miércoles, 29 de mayo de 2024

LOVE FROM THE SHADOWS, de Gilbert Hernandez (2011)

Reseña de Tom De Haven. Traducción: Frog2000.

La nueva historia larga y en tapa dura de Gilbert Hernandez se llama Love from the Shadows, un título de marquesina de cine apropiadamente policíaco -aunque ausente de sentido- para esta última “adaptación en cómic” de otra película imaginaria al estilo grindhouse protagonizada por Rosalba “Fritz” Martinez, la ceceante súpervixen y antigua psicoterapeuta que también aparece como personaje secundario en la serie Luba de Love & Rockets (Fritz es la media hermana de Luba). Leer esta historia me ha dejado molesto, de mal humor, desconcertado, decepcionado y obsesionado con las delanteras, tal y como me ha ocurrido con la mayor parte del trabajo de Beto de los últimos años. El mundo maravillosamente imaginado y texturizado de la saga original de Palomar parece lejano. Está muy lejos y además ha pasado mucho tiempo. Ese mundo y esas historias complejas y emocionantes de los 80 -“Sopa de gran pena”, “Pies de pato”, “Un americano en Palomar”, “Diastrofismo humano”, por nombrar un puñado- son creaciones de un joven artista cargado de energía capaz de alardear y mostrar sus habilidades y capacidades, además de aprovechar sus primeras influencias (realismo mágico, Kirby y Ditko en Marvel, la cultura punk del Do It Yourself). Ese conjunto de trabajos es eternamente legible, material que pasó directamente al canon de los grandes cómics estadounidenses en cuanto hizo aparición.

Vista en retrospectiva, por mucho que me gustase, y que todavía me guste la absoluta y obscena Birland, el gran espectáculo de Beto para el sello Eros de Fantagraphics, marca el punto de su carrera en el que algo cambió drásticamente. Después de eso, al menos para mí, sus cómics ya no parecían una saga coherente de ficción protagonizada por personajes conocidos y motivados, guionizados y dibujados con una estética formal en mente, sino un cuaderno de bocetos obsesivo e interminable inspirado igualmente por las películas de Russ Meyers y David Lynch. Dar rienda suelta a su manía de dibujar mujeres de pechos grandes y cintura de avispa, y hombres altos y desnudos que se detienen como estatuas cuando no tienen relaciones sexuales ha minado el impulso narrativo de sus cómics y ha convertido su dibujo cartoon en una forma de rigidez paradigmática. Ahora tienes la sensación de que cualquier cosa que suceda en sus historias solo lo hace porque le brinda la oportunidad de dibujar a una nena dotada con un par de doble copa D, o a otro modelo masculino de Vanity Fair con ojos muertos más colgado que una estera.

Ese parece ser el caso de Love from the Shadows, que nos presenta tres endebles escenarios regados de una sensibilidad pulp de ciencia ficción de la década de los 50, así como de un melodrama sobrecalentado de las películas policiales de la misma época. La historia da comienzo con Fritz, de cabello oscuro y ceceo, pasando el rato en su hogar con su narcisista chico juguete. Finalmente, descubre y entra en una cueva situada en su sótano, emergiendo a continuación en una realidad cinematográfica alternativa. Ya no cecea, ahora es una rubia llamada Delores, que rápidamente se junta con su hermano Sonny (es enfermero, nos informan, pero no es que importe gran cosa) y juntos planean matar a su abusivo padre, un novelista que alguna vez fue famoso y que ahora vive una existencia como recluso en una zona costera genérica de algún sitio.

Pero antes de conseguir asesinarlo, su padre sufre un derrame cerebral (o posiblemente una epifanía religiosa; en cualquier caso, es algo lo suficientemente significativo como para que le sacuda la mente) después de vagar por una caverna, tras lo cual sus hijos mayores deciden, contra toda lógica y contradiciendo lo que ha sucedido antes, quedarse y cuidar al anciano. Espera un segundo, ¿cómo?

En ese momento, Delores se marcha para nadar en el Océano (o tal vez en un río), luego hace autostop a un bote de remos con un niño remero (o quizá es alguien al que no le impresiona o le fascina su voluptuosidad, es difícil decirlo) y finalmente termina en otra ciudad, donde se une a una pandilla de estafadores que llevan a cabo un negocio de espiritismo falso que recuerda al perpetrado en "Nightmare Alley" [El callejón de las almas perdidas]. Love from the Shadows flota, se tambalea y se abre paso a lo largo de 120 páginas del tamaño de una novela, la trama (o más bien, las secuencias más pícaras) saca a relucir de todo, desde un suicidio por amor hasta una operación de cambio de sexo que forma parte de una estafa del seguro, pasando por un grupo de hombres misteriosos llamados "monitores" que son de otro planeta o del futuro, a menos que sean agentes gubernamentales encubiertos. ¿Quién sabe? Llevan gafas de sol y monos de trabajo, y hacen muchas preguntas. La narración concluye con una prolongada escena de mutilación genital y asesinato utilizando un arco y una flecha. De eso se trata. Así es como mejor se puede describir la trama.

Al igual que Steve Ditko en su momento más enloquecido y Chester Gould en su período átono, Hernandez sigue siendo capaz de lograr una escena brillante o escenificar un momento utilizando un dibujo más sobrio y sublime, pero cuando la narrativa es tan insignificante, una excusa para lo que parece abrumadoramente dibujo automático, un autor que respira indulgencia, incluso el ocasional diseño magistral o la brillante solución de continuidad parecen ingrávidos, un vistazo frustrante de esos mejores, muchos mejores cómics, moldeados y trabajados de los que Gilbert Hernandez, espero y sospecho, todavía es capaz de producir. Continúa clasificado en la lista de los diez mejores historietistas vivos del mundo, pero sencillamente, no sé por cuánto tiempo más.

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