miércoles, 18 de julio de 2018

ALAN MOORE CHARLA SOBRE LOS GUIONISTAS DE CÓMIC

Charles Shaar Murray para la revista Q volume 1, número 4 (1987). Traducción: Frog2000.

En menos de cinco años, el oriundo de Northampton Alan Moore se ha convertido en el guionista más famoso desde la aparición de Stan Lee y los cómics que escribió para Marvel.

Su trabajo para Marvel UK, 2000 AD y Warrior en este país le ha conseguido un trabajo para la DC estadounidense como guionista en su series de La Cosa del Pantano y Watchmen, esta última co-creada junto al dibujante británico Dave Gibbons, que pronto se transformará en una cara película dirigida por Walter Hill, el director de "48 Hrs." [Límite: 48 horas, 1982].

En la siguiente conversación con Charles Shaar Murray, Moore selecciona su lista personal de favoritos del medio del cómic.
Si quiero empezar de forma cronológica, debería nombrar a Winsor McCay, que en 1906 o en una fecha cercana hizo Little Nemo y Dreams Of A Rarebit Fiend [Malditas Pesadillas Indigestas]. Poseía un estilo de dibujo impecable... su material está muy influenciado por el art noveau y fuertemente marcado por sus conocimientos de arquitectura, lo que significa que en sus tiras para la vieja Old King Features se pueden contemplar asombrosos paisajes urbanos que no se parecen a nada. Little Nemo era una tira pura sobre un niño pequeño que no dejaba de soñar. Estos sueños se componen de maravillosas y asombrosas perspectivas que suponen maravillosos vistazos a la imaginación. La tira respondía a una fórmula: cada noche, Little Nemo tenía un sueño, y cada mañana se levantaba y su madre le chillaba desde la otra habitación, pero el fino estilo de Winsor McCay lo convirtió en una cosa absolutamente trascendental.
Después de las creaciones de Winsor McCay, escogería el Krazy Kat de George Herriman de los años 20, que era como el Picasso de las historietas, algo sobre lo que E. E. Cummings hubiese escrito un poema. En la tira había un extraño triángulo amoroso. Uno de los protagonistas era un gato sin género llamado Krazy. Krazy estaba enamorado de un ratón llamado Ignatz. Ignatz estaba enamorado del lanzamiento de ladrillo contra la cabeza de Krazy, y este era el triángulo que Herriman repetía de forma interminable. Era la misma broma una y otra vez, al ratón le gustaba tirar ladrillos contra el gato, el gato estaba enamorado del ratón, el perro estaba enamorado del gato y el perro encerraba al ratón en la cárcel. La comprensión del lenguaje de Herriman era superlativa, y en ocasiones lindaba con lo Joyceano. Su belleza radicaba en que además de ser intelectual y vanguardista, su tira era muy, muy accesible, y la admiro porque era la fusión perfecta entre las sensibilidades de la vanguardia y lo popular.
El mejor cómic de todos los tiempos fue el MAD original editado por EC en los años 50, antes de convertirse en una revista. Estaba guionizado casi exclusivamente por Harvey Kurtzman, e ilustrado por una plétora de maravillosos artistas: Bill Elder, Wally Wood, Jack Davis y los demás. Su estilo consistía en la sátira más puntiaguda, y la mejor de todas ellas fue una parodia de Archie, retitulada como Starchie. Archie Andrews era "el típico adolescente de Estados Unidos", pecoso y anodino, y Kurtzman y Elder trasplantaron a este personaje adolescente tan inocuo a un paisaje salido de Blackboard Jungle [Semilla de maldad, 1955], repleto de tráfico de drogas de poca monta, delitos menores y guerra de pandillas.
Alrededor de 1976, Arcade Comics salió de las entrañas de Print Mint, el último estallido posterior a la muerte de la escena del cómic underground de los sesenta, y uno de sus mejores momentos. Los undergrounds de los 60 se orientaban hacia el sexo, las drogas y la violencia. En 1970, gente como Art Spiegelman, Bill Griffits, Robert Armstrong y otros dibujantes de primera como Robert Crumb se desplazaron hacia una zona mucho más vanguardista, y en Arcade se podían encontrar también textos de William S. Burroughs vinculados con las imágenes de S. Clay Wilson, lo que me parece un matrimonio celestial y muy entretenido.
Además de eso, se podía encontrar el Maus de Art Spiegelman, que es uno de los cómics más importantes de la Historia. En RAW aparecía como suplemento, pero en UK acaba de salir en edición de bolsillo (su publicación estaba programada para principios del ´87) y básicamente el enfoque de Spiegelman es de un documental sobre el Holocausto que se basa en entrevistas con su padre, que sobrevivió a los campos, pero traducido a la terminología de los funny animals. Los judíos son todos ratones, y los nazis son todos gatos, pero Spiegelman... aunque sea a través de una analogía tan obvia... nunca hace nada que sea un cliché o que parezca trivial. Es una historia maravillosamente poderosa y conmovedora, porque cambió el Holocausto -que todos hemos visto en la televisión hasta el punto de adormecernos emocionalmente- por gatos y ratones. Tom y Jerry... Spiegelman nos obliga a mirarlos desde una nueva perspectiva. Creo que Maus se convertirá en uno de los cómics más poderosos e importantes de todos los tiempos.
