Desafortunadamente para algunos, aquí tenemos el EMBUSTES número 13. Justo después de la jarra de vitriolo arrojada en la entrega anterior y sus horribles repercusiones (ver más abajo), he pensado que esta vez debería andar sobre seguro y hablar únicamente sobre lindos ponis y cómo las algodonosas nubes toman a veces forma de alegres gnomos y trastabillantes duendecillos.
Sin embargo, como he caído en que recientemente ha tenido lugar un evento igualmente inofensivo, mejor será hablar del mismo. Me refiero, por supuesto, a la San Diego Comic Expo que se llevó a cabo, con una desesperada falta de imaginación, en San Diego, Estados Unidos.
El vuelo en avión fue el típico viaje de ocho horas que termina por derretirte el culo, durante el cuál me leí completo El Dragón Rojo de Thomas Harris, bastante malo excepto por el mierdoso y chocante final y la forma en la que este tipo de libros parecen estar obligados a seguir una fórmula reconocible. Lo que quiero decir es que El Silencio de los Corderos es mucho mejor. Y entonces llegué a Chicago. Desde allí tardamos cuatro horas hasta llegar a la soleada San Diego. Por si no fuese lo bastante malo, el hecho de que estuviésemos viajando hacia el este significaba que estábamos atravesando varias zonas horarias hacia atrás, así que llegamos antes de salir. De hecho, llegamos a finales de febrero de 1976, justo a tiempo para las celebraciones del 200º aniversario de la Declaración de Independencia. ¡Dios bendiga a América!
Aterrizamos con el suave y brillante crepúsculo de San Diego. Nos registramos en el lujoso y famoso Westgate Hotel, leímos Cartas del Yage de ese conocido dueto de entretenedores, Burroughs y Ginsberg, y luego caí dormido.
¿A tí no te pasaría lo mismo?
En la calurosa mañana, salí a dar un paseo y terminé en una parte sórdida y deteriorada de la ciudad, los colores pastel se desvanecían y desconchaban en las paredes de madera combada. Se escuchaban algunas ásperas voces y me retiré rápidamente al hotel donde me encontré con James Hudnall, quien me llevó hacia México, donde por fin pude esquivar esta frase inusualmente larga. Tijuana era el lugar escogido, también un lugar bastante miserable y deprimente. Ciudad de Cartón [Cardboard City en el original] sin ni siquiera el propio cartón. En un esfuerzo por evadir a los innumerables mendigos, practiqué algunas técnicas de invisibilidad a lo Bill Borroughs y, casi de inmediato, empecé a cansarme de la gente. Hora de marcharse.
Cuando conocí a Karen Berger esa misma noche, lo primero que me dijo fue: "¿Ya has visto a algún marino?". Bueno, ¡Dios sabe que lo he intentado! Estuve deambulando con una cerilla en una mano y un cartón de leche en la otra, pero todos los alegres marineros [jack tar en el original] se habían marchado para celebrar la Tercera Guerra Mundial en el Golfo, por lo que en la agenda no tendría nada de 'Fuegos artificiales´. Me pregunto si les harán la misma pregunta a todos los que visitan San Diego.
La fiesta celebrada por la noche fue bastante agradable, conocí a mucha gente interesante y mucho más: ¿que más se le puede pedir a una fiesta? Desafortunadamente, a pesar de llevar a cabo todo lo que estuvo en mi mano, y a pesar de los serviciales esfuerzos de un grupo de muchachos de Houston, no fui capaz de conseguir ninguno de esos divertidos abre-mentes sobre los que escriben en cada número de Mondo 2000. Aún así... aquí en Speakeasy también sabemos lo nuestro.
La Convención en sí fue solo un poquito más grande que una de las que se suelen celebrar en Londres, pero lo que la distinguía de nuestros esfuerzos locales fue la asombrosa cantidad de mujeres que había asistido. No solo había muchas, había muchas mujeres extrañas. En el hogar, los verdaderos monstruos son invariablemente hombres, pero en San Diego todo vale para todos. ¡Mujeres vestidas de superheroínas y bárbaras! ¡Mujeres con los bikinis y los pantalones cortos más horteras que jamás hayas visto! De hecho, el bikini de cuero parece ser el equivalente femenino estadounidense de la ubicua parka del Reino Unido. Me dejó fascinado, os lo aseguro. Otro día más y habría levantado mi andamio portátil, sacado mi casco (¡yeaah!) y empezado a emitir ruidos de WHOHOO y a empujar mi pelvis en la dirección de esas chicas tan sexys. En su lugar, me retiré a mi habitación con un dolor de cabeza tenso y nervioso y una copia de Gems from Shelley.
Al ser uno de los invitados destacados, me dedicaron un panel solo para mí, lo cual fue genial. ¿Por qué no podemos hacer lo mismo en UKCAC? Estoy harto de compartir escenario con gente que no me deja hablar, y exijo poder demostrar que soy bastante capaz de aburrir a un público envarado por mi propia cuenta. También se llevó a cabo una entrega de premios en la que a todos los asistentes se les entregó una placa con una estatuilla de plástico. Incluso las señoras de la limpieza recibieron premios por cosas como: "El vestido estampado más feo de la sala". Pensé que estaría listo para este tipo de cosas, pero no hubo suerte.
Después de haber disfrutado de verdad había llegado la hora de que el Karma arreglara el equilibrio cósmico. Stuart Green, editor de la súper-importante Speakeasy, había concertado una entrevista con Gary Groth y Kim Thompson de Fantagraphics. Acababan de leer mi columna del número 112 de este, tu fanzine favorito, e insistieron en que los acompañara. El hilarante relato completo de mi vivisección a manos de Groth y Thompson se podrá saborear cuando transcribamos la entrevista para el sensual próximo número especial 'Sexo' de Speakeasy. Todos los que alguna vez hayan anhelado verme recibir mi merecido pueden empezar a frotarse las manos con alegría.
Después de una noche en el foso de los leones, me sentí renovado espiritualmente y volví para enfrentar los dos días restantes de la Convención con una sonrisa en el rostro y manchas en los pantalones. Me quedé vagando por el centro masticando chicle. Celebré largas y significativas conversaciones. Me miré en el espejo del hotel durante horas y horas, viendo rostros de reptiles y caras de Stalin fundirse y fusionarse con la mía. Esperé en vano a que mis contactos desenterraran algo un poco más alucinógeno que un espejo. Heidi McDonald me arrastró hasta el panel titulado 'El sexo en los cómics', que era casi tan bueno como el de verdad, y entonces...
Y entonces todo terminó.
Y justo cuando el desfase horario empezaba a desaparecer, llegó el momento de volver a casa. Mi aventura en San Diego había llegado a su fin y todo lo que me esperaba era un sombrío vuelo al hogar. Como respuesta a mis oraciones, una confusión con los pasajes terminó haciendo que me sentaran en clase ejecutiva. Nueces tostadas calientes, champán, '¿Puedo llamarte por tu nombre, Grant?', etc., etc.
Llegué a casa. Dormí durante días. Una tarde escribiendo Embustes. Fin.
Sigo aquí dentro.
1 comentario:
Nah. El Dragón Rojo es mejor.
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