Artículo de Warren Ellis para The Guardian, 2010. Traducido por Frog2000.
Al principio de mi novela gráfica "Red", el asesino retirado de la CIA Paul Moses (a quien el espía corporativo de las películas de Bourne podría llamar "un activo"), está viviendo tan tranquilamente como le resulta posible, sufriendo pesadillas en solitario y esperando a que llegue su hora lo mejor que puede. La única relación de su vida es con la empleada de la Agencia que se encarga de su pensión. Ella no sabe cuál ha sido su trabajo y él nunca ha querido conocerla en persona. Al comienzo de la película que adapta "Red", el asesino retirado de la CIA Frank Moses está intentando plegarse a un futuro de aburrimiento, ocupado en una desventurada relación de seudo-ligue a larga distancia con la empleada de la Agencia que se encarga de su pensión. Ella no sabe cuál era su trabajo, y él tampoco se lo puede contar. En esencia, ambas versiones retratan a Moses como un hombre que piensa que su vida se ha acabado. En ambas versiones un equipo de combate de la CIA intenta asesinarlo en mitad de la noche por razones desconocidas. En ambas versiones es capaz de evitarlo, mata a todo el equipo encargado de eliminarlo casi sin tener que pensar, y repentinamente y de una forma terrible vuelve a recuperar su vida anterior.
El atractivo de esta idea es el siguiente: no importa cómo te creas que eres, un día sucede algo que te demuestra que eres tan bueno haciendo algo como siempre lo has sido. En el concepto del Héroe Renacido hay un magnífico poderío dramático y emocional. Echa un vistazo a la reciente película de Rambo, titulada sucesivamente Rambo y John Rambo. Cuando vemos por primera vez a Sylvester Stallone en la película, francamente parece un novillo en los huesos que alguien se ha dejado olvidado bajo la lluvia durante seis semanas. No es Rambo. Es "John", es viejo y se expresa con monosílabos hasta acercarse a lo catatónico, está absolutamente derrotado. Tienen que ocurrir cosas horribles antes de que se convierta de nuevo en Rambo, al igual que el personaje de Bourne se asegura de que ocurran cuando Matt Damon es atacado por policías en El Caso Bourne. Aún sabiendo cuál es su edad, el público disfruta perversamente con el hombre jubilado que asume el aspecto de demente asesino Black-Op de las Fuerzas Especiales que vuelve a la "actividad".
Estas historias nos cuentan que no se puede prescindir de nosotros, que es un error que nos descarten, que podemos tener una última oportunidad de triunfar. Uno de mis grandes amigos estuvo visitando a sus padres en una remota granja americana durante la gran fiesta que celebran todos los años. Todos sus amigos aparecieron por el lugar, amigos que había conocido durante el transcurso de toda una vida aplicando la ley en distintos niveles. Policías, espías, tipos del ejército. Y a mi amigo le encantó poder explicarme que estuvieron charlando durante mucho tiempo sobre las ganas que tenían de ver "Red". No tanto porque yo fuese un genio inmortal o porque supiesen que éramos amigos sino porque había algo que les parecía bastante extraño: aún no se había hecho una película que tratase sobre su generación. Además, todo esto trata sobre los actores que han ido madurando según han seguido interpretando sus propias historias, actores a los que estaría bien que no despidiesen. Las películas de Hollywood son tan penetrantes que sus relatos se van tejiendo a nuestro alrededor, y la meta-historia de "Bruce Willis, héroe de acción" por lo menos nos parece tan real como los freaks que desfilan en los "realitys" televisivos. La versión más insidiosa de este tipo de historia es la del pornógrafo padre divorciado de Taken [Venganza, 2008]. El desechado "papi" es un "preventivo" retirado de la CIA que tiene que volver a hacer uso de sus viejas habilidades para salvar a su hija mientras que su ex esposa y su nuevo, rico y zalamero marido no hacen nada: como ella pasó de mí y el otro tipo no hace lo que yo le digo que haga, tendré que salvar el día golpeando la garganta de una gran cantidad de extraños extranjeros. A su manera, creo que lo contrario resulta más convincente. El motor de las películas de Bourne es el de que en una época en la que existe correo electrónico y teléfonos móviles por todos lados, sencillamente, la gente nunca nos dejará jodidamente en la estacada, y puede que algún día, al igual que le ocurre a Jason Bourne, seamos nosotros los que terminemos por cabrearnos y les pateemos los huevos a todos ellos.
