miércoles, 18 de mayo de 2022

LOS G.I. JOE NUNCA VAN A DESAPARECER, por Tom Shapira

Por Tom Shapira para The Comics Journal, 2022. Traducción: Frog2000.

Si hemos de dar pávulo al rumor, IDW perderá la licencia para publicar G.I. Joe a finales de 2022. Podría ser el final de la etapa de Larry Hama en la serie, justo alrededor del número 300. Por aclarar las cosas, Hama lleva escribiendo el título de G.I. Joe: A Real American Hero para IDW desde mayo de 2010, a partir de su número 155.5 (ah, la numeración de los cómics), que justo retomaba su etapa en Marvel, finalizada en el mismo título en el número 155 en diciembre de 1994. Puede que escribir dos veces un gran y épico final de serie suponga un extraño placer... En realidad no he seguido su etapa en IDW de cerca; en gran parte el dibujo está en el lado equivocado de la 'mitad' y, a veces, parece que los guiones estén demasiado en deuda con viejas ideas e historias. Pero aún así, incluso un Hama a medio gas es algo que merece la pena... y la etapa en Marvel fue cualquier cosa menos un Hama a medio gas.

Entre junio de 1982 y diciembre de 1994, Hama escribió casi todos los 155 números de A Real American Hero para Marvel, mientras que hubo cerca de 10 números de relleno. Hama también escribió alrededor de 40 números de varios títulos derivados de la serie principal. Son muchos cómics, lo que no debería sorprendernos: si Marvel es buena en algo, es ordeñando una idea exitosa hasta secarla por completo. Lo sorprendente es que entre todo esto haya muchos buenos cómics. Algunos incluso muy buenos.

Oh, a la etapa en Marvel le llevó un tiempo encontrar el tono, y se vuelve realmente peculiar hacia el final: demasiados personajes, demasiadas tramas, demasiados malditos ninjas. El estereotípico estilo de dibujo de la década de los noventa tampoco ayuda gran cosa. Ni siquiera se puede culpar a ningún dibujante en particular; los últimos tres números tenían a tres dibujantes diferentes. Sencillamente, el espíritu de la época había pasado el título por alto. Aún así, cuando iba a tope, G.I. Joe era uno de los mejores cómics de equipos aventureros de la década de los ochenta junto a los X-Men guionizados por Claremont, la JLA/ JLE de Giffen/ DeMatteis/ Maguire y el Escuadrón Suicida de Ostrander/ Yale/ McDonnell.

En realidad, no tenía por qué haber funcionado. Es un cómic basado en juguetes, y en su mayoría son horribles. Seguramente tuvo que haber interferencias de dos corporaciones (Marvel y Hasbro) en lugar de una [1]. Era una especie de cómic bélico en un momento en que el género ya ni siquiera existía. Larry Hama, quien aparentemente obtuvo el trabajo porque nadie más quería hacerlo, era conocido principalmente como editor (y se comenta que le dio al joven Christopher Priest el valioso consejo de "nunca dejes que el hombre blanco se aproveche de ti"); además era dibujante ocasional. Su trabajo consistió en coger esas pequeñas personas de plástico que le habían dejado las corporaciones para darles algo de vidilla: cierto grado de personalidad.

G.I. Joe: A Real American Hero fue muchas cosas, algunas contradictorias, pero su encanto residía en que se las arreglaba para ser todas esas cosas diferentes sin inclinarse demasiado en una sola dirección. Es una serie de acción: muchos niños grandes con juguetes grandes que disparan a otros niños y sus juguetes. También es una serie de aventuras de trotamundos al estilo de los cómics de patos de Carl Barks. [2] Al igual que los Uncanny X-Men antes mencionados, es una telenovela extremadamente complicada en la que todos los personajes principales terminan por estar relacionados, sea por la sangre o por el destino. Y, por extraño que parezca, a menudo es una serie cómica con un ojo bastante agudo puesto en las debilidades de los ochenta estadounidenses. Que es lo último que esperas de una serie diseñada para promocionar y vender juguetes de temática militar.

