VERA DRAKE (EL SECRETO DE VERA DRAKE, 2004)
Reseña de Roger Ebert (2004)
Vera Drake es como una melodiosa delicia de ciruela centrada en una mujer que siempre tararea o canta para sí misma. Es feliz porque se siente útil y le gusta ser útil. Trabaja como mujer de la limpieza en la casa de una familia rica, donde pule el bronce como si fuera de su propiedad, y luego regresa a su piso lleno de gente para cocinar, limpiar y reparar las cosas para su esposo, hijo e hija, sin dejar de animarlos cuando el día a día los ha derrotado. Vera visita diariamente a personas inválidas para comprobar que sus almohadas están rellenas y que tienen cerca una buena taza de té, y también practica un aborto una o dos veces por semana.
Londres en la década de los cincuenta. El racionamiento provocado por la guerra todavía sigue en vigor. Un par de medias de nylon se pueden canjear por ocho paquetes de cigarrillos "player´s". Vera (Imelda Staunton) le compra azúcar a Lily (Ruth Sheen) en el mercado negro, pero Lily también le proporciona el nombre y la dirección de las mujeres que necesitan "ayuda". Lily tiene de dura y cínica todo lo que Vera es amable y confiada. Vera nunca aceptaría dinero por "ayudar" a las niñas porque "no tienen a nadie más a quien acudir", pero Lily cobra 2 libras y 2 chelines, aunque Vera no lo sabe.
En una película como esta, de actuaciones perfectas y aparentemente poco trabajosas, Imelda Staunton es la protagonista clave, y su éxito en la creación del personaje de Vera Drake permite que cada pieza de la historia encaje en su lugar y le pertenezca. Necesitamos creer que es alguien ingenuo para que Lily se pueda aprovechar de ella, pero nos lo creemos. Necesitamos creer que su moralidad es simple y pragmática para poder justificar los abortos, que hasta 1967 eran un crimen en Inglaterra, pero nos lo creemos.
Algunas de las mujeres que acuden a solicitar su ayuda han vivido historias lamentables: fueron violadas, todavía son casi niñas, se suicidarían si sus padres se enterasen, o en uno de los casos, tienen siete bocas que alimentar y la madre no tiene ganas de seguir adelante. Pero Vera no es una trabajadora social que brinda asesoramiento, simplemente las ayuda haciendo algo que cree que puede hacer de manera segura. Su método añejo incluye jabón, gel desinfectante y, por supuesto, mucha agua caliente. Otra abortista describe su método como "tan seguro como estar en casa".
La película está guionizada y dirigida por Mike Leigh, el director inglés actual más interesante, y como sus anteriores "Topsy-Turvy", "Grandes ambiciones", "Todo o nada" e "Indefenso", los propios actores la han ido "ideando". Dicho método consiste en reunir al elenco antes de empezar a rodar durante semanas o meses donde se va improvisando, creando y explorando a los personajes. No creo que la técnica haya funcionado nunca mejor que en esta ocasión: la vida familiar en esas pequeñas habitaciones es tan palpablemente auténtica que mientras los demás protagonistas esperaban sentados a la mesa del comedor a que Vera acabase de hablar con un policía detrás de la puerta de la cocina, pude sentir como si estuviese esperando en la estancia con ellos. No es que nos "identifiquemos", sino que la película nos hace partícipes tranquilamente y sin ambages.
La película no trata tanto del aborto como sobre la familia. Los Drake son cercanos y cariñosos. Stan (Phil Davis), el esposo de Vera, que trabaja con su hermano en un taller de reparación de coches, considera a su esposa un tesoro. Su hijo Sid (Daniel Mays) trabaja como sastre, mantiene una marca de moda propia, es popular en los pubs, pero vive en la casa de sus padres por culpa de la crisis inmobiliaria de la posguerra. Su hija Ethel (Alex Kelly) es tremendamente tímida, y hay otra trama dulce y discreta en la que Vera invita a un soltero solitario y taciturno llamado Reg (Eddie Marson) a tomar el té para, básicamente, zurcir un matrimonio.
"Vera Drake" cuenta una historia paralela sobre una chica rica llamada Susan (Sally Hawkins), la hija de la familia donde limpia Vera. A Sally la viola su novio, se queda embarazada y acude a un psiquiatra que podría derivarla a una clínica privada para que la realicen un aborto legal. Como todos en la película, a Sally hablar sobre sexo le parece terrible por ignorancia y timidez. "¿Te forzó?", la pregunta el psiquiatra, y Sally no está segura de cómo responder. La idea de Leigh es que aquellos con 100 libras podían conseguir abortar legalmente en Inglaterra en 1950, mientras que con dos libras dependían de Vera Drake, o de mujeres que no eran tan agradables como ella.
