Columna para Speakeasy nº 109 (1990), traducción: Frog2000.
Es muy temprano en la mañana, y llevo toda la semana intentando atrapar a un gato herido para llevarlo al veterinario, así que mi estado mental no es el más propicio en este momento para este tipo de labor. Para empeorar las cosas, un grupo de trabajadores británicos toscos y dedicados acaba de aparecer frente a mi ventana y se ha puesto a trabajar para "reparar la carretera" con taladros, generadores y algo que suena como una ballena cantando junto a la Familia Partridge. Lo cual está bien, excepto que ahí fuera no hay carretera alguna. Supongo que sabrán lo que están haciendo.
Seguro que no se os habrá pasado por alto que el mes pasado se celebró en Glasgow una especie de Convención de cómics británica. Veo todo este asunto con un temor y paranoia crecientes. Verás, Glasgow es el sitio al que vuelvo cuando me escapo del mundo de los cómics. Es mi hogar, y pensar en que estas queridas y viejas y sombrías calles se van a llenar de refugiados de Marvel, DC y Fleetway me hicieron temblar dentro de mis Martens. (¡Uy! Acabo de derramar mis Maltesers. La verdad es que me resulta imposible escribir una columna sin meterme una bolsa familiar de Maltesers entre pecho y espalda. Y ahora se han derramado todos. Es como ese anuncio que solía aparecer en la tele en los 70. Un estúpido bastardo perseguía un Malteser cerca de la puerta de un supermercado. Empezaré de nuevo una vez los haya recogido y me los haya comido todos).
Pero tal y como al final transcurrieron las cosas, bien os puedo decir que mis temores eran completamente infundados. La Convención de cómics de Glasgow fue un gran éxito y todos nos lo pasamos muy bien. Tampoco es que sea motivo de celebración, porque por lo general solo me lo paso bien una vez cada década. La última en 1986, y ahora que en 1990 he disfrutado de otro buen momento, no tengo absolutamente nada que esperar. Por supuesto, según los estándares generales de las Convenciones de cómics, un "buen momento" es un fin de semana en el que solo sientes la necesidad de ahorcarte una vez.
Tal vez fuese por el hecho de que el evento tuvo lugar a tan solo 45 metros de mi casa. Quizá fuese por el agradable clima, o las muestras de alegría en la manifestación contra el Poll Tax [impuesto para financiar a la administración local que se introdujo en 1989, y que evitaba la proporcionalidad de los anteriores] de aquel sábado. ¿Cómo saberlo? De todos modos, estuvo muy bien.
A diferencia de la indignación emocionantemente explosiva de la manifestación convocada en Londres, la manifestación contra el Poll Tax que se celebró aquí el sábado por la mañana transcurrió sin incidentes. Alguien sugirió que el motivo por el que no celebremos manifestaciones violentas en Escocia es simplemente porque aquí no hay nadie junto con quien luchar. Pero todo el mundo está de acuerdo en que el Poll Tax es una plaga vergonzosa para la Humanidad. En Inglaterra todavía se pueden encontrar algunas almas engañadas que imaginan que el impuesto podría ser una herramienta factible. Por desgracia, la mayoría de ellos están dirigiendo el país, aunque por lo que parece, no por mucho tiempo.
Como de costumbre, me pasé todo el sábado en la Convención buscando gente y sin encontrarla. Puede que esto sea como un drama absurdo y onanista, pero tampoco me voy a molestar en desenterrar las causas. Por la tarde, me las arreglé para tomarme una pizca de tiempo libre y pasar unos momentos felices reclinado en el balcón, salpicando algunos pedazos de cáscara de huevo viejo sobre las prístinas páginas de los ejemplares que me acababa de comprar.
Son cómics de la Edad de Oro. He oído que así aumenta su valor.