Al leer los 155 números, me sigo sorprendiendo de lo que Hama fue capaz de hacer en una serie dirigida a los niños. No es que fuese demasiado sutil al respecto. En uno de los primeros números, los Joe están defendiendo su base con unas ambulancias que en realidad son trampas explosivas cargadas con minas Claymore; uno de los personajes llama la atención sobre el hecho de que se trata de una violación de la Convención de Ginebra, solo para que alguien le responda: "¿Sabías que la mayoría de las armas utilizadas por los departamentos de policía estadounidenses son ilegales según las normas de la Convención de Ginebra?" Otra historia con chicha se refería a la interferencia en el país ficticio de Sierra Gordo por parte del “Monopolio Bananero de América del Norte”, un sustituto obvio de la United Fruit Company y sus sucias actividades al servicio del Tío Sam en Guatemala. Durante gran parte de la serie, los protagonistas tienen que preocuparse más por las personas que les dan órdenes, que los envían a luchar y morir, que por las que les disparan. Al menos puedes defenderte de un enemigo que está enfrente tuyo; no tanto del que está por encima.

Es tentador tildar esto de "sátira", especialmente si se tiene en cuenta el tono cómico con el que suele escribir Hama [3], pero no estoy seguro de que sea la designación correcta. La opinión de Hama sobre el ejército estadounidense es más compleja de lo que cabría esperar, aunque uno no debería leer G.I. Joe buscando la ira amarga de Garth Ennis o el melodramático 'oh, mira todo ese desperdicio sin sentido de vidas humanas´ de Harvey Kurtzman. Hama había servido en las Fuerzas Armadas durante la Guerra de Vietnam, y hay algo notablemente cínico en su actitud de que un soldado no tiene que esperar nada más que lo peor de su país. Eso no quiere decir que sea lo que estos soldados se merecen, pero es lo que consiguen. Va entrelazado en el subtexto y es un tema constante a lo largo de cada historia.

Posiblemente fuese una actitud alentada por el trabajo continuo de Hama en el mercado del cómic, que parece igualmente hostil a su fuerza laboral. Tal y como señaló Hama al hablar sobre los orígenes de A Real American Hero: “Nunca he reescrito una sola palabra del guión de nadie durante toda mi etapa como editor. Si había que hacer un cambio, le pedía al guionista que lo hiciera él mismo. Actué de esa forma porque una vez, un editor me cambió todo un bocadillo del G.I. Joe nº 1. La frase original era: "El trabajo de un soldado es hacer lo impensable y ser olvidado". Lo sustituyeron por una basura patriótica jingoísta y me lo he callado durante 30 años”. En la misma entrevista, Hama reflexionaba sobre la mentalidad de búnker que tuvo que adoptar para sobrevivir en un lugar de trabajo mayoritariamente blanco ("Tienes que dejar pasar un montón de racismo casual, porque la mayoría de la gente ni siquiera es consciente"), el mismo tono resignado de un viejo soldado que sabe que el alto mando lo va a volver a joder. Tampoco es que ese soldado vaya a dejar de hacer su trabajo, porque es lo único en lo que es bueno.

Un temprano arco que abarca los números 6 y 7 presenta a un equipo de Joes que arriesgan repetidamente la vida y la integridad física para salvaguardar el equipo de alto secreto rescatado del ejército ruso... solo para que al final les informen de que todo era un señuelo; todos sus esfuerzos han sido básicamente en vano. La imagen final del séptimo número, una viñeta que muestra las respuestas sorprendidas y silenciosas del equipo de campo ante dicha revelación es un buen y discreto dibujo del generalmente ampuloso Herb Trimpe. Al final te acostumbras a que te utilicen, y eso es lo que tienes que hacer.

