nunca nos volverá a conectar con el universo de la misma forma en que nos conectamos cuando éramos bebés, para eso sirven las drogas psicodélicas, pero también sugiero que le echemos un vistazo al medio que Terence McKenna eligió para expresar bellamente la pérdida de nuestro Edén sin palabras antes de llegar a personificar el lenguaje como una especie de tirano neurológico.
TDG: Eres un gran defensor del poder del método científico, pero también has sugerido que más allá de la realidad física podría haber un "idea espacio", un lugar habitado por todas nuestras ideas e imaginaciones. ¿Acaso al abrazar la ciencia y convertirla en algo tan poderoso no la habremos sobre-estimado y hemos permitido que se defina la "realidad" como restringida a las cosas físicas que la ciencia es capaz de medir? Me acuerdo de una reseña reciente del nuevo libro de Daniel Dennett escrita por Thomas Nagel, donde este reprende a Dennett por desestimar la conciencia y la experiencia subjetiva. Comentaba:
El espectacular progreso de las ciencias físicas desde el siglo XVII parece que fue posible por la exclusión de lo mental de su ámbito. Decir que la realidad es más de lo que la física puede explicar no es una afirmación mística: es un reconocimiento de que estamos lejos de haber podido formular una teoría absoluta, y que la ciencia tendrá que expandirse para acomodar hechos de una especie fundamentalmente diferente de aquellos que la física está diseñada para explicar.
¿Qué opinas sobre la importancia, la tenga o no, de incluir la conciencia, la imaginación y la experiencia subjetiva en cualquier teoría de lo que es la "realidad"?
AM: Resulta útil fijarnos en que la subjetividad es lo único que sabemos que es objetivamente real, ¿o eso solo enturbia las aguas más aún, como ocurre con tantas de las cosas bienintencionadas que suelo decir? Me refiero a que no experimentamos el universo directamente: lo experimentamos solo a través de nuestros limitados sentidos, con nuestras impresiones sensoriales dispuestas momento a momento en esta película psíquica inmersiva a la que aceptamos llamar realidad. Desde este punto de vista, todo nuestro universo solo puede ser un fenómeno neurológico subjetivo, al menos para nosotros, y un rápido vistazo confirmará que solo es a nosotros a quien nos molesta tanto esta cuestión ontológica. Creo que Nagel tiene razón en su crítica de la cosmovisión materialista, y además me atrevería a afirmar que incluso si alguna vez la ciencia lograse su objetivo de unificar la física clásica y cuántica, de lograr una gran 'Teoría del Todo', entonces, si solo describiese el aspecto físico del universo y no tomase en cuenta los maravillosos fenómenos sobrenaturales (el ingenio) que han alcanzado a esta teoría, no podría ser una teoría sobre el todo, ¿no? Sería más bien una teoría de todo lo que percibimos, que por definición no incluye nuestro propio acto de percepción. De hecho, si formulásemos una teoría de la realidad a partir de la conciencia, la imaginación y la experiencia subjetiva, creo que al menos tendríamos una buena oportunidad de llegar hasta un modelo práctico y completo de cómo funciona la realidad. Después de todo, como se señala en un ensayo de una de las excelentes antologías de Dennett, "The Mind's I", si la teoría cuántica actual sugiere que nuestra realidad depende hasta cierto punto de tenernos aquí y ahora como observadores, entonces descartar la conciencia y la subjetividad parecería un poco intelectualmente imprudente, incluso visto desde una perspectiva materialista. Creo que es hora de que dejemos de tratar de exorcizar el Fantasma en la Máquina y, tal vez, intentemos comunicarnos con esta presencia inquietante, tratando de descubrir qué es, qué quiere y por qué no puede descansar fácilmente. Tal vez entonces, y solo entonces, la conciencia encuentre la paz y deje de arrojar nuestro mobiliario mental sobre nuestros niños o a través de los maléficos televisores.
TDG: Has dejado un poco de lado el género del cómic, pero en el pasado se podía notar que los cómics eran un "increíble estímulo" para tu imaginación. ¿Dónde crees que los niños de hoy en día encuentran su inspiración?
