Reseña publicada por el autor en 2014 en su página web. Traducida por Frog2000.
CONTRALUZ [AGAINST THE DAY] de Thomas Pynchon es un libro que es casi imposible de acabar. En muchos sentidos rechaza la idea de que lo finalices. Tiene más de mil páginas, y cada escena es más o menos del tamaño de una novela corta. Es un libro en el que te puedes sumergir como si fuese una enciclopedia. Está ambientado entre 1893 y la Primera Guerra Mundial, y se editó en 2006. Para nada está de actualidad. Pero yo estoy sentado escribiendo esta reseña porque el libro trata sobre todo. Incluso podría ser la novela que mejor definiese el Siglo XXI.
Como ocurre con la mayor parte del postmodernismo, trata sobre la colonización del Siglo XX por parte del relevante negocio sociocultural. Fue el primer movimiento lo suficientemente brillante y poderoso como para generar la tendencia de la novela mimética que quiere atar todos los cabos sueltos como si fuesen un chiste. Vivimos en un Siglo en el que el director de tecnología de la CIA puede anunciar con orgullo en una conferencia sobre seguridad que ahora ya podemos saber todo lo que ocurre en todas partes y en tiempo real, pero tal y como hemos descubierto desde entonces, ser capaces de grabarlo todo no es lo mismo que conocerlo y comprenderlo. Cada llamada telefónica que se realiza en Estados Unidos se queda grabada y almacenada durante treinta días, pero sólo la fracción más pequeña de las mismas será escuchada alguna vez por el Estado o por cualquier otra persona. En CONTRALUZ hay cientos de personajes operando. Incluso la poderosa acción en plan enjambre humano que supone la Wikipedia se ha estropeado al intentar afrontar la tarea de seguir las acciones que tienen lugar en cada capítulo. Al contar una historia sobre el desconectado Siglo XX, la vista omnisciente de Pynchon evoca el estruendo del XXI, un mundo en el que el número de personas a las que se puede observar y seguir sus vidas desarrolladas plenamente ha tenido que ser calculado por antropólogos. (Se llama el Número de Dunbar. Son ciento cincuenta personas.)
CONTRALUZ se pasea por los géneros como si fuese un programa de televisión de larga duración que ha entrado en fase de decadencia. (Y sin duda, CONTRALUZ es un libro decadente.) Dispone de secciones escritas con el mismo estilo de las aventuras sobre extraños jóvenes propias de la época, "Episodios" de científicos jóvenes desenvolviéndose en escenarios de fantasía como si fuesen scouts dementes. Hay una historia de detectives de época en la que un investigador privado se come dosis seudo-tóxicas de dinamita para conseguir ser inmune a las explosiones. Hay un western protagonizado por anarquistas, y una subtrama sobre extraños cristales que pueden dividir a una persona en dos. La duplicación es un tema importante en el libro, y a veces creo que Pynchon también nos intenta decir sobre qué puede tratar el mismo: que aquella época también es esta. A pesar de todos sus zepelines, los pasajes por Tierras Huecas y los psíquicos, no hay nada más extraño que el momento en el que estamos viviendo ahora mismo.
El mundo de CONTRALUZ se encuentra tan inundado de maravillas científicas como el nuestro. Incluso Nikola Tesla hace acto de presencia. Al igual que ocurre en nuestro tiempo, también hacen aparición constantes oleadas de maravillas tecnológicas y míticas: porque también vivimos en un mundo de mitos, mitos de otros universos que generan fríos agujeros en el cielo que chocan contra nosotros, como ocurre en las teorías de Laura Mersini-Houghton, y las maravillas tecnológicas ordinarias de satélites que nos hablan a través de las astillas de vidrio que llevamos en nuestros bolsillos y máquinas capaces de imprimir nuevos órganos humanos.
Lo que intento decir es lo siguiente: este es un libro acerca de estar en el límite. Mucho más que CABARET, entre otras cosas porque CABARET fue definido por su época y ahora no es más que un estúpido receptáculo para la Weimar chic. CABARET va de no ver lo que ocurre cuando te encuentras en el límite. CONTRALUZ encara el limite como si fuese una tormenta que se está aproximando, la más grande de la Historia, una para la que nadie podía estar preparado. Es la historia sobre encontrarse subido en el ojo de ese huracán. En el Siglo XX hubo algunos pocos de esos ojos. En el Siglo XXI no habrá ninguno, es la Era de lo que la comunidad tecnológica se complace en llamar "la interrupción". Así es como vamos a vivir a partir de ahora... rodeados por el torbellino provocado por un extraño y terrible clima, sin saber nunca cuando el gran muro negro cambiará de dirección y chocará contra nosotros. CONTRALUZ seguirá siendo relevante, porque es la imagen donde se retrata cada minuto de cada día a partir de ahora mismo. Contiene cosas increíbles, cada tipo único de historia diferente que nos podamos imaginar, y leerlo provoca la completa emoción que produce estar constantemente al límite del burbujeante caos mortal.
CONTRALUZ es el espejo del mundo moderno. Es el libro que no querríamos acabarnos nunca.