Más de 100 números después, el equipo de los G.I. Joe está desplegado en un país ficticio en Oriente Medio, un guiño particularmente poco sutil a la invasión estadounidense de Irak (sí, la primera). Es una historia un poco demasiado larga que destaca principalmente por la gran cantidad de muertes en una serie que, por lo demás, narraba historias de guerra relativamente sin derramamiento de sangre. [4] Eso sí, los personajes caen por todas partes como moscas, hasta que las personas que están más arriba en la cadena alimenticia llegan a un acuerdo y toda la operación es desechada. En realidad, no ha sucedido nada, excepto que algo de dinero ha cambiado de manos y algunos civiles y soldados han muerto. Es absolutamente insatisfactorio, que es exactamente la idea que quiere comunicar Hama.

Y de nuevo, nos encontramos con un caso de sinergia comercial que hace que Hama comunique perfectamente sus ideas: estos personajes no han fallecido simplemente porque el escritor quisiera hacer una gran declaración artística, sino porque los juguetes estaban dando paso a juguetes más novedosos, y Hama obtuvo el visto bueno para despejar un poco la cubierta. Sin siquiera decirlo, Hama señala que el negocio de las Fuerzas Armadas no es sino lo dicho, un negocio. [5] En el número 99 se puede encontrar otra página de Herb Trimpe particularmente excelente en la que dos Joes se toman un descanso con su familia, solo para encontrar el pequeño y pintoresco pueblecito donde crecieron convertido en una ruina que se está muriendo lentamente. Una secuencia a página completa muestra a un anciano mirando por la ventana charlando acerca de que no hay que esperar demasiado del futuro, mientras que los dos Joes simplemente se miran sin decir ni una palabra.

Gran parte de la ficción militar, e incluso de la historia militar, parece orbitar en una esfera completamente separada del mundo civil. Tiene lugar 'allá' e involucra a 'soldados' en lugar de a 'personas'. A lo largo de A Real American Hero vemos que los equipos y misiones de los G.I. Joe les cuesta a los contribuyentes de EE.UU. cantidades incalculables de dinero, con el estribillo que se repite bastante a menudo de que el Tío Sugar (no es un nombre en clave para ninguno de los personajes) se hará cargo de todos los gastos. Siempre hay dinero para la guerra, pero no para todo lo demás.

Aquí es exactamente donde Cobra entra en escena. La organización enemiga de la serie es la esperada bolsa de sorpresas de tropas desechables, mercenarios pintorescos y científicos locos. Pero, en un toque bastante único para la época, Cobra no se presenta como una amenaza externa, sino interna. La historia de origen del Comandante Cobra, que va filtrándose lentamente, es la de un antiguo vendedor de coches usados ​​que gana su fortuna mediante esquemas piramidales y marketing directo. Dos veces vemos a sus fuerzas tomando el control de pequeños pueblos de los Estados Unidos prometiéndoles a los ciudadanos insatisfechos todo lo que quieren escuchar: mucho dinero negro sin interferencias del gobierno y la oportunidad de mantener su estilo de vida tal y como ha sido hasta ahora. Verdadero hijo de la estructura política de la década de los ochenta, Cobra ofrece el Sueño Americano a las personas que se consideran a sí mismas "estadounidenses reales", lo que necesariamente implica la creación de "estadounidenses irreales" como contrapeso. El hecho tácito es que los G.I. Joe son el tipo de equipo multiétnico y multirracial que probablemente se merecería un despotrique de cuatro horas en YouTube si debutase hoy mismo [6], mientras que Cobra parece ser casi completamente blanco. Esta noción se vuelve extremadamente espeluznante si tenemos en cuenta la recurrente 'serie de Freds': un grupo de agentes Cobra que se han sometido a cirugía plástica para tener la apariencia de yuppies genéricos, el tipo de hombre en el que se supone que Estados Unidos confía de forma inherente. Más peligrosos que los soldados vestidos de azul con sus armas y bombas, se espera que los Fred se abran camino en la política, local y nacional, para tomar lentamente el control de la percepción pública y desplazar la ventana de Overton. Y así, la pregunta constante a lo largo de gran parte de la serie es "¿quién es el verdadero estadounidense?" La triste respuesta es que Cobra tiene tanto (o incluso más) derecho a hacerse con el alma de la nación que el equipo de los G.I. Joe.