El mundo de Vera se desmorona cuando uno de los abortos casi produce una muerte, y todo cambia para la pequeña familia unida cuando la policía llama a la puerta. El Detective Inspector (Peter Wight) es un hombre de considerable envergadura, imponente, y no carece de simpatía. Cree en la ley y la hace cumplir, pero comprende de inmediato que Vera no quiere lucrarse, por lo que no se comporta de forma desagradable con ella. Por otro lado, en la escena del Tribunal nos queda claro que la ley no da cabida a los matices o a las circunstancias puntuales.
Algunas de las mejores escenas de la película tienen que ver con la familia sentada a la mesa, conmocionada (después de que Vera le susurre a su esposo al oído lo que ha pasado, desvelándole algo que nunca habría sospechado). En algunos momentos, Leigh utiliza su técnica para que un personaje reticente se convenza definitivamente de algo. En la última cena de Navidad de Vera, Reg, comprometido ya con Ethel, pronuncia lo que para él es un largo discurso: "Esta es la mejor Navidad que he tenido en mucho tiempo. Muchas gracias, Vera. ¡Un brindis!" Sabe que confesarle a Vera que la cena que ha preparado es perfecta significa más para ella que cualquier discurso sobre lo que está bien y lo que está mal, aunque luego argumenta: "Si eres rico todo va bien, pero si no eres capaz de alimentarlos, tampoco vas a poder amarlos".
"Vera Drake" no es tanto un alegato a favor o en contra del aborto como una película que se opone a las leyes que hacen poco por eliminar el aborto, pero mucho por convertirlo en algo más peligroso para los pobres. Sin importar lo que diga la ley, ni entonces ni ahora, sea en Inglaterra o en Estados Unidos, si te puedes pagar un pasaje de avión y las facturas médicas, siempre podrás conseguir que te practiquen un aborto de forma competente, por lo que esencialmente, las leyes convierten al hecho de ser pobre e intentar abortar en algo ilegal.
Puede que con esto esté revistiendo a "Vera Drake" de más ideología de la que probablemente pueda tener. La fuerza de la película de Leigh es que no es un panfleto, sino un retrato profundo y verdadero de estas vidas. Vera es amable e inocente, pero Lily, quien la proporciona los abortos, es dura, deshonesta y no tiene corazón. La película enseña que la ley es inflexible, pero le otorga al policía un rostro humano. Y lo que con más fuerza perdura de la película tiene que ver con cómo la familia Drake está a la altura de las circunstancias basándose en la lealtad y el amor.
"Vera Drake" fue nombrada mejor película, e Imelda Staunton mejor actriz en el Festival de Cine de Venecia. Sin duda, cuando llegue a los Oscar tendrá varias nominaciones.
HAPPY-GO-LUCKY (HAPPY, UN CUENTO SOBRE LA FELICIDAD, 2008)
Reseña de Roger Ebert (2008)
"Happy-Go-Lucky" de Mike Leigh es la historia de una buena mujer. Así de simple. Primero vemos a Poppy pedaleando en su bicicleta por Londres, siempre con una sonrisa en el rostro. Entonces se detiene en una librería e intenta animar al adusto dueño. No, la verdad es que no es así. Porque no quiere cambiarlo, tan solo infectarlo con su naturaleza torrencial. Puede que ni siquiera se esté dando cuenta de lo que hace. Luego alguien la roba la bicicleta. Y se lo toma con calma.
Poppy es uno de los papeles más difíciles que cualquier actriz podría afrontar. Tiene que sonreír y ser alegre y optimista durante (casi) todo el tiempo, y además hacerlo de forma natural y convincente, como si la luz del sol surgiese de su interior. Es más difícil que interpretar a Lady Macbeth. Sally Hawkins ha aparecido en otras películas, como "El secreto de Vera Drake" de Leigh y "El sueño de Cassandra" de Woody Allen, pero este es su papel estrella. En el festival de Berlín de 2008 fue nominada como mejor actriz. Emplearé deliberadamente un cliché: es toda una alegría para la vista.
Al principio, parece que eso es todo lo que hay. La película trata sobre Poppy, y su trabajo como profesora de primaria, y sus lecciones para bailar flamenco, y sobre su compañera de piso Zoe, y su hermana Suzy, y cómo comienza su relación con Tim, el consejero escolar que aparece para ayudarla con un niño problemático. Con esto casi estaría todo. Pero "Happy-Go-Lucky" es mucho más, y va mucho más allá.