Más tarde por la noche, acudí a la fiesta organizada por Deadline / Speakeasy/ Fatman en el Ferry Renfrew. Estuvo bien, y además gané un par de encantadores premios Speakeasy que terminaron rotos en pedazos antes de que terminara el evento. ¡Qué fugaz es la fama! El mejor momento de toda la noche fue cuando un delirante miembro del contingente de Forbidden Planet detuvo a un transeúnte inocente, lo miró fijamente a los ojos y le dijo: "¡Hay un agujero en el barco y tu madre ha hecho mucho ruido!" ¡Brillante!
A medida que avanzaba la noche, un patéticamente borracho Garth Ennis me abrazó y me sugirió que escribiese la introducción de la recopilación de True Faith. Al igual que le ocurría a él, en la cabeza no tenía otra cosa que no fuese beber, así que acepté alegremente. Ahora, a la fría luz del día, todo me parece un poco más siniestro.
¿En qué se ha convertido mi vida?
Ganar premios, escribir introducciones para títulos populares... así es como funciona el establishment: esa es su maligna magia. No nos destruye, nos abraza y nos asimila. Me he convertido exactamente en el tipo de persona de la que he pasado años burlándome. ¿Y ahora qué? Igual me ocurre lo que al pobre [músico] Yazz, con su cabeza oxigenada entre las manos y pensando: "el único camino es hacia abajo". En realidad me gusta True Faith, así que escribir una introducción no parece tan malo, ¿verdad? ¿Y no dijo Cocteau: "Lo importante no es declinar un acto honorífico oficial, sino no haberlo merecido"?
¿A quién le importa? Cocteau era un trastornado adicto al opio con un peinado ridículo. ¿Qué sabría él sobre el pedigrí perruno de trabajar en los cómics? Gracias a todos los que me habéis votado, y que la próxima vez sean más.
El domingo se me presentó con un dolor de cabeza ritual y mi participación en un par de estúpidas mesas redondas. La idea de las mesas redondas suele ser bastante sólida, pero en realidad tiende a degenerar en un tedio miserable e inconcluso.
El domingo por la tarde la gente solo quiere reírse, no escuchar teorías a medio cocer sobre la influencia del corte de pelo de Clive Barker en el cómic de terror moderno.
El segundo encuentro fue el peor: "Vida Real". ¡Qué broma más idiota y lamentable! Cinco personas sentadas alrededor de una mesa intentando pensar en cosas que decir sobre la "vida real". Alguien, en algún lugar, tiene que estar riéndose histéricamente.
Fui arrastrado hasta allí porque pasaba caminando por el pasillo, y debo parecer alguien que tiene algo que decir sobre la vida real. Verás, el interlocutor que habían programado originalmente nunca se presentó. Seguro que estaba investigando algo y se le pasó la hora. ¡Vaya comedia!
Lo único que tengo que decir sobre la "vida real" en los cómics es: el hecho mismo de que todavía nos pensemos que unas reproducciones fotográficas de la realidad son algo más importante y más serio que cualquier tipo de supuesta "fantasía" demuestra sencillamente el hecho ineludible de que los cómics aún siguen en pañales. La novela superó su obsesión por la "realidad" en el siglo XIX, al igual que la pintura. ¿Por qué en el medio del cómic consideramos a Harvey Pekar como maduro, culto e importante, simplemente porque publica su diario en lugar de escribir sus malditas cosas y esconderlas en un cajón como cualquier persona normal y decente? Ese tipo de pensamiento parece sugerir que, al tratar la "vida real" tal como se vive, el guionista de EastEnders [Gente de barrio] es por definición un escritor mucho mejor que, digamos, William Burroughs. O que Neighbours [Vecinos] es mejor que Orfeo [1950].
Sí, la "vida real" es mágica y fascinante y todo lo demás, pero el arte es capaz de algo más que reproducir simplemente fotocopias de la realidad. El pensamiento de la mesa redonda titulada "Vida real" parece sugerir que el naturalismo estricto es el único camino posible para los cómics. Estoy en completo desacuerdo. Me parece que aún tenemos mucho que progresar si queremos ponernos a la altura del resto de medios.
¡Uups! Al final sí que he dicho algo serio. Soy Ben Elton, no paguéis la Poll Tax. ¡Buenas noches!
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