Verás, nadie va a confundir G.I. Joe: A Real American Hero con La Guerra de las Trincheras, o incluso Charley's War. Es demasiado jingoísta: en una de las primeras historias aparece el equipo matando casualmente a las tropas iraníes que se oponen de forma perfectamente válida a las fuerzas estadounidenses y rusas que cruzan su frontera en una escena demasiado juguetona y no lo suficientemente brutal. Hama dilucida perfectamente varios de los errores de la maquinaria de guerra estadounidense, pero siempre desde el punto de vista de que tales cosas son necesarias. Sus preguntas solo pueden ser así de profundas. Pero al mismo tiempo... Hama era un hombre con muchas cosas en la cabeza sobre la forma en que se dirigía el país, sobre la forma en que se utilizaba al ejército, y esta era una buena oportunidad de darle una salida, e hizo uso de ella.

Tampoco quiere decir que el cómic sea un debate intelectual sobre cómo se utiliza la fuerza estadounidense. Leer la serie es divertido; Hama estaba manejando equilibradamente a una gran cantidad de personajes (aunque esto fue lo que terminó estropeando la calidad de la colección; nadie necesita sufrir tres números completos dedicados a >estremecimiento< la Ninja Force), y de alguna manera logró encontrar suficientes tramas para darles a todos algo que hacer. Podía escribir acción, podía escribir comedia, podía escribir drama. Lo importante era que podía hacerlo todo al mismo tiempo. El número 99 mencionado anteriormente con el momento al estilo Springsteen en el fregadero de la cocina americana desde la que el viejo mira por la ventana, también tiene una trama secundaria con dos chavalas adolescentes que descubren la base secreta de los G.I. Joe y muchas travesuras que recuerdan a una comedia de situación mientras los soldados intentan decidir qué hacer con ellas.

Todo es doblemente impresionante si consideras que Hama, según confesión propia, no planeó nada con anticipación. Todas estas tramas se inventaron sobre la marcha, número a número, e hizo que todo funcionase sin parecer demasiado incongruente. Como cualquier buena historia de superhéroes de continuará, de alguna manera todo termina conectado: esas mismas chicas serán vitales para la neutralización de un plan de los Cobra. Si la escritura de Jonathan Hickman es como una serie de gráficos, la de Hama es como un acto de malabarismo, uno en el que constantemente se agregan nuevos elementos a la mezcla sin que de alguna manera todo se termine por derrumbar. Esta intrigante trama se mueve tan rápido que el público no tiene tiempo para hacerse las preguntas difíciles; simplemente aceptan el siguiente giro ridículo del guión (combates en el espacio, mutantes, robots) y siguen adelante.  

Ayuda mucho que la serie tuviese en su mayoría a buenos dibujantes. Herb Trimpe, Mike Vosburg y Rod Whigham fueron el lápiz de la mayoría de los primeros 100 números, y aunque ninguno se convirtió en superestrella por esta obra, la solidez del dibujo de Marvel durante la década de los ochenta produce cierta alegría: es el tipo de narrativa consistente que cogía todo lo que pedía el guión y simplemente lo mostraba tal como era. Echemos un vistazo al número 34, uno de mis favoritos, que es básicamente una larga escena de acción aérea. Como todo el mundo sabe, las peleas aéreas son difíciles de dibujar, porque cuando ambos combatientes están en el aire (especialmente cuando vuelan en vehículos poco emocionantes en lugar de hacerlo como superhéroes) no existe marco de referencia alguno. Pero Hama y Whigham hacen que funcione, en parte porque Hama simplemente narra constantemente las acciones de los personajes, pero también analiza todas las posibilidades narrativas, porque ambos bandos agotan las posibilidades de todo su armamento y se guardan algo en la manga, intentando constantemente superar la estrategia del contrario. Es como un juego de ajedrez con aviones.

Incluso Frank Springer, que ya era el más viejo de los dibujantes cuando se estrenó la serie, encontró nueva vida en sus páginas. Tenía buen ojo para la ridiculez inherente del concepto y era capaz de mostrarlo sin necesidad de exagerarlo para lograr un efecto caricaturesco. De hecho, la naturaleza bastante inexpresiva de sus trazos era de lo mejor para los gags: echa un vistazo a la página vertical del número 27, parece sacada directamente de la revista MAD, con todos esos pequeños participantes que ocupan la calle, pero de una forma que nunca cruza los límites y lo convierte en una parodia absoluta.