Todas estas películas que funcionan con el esquema del "regreso del operativo retirado" comparten una postura emocional común que resulta muy placentera centrada en que quizá estemos en lo cierto después de todo, que puede que realmente seamos buenos en algo, por lo que nos parece bien intentar demostrarlo otra vez.
Su atractivo es suficiente como para que The Expendables [Los mercenarios, 2010], el último hurra del equipo de duros mercenarios envejecidos de Stallone (más Jason Statham, el estándar de oro de las película de acción del Siglo XXI), se encamine hacia una taquilla universal de cerca de los 300 millones de dólares. El gravemente infravalorado Harry Brown [2009] interpretado con la típica flema británica y los 77 años de edad de Michael Caine también muestra su propio momento Bourne. Caine interpreta a un antiguo soldado que se reafirma en su entrenamiento militar para castigar a unos inútiles del sur de Londres. Ha generado 10 millones de dólares hasta la fecha. De nuevo, parte de la fuerza de estas películas proviene de la historia, casi podrías mirar "Harry Brown" con los ojos entrecerrados e imaginártela como la secuela de "Get Carter" [Asesino Implacable, 1971] de Caine, eso si el cockney "terminator" de Jack Carter no hubiese muerto en esa playa.
Por otro lado, merece la pena mencionar que Caine tenía cerca de cuarenta cuando interpretó "Get Carter". Lo mismo le ocurría a Steve McQueen en "Bullitt" [Bullit, 1968], e incluso entonces su rostro ya parecía una colección de rocas envueltas en una piel de tambor fabricado con cuero curtido. La edad combinada de los protagonistas de la épica película "The Taking of Pelham One Two Three" [Pelhalm, 1. 2. 3., 1974] es algo así como de 300 años. Los dos héroes de la policía protagonistas (Walter Matthau y Jerry Stiller) parecen tener 101 años cada uno. Lee Marvin ya tenía 44 fue cuando hizo Point Blank [A Quemarropa, 1967], y eso que Marvin había salido del vientre con la cara de un antiguo luchador de bar que revisa cada sábado por la noche las paredes de un hogar de la tercera edad para ver si puede pillar un poco de whisky. Eran tan jóvenes como los aventureros cinematográficos de los primeros días del cine de acción: lo del adolescente es algo que se ha inventado hace poco, porque entonces no llegabas a convertirte en héroe de acción hasta que eras demasiado viejo como para aparecer en televisión.
El final de ese ciclo en particular tuvo lugar apenas un puñado de años después de Get Carter y Bullitt, cuando le dijeron a McQueen que en el mundo moderno de mediados de los setenta era demasiado viejo como para interpretar a... John Rambo.
Se tiene la sensación de que ahora la gente los ha empezado a redescubrir -aunque sea de forma breve y superficial-, como si de hecho, el público no sólo no quisiera desprenderse de su amor por los actores y por ese tipo de personaje de más edad, sino además quisieran continuar el viaje con ellos durante el mayor tiempo posible. No importa que sea desde el extremo más sórdido de la cultura pop, o en los géneros más evidentes y amazacotados. Para las generaciones que crecieron con estos personajes no existe una edad repentina donde solo se puede hacer frente a dramas de época y películas de Woody Allen. Si tienes la misma edad que los espías abruptamente sacados de su retiro que aparecen en "Red", entonces el Matt Damon de Bourne te parecerá un feto vestido con un abrigo.
Tal vez sea cierto que Hollywood ha alcanzado una nueva etapa: un recordatorio de que nuestras generaciones veteranas no sólo todavía son capaces de emocionarnos, sino que además tienen dinero que gastar. Y mientras tú te estás diviertiendo con tus juegos de ordenador que a ellos no les gustan o no entienden, en su caso se están comprando entradas para el cine donde verán películas en las que tú mismo apareces recibiendo sus patadas en toda la cara.