En la escena con el niño pequeño, nos damos cuenta de que no es nada superficial, que es capaz de escuchar, observar, empatizar y encontrar el tono adecuado en cada respuesta. En otra escena, que parece no encajar pero es profundamente efectiva, se encuentra con un hombre sin hogar en las sombras bajo una vía de tren, y empieza a hablar con él. Es una de esas personas que canta una y otra vez lo mismo, con ferocidad. Ella lo escucha, habla con él, le pregunta si tiene hambre. No tiene miedo. Se preocupa por su situación. Creo que él es consciente, y ella se las arregla para aliviarlo. Es posible que este hombre lleve sin hablar con nadie días o semanas.
Así que vemos destellos de las interioridades más profundas de Poppy. Un día decide aprender a conducir y conoce a Scott, el instructor. Eddie Marsan lo interpreta de forma brillante. Es un comediante inglés que, como actor, a menudo ha encarnado papeles taciturnos y angustiosos, como el del padre judío pesimista de la reciente "Sesenta y seis". Scott es un hombre enfadado. Curiosamente para un profesor de academia de conducir, parece canalizar su ira al volante. Su sistema para ayudar a la protagonista a recordar el espejo retrovisor y los dos espejos laterales implica ponerles el nombre de ángeles caídos. Él la grita con ahínco. Nadie podría conducir con Scott a su lado.
Cualquier otra persona dejaría de dar clases con Scott después de la primera lección, pero no es el caso de Poppy. ¿Puede que porque cree que puede ayudarlo? Su relación se hace más profunda en una escena extraordinaria en la que de repente vemos las interioridades de los dos y entendemos mejor la jovialidad de Poppy. También nos damos cuenta de la aterradora inseguridad y el odio hacia sí mismo que se profesa Scott. Marsan actúa de una forma fascinante.
Esta es la película más divertida de Mike Leigh desde "La vida es dulce" (1991). Por supuesto, el director nunca ha hecho una película completamente divertida, y "Happy-Go-Lucky" tiene escenas que no lo son para nada. Siempre se descubren detalles de trasfondo y rarezas. Parece como si sus películas se desarrollaran de forma espontánea: ve a sus personajes de una forma que solo se va revelando gradualmente. Casi siempre descubre actuaciones notables, en parte porque elige actores, no estrellas, y en parte porque los actores y él ensayan durante semanas, equilibrando el diálogo, inventando historias, descubriendo de dónde provienen los personajes antes de comenzar a rodar la película, prediciendo a dónde podrían ir después de terminar.
Ya había visto a Sally Hawkins en otras películas. Era la niña de papá que acudía a la clínica privada en "Vera Drake". Ningún papel podría ser más diferente que el de Poppy. Leigh, que pasó años trabajando en el teatro, se la imaginó como Poppy, un papel que muy pocas mujeres serían capaces de interpretar. Puede que Meryl Streep pudiese mantener ese nivel de alegría vital, pero ¿qué es lo que no puede hacer?
Y también tengo que preguntarlo: ¿qué es lo que no es capaz de hacer Hawkins? Hay innumerables formas en las que podría haberla fastidiado. Pero se monta en su bicicleta y se gana nuestra más profunda simpatía. Como he dicho, Poppy tiene un don para no apresurarse, sino que se detiene un momento, estudia la situación, comprende a las otras personas e intenta ayudarlas. Pero con eso no quiero decir que se meta en sus vidas.
ANOTHER YEAR (2010)
Reseña de Roger Ebert (2011)
No todos los años se estrena una nueva película de Mike Leigh, pero cuando tiene lugar, nos vemos bendecidos con su simpatía, penetrante observación, e instinto para la comedia humana. Con lo de "comedia" no me refiero a una de risotadas, sino a la que te llena los ojos de lágrimas en el cine y nos permite reconocernos en sus personajes adorables y miserables. "Another year" de Leigh es como un largo y purificador baño de empatía.
Todo da comienzo con Tom y Gerri, una pareja del norte de Londres que lleva años felizmente casada. De inmediato nos damos cuenta de los riesgos que Leigh está dispuesto a asumir. ¿Un matrimonio feliz? ¿Entre dos personas sabias y adorables? ¿Que además son inteligentes y comprenden el mundo real? ¿Y que encima no son caricaturas, ni personajes comodones, ni clichés, sino simplemente dos personas a las que te gustaría conocer? Me moriría de los nervios cada vez que fuese a visitar su casa, y creo que tardaría mucho en marcharme.