Mucho más tarde, M.D. Bright se haría cargo de varios números, y que no se convirtiese en un nombre más importante en ese momento (a pesar del trabajo que estaba entregando también en Power Man e Iron Fist) es prueba de que nadie estaba mirando correctamente la serie. Dibujaba acción, dibujaba comedia, era capaz de dibujar un drama bastante conmovedor. Un verdadero artista todo en uno que solo conseguiría (algo) del reconocimiento que se le debe tras desembarcar en Milestone Media. 

Incluso cuando la década de los noventa se hizo cargo de la serie en números más exuberantes con las grandes poses y las bocas más grandes de Andrew Wildman, la serie también logró funcionar. Sin embargo, para entonces podías sentir cierto cansancio; reducir la manada de personajes tampoco ayudó demasiado. El número 124 tiene tres escenarios diferentes en tres ubicaciones con tres conjuntos de personajes diferentes. Leerlo es agotador, y tuvo que ser aún más agotador escribirlo. Aun así, hay algo en sus páginas que se puede seguir admirando: su diseño, por muy desigual que sea. Hama, él mismo dibujante, tuvo el oficio suficiente para escribir adecuadas escenas de acción: pensó en las elecciones de cada personaje y las implicaciones de elementos como el "escenario" y el "equipo". La mejor palabra que podemos utilizar es respeto. Hama respetaba a sus lectores y respetaba su oficio. 

Esta serie de Marvel llegó a su fin con el número 155, una coda en la que Ojos de Serpiente escribe una carta a un adolescente que piensa alistarse. Es una mezcla de las cosas que hicieron que la serie funcionara y también es una señal de que su momento pasó hace mucho. El gran soliloquio dramático sobre la naturaleza del servicio al país con una trama superpuesta con la Scarlett con nuevo disfraz post-Liefeld no funciona tan bien como debería. Visto ahora, intentar replantear la Guerra de Vietnam bajo el contexto de los guerreros ninja secretos parece como de mal gusto, y probablemente fue aún más de mal gusto en ese entonces. 

Aún así, Hama nunca les ahorra a los lectores más jóvenes algunas de las verdades más duras; la escena de Ojos de Serpiente que recuerda a un soldado quemado en un hospital rogando que lo saquen de su miseria todavía resuena en mi cerebro, al igual que la historia de un soldado que se quedó en Vietnam simplemente para que no enviaran a su hermano al frente; y la de otro que siguió alistándose para intentar financiar el tratamiento médico de su padre. [7] Es en estos momentos, no en la charla empalagosa sobre la "camaradería" y los "vínculos sagrados", cuando la serie realmente sobresale sobre el resto. A menudo, la verdad es desagradable, pero sigue siendo la verdad. Y mientras Estados Unidos se niegue a confrontar sus verdades, mientras siga escuchando a ese vendedor de coches usados de su interior, esa figura que promete que puedes tenerlo todo por poco dinero y sin sacrificio, nunca va a poder mejorar. Todo esto, eso sí, dicho a través de la boca de una figura de acción de 9 centímetros y medio.

[1] Por ejemplo, en un momento dado, Hasbro quiso que Hama usara en la serie de G.I. Joe al personaje de Marvel Motorista Fantasma, pero la editorial se negó a permitir que su nombre apareciera en sus páginas para evitar confusiones entre un piloto de aviones a reacción y un hombre con una calavera en llamas montado en una motocicleta.

[2] Se dice que una de las grandes penurias de Hama tiene que ver con que nunca tuvo la oportunidad de escribir Tío Gilito; sin embargo, hizo su propia intentona de guionizar historias de funny animals con Bucky O'Hare, creadas junto al dibujante Michael Golden.