CONTRALUZ [AGAINST THE DAY] de Thomas Pynchon es un libro que es casi imposible de acabar. En muchos sentidos rechaza la idea de que lo finalices. Tiene más de mil páginas, y cada escena es más o menos del tamaño de una novela corta. Es un libro en el que te puedes sumergir como si fuese una enciclopedia. Está ambientado entre 1893 y la Primera Guerra Mundial, y se editó en 2006. Para nada está de actualidad. Pero yo estoy sentado escribiendo esta reseña porque el libro trata sobre todo. Incluso podría ser la novela que mejor definiese el Siglo XXI.
Como ocurre con la mayor parte del postmodernismo, trata sobre la colonización del Siglo XX por parte del relevante negocio sociocultural. Fue el primer movimiento lo suficientemente brillante y poderoso como para generar la tendencia de la novela mimética que quiere atar todos los cabos sueltos como si fuesen un chiste. Vivimos en un Siglo en el que el director de tecnología de la CIA puede anunciar con orgullo en una conferencia sobre seguridad que ahora ya podemos saber todo lo que ocurre en todas partes y en tiempo real, pero tal y como hemos descubierto desde entonces, ser capaces de grabarlo todo no es lo mismo que conocerlo y comprenderlo. Cada llamada telefónica que se realiza en Estados Unidos se queda grabada y almacenada durante treinta días, pero sólo la fracción más pequeña de las mismas será escuchada alguna vez por el Estado o por cualquier otra persona. En CONTRALUZ hay cientos de personajes operando. Incluso la poderosa acción en plan enjambre humano que supone la Wikipedia se ha estropeado al intentar afrontar la tarea de seguir las acciones que tienen lugar en cada capítulo. Al contar una historia sobre el desconectado Siglo XX, la vista omnisciente de Pynchon evoca el estruendo del XXI, un mundo en el que el número de personas a las que se puede observar y seguir sus vidas desarrolladas plenamente ha tenido que ser calculado por antropólogos. (Se llama el Número de Dunbar. Son ciento cincuenta personas.)
CONTRALUZ se pasea por los géneros como si fuese un programa de televisión de larga duración que ha entrado en fase de decadencia. (Y sin duda, CONTRALUZ es un libro decadente.) Dispone de secciones escritas con el mismo estilo de las aventuras sobre extraños jóvenes propias de la época, "Episodios" de científicos jóvenes desenvolviéndose en escenarios de fantasía como si fuesen scouts dementes. Hay una historia de detectives de época en la que un investigador privado se come dosis seudo-tóxicas de dinamita para conseguir ser inmune a las explosiones. Hay un western protagonizado por anarquistas, y una subtrama sobre extraños cristales que pueden dividir a una persona en dos. La duplicación es un tema importante en el libro, y a veces creo que Pynchon también nos intenta decir sobre qué puede tratar el mismo: que aquella época también es esta. A pesar de todos sus zepelines, los pasajes por Tierras Huecas y los psíquicos, no hay nada más extraño que el momento en el que estamos viviendo ahora mismo.
El mundo de CONTRALUZ se encuentra tan inundado de maravillas científicas como el nuestro. Incluso Nikola Tesla hace acto de presencia. Al igual que ocurre en nuestro tiempo, también hacen aparición constantes oleadas de maravillas tecnológicas y míticas: porque también vivimos en un mundo de mitos, mitos de otros universos que generan fríos agujeros en el cielo que chocan contra nosotros, como ocurre en las teorías de Laura Mersini-Houghton, y las maravillas tecnológicas ordinarias de satélites que nos hablan a través de las astillas de vidrio que llevamos en nuestros bolsillos y máquinas capaces de imprimir nuevos órganos humanos.
Lo que intento decir es lo siguiente: este es un libro acerca de estar en el límite. Mucho más que CABARET, entre otras cosas porque CABARET fue definido por su época y ahora no es más que un estúpido receptáculo para la Weimar chic. CABARET va de no ver lo que ocurre cuando te encuentras en el límite. CONTRALUZ encara el limite como si fuese una tormenta que se está aproximando, la más grande de la Historia, una para la que nadie podía estar preparado. Es la historia sobre encontrarse subido en el ojo de ese huracán. En el Siglo XX hubo algunos pocos de esos ojos. En el Siglo XXI no habrá ninguno, es la Era de lo que la comunidad tecnológica se complace en llamar "la interrupción". Así es como vamos a vivir a partir de ahora... rodeados por el torbellino provocado por un extraño y terrible clima, sin saber nunca cuando el gran muro negro cambiará de dirección y chocará contra nosotros. CONTRALUZ seguirá siendo relevante, porque es la imagen donde se retrata cada minuto de cada día a partir de ahora mismo. Contiene cosas increíbles, cada tipo único de historia diferente que nos podamos imaginar, y leerlo provoca la completa emoción que produce estar constantemente al límite del burbujeante caos mortal.
CONTRALUZ es el espejo del mundo moderno. Es el libro que no querríamos acabarnos nunca.
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