Así se siente Mary (Lesley Manville). Lleva años trabajando en la oficina con Gerri, una especialista en trastornos de la conducta. Muchos tienen una amiga como Mary: soltera, ha dejado atrás la juventud pero tampoco lo parece, bebe demasiado, busca al cónyuge perfecto como una forma de mantener a distancia cualquier relación del mundo real. Mary se apega demasiado a Tom (Jim Broadbent) y Gerri (Ruth Sheen). Cada vez que los visita, nos recuerda aquella definición de Robert Frost: el hogar es aquel lugar donde, si tienes necesidad de acudir, ellos tienen el deber de acogerte.
Mary necesita una cura. Necesita de verdad la sobriedad. Lleva un signo invisible colgado alrededor del cuello: es una necesitada. Pero Tom y Gerri no dan lecciones. A veces dejan caer pistas de forma sutil. "Es una pena", le comenta Tom a Gerri después de otra triste visita de Mary, y eso es todo lo que tiene que decir. Sin críticas, sin ira, solo una declaración objetiva. En su vida compartida están de acuerdo en todo. Cultivan un huerto, trabajan, preparan cenas para sus amigos, esperan que su hijo encuentre a la chica adecuada, están enamorados. Sorprendentemente, con esa edad, su hijo de 30 años, Joe (Oliver Maltman), los ama y es feliz.
Leigh tiene un don para las escenas ambientadas en situaciones sociales que provocan vergüenza. Nos retuercen como espectadores, no porque los personajes sean molestos, sino porque nosotros también lo estaríamos en esas situaciones. Tom, Gerri y su hijo asisten al funeral de la cuñada de Tom. Nunca hemos estado en un funeral como este, y sin embargo, es como muchos otros. El clérigo desapegado, los eficientes funerarios, el padre distante, el hijo cabreado, el puñado de vecinos que no conocían tan bien al difunto, los esqueletos en el armario de la familia. Leigh husmea las maneras en que las personas muestran su angustia sin poder evitarlo.
La película no necesita esa escena. No tiene escenas obligatorias. Como la vida, es algo que sucede cuando conectas a las personas entre sí. Mary vive en un mundo muy pequeño, donde es poco probable que encuentre la felicidad. Se compra un coche para otorgarse mayor "libertad", pero nadie que beba como ella podría encontrarla. Empieza a tener fantasías con el hijo de sus amigos, Joe, como posible compañero. Joe lleva a casa a Katie (Karina Fernández) para que conozca a sus padres, que se quedan encantados. Cuando Mary conoce a Katie y se entera de quién es, es una catástrofe.
Todos los actores están perfectos. Lesley Manville es una virtuosa interpretando el patetismo de Mary y, sin embargo, nunca cae en la caricatura. Fíjate en la forma en que la cadencia de su voz va variando con la bebida. Fíjate en cómo las respuestas de Tom y Gerri a su amiga se van modulando durante el transcurso de la visita. Para el caso, observa a Ken (Peter Wight), el amigo de Tom. Ken no es ninguna bicoca, pero podría ser feliz saliendo con Mary y quizás casándose con ella, y después de todo, ¿puede aspirar Mary a algo mejor? Ella persiste en el engaño de que claro que sí.
Aquí llegamos a lo importante, lo más atractivo del cine de Mike Leigh. El autor no tiene miedo de que sus películas las protagonicen personas imperfectas. Jim Broadbent tiene demasiada cuota de pantalla, y Ruth Sheen no la suficiente. En la mayoría de sus películas, a todo el mundo se le ocurre una buena idea. A riesgo de ofender a muchos de sus muchos actores y colaboradores, confesaré que Mike Leigh no ha dejado ni una sola vez en 40 años que sus protagonistas sean estrellas de cine convencionalmente hermosas. En cambio, ha enriquecido el cine británico colaborando con personas nada convencionales, lo que incluye a actores y actrices como Imelda Staunton, Sally Hawkins, Timothy Spall, Marianne Jean-Baptiste, Brenda Blethyn y David Thewlis.
"Another Year" ofrece personajes que podríamos amar, hacernos sentir incómodos, identificarnos con ellos u horrorizarnos. Veo muchas películas en las que los personajes no tienen personalidad, tan solo atributos. Me gusta James Bond, pero también me hace pensar: ¿acaso es humano? Todos los personajes de "Another Year" son humanos, y algunos demasiado humanos. Ver esta película fue enriquecedor.
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