Al principio de mi novela gráfica "Red", el asesino retirado de la CIA Paul Moses (a quien el espía corporativo de las películas de Bourne podría llamar "un activo"), está viviendo tan tranquilamente como le resulta posible, sufriendo pesadillas en solitario y esperando a que llegue su hora lo mejor que puede. La única relación de su vida es con la empleada de la Agencia que se encarga de su pensión. Ella no sabe cuál ha sido su trabajo y él nunca ha querido conocerla en persona. Al comienzo de la película que adapta "Red", el asesino retirado de la CIA Frank Moses está intentando plegarse a un futuro de aburrimiento, ocupado en una desventurada relación de seudo-ligue a larga distancia con la empleada de la Agencia que se encarga de su pensión. Ella no sabe cuál era su trabajo, y él tampoco se lo puede contar. En esencia, ambas versiones retratan a Moses como un hombre que piensa que su vida se ha acabado. En ambas versiones un equipo de combate de la CIA intenta asesinarlo en mitad de la noche por razones desconocidas. En ambas versiones es capaz de evitarlo, mata a todo el equipo encargado de eliminarlo casi sin tener que pensar, y repentinamente y de una forma terrible vuelve a recuperar su vida anterior.
El atractivo de esta idea es el siguiente: no importa cómo te creas que eres, un día sucede algo que te demuestra que eres tan bueno haciendo algo como siempre lo has sido. En el concepto del Héroe Renacido hay un magnífico poderío dramático y emocional. Echa un vistazo a la reciente película de Rambo, titulada sucesivamente Rambo y John Rambo. Cuando vemos por primera vez a Sylvester Stallone en la película, francamente parece un novillo en los huesos que alguien se ha dejado olvidado bajo la lluvia durante seis semanas. No es Rambo. Es "John", es viejo y se expresa con monosílabos hasta acercarse a lo catatónico, está absolutamente derrotado. Tienen que ocurrir cosas horribles antes de que se convierta de nuevo en Rambo, al igual que el personaje de Bourne se asegura de que ocurran cuando Matt Damon es atacado por policías en El Caso Bourne. Aún sabiendo cuál es su edad, el público disfruta perversamente con el hombre jubilado que asume el aspecto de demente asesino Black-Op de las Fuerzas Especiales que vuelve a la "actividad".
Estas historias nos cuentan que no se puede prescindir de nosotros, que es un error que nos descarten, que podemos tener una última oportunidad de triunfar. Uno de mis grandes amigos estuvo visitando a sus padres en una remota granja americana durante la gran fiesta que celebran todos los años. Todos sus amigos aparecieron por el lugar, amigos que había conocido durante el transcurso de toda una vida aplicando la ley en distintos niveles. Policías, espías, tipos del ejército. Y a mi amigo le encantó poder explicarme que estuvieron charlando durante mucho tiempo sobre las ganas que tenían de ver "Red". No tanto porque yo fuese un genio inmortal o porque supiesen que éramos amigos sino porque había algo que les parecía bastante extraño: aún no se había hecho una película que tratase sobre su generación. Además, todo esto trata sobre los actores que han ido madurando según han seguido interpretando sus propias historias, actores a los que estaría bien que no despidiesen. Las películas de Hollywood son tan penetrantes que sus relatos se van tejiendo a nuestro alrededor, y la meta-historia de "Bruce Willis, héroe de acción" por lo menos nos parece tan real como los freaks que desfilan en los "realitys" televisivos. La versión más insidiosa de este tipo de historia es la del pornógrafo padre divorciado de Taken [Venganza, 2008]. El desechado "papi" es un "preventivo" retirado de la CIA que tiene que volver a hacer uso de sus viejas habilidades para salvar a su hija mientras que su ex esposa y su nuevo, rico y zalamero marido no hacen nada: como ella pasó de mí y el otro tipo no hace lo que yo le digo que haga, tendré que salvar el día golpeando la garganta de una gran cantidad de extraños extranjeros. A su manera, creo que lo contrario resulta más convincente. El motor de las películas de Bourne es el de que en una época en la que existe correo electrónico y teléfonos móviles por todos lados, sencillamente, la gente nunca nos dejará jodidamente en la estacada, y puede que algún día, al igual que le ocurre a Jason Bourne, seamos nosotros los que terminemos por cabrearnos y les pateemos los huevos a todos ellos.