AM: Debo admitir que este es un tema al que le he estado dando vueltas. Sí, cuando era niño los cómics y los libros que trataban sobre fantasía o mitología me resultaban increíblemente estimulantes, pero creo que debería verse bajo un contexto personal de lo que para mí fue un estímulo tremendo para la imaginación, aunque por otra parte pueda dejar a cualquier otro carente por completo de otros estímulos imaginativos. Lo que estoy intentando decir es que hay que dejar un espacio sin colonizar para que crezca la imaginación del niño en lugar de apresurarse a llenar ese espacio mediante un deseo insaciable de absorber la mayor cantidad de productos posibles para una audiencia maleable de jóvenes con hambre de tendencias. Al igual que ocurre con las mercancías ilustradas, cuando tenía cerca de siete años y descubrí por primera vez los cómics de superhéroes estadounidenses, probablemente habría dado casi cualquier cosa por un conjunto de, digamos, figuras de la Liga de la Justicia de América. Sin embargo, tales cosas no existían en 1960, e incluso si hubiesen existido, mi familia no habría podido pagarlas. Por lo tanto, si quería jugar con un equipo de superhéroes de juguete, tenía que inventarme uno yo mismo a partir de la variopinta variedad de soldados, vaqueros, indios y guerreros troyanos de juguete que ya tenía, lo que requirió una cierta cantidad de tuneado ingenioso: una figura de un jefe indio se convirtió en un curandero ambulante con poderes mágicos. Un GI americano de siete pulgadas, probablemente perteneciente a un grupo de soldados no oficial que había adquirido en alguna parte, obviamente fue un gigante sobrehumano, y por la misma lógica, esas diminutas figuras militares de Airfix que solían estar disponibles por todas partes podían servir como héroes con habilidades reducidas. Una figura de plástico de Robin Hood que venía de regalo en una caja de cereales se convirtió en uno de los ubicuos y familiares arqueros enmascarados de mis lecturas superheróicas, y recuerdo la figura de robot de plástico verde de un juego de mesa sobre fantasía de los más común (The Magic Robot) que fue refundida como un robot no mágico más cercano a la ciencia ficción, posiblemente con un cerebro humano en su interior. Como cuartel general personalicé y decoré una caja de zapatos de cartón, y como villano principal cogí un desagradable trozo de color amarillento de Plasticene fundido y olvidado que descubrí en la parte trasera del sofá, y lo volví a imaginar como un alienígena amibiano que cambiaba de forma. Un monstruo de otro planeta capaz de envolver a mis héroes y de alguna manera robarles sus poderes. Supongo que al carecer de un juego de figuras de La Liga de la Justicia de Estados Unidos, tuve que ejercitar mi imaginación creando personajes y situaciones propias. Me da miedo considerar que los niños de hoy (eso suponiendo que ellos o sus padres puedan juntar el dinero de alguna manera) puedan satisfacer cualquier capricho imaginativo sin tener que llevar a cabo un laborioso trabajo (aunque muy agradable) o exhibir cualquier creatividad propia. En mi opinión, a lo largo de las últimas décadas del siglo XX empezó a ser un problema creciente y a principios del XXI se ha vuelto preocupante. Y si estoy en lo cierto, es probable que no haga sino empeorar. Al no invertir en el crecimiento imaginativo de los jóvenes, parece que estemos sembrando un fracaso masivo de creatividad, progreso e imaginación en un futuro no muy lejano. Puede parecer una evaluación desalentadora, pero un rápido vistazo al cine, la televisión, la música, la literatura o los cómics dominantes nos confirman que los últimos veinte o treinta años no han estado precisamente llenos de ideas nuevas y transformadoras. Lo que estoy intentando argumentar es que empieza a haber un mayor grado de escasez imaginativa en la infancia, ¿no te parece? Admito que pueda sonar un poco sorprendente y poco atractivo, pero diría que la imaginación no parece que nos hiciese mucho daño ni a Kevin O'Neill ni a mí.
(Continuará)
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