Will Eisner es un genio. Hizo un buen trabajo, hace un buen trabajo y siempre hará un buen trabajo. Sus historias protagonizadas por Spirit, producidas desde finales de los 30 hasta principios de los 50 con un pequeño descanso cuando estuvo en el ejército, son ejemplos de manual de cómo se debe hacer una viñeta urbana. Esas pequeñas fábulas de Hitler deambulando por el Bronx, historias clásicas como Barberin´, que comienza con lo que parece ser una conversación en una barbería, y que después de contar una amarga historia se convierte en una tragedia en la que un prisionero que fue barbero está afeitando a otro que está listo para ir a la silla eléctrica. La inteligencia con la que Eisner afronta todo lo que hace lo convierte en un gigante del medio del cómic.
Love & Rockets de Jaime y Gilbert Hernandez es el mejor cómic de los últimos 10 o 15 años, aunque te puedes ir tan atrás como quieras; es uno de mis cómics favoritos de todos los tiempos. Son las historias y el dibujo de dos hermanos. Por un lado Jaime Hernández hace historias ambientadas de forma atemporal en un barrio donde recurre a la ciencia ficción, los cómics de superhéroes y los cómics románticos, pero todo manejado con una sensibilidad novedosa, y luego tenemos a Gilbert, que hace Sopa de Gran Pena, una saga que también parece estar escrita como todo lo que Gabriel García Márquez escribió alguna vez. Es una maravillosa obra sobre una pequeña ciudad mexicana y las actividades casi de soap-opera de sus habitantes. Es tan real y tan impactante que muy fácilmente se puede arrogar sin miedo el manto de pertenecer a las Bellas Artes.
Otro que me gusta mucho es un cómic desaparecido que publicaba ACG en los 60 titulado Herbie, una historia sobre un obeso y beligerante don nadie con poderes bastante equivalentes a los de Dios, que extraía de chupar piruletas. El surrealismo de estas tiras era sencillamente increíble -estoy casi a punto de conseguir la colección completa- y cada número presentaba las aventuras de este niño paranormal chupador de piruletas con un corte de pelo a lo tazón que conocía a algunos de los gigantes de la mitología del siglo XX como Kennedy, Castro, Churchill o LBJ.
A continuación me gustaría mencionar el trabajo realizado en los primeros años de The Beano por David Lauder y su Dennis The Menace o Leo Baxendale en The Bash Street Kids, o Dudley Watkins en El oso del Señor Snooty y sus amigos, y más especialmente el de Ken Reed, que hizo Jonah para The Beano y Pow. Era el dibujo de cómic más grotesco y probablemente el más habilidoso de su época. En George's Germs retrataba el cuerpo humano como esa extraña biosfera manejada por unas pequeñas criaturas que controlaban la digestión y los glóbulos blancos y todo lo demás. Los comienzos de los 60 fueron los años del Beano clásico y para mí, Ken Reed fue el artista esencial de dicho período.
Entre los logros más recientes en el cómic, la obra de Frank Miller es, sin duda, la mejor. No es que estemos necesariamente de acuerdo política o estéticamente, pero me siento más cerca de Frank que de cualquier otra persona. Su punto de vista sobre los cómics de aventuras es muy interesante y fresco y les aporta una sensibilidad única. Su Dark Knight [una serie limitada de 4 números de Batman para DC que publicará Titan Books en el Reino Unido en una edición en rústica en enero del ´87, con una introducción de Moore] es maravilloso, se encuentra entre algunas de las mejores cosas de superhéroes que he leído. Frank Miller tiene una poderosa comprensión de qué es lo que hace funcionar a los superhéroes, y en Dark Knight, su interpretación de un Batman de 50 años que vive en un mundo en sus últimas etapas de decadencia era inmensamente poderosa. Dark Knight disfruta de una representación muy precisa de cómo sería Superman en el mundo real: si quieres que alguien venza a Nicaragua, envíales a Superman.
Finalmente, de los sesenta me gustan los primeros cómics Marvel de Stan Lee y Jack Kirby (Cuatro Fantásticos, Incredible Hulk) o de Stan Lee y Steve Ditko (Spider-Man, Doctor Extraño). Intentaban romper el molde y hacer superhéroes como si fuesen personas reales: en su lugar, se les ocurrió un nuevo conjunto de clichés. Stan Lee inventó el superhéroe neurótico, que la primera vez que apareció era algo maravilloso: esa idea de que un superhéroe tendría los mismos problemas psicológicos que cualquier otra persona. Lee y Ditko fueron igualmente influyentes. El mundo de Ditko era paranoico, anguloso y espeluznante, y todos tenían una "K" en el nombre. Mr. A, publicado en Witzend, era el superhéroe libertarian de Ditko, con lo que quiero decir que era increíblemente correcto y que los ladrones caían como moscas si vulneraban su código personal, y además tenía esa visión maniquea y en blanco y negro de la realidad. Bien y mal. Si te lees su material posterior, por decirlo puerilmente, casi parece masturbatorio.

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