Todas estas películas que funcionan con el esquema del "regreso del operativo retirado" comparten una postura emocional común que resulta muy placentera centrada en que quizá estemos en lo cierto después de todo, que puede que realmente seamos buenos en algo, por lo que nos parece bien intentar demostrarlo otra vez.
Su atractivo es suficiente como para que The Expendables [Los mercenarios, 2010], el último hurra del equipo de duros mercenarios envejecidos de Stallone (más Jason Statham, el estándar de oro de las película de acción del Siglo XXI), se encamine hacia una taquilla universal de cerca de los 300 millones de dólares. El gravemente infravalorado Harry Brown [2009] interpretado con la típica flema británica y los 77 años de edad de Michael Caine también muestra su propio momento Bourne. Caine interpreta a un antiguo soldado que se reafirma en su entrenamiento militar para castigar a unos inútiles del sur de Londres. Ha generado 10 millones de dólares hasta la fecha. De nuevo, parte de la fuerza de estas películas proviene de la historia, casi podrías mirar "Harry Brown" con los ojos entrecerrados e imaginártela como la secuela de "Get Carter" [Asesino Implacable, 1971] de Caine, eso si el cockney "terminator" de Jack Carter no hubiese muerto en esa playa.
Por otro lado, merece la pena mencionar que Caine tenía cerca de cuarenta cuando interpretó "Get Carter". Lo mismo le ocurría a Steve McQueen en "Bullitt" [Bullit, 1968], e incluso entonces su rostro ya parecía una colección de rocas envueltas en una piel de tambor fabricado con cuero curtido. La edad combinada de los protagonistas de la épica película "The Taking of Pelham One Two Three" [Pelhalm, 1. 2. 3., 1974] es algo así como de 300 años. Los dos héroes de la policía protagonistas (Walter Matthau y Jerry Stiller) parecen tener 101 años cada uno. Lee Marvin ya tenía 44 fue cuando hizo Point Blank [A Quemarropa, 1967], y eso que Marvin había salido del vientre con la cara de un antiguo luchador de bar que revisa cada sábado por la noche las paredes de un hogar de la tercera edad para ver si puede pillar un poco de whisky. Eran tan jóvenes como los aventureros cinematográficos de los primeros días del cine de acción: lo del adolescente es algo que se ha inventado hace poco, porque entonces no llegabas a convertirte en héroe de acción hasta que eras demasiado viejo como para aparecer en televisión.
El final de ese ciclo en particular tuvo lugar apenas un puñado de años después de Get Carter y Bullitt, cuando le dijeron a McQueen que en el mundo moderno de mediados de los setenta era demasiado viejo como para interpretar a... John Rambo.
Se tiene la sensación de que ahora la gente los ha empezado a redescubrir -aunque sea de forma breve y superficial-, como si de hecho, el público no sólo no quisiera desprenderse de su amor por los actores y por ese tipo de personaje de más edad, sino además quisieran continuar el viaje con ellos durante el mayor tiempo posible. No importa que sea desde el extremo más sórdido de la cultura pop, o en los géneros más evidentes y amazacotados. Para las generaciones que crecieron con estos personajes no existe una edad repentina donde solo se puede hacer frente a dramas de época y películas de Woody Allen. Si tienes la misma edad que los espías abruptamente sacados de su retiro que aparecen en "Red", entonces el Matt Damon de Bourne te parecerá un feto vestido con un abrigo.
Tal vez sea cierto que Hollywood ha alcanzado una nueva etapa: un recordatorio de que nuestras generaciones veteranas no sólo todavía son capaces de emocionarnos, sino que además tienen dinero que gastar. Y mientras tú te estás diviertiendo con tus juegos de ordenador que a ellos no les gustan o no entienden, en su caso se están comprando entradas para el cine donde verán películas en las que tú mismo apareces recibiendo sus patadas en toda la cara.
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