[3] Uno de los números presenta a un torpe sheriff sacado directamente de Los Duques de Hazzard, mientras que en otro aparece un contable delincuente que también es un loco que viste un traje de vuelo y va acompañado de aves rapaces entrenadas.

[4] Todo eso provenía de los dibujos animados de los G.I. Joe para televisión, un programa lleno de acción infamemente libre de cualquier violencia. El propio Hama comentó en la serie documental de Netflix The Toys That Made Us: "Pensaba que el hecho de que no existiese la muerte era una ruina moral". Dicho esto... los cómics no tenían ningún problema en dejar morir al azar a los soldados enemigos, y los héroes reciben disparos y sangran un poco, pero la muerte real de los protagonistas es extremadamente rara durante los primeros 100 números. Si no te lo permite Hasbro, no te puedes deshacer de los juguetes.

[5] “Sí, se seguirán construyendo barcos, porque los constructores de barcos tienen que seguir ganando dinero. Y se seguirán fabricando armas y pólvora y rifles, porque los fabricantes de municiones tienen que seguir ganando mucho dinero. Y por supuesto, los soldados tienen que usar uniformes, porque su fabricante también tiene que ganar lo suyo con la guerra”. Smedley D. Butler, La guerra es un saqueo, 1935.

[6] En el número 11 le preguntan al nuevo recluta Franklin Talltree: “Talltree. ¿Es ese un nombre indio?", a lo que responde secamente: “No. Es nativo americano."

 [7] De nuevo, la noción de que para la guerra sí que hay dinero, pero para nada más: la gente tiene que valerse por sí misma.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hombre, yo cuando tenía 11-12 años estuve enganchadísime a G.I.Joe. No era raro encontrar en correos Forum de la época cartas diciendo que ojo, que esta serie estaba mucho mejor de lo que la gente se pensaba.
Yo la empecé a seguir en la etapa de Frank Springer en el veintipico USA y leí hasta pasado el 50, y la verdad que estaba bastante bien, no sé cómo resistirá la relectura adulta.
El problema es que los primeros números, algunos de los cuales también leí eran absolutamente infumables, no sé cuantos números pasarían hasta que Hama le cogió el punto. Y en esos primeros números por favor, los dibujos de Vosburg y Trimpe eran bien flojos, no entiendo los halados del articulista. Aunque como él, sentía debilidad por el vilipendiado Springer. Rod Wigham ya sí que hacía un trabajo de quitarse el sombrero. Y esas portadas de Mike Zeck!!!

frog2000 dijo...

La he estado buscando, y es dificililla. Siempre tuve la percepción de que era una "m" y justo ahora me ha entrado el gusanillo leyendo el artículo. Supongo que me pillaré los integrales americanos...

L-RON dijo...


Los creadores de mundos desde la nada siempre me admiran (los que lo hacen bien, claro), pero los que crean buen material partiendo contractualmente de material de derribo ya es para rendirles pleitesía el resto de su vida.

No sé si habrás leído en la web de Jim Shooter (creo que lo leí ahí) los textos que dedica a Hama y G.I. Joe. Por ejemplo cuenta que los de Hasbro estaban tan encantados con él que también les diseñaba personajes y equipo para juguetes nuevos.

Luego en los noventa tuvo el tortazo en Batman (madre mía la Orca asesina, personajes chorras nivel saga del Clon), aunque Denny O'Neal le disculpó diciendo que Hama se había limitado a hacer lo que él le había pedido. Supongo que se puede explicar como un Dixon muy pasado de frenada, demasié incluso para una franquicia hamburguesera como Bats.

No sabía que Mark Bright había estado en G.I. Joe, es un muy buen dibujante: aquellos anuales de Vengadores, el Amanecer Esmeralda de Green Lantern con Priest precisamente... Aunque tuvo reconocimiento con una buena etapa en Iron Man merecía más. En la sección comparaciones odiosas siempre me acuerdo de la armadura Transformer que dibujaba él y la altamente risible de Al Milgrom en los Wackos de la época. ¡Al, que lo hacías genial de editor en el Fanfare, pero lo del lápiz ... arghhh!

Gracias por el artículo, y todos los demás, claro.

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